El alimento de la dignidad es la honradez. En una sociedad como la nuestra, donde los ideales se negocian, la lealtad se traiciona y el saqueo de los recursos del estado justifica los medios.
La inconducta está sustentada por la opinión de voces mediatizadas que carecen de credibilidad. Hablan de valores y no los practican, de hombría y sus desviaciones de género son conocidas, de paternalismo sin reconocer, de sus procreaciones y el desfalco al erario es una constante complicidad en su proceder, de tal manera, una sociedad sin paradigmas no puede sobrevivir al desgaste moral que hoy día representa nuestra mayor crisis y mayor reto.
Vemos en los medios de comunicación héroes de las denuncias pagadas y las difamaciones compradas, personas que hace algunos años no usaban corbatas finas y hoy esas tantas corbatas les sirven de baberos de expresiones adulonas e incondicionales servilismos.
Es la nueva camada de hombres que se autoproclaman probos sin probidad y comerciantes de la información manipulada, es la nueva forma de hacer patria sin país, porque lo que hace un país es la verdad que nos hace libres. La expresión de esclavitud más elocuente de este tiempo es la mediatización, donde el dinero ahoga los principios y condiciona el bien común, y con él, la toma de decisiones solo favorece a una minoría. Es la simulación el arma efectiva que falsea la realidad de la falta de equidad, y por ende, las oportunidades se les otorgan a los menos competentes, pero a la vez más comprometidos con la impunidad.
El país debe caminar indefectiblemente hacia la austeridad y transparencia, limpiando el camino a una generación emergente que irrevocablemente está llamada a combatir la corrupción y a transformar con honradez una sociedad más digna para todos, desenmascarando esa complicidad mediática al servicio de la corrupción y de sus propios intereses grupales.
Un liderazgo capaz de concertar un capital social moral, representará un mejor futuro para la sociedad dominicana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario