Juan Bosch
¿Qué
es un líder político y qué función tiene en su partido y en su país?
Si
nos limitamos a estudiar el problema del liderazgo en la República Dominicana,
después de la muerte de Trujillo y dentro del campo de los partidos que el
pueblo reconoció, aunque fuera por un tiempo breve, como opuestos al sistema
que implantó Trujillo, debemos preguntarnos y respondernos porqué desde
principios de julio de 1961 hasta ahora se formaron y desaparecieron en nuestro
país tantos partidos y grupos, y por qué con ellos surgieron tantos aspirantes
a líderes que no tardaron en volver a la oscuridad política en que habían
vivido o se retiraron a posiciones modestas en la vida pública.
El
que busque la respuesta a esas preguntas fuera de las ciencias políticas se
dedicará a enumerar una por una todas las que considere que fueron debilidades
de carácter o fallas de la inteligencia de esos aspirantes a líderes que
actuaron en nuestro país a partir de julio del 1961. ¿Y qué haría con eso?
¿Lograría
hallar una explicación para el fracaso de esos aspirantes a líderes? No la
hallaría, porque la explicación del fracaso (o de los fracasos) tiene que ser
elaborada analizando, en primer lugar, no a los aspirantes a líderes sino a la
sociedad dominicana, tal como ésta ha
venido siendo desde el mes de julio de 1961, y al decir que “ha venido siendo”
se deja dicho que desde entonces acá en ella se han operado cambios de esos que
se ven (es decir, en cantidad o cuantitativos) y de los que no se ven (es
decir, en calidad o cualitativos).
Tal
como lo dijo hace muchísimos años Jorge Plejánov (El papel del individuo en
la Historia, Editorial Grijalbo, S. A., México, D. F. 1960, p.61).
“Sabemos ahora que los individuos ejercen frecuentemente una gran
influencia en el destino de la sociedad, pero (sabemos también) que esa
influencia está determinada por la estructura interna de aquella
(sociedad) y por su relación (la de esa sociedad) con otras sociedades”.
Y
como eso que dijo Plejánov es una verdad científica, o mejor dicho, una verdad
científica en parte, debemos saber si algunos de los que han tenido influencia
en nuestro país, después de la muerte de Trujillo, ejerciendo funciones de
líderes, han actuado correctamente; y para saber eso debemos saber antes cómo
ha sido la sociedad dominicana de entonces para acá, cuál ha sido su estructura
interna en cada momento y cuál ha sido su relación con otras sociedades.
El
conocimiento de la sociedad tiene que ser previo al de sus líderes debido a que
estos sólo pueden desarrollarse a cabalidad cuando hayan actuado en consonancia
con la realidad dominicana. Al darse esa consonancia, la voz popular dice que
el líder o los líderes que la lograron “son los que mejor expresan las
aspiraciones del pueblo”; y con esas palabras se destaca el hecho de que nadie
puede superar al pueblo en el conocimiento profundo de la realidad nacional
porque él vive esa realidad día a día de manera práctica, o bien cosechando los
beneficios que le puede proporcionar esa realidad o bien padeciendo los males
que ella le produce, según sea la posición que ocupa cada quien en la sociedad.
Puesto
que hemos caído en mencionar la posición que ocupa cada quien en la sociedad,
hemos entrado en el problema de las clases que forman la sociedad dominicana, y
necesariamente tenemos que caer también en el problema de la ideología de esas
clases. Precisamente, por no haberse
referido a las clases en la frase suya que aparece en este artículo, se explicó
hace un momento que Plejánov dijo una verdad científica, pero sólo en parte.
Para
decir toda la verdad científica en el caso del papel que juegan en la historia
algunos hombres, Plejánov debió aclarar que él se refería a los hombres que
actúan en favor del proceso revolucionario, porque sucede que hay momentos
históricos en que un pueblo tiene a la vez líderes revolucionarios y líderes
contrarrevolucionarios; unos al servicio de las clases y las capas que reclaman
una revolución y otros al servicio de las clases y las capas y los países
colonialistas (o uno de estos) que imponen la contrarrevolución a cañonazos.
Tal es el caso de la China, que ha tenido a un tiempo y durante largos años a
Mao Tse Tung y a Chiang Kai-shek, cada uno de ellos líder de una parte del pueblo
chino; Mao Tse Tung, líder de las masas revolucionarias, y Chiang Kai-shek,
líder de las clases opresoras. Esos dos hombres han ejercido “una gran
influencia en el destino” de dos porciones diferentes de la sociedad china;
pero por razones de clase uno —Mao Tse
Tung— la ha ejercido en provecho del pueblo y el otro —Chiang Kai-Shek— la ha
ejercido en provecho de una minoría privilegiada y del gran capital norteamericano.
Un
aspirante a líder, y aun un líder de una clase determinada o de una alianza de
clases, puede tener excelentes condiciones de carácter y de inteligencia, y sin
embargo puede fracasar, en el sentido de que puede hacerle mucho daño a su pueblo
si no comprende cuál es en tal o cual momento lo que Plejánov llama “la
estructura interna” de la sociedad en que actúa. Ese líder puede estar actuando
con la idea de que se halla al servicio del pueblo, y es posible que lo que
esté haciendo sea perjudicial para el pueblo. Esto sucede de vez en cuando, y
ha sucedido en la República Dominicana precisamente en el período a que se
contrae este artículo. Ahora bien, puede afirmarse que cuando se dan esos casos
de confusión, detrás de ellos hay razones de clases; a veces razones de clases
muy ocultas, pero al fin y al cabo, razones de clases.
Por
ejemplo, en la sociedad dominicana de mediados del año 1961 los líderes
marxistas se dejaron convencer de que el problema que afectaba fundamentalmente
al pueblo era de carácter político, cuando lo cierto era que para las grandes masas
el problema fundamental era de tipo social. A lo que aspiraban esas grandes
masas era a tener libertades sociales, no a tener libertades políticas. Para
esas masas, la actividad política sólo tenía razón de ser si conducía a la
conquista de un nivel social y económico más alto.
Los
que deseaban y necesitaban libertades políticas eran aquellos que por
privilegios clasistas tenían aseguradas de antemano las libertades sociales.
Los líderes de la derecha que se formaron, o empezaron a formarse, a raíz de la
muerte de Trujillo, no podían, naturalmente, luchar para que el pueblo
conquistara libertades sociales, porque en la medida en que el pueblo
conquistara ese tipo de libertades el sector privilegiado a que ellos
pertenecían iría perdiendo privilegios, y no se conoce el caso de ningún sector
social privilegiado que luche para quedarse sin esos privilegios. Lo que
necesitaba ese sector eran libertades políticas para conquistar el poder a fin
de confirmar y ampliar desde el poder esos privilegios; y naturalmente, era
lógico que ese sector actuara así. ¿Pero era lógico que los líderes marxistas
hicieran lo mismo? De ninguna manera. Si en el año 1961 había en la República Dominicana
líderes obligados a llevar la lucha política al terreno social, y a mantenerla en
ese terreno costara lo que costara (contra viento y marea, según dice el
pueblo), esos eran los de los grupos marxistas.
Hablar
de lo que hubiera podido suceder en un país si se hubieran dado tales y cuales
circunstancias es una tontería, porque la historia se hace con hechos, no con
suposiciones; pero podemos asegurar que en la República Dominicana estaría cantando
otro gallo si los líderes marxistas hubieran levantado en el año 1961 la
bandera de la lucha social en vez de levantar la de la lucha política; si en
vez de acusar a los guardias de haber sido trujillistas les hubieran demostrado
que el trujillismo los explotó en provecho del mismo grupo social al cual
pertenecían los que estaban predicando un antitrujillismo de arranca pescuezos.
Por
razones clasistas, el pueblo dominicano, mayoritariamente pequeño burgués, y
sobre todo pequeño burgués de las capas más bajas de la pequeña burguesía,
tenía al morir Trujillo una posición ideológica que lo inclinaba a la lucha social,
y siguiendo esa fuerza social que él generaba por razones de clase, podía ser
conducido a la lucha política, pero por una vía política que le
garantizara las conquistas sociales que él buscaba; y era dudoso que
nadie pudiera llevarlo a una lucha meramente política contra los llamados
restos del trujillismo.
Los
que pretendían que el pueblo fuera entonces a esa lucha política desconocían lo
que Plejánov llama “la estructura interna” de una sociedad, en este caso, la de
la sociedad dominicana de los años inmediatos a la muerte de
Trujillo.
Una parte de ellos la desconocían porque entre ellos, que se hallaban en el
punto más alto de la sociedad, y la gran masa bajo pequeño-burguesa había una
distancia social que los separaba de una manera casi absoluta; y los líderes marxistas
la desconocían porque siendo ellos como eran, en su mayoría, miembros de las
capas más altas de la pequeña burguesía (la mediana y la alta), respondían
cabalmente a las siguientes palabras de Marx, que aparecen en El 18 Brumario
de Luis Bonaparte: “No hay que compartir la limitada concepción de que
la pequeña burguesía tiene por principio querer hacer triunfar un interés
egoísta de clase. Ella cree, por el contrario, que las condiciones particulares
de su liberación son las condiciones generales fuera de las cuales
la sociedad moderna no puede salvarse...”.
Los
líderes marxistas dominicanos de origen pequeño burgués mediano y alto, que
habían sufrido en carne propia el maltrato de la dictadura trujillista, creían
que “las condiciones particulares de su liberación” requerían la
aniquilación total de los restos del trujillismo, y creían que ésas eran
también
“las
condiciones generales fuera de las cuales la sociedad” dominicana no
podía salvarse; y he aquí que por razones de clase absolutamente propias de su
condición pequeño-burguesa, coincidían del pe al pa con los líderes de la
derecha, que actuaban igualmente por razones de clase, pero de clase en su condición
de miembros del sector más alto de los grupos explotadores del pueblo;
coincidían con estos y junto con ellos predicaban un antitrujillismo de arranca
pescuezos.
Pero
no se crea que eso que les sucedía a los líderes marxistas no les sucedía
también a muchos del PRD que
pertenecían a la mediana y la alta pequeña burguesía. Tampoco esos líderes perredeístas
llegaban a conocer “la estructura interna” de la sociedad dominicana; la
ignoraban exactamente por las mismas razones que la ignoraban los otros. Y
sucedía que como ignoraban “la estructura interna” de nuestra sociedad, creían
que la dirección del Partido no estaba expresando la voluntad del pueblo. Para
ellos, el pueblo sentía como ellos, pues “las condiciones particulares de
su liberación” eran naturalmente las “condiciones generales” de la
liberación de todos los dominicanos. ¿Y qué hacían los líderes perredeístas que
pensaban así? Lo que hacían era luchar dentro del Partido, y especialmente en
el seno de la dirección del partido, para que éste adoptara la misma línea
política que tenían los cívicos, los catorcistas y los marxistas...
Entre
los estudiosos de las ciencias sociales y políticas que tenemos en la República
Dominicana hay algunos, y por ciertos autores de libros, que tienen
ideas muy peregrinas acerca de lo que es un líder; de cómo se comporta un líder
político dentro de su organización. Para esos señores, un líder es un energúmeno
que se les impone mediante el terror a todos los miembros del partido en que
ese líder figura. Para
esas mentes simples, el líder da a luz una idea política en un momento de
inspiraciones más o menos celestial (o diabólicas) y manda y ordena que todo el
mundo lo siga; y esto es verdad, sobre todo, según piensan esos señores, en un
partido como el PRD.
¿Es
correcta esa manera de ver al líder?
No;
no es correcta, y menos aún lo es en el caso del PRD,
partido poli clasista, como todo partido de liberación nacional; pues allí
donde hay representaciones políticas de varias clases sociales (y eso es lo que
quiere decir la palabra poli clasista), tiene que haber, y las hay,
ideas diferentes; una idea, a lo menos por cada una de las clases representadas
en el Partido. Por tanto, en un partido poli clasista no puede haber la
dictadura de una clase sobre las demás; a lo sumo puede haber la dirección de
una clase sobre las restantes, la de la clase que dirija la lucha de la
liberación nacional; y dirección no significa en ningún caso imposición y mucho
menos dictadura de una clase. En cierto sentido, un partido poli clasista de
liberación nacional es, dentro de los límites de la organización, un ejemplo de
dictadura con respaldo popular, puesto que en él todas las clases que lo forman
(o para decirlo con más propiedad, todas las representaciones políticas de esas
clases) suman sus fuerzas bajo una sola dirección sin que lo hagan bajo
coerción, sino antes bien, de manera conscientemente voluntaria.
En
un partido como el PRD el
líder de más categoría debe tener presente en todas las circunstancias esa especialísima
composición política de la organización, y en ningún momento puede proponer
medidas que quiebren la unidad voluntaria y consciente de todas las fuerzas que
hay en el partido, así como tampoco puede aconsejar que el partido se quede
rezagado cuando esas fuerzas se mueven hacia adelante; y en la República
Dominicana, país en el que ha habido cambios en “la estructura interna de la
sociedad”, las fuerzas políticas reunidas en el PRD han
avanzado y están avanzando mas allá de lo que se ve (lo cuantitativo) en el
terreno de lo que no se ve (lo cualitativo).
Una
de las funciones del líder en un partido como el PRD es
precisamente mantener la cohesión de todas las corrientes que
lo forman, lo que lo obliga a ser el que exponga en todos los
casos la opinión más justa y la proposición más fácil de llevar
a la práctica; tiene que ser el que exprese con más precisión
y
claridad la concepción de estrategia política más convincente
para
todos los sectores del partido y al mismo tiempo debe
ser él quien proponga los procedimientos tácticos más
oportunos. Pero si no logra hacer todo eso, entonces debe tener
la capacidad necesaria para coordinar las ideas particulares
de
cada sector de los que forman el partido, y elaborar con ellas
una proposición que las contenga a todas.
Es
probable que en partidos como el PRD
haya
a menudo, si no siempre, radicales
de derecha y de izquierda que combatan por un extremo y
por el otro cualquiera posición; y esos radicales entrarán más
tarde o más temprano en conflicto con el líder; y a éste
le tocará saber muy bien, muy al dedillo, si esos radicales
representan
realmente fuerzas dentro del partido o si sólo se representan
a sí mismos; porque si representan sectores sociales, una
ruptura con ellos será, de hecho, una ruptura con los sectores
o las clases a quienes ellos representan; y este tipo de ruptura
tiene una importancia política dada; no es la simple expulsión
de un individuo de las filas del partido; es algo más,
es un divorcio con un sector social.
En el año 1961 y en los
primeros meses del año 1962, los dirigentes perredeístas partidarios
de que la lucha se mantuviera en el terreno político y
no en el social, representaban a los sectores de derechas que
había en el PRD; no eran extremistas
que sólo se representaban a sí
mismos. Estos aparecieron más tarde.
¿Por qué es probable
que en un partido como el PRD
haya
a menudo, si
no
siempre, radicales de derecha y de izquierda que combaten por un extremo y por la otra
cualquier proposición?
Eso
sucede a causa de “la estructura interna” de la sociedad dominicana.
El predominio de la pequeña burguesía en nuestro país, y dentro de la pequeña
burguesía el de las capas que componen la baja pequeña burguesía, lanza hacia
la vida política, con la fuerza de una catapulta, a gentes que resultan radicalizadas
por la desesperación con que desean resolver sus problemas vitales; y esas
personas lo mismo escogen la vía de la revolución a ultranza, la revolución que
debe ser hecha aquí y ahora, no mañana, que la vía del servicio a los sectores de
la extrema derecha.
Los
bajos pequeños burgueses pobres y muy pobres, que son abundantes en la sociedad
dominicana, pasan con suma facilidad a ser lumpen-proletarios, y como tales
lumpen-proletarios no representan social o políticamente a nadie, pero causan
impresión en mucha gente por su audacia y su agresividad; tienen condiciones de
líderes para acciones inmediatas, de manera que podrían ser, y lo son,
excelentes ejecutantes y buenos tenientes, y si caen bajo influencias de otras
organizaciones producen perturbaciones en el partido.
Los que escogen la vía de la revolución aspiran a que el partido pase a ser un
partido mono clasista, del proletariado, y dentro de los partidos del
proletariado, maoísta, y dentro de los partidos maoístas, más radical que todos
los conocidos; y otros querrían que el partido se pusiera al servicio de la
oligarquía o se dedican ellos mismos a trabajar para la oligarquía dentro de
las filas del partido en condición de voceros o propagandistas de los círculos
de derechas. Hay casos en que los
dirigentes que se pasan a otras fuerzas (y esto sucede casi exclusivamente con
los que se pasan a fuerzas de derechas) no proceden de la baja pequeña
burguesía y son personas que ejercen la actividad política como una profesión
que debe proporcionarles bienestar económico. El pueblo dominicano conoce los
nombres de algunos dirigentes importantes del PRD que han tenido que salir del
partido o han sido expulsados de sus filas, unos por sus tendencias derechistas
y otros por su revolucionarismo a ultranza.
Presionado
de un lado y del otro por los que desearían que el partido se pusiera al
servicio de la oligarquía y por los que querrían lanzarlo a una guerra de
guerrillas sin perspectivas de triunfar, el liderazgo del partido
tiene que actuar como el buen boyero que debe mantener en una misma línea a dos
bueyes; que no se le adelante el uno y que no se le atrase el otro, y que los
dos juntos avancen a un paso más lento que lo que desea el buey desesperado,
pero más rápido que lo que quiere el buey cansado.
Hay
casos en los que no se puede llegar al extremo de la expulsión; casos que se
conocen en la intimidad de la alta dirección del partido, de líderes regionales
o locales que titubean desde el punto de vista ideológico y que mantienen una conducta
poco regular en sus relaciones privadas, a los cuales se les amonesta pero no
se les expulsa porque la alta dirección sabe que esos dirigentes son inestables
e inseguros en ciertos aspectos, pero sabe también que según lo han probado en
años de militancia, no llegarían nunca a la traición. Y la existencia de
dirigentes de esas condiciones forma parte de la realidad dominicana, de lo que
Plejánov llamó “la estructura interna de la sociedad”, en este caso concreto,
de nuestra sociedad.
En
una organización política del tipo del PRD están
resumidas todas las tendencias ideológicas de las clases y las capas sociales,
y hasta de sectores de clases y de capas, que luchan contra el poder de la
oligarquía nacional y su dependencia del poder extranjero; y esa naturaleza
compleja del partido determina, como es natural, la manera de actuar de los
líderes de la organización. La opinión general es la de que el líder hace el partido
a su imagen y semejanza, como dicen que hizo Dios al hombre; pero en sus
actividades diarias los líderes del PRD han aprendido
que eso no es así; que el partido hace a sus líderes en la misma medida en que
estos hacen el partido y líderes y partido se hacen como una unidad al mismo
tiempo y mientras llevan a cabo la tarea de crearse a sí mismos. Quizá esto no suceda
exactamente como ha quedado dicho en el caso de partidos monoclasistas, como
son los partidos comunistas, pero aun tratándose de partidos comunistas, no
pueden escapar totalmente a lo que se ha dicho porque no pueden existir en un
vacío en el cual no operen las leyes de la dialéctica.
Para
que se forme un partido político es absolutamente indispensable que uno o más
líderes hayan propuesto al pueblo líneas políticas que una parte del pueblo,
por lo menos, oiga y acepte y siga. Así pues, los líderes de un partido
resultan ser líderes o quedan convertidos en líderes en la medida en que una
parte del pueblo, una clase o una alianza de clases siguen sus orientaciones.
De
lo que acaban ustedes de leer hay un buen ejemplo en la historia más reciente
de nuestro país: a raíz de la muerte de Trujillo vinimos a la República
Dominicana unos cuantos líderes del PRD, todos desconocidos de la
gran mayoría del pueblo.
Al
país no llegó un partido; llegaron sólo unos pocos dirigentes políticos; y sin
embargo año y medio más tarde una enorme mayoría de dominicanos votaban por el
programa que les habían propuesto esos pocos dirigentes del PRD;
escogieron y siguieron ese programa a pesar de que se les propusieron muchos, algunos
parecidos y otros opuestos al del PRD.
Ese
ejemplo demuestra que todo partido político existe en la conciencia de una
parte del pueblo antes aun de que se forme, y a menudo sin que esa parte del
pueblo haya sabido que ella tenía las ideas de ese partido, pues vino a
identificarlas como suyas cuando las oyó expuestas por los líderes de ese
partido. Ese ejemplo demuestra también que un partido político tiene seguidores
activos tan pronto aparece el grupo de dirigentes o líderes que sabe proponerle
a la parte del pueblo que va a seguirlos el programa de acción o las ideas que
esa parte del pueblo está deseando oír o está esperando compartir.
El líder, pues, es aquel que
expresa lo que el pueblo piensa y siente
pero no puede expresar; y si es así, no hay ni puede haber líder si no hay una
parte del pueblo que comparta lo que él piensa y siente, y en consecuencia, los
partidarios y el o los líderes son igualmente importantes en la formación de un
partido; unos no tendrían existencia social sin los otros. (Uno o más líderes
no tienen necesariamente que formarse a base de proponerle al pueblo líneas o
tesis políticas o programas de acción. Hay ocasiones en que uno o
más líderes se forman actuando; y tal fue el caso, por ejemplo, de Francisco Alberto
Caamaño, que saltó del casi anonimato al liderazgo gracias a la acción militar
que encabezó en los días de la Revolución de Abril).
La
“estructura interna” de la sociedad dominicana exige del líder condiciones especialísimas,
que con toda seguridad no tienen que reunir los líderes de los países
desarrollados. Todos los días, y a menudo varias veces al día, al líder
dominicano se le presentan problemas que en otros países no tendrían la menor
conexión con la actividad política, pero que aquí la tienen. Ya es el caso de
un enfermo que debe ser operado de urgencia y sucede que ni él ni sus familiares
tienen los medios para operarlo; ya es el de un niño que no tiene libros con
qué estudiar y hay que buscárselos; ya es el de un muerto para el que hace
falta un ataúd, o el de una mujer del pueblo cuyo hijo ha desaparecido y
solicita que se le haga aparecer de cualquier manera. Ante cada uno de esos
problemas, el líder dominicano tiene que inventar soluciones, y tiene que
inventarlas súbitamente, con la velocidad de un relámpago. Con igual rapidez
tiene que inventar soluciones de otro tipo; por ejemplo, consignas políticas,
salidas para crisis de tipo táctico. De cada cien soluciones, noventinueve
tienen que ser ofrecidas instantáneamente, sobre la marcha, porque “la
estructura interna de la sociedad” dominicana, que está determinada por un
débil desarrollo de las fuerzas productivas que deja fuera de los beneficios de
la producción a la mayoría del pueblo, no les concede a las gentes necesitadas
ni siquiera el beneficio del tiempo; no disponen de tiempo para esperar porque
el tiempo para ellas significa un vacío que sólo se llena con sufrimientos, con
hambre y con desolación. Desde luego, en un país donde el desarrollo de las
fuerzas productivas es escaso toda la superestructura social se halla condicionada
por ese hecho. Plejánov le dedica varios párrafos
a
ese punto de las actividades de un dirigente político; por ejemplo, cuando dice
que “Cualquiera que sean las particularidades de un determinado individuo, éste
no puede eliminar unas determinadas relaciones económicas cuando éstas
corresponden a un determinado estado de las fuerzas productivas” O cuando dice que “hay que reconocer que la causa
determinante y más general del movimiento histórico de la humanidad es el
desarrollo de las fuerzas productivas, que son las que condicionan los cambios
sucesivos en las relaciones sociales de los hombres. Al lado de esta causa general
obran causas particulares, es decir, la situación histórica en
la cual tiene lugar el desarrollo de las fuerzas productivas de un pueblo dado
y que a su vez, y en última instancia, ha sido creada por el desarrollo de
estas mismas fuerzas en otros pueblos, es decir, por la misma causa general”
El
escaso desarrollo de las fuerzas productivas de nuestro país impone límites en
el quehacer político. No podemos ir más allá del punto adonde podría llegar en
este momento la sociedad dominicana si ésta sigue sirviéndose de las fuerzas productivas
actuales. Pero
los líderes políticos conscientes saben que una sociedad cualquiera vive en
evolución permanente; saben que nada es estático; saben que aun si la sociedad dominicana
no evolucionara (cosa imposible), está en evolución perpetua el mundo que nos
rodea, y esa evolución implica un cierto grado de evolución aquí. Un aumento en
el consumo del azúcar a nivel mundial significará de manera ineludible una
variación en las condiciones de la economía dominicana, y esa variación
repercutirá de una manera o de otra en la vida del país. Si se sabe eso,
naturalmente, hay que prepararse para influir en los cambios que la sola
existencia de la República Dominicana hace inevitables. Eso lo dice
Plejánov con estas palabras: “... si yo sé en qué sentido se modifican las
relaciones sociales en virtud de determinados cambios en el proceso social y
económico de la producción, sé también en qué sentido se modificará a su vez la
psicología social; por consiguiente, tengo la posibilidad de influir sobre
ella. Influir sobre la psicología social es influir sobre los acontecimientos históricos.
Se puede afirmar, por lo tanto, que, en cierto sentido, yo puedo, con
todo, hacer la historia, y no tengo necesidad de esperar hasta que la
historia se haga”. Sustitúyase en
esas sentencias el yo que usa Plejánov por la
palabra líder o por los líderes y se tendrá una idea clara
de lo que he querido decir al escribir que “hay que prepararse para influir en
los cambios que la sola existencia de la República Dominicana hace inevitable”.
Un
líder es un dirigente; tiene la responsabilidad de dirigir a una parte del
pueblo, asistido por otros líderes, y tiene la obligación, como dice F.
V. Konstantinov (“La personalidad en la Historia”, en El Materialismo
Histórico, Editorial Grijalbo, S. A. México, D. F. 1966, pp.285-90) de
“comprender mejor que los otros la situación histórica, captar el sentido de
los acontecimientos, tener conciencia de cómo van madurando las necesidades de
la vida social, ver más allá que los demás, abarcar con mayor amplitud que
otros el campo de la realidad histórica”. Es posible que no pueda satisfacer
todos esos requerimientos, pero debe satisfacer algunos de ellos; y si entre ellos
está el de tener “conciencia de cómo van madurando las necesidades de la vida
social”, podrá servirle a su país mucho mejor que los líderes que carecen de
los conocimientos y la sensibilidad indispensables para tener esa conciencia.
La
función del líder, en un partido y en su país, es dirigir; pero el que dirige
orienta y al mismo tiempo guía; orienta al pueblo y guía a sus partidarios. El
líder guía a sus partidarios a través de otros líderes, que son en los hechos
representantes políticos de la clase o de las clases sociales que actúan en su partido.
Si esas clases son las que explotan al pueblo, la función del líder viene a ser
la del traidor; si son las explotadas, la función del líder es encabezar la
lucha por su liberación.
28 de julio de 1972.
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