MORAL Y LUCES

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viernes, 11 de abril de 2014

Austeridad: por qué y para quien

















Es claro que la crisis capitalista mundial que comenzó en el 2007 no será ni breve ni superficial. El rescate gubernamental de la industria financiera estadounidenso inyectó en la economía suficiente dinero extra y con tasas de interés lo suficientemente reducidas como para brindar a los bancos y a la bolsa la tan publicitada "recuperación" iniciada en marzo de 2009 y que ya terminó. Lo que es todavía peor, es que la mentada recuperación nunca alcanzó la mayor parte del resto de la economía. Los esfuerzos para ampliarla o para prolongarla más allá de un tullido año, han fracasado. Ese fracaso cuesta a Washington miles de millones de dólares por los fondos tomados de prestamistas que ahora exigen garantías de devolución, principal e intereses. Muchos otros gobiernos también masivamente endeudados para hacer frente a la crisis en sus respectivos países, enfrentan actualmente demandas similares. La garantía exigida por los prestamistas es la "austeridad". Los prestamistas quieren que los gobiernos aumenten los impuestos o recorten el gasto público o ambas cosas a la vez. Los gobiernos dispondrán entonces de más liquideces para pagar los intereses y devolver los préstamos. 

Si los gobiernos no logran imponer austeridad, se les impondrán mayores intereses para nuevos préstamos o para reconducir préstamos ya existentes o bien se les negará el otorgamiento de nuevos préstamos, todo lo cual paralizará las operaciones corrientes de los gobiernos. La austeridad es así otro de los fardos extremos que la crisis capitalista impone a la economía mundial (además de los millones de desempleados, de la reducción del comercio mundial, etc.)

¿Quiénes son estos prestamistas que exigen la austeridad? Las empresas financieras que operan a escala planetaria - sobre todo bancos que colapsaron en la crisis y que fueron rescatados por sus propios gobiernos - son en su conjunto, los principales prestamistas de los gobiernos. Los bancos son acreedores de las deudas de sus propios gobiernos pero también las deudas de otros gobiernos.

Por ejemplo, los bancos más importantes de Francia y Alemania figuran entre los principales acreedores del Gobierno griego. Los bancos de los Estados-Unidos y compañías financieras conexas tienen significativos importes de las deudas de otros gobiernos y a su vez bancos de otras naciones son acreedores de una gran parte de la deuda del gobierno estadounidense.

La crisis global del capitalismo del 2007 congeló el sistema de crédito que sustenta la producción capitalista. Los prestatarios privados - empresas e individuos - ya no podían pagar los préstamos contraídos porque sus inversiones habían generado muy poco y sus ingresos no habían crecido lo suficiente. Los bancos no habían evaluado correctamente los riesgos de sus decisiones acerca de cuánto prestar y a quién.

En consecuencia suprimieron el crédito a prestatarios privados porque se habían vuelto demasiado riesgosos. A su vez, cuando los prestatarios privados cayeron en "default" y los nuevos créditos se vieron atrofiados, el capital y las ganancias de los bancos se derrumbaron. El sistema capitalista en su conjunto tuvo que hacer un aterrizaje de emergencia porque el crédito dejó de estar disponible. La única solución que la mayoría de los líderes de los países capitalistas pudo concebir fue la de descongelar el crédito haciendo que el gobierno garantice la solvencia de los bancos y de muchas deudas privadas, que invierta y preste masivamente a los bancos privados convirtiéndose así en el prestatario final de una gigantesca parte de todos los fondos disponibles para préstamos. En todas partes, los bancos prestaron a los gobiernos porque se había vuelto inseguro conceder préstamos a cualquier otro actor económico. A su vez, todos los gobiernos utilizaron el dinero prestado para rescatar a los bancos y a otras corporaciones financieras.

Esa peculiar "nacionalización" de la deuda fue funcional al capitalismo por haber asumido el gobierno temporariamente el rol de prestamista y prestatario de último recurso. Esa nacionalización descongeló el sistema de crédito de manera suficiente para impedir que la crisis haga colapsar el capitalismo mundial. En el 2008 y a principios de 2009, muy pocos políticos (y muy pocos en general) se preocuparon por las consecuencias de incrementar tan masivamente las deudas estatales. La amenaza del posible colapso del sistema capitalista superó por lejos la preocupación de lo que pudiera suceder "a largo plazo."

Los bancos internacionales rescatados por los gobiernos de sus propios malos préstamos e inversiones, temen ahora que los gobiernos a quienes prestaron no puedan devolver esos préstamos. Los bancos amenazan con encarecer en el futuro el costo del crédito o incluso de volverlo imposible a menos que los gobiernos impongan la "austeridad". La mayoría de los dirigentes políticos saben pertinentemente que si las amenazas de los bancos se hacen efectivas durante el tiempo que permanezcan en el poder, sus carreras políticas se terminarían rápida y malamente. Todos los capitalistas ven en un eventual "default" del gobierno el espectro de otro congelamiento del crédito con terribles derivaciones para el capitalismo mundial. Todavía peor para los bancos: Los gobiernos en "default" no estarían probablemente en condiciones de endeudarse nuevamente para rescatarlos una vez más.

Casi todos los líderes políticos actuales de los principales países capitalistas respondieron favorablemente al reclamo de austeridad de los bancos (como en la reciente reunión del G-20 en Canadá.) Esto plantea ipso-facto un conflicto político básico, siempre latente en el capitalismo: ¿quienes pagarán los aumentos en los impuestos y quienes sufrirán las consecuencias de la reducción del gasto público? Militantes en Europa ya manifestaron y protestaron contra esos inaceptables planes de austeridad, en la medida en que hacen que los trabajadores deban pagar para solucionar las crisis de los capitalistas. Huelgas generales se planifican en muchos países europeos, entre ellas una huelga general en toda Europa programada para 29 de septiembre. Entretanto los capitalistas, de concierto con los políticos, se esfuerzan en rotular como "razonables en tiempos de crisis" programas de austeridad que combinan tanto la suba de impuestos (sobre todo para los trabajadores) y los cortes de gastos (que afectan sobre todo a los trabajadores)

Un camionero de Atenas, dice, "Los empleados públicos no trabajan aquí lo suficiente, es razonable entonces que se reduzca su salario." Un empleado en París cree que es"razonable posponer algunos años la edad oficial para jubiliarse, todos vivimos más tiempo ahora." Un oficinista de Miniápolis está de acuerdo en que es "razonable en tiempos de crisis contar con menos servicios públicos para salir adelante." Un técnico de laboratorio de Nueva York apoya un nuevo impuesto sobre teléfonos celulares como siendo "probablemente razonable, después de todo, la gente hace una utilización excesiva." Sorprendentemente, esas nociones de "razonable" nada dicen acerca de otras alternativas posibles y, por no mencionar que un aspecto, acerca de otras formas de austeridad más "razonables".

Considermos seguidamente algunas alternativas "razonables" de austeridad (es decir, austeridad para otros) y cuestionemos luego la austeridad en sí misma. Esfuerzos consistentes para taxar los beneficios de las corporaciones multinacionales con sede en los Estados-Unidos, especialmente aquellas que utilizan mecanismos internos de formación de precios para escapar de los impuestos estadounidenses, generarían significativos ingresos a nivel federal. 

Lo mismo vale respecto de individuos acaudalados: En los Estados-Unidos no existen impuestos federales que graven la tenencia de acciones, bonos, y cuentas de depósitos en efectivo (los estados y municipios tampoco recaudan ningún impuesto por estos conceptos.) Si el gobierno federal implementase un impuesto del 1 por ciento para los activos entre $ 100,000 a 499,000, y del 1,5 por ciento para los activos superiores a 500.000 dólares, se generarían nuevos y abundantes ingresos federales. Los primeros 100.000 dólares de cada persona podrían quedar exentos de impuesto de manera análoga a como el sistema impositivo vigente de los Estados-Unidos exime del impuesto sobre la renta a los primeros miles de dólares de ingresos individuales. Extraerse de los desastres de Irak y de Afganistán conduciría al mismo resultado. Terminar con las exenciones fiscales de instituciones educativas privadas super-ricas (Harvard, Yale, etc.) y de las instituciones religiosas (los fieles tendrían que hacerse cargo de los costos de sus iglesias) serían también algunas de las muchas otras alternativas, "razonables" de austeridad. Medidas análogas son procedentes - y actualmente se lucha por implementarlas - en otros países. 

Un sistema capitalista que genera una crisis tan colosal que se extiende mundialmente y que luego propone masivas medidas austeridad para "vencerla", ha perdido el derecho de continuar sin ser cuestionado. ¿No deberíamos estar ya mismo debatiendo públicamente si los Estados Unidos (y el mundo) no estarían mejor servidos si sobrepasamos el capitalismo? ¿No podemos aprender la lección de los recurrentes ciclos fallidos del capitalismo y evolucionar hacia un nuevo sistema, no-capitalista? Habiendo aprendido las duras lecciones de los primeros intentos de implementación del socialismo en el siglo pasado en Rusia, China, y en otros lados, ¿no podemos acaso aceptar el desafío de una nueva tentativa que evite esas falencias y que lo construya sobre sus puntos fuertes? ¿Cuándo mejor que ahora?

Richard Wolff

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