En medio de la turbulenta y rabiosa
dictadura impopular, encabezada por el Doctor Joaquín Balaguer y su Partido
Reformista, que reprimieron, ensangrentaron y empobrecieron al pueblo
dominicano, el profesor Juan Bosch decidió que el PRD no participara en la
farsa electoral de 1970 y, en cambio, se armara ideológicamente con la Tesis de
la DICTADURA CON RESPALDO POPULAR, cuyo objetivo fundamental era la
instauración de un régimen donde imperara una democracia social verdadera. Así,
desencantado de la llamada democracia representativa, el profesor Bosch, desde
España, el 4 de noviembre de 1968, me envió la siguiente carta:
Querido Rafa:
Hoy le escribo una larga carta a José Francisco
y quisiera que tú la leyeras porque en ella contesto a lo que me tratas en la
tuya del 29 de octubre. Además, hay un párrafo que se refiere concretamente a
ti. Pero hay alguna que otra cosa que no le he dicho al compadre y que quiero
decirte.
La primera de ellas es que la política, como
campo donde se producen los hechos históricos, no puede improvisarse, como no
puede improvisarse un campo de batalla. El general que sabe lo que hace escoge
de antemano el lugar donde va a combatir y no deja que el adversario le imponga
el suyo.
Al fundar el PRD, y al comenzar éste sus
actividades en el país, yo escogí el campo democrático porque creía con toda el
alma que el sistema democrático era el que podía ayudar a resolver de la mejor
manera los problemas dominicanos y di la batalla en ese campo. El PRD fue,
pues, un partido democrático.
Sin embargo, yo estaba equivocado. A la altura
de 1963, la democracia era ya un cuerpo muerto, refugio de la extrema derecha
en todo el mundo; sólo que el atraso dominicano compartido por mí nos hizo
creer que todavía la democracia tenía vigencia mundial. A esa creencia
contribuyó el fulgor del kennedismo, pero se trataba del fulgor de una estrella muerta.
Ahora yo no creo en la democracia y el Partido
sigue creyendo en ella. Luego, lógicamente, yo no puedo seguir siendo
perredeísta. Sé que en todo el país se levantará un clamor acusándome de haber
desamparado al pueblo. Prefiero esa acusación a que me acusen, con razón, de
haberlo engañado. En consecuencia, cuando vuelva al país yo no iré como
perredeísta, y tengo necesariamente que decírselo así a los compañeros de
honestidad ejemplar, como eres tú.
Lo demás lo verás en la carta a mi compadre. Por
ahora, un saludo a la doñita y un abrazo fraternal para ti de
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