MORAL Y LUCES

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domingo, 16 de octubre de 2016

Soberanía, libertad y dominicanidad

Por DIÓMEDES NÚÑEZ POLANCO
diomedesnp[@]gmail.com




El país ha sido víctima de varias intervenciones y ocupaciones extranjeras, pero entre las más importantes figuran las de Haití (1822-1844), España (1861-65) y Estados Unidos, país este último que las realizó en la modalidad de ocupaciones militares (1916-24; y 1965-66). Asimismo, en los tiempos coloniales se dio la invasión británica, en abril de 1655, comandada por Penn y Venables, derrotada vergonzosamente por fuerzas criollas y españolas. 

La Francia napoleónica gobernó nuestro territorio, tras la proclamación de la independencia de Haití, en 1804, hasta 1809. Desde 1795, Francia ejercía dominio sobre la parte española de la Isla. Además, se dieron en ese período las incursiones de Toussaint Louverture, en 1801, y de Jean Jacques Dessalines, en 1805.

Para los fines de este trabajo, destacamos la pasión y la fiereza con las que el pueblo dominicano ha defendido su soberanía, cada pulgada de su territorio, los mundos de sus raíces, sus sueños, sus creencias religiosas, el ritmo y la cadencia de la oralidad de su lengua, especialmente mientras forjaba su independencia frente al vecino Haití, como se vio ya en la primera parte de esta mini-serie, y en las demás agresiones extranjeras que hemos sufrido en medio de las turbulencias de la etapa republicana. En cada acontecimiento, se produjeron gestas, gestos y símbolos que son ya parte del imaginario nacional, nuestra cultura y de las esencias más hondas del ser dominicano.

Así como se defiende y se lucha hasta la muerte por la soberanía del pedazo de tierra que un día habrá de convertirse en surco generoso y definitivo, también se llega a la entrega más denodada en la búsqueda incesante de la libertad. Desde aquel artículo 210 que segó en el cadalso a la heroína María Trinidad Sánchez y a los otros inmortales, incluido, ya en su lucha contra la anexión a España, a su tío y Padre de la Patria, Francisco del Rosario Sánchez; los mártires del baecismo de la Guerra de los Seis Años y su Proyecto de Anexión a los Estados Unidos, pasando por la dictadura de Ulises Heureaux, hasta la tiranía de Rafael Trujillo.

Desde los inicios del reinado del Trujillato, comenzaron los levantamientos armados. Los más destacados fueron los encabezados por los generales Cripriano Bescosme y Desiderio Arias, sin menoscabo de la acción de los generales José Paredes, Alberto Larancuent, Evangelista Peralta y Pedro Estrella… En Santiago de los Caballeros, se crearon grupos más ideologizados y con objetivos políticos más definidos, incluso surgió una agrupación que aglutinaba predominantemente a estudiantes secundarios.

Pero la mayor demostración de que el rumbo del nuevo gobierno era entronizarse a cualquier precio, así fuera a costa de la sangre y la vida de los dominicanos, la expuso el Vice-presidente de la República, Rafael Estrella Ureña, quien decidió irse al exilio a Puerto Rico en una fecha simbólica: en el primer aniversario del ascenso al poder de Trujillo, el 16 de agosto de 1931. Desde la vecina isla contribuyó a impulsar la resistencia antitrujillista.

Así, en cada década de la permanencia de la tiranía, se produjeron movimientos armados, hasta que llegó el momento definitivo: el 30 de mayo, fecha del ajusticiamiento esperado. Ya se habían producido las importantes expediciones de Cayo Confites (1947), Luperón (1949) y la de Constanza, Maimón y Estero Hondo (14 de junio de 1959). Las dos últimas lograron penetrar en territorio dominicano, pero muy pronto fueron diezmadas a sangre y fuego.

Todas estas acciones, si bien no lograron el objetivo inmediato de derrocar al tirano y a aquella época de oprobio, contribuyeron a crear una conciencia en diversos sectores de la sociedad dominicana y del exterior de que era una necesidad nacional un cambio de rumbo en la República Dominicana. Fueron importantes las luchas obreras de entonces, especialmente en los ingenios azucareros, cuyos líderes persiguió la dictadura hasta en el exilio. Fue la del 14 de Junio la expedición de mayor impacto.

Si toda la lucha del pueblo dominicano en la búsqueda de la libertad, es parte de lo mejor de su cultura y su ser como nación, también lo han sido el breve período democrático del gobierno de Juan Bosch en 1963, las luchas contra el Triunvirato, la Revolución de Abril de 1965 y la Guerra Patria del mismo año, frente al invasor extranjero, la defensa de las libertades durante los Doce Años de Joaquín Balaguer, y todo lo que han significado estos años, síntesis de procesos vitales de la historia contemporánea, hasta los gobiernos del Partido de la Liberación Dominicana, encabezados por Leonel Fernández y Danilo Medina.

sábado, 11 de julio de 2015

Revelan carta de Juan Bosch de 1943 sobre el drama de Haití


juan-bosch
La escritora dominicana Chiqui Vicioso nos hizo llegar a Cubadebate una carta del patriota y ex presidente de República Dominicana, Juan Bosch, enviada a los intelectuales Emilio Rodríguez Demorizi, Héctor Incháustegui y Ramón Marrero Aristy, en la que les reclama dar trato digno a los haitianos: “Creo que Uds. no han meditado sobre el derecho de un ser humano, sea haitiano o chino, a vivir con aquel mínimo de bienestar indispensable para que la vida no sea una carga insoportable; que Uds. consideran a los haitianos punto menos que animales, porque a los cerdos, a las vacas, a los perros no les negarían Uds. el derecho de vivir…”
La Habana,
14 de junio de 1943.
Mis queridos Emilio Rodríguez Demorizi, Héctor Incháustegui y Ramón Marrero Aristy:
USTEDES SE VAN MAÑANA, creo, y antes de que vuelvan al país quiero escribirles unas líneas que acaso sean las últimas que produzca sobre el caso dominicano como dominicano. No digo que algún día no vuelva al tema, pero lo haré ya a tanta distancia mental y psicológica de mi patria nativa como pudiera hacerlo un señor de Alaska.
En primer lugar, gracias por la leve compañía con que me han regalado hoy; la agradezco como hombre preocupado por el comercio de las ideas, jamás porque ella me haya producido esa indescriptible emoción que se siente cuando en voz, en el tono, en las palabras de un amigo que ha dejado de verse por mucho tiempo se advierten los recuerdos de un sitio en que uno fue feliz. Acaso para mi dicha, nunca fui feliz en la República Dominicana, ni como ser humano ni como escritor ni como ciudadano; en cambio sufrí enormemente en todas esas condiciones.
Hoy también he sufrido…Pues de mi reunión con Uds. he sacado una conclusión dolorosa, y es ésta: la tragedia de mi país ha calado mucho más allá de donde era posible concebir: La dictadura ha llegado a conformar una base ideológica que ya parece natural en el aire dominicano y que costará enormemente vencer; si es que puede vencerse alguna vez. No me refiero a hechos concretos relacionados con determinada persona; no hablo de que los dominicanos se sientan más o menos identificados con Trujillo, que defiendan o ataquen su régimen, que mantengan tal o cual idea sobre el suceso limitado de la situación política actual en Santo Domingo; no, mis amigos queridos: hablo de una transformación de la mentalidad nacional que es en realidad incompatible con aquellos principios de convivencia humana en los cuales los hombres y los pueblos han creído con firme fe durante las épocas mejores del mundo, por los que los guías del género humano han padecido y muerto, han sufrido y se han sacrificado. Me refiero a la actitud mental y moral de Uds. – y por tanto de la mejor parte de mi pueblo – frente a un caso que a todos nos toca: el haitiano.
Antes de seguir desearía recordar a Uds. que hay una obra mía, diseminada por todo nuestro ámbito, que ha sido escrita, forjada al solo estimulo de mi amor por el pueblo dominicano. Me refiero a mis cuentos. Ni el deseo de ganar dinero ni el de obtener con ellos un renombre que me permitiera ganar algún día una posición política o económica ni propósito bastardo alguno dio origen a esos cuentos. Uds. son escritores y saben que cuando uno empieza a escribir, cuando lo hace como nosotros, sincera, lealmente, no lleva otro fin que el de expresar una inquietud interior angustiosa y agobiadora. Así, ahí está mi obra para defenderme si alguien dice actualmente o en el porvenir que soy un mal dominicano. Hablo, pues, con derecho a reclamar que se me oiga como al menos malo de los hijos de mi tierra.
Los he oído a Uds. expresarse, especialmente a Emilio y Marrero, casi con odio hacia los haitianos, y me he preguntado cómo es posible amar al propio pueblo y despreciar al ajeno; cómo es posible querer a los hijos de uno al tiempo que se odia a los hijos del vecino, así, sólo porque son hijos de otros. Creo que Uds. no han meditado sobre el derecho de un ser humano, sea haitiano o chino, a vivir con aquel mínimo de bienestar indispensable para que la vida no sea una carga insoportable; que Uds. consideran a los haitianos punto menos que animales, porque a los cerdos, a las vacas, a los perros no les negarían Uds. el derecho de vivir…
Pero creo también – y espero no equivocarme – que Uds. sufren una confusión; que Uds. han dejado que el juicio les haya sido desviado por aquéllos que en Haití y en la República Dominicana utilizan a ambos pueblos para sus ventajas personales. Porque eso es lo que ocurre, amigos míos. Si me permiten he de explicárselo: El pueblo dominicano y el pueblo haitiano han vivido desde el Descubrimiento hasta hoy – o desde que se formaron hasta la fecha – igualmente sometidos en términos generales. Para el caso no importa que Santo Domingo tenga una masa menos pobre y menos ignorante. No hay diferencia fundamental entre el estado de miseria e ignorancia de un haitiano y el de un dominicano, si ambos se miden, no por lo que han adquirido en bienes y conocimientos, sino por lo que les falta adquirir todavía para llamarse con justo título, seres humanos satisfechos y orgullosos de serlo. El pueblo haitiano es un poco más pobre, y debido a esa circunstancia, luchando con el hambre, que es algo más serio de lo que puede imaginarse quien no la haya padecido en sí, en sus hijos y en sus antepasados, procura burlar la vigilancia dominicana y cruza la frontera; si el caso fuera al revés, sería el dominicano el que emigraría ilegalmente a Haití. El haitiano es, pues, más digno de compasión que el dominicano; en orden de su miseria merece más que luchemos por él, que tratemos de sacarlo de su condición de bestia. Ninguno de Uds. sería capaz de pegar con el pie a quien llegara a sus puertas en busca de abrigo o de pan: y si no lo hacen como hombres, no pueden hacerlo como ciudadanos.
Ahora bien, así como el estado de ambos pueblos se relaciona, porque los dos padecen, así también se relacionan aquéllos que en Santo Domingo igual que en Haití explotan al pueblo, acumulan millones, privan a los demás del derecho de hablar para que no denuncien sus tropelías, del derecho de asociarse políticamente, para que no combatan sus privilegios, del derecho de ser dignos para que no echen por el suelo sus monumentos de indignidad. No hay diferencia fundamental entre los dominicanos y los haitianos de la masa; No hay diferencia fundamental entre los dominicanos y los haitianos de la clase dominante.
Pero así como en los hombres del pueblo en ambos países hay un interés común – el de lograr sus libertades para tener acceso al bienestar que todo hijo de mujer merece y necesita -,  en las clases dominantes de Haití y Santo Domingo hay choques de intereses, porque ambas quieren para sí la mayor riqueza. Los pueblos están igualmente sometidos; las clases dominantes son competidoras. Trujillo y todo lo que él representa como minoría explotadora desean la riqueza de la isla para sí; Lescot  y todo lo que él representa como minoría explotadora, también. Entonces, uno y otro – unos y otros, mejor dicho – utilizan a sus pueblos respectivos para que les sirvan de tropa de choque: esta tropa que batalle para que el vencedor acreciente su poder. Engañan ambos a los pueblos con el espejismo de un nacionalismo intransigente que no es amor a la propia tierra sino odio a la extraña, y sobre todo, apetencia del poder total. Y si los más puros y los mejores entre aquéllos que por ser intelectuales, personas que han aprendido a distinguir la verdad en el fango de la mentira se dejan embaucar y acaban enamorándose de esa mentira, acabaremos olvidando que el deber de los más altos por más cultos no es ponerse al servicio consciente o inconsciente de una minoría explotadora, rapaz y sin escrúpulos, sino al servicio del hombre del pueblo, sea haitiano, boliviano o dominicano.
Cuando los diplomáticos haitianos hacen aquí o allá una labor que Uds. estiman perjudicial para la República Dominicana, ¿saben lo que están haciendo ellos, aunque crean de buena fe que están procediendo como patriotas? Pues están simplemente sirviendo a los intereses de esa minoría que ahora está presidida por Lescot como ayer lo estaba por Vincent. Y cuando los intelectuales escriben – como lo ha hecho Marrero, de total motu proprio según él dijo olvidando que no hay ya lugar para el libre albedrío en el mundo – artículos contrarios a Haití están sirviendo inconscientemente – pero sirviendo – a los que explotan al pueblo dominicano y lo tratan como enemigo militarmente conquistado. No, amigos míos… Salgan de su ofuscación.
 Nuestro deber como dominicanos que formamos parte de la humanidad es defender al pueblo haitiano de sus explotadores, con igual ardor que al pueblo dominicano de los suyos. No hay que confundir a Trujillo con la República Dominicana ni a Lescot con Haití. Uds. mismos lo afirman, cuando dicen que Lescot subió al poder ayudado por Trujillo y ahora lo combate. También Trujillo llevó al poder a Lescot y ahora lo ataca. Es que ambos tienen intereses opuestos, como opuestos son los de cada uno de los de sus pueblos respectivos y  los del género humano.
Nuestro deber es, ahora, luchar por la libertad de nuestro pueblo y luchar por la libertad del pueblo haitiano. Cuando de aquél y de este lado de la frontera, los hombres tengan casa, libros, medicinas, ropa, alimentos en abundancia; cuando seamos todos, haitianos y dominicanos, ricos y cultos y sanos, no habrá pugnas entre los hijos de Duarte y de Toussaint, porque ni estos irán a buscar, acosados por el hambre, tierras dominicanas en qué cosechar un mísero plátano necesario a su sustento, ni aquéllos tendrán que volver los ojos a un país de origen, idioma y cultura diferentes, a menos que lo hagan con ánimo de aumentar sus conocimientos de la tierra y los hombres que la viven.
Ese sentimiento de indignación viril que los anima ahora con respeto a Haití, volvámoslo contra el que esclaviza y explota a los dominicanos; contra el que, con la presión de su poder casi total, cambia los sentimientos de todos los dominicanos, los mejores sentimientos nuestros, forzándonos a abandonar el don de la amistad, el de la discreción, el de la correcta valoración de todo lo que alienta en el mundo. Y después, convoquemos en son de hermanos a los haitianos y ayudémosles a ser ellos libres también de sus explotadores; a que, lo mismo que nosotros, puedan levantar una patria próspera, culta, feliz, en la que sus mejores virtudes, sus mejores tradiciones florezcan con la misma espontaneidad que todos deseamos para las nuestras.
Hay que saber distinguir quién es el verdadero enemigo y no olvidar que el derecho a vivir es universal para individuos y pueblos. Yo sé que Uds. saben esto, que Uds., como yo, aspiran a una patria mejor, a una patria que pueda codearse con las más avanzadas del globo. Y no la lograremos por otro camino que por el del respeto a todos los derechos, que si están hoy violados en Santo Domingo no deben ofuscarnos hasta llevarnos a desear que sean violados por nosotros en lugares distintos.
Yo creo en Uds. Por eso he sufrido. Creo en Uds. hasta el hecho de no dolerme que Marrero mostrara a Emilio el papelito que le escribí con ánimo de beneficiarlo y sin ánimo de molestar ni por acción ni por omisión a Emilio. En todos creo, a todos los quiero y en su claro juicio tengo fe. Por eso me han hecho sufrir esta tarde.
Pero el porvenir ha de vernos un día abrazados, en medio de un mundo libre de opresores y de prejuicios, un mundo en que quepan los haitianos y los dominicanos, y en el que todos los que tenemos el deber de ser mejores estaremos luchando juntos contra la miseria y la ignorancia de todos los hombres de la tierra.
Mándenme como hermano y ténganme por tal.

Juan Bosch.
(En: Para la historia, dos cartas, Santiago, República Dominicana. Editorial el Diario, 1943, pp. 3-8)
Juan Emilio Bosch y Gaviño (La Vega, 30 de junio de 1909 – Santo Domingo 1 de noviembre de 2001). Ensayista, cuentista, novelista y político dominicano. Fue el primer Presidente Constitucional de la República Dominicana elegido democráticamente luego de la muerte del dictador Rafael Trujillo en 1961. Fundó el Partido Revolucionario Dominicano (PRD) en 1939 y el Partido de la Liberación Dominicana (PLD) en 1973.460

viernes, 13 de febrero de 2015

José Martí frente al intervencionismo yanqui en Haití

Por: Ramón Guerra Díaz

“Haití es producto neto del colonialismo y el imperialismo, de más de un siglo de empleo de sus recursos humanos en los trabajos más duros, de las intervenciones militares y la extracción de sus riquezas”[1]
José Marti
José Marti
Los políticos de hoy, la gran prensa y los medios capitalistas de información hacen mucho énfasis en el olvido de la memoria histórica, ocultando los hechos bajo una abrumadora cantidad de palabras que hace difícil ver la verdad. Mirar al pasado para sacar lecciones del presente y el futuro es una necesidad de los pueblos y de los que quieren cambios reales para sus sociedades y no maquillajes de ocasión y engaño.
En 1889 José Martí presenta a los lectores del periódico La Nación de Buenos Aires sus criterios sobre la abierta intervención del gobierno de los Estados Unidos en los asuntos internos de la República de Haití, en el que  la lucha por el poder daba oportunidad a dicho gobierno de obtener sus intereses a costa de la dignidad y la ética entre las naciones. Sus observaciones y opiniones tienen una actualidad muy grande dado el hecho de lo poco que ha cambiado esa política imperial de la nación norteña y las consecuencias que esta ha tenido para la República más empobrecida del continente americano.
“De Haití ha vuelto, cargado de historias de los curas papalois que beben sangre, y del frenesí de los bailadores de la bambula, el buque de guerra que fue a demandar satisfacción del Presidente nuevo Legitime, por haber puesto manos, con razón a lo que parece, sobre una barca yanqui, acusada de llevar armas a su contendiente del norte, Hypolite, candidato armado a la Presidencia que el Congreso, reunido en el sur, otorgó al vencedor Salomón, el mulato gigantesco, que regía como papá y como rey.”[2]
Note la manera de Martí de resaltar los prejuicios de la sociedad norteamericana contra la nación negra y su toma de posición al lado del gobierno legítimo de la nación caribeña.
Aquel conflicto interno se fue agravando y los políticos norteamericanos tomaron partido de acuerdo a sus intereses.Meses después vuelve a la carga y denuncia con claridad la ingerencia de los Estados Unidos:
” ¿Ni qué pudo explicar la súbita terneza y cuidado exquisito con que, por el pretexto falso de un tratado de curatela entre Francia y Haití, miró la Secretaría de Washington los asuntos haitianos, fomentó su querella doméstica, permitió el embarque continuo de armas para el rebelde Hypolite con quien estaba en tratos, llegó a nombrar una comisión de próceres para que interviniese en la guerra civil de un país libre, propaló a sabiendas la especie inexacta de que Francia tenía tratados secreto  con Legitime, Presidente -reconocido, y perturbó a Santo Domingo, en venganza de la amistad de los quisqueyos y el gobierno haitiano, con la resurrección súbita de derecho de una empresa caduca a la bahía de Samaná?”[3]
Cualquier parecido con la actualidad en cuanto a la política de los yanquis, no es pura coincidencia,  aplican las mismas fórmulas imperiales, como si el tiempo no pasara y el Caribe siguiera siendo su lago particular.
“”También Cleveland”-dicen los edecanes del Presidente depuesto de Haití, de Legitime, “también Cleveland- permitió esa maldad de entrarse por la tierra ajena a intrigar, a azuzar la discordia, a poner a precio la traición de los rebeldes contra el derecho santo, que ha de conmover y detener la ambición a todo hombre justo, el derecho de un pueblo a vivir en la independencia que conquistó con su sangre, y mantiene sin daño del mundo.” Y a eso responden los amigos de Cleveland a media voz; porque está muerto acá en política el que ose decir que no debe cubrir el mundo la sombra del águila. “i Al norte, por el Canadá, y al sur por México !” Decía un prohombre en un banquete a Grant. Y a lo sumo se puede ir desviando esa ambiciónpero el que osase hacerle frente de lleno, se quedaría sin fuerzas para desviarla. Las mejillas son ahora de bronce, y se llora poco en el mundo; pero lo que dijo Legitime al pasar, no podía dejar secos los ojos. Como lo dijo un negro, un oprimido, un vencido, ahí lo echaron, en un rincón del diario, donde no lo viera nadie; pero de labios de hombre salen pocas veces palabras de tanto dolor y hermosura como esas en que echó en cara Legitime a los Estados Unidos el delito de haberle trastornado el país, fomentando la rebelión, ayudado con buques de armas y con armas cuantiosas al general rebelde, porque el gobierno de Haití se negaba a ceder a los Estados Unidos la península de San Nicolás, llave y señora del paso a las Antillas. ¡En las cartillas se debieran poner en América las palabras del negro! Y nadie osó contradecirlo, porque ese mismo día publicaba el diario que habla más de cerca con Blaine estas palabras textuales: “Ahora se nos echa atrás Hipolite, y se niega a darnos la península de San Nicolás, cuando nosotros lo hemos puesto en el poder, con nuestras armas y nuestro influjo, para que nos la diera; queremos la península, porque la necesitamos; y sí Hipolite no nos la da: los mismos que lo pusieron en el poder, lo echarán de él.”
La península no la ha dado Hipolite, porque dicen sus negros, bien los guerreros del norte, bien los educados en Francia, ya los de lanza, ya los de frac, que todavía les quedan dientes en las encías y en los bosques ramas de árbol. Pero no hace un mes que está de Presidente y ya ha dado concesiones por valor de dieciocho millones de pesos a comerciantes norteamericanos.”[4]
Así refleja el Cubano Mayor la descarnada política de los gobiernos de Estados Unidos para con el pequeño y orgulloso país al que no le perdonan su origen humilde, su pecado de hacer una República sobre las ruinas de la plantación más rica que tenía Francia en América y que además fueran los negros esclavos quienes se erigieran vencedores frente a la soberbia y la prepotencia de las grandes naciones occidentales, ese es el pecado original del pueblo haitiano, por eso la humillación, el olvido, el azuzamiento de las divisiones internas y el fraccionamiento de una sociedad hasta hacerla ingobernable y por supuesto más frágil.
[1] Fidel Castro. Reflexiones. Periódico Granma, 14/1/2010
[2] Obras Completas de José Martí, Vol. 12 Pág. 131
[3] Obras Completas de José Martí, Vol. 12 Pág. 241
[4] Obras Completas. Vol. 12. Pág. 350-351
El autor es Licenciado en Historia y trabaja como museólogo especialista en el Museo Casa Natal de José Martí

TOMADO DE CUBADEBATE

EL DUARTE DE MIGUEL NÚÑEZ

DANIEL BALCÁCER: EL DUARTE DE MIGUEL NÚÑEZ

De  Juan Pablo Duarte  solo se conoce una fotografía hecha en  Caracas  en 1873 cuando el patricio contaba con 60 años de edad.  A...