Por DIÓMEDES NÚÑEZ POLANCO
Carmen Quidiello de Bosch cumple hoy 101 años. El pasado 2015, en el marco de la Feria Internacional del Libro Santo Domingo, se celebró su centenario, con exposiciones, conferencias, coloquios, recitales. Hoy también se conmemora el 43 aniversario de la promulgación de la emblemática Constitución de 1963, fruto del Gobierno democrático y patriótico que encabezó Juan Bosch.
SOBRE RELOJ DE SOL
Fue el 26 de septiembre de 1941. Ella y él colisionaron en una localidad de la provincia de Matanzas, Cuba, llamada Coliseo, donde se había llevado a cabo, el 23 de diciembre de 1895, en los días de la guerra de independencia cubana, una de las batallas más audaces y victoriosas conducida por el generalísimo Máximo Gómez contra los ejércitos españoles. Allí se conocieron en un autobús, rumbo a La Habana.
Y esa colisión de miradas y palabras de ella y él habría de convertirse en un encuentro para la eternidad.
Ella misma lo definiría así 41 años después: “A Juan, el viajero que conocí un 26 de septiembre en ruta hacia la vida, y llenó de vida mis rutas”.
Al preguntarle yo, en una entrevista que le hice en 1982, que si recordaba algo específico de ese encuentro, respondió: “No recuerdo nada concreto, pero aún guardo la impresión. Yo sentí que había encontrado una persona de un nivel intelectual alto que no podía compararse con los profesores, porque los profesores tenían formación muy académica. Un encuentro muy estimulante. Una grata impresión mutua, como si mutuamente nos hubiéramos estado esperando”.
Ya para entonces, ambos realizaban labores intelectuales. Él escribía en periódicos y revistas de La Habana y tenía los programas radiales “Memorias de una Dama Cubana” y “ Forjadores de América”; y ella, “Perfiles al Aire” y “Figuras en su Marco”. La vida de ella y de él no solo se consustanció, con los años, en los avatares y en el peregrinaje a los que los llevaron los sueños y los ideales compartidos, en los que ella supo jugar el rol de compañera emocional y de la lucha permanente, sino que también se expresó en la acción intelectual.
Así nació “Reloj de Sol”, que reúne la mayor parte de los artículos de la columna que doña Carmen publicó con ese nombre durante los años 70 y 80 en la revista Ahora. Estos últimos no pueden confundirse con los trabajos suyos que aparecieron, en la misma época, en la sección “Suma para la convivencia”, publicada en El Nacional. Se trataba de textos más breves y, en ocasiones, más ligeros, firmados con el seudónimo de Renata Domínguez.
Para mí, Reloj de Sol sintetiza el pensamiento y las ideas de doña Carmen sobre los temas más diversos. Como si se tratara de una enciclopedia sobre tantos saberes, tratados con un estilo personal y una arquitectura escritural bastante cuidada. Los temas van desde La lámpara de Aladino, pasando por el petróleo: Una frontera con el siglo de Mahoma, El analfabetismo como indigencia total, Réquiem Beirut, la mártir, una Minerva sin armadura, La hora pico del horror, hasta Nuestro vecino, el Flamboyán, y El Día internacional de la Mujer es también el día de la humanidad.
Reloj de Sol es ensayo, poesía, teatro, filosofía, historia…
Tanto en Cuba y Nueva York, como en República Dominicana, doña Carmen fue una destacada gestora cultural.
En 1971, luego de regresar de Europa, creó la sociedad cultural Auditórium, que editó, para entonces, en el Listín Diario, la Gaceta Literaria Auditórium. Ahí están sus cinco obras: tres de teatro, sus reflexiones poético-filosóficas y poemas. Y seis con Reloj de Sol, que publicó el Banco de Reservas de la República Dominicana.
CARMEN QUIDIELLO DE BOSCH
Si de pronto nos llegan las sonrisas
de la primavera
y su feria de pájaros;
si las banderas
se elevan como nobles naves espaciales
que anuncian el surco generoso,
su ira de rocío,
se acerca entonces
la cosecha de sueños, el pan y la victoria.
Solo se asienta en su morada
el hombre verdadero, como trigo;
es decir, Juan.
Vida clandestina,
como raíz
que se convierte en amapola.
Cuando los parques, lugares
para mitigar la angustia, el desencanto,
se vuelvan jardines adolescentes,
y los niños emigren como aves
y la lluvia sobre los pinos,
en busca de la luz,
se habrán muerto de óxido y herrumbre
la cizaña, las mezquindades.
Descubriremos una vez, y otra vez,
la grandeza de los humildes,
la pequeñez de los engreídos;
que hay tiempo para la guerra,
para la paz,
y tiempo, mejor tiempo, de cosechar
ternuras y crepúsculos.
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