Los conquistadores vaciaron las grandes minas de oro, pero vino la caña de azúcar y la sal y el café y el cacao y el banano y, por supuesto, el bendito petróleo. En la medida que se iban reemplazando unas materias primas por otras o se iban explotando de forma simultánea, también se producían cambios geopolíticos y nos convertimos en escenario para la lucha de los imperios, para saciar la patológica geofagia propia de sus deseos expansivos.
Con el tiempo, la forma de explotación cambió de fachada y los modernos piratas y corsarios cambiaron sus patas de palo, patente de corso y antiguas indumentarias, por corbatas; y el látigo por el contrato, oneroso siempre, respaldado por cañones, aviones, cónsules y embajadores que comenzaron a manipular presidentes o a domar a los más rebeldes; y a los que pretendieron ser indómitos y patriotas, defensores de los derechos de sus pueblos, como Juan Bosch y Jacobo Arbenz. Para poner solo dos ejemplos, eran sacados de la presidencia vivos o muertos.
Con las riquezas naturales de AL y la sangre de los pueblos originarios y africanos, se financió el desarrollo de Europa, incluso el empuje de la Revolución Industrial no solo tuvo como combustible el sudor de los obreros europeos sino la sangre y el propio sudor de nuestros pueblos. La esperanza nos llega ahora junto a las oportunidades, quizá por un error de cálculo de algunas potencias, que tras su triunfo en la Guerra Fría, y ante la unipolaridad del momento, diseñaron un mundo sin fronteras arancelarias, con el fin de convertir al resto en un gran mercado, solo que en el diseño se plantearon la deslocalización de las empresas, y allí el modelo se convirtió en un búmeran que abrió oportunidades a los países emergentes.
Sobre esta cuestión, Samuel Huntington, en su libro “¿Quienes somos? Los desafíos de la identidad nacional estadounidense”, revela que una gran cantidad de empresas con capital de los EEUU se han marchado hacia mercados emergentes detrás de mano de obra barata, cuestión que está generando desempleo constante en su país y que se ha definido una estrategia para que estas retornen.
Agobiado por la situación, el gobierno de los EEUU escribió en 1996 a los directores generales de las cien empresas más importantes recordándoles su origen, y que se habían instalado y habían crecido gracias a los sustanciosos beneficios fiscales y otro tipo de subvenciones, además de que había jurado defender los intereses de su nación. Muchos ni respondieron, otros lo hicieron en términos muy duros, pero la Ford, un ícono empresarial estadounidense, respondió: “Ford es, en sentido más amplio, una compañía australiana en Australia, una compañía británica en Reino Unido y una compañía alemana en Alemania”.
El fin de la Guerra Fría marca para mí el punto de inflexión entre una América Latina desesperanzada, y otra que se encontró con la esperanza, que le viene dando la crisis de hegemonía que se derivó del error de cálculo que mencioné. Solo que debemos comenzar a construir alianzas que nos permitan tener empresarios prósperos y ciudadanos con capacidad de consumo.
Y eso lo logramos implementando políticas sociales que mejoren las condiciones materiales de existencia de nuestros pueblos, pues de estas alianzas aflorará el ganar/ganaren beneficio de unos y otros para el despegue definitivo de América Latina.
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El Progresista: "Moral y luces", es un espacio para el estudio, análisis, refexion y propuestas en el ámbito político, económico, social y cultural desde una perspectiva histórica tomando como referente el pensamiento ético, humanista y patriótico de Duarte, Luperon y Bosch, las tres raíces del árbol de la patria
MORAL Y LUCES
sábado, 1 de septiembre de 2012
¿Hacia dónde vamos?
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