Cuando los buitres cruzan en bandadas oscuras los cielos de Haití, los creyentes del vudú se persignan con signos de protección y rezan el primer conjuro que les viene a la boca.
Entre todos los seres del cielo y de la tierra, de las aguas y el aire, ninguno porta tan malos augurios para los haitianos como esos pájaros de negro plumaje y cabeza roja, reencarnación de los dioses de la muerte y el terror.
Fueron ellos, tal vez, quienes pronosticaron el terremoto del 12 enero de 2010 cuando, un rato antes de las cuatro de la tarde, comenzaron a surcar el cielo en azarosos lazos oscuros.
Fueron ellos, también, los primeros beneficiaros de los despojos del sismo, los más de 300 mil muertos que quedaron en la calle o bajo los escombros como pasto de aves.
Pero el 13 de enero de 2010, poco antes de que los buitres iniciaran su cosecha de carne humana, centenares de organizaciones no gubernamentales (ONG) llegaron a Haití.
Tantas fueron, que por años se desconoció el número. Hoy se estiman, según el gobierno, en más de mil, y ahora se revela también que fueron ellas, como los buitres, las principales favorecidas por el terremoto.
PROMESAS INCUMPLIDAS
Después del sismo, Naciones Unidas auspició una conferencia de donantes. La comunidad internacional prometió una ayuda a Haití por cinco mil 300 millones de dólares en dos años y de nueve mil 900 millones en el decenio.
Sin embargo, la misma ONU reconoció en febrero pasado que al país caribeño solo llegó el año pasado la mitad de la ayuda prometida, y en 2012, nada más que 8,5 por ciento de lo previsto.
En 2011 la solicitud de asistencia hecha por el organismo internacional ascendió a 382 millones de dólares, de los cuales fue entregado el 55 por ciento, mientras que en 2012 el reclamo fue de 231 millones.
Pero las cosas no terminaron ahí, pues el presidente Michel Martelly denunció que, de esa mitad donada, su gobierno solo recibió un centavo de cada dólar.
¿Dónde está, entonces, el dinero de la ayuda, a dónde ha ido a parar?
Una de las respuestas, de las tantas posibles, quedó expuesta en un reciente congreso celebrado en Canadá sobre el papel de las ONG en Haití, la que era, desde hace rato, un secreto a voces.
Sucede que más de 80 por ciento de la ayuda ofrecida al país caribeño después del terremoto fue invertida... en la administración y logística de las ONG que llegaron después del terremoto.
La revista independiente Dissident Voices alertó desde enero pasado que organizaciones no gubernamentales, empresas privadas y gobiernos, principalmente el de Estados Unidos y Canadá, eran los responsables del desvío del dinero destinado a la reconstrucción de la nación caribeña.
Esa publicación indicó que las ineficiencias y corrupción imperantes en los mecanismos de entrega de los fondos conllevó que el mayor receptor individual del dinero fuera el gobierno estadounidense.
Justo después del sismo, esa Administración asignó 379 millones en ayuda inicial y envío de tropas a Haití, pero se demostró que 33 centavos de cada uno de estos dólares regresó al país norteño para reembolsar el pago a los militares, reveló la revista.
Asimismo, citó un informe de la Oficina de Investigación del Congreso estadounidense, según la cual, de las supuestas ayudas posteriores, 655 millones regresaron al Departamento de Defensa y 220 millones al de Salud y Servicios Humanos.
Reveló además que del total de más de dos mil millones entregados para financiar la asistencia humanitaria, el 34 por ciento pasó a manos de donantes y militares y otro 28 fue a parar a las agencias de la ONU y a organizaciones no gubernamentales.
Entre las ONG llega a tal punto el nivel de corrupción que, según un reporte independiente difundido en Canadá, ocho de cada 10 organizaciones de este tipo rechazaron rendir cuentas sobre su labor en Haití.
En un mensaje enviado al coloquio, un escandalizado primer ministro haitiano, Laurent Lamothe, consideró que el papel de estas organizaciones en su país puede ser nefasto y poco productivo.
El jefe de Gobierno llamó a la comunidad internacional a revisar su política de ayuda hacia su país, porque, dijo, no resulta beneficiosa.
La escasez de recursos para la ayuda a Haití obligó recientemente a la ONU a desembolsar ocho millones de dólares de su llamado Fondo Central de Emergencia para poder enfrentar necesidades prioritarias de los haitianos.
Para el período abril-junio de 2012, Naciones Unidas dijo que requería al menos 54 millones de dólares, con el fin de asegurar los servicios dentro de los campamentos de damnificados, proteger los campos agrícolas de eventuales inundaciones y continuar el combate contra el cólera, una epidemia que dejó más de siete mil muertos.
Ahora que se ha iniciado la etapa de lluvias, Haití vive un nuevo rebrote de cólera; más de 390 mil personas viven en los campos de refugiados y las calles de Puerto Príncipe siguen llenas de basura y escombros.
Mientras, unas 595 ONG continúan en Haití, y seguro permanecerán por largo tiempo, pues han comprendido que permanecer en ese país es un gran negocio: una forma fácil de ganar dinero bajo el disfraz del buen samaritano, una rampante manera de robar y aparentar tener las manos limpias.
Haití duele, definitivamente, por su miseria, por su tragedia, pero también por la indolencia y la hipocresía del mundo.
Es hoy, para sus habitantes, el infierno de este mundo, pero para varios gobiernos y ONG, es, desde hace tiempo, un reluciente paraíso fiscal.
Por Liomán Lima
Periodista de la Redacción Centroamérica y Caribe de Prensa Latina
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