Mientras celebramos esta nueva conmemoración del Día Internacional de los Trabajadores en nuestra patria, territorio libre de América, se está escribiendo en la tierra hermana de Santo Domingo, a la vez que una de las páginas más heroicas y hermosas del pueblo dominicano, una de las acciones más vandálicas, criminales y bochornosas de este siglo. Todos sabemos los hechos sucedidos en Santo Domingo; no es necesario narrarlos. Mas, de ello debemos saber sacar las conclusiones necesarias. Pocos hechos han puesto más al desnudo el cinismo y la criminalidad del imperialismo yanki ; pocas veces se podrá decir con más odio y con más indignación eso que dice el pueblo: ¡Muera el imperialismo yanki!
La forma desvergonzada de actuar, el desprecio hacia la opinión internacional, hacia las leyes internacionales, hacia los acuerdos, no ya las leyes que son de cumplimiento obligatorio para todos los países, sino aun aquellos compromisos contraídos por el propio gobierno de Estados Unidos con sus aliados —algo más que con sus aliados, con sus propios cómplices de fechorías, con las propias oligarquías serviles y sumisas que con el imperialismo yanki suscribieron los acuerdos de Bogotá, de Río de Janeiro, los convenios panamericanos y quién sabe cuántos convenios más—, y que han hecho trizas sin consideración alguna los compromisos contraídos con aquellos gobiernos que los han acompañado en su política reaccionaria e imperialista. La perfidia de la política de Estados Unidos se ha hecho más evidente que nunca. Porque hay veces que tratan de cubrir, de disfrazar lo mejor posible sus acciones; pero en este caso, en este caso realmente no han hecho o no han podido hacer absolutamente nada por disfrazar sus hechos.
Y cuando el mundo se preocupaba profundamente de sus acciones agresivas allá en el sudeste de Asia, con sus vandálicos y criminales ataques al pueblo de Viet Nam del Norte, con su guerra mercenaria y criminal contra el pueblo de Viet Nam del Sur, con sus intentos de internacionalizar allí la agresión con participación de sudcoreanos, australianos y demás tropas que responden en el Asia a sus planes agresivos y criminales, se presenta el problema de Santo Domingo. Mientras proclamaban allá, en el sudeste de Asia, que perpetraban todas aquellas fechorías para defender la soberanía de Viet Nam del Sur, esa república ficticia y artificial creada por ellos, desembarcan su infantería de marina en el territorio de un Estado soberano y libre, hacen trizas la soberanía de ese Estado, los derechos de ese pueblo. Y esta vez ¿con qué pretexto? Pues con el pretexto nada menos que de defender vidas y haciendas de norteamericanos.
Algunos gobiernos latinoamericanos que, por cierto, han estado muy tibios, demasiado tibios y demasiado débiles —con alguna que otra excepción— en la protesta, han hablado de los móviles humanitarios. ¡¿Qué móviles humanitarios ni "ocho cuartos"?! Con esos móviles supuestamente humanitarios hace apenas unos meses, en complicidad con sus aliados belgas, lanzaron a los paracaidistas sobre el Congo, y en esta ocasión desembarcan sus infantes de marina en territorio dominicano. Pero analicemos el pretexto. En primer lugar, ningún ciudadano norteamericano había perdido la vida en la contienda civil dominicana, donde, sin embargo, cientos de dominicanos habían perdido la vida; pero, además, ¿qué derecho puede tener ningún país, como no sea el derecho de sus cañones, el derecho de sus barcos y aviones de guerra, el derecho de sus tropas militares, a desembarcar en el territorio de otra nación con el pretexto de defender la vida y hacienda de sus connacionales? Según ese criterio no existe la soberanía ni la independencia para ningún país débil, no existe en el mundo, en ningún país del mundo, el derecho de la soberanía para ningún pueblo pequeño. Porque con el mismo criterio con que los imperialistas yankis han desembarcado allí, otras naciones podrían también desembarcar; podrían desembarcar los ingleses para defender la vida y hacienda de sus súbditos, podrían desembarcar los franceses para defender la vida y hacienda de sus súbditos, de sus ciudadanos, podrían desembarcar los españoles para defender la vida y hacienda de sus ciudadanos, podrían desembarcar los italianos para defender la vida y hacienda de sus ciudadanos, podrían desembarcar los japoneses para defender vidas y haciendas de sus ciudadanos. En fin, que cualquier país poderoso, cualquier país grande, se podría arrogar el derecho de desembarcar en el territorio de cualquier país pequeño donde vivieran ciudadanos de ese país, o donde poseyeran propiedades ciudadanos de ese país.
Con esa filosofía, con ese concepto del derecho, con ese criterio, ¿qué seguridad, qué garantía podrían existir para ningún pueblo pequeño; qué legalidad, qué orden y qué paz podrían subsistir en el mundo? Y simplemente con ese argumento, en pleno siglo XX, en la segunda mitad del siglo XX, con ese pretexto tan débil, tan impugnable, tan injustificable desde todos los puntos de vista morales, legales y humanos, desembarcan sus fuerzas militares en una nación independiente del continente americano. Pero ese pretexto injustificable, inadmisible no era más que eso: un pretexto, porque encima de la debilidad del pretexto estaba la falsedad del pretexto, la mentira del pretexto; porque la razón verdadera: detrás del desembarco —que escogió pretexto tan impugnable, tan inaceptable y tan débil— estaba el verdadero propósito de salvar a los militares reaccionarios, de salvar a los gorilas dominicanos, de salvar a los agentes del imperialismo yanki, en un instante en que el pueblo dominicano les iba a ajustar las cuentas de una vez por todas.
¿Y qué fueron a combatir? ¿Acaso una revolución socialista? ¡No!, muy lejos de eso. ¿Acaso una revolución que pudiéramos calificar de liberación nacional? ¡No! Fueron a aplastar nada menos que un movimiento constitucionalista, un movimiento que proclamaba el retorno a la presidencia del país de un presidente derrocado hace cerca de dos años, electo de acuerdo con la Constitución burguesa de ese país, en una de esas elecciones que los imperialistas apologetizan dentro de ese sistema que ellos defienden de la llamada —entre comillas— "democracia representativa"; un movimiento integrado por oficiales inconformes del ejército dominicano —se dice que oficiales y suboficiales jóvenes— y por el pueblo dominicano. Algo similar a lo que habría podido ocurrir en nuestro país el 10 de marzo si el pueblo hubiese podido obtener armas, algo similar a lo que ha ocurrido en otros pueblos de América Latina. ¿Era una revolución socialista? ¡No! ¿Era una revolución comunista? ¡No! Era un movimiento constitucionalista, todo ello dentro de la filosofía y dentro de la concepción que los imperialistas yankis dicen defender. Por eso los hechos llevados a cabo por el gobierno de Estados Unidos chocan no ya solo contra las normas más elementales del derecho, sino chocan contra la propia filosofía, contra las propias ideas que los imperialistas dicen defender; simplemente por defender a los elementos más reaccionarios, a los elementos más derechistas, a los militares netamente gorilas, a los elementos netamente trujillistas de Santo Domingo.
El movimiento constitucionalista proclamaba el retorno de quien había sido elegido constitucionalmente presidente, el señor Juan Bosch. ¿Acaso Juan Bosch es, o ha sido alguna vez, comunista? ¡Nunca! El señor Juan Bosch no tiene que aclarar que él no es comunista, porque nadie ha tenido nunca a Juan Bosch por comunista. Claro que él hace esas aclaraciones a los imperialistas. ¡Bueno, allá él!, pero nosotros sabemos que Juan Bosch nunca ha sido, y posiblemente nunca será, comunista. Decimos esto, que posiblemente, porque quién sabe si después de todo lo que le han hecho algún día empieza a pensar de una manera distinta de la que piensa hoy. ¿Qué oficiales dirigían? Un oficial cuyo nombre hemos oído mentar por primera vez, llamado el coronel Caamaño; otro oficial se mencionaba como jefe de los constitucionalistas, Miguel Angel Ramírez. Miguel Angel Ramírez nunca ha sido comunista; incluso Miguel Angel Ramírez participó en Costa Rica, junto con Figueres, en aquella revuelta armada que llevó a Figueres al gobierno. Si mal no recuerdo, ese mismo Miguel Angel Ramírez participó en aquella revuelta, junto con Figueres. ¡¿Y quién puede decir que el señor José Figueres sea comunista?!
Sin embargo, era lógico que los imperialistas trataran por todos los medios de embadurnar de rojo el movimiento constitucionalista. Para ello, desde luego, no podían tener la menor base ni el menor pretexto. Sin embargo, inmediatamente que se producen los hechos en Santo Domingo, que se dan cuenta de que los gorilas al mando del coronel, o del general, o del testaferro ese llamado Elías Wessin, estaban siendo derrotados por los constitucionalistas que, unidos al pueblo estaban batiendo a los gorilas dominicanos; las agencias cablegráficas yankis, La voz de Estados Unidos, comenzaron —con su estilo de siempre, con su práctica de viejo conocida— a repetir y a divulgar rumores tendientes a presentar el movimiento constitucionalista revolucionario como un movimiento comunista, como un movimiento izquierdista; a presentar la situación en Santo Domingo como una situación de caos, de desorden; comenzaron a hablar de actos de barbarie, comenzaron a hablar de ataques a embajadas.
Pero es curioso que durante un día repitieron incesantemente que varias embajadas habían sido atacadas, y mencionaban la embajada de Ecuador, y, sin embargo, el propio gobierno de Ecuador se encargó de desmentir esa noticia y de declarar que en ningún instante su embajada había sido atacada. Otras embajadas a quienes señalaban como atacadas por los revolucionarios, de otros países, los países se han encargado de desmentir esos infundios. ¿Qué ocurrió realmente? Al parecer los constitucionalistas armaron al pueblo, le entregaron armas al pueblo, y eso fortaleció considerablemente su causa. Los gorilas, refugiados en la Base Aérea de San Isidro, y contando como con unos 30 tanques de guerra, lanzaron el día 28 un ataque contra los constitucionalistas. Al parecer, en los primeros momentos el ataque precedido de tanques progresaba; se dice que cruzaron uno de los puentes que separaban la base de la ciudad. En esos momentos los gorilas cantaban victoria, enviaban noticias, y mientras ametrallaban al pueblo, ametrallaban la ciudad de Santo Domingo y ametrallaban la estación de radio, que estaban en manos de los constitucionalistas, proclamaban su victoria, creían que nada podría contener su ataque de tanques. Pero, ¿qué ocurrió con los tanques?
Por las noticias que se han ido recibiendo, se puede comprender que al parecer los tanques avanzaron unos 300 metros; junto con los tanques, la infantería de los gorilas. Pero el pueblo y los militares que defendían la Constitución y la defensa de Juan Bosch, parapetados en la ciudad, abrieron fuego sobre los tanques y sobre la infantería de Wessin, y todo parece indicar que el avance fue detenido, y no solo fue detenido sino que la columna de los gorilas fue puesta en fuga por la tenaz resistencia del pueblo dominicano. Hasta ese momento no había desembarcado la infantería de marina; hasta ese momento solo habían situados unos 40 infantes de marina en la costa para ir evacuando algunos ciudadanos norteamericanos. Pero cuando la resistencia del pueblo rechazó y prácticamente destruyó la columna atacante, los imperialistas comprendieron que su causa —es decir, la causa de los gorilas— estaba perdida. Y esa noche ordenaron el desembarco masivo de la infantería de marina yanki, la noche del 28.
Alrededor de estos hechos han ocurrido cosas verdaderamente degradantes para los gobiernos latinoamericanos, han ocurrido cosas verdaderamente bochornosas para esa agencia de colonias llamada OEA. El señor Johnson declaró en la noche del día 28 que había dado orden a la infantería de desembarcar para proteger ciudadanos norteamericanos, y que había sido informada la OEA. Pero es lo cierto que en la OEA no se había hablado una sola palabra, que en la OEA nadie tenía la menor noticia. ¡Es mentira!, era una mentira más, porque en la OEA, en el momento en que se dio la orden de desembarcar en Santo Domingo, nadie sabía una palabra; y según publicaron las propias agencias norteamericanas, los delegados de la OEA se enteraron por radio y por televisión cuando habló Johnson que la infantería de marina yanki había desembarcado en santo Domingo.
No se puede concebir una bofetada peor, no se puede concebir un puntapié peor, no se puede concebir una insolencia mayor, un desprecio mayor por esos mismos gobiernos y por esos mismos delegados que en más de una ocasión han sido cómplices de sus actos de arbitrariedad y de sus fechorías. Se enteraron por radio y por televisión, pero hay algunas cosas por añadidura. Un general yanki, jefe de la infantería de marina, que estaba en Saigón, algunas horas antes del anuncio de Johnson declaró que un batallón de infantería de marina había desembarcado en Santo Domingo; es decir, que tiempo tuvieron de comunicarlo en la OEA, porque un general yanki en Saigón, varias horas antes, habló del desembarco de un batallón. Pero cuando el general habló en Saigón —aparentemente se equivocó la hora—, en Washington no se había dicho una sola palabra; entonces los periodistas le preguntaron al jefe de prensa, el jefe de prensa dijo que no, que eran 40 nada más; pero como evidentemente algo había salido mal, una indiscreción había sido cometida, se apuraron, se precipitaron, y una o dos horas después el propio Johnson confirmó lo que un general yanki había dicho en Saigón, no que un batallón, sino que varios batallones de infantería de marina habían desembarcado en Santo Domingo. Esto fue el 28.
Pero, ¿qué ocurrió el 29? Al parecer esperaban que el mero desembarco de unos batallones amedrentaría al pueblo dominicano; al parecer creyeron que el simple desembarco paralizaría al pueblo dominicano. Pero, ¿qué ocurrió? Lo imprevisto, lo increíble para los imperialistas, lo sorprendente: ¡El pueblo siguió combatiendo y acorralando a los gorilas y sin detenerse un solo instante, siguieron su avance; y al parecer estaban poniendo ya en peligro la propia base de los militares reaccionarios en San Isidro! Eso fue el 29. Entonces, ¿qué ocurrió? El 29 por la noche, asustados, amedrentados ante la reacción del pueblo, desembarcaron en la propia base de San Isidro dos batallones de la División 82 Aerotransportada con todos sus equipos militares. Es decir que a pesar del primer desembarco, la causa de los gorilas estaba perdida, la base de San Isidro no podría resistir y el 29, en la propia base de San Isidro, desembarcaron con equipo de campaña y con tanques de guerra dos batallones de la 82 División aerotransportada.
Y el día 30, ¿qué ocurrió? La OEA se había reunido el día antes. Un elemental sentido del pudor, una situación extraordinariamente comprometida ante sus propios pueblos, hacía que los representantes de los gobiernos de América Latina tragasen de muy mala gana todo aquello. Entonces el gobierno de Estados Unidos propuso la creación de una zona neutral —¡pero qué zona neutral!—, una zona de 26 kilómetros en la ciudad de Santo Domingo, 26 kilómetros cuadrados, es decir, casi toda la ciudad. Pero no habían terminado los de la OEA de tomar el acuerdo, cuando ya las tropas de Estados Unidos de "motu propio", por cuenta propia, y sin consultar con nadie, establecieron esa llamada zona de seguridad. Claro que lo que querían era un pretexto para ocupar la mayor parte de la ciudad de Santo Domingo.
Sin embargo, ¿qué pasó el día 30? Primero habían desembarcado los marinos, después habían desembarcado batallones de la División aerotransportada. Sin embargo, en la ciudad seguía luchando el pueblo, y la fortaleza de Ozama, uno de los principales baluartes de los gorilas en el propio centro de Santo Domingo, cayó el día 30 bajo el ataque de las fuerzas constitucionalistas, es decir, cuando ya había desembarcado la infantería de marina, cuando ya habían desembarcado dos batallones de paracaidistas. El pueblo siguió adelante y tomó por asalto la fortaleza de Ozama el propio día 30. Fue por eso que aunque tenían ya 4 500 hombres, los imperialistas dispusieron nuevos desembarcos de tropas en Santo Domingo.
Y hay algo que no pueden disimular, hay algo que lo revelan sus propias agencias cablegráficas, y es que en el día de ayer las fuerzas yankis, acompañadas por tropas de Wessin, atacaron la ciudad de Santo Domingo por el puente Duarte. Pero la resistencia del pueblo dominicano, su tenacidad, su patriotismo, estaba haciendo las cosas cada vez más difíciles a los imperialistas yankis, y todos sus esfuerzos se han dirigido a tratar de legalizar de algún modo su acción. Hoy tenían reunida a la OEA. ¿Y qué proponían? Proponían internacionalizar la intervención, legalizar la intervención; es decir que para que no fuese una intervención unilateral de Estados Unidos, los gobiernos, los representantes de los gobiernos, acordasen internacionalizar la intervención y, en consecuencia, ya las tropas yankis no estarían allí como tropas del gobierno de Estados Unidos sino como tropas de la OEA. Es decir que lo que trata el gobierno de Estados Unidos en estos instantes por todos los medios es corresponsabilizar a los demás gobiernos de América Latina con sus planes criminales, manchar con la sangre de ese crimen a los demás gobiernos de América Latina, santificar, legalizar su criminal acción. Y hoy estaban presionando en la OEA para que se tomase el "acuerdo" de internacionalizar, de manera que la intervención fuese colectiva, y entonces ya que no apareciera como una intervención unilateral de Estados Unidos.
En el interín se esforzaron —puesto que no podían aplastar al pueblo— en lograr una tregua. Y cuando —según noticias— había habido ya algunas conversaciones de tregua, entonces el gobierno de Estados Unidos comenzó a decir que, desde luego, la única autoridad que reconocían era la de la base de San Isidro, es decir, la del general Wessin. Ahora bien: cuando intervinieron habían dicho que en Santo Domingo no había ninguna autoridad, es decir que aun en medio de la tregua estaban tratando de crear condiciones para imponer a los gorilas. Es posible que traten de desarmar al pueblo, es posible que traten de que el pueblo entregue las armas en medio de esa tregua. ¿Pero qué noticias nos trae Prensa Latina de la situación en el día de hoy? Pues según las noticias, los jefes constitucionalistas establecen como condición para que haya tregua, el retiro de las tropas norteamericanas de territorio dominicano.
Ese punto de vista engrandece a los dirigentes constitucionalistas. Esa actitud eleva su prestigio ante los ojos de todo el mundo. Pero hay que decir que en el día de ayer y de hoy, cuando tropas yankis con tanques, unidas a las fuerzas de Wessin, penetraron por el puente de Duarte, se encontraron con tenaz resistencia y un nutrido fuego por parte de los soldados y combatientes constitucionalistas, de tal manera que, según las noticias, tres infantes de marina y dos paracaidistas yankis han muerto en Santo Domingo, y más de 15 han sido heridos; es decir, que los dominicanos, el pueblo dominicano ha comprobado lo que Sandino había comprobado ya, lo que el heroico pueblo de Viet Nam ha comprobado ya: ¡Que los infantes de marina son de carne y hueso, y que en la carne de los soldados de infantería de marina yanki penetran las balas!, y que mueren como perros miserables y traidores cuando se dispara contra ellos mientras perpetran sus fechorías en cualquier lugar del mundo.
Y al pueblo y a los combatientes dominicanos les cabe la honrosa gloria de haber comprobado una vez más esa verdad, de haber comprobado que los soldados mercenarios del imperialismo son de carne y hueso, y que si vienen a matar, bien merecen morir. Ante la situación actual, el imperialismo ha desembarcado nuevas tropas en Santo Domingo; pero ya el pueblo dominicano ha desenmascarado sus planes, ya el pueblo dominicano les ha obligado a quitarse la careta, ya el pueblo dominicano les ha obligado a revelar sus verdaderas intenciones, su papel de enemigos de los pueblos, su papel de defensores y aliados de los reaccionarios; porque fueron allí a defender a ese mismo Wessin cuyos aviones de guerra ametrallaron y bombardearon la ciudad, cuyos aviones de guerra causaron cientos de víctimas inocentes, mujeres y niños, en la población civil dominicana; cuyos aviones de guerra llenaron los hospitales de víctimas, de heridos y de cadáveres. Y cuando el pueblo se disponía a rendirles cuenta, ese mismo imperio, esos mismos soldados yankis que fueron los que en su anterior intervención dejaron allí a Trujillo e implantaron el gobierno de Trujillo, esos mismos soldados que a la caída de Trujillo con sus barcos de guerra impidieron la revolución del pueblo dominicano, esos mismos marinos van allí a defender a los genocidas, a los que bombardean las ciudades, a los esbirros que asesinan a ciudadanos, a campesinos y a obreros y a estudiantes dominicanos.
¡A nadie podrán confundir ni engañar con su calumnia, ni con sus mentiras! El señor Johnson ha dicho, con ese cinismo que lo caracteriza, que "elementos entrenados en el extranjero" trataban de controlar la situación. ¡Sí!, los elementos entrenados por el imperialismo en Fort Bragg, los elementos entrenados por el imperialismo en Panamá; los gorilas y los asesores yankis son los que están tratando allí de controlar la situación, de aplastar la Revolución Dominicana; ellos son los únicos extranjeros que actúan allí, ellos son los únicos agentes extranjeros que actúan allí. Ahora se dedican a averiguar si entre los miles de combatientes del pueblo hay alguno que otro comunista, y empiezan a decir que hay comunistas entre los constitucionalistas. Lo extraño sería que dijeran que había comunistas entre los gorilistas, entre los defensores del imperialismo, entre los defensores de Wessin. Nosotros no sabemos cuántos comunistas hay en Santo Domingo, es posible que sean pocos comunistas; pero sin duda de ninguna clase que cualquier comunista en una lucha como esta no se pone al lado de los imperialistas, no se pone al lado de los gorilas; lucha, porque ese es su deber revolucionario, junto a la Constitución, junto al partido que defienda la Constitución, aunque ese partido se declare no comunista, aunque ese partido jure que no quiere nada con los comunistas.
Y ahora andan hurgando para ver dónde andaban los comunistas conocidos en Santo Domingo. Pero ese es el más ridículo y más absurdo de los pretextos. No sabemos si había comunistas en Etiopía cuando Mussolini atacó Etiopía, pero sin duda que no pelearon al lado de Mussolini. No sabemos en cada uno de esos casos de agresión, los comunistas que hay en cualquier país, pero es deber de todo comunista luchar junto al movimiento popular; aunque sean una minoría, aunque sean 10, si el pueblo está luchando contra sus enemigos tradicionales, tienen el deber de luchar junto al pueblo.
¿Qué demuestra esta actuación del imperialismo yanki? Demuestra que el imperialismo tiene miedo, demuestra que el imperialismo está nervioso. En Venezuela hubo también una revolución; en esa revolución participó el Partido Comunista cuando el derrocamiento de Pérez Jiménez. Era un Partido Comunista mucho más organizado, mucho más numeroso y de mucha más experiencia de la que pueda tener el Partido Comunista de Santo Domingo; participó activamente en esa lucha. El sentimiento antimperialista tal vez era más poderoso que el sentimiento antimperialista que existiera en Santo Domingo, aunque esto es una simple conjetura. Sin embargo, el imperialismo no intervino, el imperialismo buscó otros medios, buscó otros instrumentos, dividió al pueblo, escogió como instrumento a uno de los partidos políticos y a su jefe, el tristemente célebre Rómulo Betancourt, que seguramente en estos instantes no abre la boca ni dice una sola palabra para condenar la intervención de Estados Unidos, la brutal intervención de Estados Unidos en Santo Domingo. Dividieron el pueblo, agitaron el anticomunismo, y por lo menos transitoriamente impidieron la revolución en Venezuela.
El hecho de que los imperialistas se hayan precipitado, el hecho de que ante un levantamiento cívico-militar, no comunista, de carácter constitucionalista, que tenía por líder a Juan Bosch, que ha jurado mil veces —y de verdad— que no es comunista, ni tiene nada de comunista, los imperialistas no hayan tratado de hacer lo de Venezuela, no hayan seguido la táctica de Venezuela y se hayan lanzado a la ocupación militar de Santo Domingo, demuestra que están nerviosos, demuestra que han perdido el control, demuestra que han perdido la serenidad de pensar, demuestra que han perdido la fe en sus tácticas tradicionales. Pero se han lanzado criminalmente a una aventura en la que tienen mucho más que perder que ganar porque, en primer lugar, desprestigian a todos esos gobiernos burgueses que han estado tratando de encontrar una "hojita de parra" para cubrirse de su complicidad con los imperialistas.
Y esos gobiernos burgueses que creyeron en la política de buena vecindad, que creyeron en la Alianza para el Progreso, que creyeron que la época de la política del garrote había quedado atrás, que creyeron que las intervenciones de la infantería de marina habían quedado muy atrás en la historia, que creyeron de veras en ese lobo disfrazado de Caperucita, han tenido la oportunidad de recibir una gran lección, un gran desengaño, y ante sus pueblos han de verse en una situación muy difícil, porque ya no es problema de comunismo, o anticomunismo, o de socialismo, o de revolución democrático-burguesa. ¡No, lo que se está discutiendo aquí es la independencia y la soberanía de los pueblos de este continente!
Aceptar calladamente, aceptar tranquilamente la intervención yanki en Santo Domingo es renunciar al derecho de la independencia de los pueblos de América Latina, es reconocer el derecho de Estados Unidos a enviar su infantería de marina —cuando le venga en ganas— a cualquier país de América Latina. Y ese es el dilema que tienen hoy todos los gobiernos de América Latina ante sus propios pueblos: si aceptan o no aceptan el derecho de intervención de Estados Unidos, si aceptan o no aceptan la renuncia a su soberanía; porque en todos los países de América Latina hay ciudadanos yankis, excepto aquí, donde los que hay son unos pocos y son amigos de Cuba; y los que no lo sean que anden claros, porque queda alguno que otro por ahí, queda alguno que otro "gringo" por ahí disfrazado. Pero en los demás países de América Latina, en todos, hay ciudadanos yankis, hay haciendas yankis.
Aceptar el derecho de Estados Unidos a intervenir en Santo Domingo para proteger vidas y haciendas de ciudadanos yankis, es aceptar el derecho de Estados Unidos a intervenir en cualquier país de América Latina, porque en todos hay ciudadanos y haciendas yankis. Y es el tremendo dilema: consagrar ese crimen, internacionalizar la intervención es aún peor. Varios gobiernos, de manera más o menos versallesca, han protestado de la intervención, pero hay que reconocer que solo un gobierno, solo un gobierno ha demandado la retirada inmediata de las tropas yankis de Santo Domingo. Ese no es un gobierno socialista, no es un gobierno que haya sido ni amigo ni enemigo nuestro, pero está muy lejos del marxismo- leninismo. Sin embargo, es justo reconocer que ha sido el gobierno que ha tenido un planteamiento más claro, y es el gobierno de Chile.
El gobierno de Chile ha planteado la retirada de las tropas yankis de Santo Domingo. Y esa es la única posición correcta, no cabe ninguna otra posición, no cabe ninguna otra fórmula, porque consagrar, legalizar, santificar ese crimen, no se lo perdonarán los pueblos a ningún gobierno. ¡Hay que obligar al imperialismo a que retire su infantería de marina de Santo Domingo!; ¡hay que obligar al imperialismo a que cese su intervención armada, su participación en la guerra civil, sus acciones de guerra contra el pueblo y contra los patriotas dominicanos! Y esa acción no ha de corresponder solo a los pueblos de América Latina, ha de corresponder a todo el mundo.
En Santo Domingo los gobiernos de América Latina y un pueblo de América Latina están cosechando los amargos frutos de la política estúpida, criminal, irresponsable, llevada a cabo contra nuestro país; están recogiendo los frutos de su complicidad con el imperialismo contra Cuba; están recogiendo los frutos de los acuerdos de Costa Rica, de Punta del Este, de Washington; están recogiendo los frutos de su apoyo a las medidas yankis contra Cuba, de su tolerancia a la piratería yanki contra Cuba, de su tolerancia cómplice a las agresiones contra nuestra patria, a los ataques como el de Playa Girón, al bloqueo económico, a los ataques piratas, a la ruptura de relaciones contra nuestra patria.
Hoy el continente americano podrá apreciar que Cuba solitaria ha defendido como nadie el derecho de no intervención, que Cuba solitaria ha defendido como nadie el derecho a la independencia de los pueblos de América Latina, que Cuba como nadie —y no en virtud de una concesión de los imperialistas, sino en virtud de la entereza, de la dignidad y del espíritu revolucionario de nuestro pueblo— ha frenado a los imperialistas yankis y ha defendido el derecho soberano de los pueblos de América; Cuba solitaria frente al imperialismo, frente a gobiernos cobardes, frente a los cómplices, frente a los sindicatos amarillos. Esos mismos que en complicidad con el Departamento de Estado promueven bloqueos y sabotajes contra los barcos que comercian con Cuba, hoy, ante los pueblos de América aparecerán como lo que son: ¡Traidores, vendepatrias, miserables, vendidos al imperialismo yanki, enemigos de los pueblos de América, enemigos de la soberanía de los pueblos de América!
¡Cuba, Cuba solitaria ha resistido, ha mantenido en alto su bandera independiente y soberana! ¡Cuba solitaria, defendiendo sus derechos, ha defendido los derechos de los demás pueblos! ¡Hoy la América podrá saber quién interviene de verdad en los asuntos internos de los demás pueblos, quién lesiona la soberanía de los demás pueblos! Las palabras cínicas del imperialismo no confundirán a nadie; su propia prensa y sus propios legisladores se han encargado de decir que el propósito principal era impedir el triunfo de una revolución como la de Cuba en Santo Domingo.
En primer lugar, eso es mentira; en primer lugar, no era una revolución como la de Cuba; en primer lugar, no era una revolución comunista. Pero aunque fuese una revolución como la de Cuba, una revolución comunista, ¿qué derecho tienen los imperialistas a impedirles a los pueblos el derecho a hacer las revoluciones que estimen pertinentes? Eso es facultad soberana de cualquier pueblo, es un derecho histórico de cualquier pueblo: dentro de sus fronteras llevar a cabo y realizar el tipo de sociedad que estime conveniente, que el pueblo quiera, que el pueblo desee darse a través de sus métodos, métodos legales si quiere, o métodos revolucionarios como los métodos que adoptamos nosotros. Ningún país y ningún conjunto de países tienen el derecho a impedir que cualquier pueblo haga el tipo de revolución que estime conveniente. Si quieren hacer revoluciones democrático- burguesas, que hagan revoluciones democrático-burguesas; y si quieren hacer revoluciones socialistas, que hagan revoluciones socialistas; y si quieren hacer reformas demócrata-cristianas, que hagan sus reformas demócrata-cristianas. ¡Que cada cual haga dentro de su frontera lo que crea más conveniente a su felicidad y a sus destinos!
La revolución, la lucha revolucionaria en Santo Domingo, no es socialista, no es marxista-leninista. Pero aunque fuera revolución socialista o comunista, ¡el imperialismo yanki no tiene derecho a desembarcar allí su infantería de marina! Y aunque no sean comunistas, ¡nosotros saludamos a los heroicos y valerosos combatientes dominicanos como habríamos saludado a los soldados de Bolívar, o a los soldados de Sucre, o a los soldados de Juárez, aunque no fuesen comunistas! ¡Saludamos con admiración a aquellos cadetes de Chapultepec que cuando la invasión de Estados Unidos a México, en la que le arrebató la mitad de su territorio, se negaron a rendirse y, envueltos en la bandera mexicana, se lanzaron a un sacrificio, prefiriendo la muerte a la rendición! Aquellos, aquellos cadetes no eran comunistas. ¡Admiramos en la historia a aquellos ciudadanos franceses que asaltaron e hicieron trizas La Bastilla y con La Bastilla los privilegios feudales que significaba, aunque no eran comunistas! ¡Admiramos a nuestros heroicos y gloriosos mambises, y no eran comunistas! ¡Admiramos a todos los combatientes, a los que cayeron luchando contra Machado, a los que cayeron luchando contra Batista! Para llegar a ser comunista es necesario adquirir una profunda conciencia, una profunda convicción filosófica, histórica y social, una profunda comprensión de los problemas de la sociedad y de la historia. Y solo se podía ser comunista científico en esta época.
Pero dondequiera que el pueblo luche más o menos consciente, comprendiendo con mayor o menor claridad las causas de sus miserias, las causas de su pobreza, de su hambre, dondequiera que el pueblo luche contra los opresores, merecerá siempre, en cualquier época y en cualquier parte de la historia, la admiración de los pueblos. Por eso, nuestra admiración a los heroicos combatientes dominicanos, nuestro profundo respeto hacia los que cayeron defendiendo su pueblo, defendiendo su causa, luchando contra los gorilas, luchando contra los intervencionistas yankis; nuestro respeto y nuestra admiración. Y nuestra convicción de que la intervención imperialista es una aventura descabellada llamada al fracaso, llamada a ahondar las contradicciones del imperialismo, llamada a sumirla en el desprecio. Acusan de izquierdista al movimiento revolucionario, y lo que hará izquierdista al movimiento revolucionario es precisamente la intervención yanki, lo que hará izquierdista al pueblo dominicano es la cobarde invasión yanki, lo que hará izquierdista al pueblo dominicano es la complicidad del imperialismo yanki con sus verdugos, con los esbirros que atropellan y asesinan a los hijos del pueblo, con los reaccionarios, con los criminales, con los que ametrallan y bombardean sin consideración a la población civil, con los que matan y hieren a cientos y a miles de inocentes, porque eso dejará huellas indelebles, eso dejará huellas imborrables.
Es probable que los imperialistas para tratar de borrar la mancha de sangre y de borrar el odio, se aparezcan con sus "alimentos de paz", con sus medicinas; pero nada, nada absolutamente borrará el odio, la repulsa y la indignación del pueblo dominicano. Más nada contendrá la lucha, porque esos heroicos patriotas que se enfrentaron a los tanques y los destruyeron, que en medio de la intervención tomaron por asalto la fortaleza de Ozama, no cejarán en la lucha de una forma o de otra, como luchan hoy los vietnamitas o como luchó Sandino, o como luchan los venezolanos, o como luchan los colombianos; seguirán su lucha, porque nada ni nadie podrá aplastar la voluntad y el heroísmo de los pueblos.
Es necesaria la movilización de la opinión mundial. El gobierno de Cuba denunció ante las Naciones Unidas la criminal invasión yanki de Santo Domingo, y la Unión Soviética pidió la reunión del Consejo de Seguridad para discutir la intervención yanki en Santo Domingo; y el lunes se reunirá el Consejo de Seguridad para discutir ese problema. Y estamos seguros de que la causa del pueblo dominicano no solo tendrá el apoyo del campo socialista, tendrá el apoyo también de todos los países no alineados, y tendrá el apoyo de la mayor parte de los pueblos del mundo, porque ningún pueblo podrá permanecer indiferente ante ese hecho flagrante, desvergonzado y criminal. Es necesario que se movilice la opinión mundial, es necesario exigir la retirada de las tropas imperialistas del Estado soberano e independiente de Santo Domingo.
Los imperialistas se muestran muy agresivos. Les decía que están aconsejados por la desesperación y el miedo. Mas nosotros sabemos que los imperialistas son chantajistas por naturaleza, los conocemos bien, demasiado bien, cada cosa paso a paso. En Viet Nam, primero la supuesta agresión de lanchas torpederas, ataque de represalia; después ataques ya sistemáticos sin represalia; después envío de tropas al sur; después participación de la aviación en Viet Nam. Aquí en Santo Domingo, primero unos pocos marinos y unos barcos para proteger vidas y haciendas; después la infantería; después la división aerotransportada; después zona neutralizada; después para mantener el orden. Y así, paso a paso, en cada una de sus aventuras, en cada una de sus fechorías.
Es lógico que esta actitud agresiva de los imperialistas preocupe a los pueblos, preocupe a todos los pueblos. En pocos meses se han sucedido la intervención en el Congo, las agresiones a Viet Nam, la invasión de Santo Domingo, todo eso en menos de un año; actitud irresponsable, actitud aventurera, actitud peligrosa. Aconsejados por el miedo a las revoluciones, amedrentados por los cambios inevitables que en el mundo se producen, se empeñan en detener la marcha de la historia, en Asia, en Africa, en América Latina. Es necesario contrarrestar esa agresividad imperialista. Los problemas de la paz nos preocupan a todos. Sería insensato, irresponsable, quien no comprendiese la importancia de la paz. Todos la comprendemos. Pero la defensa de la paz no puede ser una defensa pasiva, la prédica en favor de la paz no puede ser una prédica beatífica, ¡la paz a cualquier precio! ¡No! Ya desde la época de la Crisis de Octubre nosotros planteamos aquella consigna de paz con dignidad. La preocupación de los pueblos por la paz no significa ni puede significar de ninguna forma el derecho de los imperialistas a inmolar los pueblos impunemente, el derecho de los imperialistas a acentuar su agresividad girando contra el deber de luchar por la paz y la responsabilidad de la paz de los demás pueblos. Nosotros creemos sinceramente que esos caminos no conducen realmente a la paz, porque estamos enfrentados a una mentalidad chantajista, ventajista y calculista, tal cual es la mentalidad yanki, la mentalidad de los gobernantes yankis.
En primer lugar, este señor Johnson es un farsante completo. En su campaña contra Goldwater, que enarbolaba las tesis más agresivas del imperialismo, él se presentaba como partidario de la paz, partidario de soluciones pacíficas, enemigo de las aventuras belicistas, para capitalizar la preocupación del pueblo norteamericano y las inquietudes del pueblo norteamericano, que votó más que por Johnson contra Goldwater. Sin embargo, los hechos demuestran aquello que dijimos nosotros cuando la elección: que lo mismo nos daba "Juana que su hermana". Johnson ha estafado a la opinión pública norteamericana. Muchos periódicos, en Europa, saludaron el triunfo de Johnson frente a Goldwater; sin embargo, con su política irresponsable, aventurera, nerviosa, Johnson marcha por caminos sumamente peligrosos, en Viet Nam, en Santo Domingo, y quién sabe luego en qué otros sitios.
Electo presidente, sigue la política de los gorilas del Pentágono, de los círculos más reaccionarios de Estados Unidos. Pero esa es eminentemente una política de chantaje. En la mentalidad yanki opera la teoría del equilibrio nuclear, y que existiendo equilibrio nuclear no habrá guerra nuclear, y que cuentan —por tanto— con amplio campo para sus fechorías en forma de guerra limitada, subversión, intervenciones, agresiones, ataques aéreos, toda esa filosofía que se basa en su idea del equilibrio nuclear, y que en la misma medida en que las armas nucleares son cada vez más poderosas ellos podrán girar contra esa realidad y perpetrar en el mundo todo género de fechorías.
Nosotros creemos que es necesario hacer cambiar esa mentalidad a los imperialistas, nosotros creemos que hay que hacerles ver a los imperialistas que están jugando con fuego de verdad. A juzgar por los hechos, los peligros de guerra aumentarán más y más mientras esa mentalidad del imperialismo no sea cambiada, mientras los imperialistas no lleguen a la convicción de que ese camino es peligroso y que esa política de ninguna forma la podrán llevar a cabo. Solo cuando los imperialistas estén convencidos de eso, empezará realmente a disminuir la tensión; solo cuando los imperialistas estén convencidos de eso, la situación podrá empezar a cambiar. Pero, sin duda que nosotros, todos los pueblos, nuestro pueblo, todos los pueblos del mundo, todos los pueblos del campo socialista, nos vemos en la necesidad de hacer comprender eso a los imperialistas, nos vemos en la necesidad de afrontar esa realidad y de afrontar esos riesgos, que son los riesgos que nos impone la historia y la época en que vivimos. ¡Pero es necesario en algún lugar cortarles las manos a los imperialistas, en Viet Nam o donde sea!
En Viet Nam están llevando a cabo la política que nosotros denunciamos en la escalinata: crear condiciones para internacionalizar la guerra de Viet Nam y aplastar el movimiento de liberación. Sus ataques al norte tienen el propósito de amedrentar, de intimidar; amagan con atacar tal o cual país. Su propósito es crear condiciones, internacionalizar aquella guerra, participar directamente con sus aviones, sus soldados, soldados neozelandeses, canadienses —canadienses no, perdónenme los canadienses, y ojalá no hagan lo mismo que los australianos—, australianos, sudcoreanos, bombardear el sur con cientos de aviones, lanzar sus gases tóxicos, sus bombas inflamables, y aplastar el movimiento revolucionario en el sur. Pues bien: tratan de crear condiciones en el norte para eso.
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Nadie quiere ni puede querer guerra; los pueblos desean la paz, vivir en paz, trabajar en paz, crecer en paz, desarrollarse en paz; los pueblos desean construir su felicidad, pero esa felicidad, ese derecho hay que conquistarlo inteligentemente.
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Nuestra conclusión es la de prepararnos bien, armarnos mejor todavía, fortalecer nuestras defensas por todos los medios, para que ese enemigo chantajista sepa lo que le toca: que cuando pongan un pie aquí, posiblemente aquí no se acabe esa guerra, no posiblemente, sin posiblemente, ¡mientras haya uno de nosotros vivo o haya un "gringo" vivo aquí en este país!
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En este 1ro de Mayo las perspectivas del porvenir se presentan más claras y más brillantes que nunca; la conciencia revolucionaria, más profunda que nunca; el entusiasmo por el trabajo, más profundo que nunca; la confianza del pueblo en su futuro, más firme que nunca. Y esto se veía ya desde antes del 1ro de Mayo, en las movilizaciones masivas del pueblo en la semana de la victoria de Girón; en el optimismo de las masas, el ardor de las masas en todo y para todo: en el trabajo, en el estudio, en el sentimiento revolucionario, en la solidaridad hacia los demás pueblos, en su espíritu internacionalista, que han hecho al cabo de estos años de Revolución un pueblo firme, un pueblo sólido, un pueblo organizado, un pueblo preparado, ¡un pueblo que ha resistido y resistirá!, ¡un pueblo que ha vencido y vencerá!
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!
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