MORAL Y LUCES

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viernes, 29 de junio de 2012

LUCHA DE CLASES Y DEMOCRACIA : EN CHINA Y OCCIDENTE

La guerra de clases en la sociedad global está tomando rumbos y formas diferentes. En Europa deriva hacia el aspecto policíaco-militar y es muy posible que el gran capital instale dictaduras abiertas en países periféricos como Grecia, Portugal y España. En América Latina, los gobiernos de centroizquierda han evitado la antagonización de los conflictos clasistas, a raíz de excedentes económicos y voluntad política. En China la lucha de clases transcurre al nivel popular como batalla por el plusproducto social (salarios, renta de la tierra)


1. Represión militar en Occidente lucha por la democracia en China.
 La guerra de clases en la sociedad global está tomando rumbos y formas diferentes. En Europa deriva hacia el aspecto policíaco-militar y es muy posible que el gran capital instale dictaduras abiertas en países periféricos como Grecia, Portugal y España. El monstruo estadounidense -con su peculiar carácter de Estado gangsteril, destellos de democracia formal, una gigantesca riqueza social y un sistema de “mind control” (propaganda) casi perfecto- podrá probablemente impedir un peligro sistémico. En América Latina, los gobiernos de centroizquierda han evitado la antagonización de los conflictos clasistas, a raíz de excedentes económicos y voluntad política. En China la lucha de clases transcurre al nivel popular como batalla por el plusproducto social (salarios, renta de la tierra), y en las clases medias y la intelectualidad, como lucha política por la democracia del futuro. Globalmente es verdadera -con la excepción de China- la célebre afirmación del mega-capitalista Warren Buffet: “Por supuesto que existe la guerra de clases; pero es mi clase, la clase de los ricos, que ejecuta esa guerra y que la está ganando – There’s class warfare, all right, but it’s my class, the rich class, that’s making war, and we’re winning.”
2. Tres propuestas de democracia en China
En el debate público en China se delibera sobre cuatro visiones de democracia. 1. La primera, peligrosamente popular entre intelectuales y jóvenes, es la estadounidense y sus clones de Taiwan y Hong Kong. 2. La segunda apoya el modelo unipartidista actual, pero con un mayor control social sobre los funcionarios partidistas y estatales, para impedir la corrupción y posibles abusos de poder. 3. Una variante de esta posición fue formulada recientemente por el “venture capitalist” (inversionista de alto riesgo) de Shanghai, Eric X. Li, en el New York Times (17/2). Versado en historia, el capitalista destruye el mito de la democracia gringa; define como “destructiva” la Revolución Cultural de Mao y defiende la represión de Tian An Men (1989). Su argumento: los líderes de China están preparados para “permitir una mayor participación popular en decisiones políticas -tal como han demostrado durante los últimos diez años- , siempre y cuando esa participación beneficie el desarrollo económico y los intereses nacionales del país”. La diferencia fundamental entre la posición de Washington y Beijing consiste en: si los “derechos políticos son dados por Dios y, por lo tanto, absolutos, o si deben considerarse como privilegios que deben ser negociados en base a las necesidades y condiciones de la nación”. 

 3. La democracia socialista del presidente Hu Jintao 
El presidente en funciones, Hu Jintao, ha revelado que “El Partido ha revisado tanto las lecciones positivas como negativas en desarrollar la democracia socialista y ha llegado a la conclusión de que sin democracia no puede haber socialismo ni modernización socialista”. Como esencia de la democracia socialista Hu define “que la gente determine su propio destino.” (1/7/2011).


 4. La contradicción objetiva de la democracia
El problema objetivo de la democracia, que los adeptos de la cleptocrática democracia burguesa escamotean y que Li decide a favor de una concepción elitista, resulta de la contradicción entre dos principios objetivos que rigen en la organización del cosmos, particularmente en su biósfera: el principio de autorregulación sistémica y la ley de escala del universo. El concepto de democracia en la organización del homo sapiens solo tiene sentido si se refiere al principio de autorregulación o, lo que es lo mismo, autodeterminación. Sin embargo, cuando el sistema tiene un cierto número de miembros o cierto nivel de complejidad, su regulación solo es posible vía la delegación de funciones, poder e información a diferentes subsistemas de decisión, que a su vez son coordenadas por el centro superior decisor del macrosistema. Un ejemplo de un centro de coordinación-decisión por alta complejidad sistémica, es el cerebro humano. La necesaria delegación de poder, información etc, debido al tamaño del sistema, es fácil de ilustrar. Cuando dos personas discuten no necesitan un moderador. Cuando doscientas sreúnen para debatir, no habrá racionalidad y democracia discursiva sin un moderador adecuado. 


 5. Solo el poscapitalismo resuelve la contradicción objetiva de la democracia
Es funcionalmente imposible, que un macrosistema socio-económico-político-cultural-militar, como Estados Unidos, China o Cuba, pueda existir sin un centro superior de coordinación y decisión, es decir, un Estado. El único mecanismo que puede reconciliar ese imperativo funcional con la democracia real consiste en la democracia participativa. Porque solo con ella puede haber una identidad aproximada entre las decisiones del Estado y los intereses de las mayorías, la famosa “volonté générale” de Rousseau. Esa identidad, a su vez, es inalcanzable en cualquier sociedad de clase, dado que el monopolio de producción y apropiación del plusproducto de la clase dominante – que genera la guerra de clases y es garantizado por el Estado- es incompatible con cualquier tipo de democracia real o participativa. Es por eso que la intensificación de la guerra de clases en Occidente inevitablemente llevará sus regímenes hacia la dimensión militar, como en los años treinta. En China, en cambio, el centro decisor del macrosistema, el Partido Comunista de China, todavía tiene la posibilidad de evolucionar la lucha de clases hacia el desarrollo de una verdadera democracia participativa socialista del siglo XXI. Por el bien de la humanidad, esperemos que así suceda.

 Heinz Dieterich,

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