Eurochavismo
En
América latina estamos viviendo las convulsiones epilépticas del imperio
estadounidense que, mientras cambia de estrategias en su relacionamiento con
Cuba, trata como “enemigo” a Venezuela…
El
gobierno venezolano rechazó (9 de febrero) categóricamente la mención a
Venezuela contenida en el documento Estrategia de Seguridad Nacional para 2015,
y señaló que “nada atenta más contra la paz, la democracia y la estabilidad
mundial que el mito de la “excepcionalidad” estadounidense que conduce al
gobierno de esa nación una y otra vez a descalificar países y emitir
pronunciamientos que constituyen un acto de injerencia inaceptable en la
política interna de otros estados”.
Juicio
exagerado –sería ese de calificar a Venezuela como enemigo- si no consideramos
que la herencia de Hugo Chávez no solamente ha impactado a Venezuela y América
latina, sino que ha dado nacimiento al eurochavismo, nos recuerda el
antropólogo e historiador Mario Sanoja. La idea fue expresada y razonada
científicamente por el economista marxista italiano Luciano Vasopollo.
La
furia gringa contra Chavez y el chavismo se origina por el surgimiento de lo
que ellos llaman los movimientos eurochavistas de liberación nacional, sobre
todo en Grecia y España, y en los apoyos de diversas organizaciones y gobiernos
que ambos procesos han obtenido en el resto de Europa. Es más: en el apoyo que
las ciudadanías –en las calles y en las urnas- les han dado a Syriza y a
Podemos, por ejemplo.
La
evolución agresiva y rapaz del modelo de desarrollo capitalista ha conducido a
Europa a una situación en la que las demandas democráticas aparecen como
aspiraciones radicales. Crear nuevos instrumentos de conflicto capital-trabajo
implica la necesidad de una mayor participación en las instancias democráticas
construidas en la lucha, en el conflicto. Existe la urgencia de una
recomposición de un bloque social amplio y fuerte, capaz de actuar en unas
condiciones socio-económicas, en las cuales incluso las demandas de mayor
democracia y participación se entenderán como conflictuales o antisistema,
escribía Vasopollo.
“Es
el momento de poner en marcha una iniciativa político-económica desde abajo,
para la construcción de un modelo productivo alternativo basado en la
distribución del trabajo, de los ingresos y de la acumulación de capital. Y
construirlo sobre una economía del valor de uso que pueda difundir y distribuir
la riqueza social que la clase obrera realiza, que produce”, agregaba.
Para
el italiano, solo así se puede llevar a cabo la construcción y la consolidación
del sistema postcapitalista, iniciado en la transición socialista, para lo cual
es crucial la participación democrática desde abajo no sólo en la vida
política, sino que incluso en la económica y cultural. De esta crisis no se
sale con irrealizables y anacrónicas propuesta económicas liberales, o
keynesianas, por izquierdistas que puedan ser. El capitalismo junto a esta fase
de desarrollo, o mejor dicho de regresión en la crisis sistemática, no tiene
posibilidad alguna de ser reformado.
Ya Syriza
y Podemos dejaron en claro que de la crisis del capital se sale con una nueva
política, que sitúe en el centro las necesidades del mundo del trabajo, del
no-trabajo o del trabajo negado. Un trayecto con muchas etapas tácticas
intermedias, largo pero siempre con la mira de hacer y construir el socialismo.
“Permanece central la advertencia de la gran Rosa Luxemburgo “¡Socialismo o
barbarie!”. Todo el resto son charlas inútiles y compatibles con la
perpetuación de un sistema capitalista capaz de destruirse no sólo a sí mismo,
sino que a la entera humanidad”, añade Vasopollo.
Para
EEUU es el colmo que el chavismo se naturalice europeo. La amenaza táctica es
que llegue a México, a Colombia. Quizá por eso haya identificado a Venezuela
como enemigo: al país, no a las ideas. Pero, en Venezuela, la injerencia gringa
está fortaleciendo el nacionalismo. La caja de Pandora. La derecha, por el
contrario, se pronuncia por el invasor, como siempre, aunque se quede callada,
nos recuerda Sanoja.
Aislar
al “enemigo”
En
breve resumen, en noviembre de 2014, el Buro de Industria y Seguridad
estadounidense decidió imponer restricciones al comercio con Venezuela en
materia de defensa y al mes siguiente entró en vigencia la “Ley de protección
de los derechos humanos y de la sociedad civil de Venezuela”. En enero último
se hicieron públicas las actividades de captación de oficiales de la Fuerza
Armada Nacional Bolivariana por parte de los servicios de inteligencia
estadounidenses.
La
novedad es esta nueva agresión es que son obra directa de un Estado, ya no de
grupos políticos, fundaciones y organizaciones internacionales que siempre
sirvieron de fachada, y todas las acciones se refieren a las fuerzas armadas
venezolanas. Incluso la operación en curso contra el presidente de la Asamblea
Nacional, Diosdado Cabello puede considerarse parte de la misma política.
Estas
acciones no son respuesta a alguna tomada por Caracas. Washington considera
indispensable el debilitamiento de la FANB para poder sustituir al presidente
Nicolás Maduro –al romper el eje cívico-militar- e iniciar un proceso de
reintegración de Venezuela al dispositivo geopolítico estadounidense. Esto no
significa que las hipótesis de un golpe, que ya cumplió 13 años
ininterrumpidos, y de la siempre postergada salida electoral, no estén dentro
del menú de opciones. En el segundo escenario, los “inteligentes” de Washington
temen que la FANB continuaría siendo refractaria a la subordinación.
Mientras,
el vicepresidente de EEUU. Joe Biden estuvo presente en la primera cumbre de
seguridad energética caribeña y planteó la creación de una red de inversiones
privadas en el sistema de energía de la región con la participación del Banco
Mundial y capitales privados. Sin duda que el objetivo es Petrocaribe,
aprovechando la caída del precio del crudo para apoderarse del mercado. Y de
paso presionando a los estados caribeños para que abandonen a Petrocaribe con
el argumento de que el gobierno de Maduro va a ser derrocado próximamente por
un golpe.
A
esta ofensiva diplomático-política se sumó la creciente y sistemática cobertura
negativa y distorsionada de la situación en Venezuela en los medios de
comunicación estadounidenses, pintando una imagen exageradamente sombría de la
situación actual del país y retratando al Gobierno como incompetente,
dictatorial y criminal. Y la campaña se está intensificando claramente a un
ritmo acelerado.
En la última semana de enero, mientras el The New York Times publicaba una editorial desacreditando y ridiculizando el presidente Maduro, calificándolo de “errático y despótico”, ABC de España acusó a Cabello de ser un capo del narcotráfico, haciéndose eco de lo dicho por un ex oficial de la Guardia de Honor presidencial de Venezuela, Leasmy Salazar, cooptado por la Agencia Antidrogas de Estados Unidos (DEA).
En la última semana de enero, mientras el The New York Times publicaba una editorial desacreditando y ridiculizando el presidente Maduro, calificándolo de “errático y despótico”, ABC de España acusó a Cabello de ser un capo del narcotráfico, haciéndose eco de lo dicho por un ex oficial de la Guardia de Honor presidencial de Venezuela, Leasmy Salazar, cooptado por la Agencia Antidrogas de Estados Unidos (DEA).
Poco
después el NYT –otra vez- atacó en primera plana la economía y la industria
petrolera venezolana, prediciendo su caída, con obvias omisiones de los cientos
de toneladas de alimentos y otros productos de consumo que han sido acaparados
o vendidos como contrabando por los distribuidores privados y empresas y de las
medidas del gobierno para superar las dificultades económicas.
Varios
diarios estadounidenses, impresos y en línea, vincularon a Venezuela con armas
nucleares y un plan para bombardear la ciudad de Nueva York, aunque el texto
del artículo deja claro que no hay ninguna participación venezolana en el
suceso. Según Eva Golinger “toda la farsa era una trampa creada por el FBI,
cuyos agentes pretendieron ser funcionarios venezolanos para capturar a un
científico nuclear que una vez trabajó en el laboratorio de Los Álamos y no
tenía ninguna conexión con Venezuela”.
Ese
mismo 30 de enero, la portavoz del Departamento de Estado condenó la supuesta
“criminalización de la disidencia política” en Venezuela, al ser consultado por
un periodista acerca de la llegada del fugitivo general venezolano Antonio
Rivero, instigador de protestas antigubernamentales violentas que causaron la
muerte de más de 40 personas, en su mayoría partidarios del gobierno y las fuerzas
de seguridad del Estado, en febrero de 2014.
Su
llegada a EE.UU. coincidió con Salazar, evidenciando un esfuerzo coordinado
para debilitar a las FANB, exponiendo públicamente a dos oficiales militares de
alto perfil -ambos vinculados a Chávez- que se han volteado en contra de su
Gobierno y están buscando activamente la intervención extranjera contra su
propio país, agrega la investigadora estadounidense.
Hay
diversas “explicaciones” de esta seguidilla de hechos dirigidas desde el poder
central estadounidense, pero lo que es innegablemente cierto es que el pueblo
venezolano es totalmente refractario a una intervención extranjera, tanto para
seguidores del gobierno o de la oposición.
Leopoldo
Puchi, dirigente opositor, señala que ningún Estado, de manera unilateral,
puede asumir espacios de soberanía sobre territorios o ciudadanos de otros
Estados, por ninguna razón, ni siquiera invocando una causa justa. No es la
forma civilizada de relacionarse ni es lo que está establecido en el derecho
internacional. Lo sensato, en consecuencia, es buscar espacios para el diálogo
entre los dos países, para así encontrar fórmulas que permitan superar los
desencuentros, en un marco de respeto y reciprocidad. El patriotismo no es un
valor en desuso, añade.
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