Un gran dolor nos embarga por su partida hacia estratos celestiales
Escrito por: José Silié Ruiz
Deseo iniciar este domingo con cálidos vocablos de agradecimiento a todos los que se han unido a nuestro dolor, gracias del corazón. Solo los poetas son capaces de expresar el sentir del alma humana en toda su magnitud.
Un gran dolor nos embarga por la partida hacia estratos celestiales de mi querida madre esta semana. Ella fue todo un dechado de virtudes, así que, al no poder yo expresar los sentimientos de dolor desde el hondón del corazón, hasta el título de este “conversatorio” es del Pablo más grande de Chile y de América: “Tu vida era una gota de miel temblando apenas/ en el umbral del sueño y del perfume/ sagrada estabas ya como dulce madera de altar, /o como aureola de ceniza o de nube. Dulce, ya no podías esperar sola un nuevo día, una nueva primavera, /a encontrarte con él para esperarlo has idos caminos de la tierra”.
Solo quien ha perdido un ser querido, pero de los verdaderamente queridos, sabe lo que hoy quiero expresar y que no puedo, por eso, en “Rima Negra”, del gran Pedro Henríquez Ureña encuentro la expresión de ese sentir: “¡Ese inmortal dolor, ese suplicio,/ no lo igualó jamás algún destierro,/ ninguna llaga, quemadora, horrible, ni imaginaria pena de un inferno,/ ni venganza de númenes aislados ni de bárbaros déspotas soberbios!”
Un ángel como mi madrecita, de esas personas que vivió en su tiempo terrenal solo para dar bondades y dulzuras no es tan fácil de olvidar y luego de los abrazos solidarios de tantos amigos, del deseo de compañía de los queridos y fraternos queda uno solo con la pena propia. El Pedro nuestro, el Poeta Nacional en su “Canción de ayer tarde” me lo logra explicar: “¡Oh nocturno dolor! / ¡Oh flecha abierta como una herida muerta!/ ¡Oh lengua de candela derretida, devoradora y cálida¡ /¡Oh mar nocturno!/ ¡Oh Don Juan de espuma, burlador elegante de la playa!/ ¡Oh cruel desgarramiento!”
La mañana de su agravamiento, aun siendo médico abrigaba en mi alma una esperanza, por qué no, un milagro, pero bien sabía que la parca se acercaba y lo que sentí solo la pluma de un fraterno José Mármol con su poema “Para cuando regrese”, me ayuda a describirlo: “De la nada vienes, la ruta más precisa del hastío al furor /De todas partes vienes, porque sí, por un tal vez, pero lo inesperado del destino y sus conciertos/ Llegas sin por qué ni para qué, así no más, como suelen llegar los accidentes /De inadvertida te disfrazas, con harapos de ti misma. Llegas sin venir, como las premoniciones. /Llegas y no estás y te has ido y nunca más por siempre y para qué”.
A la salida del camposanto, junto a mi padre, dejando mi madre en su última morada terrenal, él, que no había hablado palabra en el trayecto de ida, al regresar a casa musitó uno de los tangos de Gardel. Lo oí tararear con voz trémula y entrecortada: “Sus ojos se cerraron y el mundo sigue andando, su boca que era mía ya no me besa más, se apagaron los ecos de su reír sonoro y es cruel este silencio que me hace tanto mal”. ¡A todos gracias del alma, sabemos que Doña Vaganiona está en el c
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