Dado que todo proceso económico involucra compromisos
de distintos sectores, las decisiones deben ser de carácter político. El grado
de independencia de los bancos centrales se juega en esa negociación.
Todo análisis económico está hecho de compromisos. Los economistas hablan de
eficacia. Cuando tratan de describir esos compromisos, explican la incidencia
de las decisiones sobre tal o cuál grupo social y cómo las diferencias
políticas imponen más riesgos a unos que a otros.
Ahora bien, dado que hay compromisos, las decisiones deben tomarse en el marco
de un proceso político. No se las puede delegar en burócratas o tecnócratas. En
mi opinión, ese es uno de los problemas fundamentales que enfrentan las
democracias del mundo entero.
En la actualidad, los tecnócratas se benefician de la reiterada delegación de
decisiones que deberían formar parte de procesos democráticos. Se trata de un
tema importante dado que, de cierta forma, tal delegación pasa a formar parte
del proceso político, y la forma en que esa delegación se lleva a cabo hace que
se privilegien determinados intereses. En otras palabras, en ese proceso de
delegación hay prioridades políticas.
Es algo que vemos de manera recurrente, sobre todo en el contexto de los bancos
centrales europeos y en los países en los que hay bancos centrales
independientes.
Se podría considerar la posibilidad de un banco central independiente, pero
sería necesario que contara con diversos mandatos de modo tal de asegurar, por
ejemplo, que se escucharan distintas voces en el proceso de toma de decisiones.
Sin duda eso podría tener incidencia en los resultados.
Sin embargo, en la mayor parte de los países —en la mayor parte, no en todos—
se hicieron las cosas de tal manera que el banco central independiente termina
por recibir un mandato para servir a determinado grupo de intereses. Se trata
de una suerte de candado. Se condena así a determinadas políticas económicas a
servir a los intereses de algunos grupos en detrimento de otros.
Voy a ilustrar lo que digo con algunos ejemplos. Ante todo, la cuestión del
mandato. En Europa, el Banco Central Europeo tiene que hacer hincapié en la
lucha contra la inflación. Sin embargo, es un mandato extraño. La lucha contra
la inflación no constituye un fin en sí misma; no es sino un medio de avanzar
hacia un crecimiento económico más estable o menos estable, una mejor o peor
distribución de la riqueza. En sí misma, sin embargo, la inflación no tiene que
ser un objetivo excluyente.
En los Estados Unidos, la misión de nuestro banco central, la Reserva Federal,
es demostrar interés por la inflación, pero también por el desempleo y el
crecimiento. El trío inflación-desempleo- crecimiento es algo muy respetado en
la política estadounidense.
Cuando presidía el consejo económico del presidente Clinton, un senador de
Florida propuso cambiar la carta de la Reserva Federal. Propuso que hiciéramos
lo mismo que los europeos: que no nos interesáramos más que en la inflación. En
mi condición de presidente del consejo le dije: "Vamos a incorporar este
proyecto a la campaña; vamos a preguntar a los votantes qué es lo que quieren.
¿Vamos a preguntarles si les interesa o no el desempleo? ¿El pueblo
estadounidense considera que a la Reserva Federal no debe interesarle más que
la inflación o piensa que el empleo y el desempleo también son
importantes?" Así se expresó el presidente, y el senador de Florida
contestó que sólo lo había dicho en broma, que era sólo una idea que había
puesto sobre la mesa para iniciar el debate. Sin duda la idea se derrumbó con
gran rapidez. No hubo un debate serio en el Senado respecto de la posibilidad
de efectuar una enmienda a la carta de la Reserva Federal.
La cuestión de la representatividad es algo similar. Aunque sea independiente,
se puede contemplar que tenga voces representativas de los distintos sectores
de la sociedad. Cuando se toma decisión —por ejemplo, sobre las tasas de
interés—, eso puede tener incidencia en la inflación, pero también en el
desempleo. Y a los trabajadores sin duda les preocupa mucho más la estabilidad
del empleo.
Los representantes de los bancos centrales son personas que trabajaron en los
mercados financieros, que suelen tener una estabilidad laboral y a las que no
les preocupa el índice de desempleo.
Sensibilidad política
Un día fui a una reunión con funcionarios de bancos centrales. Los escuché
hablar. Decían: "Ah, bueno, hay compromisos, hay riesgos, ciertos errores
son difíciles de corregir y tienen consecuencias a largo plazo".
Yo pensaba que alguna de esas personas iba a decir que teníamos que combatir el
desempleo porque si alguien pierde el empleo eso tiene una serie de
consecuencias, como que sus hijos no pueden ir a la escuela, y que los estudios
nos muestran esas consecuencias a largo plazo. Pero no, lo que dijeron fue que
teníamos que luchar contra la inflación porque si no lo hacíamos no se sabía
que podría pasar.
Los economistas tienen distintos puntos de vista sobre esta cuestión, pero lo
que es claro es que las responsabilidades definen los puntos de vista. La vida
personal de cada uno incide sobre lo que dice. En la mayor parte de los casos,
los trabajadores no tienen nada que decir sobre la política monetaria.
Sin embargo, hay algunos países que son un ejemplo de lo contrario. En Suecia,
un representante de los trabajadores integra el consejo del banco central. Se
escucha así una voz que habla a favor de la lucha contra el desempleo. Hay
países en los que se reconoce que los mercados financieros constituyen un grupo
que tiene intereses específicos, y no se quiere que dominen el consejo del
banco central. Tampoco se permite la presencia de los mercados financieros.
Sólo se acepta a aquéllos que tienen una opinión neutral.
La universidad es neutra. Como en cierto modo es a eso a lo que me dedico, me
hace sentir algo incómodo hablarles de ello. Lo que hay que saber es que la
independencia es posible en el marco de un mandato más amplio, en el de un
banco central más representativo. En mi opinión, un banco central más
representativo es más democrático y más independiente.
En los Estados Unidos tenemos un banco central independiente, más democrático
que en Europa y que en algunos países. Dos veces por año el responsable del
banco central debe presentar un informe de actividades ante el Congreso. Y las
cosas no terminan ahí. En un famoso discurso, un ex responsable de la Reserva
Federal dijo: "El Congreso nos creó, el Congreso puede destruirnos".
En otras palabras, sin duda el banco central estadounidense tiene sensibilidad
política a pesar de su independencia. Si permitiera que el desempleo se
desbocara, su carta sufriría un cambio. Eso sería ineluctable, dado que actuar
de esa forma sería antidemocrático. La Reserva Federal, por lo tanto, si bien
es independiente, es muy sensible en términos políticos, mucho más que gran
número de bancos centrales, en especial el Banco Central Europeo.
Por otra parte, hay que tener en cuenta algo bastante desafortunado: que los
directores de los bancos centrales tienen infinidad de competencias pero que,
en realidad, las mismas no existen. En la mayor parte de los países, no son
necesariamente los mejores economistas los que ocupan los mejores lugares para
emitir opinión en materia de macroeconomía. El resultado de todo eso es que
muchos bancos centrales no producen estabilidad ni crecimiento.
Si se observa el caso de diferentes países, se percibe que, la mayor parte de
las veces, los bancos centrales independientes que hacen hincapié en la
inflación lograron una cosa: reducir la inflación (de no haberlo conseguido, la
situación sería aterradora).
La cuestión, sin embargo, es saber si se aceleró el crecimiento. ¿Aumentaron
los sueldos? ¿Bajó el desempleo? ¿El desempeño real es mejor?
Joseph E. Stiglitz
Diario Clarín
Joseph Stiglitz. PROFESOR DE ECONOMIA, UNIV. DE COLUMBIA. PREMIO NOBEL DE ECONOMIA
© Clarín y Le Monde, 2004. Traducción: Cecilia Beltramo
Diario Clarín
Joseph Stiglitz. PROFESOR DE ECONOMIA, UNIV. DE COLUMBIA. PREMIO NOBEL DE ECONOMIA
© Clarín y Le Monde, 2004. Traducción: Cecilia Beltramo
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