MORAL Y LUCES

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domingo, 10 de diciembre de 2017

La máquina del apocalipsis en manos de Donald Trump


Por: Amy Goodman




El presidente Donald Trump presuntamente habría sorprendido al personal militar que se hallaba reunido con él cuando sugirió que quería que el arsenal nuclear estadounidense fuera diez veces mayor. Foto: Reuters

En 1971, Daniel Ellsberg hizo públicos los Documentos del Pentágono, miles de páginas de la historia secreta del departamento de Defensa estadounidense sobre la injerencia de Estados Unidos en Vietnam, que expusieron las mentiras del gobierno y ayudaron a terminar la guerra. El consejero de seguridad nacional del presidente Richard Nixon, Henry Kissinger, calificó a Ellsberg como “el hombre más peligroso de Estados Unidos”.

Ahora, con sus 86 años de edad, Ellsberg ha revelado por primera vez que los Documentos del Pentágono no fueron los primeros expedientes clasificados que retiró de su lugar de trabajo, un área de máxima seguridad. En su nuevo libro, titulado en inglés “The Doomsday Machine: Confessions of a Nuclear War Planner” (“La máquina del apocalipsis: confesiones de un planificador de guerras nucleares”), detalla sus primeros años en el Pentágono y por qué se llevó miles de páginas sobre los planes de guerra nuclear que estaba desarrollando Estados Unidos y que dan cuenta de la descabellada política de guerra nuclear estadounidense elaborada hace más de 55 años atrás. Es aterrador que sus revelaciones sigan siendo relevantes al día de hoy.

El pasado 20 de julio en una reunión en el Pentágono sobre asuntos de seguridad nacional, el presidente Donald Trump presuntamente habría sorprendido al personal militar que se hallaba reunido con él cuando sugirió que quería que el arsenal nuclear estadounidense fuera diez veces mayor. Fue después de esa reunión que, según se dice, el secretario de Estado, Rex Tillerson, calificó a Trump como un “maldito imbécil”. En agosto, Joe Scarborough, de la cadena NBC , citando una fuente anónima, afirmó que Trump le había preguntado a un asesor de política exterior sobre el uso de armas nucleares. Scarborough dijo: “[Trump] preguntó tres veces sobre el uso de armas nucleares. En un momento preguntó que, si las teníamos ¿por qué no podíamos usarlas?”. Durante más de 70 años, el presidente de Estados Unidos ha tenido el enorme poder de lanzar armas nucleares, pero solo uno lo ha usado: Harry Truman, cuando ordenó el lanzamiento de dos bombas atómicas sobre las ciudades japonesas Hiroshima y Nagasaki. El ataque nuclear causó la muerte de cientos de miles de personas. Trump, que parece disfrutar del sonido de los tambores de guerra y de hostigar a sus oponentes, como el líder supremo de la nuclearizada Corea del Norte, Kim Jong Un, podría estar arrastrándonos al borde de una guerra nuclear.

El denunciante Ellsberg, al describir los planes de guerra nuclear del presidente Dwight Eisenhower, que le habían sido encomendados para su mejora en los primeros meses del gobierno de Kennedy, nos dijo en una entrevista para Democracy Now!:
“Estaban locos. Querían hacer planes de atacar primero, por orden del presidente Eisenhower. [El presidente] no quería ningún plan de guerra delimitada de ningún tipo con la Unión Soviética, bajo ninguna circunstancia, porque eso le permitiría al Ejército solicitar enormes cantidades de divisiones o incluso armas nucleares tácticas para tratar con los soviéticos. Así que exigió que el único plan para luchar contra los soviéticos, bajo cualquier circunstancia, como un encuentro en el corredor de Berlín, el acceso a Berlín Occidental, o sobre Irán, que ya era un punto conflictivo en ese momento, o Yugoslavia, si hubieran ingresado [los soviéticos], como sea que empezara la guerra; con un levantamiento en Alemania Oriental, por ejemplo. Como fuera que comenzara, el plan dirigido por Eisenhower era una guerra sin cuartel, que contemplaba dar el puntapié inicial de la primera guerra nuclear, suponiendo que los soviéticos no hubieran usado armas nucleares. Y ese plan pretendía, en nuestro primer golpe, atacar todas las ciudades. En realidad, cada población de más de 25.000 habitantes, en la Unión Soviética y en cada ciudad de China. Una guerra con Rusia inevitablemente iba a involucrar ataques en cada ciudad de China. En el curso de este ataque no habría reservas. Todo se iba a lanzar tan pronto como estuviera disponible, era una amplia operación de transporte de armas termonucleares. Todo se iba a lanzar contra la Unión Soviética; pero no solo contra ellos. Las naciones cautivas, los llamados países satélite de Europa del Este –miembros del Pacto de Varsovia–, serían atacados en sus defensas antiaéreas, que se encontraban cercanas a ciudades, en sus sistemas de transporte y en su sistema de comunicaciones. Así que todo eso también iba a ser aniquilado”.

Ellsberg recordó que en 1961, el Estado Mayor Conjunto pronosticó fríamente que el plan provocaría la muerte de más de 600 millones de personas en todo el mundo, cuando la población mundial era de solo 3.000 millones. “Seiscientos millones, eso era como cien Holocaustos. Y cuando tuve en la mano la hoja de papel con esa cifra, que le habían enviado con orgullo al presidente, pensé: ‘Esto es lo que vamos a hacer. Este es el plan más cruel de la historia. Es una locura’”.

Ellsberg fue convocado al Pentágono para ayudar a manejar la crisis de los misiles en Cuba en 1962, conocida como la Crisis de octubre y considerado como el momento en que la humanidad estuvo más cerca de la aniquilación nuclear. Su experiencia personal de esos años sustenta su opinión sobre la hostilidad de Trump hacia Corea del Norte. En cuanto a los arsenales nucleares de ambos países, señala: “Tanto Trump como Kim están usando las armas de las que disponen en este momento para llevar adelante su enfrentamiento, tal como lo han hecho muchos presidentes, como descubrí más tarde. Hay un capítulo en mi libro en el que hablo sobre un par de casos, tal vez tres decenas de casos, la mayoría secretos, en los que los presidentes llegaron a realmente apuntar el arma, además de llevarla ostentosamente en la cadera todo el tiempo, como en la OTAN . Creo que uno de nuestros comandantes simplemente dijo: ‘Usamos las armas todos los días, en cada momento del día’, lo cual es cierto. Las usamos en la cadera. Pero en este momento, están siendo apuntadas. Y están siendo apuntadas por dos personas que están haciendo muy buenas imitaciones de personas dementes. Podrían estar fingiendo. Espero que estén fingiendo… Pero fingir estar loco con armas nucleares no es un juego seguro. Es un juego de ‘a ver quién es más gallina’. Con armas nucleares de por medio”.

Pese a la preocupación generalizada sobre la estabilidad mental de Trump, el presidente sigue manteniendo el control del arsenal nuclear más potente del mundo. Entre otras cosas, ha prometido hacer llover “fuego y furia” sobre Corea del Norte, una nación de 25 millones de habitantes. El general de la Fuerza Aérea estadounidense John Hyten, comandante del Comando Estratégico de Estados Unidos, que está a cargo de la supervisión de todo el arsenal nuclear del país, aseguró a la población en un foro público realizado en noviembre: “No somos estúpidos”, y afirmó que él rechazaría una orden ilegal de Trump para el lanzamiento de un ataque nuclear.

El Comité de Relaciones Exteriores del Senado, no conforme con dejar en manos de los generales el control de las decisiones de Trump, celebró el pasado 14 de noviembre una audiencia para considerar un cambio en la ley y prohibir que el presidente pudiera, él solo, lanzar un ataque nuclear. El senador republicano Bob Corker, de Tennessee, que ha declarado públicamente su temor de que Trump pudiera comenzar una Tercera Guerra Mundial, presidió la audiencia. El senador demócrata Chris Murphy, de Connecticut, resumió el propósito de la audiencia con estas palabras: “Nos preocupa que el presidente de Estados Unidos sea tan inestable, tan volátil. Que tenga un proceso de toma de decisiones tan quijotesco y pueda ordenar un ataque con armas nucleares que esté totalmente fuera de lugar en cuanto a los intereses de seguridad nacional de Estados Unidos”.

Estamos más cerca de una guerra nuclear de lo que lo estuvimos en muchas décadas y es por ello que el ejemplo de Daniel Ellsberg como denunciante, así como su llamado a que los empleados del gobierno expongan los actuales planes apocalípticos, son más importantes que nunca.

(Tomado de Rebelion)

Amy Goodman
Periodista norteamericana, directora de la radio-televisora alternativa Democracy Now!

viernes, 3 de febrero de 2017

EEUU está en “shock” dice Nobel de la Paz Jody Williams

EEUU está en “shock” con Donald Trump, afirma Jody Williams, Nobel de la Paz



Estados Unidos se halla en “shock” con la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, afirmó hoy Jody Williams, quien fuera galardonada con el Premio Nobel de la Paz en 1997.

“Todo el mundo en mi país, que no es de derecha, está todo el día en shock porque nunca creímos que íbamos a tener que aguantar años de Trump en el poder”, indicó en rueda de prensa en Bogotá la profesora que se convirtió en líder de la lucha contra las minas antipersonales y las bombas racimo.

Para Williams, quien participará entre el 2 y el 5 de febrero en la XVI Cumbre Mundial de Premios Nobel de Paz, al que asistirán 31 laureados en la capital colombiana, los estadounidenses tampoco tenían claro que el mandatario “iba a lanzar a diario órdenes tan polémicas”.

El problema con Donald Trump, analizó la activista, “es que no escucha las noticias y no presta atención a otra gente, menos a su gente”.

El pasado 20 de enero asumió como presidente de Estados Unidos el multimillonario empresario republicano Donald Trump en medio de una ola de protestas de inmigrantes, mujeres y afroamericanos, entre otros sectores, que no apoyan sus políticas.

Contra todos los pronósticos, Trump venció en los comicios con posturas poco ortodoxas como su simpatía hacia Rusia, país con el que han tenido estrecha relación algunos altos cargos de su Gobierno.

En esa misma tónica, el magnate ha aireado su falta de confianza en las agencias de inteligencia estadounidenses, lo que ya generó recelos, miedos e incertidumbre entre el personal de estos departamentos.

Además, en los tan solo 11 días que lleva su Administración, el jefe de Estado confirmó la construcción de un muro en la frontera con México, firmó una orden para sacar a EE.UU. del Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP), del que forman parte otras 11 naciones, y vetó a los refugiados y ciudadanos de siete países musulmanes.

En respuesta a tales acciones, “hay mucha gente movilizándose para las próximas elecciones presidenciales y siguen protestando. Hoy se puede ver en todo el mundo a millones de mujeres en marchas en contra de Trump y nos preguntamos como activistas qué podemos hacer”, comentó Jody Williams.

Por ahora, puntualizó, “podemos seguir protestando y estamos incluso dispuestos a ir a la cárcel”.

Williams estudió política internacional en la década de los 80 y se enfocó en ayudar a El Salvador, país centroamericano devastado por la guerra en esa época, en donde entregó prótesis a los niños que habían perdido sus extremidades.

Desde 1991 la nobel tuvo un importante papel en el lanzamiento de una iniciativa global contra las minas antipersonales y en 1997 logró que la Campaña Internacional para Prohibir las Minas Terrestres vinculara a 1.000 organizaciones de 60 países.

Además, su nombre está asociado a la Convención de Ottawa, que entró en vigor en 1999 con 120 Estados miembro y prohíbe el uso, producción, venta y acumulación de existencias de minas antipersonales.

(Con información de EFE)

jueves, 10 de noviembre de 2016

Propuestas de Donald Trump que explican su victoria

Las 7 propuestas de Donald Trump que explican su victoria

Le Monde Diplomatique






La victoria de Donald Trump (como el brexit en el Reino Unido, o la victoria del ‘no’ en Colombia) significa, primero, una nueva estrepitosa derrota de los grandes medios dominantes, los institutos de sondeo y las encuestas de opinión. Pero significa también que toda la arquitectura mundial, establecida al final de la Segunda Guerra Mundial, se ve ahora trastocada y se derrumba. Los naipes de la geopolítica se van a barajar de nuevo. Otra partida empieza. Entramos en una era nueva cuyo rasgo determinante es ‘lo desconocido’. Ahora todo puede ocurrir.
¿Cómo consiguió Trump invertir una tendencia que lo daba perdedor y lograr imponerse en la recta final de la campaña? Este personaje atípico, con sus propuestas grotescas y sus ideas sensacionalistas, ya había desbaratado hasta ahora todos los pronósticos. Frente a pesos pesados como Jeb Bush, Marco Rubio o Ted Cruz, que contaban además con el resuelto apoyo del establishment republicano, muy pocos lo veían imponerse en las primarias del Partido Republicano; y sin embargo carbonizó a sus adversarios, reduciéndolos a cenizas.
Hay que entender que desde la crisis financiera de 2008 (de la que aún no hemos salido) ya nada es igual en ninguna parte. Los ciudadanos están profundamente desencantados. La propia democracia, como modelo, ha perdido credibilidad. Los sistemas políticos han sido sacudidos hasta las raíces. En Europa, por ejemplo, se han multiplicado los terremotos electorales (entre ellos el brexit). Los grandes partidos tradicionales están en crisis. Y en todas partes percibimos subidas de formaciones de extrema derecha (en Francia, en Austria y en los países nórdicos) o de partidos antisistema y anticorrupción (Italia, España). El paisaje político aparece radicalmente transformado.
Ese fenómeno ha llegado a Estados Unidos, un país que ya conoció, en 2010, una devastadora ola populista, encarnada entonces por el Tea Party. La irrupción del multimillonario Donald Trump en la Casa Blanca prolonga aquello y constituye una revolución electoral que ningún analista supo prever. Aunque pervive, en apariencias, la vieja bicefalia entre demócratas y republicanos, la victoria de un candidato tan heterodoxo como Trump constituye un verdadero seísmo. Su estilo directo, populachero, y su mensaje maniqueo y reduccionista, apelando a los bajos instintos de ciertos sectores de la sociedad, muy distinto del tono habitual de los políticos estadounidenses, le ha conferido un carácter de autenticidad a ojos del sector más decepcionado del electorado de la derecha. Para muchos electores irritados por lo «politicamente correcto», que creen que ya no se puede decir lo que se piensa so pena de ser acusado de racista, la «palabra libre» de Trump sobre los latinos, los inmigrantes o los musulmanes es percibida como un auténtico desahogo.
A ese respecto, el candidato republicano ha sabido interpretar lo que podríamos llamar la «rebelión de las bases». Mejor que nadie, percibió la fractura cada vez más amplia entre las elites políticas, económicas, intelectuales y mediáticas, por una parte, y la base del electorado conservador, por la otra. Su discurso violentamente anti-Washington y anti-Wall Street sedujo, en particular, a los electores blancos poco cultos y empobrecidos por los efectos de la globalización económica.
Hay que precisar que el mensaje de Trump no es semejante al de un partido neofascista europeo. No es un ultraderechista convencional. Él mismo se define como un «conservador con sentido común» y su posición, en el abanico de la política, se situaría más exactamente a la derecha de la derecha. Empresario multimillonario y estrella archipopular de la telerealidad, Trump no es un antisistema, ni obviamente un revolucionario. No censura el modelo político en sí, sino a los políticos que lo han estado piloteando. Su discurso es emocional y espontáneo. Apela a los instintos, a las tripas, no a lo cerebral, ni a la razón. Habla para esa parte del pueblo estadounidense entre la cual ha empezado a cundir el desánimo y el descontento. Se dirige a la gente que está cansada de la vieja política, de la «casta». Y promete inyectar honestidad en el sistema; renovar nombres, rostros y actitudes.
Los medios han dado gran difusión a algunas de sus declaraciones y propuestas más odiosas, patafísicas o ubuescas. Recordemos, por ejemplo, su afirmación de que todos los inmigrantes ilegales mexicanos son corruptos, delincuentes y violadores. O su proyecto de expulsar a los 11 millones de inmigrantes ilegales latinos a quienes quiere meter en autobuses y expulsar del país, mandándoles a México. O su propuesta, inspirada en Juego de Tronos, de construir un muro fronterizo de 3.145 kilómetros a lo largo de valles, montañas y desiertos, para impedir la entrada de inmigrantes latinoamericanos y cuyo presupuesto de 21.000 millones de dólares sería financiado por el gobierno de México. En ese mismo orden de ideas: también anunció que prohibiría la entrada a todos los inmigrantes musulmanes...Y atacó con vehemencia a los padres de un militar estadounidense de confesión musulmana, Humayun Khan, muerto en combate en 2004, en Irak.
También su afirmación de que el matrimonio tradicional, formado por un hombre y una mujer, es "la base de una sociedad libre" y su crítica de la decisión del Tribunal Supremo de considerar que el matrimonio entre personas del mismo sexo es un derecho constitucional. Trump apoya las llamadas "leyes de libertad religiosa", impulsadas por los conservadores en varios Estados, para denegar servicios a las personas LGTB. Sin olvidar sus declaraciones sobre el "engaño" del cambio climático que, según Trump, es un concepto "creado por y para los chinos, para hacer que el sector manufacturero estadounidense pierda competitividad".
Este catálogo de necedades horripilantes y detestables ha sido, repito, masivamente difundido por los medios dominantes no solo en Estados Unidos sino en el resto del mundo. Y la principal pregunta que mucha gente se hacía era: ¿cómo es posible que un personaje con tan lamentables ideas consiga una audiencia tan considerable entre los electores estadounidenses que, obviamente, no pueden estar todos lobotomizados? Algo no cuadraba.
Para responder a esa pregunta tuvimos que hendir la muralla informativa y analizar más de cerca el programa completo del candidato republicano y descubrir los siete puntos fundamentales que defiende, silenciados por los grandes medios.
1) Los periodistas no le perdonan, en primer lugar, que ataque de frente al poder mediático. Le reprochan que constantemente anime al público en sus mítines a abuchear a los “deshonestos” medios. Trump suele afirmar: «No estoy compitiendo contra Hillary Clinton, estoy compitiendo contra los corruptos medios de comunicación» [1]. En un tweet reciente, por ejemplo, escribió: «Si los repugnantes y corruptos medios me cubrieran de forma honesta y no inyectaran significados falsos a las palabras que digo, estaría ganando a Hillary por un 20%».
Por considerar injusta o sesgada la cobertura mediática, el candidato republicano no dudó en retirar las credenciales de prensa para cubrir sus actos de campaña a varios medios importantes, entre otros, The Washington PostPoliticoHuffington Post y BuzzFeed. Y hasta se ha atrevido a atacar a Fox News, la gran cadena del derechismo panfletario, a pesar de que lo apoya a fondo como candidato favorito...
2) Otra razón por la que los grandes medios atacaron con saña a Trump es porque denuncia la globalización económica, convencido de que ésta ha acabado con la clase media. Según él, la economía globalizada está fallando a cada vez más gente, y recuerda que, en los últimos 15 años, en Estados Unidos, más de 60.000 fábricas tuvieron que cerrar y casi cinco millones de empleos industriales bien pagados desaparecieron.
3) Es un ferviente proteccionista. Propone aumentar las tasas de todos los productos importados. «Vamos a recuperar el control del país, haremos que Estados Unidos vuelva a ser un gran país», suele afirmar, retomando su eslogan de campaña.
Partidario del brexit, Donald Trump ha desvelado que, una vez elegido presidente, tratará de sacar a EEUU del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA, por sus siglas en inglés). También arremetió contra el Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP, por sus siglas en inglés), y aseguró que, de alcanzar la Presidencia, sacará al país de él: «El TPP sería un golpe mortal para la industria manufacturera de Estados Unidos».
En regiones como el rust belt del noreste, donde las deslocalizaciones y el cierre de fábricas manufactureras dejaron altos niveles de desempleo y de pobreza, este mensaje de Trump está calando hondo.
4) Así como su rechazo de los recortes neoliberales en materia de seguridad social. Muchos electores republicanos, víctimas de la crisis económica de 2008 o que tienen más de 65 años, necesitan beneficiarse de la Social Security (jubilación) y del Medicare (seguro de salud) que desarrolló el presidente Barack Obama y que otros líderes republicanos desean suprimir. Tump ha prometido no tocar estos avances sociales, bajar el precio de los medicamentos, ayudar a resolver los problemas de los «sin techo», reformar la fiscalidad de los pequeños contribuyentes y suprimir el impuesto federal que afecta a 73 millones de hogares modestos.
5) Contra la arrogancia de Wall Street, Trump propone aumentar significativamente los impuestos de los corredores de hedge funds, que ganan fortunas, y apoya el restablecimiento de la Ley Glass-Steagall. Aprobada en 1933, en plena Depresión, esta ley separó la banca tradicional de la banca de inversiones con el objetivo de evitar que la primera pudiera hacer inversiones de alto riesgo. Obviamente, todo el sector financiero se opone absolutamente al restablecimiento de esta medida.
6) En política internacional, Trump quiere establecer una alianza con Rusia para combatir con eficacia al Daesh. Aunque para ello Washington tenga que reconocer la anexión de Crimea por Moscú.
7) Trump estima que con su enorme deuda soberana, Estados Unidos ya no dispone de los recursos necesarios para conducir una política extranjera intervencionista indiscriminada. Ya no puede imponen la paz a cualquier precio. En contradicción con varios caciques de su partido, y como consecuencia lógica del final de la guerra fría, quiere cambiar la OTAN: «No habrá nunca más garantía de una protección automática de los Estados Unidos para los países de la OTAN».
Todas estas propuestas no invalidan en absoluto las inaceptables, odiosas y a veces nauseabundas declaraciones del candidato republicano difundidas a bombo y platillo por los grandes medios dominantes. Pero sí explican mejor el por qué de su éxito.
En 1980, la inesperada victoria de Ronald Reagan a la presidencia de Estados Unidos había hecho entrar el planeta en un ciclo de 40 años de neoliberalismo y de globalización financiera. La victoria hoy de Donald Trump puede hacernos entrar en un nuevo ciclo geopolítico cuya peligrosa característica ideológica principal –que vemos surgir por todas partes y en particular en Francia con Marine Le Pen– es el autoritarismo identitario. Un mundo se derrumba pues, y da vértigo...
Nota:
[1] En su mitin del 13 de agosto, en Fairfield (Connecticut).
Fuente: http://www.monde-diplomatique.es/?url=mostrar/pagLibre/?nodo=ad6ef6c2-7994-439c-9b14-4c7330df00e7

miércoles, 9 de noviembre de 2016

Michael Moore en Julio decia: El próximo presidente de EEUU será Donald Trump

El cineasta norteamericano Michael Moore explica las cinco razones por las que considera que Trump ganará las elecciones en EE.UU.

El cineasta norteamericano Michael Moore explica las cinco razones por las que considera que Trump ganará las elecciones en EE.UU.
El destacado cineasta y escritor estadounidense Michael Moore aseguró en un post publicado en el periódico electrónico The Huffington Post que Donald Trump será el próximo presidente de los Estados Unidos. El multipremiado artista, simpatizante con las políticas de izquierda, lamentó ser el portador de las malas noticias y deseó que su predicción estuviara errada. Moore ofrece cinco razones por las que considera que Trump se sentará en la Casa Blanca.

Texto íntegro publicado por Michael Moore:

Siento ser el que dé las malas noticias, pero ya les advertí el pasado verano cuando dije que Donald Trump sería el candidato republicano a la presidencia. Y ahora traigo unas noticias aún peores y más deprimentes: Donald J. Trump va a ganar las elecciones en noviembre. Este ignorante, peligroso y miserable payaso a tiempo parcial y sociópata a tiempo completo será el próximo presidente de Estados Unidos. Presidente Trump. Vamos, vayan practicando, porque será así como nos tendremos que dirigir a él durante los próximos cuatro años.
En mi vida he deseado tanto estar equivocado como ahora.
Me imagino lo que estén haciendo ahora mismo. Están negando con la cabeza y mientras piensan: “No, Mike, no va a ganar”. Por desgracia, viven en una burbuja con una cámara de resonancia acoplada en la que tanto ustedes como nuestros amigos están convencidos de que los estadounidenses no van a elegir como presidente a un idiota. Van alternando entre la sorpresa y la mofa por su último comentario o por su actitud narcisista ante todo, porque todo gira a su alrededor. Y después escuchan a Hillary y ven a la que sería la primera mujer en un cargo así en Estados Unidos, una persona respetada, inteligente y que se preocupa por los niños, que continuará con el legado de Obama porque eso es claramente lo que quieren los estadounidenses, cuatro años más de esto.
Tienen que salir de esa burbuja inmediatamente. Tienen que dejar de negar lo evidente y enfrentarse a la verdad que en el fondo saben que es muy real. Intenten permanecer tranquilos con datos –el 77% del electorado son mujeres, personas de otras razas y jóvenes de menos de 35 años, ¡y Trump no puede ganar por mayoría en ninguno de esos sectores!– o con lógica –¡la gente no va a votar a un bufón ni en contra de sus intereses!– es la manera que tiene el cerebro de protegerse de una situación traumática.
Como cuando oyes un ruido extraño en la calle y piensas: “Ah, es que habrá reventado una rueda”, o “¿quién anda tirando petardos?” porque no quieres pensar que lo que acabas de oír es un disparo. Es la misma razón por la que todas las noticias iniciales y testigos del 11 de septiembre decían en los primeros momentos que “un pequeño avión se había estrellado por accidente contra el World Trade Center”.
Queremos -necesitamos- tener esperanza porque, francamente, la vida ya es lo suficientemente dura y bastante hay que luchar entre sueldo y sueldo. No podemos con muchas más malas noticias. Por lo tanto, nuestro estado mental vuelve al estado predeterminado cuando se hace realidad algo aterrador. Las primeras personas arrolladas por el camión en el atentado de Niza pasaron sus últimos minutos de vida pensando que el conductor del camión simplemente había perdido el control del vehículo, haciéndole señas y gritándole que tuviera cuidado y que había gente en la acera.
Queridos amigos, esto no es un accidente. Es la realidad. Y si creen que Hillary Clinton va a ganar a Trump con datos, inteligencia y lógica, es que no saben nada de las 56 primarias en las que 16 candidatos republicanos probaron con todo, sacaron todos sus ases de la manga y no pudieron hacer nada para detener al gigante de Trump. A día de hoy, tal y como están las cosas, creo que va a ganar; y, para lidiar con ello, necesito que primero lo reconozcan y quizá después podamos encontrar una manera de salir de este embrollo en el que nos hemos metido.
No me malinterpreten. Tengo muchas esperanzas puestas en el país en el que vivo. Las cosas están mejor. La izquierda ha ganado las guerras culturales. Los homosexuales pueden casarse. La mayoría de los estadounidenses adoptan la postura liberal en las encuestas: en el sueldo igualitario para hombres y mujeres, en que el aborto debería ser legal, en la imposición de unas leyes medioambientales más severas, en un mayor control de las armas, en la legalización de la marihuana.
Se ha producido un gran cambio: que les pregunten a los socialistas que han ganado en 22 estados este año. Y no me cabe duda de que si la gente pudiera votar desde el sofá en su casa a través de la Xbox o de la PlayStation Hillary ganaría por goleada.
Pero en Estados Unidos las cosas no funcionan así. La gente tiene que salir de casa y esperar una cola para votar. Y, si viven en barrios pobres, con mayoría de negros o de hispanos, no solo tendrán que hacer una cola más larga, sino que se hará todo lo posible para evitar que vayan a votar.
Así que en la mayoría de las elecciones es difícil que el porcentaje de participación llegue siquiera al 50%. Y ahí yace el problema de noviembre: ¿quién va a conseguir que los votantes más motivados acudan a las urnas? Saben la respuesta a esa pregunta. ¿Quién es el candidato con los simpatizantes más furibundos? ¿Quién tiene unos fans capaces de levantarse a las cinco de la mañana el día de las elecciones y de ir molestando todo el día hasta que cierren las urnas para asegurarse de que todo hijo de vecino vote? Efectivamente. Ese es el nivel de peligro en el que nos encontramos. Y no se engañen: ni los persuasivos anuncios de televisión de Hillary ni el hecho de que se le desenmascare en los debates ni que los libertarios le quiten votos van a servir para detener a Trump.

Estas son las cinco razones por las que Trump va a ganar:

El destacado cineasta y escritor estadounidense, Michael Moore, predice que Donald Trump será el próximo presidente de EE.UU. y asegura que quisiera equivocarse. Foto: Samuel Corum/ Anadolu Agency/Getty Images.
El destacado cineasta y escritor estadounidense, Michael Moore, predice que Donald Trump será el próximo presidente de EE.UU. y asegura que quisiera equivocarse. Foto: Samuel Corum/ Anadolu Agency/Getty Images.
1. El Brexit del medio oeste de Estados Unidos. Creo que Trump va a centrar gran parte de su atención en los cuatro estados azules de Michigan, Ohio, Pensilvania y Wisconsin. Cuatro estados tradicionalmente demócratas, pero que han elegido a gobernadores republicanos desde 2010 (Pensilvania es el único que finalmente ha elegido a un demócrata ahora).
En las primarias de Michigan de marzo, 1,32 millones de habitantes votaron a los republicanos frente a los 1,19 millones que votaron a los demócratas. Según las últimas encuestas de Pensilvania, Trump va por delante de Hillary; y en Ohio están empatados. ¿Empatados? ¿Cómo es posible que esta carrera esté tan reñida después de todo lo que ha dicho y hecho Trump? Quizá se deba a que este ha dicho (y ha dicho bien) que el apoyo de los Clinton al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) ha ayudado a destruir a los estados industriales de la zona norte del medio oeste de Estados Unidos.
Trump va a machacar a Clinton con este tema y con el hecho de que haya apoyado el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica y otras políticas de comercio que han perjudicado a los habitantes de esos cuatro estados. Durante las primarias de Michigan, Trump amenazó a la empresa Ford Motor con que si seguían adelante con el cierre de la fábrica que tenían previsto y se trasladaban a México, pondría un impuesto del 35% a todos los coches construidos en México que se enviaran a Estados Unidos. Música para los oídos de la clase trabajadora de Michigan. Y cuando lanzó otra amenaza a Apple y dijo que les obligaría a dejar de fabricar iPhones en China y a fabricarlos en Estados Unidos todos quedaron embelesados y Trump se llevó una gran victoria que debería haber sido para el gobernador, John Kasich.
La zona que abarca desde la ciudad de Green Bay (Wisconsin) hasta Pittsburgh (Pensilvania) recuerda a la mitad de Inglaterra: rotas, deprimidas y en las últimas funcionan las chimeneas esparcidas por el campo en el esqueleto de lo que antes llamábamos clase media.
Trabajadores amargados y enfadados a los que Reagan engañó y a los que los demócratas -que siguen intentando persuadir de forma deshonesta pero solo quieren aprovecharse de la situación codeándose con banqueros que les puedan extender cheques- abandonaron. Lo que ha pasado con el Brexit en Reino Unido también va a pasar aquí.
Elmer Gantry aparece como Boris Johnson y se limita a inventar para convencer a la gente de que ¡esta es su oportunidad! De acabar con todos, con todos los que hicieron añicos su Sueño Americano. Y ahora Donald Trump, el forastero, ha llegado para limpiarlo todo. ¡No hace falta que estén de acuerdo con él! ¡Es su cóctel molotov personal, el que pueden lanzar a los malnacidos que les hicieron esto!
Y aquí es donde entran en juego los cálculos. En 2012, Mitt Romney perdió por 64 votos electorales. Sumemos los votos electorales de Michigan, Ohio, Pensilvania y Wisconsin. Son 64. Lo único que Trump necesita para ganar es mantenerse, tal y como se espera, en la franja de estados tradicionalmente republicanos de Idaho a Georgia (estados en los que nunca ganará Hillary Clinton), y ganar en Michigan, Ohio, Pensilvania y Wisconsin. No necesita ganar en Florida, ni en Colorado ni en Virginia. Solo en los cuatro anteriores. Y eso le colocará en la cima. Y eso es lo que va a pasar en noviembre.
Lo que Michael Moore llama "los hombres blancos en peligro de extinción" no permitirían los sucesivos gobiernos de Obama y Hillary. Foto: Reuters.
Lo que Michael Moore llama “los hombres blancos en peligro de extinción” no permitirían los sucesivos gobiernos de Obama y Hillary. Foto: Reuters.
2. El último bastión de los hombres blancos enfadados. El gobierno de Estados Unidos que lleva 240 años dominado por hombres llega a su fin. ¡Una mujer está a punto de llegar al poder! ¿Cómo ha podido suceder? Había señales de peligro, pero las ignoramos. Nixon -el traidor del género- impuso el Título IX, la ley por la que, en el colegio, las alumnas deberían tener las mismas oportunidades a la hora de practicar deporte. Y luego les dejaron pilotar aviones comerciales. Y antes de que nos diéramos cuenta, Beyoncé revolucionó la Super Bowl (¡nuestro partido!) con un ejército de mujeres negras que, con el puño en alto, dejaron claro que nuestra dominación había terminado. ¡Dónde hemos ido a parar!
Ese es el pequeño resumen de la mente del hombre blanco en peligro de extinción.Tienen la sensación de que se les escapa el poder de las manos, de que su manera de hacer las cosas ya no es la manera en la que se hacen las cosas. La “feminazi”, ese monstruo que, como dice Trump, “sangra por los ojos o por donde sea”, nos ha conquistado y ahora, después de haber tenido que pasar por ocho años en los que un hombre negro nos ha dicho qué hacer, ¿se supone que tenemos que aguantar ocho años en los que una mujer nos mangonee? ¡Después de eso serán ocho años de un homosexual dirigiendo la Casa Blanca! ¡Y luego transexuales! Ya ven por dónde van las cosas. Para entonces, se les habrán concedido derechos humanos a los animales y el presidente del país será un hámster. ¡Esto tiene que acabar! Así piensan los xenófobos, homófobos y machistas de EE.UU.
3. El problema de Hillary. Seamos sinceros, ahora que estamos entre amigos. Ante todo, dénjeme que les diga que me gusta -mucho- Hillary y que creo que le han creado una reputación que no se merece. Pero el hecho de que votara a favor de la guerra de Irak hizo que yo me prometiera que no volvería a votarla. Hasta la fecha, no he roto esa promesa. Por intentar evitar que un protofascista se convierta en nuestro presidente, voy a romper esa promesa. Me entristece pensar que Clinton encontrará la manera de meternos en un conflicto militar. Es un halcón a la derecha de Obama. Pero el dedo psicópata de Trump estará listo para pulsar El Botón, así son las cosas.
Asumámoslo: Trump no es el mayor de nuestros problemas, es Hillary. Es muy impopular: el 70% de los votantes piensan que no transmite confianza ni honestidad.
Representa a la política tradicional y no cree en nada que no sea lo que le haga ganar las elecciones. Por eso estuvo en contra del matrimonio homosexual en su momento y ahora lo defiende. Entre sus mayores detractores se encuentran las mujeres jóvenes, cosa que tiene que dolerle considerando los sacrificios que ha hecho -tanto Hillary como otras mujeres de su generación- y lo que ha luchado para que las generaciones más jóvenes no tengan que aguantar que las Barbaras Bushes del mundo les manden callar y a hacer galletas.
Pero no gusta a los jóvenes, y no hay día que no oiga a un millennial decir que no la va a votar. Ningún demócrata, ni ninguna persona que no apoye a alguno de los dos partidos mayoritarios, se va a levantar emocionado el 8 de noviembre por ir a votar a Hillary como pasó cuando Obama ganó las elecciones o cuando Bernie Sanders era candidato en las primarias. No hay entusiasmo. Y, como estas elecciones solo van a depender de una cosa -de quién atraiga a más gente a las urnas-, Trump lleva las de ganar.
Los simpatizantes de Bernie Sanders votarán sin ilusión por Hillary Clinton, dice Moore. Foto: Jeff Mitchel/ AFP.
Los simpatizantes de Bernie Sanders votarán sin ilusión por Hillary Clinton, dice Moore. Foto: Jeff Mitchel/ AFP.
4. El voto deprimido a Bernie Sanders. Dejen de preocuparse por que los simpatizantes de Bernie no votemos a Clinton, porque la vamos a votar. Según las encuestas, el número de seguidores de Sanders que voten a Hillary este año será mayor que el número de simpatizantes de Clinton que votaron a Obama en 2008.
Ese no es el problema. Lo que debería alarmarnos es que cuando el simpatizante promedio de Bernie se arrastre a las urnas el día de las elecciones para votar a Hillary a regañadientes, a eso se le llamará “voto deprimido” (lo que significa que el votante no se lleva a cinco personas con él para que voten también, que no se ha presentado como voluntario para hacer campaña 10 horas al mes de cara a las elecciones y que no contesta con emoción cuando le preguntan por qué va a votar a Hillary: un votante deprimido). Porque, cuando se es joven, se tiene tolerancia cero ante los farsantes y las mentiras. Para la gente joven, volver a la era de Clinton/Bush es como tener que pagar de repente por escuchar música, o volver a usar MySpace o a llevar un teléfono móvil como una maleta de grande.
No van a votar a Trump; algunos votarán a un tercer partido, pero muchos se limitarán a quedarse en casa. Hillary Clinton va a tener que hacer algo para dar a los jóvenes una razón para que la apoyen; y elegir a un señor blanco, viejo, insulso y moderado como candidato a vicepresidente no es el tipo de decisión atrevida que pueda transmitir a los millennials que su voto es importante para Hillary. Que hubiera dos mujeres al frente era una idea interesante. Pero Hillary se ha asustado y ha decidido ir a lo seguro. Otro ejemplo más de cómo Clinton está matando poco a poco al voto joven.
5. El efecto Jesse Ventura. Por último, no descontemos la capacidad del electorado para hacer el mal o para subestimar cuántos millones de ciudadanos se conciben a sí mismos como anarquistas encubiertos una vez que echen la cortina y se dispongan a ejercer su derecho al voto.
Es uno de los pocos sitios que quedan en esta sociedad en el que no hay ni cámaras de seguridad, ni dispositivos de escucha, ni parejas, ni hijos, ni jefes, ni policías, ni siquiera límite de tiempo. Puedes pasarte ahí dentro el tiempo que te apetezca y nadie puede obligarte a hacer nada. Puedes votar al partido que quieras o a Mickey Mouse y al Pato Donald. No hay reglas. Y precisamente por eso y por la ira que tienen algunos contra un sistema político inservible, millones de estadounidenses van a votar a Trump, y no porque estén de acuerdo con él ni porque les gusten la intolerancia y el ego que le caracterizan, sino porque pueden, simplemente.
Para ver el mundo arder y hacer enfadar a papá y a mamá. E igual que cuando estás al borde de las cataratas del Niágara te preguntas por un instante cómo sería tirarse por ahí, habrá muchos a los que les encante sentir que son los que mueven los hilos y que pueden votar a Trump solo para ver qué pasa. Recordemos cuando, en los noventa, los ciudadanos de Minnesota eligieron como gobernador a un ex luchador profesional. No lo hicieron porque fueran estúpidos o porque pensaran que Jesse Ventura era un político célebre o intelectual. Lo hicieron porque podían. Minnesota es uno de los estados más inteligentes del país. Y también está lleno de ciudadanos con gusto por el humor negro, así que para ellos votar a Jesse Ventura fue como hacer un chiste práctico en un sistema político enfermo. Y es lo que va a volver a pasar con Trump.
Cuando me disponía a volver a mi hotel después de participar en el programa especial de Bill Maher sobre la Convención del Partido Republicano en la cadena HBO, un hombre me paró por la calle. “Mike”, me dijo, “tenemos que votar a Trump. Tenemos que cambiar las cosas”. Eso fue todo. Para él, era suficiente. “Cambiar las cosas”. De hecho, es lo que Trump haría, y a gran parte del electorado le gustaría ser espectador de ese reality show.
Contra todos los pronósticos, el ex luchador profesional, James George Janos (Jesse Ventura), fue elegido gobernador de Minesota. Michael Moore cree que algo similar puede pasar con Trump, pero como presidente de EE.UU. Foto tomada de politico.com.
Contra todos los pronósticos, el ex luchador profesional, James George Janos (Jesse Ventura), fue elegido gobernador de Minesota. Michael Moore cree que algo similar puede pasar con Trump, pero como presidente de EE.UU. Foto tomada de politico.com.
(Aquí puede ver el texto original en inglés)

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De  Juan Pablo Duarte  solo se conoce una fotografía hecha en  Caracas  en 1873 cuando el patricio contaba con 60 años de edad.  A...