SOMOS EL PUEBLO
SOBERANO.
Unamos pues todas las fuerzas en una actitud común que se traduzca en no
vivir como ellos necesitan que vivamos, en no seguirles el juego, en no apoyar
a aquellos políticos que son sus zombis, sus instrumentos, en exigir una
consulta ciudadana en todas aquellas decisiones que nos afecten directamente,
en recuperar la auténtica democracia.
Somos el pueblo soberano. Somos
seres humanos, y todo lo demás, economía, religión, justicia, política, etc.
está por debajo de nuestra identidad como tales, de nuestros derechos y de
nuestra libertad.
Todas las noticias que nos invaden, que
nos acosan, giran en torno a los “problemas” del euro, del dólar, de las
bolsas, etc. pero no se habla nada de lo que sucede en cada casa, en cada hogar
de los millones de parados, de los millones de seres humanos que viven
situaciones extremas que afectan a su dignidad y a su condición de personas
humanas con derechos.
¿Somos personas o somos números?
¿Somos vida o somos resultados económicos? ¿Tenemos derechos o sólo deberes?
Estas preguntas y las consiguientes
respuestas pueden parecer obvias e, incluso simples, pero en realidad centran
el debate y los dos caminos posibles a seguir en el presente y en el futuro próximo.
Lo que está en juego en estos tiempos es
la prioridad de la naturaleza, de la condición humana, por encima de las
fuerzas que tratan de llevarlo todo, definitivamente, al terreno de las cifras,
de los resultados, del frío e insensible cálculo de las pérdidas y las
ganancias.
Ambas fuerzas están representadas
ahora mismo en los medios de comunicación en la misma desproporcionada
dimensión que en la realidad conviven, es decir, mayoritaria atención a la
guerra de los mercados y los países, a los índices bursátiles, a los problemas
económicos, y minoritario seguimiento a los grupos que en todo el mundo surgen
ya reclamando un cambio hacia lo humano, hacia la importancia de los derechos
de los ciudadanos, hacia la transparencia y la gestión limpia.
Habría que decir aquí, con riesgo a
que nos tachen de teóricos e idealistas, que el ser humano es el principio y el
fin de todo, el epicentro de la creación, y que el ser humano, como criatura
suprema en la creación, ha visto levantarse y desaparecer imperios mucho más
poderosos que los actuales, ha sobrevivido a situaciones mucho más extremas y
difíciles que las actuales, ha sabido salir adelante incluso en circunstancias
de exterminio casi global de la especie.
La Vida, con todo su poder, se
manifiesta en la naturaleza, en todo lo creado, pero de forma especial en el
ser humano, porque éste posee algo que le diferencia de las demás criaturas, y
es la capacidad de crear, de imaginar, de soñar. Es la mente.
Por ello, el empeño que se pone
ahora mismo para centrar toda la problemática mundial en torno a la crisis
económica, es simplemente una más de las muchas desviaciones, de los intentos
de reducir la libertad, la capacidad y la poderosa naturaleza humana y hacerla
dependiente, esclava, de grupos que sólo están interesados en el poder y en el
dominio y control de la sociedad, del mundo entero.
Si la humanidad sobrevivió y salió
vencedora del intento nazi de exterminio y de creación de una única raza
dominante, puede perfectamente levantarse y echar a patadas a todos estos
manipuladores que tratan de ahogarnos, de estrangularnos, esta vez a través del
poder del dinero, de la economía y su maloliente mundo.
Además, en esta ocasión existe algo
fundamental a favor de los pueblos del mundo, y es que a pesar de la
prepotencia que demuestran los fabricantes de crisis económicas y los grupos
financieros mundiales, sin la colaboración de los ciudadanos no son nada, no
existen, son basura.
Necesitan de nuestro dinero, de
nuestro consumo, de nuestra preocupación, de nuestro agobio, incluso de nuestra
desesperación. Pero nunca podrán poseer nuestra esencia como seres humanos,
nuestra dignidad y nuestra fuerza. Y si nos unimos y negamos aquello que les
hace poderosos y prepotentes, se vendrán abajo.
El verdadero poder no está en el dinero,
sino en la naturaleza humana, en el interior de cada uno. Ahí está la mayor
fuerza que existe.
Unamos pues todas las fuerzas en
una actitud común que se traduzca en no vivir como ellos necesitan que vivamos,
en no seguirles el juego, en no apoyar a aquellos políticos que son sus zombis,
sus instrumentos, en exigir una consulta ciudadana en todas aquellas decisiones
que nos afecten directamente, en recuperar la auténtica democracia.
Somos el pueblo soberano. Somos seres
humanos, y todo lo demás, economía, religión, justicia, política, etc. está por
debajo de nuestra identidad como tales, de nuestros derechos y de nuestra
libertad.
Todas las noticias que nos invaden, que
nos acosan, giran en torno a los “problemas” del euro, del dólar, de las
bolsas, etc. pero no se habla nada de lo que sucede en cada casa, en cada hogar
de los millones de parados, de los millones de seres humanos que viven
situaciones extremas que afectan a su dignidad y a su condición de personas humanas
con derechos.
Ante la avalancha de noticias frías
e insensibles contraataquemos con noticias humanas, con exigencias humanas, con
verdades humanas, con derechos humanos.
Todos los que ahora se muestran
prepotentes y se ven en la cima de la ola, banqueros, políticos, agencias
financieras, todos pasarán, desaparecerán, porque su actitud es egoísta,
interesada, porque son falsos e hipócritas, porque van en contra de las Leyes
naturales que hablan de Unidad, porque se han olvidado de que son seres humanos
y, por tanto, vulnerables.
Pero el verdadero ser humano no
pasará, no caducará, nunca desaparecerá. Siempre fue así y así seguirá siendo.
Es importante unirse, formar un
gran grupo mental, con las ideas claras, con la dignidad humana como bandera y
con la exigencia inquebrantable de reclamar limpieza, autenticidad, verdad y
transparencia.
Somos los dueños de la democracia, no
ellos. Somos el epicentro de todo lo que funciona, de todo lo que afecta a la
familia humana, tenemos por tanto la capacidad de destruir lo que no es bueno
para el hombre y de mejorar lo que ya funciona.
Hagámoslo sin violencia, pero con
firmeza, con la firmeza que nos da el saber que somos un diseño divino, una
criatura excepcional que aún no se descubrió en todo su potencial. No
permitamos que nos dominen, que nos ignoren, que nos utilicen, que se
beneficien de nuestros miedos y de nuestras dudas. Somos más, mejores y más
poderosos que ellos. Somos seres humanos, con todo lo que ello implica.
Pero ellos son máquinas frías e
insensibles que sirven al poder del dinero y son esclavos de él. Además, todo
lo que nos cuentan, lo que pretenden que creamos, es mentira. Es una mentira
creada para someternos y esclavizarnos.
Lo que está ocurriendo en realidad
es una guerra entre poderes y, como consecuencia, lo que perjudique a los
ciudadanos son simples daños colaterales. Es lo mismo que vemos en todas las
guerras del mundo, sólo que esta de ahora es económica.
Pero también pasará, porque todo
pasa, pero la Vida permanece.
Hablemos por tanto de humanidad, de seres
humanos, de aquello que nos une, de aquello que nos hace dignos, de aquellas
cosas que, en su sencillez, contienen la esencia de la Vida, la belleza de la
Vida, la verdad de la Vida.
Dejemos que los poderes se
destrocen entre ellos y no sigamos su juego porque, al fin y al cabo, ¿acaso
nos sirven para algo?.
Millones de niños mueren cada día,
millones de personas no tienen medicinas, millones de seres humanos pasan
hambre, viven bajo la injusticia, son víctimas de las guerras creadas por los
poderes.
Ese es su legado, es su obra,
la obra de los poderes y de aquellos que los representan.
¿Hasta cuándo…?. Eso solo depende de
nosotros.
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