MORAL Y LUCES

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viernes, 17 de enero de 2014

Bosch y el traje nuevo del PLD


Namphi Rodríguez
Si hay un legado tangible del octavo congreso del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) es el réquiem que se le leyó al  bochismo histórico como referente ético de la política dominicana.  
Como líder y mentor espiritual de esa organización, Juan Bosch siempre fue una especie de “unicornio político” alejado del clientelismo, de las trapisondas y de las malas artes que caracterizan la vida dominicana desde el mismo nacimiento de la República.
Su doctrina y su praxis se fundan en una férrea  “ética política”, que no alcanza la categoría de ideología, pero que se diferencia muy bien de lo que se denominada la “ética de la política”; es decir, ese código de actuación inmoral que les permite a los líderes hacer todo tipo de tropelías con la sola justificación de conquistar el poder.
A Bosch nunca le sirvió el traje de tránsfuga, de oportunista o de guanguero. Fue un político pragmático, pero probo, sin dobleces y que hizo de su propia vida personal un paradigma moral para la sociedad dominicana.
La ética en Bosch fue serenidad de espíritu, consistencia, obsesión, virtud, vocación, coherencia y entrega por sus condiscípulos.
Incluso hay quienes le atribuyen haber estado dotado de un intelecto político que se autodestruía cuando entraba en contacto con la abyecta realidad social  en que le tocó vivir.  
Olvidan quienes piensan así que la política no puede estar divorciada de la ética. Su naturaleza como actividad humana de conducir el destino de los pueblos le ata a los principios éticos.
Ya lo decía Aristóteles al distinguir las virtudes éticas de las dianoéticas, “la ética es la teoría de la conducta humana vista desde la perspectiva moral. Teoría del fin al que deben dirigirse los actos humanos y de los medios para alcanzarlos”.
El pragmatismo, pues, en nada se contrapone a la ética. Hay una ética del pragmatismo que consiste en que las ideas de un político deben ser el espejo de sus hechos.   
Lo otro es fetichismo, maquiavelismo mal entendido o desenfreno que lo único que conduce es a volver la espalda a los principios para, como el avestruz, meter la cabeza en el fango de los fines espúreos.
Bajo la idea del nuevo ropaje peledeísta, del pragmatismo sin cuartel, se nos pretende justificar una obsequiosa desfachatez ante lo antiético, lo inmoral, la corrupción o la utilización desenfada de los recursos del Estado para avasallar al compañero.
Esa “democratización” de lo antiético  puede conducir a una desafección de los jóvenes mejor dotados y de los ciudadanos de la política.
Quienes llegamos a amar y a tocar ese Bosch de la Mancha Indeleble o de Composición Social Dominicana no nos resignamos con la idea de un PLD sin el referente ético de Juan Bosch.  
Regurgitamos este jueguito tan odioso que empezó con una tendenciosa derechización, “reformatización” o “perredeitización” del PLD y que está terminado en medio de un escenario  desolador de sepultura del boschismo como referente ético de la política en el octavo congreso del partido de la estrella amarilla.
Al fin y al cabo un congreso partidario no debe representar un drama mortal de rivalidad entre tirios y troyanos,  sino un festival de las virtudes de la democracia. Sería deseable que los ganadores no se enerven en sus egos, que quienes no alcanzaron sus objetivos tengan la nobleza de olvidar y quienes están en el poder se dediquen a gobernar sin vendettas.
El cáncer corrosivo de la corrupción y del clientelismo de nuestra azarosa vida política sólo puede ser extirpado con el ejemplo ético del gran maestro de la política dominicana.
Por eso, ante el réquiem moral del líder, ahora que la ética bochista ha sido enviada al desván de la política como juguete roto, tal vez sea prudente recordarles a los peledeístas que sin el referente de Juan Bosch, sin el pragmatismo prudente de Danilo Medina y sin la visión global y moderna de Leonel Fernández, ese partido puede perder la perspectiva de poder del futuro.
El autor es abogado
TOMADO DEL LISTIN DIARIO

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