Educación, emprendedores y el efecto pigmalión
La dificultad de la relación educación-emprendimiento comienza con nuestros modelos educativos, ya que durante mucho tiempo se creyó que aprender era acumular datos en la memoria y la enseñanza estuvo basada en la clase tradicional o textos, donde el protagonista era el erudito profesor, poseedor de la sapiencia, guardián de las verdades del pasado que se dignaba a transmitir a sus alumnos, quienes asumían una actitud pasiva, sólo escuchando, ejercitando la percepción y memoria. Se le daba más importancia a saber cosas que a saber hacer cosas.
La concepción de la educación estaba basada en un profesor, que al igual que
el padre de familia, enseñaba durante años de forma autoritaria. Las normas,
mandamientos y prohibiciones eran la base del mecanismo unilateral de
socialización; la autoridad hacía que se mantuviera el orden y conducía a una
adaptación más rápida. El educando debía ser enseñado y controlado por aquellos
que poseían la autoridad. El sistema jerárquico, impregnado en nuestra cultura,
estaba inherente en todo.
En la escuela tradicional no se fomenta la capacidad de soñar. Los
métodos clásicos están más basados en la obediencia, en ajustarse a unas reglas
y en memorizar unos datos, pero NO a desarrollar la creatividad, a cuestionar lo
establecido y mucho menos a soñar con poner en juego el potencial que toda
persona lleva dentro… Por ello, no extraña que cuando somos adultos nos
cueste montar empresas o ser innovadores. Nuestro entorno educativo no ha
sido el más adecuado… Pero se puede comenzar a soñar ahora y pensar en los
proyectos que nos gustaría hacer o en lo que nos gustaría convertirnos.
Dentro de esto, es muy importante saber que los sueños pueden hacerse
realidad y que para hacerlo debe tener el coraje y la motivación suficientes
además del concepto personal de que sí puede lograrse, así como ciertas
competencias y conocimientos que debe desarrollar un emprendedor.
Mark Twain, decía: “Un hombre no puede sentirse cómodo si no cuenta con su
propia aprobación”. Se refiere naturalmente al autoconcepto: lo que piensa el
emprendedor que es, condiciona lo que haga y lo que de hecho sea en un futuro
próximo. Se comporta como cree que es… (En esto también influyen los roles
que ha desempeñado, la comparación social, los juicios de los demás, las
experiencias de éxitos y fracasos, la cultura e incluso influencias
genéticas).
Esto está relacionado con la adecuada actitud mental positiva. Como dice Sun
Tzu, en su libro el Arte de la Guerra: “El vencedor antes de entrar en la
batalla ya ha ganado”. Y es cierto. Si piensas que vas a perder, pierdes. Si
crees que puedes ganar, tienes muchas más posibilidades de conseguirlo. Por
ello, si el emprendedor desea desarrollar su talento, el punto de partida ha de
comenzar en él mismo y en su lenguaje interior.
Y como decíamos, este autoconcepto está influenciado por lo que piensen los
demás del emprendedor; el llamado Efecto Pigmalión, que Robert R. Merton
denominó profecía autocumplida según la cuál, las personas se comportan de
modo tal que tienden a confirmar sus deseos, miedos y temores; es una
predicción que, una vez hecha, es en sí misma la causa de que se haga realidad.
En las palabras de Goethe: “Trata a un hombre tal y como es y seguirá siendo lo
que es. Trata a un hombre como puede ser y debe ser y se convertirá en lo que
puede y debe ser”.
Es decir, el emprendedor será lo que sea capaz de soñar y lo lejos que
pueda llegar depende del alcance de sus deseos; lo que sea capaz de
conseguir obedece a sus expectativas. Su futuro está escrito y lo escribió él
mismo con sus sueños y confianza en lo que pueda hacer.
En consecuencia, podemos ayudar a los emprendedores dándoles el apoyo y
seguridad que requieren, mediante el Efecto Pigmalión, pero la confianza,
seguridad, deseo, motivación y esfuerzo necesario para emprender los debe
desarrollar él mismo… Esto último se puede graficar con el siguiente ejemplo del
Efecto Pigmalión: Si alguien le dice que le hará cosquillas, sólo con pensarlo
le cogerá la risa tonta y hasta podrá darle un espasmo de la alegría…pero trate
de hacerse cosquillas a sí mismo…
Nada reemplaza la importancia del esfuerzo y la constancia, con ilusión
suficiente para aliviar la fatiga del camino y saborear anticipadamente el
triunfo.
Autor: Alejandro Schnarch
Fuente:Gestipolis.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario