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Por Diony Sanabia Abadia * Santo Domingo (PL) La única verdad de esta vida, y la única fuerza, es el amor. En él está la salvación, y en él está el mando, escribió el Héroe Nacional cubano, José Martí, en su primera visita a República Dominicana.Entonces, el almanaque de 1892 dejó caer la hoja correspondiente al 12 de septiembre, y el insigne patriota estampó pensamientos propios en el Album de autógrafos de Clemencia, una de las hijas de Máximo Gómez.
Hasta la finca de La Reforma, en Montecristi, parte del noroeste dominicano, llegó Martí para sumar a Gómez, "el respetado jefe militar con cuna en Baní", a una nueva guerra contra el colonialismo español en la mayor de las Antillas.
El que piensa en pueblos, y les conoce la raíz, sabe, Clemencia, que no puede ser esclavo el hombre que vea centellear en tus ojos el alma heroica de la patria, ni el pueblo que tiene de raíz una casa como la tuya, expresó el Apóstol a la muchacha de 19 años de edad.
La dueña de dicho álbum fue la mayor de los vástagos de Gómez y Bernarda Toro nacidos en los campos insurrectos cubanos durante la Guerra de los Diez Años (1868-1878), y comenzó a dar vida al cuaderno en enero de 1885.
Desde antes de esta última fecha, Martí se convirtió en favorito y disputado autor de las principales publicaciones de la prensa dominicana, que se refirieron a él con simpatía y sin descuidar la discreción por las actividades revolucionarias del cubano.
Según el periodista Ramón Becali, José Joaquín Pérez fue el primero en reconocer públicamente el talento del Maestro, "cuya pluma embellece cuanto toca y la profundidad de su pensamiento es notabilísima".
Al ofrecer la bienvenida a Martí en septiembre de 1892, el Listín Diario afirmó que de antemano tenía conquistados purísimos afectos en el seno de la familia dominicana por la energía de su alma en las potentes luchas de Apóstol y escritor.
Para aquellos que aprecian la libertad, baste decir que el señor Martí es uno de los cubanos que más ha hecho por Cuba libre, publicó entonces El Eco de la Opinión.
También Federico Henríquez y Carvajal sacó a la luz en la revista Letras y Ciencias, de la cual fue codirector, un encomiástico artículo sobre el Héroe Nacional de Cuba, quien estuvo por vez primera 11 días en suelo quisqueyano.
Sin haber pisado antes República Dominicana, el organizador de la guerra iniciada el 24 de febrero de 1895 se sentía estrechamente vinculado a este país y, en opinión de Becali, nunca escatimó elogios para una considerada prolongación de la patria natural.
A juicio del referido autor, la primera página dominicana de Martí corresponde a 1884 por la elección de Francisco Gregorio Billini como presidente de la nación caribeña que comparte con Haití la isla de La Española.
El general Billini goza de fama de bravo, desinteresado y modesto. Ha peleado en los bandos de su patria porque en las sociedades nacientes, víctimas siempre de caudillos brillantes e intrépidos, el derecho tiene, si no quiere morir de desuso, que ayudarse de la fuerza, destacó el cubano. Durante su primer viaje a Dominicana, Martí estuvo además en Santiago de los Caballeros, La Vega, Santo Domingo y Barahona, antes de emprender rumbo a Centroamérica en otros afanes conspirativos.
En la capital recorrió sitios históricos y fue recibido en la sede de la Sociedad de Amigos del País, donde su palabra electrizó a la concurrencia, según narró el escritor dominicano Max Enríquez Ureña en su conferencia Martí en Santo Domingo.
Algunos de los cronistas que hicieron la relación del acto trasmitieron al papel la impresión de que el público allí congregado había recibido, impalpable y seráfico, el arrullo de una música divina, contó el también poeta, profesor y diplomático.
Martí volvió a Dominicana en junio de 1893 para conversar nuevamente con Gómez, a quien ofreció nueve meses antes "sin temor de negativa" el mando supremo de la contienda bélica organizada por el Partido Revolucionario Cubano (PRC).
Ese conflicto tuvo entre sus propósitos poner fin al dominio colonial español y dar paso a la República martiana "con todos y para el bien de todos", en la cual la primera ley sería el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre.
Del primer encuentro con el delegado del PRC en La Reforma, Gómez anotó en su Diario: ... Martí viene a nombre de Cuba; anda predicando los dolores de la patria; enseña sus cadenas; pide dinero para comprar armas y solicita compañeros resueltos que le ayuden a libertarla.
Como no hay un motivo, uno solo, continuó el Generalísimo, por qué dudar de la honradez política de Martí, yo, sin tener que hacer ningún esfuerzo... me sentí decididamente inclinado a ponerme de su lado y acompañarlo en la gran empresa que acometía.
En carta por aquella fecha a su compatriota Serafín Bello, el Apóstol expresó: De Gómez vengo enamorado, y no puedo recordarlo sin ternura.
Así, ambos patriotas estrecharon lazos imperecederos, y desde Dominicana iniciaron viaje hacia Cuba, donde el 24 de febrero de 1895 estalló la guerra contra España sin sus principales líderes: Martí, Gómez y Antonio Maceo.
Antes de la partida, el Héroe Nacional cubano fechó el 25 de marzo, a juicio del estudioso ya fallecido Cintio Vitier, tres escritos cenitales, íntimamente relacionados entre sí: el Manifiesto de Montecristi, la carta a Henríquez Carvajal y la despedida a la madre.
El primero de esos documentos expuso ante los cubanos todos y los españoles habitantes de la isla caribeña los objetivos y alcances de la Revolución.
Al mismo tiempo, persiguió responder a la batalla ideológica sostenida por el gobierno colonial para desacreditar a los independentistas cubanos frente a las masas todavía indecisas del afán de emancipación.
Por su parte, en la misiva a Henríquez y Carvajal, el universal cubano, nacido 160 años atrás, legó para la posteridad meridianas posiciones que lejos de apagarse adquieren más fuerza cada día.
Quien piensa en sí, no ama a la patria, aseveró el Apóstol, y está el mal de los pueblos, por más que a veces se lo disimulen sutilmente, en los estorbos o prisas que el interés de sus representantes ponen al curso natural de los sucesos.
Sobre los lazos que lo unieron a Dominicana apuntó: De Santo Domingo ¿por qué le he de hablar? ¿Es eso cosa distinta de Cuba? ¿Usted no es cubano, y hay quién lo sea mejor que usted? ¿Y Gómez, no es cubano? ¿Y yo, que soy, y quien me fija suelo?
Hagamos por sobre la mar, a sangre y a cariño, lo que por el fondo de la mar hace la cordillera de fuego andino, recomendó Martí más adelante, y concluyó: Levante bien la voz que si caigo, será también por la independencia de su patria.
Por Diony Sanabia Abadia *
(*) Corresponsal de Prensa Latina en República Dominicana
jhb/dsa
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