Todos contra Angela
He escuchado y en repetidas ocasionesóque Angela Merkel, la canciller alemana, tiene toda la razón al proponer y aplicar un programa de austeridad europea, eliminando el gasto público y aumentando los impuestos. Según ella, así se promueve el crecimiento. Tuvo, durante cinco largos años, el apoyo de un desconocido y, a la larga, odiado, repudiado e insensibleóNicolas Sarkozy, presidente saliente francés, que, al parecer, no sabía lo que apoyaba. Aparentemente, detrás del binomio alemán, denominado jocosamente Merkozy ñpor la yuxtaposición de los dos apellidos de los líderesóse escondía una oscura ambición: Sarkozy quería convertirse en la cabeza de la Unión Europea.
Ahora, soplan otros vientos y se oyen nuevos pasos en los pasillos del Elíseo. En Francia ha triunfado el socialismo moderado y democrático de FranÁois Hollande, pero, de igual forma, ha subido la extrema derecha (xenófoba, radical y ultra nacionalista), ha experimentado cierto auge el ala más alejada de la izquierda (el grupo de Mélénchon), en detrimento, ambas corrientes, de la ideología centro-derechista de la Unión por un Movimiento Popular, UMP, partido representado por el propio Sarkozy.
En Alemania tiemblan, a causa de la victoria del humilde y modesto Hollande; en España, no saben qué pensar ña pesar de que la sonrisa de Alfredo Pérez Rubalcaba se puede apreciar a leguas de distanciaó;en Estados Unidos, para sorpresa de muchos, y me incluyo, han apoyado y acatado, en cierta forma, la propuesta pro-crecimiento y pro-incentivo a la economía europea que ha propuesto Flanby (así le llamaban a Hollande, supuestamente por ser “blando”, y comparándolo con una marca francesa de flan en caja), tomando en cuenta lo sensible que se encuentra el estado financiero de casi media Europa.
Así, bajo la sombra de Rajoy, Cameron y de la Comisión Europea, la mirada atenta de Angela Merkel y el eurogrupo, las medidas a rajatabla aplicadas por el Fondo Monetario Internacional, y bajo el foco de atención de todo el mundo, Barack Obama, con las elecciones presidenciales de noviembre prácticamente respirándole en la nuca, y Alemania, expectante y atenta a las elecciones de 2013 ñque se oyen un poco lejos, pero, realmente, no lo estánóy a la relativa caída que tuvo el partido democristiano de la actual canciller, prestan mucha atención a lo que predica “el salvador” francés, que medirá sus pasos y tratará de alargar lo suficiente la mano para cumplir todo lo que prometió y todo lo que se espera de él, pero que se puede resumir en una sola cosa: arreglar el presente y moldear el futuro. No estamos hablando de un salvador, ni mucho menos. Estamos simplemente presenciando una nueva variación en la política mundial. Si definimos la política como movimiento y tendencia, lo que pretende Hollande es una voltereta, rocambolesca e inverosímil ñhasta vulgar, dirían en la austera Alemaniaódel pensamiento económico actual: según el pequeño FranÁois, ha llegado la hora de correr y de detener la caminata lenta e interminable de la economía mundial.
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