Los
latinoamericanos necesitamos dólares para comprar maquinarias y otros productos
industriales y también para adquirir capacidad técnica, pues aquéllos y ésta
son indispensables para el desarrollo de nuestra riqueza; y resulta que en vez
de acumular dólares lo que acumulamos son deudas en dólares, lo que hace que
cada vez sea más difícil para nosotros conseguir lo que necesitamos para
progresar.
En
cuanto a capacidad técnica, la situación de la América Latina es penosa. Está
probado que no puede haber desarrollo de las riquezas de ningún país si no se
forman técnicos que dirijan y lleven a cabo el desarrollo, y para formar un
técnico en la América Latina hay que gastar el equivalente de diez a
veinticinco mil dólares. Pues bien, en el año 1965 salieron hacia Estados
Unidos 7 mil 804 técnicos latinoamericanos...
¿Qué importancia tiene para la América Latina esa pérdida constante de
dólares? Tiene mucha importancia, pues
el dólar, una moneda que recibimos en pago de lo que vendemos en Estados
Unidos, Canadá y Europa, nos sirve para pagar lo que compramos en esos mismos
países. Debe aclararse que cualquier país de la América Latina recibe dólares y
paga en dólares aunque no comercie con Estados Unidos; lo que pasa es que el
dólar es la moneda con la cual se hace el comercio internacional de la América
Latina. Algunos países, como Jamaica, Trinidad, Barbados y Guayana, hacen su
comercio a base de la libra esterlina, que es la moneda inglesa. Los
latinoamericanos necesitamos dólares para comprar maquinarias y otros productos
industriales y también para adquirir capacidad técnica, pues aquéllos y ésta
son indispensables para el desarrollo de nuestra riqueza; y resulta que en vez
de acumular dólares lo que acumulamos son deudas en dólares, lo que hace que
cada vez sea más difícil para nosotros conseguir lo que necesitamos para
progresar.
En cuanto a capacidad técnica, la situación de la América Latina es
penosa. Está probado que no puede haber desarrollo de las riquezas de ningún
país si no se forman técnicos que dirijan y lleven a cabo el desarrollo, y para
formar un técnico en la América Latina hay que gastar el equivalente de diez a
veinticinco mil dólares. Pues bien, en el año 1965 salieron hacia Estados
Unidos 7 mil 804 técnicos latinoamericanos, de los cuales 973 eran argentinos.
(Ver cable de Buenos Aires publicado en El Nacional de Santo Domingo, 10 de
noviembre, 1968, p.9). En el mismo diario, día 3 de noviembre, 1968, pp.20-21,
se publicó un estudio de Ernesto Saúl titulado “América Latina: universidad y
fuga”, en el cual se afirma que en 1970 Chile tendrá un déficit de 5 mil 481
profesionales sólo en las ramas de medicina, ingeniería, agronomía, odontología
y arquitectura. El autor dice: “Entre 1961 y 1965 emigraron a Estados Unidos 2
mil 515 médicos latinoamericanos, lo
que representa un promedio de 500 médicos anuales. Se calcula que esta cantidad
equivale a la producción de tres facultades de medicina, que costarían a
Estados Unidos 60 millones de dólares por concepto de edificación y 15 millones
de dólares anuales para su funcionamiento. Estas sumas son superiores al total
del aporte de Estados Unidos a Latinoamérica por concepto de salubridad. La
emigración de ingenieros con el mismo destino alcanza también una cifra cercana
a los 500 anuales”.
¿Qué quiere decir eso?
Quiere decir que además de tener cada año un déficit en dólares, los
latinoamericanos tenemos un déficit en técnicos. Necesitamos técnicos y resulta
que los que tenemos se van hacia Estados Unidos, y sin técnicos no podremos
desarrollar nuestros países, aumentar nuestra riqueza y con ello mejorar el
nivel de vida de nuestros pueblos, garantizar su salud y ampliar su cultura.
Para comprender la importancia de la técnica en el aumento de la
producción vamos a copiar lo que dice el profesor francés M. Lewin en
Introducción a los problemas de la cooperación y el desarrollo, publicado por
el Instituto Internacional de Administración Pública (París, Francia), para el
uso de sus estudiantes. En la página 20 del trabajo del profesor Lewin puede
leerse que según un estudio hecho por Gosplán, que es el departamento encargado
de hacer planes de desarrollo en la Unión Soviética “un año de aprendizaje
suplementario en una fábrica aumenta la productividad de un obrero analfabeto
de 12 a 66 por ciento, pero un año de estudios primarios provoca un aumento de
la productividad en 30 por ciento, cuatro años de estudios provocan una mejoría
de 79 por ciento y siete años de asistencia escolar provocan 235 por ciento de
progreso en la productividad económica de ese trabajador y los estudios superiores,
es decir, diez o quince años de estudios, se reflejan en un 320 por ciento de
aumento en la productividad”.
Si la productividad de un trabajador, o lo que es lo mismo, su capacidad
para producir, aumenta de acuerdo con sus estudios, la situación de la América
Latina es mala. Según las apreciaciones de la UNESCO, en 1965 el 29 por ciento
de la población que tenía más de 15 años no sabía leer ni escribir; pero eso no
significa que supieran hacerlo los que tenían menos de 15 años y más de 7, pues
todos los años se quedan millones de niños latinoamericanos sin escuelas. El
padre Guzmán C. (op. cit., p.48) dice que en 1969, de 1 millón 886 mil niños
campesinos de Colombia, 1 millón 806 mil 732 se quedaron sin escuela, y que en
1965 no hubo lugar en las escuelas del país para la mitad de la población
escolar ni la hubo para el 86 por ciento de la educación secundaria ni para el
97 por ciento de la educación superior.
Y Colombia no es el único país de la América Latina donde sucede eso o
algo parecido.
¿Cómo se explica semejante
situación? ¿Por qué hay en la América Latina dinero para fabricar casas
lujosas, edificios de apartamentos, hoteles caros, para comprar automóviles que
parecen palacios que ruedan, yates y whisky, y no hay dinero para educar a los
niños campesinos? ¿Qué pasa con los dólares de la Alianza para el Progreso, que
no alcanzan ni siquiera para dar escuelas a los niños que las necesitan?
Los dólares de la Alianza para el Progreso no son dólares, aunque a la
hora de pagarlos tenemos que hacerlo en dólares; en su mayor parte lo que
recibimos a través de la Alianza son productos, y con frecuencia el precio de
esos productos es más caro que si hubieran sido comprados con dinero en otros
países, y por cierto una parte apreciable no nos llega ni siquiera en productos
sino en ayuda técnica, en estudios de obras y en proyectos. Esa ayuda técnica
resulta muy cara porque se nos cobra por
ella al precio que se paga en los Estados Unidos, un país donde todo cuesta
mucho más que en la América Latina; y se da la contradicción de que pagamos el
trabajo de técnicos norteamericanos y al mismo tiempo nuestros técnicos han
estado yendo a darles a Estados Unidos los conocimientos que adquirieron en
nuestros países con dinero y esfuerzo producidos por nuestros pueblos.
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