Manolo Pichardo
Una ola de independencia económica y política carga en la cresta a América Latina. El punto de inflexión fue el ascenso al poder de Hugo Chávez, no porque es un prohombre que por él mismo desató fuerzas sociales que avanzaron e irrumpieron de súbito en el poder político para sembrar la soberanía que no nos dieron las proclamas de independencia en los últimos 200 años, sino porque se constituyó en instrumento de esas fuerzas, desatadas ya, para iniciar el proceso emancipador, el que pudo haber comenzado el PLD en 1996.
Otros como Lula, Evo, Correa y Tabaré Vázquez, empujados por la corriente que comenzó a sepultar las políticas neoliberales con todo y el llamado Consenso de Washington, que de consenso no tuvo nada y no pasó de ser un invento de John Williamson, dieron inicio a la construcción, con materiales de desechos históricos del capitalismo salvaje, de un búnker que comienza a blindarnos de las incursiones de saqueo que durante 500 años se sucedieron de la mano de naciones extracontinentales, en principio, y otras (o una) que nos consideró (¿o considera?) “patio trasero”.
Llegar a este punto costó mucha sangre, hambre y muertes, como cuenta Eduardo Galeano en la radiografía histórica que hace en su ensayo Las Venas Abiertas de América Latina. Por suerte no hay vuelta atrás a pesar de que las fuerzas dominantes que no fueron gobernantes porque actuaban y actúan por mandato extranjero, se intentan articular con el propósito de revertir el sutil oleaje que de forma incruenta revoluciona las estructuras del poder que están abriendo espacio a la participación popular y ciudadana en la toma de decisiones y la repartición del pastel que en el horno cocina el crecimiento económico.
En la relectura que he hecho a este ensayo encuentro añejas causas de la acción liberadora de nuestros pueblos: el constante cambio de poder a lo largo de 5 centurias y la recomposición geopolítica global que se experimentaba sin variación alguna para nuestras naciones, que sin importar el nombre del poder dominante, siempre fue víctima del pillaje anidado en la “eternitud” de los imperios.
Los que se articulan para frenar ‘la ola progresista que avanza en Latinoamérica’ fueron los que gobernaron al servicio de aquellas naciones, los que en su servil descompostura entregaron nuestro mercado interno y recursos naturales como ocurrió en Brasil, en donde las empresas extranjeras tenían acceso a crédito extranjero a una tasa de 7 ú 8% con el privilegio de un tipo de cambio especial que le protegiera de posibles devaluaciones, mientras que las nacionales debían pagar hasta un 50%.
A esta cuestión, un servil de los que quedan y plantean parar ‘la ola’, dijo: “Obviamente, el mundo es desigual... Hay una desigualdad básica elemental en la naturaleza humana, en las condiciones de las cosas. A esto no escapa el mecanismo de crédito.
Postular que las empresas nacionales deben tener el mismo acceso que las empresas extranjeras al crédito extranjero es simplemente desconocer las realidades básicas de la economía”.¡Vaya combinación de reptil y Trucutú!
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