MORAL Y LUCES

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domingo, 21 de octubre de 2012

Juan Bosch y el escenario criollo




Escrito por: RAFAEL GARCÍA ROMERO
El fenómeno del retrato en la literatura de Juan Bosch hay que estudiarlo, para entenderlo, tomando en cuenta varios escenarios. El primero que llama la atención es la época de inicio del escritor, ya que estamos hablando del primer cuarto del siglo veinte, periodo durante el cual se conocen, sobre todo a través de los periódicos de circulación nacional, los primeros cuentos.
Una época, además, caracterizada por el incipiente desarrollo del cine mudo, en blanco y negro. Muy poco difundido en la República Dominicana; y sobre todo, y gracias a estas precariedades, un terreno muy fértil para el incentivo de la palabra como medio para hacer retratos. En ese periodo de tiempo había, en el plano de la literatura, una fuerte incidencia del costumbrismo, y la rama nacional, llamada criollismo.
La literatura de Juan Bosch, debido a esos factores, es una cantera impresionante de retratos literarios, tanto de personajes como de seres humanos, hombres y mujeres de carne y hueso.
El retrato constituye un apoyo vital para la literatura de Juan Bosch, al que recurre desde su primer libro Camino real, publicado en 1933. En el cuento “La mujer” el escenario es fundamental en el desarrollo de la trama. Tanto incide el escenario que se incrusta, forma parte de la carne narrativa del cuento, llega a tener tanto valor este recurso que sin Juan Bosch proponérselo lo hace formar parte de una segunda historia en todo el cuento, independiente, firme y sólida.  El escenario el punto de apoyo que empieza el cuento: “La carretera está muerta. Nadie ni nada la resucitará. Larga, infinitamente larga, ni en la piel gris se le ve vida. El sol la mató; el sol de acero, de tan candente al rojo, un rojo que se hizo blanco. Tornose luego transparente el acero blanco, y sigue ahí, sobre el lomo de la carretera”.
El escenario, como un péndulo que describe un trayecto, termina la historia: “Pero sobre la gran carretera muerta, totalmente muerta, sólo estaba el sol que la mató. Allá, al final de la planicie, la colina de arenas que amontonaron los vientos. Y cactos embutidos en el acero”.
El cuento “La mujer” es uno de los textos más breves de Juan Bosch y uno donde el escenario es un recurso más conscientemente explotado.
A los lados (de la carretera) hay arbustos espinosos. Muchas veces la vista se enferma de tanta amplitud. Pero las planicies están peladas. Pajonales, a distancia. Tal vez aves rapaces coronen cactos. Y los cactos están allá, más lejos, embutidos en el acero blanco.
El escenario, con pocas palabras, le ayuda a establecer marcadas diferencias, pintar la pobreza: “También hay bohíos, casi todos bajos y hechos con barro. Algunos están pintados de blanco y no se ven bajo el sol. Sólo se destaca el techo grueso, seco, ansioso de quemarse día a día. Las cañas dieron esas techumbres por las que nunca rueda agua”.
El personaje le sirve como medio para darle cuerpo a la imagen: “Tendió la vista: la planicie, la sabana. Una colina lejana, con pajonales, como si fuera esa colina sólo un montoncito de arena apilada por los vientos. El cauce de un río; las fauces secas de la tierra que tuvo agua mil años antes de hoy. Se resquebrajaba la planicie dorada bajo el pesado acero transparente. Y los cactos, los cactos coronados de aves rapaces.”

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