MORAL Y LUCES

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lunes, 31 de marzo de 2014

Cuba: Entrevista a un general, hombre de valor y modestia ilimitada

Por Luís Báez*

¿En qué momento el Movimiento 26 de Julio hizo contacto con usted? 

A mediados del año 1957, por conducto del teniente Álvaro Prendes Quintana. Solicitaron mi colaboración para cuando se llevara a cabo una acción. Expresé mi conformidad.

Después supe que la acción estaba relacionada con un plan para derrocar a la dictadura, el 5 de septiembre, en el que participarían oficiales de la Marina de Guerra y militares pertenecientes a otros cuerpos.

Por esos hechos fui detenido y condenado. Estuve en prisión hasta el 1ro. de Enero de 1959 en que triunfa la Revolución.




La Habana, (PL) Antes de conocerle personalmente, le admiraba. Después de tratarlo, le admiro mucho más. En él hallé un extraordinario ser humano. A un hombre de valor y modestia ilimitados. Estoy hablando del General de División Enrique Carreras Rolas, fallecido el 18 de marzo en esta capital.

Siempre recuerda con amor las fantasías que formaron parte indeleble de sus sueños e inquietudes de joven. Años después, ya piloto militar, en él influirían otros factores que le sirvieron de acicate y estímulo en grado tal, como para resistir las atracciones voluptuosas de su medio y preferir el sacrificio sin gloria.

Sobre su pecho brillan numerosas condecoraciones en las que sobresale la de Héroe de la República de Cuba y la Orden Playa Girón.

A sus 73 años sigue siendo un enamorado de la aviación. Visita las bases. Conversa con los pilotos y como ya no puede volar, se dedica a leer todo lo relacionado con las nuevas técnicas aéreas.

Padre de siete hijos, con doce nietos y cuatro biznietos, aún conserva su afición por la música cubana y mexicana.

La entrevista se realizó en su pequeño despacho en el quinto piso del Ministerio de las Fuerzas Armadas. Nos reunimos en dos ocasiones. Me relató la historia de su vida. ÂíQué vida más hermosa!

No incluí en el diálogo cuestiones relacionadas con sus primeros años como piloto, su actitud ante los sucesos del 5 de Septiembre, en Cienfuegos, la prisión en Isla de Pinos, aspectos de su participación en Girón, sus vuelos en MIG, su papel como internacionalista.

Todo está recogido en un amplio relato escrito por él en forma de libro y que lleva de título: "Por el dominio del aire".

Traté de buscar en su personalidad detalles poco conocidos. Me respondió todo cuanto le pregunté.

Al terminar la conversación, le manifesté que como muchos otros cubanos que habían combatido en Girón tenía una deuda con él, pues probablemente estaba vivo debido a su actitud, a su valor.

Le pedí que me permitiera darle las gracias aunque fuera con 34 años de retraso. Carreras sonrió. Con esa sencillez que tienen los grandes hombres, me recordó una frase martiana: "Toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz".
¿Cómo transcurrió su infancia?

EL GENERAL CARRERAS , JUNTO A OTROS ALTOS OFICIALES, ES CONDECORADO CON EL TÍTULO DE HÉROE DE LA REPÚBLICA DE CUBA.

"Me crié en el barrio de Versalles, en la provincia de Matanzas. Vivía frente a la bahía. Mi padre era cabo del ejército. Ganaba diecinueve pesos cubanos mensuales. Mi madre no trabajaba en la calle, lo que era bastante común en las mujeres de la época. Tenían que alimentar y educar a seis muchachos: cuatro hembras y dos varones.


¿Cuándo empezó a atraerle la aviación?

Desde muy pequeño. No se me ha olvidado cómo me llamaban la atención los hidroaviones que acuatizaban cerca de la bahía matancera. También atraía mi curiosidad cualquier avión que sobrevolaba la ciudad.

Aunque no tenía muchas posibilidades de ir al cine, cuando exhibían una película relacionada con la aviación, trataba de no perdérmela. Me emocionó mucho "Alas", que narraba las proezas de los pilotos en la Primera Guerra Mundial. La aviación era mi diversión preferida. Quería ser piloto pero no era fácil lograrlo.

¿Cómo lo logró?

Mediante el Servicio Militar de Emergencia (SME). Ya en el ejército, aspiré a una plaza de Cadete de Aviación. Pasé todas las pruebas que me hicieron. Fui uno de los cincuenta aceptados de los quinientos que se presentaron. Eso fue a fines de 1942. Terminé los estudios el 25 de marzo de 1944. Había logrado mi sueño.

EL GENERAL DE EJÉRCITO RAÚL CASTRO RUZ CUANDO ANUNCIÃ", EL 16 DE ABRIL DE 1988, QUE EL GENERAL CARRERAS SE RETIRABA DE LOS VUELOS, DESPUÉS DE 45 AÑOS SIN ACCIDENTES, Y PASABA A CUMPLIR OTRAS MISIONES EN LAS FAR.

¿Por aquellos años se creó la base aérea de San Antonio de los Baños?

Sí. Eso fue un interés de Estados Unidos. Su misión principal era reabastecer sus aviones que iban o venían de Sudamérica en misiones de transporte y avituallamiento para los ejércitos aliados en Europa y el Pacífico.

También construyeron la Base de San Julián. Estaba dedicada a los aviones de la Marina de Guerra (U.S. Navy) Su misión consistía en detectar los submarinos alemanes que se movían en las aguas del Caribe. Además, contaban con la base de Guantánamo en el sur de Oriente.

¿Los pilotos cubanos tenían acceso?

De ninguna manera. No solo no teníamos acceso, sino que para sobrevolar dichas bases, teníamos que tener un permiso especial de la Misión Militar Norteamericana radicada en La Habana.

¿Participó en acciones contra submarinos alemanes?

En unión del teniente Alfonso Silva Tablada participé en el patrullaje por toda la costa norte de Oriente hasta el límite con Camagüey. Teníamos que identificar los barcos que estaban navegando, la cantidad, el nombre, la posición en que se encontraban y otros datos, los cuales comunicábamos a nuestros superiores.

Uno de esos días en que sobrevolábamos alrededor de un barco, al norte de la bahía de Nipe, nos ocurrió algo muy singular. Las nubes estaban un poco bajas, había poca claridad, vi una silueta oscura que sobresalía del agua y me dije: ÂíAhí está el submarino! Acto seguido le tiramos las bombas y le dimos pases de ametralladoras.

Pensamos que habíamos hundido un submarino y resultó ser un cachalote. Por esa confusión tuve que rendir cuenta.

¿Cómo se enteró del golpe militar del 10 de Marzo?

Yo estaba durmiendo en mi casa cuando recibí una llamada del oficial de guardia del Cuerpo de Aviación, donde se me ordenaba la urgente presentación en dicha jefatura. En los primeros momentos pensé que se trataba de realizar algún vuelo especial, pues era costumbre recibir este tipo de llamada y más cuando faltaba algún miembro de las tripulaciones ya planificadas en días anteriores.

Cuando llegué a la posta de entrada detuvieron el auto. Observé que el armamento que tenían eran ametralladoras de mano en vez de fusiles, por lo que se notaba un reforzamiento en la protección del campamento.

Me comunicaron que debía presentarme en la jefatura del mando donde se encontraba la mayoría de los pilotos con el coronel Eulogio Cantillo, Jefe del Cuerpo.

Al arribar a la Jefatura, ¿qué ocurrió?

Me recibió el coronel Cantillo. Me informó que Fulgencio Batista había entrado en Columbia. Que él estaba tomando medidas para no perder el mando y con esa intención había enviado a la Base de San Antonio en un C-47 al capitán Mario Cabrera.

Le propuse a Cantillo bombardear Columbia con los AT-6. Su orden fue que nos mantuviéramos tranquilos hasta que regresara Mario.

Alrededor de las cuatro o cinco de la madrugada, empezaron a llegar los tanques desde el campamento de Columbia hacia el campo de aviación donde estábamos, haciendo un ruido tremendo en el silencio de la noche. Se estacionaron en la pista para evitar que despegara ningún avión. Minutos más tarde, arribaron varios automóviles con soldados capitaneados por Pilar García.

Me encontraba al lado del Jefe del Cuerpo. Sabía que García estaba retirado y que su visita no era para nada bueno. Arrestaron a Cantillo, que no se había sumado al golpe. Cuando se lo llevaban pedí ir con él. Accedieron.

¿A dónde los condujeron?

A la jefatura del Regimiento de Columbia. Al llegar al edificio subimos una escalera. Ya en el primer piso pasaron a Cantillo a una habitación.

A mí me sentaron en una esquina del salón de espera, con un soldado armado con fusil, cuidando que no me moviera. En aquel cuarto estaba Batista. Allí estuve hasta que empezó a aclarar.

De pronto salió Cantillo. Me vio sentado con una escolta. Ordenó que me dejaran libre y me dijo que lo siguiera. Montamos en un auto que manejaba un oficial al que no conocía.

¿Hacia dónde fueron?

Nos llevaron para el edificio del Estado Mayor General donde había mucho movimiento de oficiales.

Cantillo entró en la oficina de la jefatura donde se encontraba el capitán Martín Díaz Tamayo, a quien comunicó que tenía órdenes superiores de asumir la jefatura del Estado Mayor General del Ejército.

Díaz Tamayo enrojeció. Hizo una llamada y salió del despacho. Cantillo empezó a recibir oficiales y a impartir órdenes.

¿Con usted qué pasó?

Habló conmigo. Me manifestó que a partir de ese momento me nombraba su ayudante.

Cuando le pregunté qué estaba pasando, me respondió que mantuviera silencio referente a lo que había visto, que no hiciera preguntas ni ningún tipo de comentario.

¿Cómo interpretó sus palabras?

Que debíamos esperar para actuar después. Esto fue lo que hizo que me mantuviera junto a él en el nuevo cargo en que había sido nombrado. Al mes, me ascendieron a Capitán Ayudante del Jefe del Estado Mayor General.

¿Qué tiempo permaneció en el cargo?

Poco tiempo. Le pedí regresar al Cuerpo de Aviación. Accedió. Comencé a volar nuevamente como yo deseaba.

¿En qué momento comenzó usted a conspirar?

En el mes de mayo de 1952.

¿Mediante quién?

Grande Benito, al que conocía de la Escuela de Cadetes, me contactó. En esos momentos administraba la agencia de autos Dodge, en Marianao.

Yo le había comprado un carrito a plazos. En la conversación, me informó que Aureliano Sánchez Arango había entrado clandestinamente a Cuba y quería verme. Le respondí afirmativamente.

¿Tenía amistad con Sánchez Arango?

Amistad no. Lo conocía debido a que en el gobierno de Carlos Prío, Aureliano acudía a Columbia a recibir instrucción de vuelo.

También piloteé viajes a Nueva York, Costa Rica, Guatemala, llevando delegaciones oficiales. Por esa época conduje un avión con armas para el presidente de Guatemala, Juan José Arévalo.

¿Llegó a reunirse con Sánchez Arango?

Una mañana pasó a recogerme el doctor Ignacio Fiterre y me condujo a una casa en Nuevo Vedado. De pronto salió un hombre disfrazado de Jorge Negrete. Me quedé mirándolo. No sabía quién era. Entonces me preguntó: "¿no me reconoce?". Era Aureliano, que me saludaba.

Me habló de diferentes planes para derrocar a Batista. Le manifesté que estaba en disposición de ayudar. Me planteó que le hacía falta un plano con los lugares de entrada y salida del Campamento de Columbia. Le dije que no lo tenía, pero que trataría de conseguirlo.

¿Lo pudo conseguir?

Sí. Por intermedio del Departamento de Ingeniería Militar. Le comenté a un amigo que trabajaba allí que queríamos reparar las pistas de Columbia y me entregó un documento que tenía dibujados la pista y otros lugares de dicha fortaleza.

Volví a ponerme en contacto con Aureliano y se lo entregué. Me manifestó que tan pronto tuviera alguna novedad me avisaría.

Pasó mucho tiempo y no me llamó. Posteriormente, me enteré que Aureliano se había ido del país. Esto me decepcionó.

¿Ahí terminaron sus inquietudes?

De ninguna manera. Algún tiempo después fui enviado a Washington a pasar un curso intensivo de inglés. El coronel Ramón Barquín era el agregado militar. Hablamos de la situación en Cuba. Le comenté mis preocupaciones.

Entonces me reveló que en otros oficiales de Academia también existía inquietud por lo que estaba ocurriendo en el país. Me pidió que permaneciéramos en contacto.

¿Mantuvieron el contacto?

No. Pero eso no impidió que, cuando el cuatro de abril de 1956 se descubrió la conspiración liderada por Barquín, fuera interrogado y puesto en libertad por falta de pruebas.

En ese complot militar bautizado como "Los Puros" había oficiales muy valiosos como Enrique Borbonet y José Ramón Fernández.

¿Dónde lo sorprendió el ataque al cuartel Moncada?

En Montgomery, Alabama, pasando un curso para oficiales superiores y primeros oficiales en la Air University.

Un día se me acercó un oficial norteamericano con un periódico de la ciudad, que traía un titular sobre el ataque al cuartel Moncada. Más abajo decía que estaba liderado por el doctor Fidel Castro.

En esos momentos vino a mi mente el nombre de Fidel al recordar que era el estudiante que en el año 1946, había sido acusado de participar en los sucesos del Bogotazo, en Colombia.

¿Qué ambiente había en la Fuerza Aérea cuando se produjo el desembarco del Granma?

La declaración de Fidel en México en 1956 de: "Seremos libres o mártires", agudizó las tensiones en los mandos de las Fuerzas Armadas. Se incrementaron las patrullas aéreas alrededor de la Isla con aviones del Ejército y la Marina y unidades de superficie.

Los datos confeccionados por el Servicio de Inteligencia Militar (SIM) sobre embarcaciones sospechosas nos eran entregados por el departamento de operaciones de vuelo.

Cualquier embarcación que viéramos con estas características teníamos que reportarla inmediatamente.

A mí me tocó trasladar desde Oriente hacia Isla de Pinos a los sancionados por los sucesos del 30 de noviembre de 1956 y el desembarco de Granma.

¿En qué momento el Movimiento 26 de Julio hizo contacto con usted?

A mediados del año 1957, por conducto del teniente Álvaro Prendes Quintana. Solicitaron mi colaboración para cuando se llevara a cabo una acción. Expresé mi conformidad.

Después supe que la acción estaba relacionada con un plan para derrocar a la dictadura, el 5 de septiembre, en el que participarían oficiales de la Marina de Guerra y militares pertenecientes a otros cuerpos.

Por esos hechos fui detenido y condenado. Estuve en prisión hasta el 1ro. de Enero de 1959 en que triunfa la Revolución.

¿Cuáles fueron las primeras tareas en que intervino después del triunfo revolucionario?

En las investigaciones de los pilotos de la tiranía que bombardearon a la población campesina, a pueblos y ciudades.

¿Cómo se realizó dicha investigación?

Tomando la información encontrada en los archivos de operaciones de la Fuerza Aérea del Ejército de Cuba (FAEC), donde aparecían los reportes de los vuelos realizados por los pilotos, los lugares que atacaban y los daños causados.

En esos reportes confidenciales estaban registradas las acciones de bombardeo y ametrallamiento, por cada una de las cuales les pagaban veinticinco pesos a los pilotos, catorce a los artilleros y diez a los mecánicos.

También trabajé en la depuración de la Fuerza Aérea, donde se requería, junto a la actitud revolucionaria, una mayor preparación profesional del personal, principalmente de los pilotos.

¿Recuerda su primer encuentro con Fidel?

A mediados de 1959, en una visita que él hiciera a la jefatura de la Fuerza Aérea del Ejército Rebelde en Ciudad Libertad. También estaba el Comandante de la Revolución Juan Almeida, quien había sido nombrado jefe de ese cuerpo.

Fidel nos reunió a los pilotos que habíamos estado presos. Miró para mí y me dijo: "Carreras, tú eres el más viejo, el de más experiencia; la tarea que te voy a dar es la de preparar a los futuros pilotos que necesitamos para defender la Revolución desde el aire. Sabemos que tarde o temprano nos van a atacar".

Le respondí que estaba en la mejor disposición, pero que era necesario irnos de Ciudad Libertad. Días después, Almeida me dio la orden de recoger todos los aparatos que estaban en Libertad y llevármelos para San Antonio de los Baños. Ahí comenzamos a dar las primeras clases. En medio de las dificultades y con grandes esfuerzos, se forjaron esos primeros pilotos que pasaron a integrar la primera unidad combativa de nuestra Fuerza Aérea. Muchos de ellos serían después jefes de escuadrillas, de escuadrones e inclusive de bases aéreas.

La preparación de nuestros pilotos debe estar ligada siempre a la lucha sobre el mar, pues siendo Cuba una isla, nuestra fuerza aérea debe estar preparada para combatir, tanto sobre tierra como sobre el mar.

Puedo decir, sin temor a equivocarme, que la aviación de combate revolucionaria nació y se crió en la Base Aérea de San Antonio de los Baños.

¿Mantuvo el contacto con Fidel?

Sí. Él nos visitaba mucho en San Antonio. Hablaba con los técnicos y pilotos.

En esas conversaciones nos dijo: "Miren, esos aviones destartalados que ustedes vuelan, deben dislocarlos y no tenerlos aglomerados, de manera que, si se produce un ataque aéreo, el enemigo destruya los aparatos dados de baja.

Pónganlos distantes unos de otros con el fin de confundirlos y preservar nuestras máquinas. Estoy seguro de que nos atacarán. Muévanse rápido antes de que vengan". Así ocurrió

¿Con cuántos pilotos contaban?

Las FAR contaban con diez pilotos de combate, pero solo tres éramos experimentados.

Los demás tenían pocas horas de vuelo en los diez aviones dados de alta, por el tesón de los técnicos y mecánicos, que hacían adaptaciones para que volaran aquellos vetustos equipos, prácticamente a riesgo de los tripulantes.

En los momentos en que se está produciendo el desembarco de Girón, ¿habló con Fidel?

Sí. Eso ocurrió en la madrugada del 17 de abril. A las 04:45 Fidel llamó a la base y pidió que me pusiera al teléfono. Me recogieron en un jeep.

Al llegar a la Torre de Control tomé el auricular y respondí: "A sus órdenes, Comandante en Jefe".

Fidel, ¿qué le dijo?

Carreras, en Playa Girón se está llevando a cabo un desembarco. Despeguen y lleguen allí antes del amanecer. Húndanme los barcos que transportan las tropas y no me los dejen ir. ¿Entendido?".

"A sus órdenes, Jefe", respondí esperando ansioso unos segundos. "¿Eso es todo?".

A mi requerimiento agregó: "ÂíPatria o Muerte!".

"íVenceremos!", contesté lleno de entusiasmo.

¿Qué sintió en esos momentos?

ÂíImagínate! Yo era un simple capitán y de repente estaba recibiendo las ordenes directamente del Comandante en Jefe.

Para mí, no en aquel momento, hoy en día si me vuelve a llamar, me siento profundamente emocionado.

Me habló con una firmeza, un entusiasmo, que me dejó estremecido por dentro y realmente me inyectó más valor para cumplir la misión que me había encomendado porque, de verdad, nuestros aviones estaban destartalados.

Al comenzar las hostilidades, ¿cómo estaba la correlación de fuerzas?

Cuatro días antes del inicio de la agresión, la correlación con el enemigo era aproximadamente a su favor 5-1 en el caso de los aviones, y 12-1 en el de los pilotos.

¿Cuántas misiones realizaron?

En menos de setenta y dos horas, diez pilotos con ocho desvencijados aviones, realizamos setenta misiones.

¿Cuántos aviones derribaron?

Nueve bombarderos B-26. Hundimos dos barcos de transporte de tropas, tres barcazas LCT de transporte de tanques y cinco barcazas de desembarco.

¿Conoce el número de bajas enemigas?

Solo en sus aviones murieron catorce pilotos. De ellos, cuatro instructores norteamericanos.

Durante la Crisis de Octubre, ¿qué misión le asignaron?

Representé a la aviación ante el Jefe de Operaciones de las Fuerzas Armadas, capitán Flavio Bravo, en el puesto de mando del Comandante en Jefe. Algunos años después, viajé a Viet Nam en medio de la guerra al frente de una comisión de la DAAFAR.

También he sido diplomático al representar a Cuba como agregado militar, naval y aéreo en Perú, Portugal y México.

¿Cómo valora la capacidad de los pilotos cubanos?

La demostración de nuestros pilotos en Angola y en Etiopía refleja su alta calidad. Los pilotos cubanos están preparados, listos para combatir en cualquier continente y en cualquier condición meteorológica. Tienen una alta disposición combativa.

¿Cuándo realizó su último vuelo?

En febrero o marzo de 1988. No recuerdo bien la fecha.

¿Cómo reaccionó cuando la comisión médica le informó de la decisión?

Realmente la comisión médica no fue quien me lo comunicó. Ellos sabían que iba a rechazar la decisión por el cariño, el amor, el olor a kerosén de los aviones. Volar era una necesidad para mi vida. Lo que hicieron fue informarle al mando superior. El mando superior fue el que me dijo que ya era hora que dejara de volar.

¿De qué manera se lo comunicaron?

En una recepción que se estaba celebrando en la embajada de la Unión Soviética se me acercó el General de División Senén Casas y me planteó la situación.

Me habló de que no cometiera el error de seguir volando. Que si me pasaba algo la responsabilidad no era mía, sino del Ministro de las Fuerzas Armadas, Raúl Castro. Cuando me dijo eso, le respondí que si le estaba creando problemas al Ministro dejaba de volar inmediatamente. Días después hablé con Raúl y le comuniqué mi decisión.

Ya que ha mencionado a Raúl, ¿nárreme cómo lo conoció?

Por intermedio del capitán Arturo Lince, quien estaba recibiendo entrenamiento como piloto y había estado con Raúl en el II Frente. Ahí nació una entrañable amistad que se mantiene hasta el día de hoy. Raúl visitó mi casa, conoció a mi familia, a mis hijos, a mi suegro. Por primera vez había visitado mi casa un jefe de ese nivel, de esa historia.

Me sentía como el hombre que había recibido un gran premio al tener en el seno de su hogar a un revolucionario de la estatura del Ministro de las Fuerzas Armadas. Me sentí muy orgulloso. Fueron momentos inolvidables.

Después me pidió que le diera clases de entrenamiento para piloto. En los momentos libres, él venía y me localizaba. Preparaba el avión, un avión primario. Para aprovechar mejor el tiempo, iba volando hasta las unidades que tenía que visitar en el interior, hasta que llegó el día en que ya estaba listo para volar solo, pero no me atrevía a dejarlo.

Es la segunda figura de la Revolución. Sentía que tenía una responsabilidad muy grande y me preocupaba que le fuera a ocurrir algo.

¿Llegó a volar solo?

Sí. En un descuido mío. Al llegar a la pista de Ciudad Libertad me apeo del avión y veo que él acelera el motor, pensé que estaba probando los magnetos y de repente observo que despega. Por cierto, lo hizo muy bien. Dio la vuelta y empezó a maniobrar sobre la pista.

En esos momentos llegó su escolta y preguntó dónde se encontraba.

Le dije: arriba, a la vez que les señalaba hacia el aeroplano. Me pidieron que le comunicara que aterrizara. Les informé que la nave no tenía radio.

Ellos se preocuparon. Yo también tenía mi preocupación, pero internamente me sentía tranquilo, pues sabía que él estaba preparado; lo que me faltaba era la decisión de dejarlo ir solo.

Al regresar a tierra, la preocupación general se convirtió en alegría. Le pusimos las alas de piloto. Él nunca supo de esas cosas, hasta hace un tiempo atrás que se las conté.

Raúl, ¿volvió a pilotar?

íQué va! El Comandante en Jefe se enteró de lo que había sucedido y le prohibió volver a volar. Siguió volando como pasajero.

¿Mantuvieron las relaciones?

Sí. Seguí siendo su piloto. En los viajes hablábamos mucho. Aprendí mucho de él. Me esclareció cuestiones dentro de la Revolución que no conocía. Siempre me habló con mucho optimismo del futuro.

En mi mente no puedo separar a Vilma Espín de mis relaciones con Raúl.

El tiempo va pasando y hoy en día cuando nos encontramos, ya no conversamos de nosotros, sino de nuestros hijos y nietos.

Raúl es muy familiar, simpático, es un verdadero cubano. Hay mucha equivocación con su personalidad. No lo conocen. Pero cuando usted lo trata, se percata de que está frente a un ser humano extraordinario. Eso sí, no le falle. En mi vida no he tenido un jefe mejor que Raúl.

¿También Che era un aficionado a la aviación?

Mucho. Ese era su hobby. A cada rato iba a volar a Ciudad Libertad. Su instructor era el capitán Orestes Acosta. Cuando este no se encontraba, Che me buscaba. Le gustaba mucho la acrobacia.

Recuerdo que Che siempre andaba con el cabo de tabaco en la boca y en el avión no se puede fumar. No sabía cómo decirle que botara el cabo. Entonces, estando en el aire, le dije que se lo aguantaba.

Me respondió que no me preocupara pues estaba apagado y que lo usaba para contrarrestar el asma. Eran aviones ligeros. Posteriormente, cuando pasó a volar a Santa Fe, perdimos el contacto.

¿Qué significa para usted ser Héroe de la República de Cuba?

Es la máxima responsabilidad que puede tener un revolucionario. Jamás pensé llegar a ostentar ese gran honor que me ha conferido la Revolución. Me siento con una gran responsabilidad ante mi pueblo y ojalá la vida se me alargue un poquito para poder ayudar más. Me siento muy orgulloso de poder llevar esa estrella en mi pecho.

¿Pensó alguna vez llegar a General?

Nunca. Mi aspiración, te voy a decir la verdad, era llegar al grado de capitán. Para mí, todos los ascensos que me han dado han sido sorpresivos. En el acto de ascenso en que me hicieron General de División el 19 de marzo de 1994, invitaron a toda mi familia, a mis compañeros.

Cuando vi a Raúl poniéndome por un lado los grados y por el otro a Almeida, me vino a la mente cuando conocí a aquellos jóvenes que acababan de bajar de la Sierra. Sentí una profunda emoción.

Algunos me han preguntado si no me pesan mucho las estrellas. Les he respondido que el peso que llevo sobre mis hombros es el mismo peso que llevan todos los revolucionarios.

En su trayectoria como piloto, ¿en qué momento ha sentido miedo?

En varias ocasiones. El miedo existe. En los combates de Girón me dañaron dos veces. Me impactaron en el cilindro número uno del Sea Fury. Tuve muchas probabilidades de morir.

También un encierre que me hicieron entre dos B-26 que me perforaron el tanque del ala izquierda, pero por suerte, ya se había consumido el combustible. En esos momentos sentí miedo, pero aun en esa situación, recordé la llamada de Fidel y me dije: Bueno... estamos cumpliendo.

1995

Falleció en Ciudad Habana, el 18 de marzo de 2014, a la edad de 91 años

Lb/rcg

*Periodista de Prensa Latina

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