Este artículo son reflexiones a
partir de la lectura del recomendable libro "Contra hegemonía y Buen
Vivir" de los editores Francisco Hidalgo y Álvaro Márquez, en el que
tuve el honor de participar en su presentación en Quito junto a ilustres
compañeros.
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El
capitalismo en Italia se expande tras su tardía unificación (1870),
desarrollando una flamante industria automotriz en el norte que coexiste con la
economía agraria del sur –“Mezzogiorno”-, hecho que se mantiene prácticamente
hasta nuestros días. En paralelo al proceso de industrialización en el norte de
Italia se desarrolló el Partido Socialista Italiano (fundado en 1892) y que fue
el principal partido de la izquierda italiana hasta la Segunda Guerra Mundial.
Es
en ese momento político en el que los industriales urbanos del norte de Italia
trazan ciertos compromisos con los terratenientes agrarios del sur; en el que
el Vaticano se enfrenta a la masonería y al anticlericalismo de izquierdas; y
en el que el fascismo toma cuerpo haciéndose con el manejo burocrático del
Estado a través de la figura de Benito Mussolini [1], cuando el conjunto de
fuerzas reaccionarias se unen para hacerle frente a la proliferación de huelgas
obreras en el norte y las rebeliones campesinas del sur italiano. Es en ese
contexto político en que Amadeo Bordiga y Antonio Gramsci abandonarán el XVII
Congreso del Partido Socialista (1921) que se celebraba en Venecia convocando a
un congreso constituyente del que nacerá el Partido Comunista de Italia
(sección de la Internacional Comunista), posteriormente ilegalizado por el
régimen fascista en noviembre de 1925, lo que conllevaría, tras la violación de
su inmunidad parlamentaria, el arresto de Gramsci y su encarcelación inicial en
la cárcel de Regina Coeli para su posterior traslado al penal milanés de San
Vittore.
El
legado de Gramsci es amplio, pero para el caso quiero destacar las tesis de
Lyon (1926), donde se indica que lo “nuevo” del fascismo es conseguir un tipo
de unidad orgánica entre sectores sociales incluso antagónicos, y que antes
estaban muy débilmente vinculados. Rompiendo con la ortodoxia, Gramsci entiende
que las clases sociales no son homogéneas y puras.
¿Contrahegemonía
en Ecuador?
Gramsci
fue un marxista de las “superestructuras": ideología, construida por las
instituciones, sistemas de ideas, doctrinas y creencias de una sociedad, a
partir del concepto de "bloque hegemónico".
Es
desde ahí desde donde las clases dominantes logran ejercer “hegemonía” cultural
sobre las clases dominadas (educación, religión y comunicación), más allá del
control de los aparatos represivos del Estado. Desde el análisis gramciano,
incluso se hace referencia a la utilización de términos como “Nación” o
“Patria”, como generador de sentimiento de identidad entre diferentes grupos
sociales, uniendo explotadores y explotados en aras a un supuesto “destino
nacional” y contra un enemigo exterior. De esta manera es como se conforma el
“bloque hegemónico” en el cual confluyen todas las clases sociales en torno a
un proyecto burgués.
El
neopopulismo en Ecuador ha conllevado un “proyecto de país” serio e inexistente
en las últimas décadas, y sin ser aún un gobierno de concertación, se ha ido
transformando de forma acelerada en un alianza política que engloba las
diferentes clases sociales existentes en el país, repartiendo beneficios para
cada una de ellas.
Desde
esa perspectiva, clase dominante y clase dominada atenúan su lógica de
conflicto, lo que tiene sentido con las posiciones varias veces expresadas por
mandatario ecuatoriano en las que señala que el concepto de lucha de clases es
algo caduco que se corresponde ideológicamente a la “izquierda infantil”. En su
reciente viaje a Europa, el presidente Correa indicaba en Berlín que “somos un
proyecto de izquierda, pero una izquierda moderna, que entiende el papel de la
empresa privada en el desarrollo y que también entiende que el Estado tiene que
tener un papel" [2].
Más
allá de que el tan utilizado término “revolución” (alteración absoluta de las
estructuras establecidas en un orden social y político para ser sustituidas por
otras radicalmente distintas) pierde absoluto sentido; se constata la
conformación de un “nuevo régimen” que combina discurso revolucionario y
avances en materia social con ordenamiento cultural de la clase dominante.
Dicha situación es posible a su vez, porque la clase dominante superó sus
lógicas de desvergonzada concentración de la riqueza, precarización sin límites
de salarios y privatización directa de servicios públicos. La clase dominante
transformó su estrategia y la adecuó inteligentemente al mundo globalizado.
Es
de esta manera que un gobierno que nace fruto del acumulado de la oposición
popular al modelo neoliberal, termina manteniendo un modelo de acumulación
basado en sistema de producción monopólico y neoextractivista.
La
pobreza en Ecuador bajó, según datos oficiales, del 37,6% en diciembre del 2006
a 27,31% en diciembre del 2012, es decir, un 10,29% en seis años (línea base
sobre quienes reciben menos de USD 2,54 diarios). El Informe de Desarrollo
Humano 2012 -elaborado por el Programa de NNUU para el Desarrollo (PNUD) con
indicadores combinados de esperanza de vida, año promedio de escolaridad,
ingreso familiar e Ingreso Nacional Bruto-, ubica al Ecuador en el puesto 89
entre 187 naciones y dentro del grupo de países de desarrollo humano “alto”,
con un IDH de 0,724 para el año 2012.
En
diciembre de 2012 el gobierno decretaba un alza histórica del salario básico
unificado, pasando del USD 292 mensual del 2012 al USD 318 actual. Pero es más,
según datos oficiales, la evolución de ingresos familiares en 2006 conllevaba
una cobertura de la canasta básica familiar de tan solo un 66,7%, mientras que
en 2012 ese porcentaje se elevó al 92,43%. Según el propio mandatario, esta
situación prácticamente cierra la brecha del “salario digno” [3], referenciando
textualmente que “tenemos la mayor capacidad de compra de toda la historia”
[4]. Se estima que con dicho incremento salarial, las familias puedan cubrir en
el año en curso el 103% de la Canasta Básica Familiar [5].
En
paralelo, los 110 grandes grupos económicos (fuente SRI) han visto
multiplicarse sus volúmenes de negocio y su diversificación en diferentes
sectores económicos. A pesar de una Ley Antimonopolio, que aunque reciente, no
muestra voluntad de ser aplicada en amplitud; la bonanza económica fortalecida
por la demanda de un mercado donde circula más plata (sumatorio de inversión
pública, precios de los commodities y, sin ser alarmante, cada vez mayor deuda
externa -especialmente con China-), se replicó en el sector privado, más allá
de la dimensión de su mercado interno. En una economía hiperconcentrada, sobra
indicar que los mayores beneficiados han sido los grandes grupos económicos,
quienes concentran el 41% del PIB.
La
mayor presión fiscal desarrollada durante estos seis años de gobierno del
presidente Rafael Correa, ha sido absorbida con quejas pero sin dramas por las
grandes empresas, dado el incremento de beneficio empresarial desarrollado en
ese mismo periodo. Los grupos económicos en el ejercicio 2010 reportaron 650
millones de dólares en concepto de pago de Impuesto de la Renta, mientras que
en el 2011 se elevó a 798 millones (incremento del 23,61%).
El
posible efecto pasajero de la bonanza económica, tesis esbozada por el sector
privado para justificar su escasa inversión, beneficiándose básicamente del
notable incremento en inversión pública, ya no es una excusa sostenible, pues
aunque la política pública sigue anclada a factores exógenos (principalmente
precios del petróleo), no existen perspectivas serias de que la tendencia de
commodities y las necesidades de los BRIC, especialmente de la vorágine china,
vaya a revertirse notablemente a mediano plazo.
El
dinamismo de sectores como el comercial, no hay más que ver la proliferación de
centros comerciales por todo el país, es bueno, pero se venden productos que no
son de fabricación nacional. De esta manera, se mantiene la lógica económica
heredada por la cual el importador se beneficia más que el productor de dicho
dinamismo económico. Una política pública de marcado gasto ha permitido
incrementar el consumo, situación de la que el sector privado se ha
beneficiado.
En
resumen, bajo los efectos ópticos basados en demagógicos discursos de retórica
populista con base en la justicia, equidad, subsidios sociales y la
construcción de una “Patria Nueva” superadora del pasado, se fomenta un
imaginario de cambio que en realidad no es otra cosa que la consolidación de un
bloque hegemónico que goza del apoyo de amplios sectores que van desde la clase
media baja hasta el subproletariado, además de las clases dominantes.
Es
la conformación del nuevo capitalismo ecuatoriano del siglo XXI,
pretendidamente de “rostro humano” y articulado bajo una lógica de
modernización del aparato del Estado, desarrollismo y el neoextractivismo (con
reposicionamiento del Estado).
La
utopía burguesa del Estado por encima del conflicto de clases, para el servicio
del bien común, pierde credibilidad cuando la acción tiene perfil emancipador.
Consciente de ello, el bloque hegemónico va tomando un perfil de cada día mayor
marcada alianza de todas las clases sociales, donde todos deben y pueden ganar.
Desde esa perspectiva de “consensos”, el Estado se siente legitimado para
golpear (política, jurídica, económica y socialmente) a toda disidencia
cuestionadora del modelo de desarrollo, en la búsqueda de su destrucción.
Apoyándonos
en la teoría crítica desarrollada por Max Horkheimer –Escuela de Frankfurt de
investigación social - el estado autoritario es un fenómeno sociológico que se
construye tras circunstancias históricas donde antes existía desorden y crisis;
presentándose como la vía para la superación de los problemas existentes. Es
desde ese consenso entre grupos sociales desde donde se legitima un estado
autoritario, y no a través del uso de la fuerza o el abuso del poder. Es, en
términos marxistas gramscianos, el poder de la superestructura.
Si
entendemos como “contrahegemonía” los elementos para la construcción de la
conciencia política propia que genere espacios de disputa para la construcción
de un bloque social alternativo desde las clases populares, es evidente lo
lejos que estamos de dicha situación. Quizás por ello sonroja, que intelectuales
afines al régimen, confundan el actual proceso de reorientación/modernización
del sistema capitalista ecuatoriano, el cual aceptó en su estrategia de
recuperación en crisis global, determinadas formas de regulación e
intervencionismo estatal, lo que dista mucho de un cambio de hegemonía
(discurso basado en lectura de indicadores respecto a calidad de vida,
capacidad de consumo y reducción de la pobreza). Según Gramsci, la supremacía
de un grupo social se manifiesta tanto por el dominio como por la dirección
intelectual y moral.
El
neopopulismo tiene como objetivo obtener legitimación social mientras se
mantiene en el poder una élite específica que controla la hegemonía política a
costa de la popularidad de su líder. En ese contexto, la distancia entre el
discurso y la praxis se acrecientan, desarrollándose medidas populistas que
bajo discursos rupturistas posicionan beneficios para la población, pero que
lejos están de significar transformaciones profundas en los pilares del Estado
ni en las relaciones sociales, económicas y políticas que se desarrollan en el
país.
El
poder articula entonces formas diferentes para posicionarse y legitimarse,
utilizando fórmulas que van desde la violencia física hasta la manipulación
psicológica. En ese contexto, está siendo el Derecho la herramienta que
instrumentaliza el poder, encubriéndolo y difuminándolo; justificándolo y
convirtiéndolo en "orden" social y político.
Mediante
el Derecho, las respuestas a los conflictos de poder adquieren un aurea de
legitimidad y neutralidad, aplicando un “código operacional” que tiene el
efecto de limitar los hechos y la consideración de estos a su racionalidad
legal (lógica binaria que se limita a definirlos como legales o ilegales),
dotándose de respuestas normativas que pretenden garantizar la solución no
arbitraria de los conflictos sociales. El efecto de universalización pasa a ser
uno de los mecanismos aplicados por los grupos dominantes, a través del cual se
ejerce la dominación simbólica y la imposición legitimada del orden social.
Es
así que las contrahegemonías existentes, las que incluyen estrategias de orden
crítico y posiciones que optan por la sustitución gradual del modelo
extractivista -en su más amplio sentido- como mecanismo de superación
civilizatoria, pasan a ser “blanco” político del poder y del aparato legal a su
servicio ( el Derecho - orden normativo e institucional de la conducta humana
en sociedad inspirado teóricamente en postulados de justicia - no es más que el
resultado del enfrentamiento entre diferentes grupos sociales en conflicto,
pues es desde ese conflicto desde donde nace el Derecho) .
Siguiendo
a Michel Foucault, es entonces cuando interviene el “discurso del saber” como
mecanismo por el cual se sustenta la justificación del método [6]. El ejercicio
del poder pasa entonces de tan solo reprimir y castigar, a convertirse también
en “productor de verdad”. L os “discursos del saber” se despliegan mediante
herramientas de poder, implementadas a través del control social, el cual se
justifica y reproduce sus prácticas de forma permanente como estrategia de
adoctrinamiento y subsistencia.
Desde
el plano ideológico, en este proceso de reorientación/modernización del
sistema, lo que unilateralmente se califica como aislado o atrasado, pasa a ser
de antemano condenado. La transformación, reducida al rigor de una ecuatoriana
selección darwiniana (miedo al provenir de nostálgicos del pasado combinado con
ciudadanos débiles que no afrontan el “choque del futuro” y no asumen el tiempo
que vivimos), pasa a fundamentarse bajo el criterio de que el provenir se
encuentra en el progreso “técnico”, en la movilidad, en la competencia, en la
profesionalización y en la comunicación. Toda población que no asume el “nuevo
orden” y las comunidades que mantienen ciertos niveles de impermeabilidad al
efecto modernizante y globalizador son una molestia, pero sus tierras no si en
ellas se encuentran los recursos naturales.
Lo
más curioso de la “empanada” dialéctica, es que mientras en el pasado varios de
los notables del oficialismo acusaban a los gobiernos neoliberales de “vender”
el país a las importaciones de bienes de consumo de los países del Norte, en la
actualidad van cambiando hacia Oriente una parte de sus destinos importadores
manteniendo las mismas asimetrías (bienes primarios vs productos manufacturados
con valor agregado).
Entender
al proceso correísta como una política progresista de profundo carácter
transformador, equivale a no entender los diferentes tipos de pensamiento
conservador existentes, aquello que Pierre Bordieu definió como conservadurismo
declarado y conservadurismo reconvertido o progresista, no entendiendo a su vez
el conflicto de clases y la lucha “contrahegemónica” por una radical
transformación sistémica y social. Es así que el pensamiento de la derecha más
“rancia” -conservadurismo declarado-, tiene como centro el sentimiento de la
declinación, la desesperanza y el miedo al porvenir, disposiciones que denuncia
y combate la nueva burguesía, es decir, el conservadurismo reconvertido. El
pensamiento conservador más reaccionario, pasa a ser confundido
intencionadamente desde el poder con posicionamientos indígenas y rurales en
defensa de derechos colectivos y formas propias de organización social,
espacios los cuales pretenden ser liquidados por los nuevos planificadores
(tecnócratas de la felicidad) que prestan una atención condescendiente e
inquieta a estos excluidos mientras eliminan las realidades a las que ellos aún
se aferran. Mientras el conservadurismo declarado aboga por la perpetuación del
pasado, la nueva burguesía propugna la creación de proyectos modernizadores
para “no volver nunca más al pasado”.
En
una combinación aparentemente contradictoria, el conservadurismo progresista no
es más que una fracción de la clase dominante que da como “ley subjetiva” lo
que constituye la ley objetiva de su subsistencia: bajo el concepto de
“gatopardismo” o “lampedusianismo” [7], se crea una apariencia de cambio
revolucionario con el fin último de que la base, el núcleo del sistema,
permanezca inalterado.
Construcción
de “contrahegemonia”: una necesidad perentoria para la izquierda ecuatoriana
Desde
la perspectiva de un gobierno que se llama a sí mismo “revolucionario”,
propiciar condiciones para la movilización social y política de los sectores
organizados de la sociedad, debería ser un objetivo institucional en la
búsqueda de conformar mayores niveles de autonomía, organización, participación
de la población en asuntos públicos, es decir, “contrahegemonía”.
Lejos
de esta visión, el régimen se caracteriza por el intento de control
-mayoritariamente exitoso- sobre el conjunto de organizaciones sociales,
anulando su capacidad de movilización y entendiendo a ésta como un elemento de
desestabilización política desde la disidencia.
El
objetivo central del proyecto político correísta -en esta etapa de
modernización del sistema capitalista ecuatoriano- es el monopolio de la vida
política, lo cual le ha llevado a pasar de la utilización instrumental de lo
popular al desprecio y control sobre todo tipo de articulación social.
Siguiendo con Gramsci, hegemonía es una composición de dominación y dirección
que significa presencia ideológica en la sociedad y el Estado, así como control
sobre la dirección económica (control de los medios de producción). Partiendo
de esta premisa, el bloque hegemónico habría conseguido sus objetivos tanto en
el plano político como en el económico: de manera rotunda tras el proceso
electoral de febrero de 2013 en el primero de los casos, como manteniendo el
control en la disputa económica a través del mismo sistema de acumulación y
matriz productiva heredada de la época neoliberal en el segundo. Siguiendo a
Bolívar Echeverría, ni se supera el productivismo ni se replantea el valor de
uso como forma natural de la reproducción social.
Entendiendo
como crisis de hegemonía a la que se da cuando aún manteniendo el propio
dominio, las clases sociales dominantes dejan de ser dirigentes de todas las
clases sociales -no resuelven los problemas de toda la colectividad y dejan de
imponer su concepción del mundo al conjunto de la sociedad-. Se debe indicar
que el actual gobierno ha reconsolidado a las clases dominantes y el sistema
económico sobre el que se sustenta, habiéndose convertido el Buen Vivir
-discurso transversal en los planes de desarrollo- en un limitado concepto que
se sostiene sobre el mayor suministro de servicios básicos a la ciudadanía y el
aumento de su capacidad de compra de bienes y servicios en el mercado.
El
golpe recibido por las izquierdas políticas en las últimas elecciones
presidenciales y legislativas celebradas recientemente en Ecuador, ponen en
cuestionamiento la credibilidad de estas como factor “contrahegemónico” en el
momento político actual, planteando el reto en el campo popular de un análisis
adecuado sobre el nuevo bloque hegemónico consolidado, para así encontrar las
potencialidades transformadoras existentes en el nuevo modelo de capitalismo
posneoliberal ecuatoriano y el mecanismo de reorientación adecuado para las
izquierdas más tradicionales.
Notas:
[1]
El 23 de marzo de 1919 Benito Mussolini funda en Milán el primer "fascio
di combattimento", adoptando símbolos que hasta entonces habían
distinguido a los arditi, como las camisas negras y la calavera, llegando al
poder tras la crisis ministerial del primer trimestre de 1922.
[2]
El Telégrafo, 16 de abril de 2013. http://www.telegrafo.com.ec/actualidad/item/correa-llama-a-los-empresarios-alemanes-a-invertir-en-ecuador.html
[3]
Desde hace dos años el término “salario digno” es aplicado en Ecuador como el
resultado de dividir los perceptores del sueldo por familia (1,6) y el promedio
anual de canastas básicas familiares (USD 589,39).
[4]
Agencia Pública de Noticias del Ecuador y Sudamérica (ANDES), 22 de diciembre
de 2012. http://www.andes.info.ec/es/econom%C3%ADa/salario-básico-unificado-2013-sube-318-dólares.html
[5]
De cumplirse esta condición, las empresas que generen utilidades ya podrán
distribuir también esta ganancia entre las directivas empresariales.
[6]
Por ejemplo tan solo un ejemplo del “discurso del saber”: la prisión pasa de
ser el resultado de los intereses de determinadas élites dominantes -las cuales
inventaron el encierro para determinadas personas dominadas que “incomodaban” y
“perjudicaban” sus intereses-, a tener a partir del siglo XIX mediante el
positivismo jurídico y científico, un discurso de justificación social
(separación de la sociedad para un adecuado proceso de reinserción social).
[7]
El "gatopardismo" o lo "lampedusiano" es en ciencias
políticas el "cambiar todo para que nada cambie", paradoja de
Giuseppe Tomasi di Lampedusa (fallecido en1957) en su libro “Il Gattopardo”,
publicado póstumamente por la editorial del activista comunista italiano
Giangiacomo Feltrinelli.
Rebelión
ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras
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