Auschwitz, Hiroshima… Sin respiro
Por Jack Fuchs *
En agosto de 1945 yo me encontraba en el hospital de Baviera, recuperándome de los años del ghetto y de las marcas de Auschwitz. Habían pasado tres meses solamente del fin de la guerra en Europa. Allí fue donde me enteré del bombardeo de Hiroshima y Nagasaki. En ese momento el mundo todavía estaba haciendo el horroroso balance de lo ocurrido durante la Segunda Guerra Mundial. Hoy, transcurridos ya 67 años, vuelvo a pensar los hechos y me digo, con gran dolor, que el balance de estos años es también espantoso. Los conflictos entre naciones y las guerras civiles que se vienen sucediendo alrededor del mundo no dan respiro alguno.
Hasta hoy en día se sigue discutiendo si realmente fue necesario arrojar las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki. Lo mismo ocurre con el bombardeo de Dresde en febrero del ‘45, donde murió casi la misma cantidad de personas que en Hiroshima. En Varsovia, en 1944, en vísperas de la caída del nazismo, hubo una fallida insurrección que le costó la vida a la mayoría de sus habitantes -más de 200.000 personas-, además de la destrucción de toda la ciudad. El fracaso fue estrepitoso, pero una serie de maniobras, compromisos y responsabilidades políticas del frente aliado por un lado y de las fuerzas soviéticas por otro dejó en el olvido este episodio sangriento. Los medios y los especialistas no le dieron jamás ninguna relevancia histórica. Este evento no desató cuestionamientos.
Es interesante cómo algunos hechos provocan reacciones y otros no. Hiroshima no puede ser aislada de la catástrofe general, de la destrucción provocada durante los seis años que duró la Segunda Guerra Mundial. Entiendo que para las actuales generaciones es imposible imaginarse tanto Auschwitz como Hiroshima y de allí surge la necesidad de concentrar todo el horror en esos dos nombres: Auschwitz e Hiroshima.
Muchos escritores e historiadores han llamado al siglo veinte un siglo bestial. Creo que ha sido un siglo humano, como lo es este siglo veintiuno. Humano por la simple razón de que somos nosotros los responsables de esta imposibilidad de convivir, de la necesidad de destruirnos los unos a los otros, justificando nuestros crímenes con ideologías que nos permiten soportarlos. Cuando éstas no nos dejan tranquilizarnos inventamos otras. De la misma manera que inventamos enemigos, algunas veces internos y otras externos.
Las justificaciones nunca faltan, forman parte del mecanismo que parece tranquilizarnos de alguna manera frente a nuestra propia incoherencia y autodestrucción.
En algunas oportunidades se culpa de los males al dinero y por lo tanto se debe eliminar el dinero. Se culpa a una raza, es necesario entonces eliminarla. Se culpa a las religiones, éstas deben ser perseguidas. Y así la lista puede ser interminable. Pero en este modo de culpar se oculta, se encubre, lo que está por detrás de las guerras. Lo que en general no se ve, quizá porque es mucho más escandaloso admitirlo, es que en el fondo no se trata ni del petróleo ni del dominio político militar, sino de la necesidad humana de matar.
Nadie interroga frontalmente, a esta altura, la frecuencia con que entre los hombres se hace presente una fuerza que los conduce al crimen masivo de la guerra. Es difícil aceptar que los hombres quieren matar por matar. La lucha por los bienes, los conflictos territoriales y las ideologías son construcciones, excusas que en la superficie ocultan el sentido primario de la guerra: dar una forma lógica y racional a una voluntad oscura e inconfesable.
Desde 1945, la bomba nuclear que produjo un rechazo unánime no volvió a usarse. Ninguna ciudad volvió a sufrir sus efectos devastadores. Reconozco que puede parecer ingenuo, pero suelo preguntarme a veces si el genocidio brutal de los armenios entre 1915 y 1923 habría impactado del mismo modo en que lo hizo Hiroshima, si el crimen de masas, la liquidación de judíos, por el hecho de ser judíos, hubiera tenido alguna mayor resistencia. Reconozco que yo no puedo ser objetivo, no puedo aislar una catástrofe de otra. Dejo ese trabajo difícil a los analistas, historiadores y filósofos que pueden tomar distancia y estudiar estos fenómenos. Yo, de alguna manera, formé parte de ello.
Por último, me animo a decir que el siglo veintiuno, más allá de las diferencias que puedan encontrarse con el anterior, parece estar orientado por la misma fuerza destructiva.
* Escritor, pedagogo. Sobreviviente de Auschwitz.
(Tomado de Página 12, Argentina)
Moro dijo:
ResponderEliminarComparto con usted el criterio de que este siglo está también orientado aunque de una forma mas discreta o disfrasada a la destrucción. Pero creo que ya nunca mas se repetirán hechos y crímenes de la embergadura de los del pasado siglo, fue demasiado brutal. En estos 67 años la humanidad ha cambiado mucho y se ha desarrollado a gran velocidad, solo queda esperar que eliminemos las armas de destrucción masivas que son hoy el mayor peligro. Saludos
Anónimo dijo:
ResponderEliminarNo concuerdo con el autor en 2 cuestiones. Me temo que este siglo pudiera ser mucho más brutal y no porque crea (para nada) en la necesidad de matar del hombre, sino en su necesidad de mandar, de tener PODER (dinero, petróleo, etc.) y llegar a obtenerlo por las vías que sean. Si para ello es necesario argumentar que hay una raza o religión superior, pues también se hace, cualquier engaño es válido. Ese fin SIEMPRE justifica los medios. Para lograrlo es imprescindible matar muchas veces y se enseña y entrena a otros hombres, no los que detentarán el poder, sino a los que luchan para que lo puedan obtener y luego lo mantienen para que aquéllos que si lo disfrutarán. Los primeros exponen sus vidas, los segundos solo su dinero. Ese es el verdadero valor del dinero para los que luchan por el poder, comprarlo, al precio que sea. Para ello luchan por el “Nuevo Orden Mundial” (da igual como le llamemos), en gran medida ya impuesto a nuestro mundo. En este orden los gobiernos no importan, no cuentan, solo las corporaciones. Y el principal brazo armado de las corporaciones: los ejércitos de EEUU, Gran Bretaña, Alemania, la OTAN… actualmente los dueños del poder.
El otro motivo para una mayor brutalidad es que la tecnología, mientras no sea controlada por los pueblos, sino por los poderosos, será aplicada para beneficiar a los poderosos, hacerlos más poderosos y en contra de los primeros y su sofisticación hace que la capacidad destructiva y para esquilmarnos sea mucho mayor que en el siglo anterior.
Para los “de a pie” el valor del dinero es satisfacer las necesidades. Su importancia radica en que según la cantidad, así se podrán satisfacer éstas mejor o peor. Comprendo que el autor busque/requiera mecanismos para asimilar, explicarse y sobreponerse a lo que vivió y sufrió. Ni siquiera puedo imaginar la violencia a que fue sometido a pesar de artículos, libros y películas que intentan mostrárnoslo. No es raro que a la violencia se responda con violencia. Pero en un mundo en que los principales medios estén en manos de los propios pueblos, en que estén resueltas las necesidades básicas de la mayoría: alimentación, techo, educación, salud pública, etc., esperemos que el hombre (al menos en su inmensa mayoría) deje de tener instintos criminales y no dañe a sus semejantes por gusto, por necesidad, por desesperación o por órdenes de otros hombres.
UN MUNDO MEJOR ES POSIBLE (aunque parezca un sueño). Si TODOS nos unimos en un FRENTE ÚNICO en contra de los poderosos, como ya han hecho ellos, podremos vencer. Si ellos tienen todo lo material a su favor, nosotros somos la MAYORIA y debemos abrir bien los ojos, entender lo que está sucediendo y recuperar lo que es nuestro para repartirlo de manera que todos podamos tener vidas más decorosas. Algunos triunfos vamos teniendo y hay que salvaguardarlos, a todo coste, de los poderosos (que nunca cejaran en su empeño por recuperar lo que pierdan) y de los que sueñan con ser poderosos y por tanto se identifican con ellos, pudiendo llegar a ser peores para con sus semejantes que los propios poderosos.
¡Vivan los pueblos “nuestro” americanos! ¡Vivan la CELAC, la ALBA y UNASUR!
vicente dijo:
ResponderEliminarY seguiran haciendo la guerra, porque esta ha sido la forma en que las grandes potencias se han enriquecido y lo seguiran haciendo a base de pretesto y más pretestos, el Maine en Cuba, los kuwaities y las armas de exterminio en Irak, Bin laden en Afganistan, los “asesinatos de civiles” en Libia, Siria, el programa nuclear en Korea del Norte e Iran etc, etc , etc. Definitivamente Obama quiere reelegirse y el Imperio hacerse dueño del continente africano y de todas sus riquezas. Es necesario rodear con mucho poder a Rusia. A ninguno de ellos les interesa los millones de hambrientos de esta tierra a pesar de que se produce el doble de lo que pueden alimentarlo, ni los niños que mueren día a día por falta de atención médica y las minimas condiciones de vida para un ser humano. El destino de este mundo lo tienen los poderosos, lo que no se dan cuenta de que el daño que le hagan hoy, mañana será para ellos mismos.
Sorin Markov dijo:
ResponderEliminarEste es uno de los mejores articulo que e leído en mi vida, el señor Jack Fuchs conoce a la perfección como es la naturaleza humana concuerdo totalmente con todo lo que a dicho, en el fondo la definición buenos y malos no existe ya que ambos son igual de viles, ambiciosos y destructivos pero también esta en la naturaleza humana separar por bandos a las personas sin conocer que uno puede ser igual o peor a aquel que lo categorizan como ´´Malo´´.