MORAL Y LUCES

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martes, 5 de febrero de 2013

Carta del profesor Juan Bosch a Rafael Gamundi Cordero




En medio de la turbulenta y rabiosa dictadura impopular, encabezada por el Doctor Joaquín Balaguer y su Partido Reformista, que reprimieron, ensangrentaron y empobrecieron al pueblo dominicano, el profesor Juan Bosch decidió que el PRD no participara en la farsa electoral de 1970 y, en cambio, se armara ideológicamente con la Tesis de la DICTADURA CON RESPALDO POPULAR, cuyo objetivo fundamental era la instauración de un régimen donde imperara una democracia social verdadera. Así, desencantado de la llamada democracia representativa, el profesor Bosch, desde España, el 4 de noviembre de 1968, me envió la siguiente carta:
Querido Rafa:

Hoy le escribo una larga carta a José Francisco y quisiera que tú la leyeras porque en ella contesto a lo que me tratas en la tuya del 29 de octubre. Además, hay un párrafo que se refiere concretamente a ti. Pero hay alguna que otra cosa que no le he dicho al compadre y que quiero decirte.

La primera de ellas es que la política, como campo donde se producen los hechos históricos, no puede improvisarse, como no puede improvisarse un campo de batalla. El general que sabe lo que hace escoge de antemano el lugar donde va a combatir y no deja que el adversario le imponga el suyo.

Al fundar el PRD, y al comenzar éste sus actividades en el país, yo escogí el campo democrático porque creía con toda el alma que el sistema democrático era el que podía ayudar a resolver de la mejor manera los problemas dominicanos y di la batalla en ese campo. El PRD fue, pues, un partido democrático. 

Sin embargo, yo estaba equivocado. A la altura de 1963, la democracia era ya un cuerpo muerto, refugio de la extrema derecha en todo el mundo; sólo que el atraso dominicano compartido por mí nos hizo creer que todavía la democracia tenía vigencia mundial. A esa creencia contribuyó el fulgor del kennedismo, pero se trataba del fulgor de una estrella muerta.

Ahora yo no creo en la democracia y el Partido sigue creyendo en ella. Luego, lógicamente, yo no puedo seguir siendo perredeísta. Sé que en todo el país se levantará un clamor acusándome de haber desamparado al pueblo. Prefiero esa acusación a que me acusen, con razón, de haberlo engañado. En consecuencia, cuando vuelva al país yo no iré como perredeísta, y tengo necesariamente que decírselo así a los compañeros de honestidad ejemplar, como eres tú. 

Lo demás lo verás en la carta a mi compadre. Por ahora, un saludo a la doñita y un abrazo fraternal para ti de

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