MORAL Y LUCES

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lunes, 11 de junio de 2012

Juan Bosch Narra sobre su experiencia en una prisión en 1934


Lo relacionaron con una bomba que estalló en el cementerio de la avenida Independencia pero la acusación no pudo ser comprobada.Una reciente interpretación en el Teatro Nacional de la canción “La Gaviota” de Juan Bosch, me hizo recordar una carta que recibí hace veintiún años del profesor y que hace referencia a esos versos suyos. 
En los archivos de Trujillo había encontrado una correspondencia de 1934 de los padres de Bosch, dirigida a Trujillo, pidiendo que interviniera pues su hijo llevaba mes y medio preso “acusado de asuntos políticos”.


No tenía ningún conocimiento sobre ese apresamiento y el propio Bosch no había publicado nunca nada al respecto.  Le escribí pidiendo información, pues iba a hacer referencia a esa carta en un próximo li Al cabo de dos semanas fui sacado de esa celda y llevado al presidio de Nigua, donde padecí un ataque palúdico que hubiera podido costarme la vida y sin embargo diobro mío.  Esperaba recibir la típica respuesta de un político, citando el complot en que se había involucrado, los grandes riesgos que había corrido por su actitud patriótica, etc., etc.

La respuesta que recibí fue totalmente diferente y refleja su honestidad intelectual.  Veamos:

“El Lic. Bernardo Vega me dice:

‘En los últimos días de diciembre de 1933 Juan Bosch fue apresado acusado de asuntos políticos.  ¿Cuáles fueron las actividades políticas que provocaron ese encarcelamiento y cuánto tiempo estuvo preso?’.

Y le respondo:

Ninguna.  En los meses de noviembre y diciembre de 1933 yo estaba en La Vega atendiendo a la publicación de mi primer libro, uno de cuentos titulado Camino Real; a fines de noviembre vine a la capital al cumpleaños de mi novia, Isabel García Aguiar, y fui a hacerme recortar el pelo en una barbería que estaba en lo que hoy es la avenida Duarte y allí estuve hablando con un vecino de esa barbería apellidado Medrano quien me presentó a un joven llamado Paquito Olivieri.

Estando en la casa de mi novia, en la calle 16 de agosto, al comenzar la segunda cuadra, partiendo del parque Independencia hacia San Carlos, se oyó un estampido como de cañonazo y dos o tres días después un hermano de Isabel me dijo que ese estruendo había sido producido por una bomba que lanzaron al cementerio de la Capital, que estaba en la avenida Independencia a pocos metros del parque de ese nombre.

Volví a la Capital el 31 de diciembre con una parte de los ejemplares de Camino Real y el día 3 de enero se presentó en la casa de mis padres, donde yo vivía (calle Villa Esmeralda, hoy Dr. Faura, No. 5) un oficial del Ejército conocido con el apodo de Chino y el apellido Gutiérrez, quien me pidió que lo siguiera y me llevó a la Fortaleza Ozama, de donde me sacaron diez, tal vez doce días después, y me condujeron al Juzgado de Instrucción que estaba en la calle de Las Damas esquina a la calle Mercedes.

Allí fui interrogado por el juez Miguel Ángel González y devuelto a la Fortaleza Ozama, donde al cabo de varias semanas de estar con 6 ó 7 presos comunes me rebelé y reclamé a gritos que se me pusiera en libertad porque yo no había cometido ningún delito.  De paso debo decir que en esa celda estuvo preso conmigo el músico y escritor seibano Julio Gautreaux, que le puso música a la letra de La Gaviota, unos versitos que yo había compuesto allí mismo dedicados, aunque no la mencionaba por su nombre, a mi novia Isabel, que después sería mi esposa y la madre de mis hijos León, el pintor, y Carolina.

Lo que califico de rebelión ocurrió en los momentos en que se llevaba a cabo en el patio de la cárcel una revista de presos, y al parecer eso disgustó a las autoridades militares, las cuales me castigaron con el traslado a una celda de la Torre del Homenaje desde la cual veía sólo el río Ozama.  La celda se abría por fuera y sólo para llevarme dos comidas al día.  Allí no había cama ni mesa ni lavamanos ni sábana ni almohada.  Junto con la comida me llevaban un jarrito de agua y me las arreglé para lavarme la cara y las manos con la mitad de un jarrito, y como me llevaban dos jarritos al día, lo que bebía diariamente era jarrito y medio cada día.

Al cabo de dos semanas fui sacado de esa celda y llevado al presidio de Nigua, donde padecí un ataque palúdico que hubiera podido costarme la vida y sin embargo dio origen a mi libertad, porque al enterarse de mi situación César Herrera consiguió del general José Pimentel que se le diera al general José García la noticia de mi enfermedad con el argumento de que era una persona conocida como escritor en el país y en el extranjero y mi muerte en presidio iba a perjudicar al gobierno.  Unos días después el jefe militar del penal, un oficial de apodo Liquito y apellido de León, que trataba a los presos con muy buenos modos, se presentó en la celda donde yo me hallaba en cama acompañando a un médico militar, el Dr. Quiñónez; éste me hizo un exámen y al día siguiente fui trasladado a la Fortaleza y llevado a una celda en la Torre del Homenaje de donde salí una semana después para ser conducido a la oficina de don Teódulo Pina Chevalier, quien me comunicó que se había cursado la orden de libertad a favor mío y que por tanto podía ir a mi casa.  En la oficina de Pina Chevalier estaba mi madre, a quien él le había pedido que fuera a verlo, y de allí salí yo con ella hacia la casa de mis padres.

De ese final se deduce que la acusación que se me había hecho, la de pertenecer a un grupo de terroristas que habían colocado una bomba en el cementerio de la avenida Independencia, no pudo ser comprobada, y no pudo ser comprobada porque de haberlo sido otra habría sido mi suerte.  Lo que sin duda sucedió fue que un agente secreto de la dictadura de Trujillo me acusó de ser miembro del grupo que puso la bomba en el mencionado cementerio.

Debido a que meses después supe que Medrano y Olivieri fueron detenidos e interrogados, sospeché que el autor de la denuncia en perjuicio mío fue el barbero que me recortó el pelo a fines de noviembre de 1933, pero debo aclarar que no fui confrontado o careado ni con Medrano ni con Olivieri ni fui interrogado por autoridades militares o policiales ni en ningún momento se me amenazó de palabra o se me maltrató de hecho, lo que indica que se me hizo preso porque alguien me acusó de haber puesto o de haber participado en la colocación de la bomba que estalló en el cementerio de la Capital pero no se presentaron pruebas de esa acusación.  En suma, que estuve preso porque se tenían sospechas de mí, y esas sospechas sólo podían justificarse si alguien me presentó ante las autoridades como autor de la explosión de la susodicha bomba.

Juan Bosch
29 de agosto de 1986”.

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