¿Cuántas personas se quedaron con las manos y bolsillos vacíos después de aportar una gran idea porque no se atrevieron a poner los términos del acuerdo por escrito o firmar un contrato? He sido testigo de muchas ocasiones en que una brillante idea se ha dejado perder o era entregada de forma gratuita o por un porcentaje ínfimo porque no existía una cultura de emprendimiento en el país. Tengo que admitir que siempre han existido casos de personas que rogaron a sus familiares, amigos o relacionados para conseguir el capital para desarrollar un negocio con propiedad compartida.
En
medio de la bulla y el desorden colectivo en que vivimos, surge, en el país, un
movimiento de personas, empresas e instituciones que avanzan hacia el
desarrollo de una cultura de emprendimiento. El hecho de que una persona con
una idea de negocio con potencial de crecimiento plasmada en un plan coherente
pueda recibir la atención de importantes inversionistas es un gran paso de
avance porque abre las puertas a la creatividad y el talento de poder generar
empresas de alto impacto que antes solamente era reservado a los dueños del
capital, poder o linaje familiar.
Sí,
es un cambio de forma de pensar de proporciones inmensas que está ocurriendo
sutilmente. Para entenderlo, hay que remitirse a los numerosos casos de
emprendedores de antaño que armados con ideas de grandes oportunidades de
crecimiento tuvieron que construir a paso de hormiga. A los interminables casos
de personas que aportaron una idea y recibieron a cambio un apretón de manos
porque el dueño del capital entendía que las ideas eran gratuitas. La forma de
pensar tradicional se resume con la respuesta que recibió un amigo al presentar
una idea de negocios: “¡oh!, pero él quiere que le paguen por la idea nada
más”.
¿Cuántas
personas se quedaron con las manos y bolsillos vacíos después de aportar una
gran idea porque no se atrevieron a poner los términos del acuerdo por escrito
o firmar un contrato? He sido testigo de muchas ocasiones en que una
brillante idea se ha dejado perder o era entregada de forma gratuita o por un
porcentaje ínfimo porque no existía una cultura de emprendimiento en el país.
Tengo que admitir que siempre han existido casos de personas que rogaron a sus
familiares, amigos o relacionados para conseguir el capital para desarrollar un
negocio con propiedad compartida.
Este
movimiento emprendedor es una gran revolución que genera un mercado para las
ideas, el talento, la creatividad, la innovación y la capacidad para construir
un negocio viable. Por ejemplo, un joven universitario o un empleado cuarentón,
que quiere independizarse, armado de una oportunidad articulada en un plan,
puede buscar inversionistas para que le ayuden en la preparación del proyecto
(inversionistas ángeles) o para la construcción del negocio (inversionistas de
riesgo), quedando como socio importante de la empresa como en el caso reciente
de Facebook.
Algunos
expertos han pregonado por décadas que la indisponibilidad de crédito barato
limita toda posibilidad de desarrollo empresarial. Sin embargo, también es
cierto que la aparición de inversionistas ángeles y de riesgo rompe con esa
limitante a cambio de que el emprendedor ceda una proporción de la propiedad de
la empresa que depende fundamentalmente del potencial de rentabilidad del nuevo
negocio, el monto de la inversión, el periodo de recuperación y el riesgo
percibido.
Igualmente,
otros señalan que la carencia de un mercado de capitales, en forma de bolsa de
valores, restringe el proceso de emprendimiento. Es verdad que un mercado de
capitales activo ayuda al emprendimiento; sin embargo, aunque no de manera tan
eficiente, existen mercados privados en que se compran y venden las acciones.
Una oferta pública puede generar millones, pero no es un obstáculo el no
tenerla. Más aún, muchas empresas prefieren mantenerse como privadas para
aislarse de la tiranía de los mercados.
Lo
importante es que ahora y aquí, en República Dominicana, tú puedes concebir una
idea o descubrir una oportunidad, articularla en un plan y salir a buscar
inversionistas. Es momento de que los creativos, innovadores y rompedores de
paradigma dejen de regalar sus ideas o desperdiciar las oportunidades de
negocios y las articulen en planes coherentes para aprovechar esta nueva era
del emprendimiento.
Por admin
D.L.
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