Por: Lincy Kasahara
Ante el anuncio de la salida a la calle del Presidente del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), doctor Leonel Fernández, todos nos interesamos en ver tal acontecimiento. Muchos hacían los aprestos para sumarse a los recorridos y visitas puntuales a dirigentes de las distintas demarcaciones que con antelación se habían programado. Otros, simplemente seguiríamos muy de cerca cada suceso, hasta el punto de cuidar no perder un solo detalle.
Nos aseguramos de llegar temprano donde seria el primer encuentro, y en todo el trayecto pudimos notar los motores con banderas amarillas, moradas, gente con franelas moradas, gorras con el nombre de Leonel o la figura de un leon, lugareños frente a sus casas levantando sus manos con la señal de la L, era notorio que la voz se había corrido… ¡Leonel estaría recorriendo las calles de Santo Domingo Norte!
Cuando llegamos al primero de varios lugares donde haría parada el Presidente del PLD, notaba las mismas personas cruzar la calle una y otra vez, pasando sillas, banderas, otros con música en los colmados de la zona. ¡Una gran algarabía!
La calle había que despejarla, todos gritaban abrir espacio porque ya el líder venia doblando la esquina… A seguidas sale del vehículo Leonel Fernandez, tratando de llegar al punto que le señalan para desde allí, poder saludar con algún detenimiento, pero es casi imposible lograr tal cometido, la gente de inmediato se abalanza contra el vehículo reaccionando con saltos y brazos arriba con banderas, carteles, vociferando… ¡Leonel te queremos!… ¡Aquí viene el leon, aqui viene!… ¡Leonel estamos contigo!… ¡Leonel la base del partido te apoya!.
Aquello parecía una ola por donde todos casi entrelazados se dirigían al punto indicado. Entre aquellos que se meten en los tumultos tratando de interpretar el sentir de la gente por la sola llegada del líder de los peledeistas, me encontraba yo, aquella reacción tan entusiasta, algunos corriendo, tratando de colocarse en el lugar ideal, ese que entiende es por donde pasará Leonel, y así poder tocarlo, darle la mano, o simplemente vociferar casi en forma de desesperación y dar algunos empujones con la esperanza de que le escuchen y le den paso. Ese fue el caso de Rosa, que logra pasar por tener entre sus brazos un niño de unos cuatro o cinco años. Leonel le toma su cabecita para darle un beso e intercambiar algunas palabras que no alcance escuchar.
Me le acerqué casi de inmediato a la joven madre con el propósito de conocer en qué consistía su afán de acercarse a Leonel. Ella me cuenta que su hijo lloraba porque le pedía encarecidamente que lo llevara a conocer a Leonel… ¡Era su sueño! dice con gran emoción.
Me despido un tanto apurada felicitándola por haber ayudado a su hijo cumplir su sueño y la joven mujer me sorprende con una expresión de ternura y entrega que suele provocar el carisma de un liderazgo consumado : “¡no solo es eso… Es que mi hijo fue tocado en la cabeza por Leonel!…”
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