Por Esther
Vivas
Pintura al oleo de Miguel Nuñez, Colección"Viaje al corazón de la Isla |
¿Cómo cambiar el mundo? Ésta es
la pregunta que se formulan miles de personas empeñadas en cambiar las cosas,
la pregunta que se repite a menudo en encuentros sociales alternativos... una
pregunta que como bien decía el filósofo francés Daniel Bensaïd no tiene
respuesta porqué “No nos engañemos, nadie sabe cómo cambiar el mundo”. No
tenemos un manual de instrucciones pero sí que tenemos algunas pistas de cómo
hacerlo y algunas hipótesis de trabajo.
La lucha en la calle y en los movimientos sociales es la primera premisa, ya que no habrá cambios espontáneos desde arriba. Aquellos que hoy ostentan el poder no renunciarán sin más a sus privilegios. Cualquier proceso de cambio será fruto de la toma de conciencia de los de abajo y del combate por recuperar nuestros derechos desafiando desde la calle a los que mandan. Así lo demuestra la historia.
La lucha en la calle y en los movimientos sociales es la primera premisa, ya que no habrá cambios espontáneos desde arriba. Aquellos que hoy ostentan el poder no renunciarán sin más a sus privilegios. Cualquier proceso de cambio será fruto de la toma de conciencia de los de abajo y del combate por recuperar nuestros derechos desafiando desde la calle a los que mandan. Así lo demuestra la historia.
Pero también es necesario construir alternativas políticas que vayan
más allá de la movilización social, ya que no podemos limitarnos a ser un lobby
de aquellos que mandan. Es necesario ser capaces de plantear opciones políticas
alternativas antagónicas a las hoy dominantes y que tengan su centro de
gravedad en las luchas sociales. Siendo muy conscientes de que el sistema no se
cambia desde dentro de las instituciones sino desde la calle, pero que no
podemos renunciar a unos espacios que también nos pertenecen.
Hoy las instituciones están secuestradas por los intereses privados
y del capital. Una minoría social, que es la que tiene el poder
económico, está totalmente sobre representada en las mismas y cuenta con el
apoyo incondicional de la mayor parte de quienes ostentan cargos electos. La
dinámica de ‘puertas giratorias’: aquellos que en la actualidad están en las
instituciones y mañana en los consejos asesores de las principales empresas del
país es una constante y una realidad. Nos presentan la ideología neoliberal
como socialmente dominante... y esto es falso. Y por eso pensamos que voces
anticapitalistas y antisistema serían útiles en las instituciones rompiendo con
el discurso político hegemónico. Demostrando que “otros mundos” son viables y
que “otra práctica política” es tan posible como necesaria.
Hay que avanzar en ambas direcciones y supeditar esta última a la
primera, creando mecanismos de control de abajo a arriba y aprendiendo de los
errores del pasado tanto de la izquierda política como social. Partiendo de que
nadie tiene verdades absolutas, de que el proceso de cambio será colectivo o no
será, de que hay que aprender los unos de los otros, de que es necesario
trabajar sin sectarismos ni seguidismos y que a menudo las etiquetas separan
más que unen. Sin por ello caer en relativismos ni en renuncias ideológicas.
Seguramente éstas sean las lecciones más difíciles: romper con el dominio moral
e ideológico del sistema capitalista y patriarcal.
Y como cambiar el mundo no es cosa de dos días... sino que es una
tarea de largo recorrido, que requiere de constancia, perseverancia y de una
“lenta impaciencia”, como señalaba de nuevo Daniel Bensaïd, es necesario ir
avanzando en nuestras utopías desde lo cotidiano en paralelo a la movilización
social contra las políticas actuales y en defensa de otras medidas. Modificando
el mundo en nuestro día a día. Demostrando con nuestra práctica que “otra
manera de vivir” es tan posible como deseable. Alternativas desde la economía
cooperativa y autogestionaria, el consumo crítico y agroecológico, las finanzas
éticas, los medios de comunicación alternativos... son iniciativas
imprescindibles para caminar hacia otro modelo de sociedad.
Siendo conscientes de que éstas no son un fin en sí mismo sino un
medio para avanzar sin perder de vista un horizonte de sociedad más justa y
equitativa para todas y todos. Apostar por una economía solidaria en el día a
día y reivindicar a la vez una economía fiscal progresiva, que los que más
tienen más paguen, que se eliminen las SICAV, se persiga el fraude fiscal;
construir proyectos agroecológicos y trabajar también para que se prohíban los
transgénicos, a favor de un banco público de tierras; tener nuestros ahorros en
una cooperativa de crédito pero reivindicar una banca pública al servicio de
los de abajo. El camino se demuestra andando y no podemos esperar a mañana.
Aunque no hay que olvidar que un cambio de modelo social requiere de
la movilización consciente de la mayoría de la población y una proceso de
ruptura con el actual marco institucional y económico. La irrupción de la
“revolución” en el panorama político, a raíz de las revoluciones de Túnez y
Egipto, a pesar de sus debilidades y límites, es por ello una magnífica e
inesperada noticia que nos ha deparado este 2011.
Asimismo tenemos que situar nuestro papel en el mundo y el impacto
de nuestras prácticas en el ecosistema. Vivimos en un planeta finito, aunque el
sistema capitalista se encargue de que nos olvidemos a menudo de ello. Nuestro
consumo tiene un impacto directo allí donde vivimos y si todo el mundo
consumiera como aquí lo hacemos un solo planeta no bastaría. Pero igualmente
nos instan a un consumismo desfrenado y compulsivo, prometiéndonos que a más
consumo más felicidad, aunque la promesa después nunca se cumple. Hay que
empezar a plantearnos que tal vez podamos “vivir mejor con menos”.
De todos modos, nos quieren hacer culpables de unas prácticas que
nos imponen. Nos dicen que vivimos en una sociedad consumista porqué a la gente
le gusta comprar, que hay agricultura industrial y transgénica porqué así lo
queremos... mentira. Nuestro modelo de consumo se basa en la lógica de un
sistema capitalista que produce mercancías a gran escala y que necesita que
alguien las compre para que el modelo siga funcionando. Nos quieren hacer
cómplices de unas políticas que sólo a ellos benefician. Afortunadamente el
mito del más mejor ha empezado a resquebrajarse. La crisis ecológica que
vivimos ha encendido las luces de alarma. Y sabemos que esta crisis climática
tiene sus raíces en un sistema productivista y cortoplacista.
Hoy una ola de indignación recorre Europa y el mundo... rompiendo el
escepticismo y la resignación, que durante años ha prevalecido en nuestra
sociedad, y recuperando la confianza en que la acción colectiva sirve y es útil
para cambiar el actual orden de cosas. Aprendemos de la Primavera árabe, del
“no pagaremos su deuda” del pueblo islandés, del levantamiento popular, huelga
general tras huelga general, en Grecia y ahora del latido de Occupy Wall Street
en el “corazón de la bestia” que señala que frente al 1% que manda somos el
99%. Los tiempos se comprimen y se aceleran. Sabemos que podemos.
*Esther Vivas es coautora de "Resistencias globales. De Seattle
a la crisis de Wall Street", entre otros libros. Artículo publicado en la
revista Iglesia Viva.
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