LA
GUERRA DE LAS GALAXIAS
Juan
Bosch
Publicado en Política, teoría y acción, Año VI, N° 58, Santo Domingo,
Enero de 1985
“Los hechos que tienen importancia en la vida de un pueblo no pueden verse aislados… habría que ir mucho más atrás porque todos los acontecimientos históricos tienen raíces múltiples y algunas de ellas nacen mucho tiempo antes de
lo que se ve a simple vista. Esto que acabamos de decir es lo que explica que a
la hora de analizar cada momento de la historia debemos partir del conjunto
de los hechos anteriores” Juan Bosch
Las
grandes masas de los pueblos del Tercer Mundo oyen hablar de la Guerra de las
Galaxias y no tienen idea de lo que significan esas palabras. Tal vez una
minoría de personas, entre las cuales habría mayoría de niños, crean que se
trata de aventuras protagonizadas por héroes de películas que batallan contra unos
cuantos “malos” en las regiones más altas de los cielos porque han visto
episodios cinematográficos o televisados en que toman parte hombres que cruzan
por esas regiones armados de pistolas electrónicas y vestidos con trajes de
brillantes colores y corte ultramoderno que se trasladan a fascinante velocidad
de la Tierra a otros planetas persiguiendo a sus enemigos; pero la Guerra de
las Galaxias a que se refieren los periódicos y las noticias de radio y
televisión no tiene nada que ver con las películas y los cartones animados
basados en ese tema. La Guerra de las Galaxias es el nombre que desde hace
algún tiempo se les viene dando a unos planes militares que se basan en el uso
de un poderío nuclear capaz de aniquilar la vida de los seres que pueblan el
mundo en que vivimos con la probable excepción de una mayoría de los que viven
en los mares; y para que el lector comprenda de dónde procede esa amenaza vamos
a hacer una breve explicación de lo que es el poderío nuclear.
Antes
del año 1945 un número muy corto de personas sabían que en la naturaleza había
una fuente de energía llamada átomo y que el átomo consistía en cada uno de los
pequeñísimos cuerpos eléctricos de que está constituida la materia, pero mucho
menos se sabía, con la excepción de algunos grandes conocedores de las Ciencias
Físicas, que de los átomos podía obtenerse una fuerza explosiva millones de
veces más poderosa que la dinamita, que hasta entonces era el explosivo más
potente que el hombre podía producir y controlar a su conveniencia; y sucedió
que a mediados de julio de ese año 1945 un grupo de científicos que habían
estado trabajando secretamente en un plan destinado a fabricar una bomba
atómica, hizo estallar una de prueba en Álamo Gordo, un lugar de Nuevo México,
Estados Unidos, y con esa prueba comenzó la Era Atómica es decir, una época
nueva de la historia porque la explosión de Álamo Gordo demostró que a partir
de ese momento la humanidad disponía de un poder energético cuya existencia
había sido insospechada hasta entonces.
Ese
poder podía usarse en la guerra para aniquilar militarmente al enemigo, pero
también en la paz para ejecutar grandes proyectos de planes beneficiosos para
la humanidad, y se usó en la guerra que se llevaba a cabo entre Estados Unidos
y su aliada la Unión Soviética contra Japón. Esa era la parte final de la
llamada Segunda Guerra Mundial, que había terminado en Europa con la rendición
de Alemania el 8 de mayo de 1945 pero seguía en el Pacífico entre
norteamericanos y soviéticos de una parte y japoneses de la otra. La bomba
atómica fue usada por primera vez el 6 de agosto de ese año 1945, apenas tres semanas
después de ser probada en Álamo Gordo; se lanzó sobre la ciudad de Hiroshima,
donde además de matar por achicharramiento y por asfixia y de inutilizar por
quemaduras profundas a más de 200 mil personas destruyó el centro de la ciudad,
todo ello con una sola explosión de corta duración.
La
posesión de la bomba atómica convirtió a Estados Unidos en la mayor potencia
militar del mundo, pero no por mucho tiempo porque en 1949 la Unión Soviética
anunció que había terminado el monopolio norteamericano del poder atómico, lo
que significaba que los soviéticos habían fabricado también una bomba atómica y
a partir de ese momento empezaría una carrera de competencia entre los dos
países que acabaría colocando a la Unión Soviética en el mismo nivel de poderío
militar que los Estados Unidos, y no sólo por su dominio de la energía atómica
sino además el de la energía nuclear.
¿Cuál
es la diferencia entre la energía atómica y la nuclear?
Que
la segunda se manifiesta con mayor poder que la atómica porque es el resultado
de la integración de un núcleo atómico creado por la unión de dos núcleos de
masa más ligera, que se dividen mediante la llamada fisión nuclear. La energía nuclear
no deja residuos radioactivos como los deja la atómica, pero además no se
agota. La tecnología de la fusión y de la fisión nuclear fue descubierta años
después de haberse fabricado la primera bomba atómica, y con ella los
norteamericanos hicieron en 1952 la primera bomba termonuclear, cuya capacidad
de destrucción era mil veces mayor que la que se lanzó sobre Hiroshima; pero
los soviéticos habían avanzado en la física atómica tan de prisa que fabricaron
su bomba termonuclear un año después, es decir, en 1953, y se adelantaron a
Estados Unidos en la fabricación del primer cohete balístico intercontinental,
es decir, que podía salir de territorio soviético y llegar en corto tiempo a
cualquier lugar de América del Norte
llevando una bomba nuclear.
Ese
cohete balístico fue terminado en 1957, año en el que la Unión Soviética
produjo también el primer satélite espacial tripulado por hombres, que fue el
conocido con el nombre de Sputnik, y así como la humanidad había entrado el 16
de julio de 1945 en la Era Atómica con la explosión en Álamo Gordo de la
primera bomba hecha a base del poder explosivo de los átomos (que en ese caso
fueron isótopos de átomos de plutonio), el 4 de octubre de 1957 se inició la
Era Espacial con el lanzamiento en la Unión Soviética del Sputnik, y lo decimos
para que el lector se dé cuenta de que para esa fecha, exactamente cuarenta
años después de haber comenzado la Revolución Rusa, la sociedad que la inició
cuando era una de las más atrasadas de los países de Occidente se había
convertido en la competidora de la más desarrollada del mundo capitalista.
Pero
para el 1957 la Doctrina Truman de la Guerra Fría tenía cinco años de lanzada y
el gobierno de Eisenhower, sucesor de Truman, no iba a tolerar que esa doctrina
quedara hundida en un mar de incapacidad norteamericana para mantener la
supremacía nuclear sobre la Unión Soviética, de manera que Estados Unidos
apareció construyendo en 1958 un cohete balístico intercontinental y un
satélite tripulado por hombres y en 1960 navegaban por las aguas del Atlántico submarinos
porta cohetes. Fue ocho años después cuando la Unión Soviética construyó
submarinos del mismo tipo y en el mismo año (1968) fabricó cohetes de cabezas
nucleares múltiples que llegaban con un retraso de dos años comparados con los
que Estados Unidos había fabricado en 1966.
En
el camino de la competencia se había ido muy lejos. La bomba de Hiroshima fue
llevada a bordo de un avión que volaba a 360 millas por hora y en 1985 un
cohete MX
de cabezas nucleares múltiples viaja a
razón de 15 mil millas por hora, pero además, mientras la bomba de Hiroshima
mató e hirió a más de 200 mil personas la que lleva un MX
puede matar, herir o inutilizar de por
vida a varios millones porque la bomba de 1945 tenía un poder destructor
equivalente a 15 mil toneladas de dinamita y un cohete nuclear actual lleva en su
seno la capacidad aniquiladora de 5 millones de toneladas de ese explosivo.
El
hecho de que la Unión Soviética diera muestras de que podía sobrepasar a
Estados Unidos en la carrera de los armamentos nucleares como lo hizo al
producir en 1957 el primer cohete balístico intercontinental, facilitó la
apertura entre los dos grandes poderes de negociaciones para ponerles límite a la
producción y el uso del armamento nuclear. Esas negociaciones condujeron a una
cadena de acuerdos iniciada con el Tratado de la Antártida del año 1959 firmado
por 26 gobiernos; el de 1963 mediante el cual se estableció una conexión telefónica
directa entre Moscú y Washington para que los jefes de los gobiernos
norteamericano y soviético pudieran entrar en contacto directo si se presentaba
una situación de crisis que pusiera en peligro la paz mundial, y ese mismo año 111
gobiernos firmaron un Tratado que prohibía el uso de la atmósfera, el Espacio
exterior y las aguas profundas para hacer en ellos pruebas de armamentos
nucleares; en 1967 83 Estados se adhirieron a un Tratado que prohibía colocar
armas nucleares en órbita terrestre y su estacionamiento en el espacio exterior y 22 gobiernos
latinoamericanos declararon sus territorios libres de posesión, almacenamiento
o pruebas de armas nucleares; en el 1968 119 Estados firmaron un Tratado en el
que se prohibía la transferencia a países que no tuvieran armamento nuclear de
armas o de tecnología de ese tipo y además se comprometían a negociar para
detener la carrera armamentista; en 1971 71 gobiernos acordaron prohibir pruebas
submarinas de armamentos nucleares dentro de los límites de 12 millas fuera de
sus costas.
Todos
esos tratados indicaban que la posesión por parte de la Unión Soviética y de
Estados Unidos de enormes arsenales nucleares preocupaba a gran parte de la
humanidad, incluidas en ella las poblaciones de los dos poderosos países, y a partir
de 1971, incluido ese año, los gobiernos norteamericanos
y
soviético llevaron a cabo varios acuerdos; el de 1971 de medidas para evitar
accidentes o uso no autorizado de armamento nuclear; el llamado SALT
I, de 1972, que limitaba las áreas de
estacionamiento a sólo dos en cada uno de los dos países para sistemas de
cohetes antibalísticos y en una segunda etapa congelaba el número de submarinos
lanzadores de cohetes balísticos intercontinentales; el Acuerdo 1973 para consulta
de los dos gobiernos cuando hubiera peligro de una guerra nuclear; los dos
Tratados de 1974 que prohibían las explosiones de prueba bajo tierra de bombas
de más de 150 kilotones (equivalentes a 150 mil toneladas de dinamita) y las explosiones
en grupos que sumaban más de mil 500 kilotones; y por último el Acuerdo SALT
II de 1979 por el cual se limitaba el número
de vehículos portadores de materiales nucleares estratégicos, lanzadores de
cohetes de múltiples cabezas o de bombarderos con cohetes de múltiples cabezas
o de bombarderos con cohetes crucero de largo alcance y prohibición de estacionar
nuevos cohetes balísticos intercontinentales.
De
esos Tratados y Acuerdos, Estados Unidos no ratificó los dos de 1974 ni el
llamado SALT II; lo que
hizo fue dedicarse a fabricar cohetes destinados a cercar desde países europeos
a la Unión Soviética con la bomba de neutrones, destinada a matar soldados y
población civil, pero sin causar daño alguno a los edificios o construcciones
de otro tipo, y con los cohetes Pershing que pueden atravesar toda Europa y
caer en Moscú siete minutos después de
haber sido disparados.
Con
la llegada al poder en Estados Unidos de los líderes del Partido Republicano
encabezados por Ronald Reagan, hecho que se produjo al empezar el año 1981,
pasó a ser eje ejecutado un programa de gobierno cuya política exterior estaría
vinculada a la producción de armas nucleares pero que en la campaña electoral
de 1980 se expresaba en consignas que ocultaban esa vinculación. Lo que ofrecía
el candidato presidencial republicano era la restauración del poderío de su país
con lo cual aludía, sin mencionarlo, al poder militar, porque referirse directamente al poder militar era
una manera de referirse a la producción de nuevas armas nucleares.
“Estados
Unidos debe negociar desde una posición de fuerza”, afirmaba Ronald Reagan
después de haber asumido la presidencia del país; pero esa posición
privilegiada sólo podía alcanzarse negociando con los gobiernos de Europa
Occidental, miembros de la OTAN, es
decir, aliados de América del
Norte,
para lo cual se requería hallarse en posesión del aparato del Estado; y tan pronto
llegó a la Casa Blanca, Reagan y sus hombres de confianza pusieron en práctica
el plan de sus consejeros habían elaborado antes aún de que comenzara la
campaña electoral, que consistía en instalar en Europa la nueva cohetería norteamericana
y sobre todo la bomba de neutrones con lo cual quedaban sin valor los Tratados
de 1974 y el llamado SALT II celebrados
con la Unión Soviética y pasaba a adquirir su papel de propaganda política la
locución Guerra de las Galaxias.
El
significado de esa locución era, y sigue siendo, guerra llevada a cabo en el
Espacio, fuera de la Tierra, en las regiones del Universo por donde vuelan día
y noche sin ser advertidos por los pueblos del mundo unos aparatos portentosos,
y a la vez poderosos, que desde las alturas de muchos kilómetros en que
transitan pueden grabar conversaciones telefónicas y retratar un automóvil que
rueda a lo largo de una carretera; que pueden acumular en computadoras los
datos de todo lo que sus mecanismos de observación captan a la distancia en
cualquier país, gracias a los cuales el gobierno que los usa tiene informaciones
detalladas de cuanto pasa en un territorio dado.
Estados
Unidos tiene el poderío que le confiere la posesión de aparatos nucleares de
todo tipo y con ellos de los que le corresponden a una gran potencia espacial,
pero la propiedad de tanta maquinaria portentosa no parece estar acompañada por
una noción clara de los peligros que conlleva el uso de esos aparatos. Si los
hombres que dirigen el Estado norteamericano tuvieran esa noción no alentarían
el uso de una propaganda política como la que se hace estimulando la llamada
Guerra
de las Galaxias, porque una guerra hecha con armamento nuclear en el Espacio
terrestre destruirá la atmósfera que nos rodea, y sin esa atmósfera no podría
haber vida en la Tierra.
No
lo habría para los soviéticos, pero tampoco para los norteamericanos y mucho
menos para los miles de millones de seres que forman la población de Tercer
Mundo, entre los cuales estamos los dominicanos.
Santo Domingo,
18 de enero de 1985.
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