Por DIÓMEDES NÚÑEZ POLANCO
diomedesnp[@]gmail.com
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Desde el histórico anuncio del restablecimiento de relaciones diplomáticas y comerciales entre los Estados Unidos y Cuba, el 16 de diciembre de 2014, se han llevado a cabo varias reuniones de trabajo con delegaciones de ambos países, así como visitas a la Isla de senadores del Partido Demócrata; y se anunció la llegada a La Habana, este jueves, de Nancy Pelosi, líder de la minoría demócrata de la Cámara de Representantes: todo con el objeto de allanar el camino para la realización plena de sus definitivos intercambios bilaterales. La primera ronda de alto nivel se llevó a cabo los días 21 y 22 de enero, en Cuba, y la segunda se realizará el próximo 27 de febrero, en el Departamento de Estado, en Washington.
Continuamos exponiendo el rol de los presidentes demócratas estadounidenses, como antecedentes de los acuerdos que hoy se están convirtiendo en realidad. Esta entrega corresponde a James Carter, que gobernó de 1977 a 1981.
Al preguntarle Ignacio Ramonet su motivación para invitar, en 2002, a James Carter para que visitara Cuba, el comandante Fidel Castro respondió:
“Primero, yo siempre tuve buena opinión de Carter como un hombre de ética. Su política fue constructiva en relación con Cuba y fue uno de los presidentes más honorables. Tenía una ética, una moral. Recordaba la vez que le hicieron, en 1976, la famosa entrevista de la revista Playboy, en que él respondió con un espíritu muy sano.” ( Ver Cien horas con Fidel -Conversaciones con Ignacio Ramonet, Publicaciones del Consejo de Estado, La Habana, 2006, p. 261-).
IR: ¿Es usted lector de Playboy?
FC: “No, pero como venía una entrevista de Carter muy interesante, la leí. (…) Carter no era capaz de inventar una mentira. Entonces, le voy a decir, intuí en Carter, desde antes de que fuera electo, que se trataba de un hombre con principios éticos, a partir de sinceros sentimientos religiosos”. (Ibídem).
IR: Durante el gobierno de Carter, ¿no hubo crisis particulares?
FC: “No, cuando yo me di cuenta de que iba a ganar las elecciones en 1976, estaban pendientes problemas importantes como el de Panamá y el riesgo de que Torrijos (…) tomara alguna acción, porque él públicamente (…) había dicho que si no devolvían el Canal a Panamá lo iba a tomar por la fuerza. Yo comprendía perfectamente las consecuencias que podía tener una acción de esa naturaleza (…).
“Torrijos reclamaba la devolución del Canal y un acuerdo justo sobre el tema. Yo me doy cuenta, a partir de las declaraciones de Carter, su discurso –no lo conocía mucho, pero uno se ha habituado casi desde lejos y por algunos rasgos a conocer a las personalidades-, de que el posible Presidente de Estados Unidos era un hombre honorable, de procedencia religiosa. Y me daba cuenta también de que Torrijos, con aquellos pronunciamientos, podía verse comprometido a una acción drástica, que habría sido funesta para un país tan pequeño como Panamá. Por ello, me atreví a sugerirle que esperara el resultado de las elecciones (…) y tuviera paciencia.”
“(…) Le dije en realidad a Torrijos dos cosas: ‘Tengo la convicción de que Carter va a ganar las elecciones –esa conclusión la saca uno del conjunto de factores de que aquel momento-‘, y le añadí: ‘Es un hombre, a mi juicio, que sería capaz de comprender el problema, con él se podría llegar a un acuerdo con relación al Canal’ ”. Esa es la verdad. Se lo sugerí más de una vez. (…). (Pág. 462).
“Yo percibí en ese hombre, Carter, una conducta moral. Luego Carter no solo ganó las elecciones, sino que incluso tuvo una mejor actitud con relación a Cuba, deseaba cambiar. A él se debe la Oficina de Intereses.” (Pág. 463).
“(…) En aquel momento había una situación difícil, la guerra de Angola se desarrollaba desde 1975; pero Carter era un hombre que deseaba arreglar los problemas con nuestro país”. (Ibídem.).
“(…) Pero Mariel cesa, precisamente porque el Presidente era Carter, había tenido una buena conducta, en general, y nosotros no queríamos contribuir con una posición obstinada al triunfo de Reagan y de la extrema derecha. (…).” (Ibídem.) En 1980, se produjo la crisis migratoria de Mariel, tras la ocupación de las embajadas de Perú y Venezuela, en La Habana.
“Carter, que había sufrido ya un golpe relativamente fuerte con lo de Irán, cometió entonces lo que yo considero realmente un error. (…) (Pág. 464).
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