MORAL Y LUCES

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martes, 12 de junio de 2012

JUAN BOSCH:LOS DOLARES Y EL DESARROLLO


Los latinoamericanos necesitamos dólares para comprar maquinarias y otros productos industriales y también para adquirir capacidad técnica, pues aquéllos y ésta son indispensables para el desarrollo de nuestra riqueza; y resulta que en vez de acumular dólares lo que acumulamos son deudas en dólares, lo que hace que cada vez sea más difícil para nosotros conseguir lo que necesitamos para progresar.
En cuanto a capacidad técnica, la situación de la América Latina es penosa. Está probado que no puede haber desarrollo de las riquezas de ningún país si no se forman técnicos que dirijan y lleven a cabo el desarrollo, y para formar un técnico en la América Latina hay que gastar el equivalente de diez a veinticinco mil dólares. Pues bien, en el año 1965 salieron hacia Estados Unidos 7 mil 804 técnicos latinoamericanos...

¿Qué importancia tiene para la América Latina esa pérdida constante de dólares?  Tiene mucha importancia, pues el dólar, una moneda que recibimos en pago de lo que vendemos en Estados Unidos, Canadá y Europa, nos sirve para pagar lo que compramos en esos mismos países. Debe aclararse que cualquier país de la América Latina recibe dólares y paga en dólares aunque no comercie con Estados Unidos; lo que pasa es que el dólar es la moneda con la cual se hace el comercio internacional de la América Latina. Algunos países, como Jamaica, Trinidad, Barbados y Guayana, hacen su comercio a base de la libra esterlina, que es la moneda inglesa. Los latinoamericanos necesitamos dólares para comprar maquinarias y otros productos industriales y también para adquirir capacidad técnica, pues aquéllos y ésta son indispensables para el desarrollo de nuestra riqueza; y resulta que en vez de acumular dólares lo que acumulamos son deudas en dólares, lo que hace que cada vez sea más difícil para nosotros conseguir lo que necesitamos para progresar.
En cuanto a capacidad técnica, la situación de la América Latina es penosa. Está probado que no puede haber desarrollo de las riquezas de ningún país si no se forman técnicos que dirijan y lleven a cabo el desarrollo, y para formar un técnico en la América Latina hay que gastar el equivalente de diez a veinticinco mil dólares. Pues bien, en el año 1965 salieron hacia Estados Unidos 7 mil 804 técnicos latinoamericanos, de los cuales 973 eran argentinos. (Ver cable de Buenos Aires publicado en El Nacional de Santo Domingo, 10 de noviembre, 1968, p.9). En el mismo diario, día 3 de noviembre, 1968, pp.20-21, se publicó un estudio de Ernesto Saúl titulado “América Latina: universidad y fuga”, en el cual se afirma que en 1970 Chile tendrá un déficit de 5 mil 481 profesionales sólo en las ramas de medicina, ingeniería, agronomía, odontología y arquitectura. El autor dice: “Entre 1961 y 1965 emigraron a Estados Unidos 2 mil 515 médicos   latinoamericanos, lo que representa un promedio de 500 médicos anuales. Se calcula que esta cantidad equivale a la producción de tres facultades de medicina, que costarían a Estados Unidos 60 millones de dólares por concepto de edificación y 15 millones de dólares anuales para su funcionamiento. Estas sumas son superiores al total del aporte de Estados Unidos a Latinoamérica por concepto de salubridad. La emigración de ingenieros con el mismo destino alcanza también una cifra cercana a los 500 anuales”.
¿Qué quiere decir eso?
Quiere decir que además de tener cada año un déficit en dólares, los latinoamericanos tenemos un déficit en técnicos. Necesitamos técnicos y resulta que los que tenemos se van hacia Estados Unidos, y sin técnicos no podremos desarrollar nuestros países, aumentar nuestra riqueza y con ello mejorar el nivel de vida de nuestros pueblos, garantizar su salud y ampliar su cultura.
Para comprender la importancia de la técnica en el aumento de la producción vamos a copiar lo que dice el profesor francés M. Lewin en Introducción a los problemas de la cooperación y el desarrollo, publicado por el Instituto Internacional de Administración Pública (París, Francia), para el uso de sus estudiantes. En la página 20 del trabajo del profesor Lewin puede leerse que según un estudio hecho por Gosplán, que es el departamento encargado de hacer planes de desarrollo en la Unión Soviética “un año de aprendizaje suplementario en una fábrica aumenta la productividad de un obrero analfabeto de 12 a 66 por ciento, pero un año de estudios primarios provoca un aumento de la productividad en 30 por ciento, cuatro años de estudios provocan una mejoría de 79 por ciento y siete años de asistencia escolar provocan 235 por ciento de progreso en la productividad económica de ese trabajador y los estudios superiores, es decir, diez o quince años de estudios, se reflejan en un 320 por ciento de aumento en la productividad”.
Si la productividad de un trabajador, o lo que es lo mismo, su capacidad para producir, aumenta de acuerdo con sus estudios, la situación de la América Latina es mala. Según las apreciaciones de la UNESCO, en 1965 el 29 por ciento de la población que tenía más de 15 años no sabía leer ni escribir; pero eso no significa que supieran hacerlo los que tenían menos de 15 años y más de 7, pues todos los años se quedan millones de niños latinoamericanos sin escuelas. El padre Guzmán C. (op. cit., p.48) dice que en 1969, de 1 millón 886 mil niños campesinos de Colombia, 1 millón 806 mil 732 se quedaron sin escuela, y que en 1965 no hubo lugar en las escuelas del país para la mitad de la población escolar ni la hubo para el 86 por ciento de la educación secundaria ni para el 97 por ciento de la educación superior.  Y Colombia no es el único país de la América Latina donde sucede eso o algo parecido.
¿Cómo se explica semejante situación? ¿Por qué hay en la América Latina dinero para fabricar casas lujosas, edificios de apartamentos, hoteles caros, para comprar automóviles que parecen palacios que ruedan, yates y whisky, y no hay dinero para educar a los niños campesinos? ¿Qué pasa con los dólares de la Alianza para el Progreso, que no alcanzan ni siquiera para dar escuelas a los niños que las necesitan?
Los dólares de la Alianza para el Progreso no son dólares, aunque a la hora de pagarlos tenemos que hacerlo en dólares; en su mayor parte lo que recibimos a través de la Alianza son productos, y con frecuencia el precio de esos productos es más caro que si hubieran sido comprados con dinero en otros países, y por cierto una parte apreciable no nos llega ni siquiera en productos sino en ayuda técnica, en estudios de obras y en proyectos. Esa ayuda técnica resulta muy cara porque se nos  cobra por ella al precio que se paga en los Estados Unidos, un país donde todo cuesta mucho más que en la América Latina; y se da la contradicción de que pagamos el trabajo de técnicos norteamericanos y al mismo tiempo nuestros técnicos han estado yendo a darles a Estados Unidos los conocimientos que adquirieron en nuestros países con dinero y esfuerzo producidos por nuestros pueblos.







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