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sábado, 29 de octubre de 2016

Duarte: exilio y dominicanidad

Desde el 20 de junio de 1844, en que Juan Pablo Duarte salió hacia el Cibao por instrucciones de la Junta Central Gubernativa, hasta el 10 de septiembre (1844), fecha en que fue expatriado para...

Publicado el: 28 octubre, 2016


e-mail: diomedesnp@gmail.com



Desde el 20 de junio de 1844, en que Juan Pablo Duarte salió hacia el Cibao por instrucciones de la Junta Central Gubernativa, hasta el 10 de septiembre (1844), fecha en que fue expatriado para la lejana Hamburgo, Alemania, ocurrieron los hechos más insólitos: el golpe militar de los trinitarios generó el contra-golpe de Santana y los suyos; el general seibano asumió la presidencia de la Junta Central Gubernativa.

Duarte fue detenido y hecho prisionero en Jamao, Puerto Plata, en la finca de Pedro Eduardo Dubocq, y encerrado en la Fortaleza San Felipe; días después fue trasladado a la Torre del Homenaje, en la Fortaleza Ozama, en Santo Domingo; declarado traidor a la patria, junto a Sánchez y Mella; y el 10 de septiembre, como se dijo, fue deportado hacia Hamburgo, en compañía de Juan Isidro Pérez y los hermanos Félix y Montblanc Richiez, mientras Mella, Sánchez, Pina y otros trinitarios fueron enviados a países distintos.

En vísperas de la Navidad (1844), tras su regreso de Europa llega a Saint Thomas, donde permaneció cuatro meses. Ahí se enteraría, en ocasión del primer aniversario de la independencia, del fusilamiento de María Trinidad Sánchez y Andrés Sánchez, tía y hermano respectivamente de Francisco del Rosario Sánchez.

A principios de abril (1845), se trasladó a Caracas, Venezuela, para reunirse con su madre, Manuela Diez, hermanas y hermanos, entre otros familiares y compañeros, que hacía poco tiempo habían llegado a esa ciudad, a causa de la deportación de que fueron víctimas por el gobierno de Santana.

Así se reunifica la familia Duarte y Diez en Venezuela, específicamente en Caracas. Juan Pablo Duarte se trasladó a zonas del Orinoco y por el río Negro hasta internarse en Brasil, entre otros lugares.

Al enterarse de la anexión a España y el posterior inicio de la guerra por el rescate de la soberanía, mientras residía en Venezuela, Duarte decidió llevar a cabo acciones que le permitieran colaborar con la nueva etapa y viajar al país para sumarse a la lucha en defensa de su amada nación; otra vez se despertaron en él los más apasionados ideales patrios.

Así como en 1844 pidió a sus familiares aportar su herencia para la lucha independentista, ahora en Caracas vendió su casa (1,100 pesos) para favorecer al nuevo proyecto liberador, lo que prácticamente dejó a sus hermanas y hermano “bajo la égida de la Providencia”, como dejó sentado en su Diario. Ya el presidente venezolano, Juan Crisóstomo Falcón, había aportado un mil pesos.

En agosto de 1862 había escrito:
“Los sufrimientos de mis hermanos me eran sumamente sensibles, pero más doloroso me era ver que el fruto de tantos sacrificios, tantos sufrimientos, era la pérdida de la independencia de esa Patria tan cara a mi corazón, y en lugar de aceptar la opulencia que nos degradaba acepté con júbilo la amarga decepción que sabía me aguardaba el día que no se creyeran útiles ni necesarios a particulares mis cortos servicios.”

Muy pronto se conocieron sus movimientos. Cuenta el historiador Orlando Inoa que “A raíz de estas gestiones, el gobernador español en Santo Domingo le escribió al ministro de Ultramar en España, diciéndole que a finales de febrero se encontraba Duarte en Curazao, “arreglando los medios de favorecer con armas y dinero a la facción de esta provincia y aún de ir a incorporarse a ella”.

Poco tiempo después, se embarcaba rumbo a territorio dominicano, en compañía de Manuel Rodríguez Objío, su secretario particular; su hermano Vicente Celestino, el venezolano Candelario Oquendo y Prudencio Diez, su tío. Luego de muchas dificultades, llegó a su patria, a través de Cabo Haitiano, Haití: el 25 de marzo (1864) ingresó por Montecristi, y ya el 28 de ese mes, visitó en Guayubín a Matías Ramón Mella, vice-presidente de la República en Armas, quien se encontraba muy enfermo.
Desde ese lugar, el 28 de marzo, le escribió al Gobierno Provisorio de la Restauración:

Arrojado de mi suelo natal por ese bando parricida que empezando por proscribir a perpetuidad a los fundadores de la República ha concluido por vender al extranjero la Patria, cuya independencia jurara defender a todo trance, he arrostrado durante veinte años la vida nómada de proscrito, sin que la Providencia tuviese a bien realizar la esperanza, que siempre se albergó en mi alma, de volver un día al seno de mis conciudadanos y consagrar a la defensa de sus derechos políticos cuanto aún me restase de fuerza y vida.

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