MORAL Y LUCES

MORAL Y LUCES

martes, 24 de julio de 2012

¡NO A LA GUERRA EN MEDIO ORIENTE!:EXIGIR DIALOGO Y NO INJERENCIA EXTRANJERA


Evitar la guerra en Oriente Medio, exigir el diálogo y la no injerencia extranjera en la zona.

La guerra fría ha vuelto en su expresión más violenta a Oriente Medio y al mundo árabe en general. Amenaza a la zona con una guerra o ‘guerras’ regionales, que pueden involucrar directamente a potencias regionales e internacionales. Cada potencia mundial tiene su agenda estratégica en Oriente Medio. En su conjunto reflejan intereses antagónicos. Intereses por parte de norteamericanos y occidentales en dominar las fuentes energéticas y dotar de una mayor protección al estado de Israel. Intereses de Rusia en recuperar un papel dominante como potencia mundial, en alianza con China y algunos países de América Latina, India y Sudáfrica, y en tener una salida al mar Mediterráneo. Este es sin duda un momento histórico con un nuevo orden internacional, en el que conviven los restos de un orden monolítico con una nueva geometría multipolar en fase germinal. Rusia, ignorada durante décadas, en las guerras del golfo, en la ocupación de Irak, últimamente en Libia, vuelve a recuperar su influencia en el conflicto alrededor del programa nuclear iraní, y a través del conflicto sirio. Oriente Medio y los pueblos de la zona son, de nuevo, presa de intereses e injerencias extranjeras. Cada potencia con sus jugadores en la región, y sus actores dentro de cada uno de los estados.

LOS PROCESOS REVOLUCIONARIOS EN EL MUNDO ÁRABE

Los procesos revolucionarios en el mundo árabe, las mal llamadas ‘primaveras árabes’, procesos inacabados y en algunos casos confusos, encierran situaciones con un fuerte potencial de contrarrevolución. Tanto en Túnez, como en Egipto, Libia, Yemen y Siria se están viviendo momentos confusos, en los que resulta muy difícil generalizar. El movimiento popular por el cambio democrático ha sido la expresión de una suma; de la lucha del movimiento político y sindical, de los jóvenes reclamando democracia, justicia social y un estado civil, no religioso. Se ha alzado frente a regímenes dictatoriales de diferentes colores, unos aliados con EEUU y Occidente, otros supuestamente enfrentados. Todos ellos tienen algo en común: su fracaso a nivel nacional, a nivel económico y social. Su incapacidad a la hora de abrir espacios a la libertad y a la democracia, de dar una salida digna a una juventud que ha quedado sin futuro. Todos estos regímenes han sido, sin excepción, grandes y fieles practicantes de las recetas del FMI, especialmente en relación a las privatizaciones que han supuesto un gran enriquecimiento para las castas en las que el poder político y militar se organiza a través de la corrupción.

LAS CONTRAREVOLUCIONES

En un primer momento las administraciones norteamericana y occidental fueron sorprendidas por las revueltas populares, concretamente en Túnez y Egipto. En una fase posterior han conseguido contener las revueltas e iniciar una contrarrevolución apostando sobre nuevas alianzas regionales. Con el Islam político, con grupos salafistas no lejanos a Al Qaeda que reciben financiación de Qatar y Arabia Saudí, pero también con Turquía y su “modelo de Islam moderado”. Una contrarrevolución que quiere cambiar personas y cargos pero que no pretende cambiar los regímenes, y que, ante todo, pretende salvaguardar de cualquier cambio los intereses de Israel. Un ejemplo claro de esta nueva alianza es la negociación establecida en Daoha, en Qatar, con los talibanes, el sector más reaccionario del Islam, a través de la intermediación de la representación del sector wahabí por excelencia y la complicidad del Imam Kardawi, ideólogo del extremismo y del oscurantismo religioso.
Todos los líderes de los movimientos islamistas, que no participaron en el inicio de las revueltas, han tenido que dirigirse a EEUU para dar garantía de que nada cambiaría. Ni a nivel económico, ni a nivel de la política internacional, especialmente en relación con el estado de Israel. Así fue en Túnez (con la visita del actual primer ministro a EEUU) y así fue en Egipto, país en el que los Hermanos Musulmanes y los propios salafistas han tenido que declarar que no tocarán el acuerdo de Camp David y que la relación con EEUU no cambiará, aceptando así una alianza y una cohabitación entre los islamistas y el Consejo Militar. Tanto en Túnez como en Egipto, a pesar de que el movimiento islamista intentó en un primer momento mostrar su cara más amable, no pasó mucho tiempo desde que llegaron al poder, a que descubrieran sus verdaderas intenciones. Dar continuidad a la política de los regímenes anteriores, con un agravante; el ataque a los derechos de la mujer, a nivel político y social. Porque se ha anulado la presencia de la mujer en la representación política (al menos en los gobiernos de Túnez, Egipto, Marruecos y Libia) y se ha criminalizado a las activistas, humillándolas de múltiples formas, por ejemplo con el intolerable acoso de supuestas pruebas de viginidad. También en la esfera de la intelectualidad y de la cultura: estableciendo censura sobre el cine y la literatura, a veces hasta el límite de lo absurdo, como la decisión del Ministro de Cultura tunecino de prohibir las actuaciones de cantantes libanesas en Túnez por representar supuestamente: “una amenaza contra la moral islámica”.
En Libia, el coste humano de acabar con el dictador Gadafi fue de 50.000 víctimas, la mayor parte causada por el bombardeo de la OTAN. Desde el primer momento, el Consejo Nacional de Transición manifestó su voluntad de recurrir al Islam más reaccionario como fuente de legislación. El primer discurso del presidente del Consejo Nacional Transitorio después de la caída y asesinato de Gadafi, no lo dedicó a la economía, ni a la democracia, sino a la anulación de leyes que supuestamente contradicen el Islam, dando como ejemplo, como único ejemplo, que “la prohibición de la poligamia va contra el Islam”. En la nueva propuesta de Constitución no hay lugar para la mujer, no se ha previsto ningún calendario para las elecciones, y todos los analistas coinciden en que Libia está al borde de una guerra civil, tribal, entre milicias y regiones. En Yemen, la solución impuesta por Qatar y Arabia Saudí con la bendición de EEUU, ha promovido la renuncia del presidente Saleh, pero manteniendo el mismo régimen.

LA SITUACIÓN EN SIRIA

En Siria, la situación es mucho más compleja. Este país, de gran importancia en el conflicto árabe-israelí, tiene parte de su territorio ocupado por Israel (los Altos del Golán), como represalia por su apoyo a la resistencia palestina y libanesa contra Israel. La realidad de Siria es compleja por su papel en la región, por su relación con Irán, pero también por su realidad interna, por el frágil entramado de su textura social y cultural en la que conviven 26 minorías religiosas y étnicas. Siria tiene una importancia estratégica en la nueva guerra fría. Por una parte, EEUU, Israel, los países occidentales, Arabia Saudí y Qatar pretenden quebrar a Siria siguiendo el ejemplo de Irak. Debilitarla a través de un conflicto interno, y así reducir la resistencia contra Israel y de paso eliminar a un aliado de Irán. Por otro lado, Siria es el único país de la región en el que Rusia tiene una cierta influencia. Es además el único acceso que Rusia tiene, hoy en día, al Mediterráneo, a través de la base marítima en Tartus. Esto añade complejidad a la situación, especialmente si tenemos en cuenta la influencia que tiene Siria en Irak, en el Líbano y en el Kurdistán turco. Todo eso hace de Siria un cóctel explosivo, que puede afectar a varios países en la región. Una guerra civil o un ataque extranjero, pueden causar el contagio del conflicto en la región.
Todos conocemos la historia represiva del régimen sirio. Ya en los años setenta, después del golpe de estado de Hafez El Assad, se dirigió contra el propio partido Baas y contra su fracción nacionalista, árabe y de izquierdas. Los miembros de esa ala del partido Baas, sufrieron la más brutal represión y el exilio. El golpe de estado fue bendecido en su momento por Arabia Saudi y EEUU; pero Assad supo conservar además su estrecha relación con el bloque socialista, principalmente con la URSS. Con esa política se ganó el sobrenombre de “el astuto de oriente”. Disponía en su mano de diferentes cartas; la guerra civil libanesa, la resistencia palestina, la cuestión de los kurdos en Turquía. Esa posición estratégica aún se consolidó con mayor fuerza gracias a su apoyo a la alianza contra Irak en la primera guerra del golfo.
Bashar El Assad, intentó seguir con la política de su padre, disponer de un amplio abanico de cartas para tener cierta libertad a la hora de hacer política. En la segunda guerra de Irak, Bashar posicionándose en contra, ganó una nueva, la resistencia iraquí a la ocupación americana, y una cierta influencia en Irak gracias al apoyo logístico a diferentes grupos de resistencia. Esa carta le costó la amistad con Arabia Saudí, y además un intento de golpe de estado promovido por el sector duro de la familia real saudí, principalmente el rey Sultán, embajador de Arabia Saudí en EEUU, y la connivencia del propio Vicepresidente sirio Abdel Halim Khadam (que acompañó a Hafez el Assad a lo largo de todo su gobierno). El castigo más duro contra Siria, tuvo lugar en 2005, cuando una resolución de la ONU, promovida por Francia y EEUU, exigió la retirada del ejército sirio del Líbano. Desde entonces las relaciones entre Siria y Arabia Saudí, entre Siria y EEUU han sido de tira y afloja. Siria consiguió restablecer un equilibrio de fuerza y compensar la pérdida de la amistad con los saudíes mediante una relación más estrecha con el régimen iraní.
A nivel interno el régimen sirio ha continuado, por un lado, haciendo frente a una oposición mal organizada y, por el otro, desarrollando una “apertura económica” consistente en unas privatizaciones, de las que tan sólo se han beneficiado los

círculos cercanos al presidente Assad. Una política que ha provocado más corrupción y el empeoramiento de las condiciones de vida especialmente de miles de jóvenes.

TANTO EL REGIMEN COMO LOS DIFERENTES GRUPOS DE OPOSICIÓN SE EQUIVOCAN

Las revueltas en Túnez y Egipto, fueron los catalizadores de protestas en varias ciudades de Siria, que fueron respondidas con una fuerte represión. En un primer momento el régimen pensó, de manera equivocada, que con simples medidas de seguridad y represión podría acabar con las revueltas. De otro lado una parte de la oposición no calculó con la solidez del régimen y el apoyo popular del que este todavía dispone (ha sido capaz también de movilizar a millones de personas), y sobre todo con la fidelidad y la unidad del ejército. No se puede comparar o extrapolar la situación en Túnez y Egipto, ni Libia a Siria. Aquí, la oposición ha actuado desunida. No ha sido capaz de unirse en función de un programa, situando prioridades, reformas, estableciendo una posición común frente a las injerencias extranjeras, o el modelo de estado que pretenden establecer después de la caída del régimen, especialmente en lo relativo a la laicidad, que, en un país con 26 religiones y etnias, es una cuestión que reviste gran gravedad.
Ante la llegada de los islamistas al poder en Túnez y en Egipto, una gran parte de la población Siria necesita de una respuesta sólida. No sólo promesas. Muchos ciudadanos/as tienen el temor de que en un nuevo régimen serán discriminados o reprimidos por sus creencias y que posiblemente pierdan derechos. Esa indefinición ha provocado temores legítimos en una parte importante de la población. Ha provocado un debilitamiento del movimiento pacífico que había conseguido mantener el carácter no violento de las protestas. El movimiento popular ha perdido su fuerza, y se ha visto reemplazado por los grupos militarizados del llamado “Ejército Libre” y por la violencia armada, alimentada por sectores salafistas, introducidos desde Irak, el norte del Líbano y Turquía, con la financiación de Qatar y Arabia Saudí. No es ningún secreto que Al Qaeda ya está presente en un sector de la oposición Siria. Lo ha reconocido el propio director de la CIA (en relación a los atentados de Damasco y Alepo que atribuyó a Al Qaeda). El ministro de interior iraquí dijo que habían “detectado la infiltración de miembros de Al Qaeda en Siria”. El presidente del Consejo Transitorio de Libia adujo que “no podemos prohibir que algunos libios vayan a combatir en Siria”. También los enfrentamientos producidos en el norte del Líbano entre el ejército libanés y salafistas que intentan pasar a Siria o los enfrentamientos en la ciudad de Trípoli, entre el ejército y salafistas, prueban el grado de movilización armada. “The Guardian” se preguntaba recientemente “qué intereses hay ahora que unen a Al Qaeda con los americanos y los europeos”. En resumen: el dirigente de Al Qaeda, El Zawahiri llamó a sus hombres a combatir contra el régimen sirio, y fue la propia oposición democrática la que reconociendo esa realidad, la rechazó. Tanto el Consejo de Coordinación de la Revolución como el Frente Popular por el Cambio Democrático.

LAS INTERVENCIONES EXTRANJERAS COMPLICAN MÁS LA SITUACIÓN

Otro error de consecuencias inimaginables que ha cometido un sector de la oposición, representado por el Consejo Nacional Sirio, es la apuesta por una intervención política y militar extranjera. Es la opción de la internacionalización del conflicto, que lo abre a la lógica de la guerra fría, a la búsqueda de un nuevo equilibrio entre los intereses de las potencias regionales e internacionales. Con ella entran en juego monarquías, como la de Qatar o Arabia Saudí, que no tienen legitimidad alguna a la hora de dar lecciones en democracia o en derechos humanos, y en donde la mujer no tan sólo no dispone del derecho al voto, sino que ni tan siquiera puede conducir.

LA DIVISIÓN DE LA OPOSICIÓN EN SIRIA

Actualmente en Siria, hay cinco bloques importantes que conforman la oposición: el Consejo Nacional Sirio, apoyado por Turquía, Qatar y los saudís, en el que participan personalidades del exterior que viven en Francia y EE.UU, pero también los Hermanos Musulmanes, y que se proclama como el ala política del Ejército Libre de Siria. Este bloque apuesta por una intervención militar extranjera y sanciones económicas y políticas. También está el Consejo de Coordinación de la Revolución Siria, un sector que rechaza la intervención militar y la violencia y no descarta un dialogo con el régimen para una transición pacífica. Este grupo, en el que participan intelectuales liberales y progresistas como el conocido opositor Michel Kilo, ha intentado llegar a un programa común con el Consejo Nacional, pero ha fracasado. El tercer grupo es el Frente Popular para el Cambio Democrático que también rechaza la intervención extranjera, y la violencia. Participa en algunos foros de dialogo, y acusa al Consejo Nacional Sirio de ser una marioneta en manos de intereses extranjeras y a los miembros del Consejo de vivir fuera, de no haber pisado nunca el suelo sirio. En el Frente Popular se agrupan partidos políticos de la izquierda, los comunistas (que no están en los dos partidos comunistas tradicionales que forman parte del Frente Nacional Progresista que teóricamente gobierna en Siria bajo el auspicio del Baas), pero también los nacionalistas árabes, otros grupos de izquierda y algunos ex miembros del partido Baas. Finalmente hay otros dos grupos, que no están bien vistos por la población, pero que tienen un gran poder económico y propagandístico, y que están estrechamente relacionados con sectores de la familia real saudí. Son los seguidores de Refaat El Assad, el tío del actual presidente, expulsado de Siria por su hermano Hafez El Assad, que vive actualmente entre Marbella y Francia y es propietario de la cadena de televisión Al Arabia, y los seguidores de Abdel Halim Khadam, ex vicepresidente de Siria.

TANTO LA VIOLENCIA DEL REGIMEN COMO LA DE UN SECTOR DE LA OPOSICIÓN LLEVAN AL PAÍS AL IMPASSE

Sin duda, las dos partes que promueven la violencia están llevando a Siria a la guerra civil y al desmembramiento del país. Tanto la represión del régimen y su apuesta por una solución militar, como la violencia de un sector de la oposición a través de atentados no llevan a ninguna solución. La dimensión que ha alcanzado la violencia ha

escapado al control político, y está siendo utilizada por grupos salafistas y del Takfir afectando a todas las personas no solo por ser de otra religión, sino dentro de la misma religión a aquellas que no comparten la interpretación wahabí, la más reaccionaria del Islam suní. En Siria no existe una solución militar. Ni a través de la intervención militar externa, ni tampoco mediante sanciones económicas y políticas. Al contrario. Las sanciones fortalecen el régimen como pasó en Irak durante más de 10 años de bloqueo, a lo largo de los cuales el régimen sobrevivió y causó la muerte a 1.000.000 de iraquíes por falta de alimentos y medicamentos, según datos de la ONU. La solución tampoco está en la internacionalización del conflicto. En ese sentido la Liga Árabe ha cometido un grave error, renunciando a su propia iniciativa, retirando a los observadores que habían demostrado una cierta imparcialidad, a petición del emir de Qatar y del Consejo Nacional Sirio, y cerrando toda posibilidad de una solución árabe al conflicto.

LA SOLUCIÓN ES EL CESE DE LA VIOLENCIA DE TODAS LAS PARTES Y EL DIALOGO ENTRE LOS SIRIOS PARA UNA TRANSICIÓN DEMOCRÁTICA

Los que aman a Siria, los que están realmente preocupados por la población Siria, por su integridad territorial, su potencial y su posición estratégica, tienen que exigir el cese inmediato de la violencia, de todas las violencias, vengan de donde vengan. Es necesario exigir la apertura de un dialogo nacional entre el régimen y las diferentes partes de la oposición Siria. Un dialogo entre los propios sirios que facilite una transición democrática. Es preciso exigir la no injerencia y la no intervención militar en Siria. Todos sabemos que una intervención militar puede llevar a que la violencia traspase las fronteras de Siria poniendo a los países limítrofes en la antesala de guerras civiles, o de un conflicto regional de gran envergadura.

LA LUCHA POR LA PAZ Y LA NO INJERENCIA MILITAR EXTRANJERA, ES UNA PRIORIDAD PARA ORIENTE MEDIO

El movimiento pacifista a nivel mundial debería situar entre sus prioridades la reactivación de la lucha por la paz. La situación en Oriente Medio encierra grandes peligros. Existe entre la población el temor a entrar en una primavera de guerras. Un miedo fundado puesto que hay un gran número de factores que amenazan la débil paz: conflictos crónicos no solucionados como la cuestión del pueblo palestino, el conflicto árabe-israelí, los territorios ocupados por Israel, la cuestión nuclear tanto de Irán como de Israel, la situación de inestabilidad en Irak y El Líbano, el tema de Afganistán, los procesos revolucionarios y las contrarrevoluciones en diferentes países que viven revueltas, el factor geopolítico de las reservas energéticas y de los pasos marítimos estratégicos. Una nueva guerra fría que se instale en Oriente Medio en un momento de crisis económica y de recesión a nivel mundial, puede llevar a un conflicto con consecuencias que pueden ir más allá de la región.

NUESTROS INTERLOCUTORES SON LOS QUE LUCHAN POR LAS LIBERTADES, POR LA IGUALDAD, CIUDADANIA Y JUSTICIA SOCIAL

Las fuerzas progresistas y democráticas tienen la responsabilidad de mirar a la otra orilla, de dejar claro que los valores que defendemos aquí han de ser los mismos para los otros pueblos. En un internacionalismo del siglo XXI, no podemos relativizar los valores según la cultura o la religión que practica cada uno. Estamos ante un proceso inacabado. El islam político no es el final de la historia, ni representa la primavera. Al contrario: es la nueva cara de los mismos regímenes y del mismo dominio. No aporta ni soluciones económicas, ni sociales, ni tampoco democracia y participación, ya sea en la dimensión de género, o en la de la ciudadanía política. En todos esos procesos existen hombres y mujeres que no han renunciado a los principios de las revueltas: igualdad, ciudadanía, libertad y justicia. Las protestas continúan en Túnez, en Egipto, y también en Siria, en Irak, en Marruecos, organizadas por partidos, por organizaciones sindicales, por organizaciones sociales. Estos debieran ser nuestros interlocutores porque comparten nuestras ideas y valores, y son por tanto los que merecen todo nuestro apoyo.


Ghassan Saliba Zeghondi
Secretario de Inmigración
CCOO de Catalunya


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