MORAL Y LUCES

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viernes, 7 de abril de 2017

Bosch: Errores estratégicos y tácticos de los liberales

Los errores estratégicos y tácticos  de los liberales latinoamericanos y caribeños.


Recomendamos a nuestros amigos lectores leer este texto de un fragmento del libro del  profesor Juan Bosch: “Tesis de la dictadura con apoyo popular”. En texto que hoy presentamos de Bosch es un interesante análisis de cómo actúan y se comportan determinados grupos sociales y económicos en el proceso de la lucha por el poder político. Nos señala los errores tácticos y estratégicos cometidos por los liberales, como fruto de no conocer la estructura interna de la sociedad. Hoy, estos señalamientos y análisis del profesor están más vigente que nunca para que sean tomados en cuenta por los líderes demócratas y liberales que en la presente coyuntura dirigen procesos de lucha por el poder en la América Latina y el Caribe. Los hermanos de la Revolución Bolivariana de Venezuela deberían darse una lecturita de estos planteamientos del profesor Bosch para no errar en lo táctico y lo estratégico del proceso de la revolución chavista en Venezuela.  

En la revolución antioligárquica de la América Latina se han cometido graves errores estratégicos porque no se ha hecho un estudio de la composición social latinoamericana. La falta de ese estudio ha conducido a considerar enemigos a los que no lo eran ni debían serlo. Como es lógico, esos errores estratégicos han producido a su vez errores tácticos.

El no haber hecho a tiempo análisis correctos de las sociedades latinoamericanas ha conducido a marxistas y a demócratas a errores graves. Podemos enumerar algunos de ellos y también, por lo menos, un acierto.

Aferrados a la idea de que en la América Latina hay una burguesía aliada del imperialismo, los marxistas han creído que puede hacerse una revolución democrático-burguesa antiimperialista bajo el liderazgo de la burguesía, y por esa razón se han colocado en algunos casos al lado de las oligarquías creyendo que eran burguesías y se han enfrentado a partidos de la pequeña burguesía que pretendían hacer la revolución burguesa y a la revolución burguesa encabezada por la burguesía. 

Lo primero, por ejemplo, sucedió en Venezuela en 1945, lo segundo en Costa Rica en 1948. En el caso de Venezuela los comunistas creyeron que el presidente Medina Angarita representaba a la burguesía porque había mantenido en su gobierno libertades democráticas, y lo cierto es que quien la representaba era el pequeño burgués Rómulo Betancourt, y con él su partido Acción Democrática. 

En el caso de Costa Rica los comunistas del país, organizados en el Partido Vanguardia Popular, participaron en la revolución de lado de la oligarquía costarricense porque sus líderes creyeron que el presidente Calderón Guardia representaba a la burguesía del país y que José Figueres, líder de la revolución, representaba a la oligarquía. La oligarquía de Costa Rica era fundamentalmente terrateniente, bancaria y comercial, y Figueres era al mismo tiempo dueño de plantaciones de sisal y café, y comerciante; pero sucedía que el sisal era una materia prima para una industria de sogas y sacos, y era este aspecto de su actividad lo que determinaba la posición de Figueres en el contexto social; él era el burgués, no el Dr. Calderón Guardia.

La alineación de los comunistas venezolanos frente a Acción Democrática no les costó la vida en el orden político porque en 1948 el gobierno de Acción Democrática fue derrocado y Venezuela cayó bajo la dictadura militar que a partir de 1950 encabezó Pérez Jiménez, y la larga lucha contra Pérez Jiménez, en la cual los comunistas tomaron parte importante, rehízo su prestigio ante las juventudes del país. Pero en el caso de Vanguardia Popular el error le costó caro; el partido quedó aniquilado, no por las persecuciones, sino por la pérdida de autoridad moral.

El movimiento peronista fue antioligárquico y tuvo el apoyo de las masas argentinas, pero no se determinó con claridad cuál era la oligarquía y ésta no fue destruida, de manera que pudo rehacerse y echar del poder a Perón en 1955. Mientras tanto, demócratas y marxistas en Argentina y en toda la América Latina cayeron en el error de creer que el régimen peronista era una típica dictadura oligárquica y personalista.

Así como señalamos esos errores, que son sólo una parte de los muchos que se han cometido en nuestros países, debemos señalar un acierto, el de Fidel Castro en Cuba. La Revolución Cubana no se hizo contra la burguesía de la isla. Importantes sectores burgueses de Cuba apoyaron a Fidel Castro contra Batista a tal punto que José Bosch (Pepín), presidente de la compañía Bacardí —una empresa verdaderamente burguesa, que tenía casi cien años de vida y fábricas de ron y de cerveza en Cuba, Brasil, México y Puerto Rico; la de Cuba de capital cubano y las otras de capital cubano asociado a capitales de los países donde se hallaban—, fue personalmente a la Sierra Maestra a llevarle a Fidel Castro un millón de pesos, que equivalían a un millón de dólares. 

Los sectores más avanzados de la pequeña burguesía de Cuba, en sus niveles bajo, mediano y alto colaboraron desde las ciudades con Fidel Castro, y sin esa colaboración la revolución castrista no hubiera podido tener éxito, pues lo cierto es que no contó con el apoyo del proletariado ni urbano ni campesino; y esa pequeña burguesía, cuya aspiración era que Cuba fuera una sociedad burguesa, no habría ayudado a Fidel Castro si éste hubiera encabezado una revolución antiburguesa.

Lo cierto es que si la burguesía cubana no se hubiera dejado arrastrar por la oligarquía, y especialmente por la fuerza más poderosa del frente oligárquico cubano, que era el imperialismo norteamericano, los burgueses habrían podido convivir con la Revolución Cubana muchos años sólo a cambio de hacer las concesiones realistas que iba a exigirles el proceso revolucionario. Pero los burgueses cubanos se dejaron arrastrar por el frente oligárquico precisamente a causa de su debilidad, y eso les costó sus bienes y aun su derecho a vivir en Cuba. En realidad, fue la oligarquía que los llevó al suicidio, y no la revolución fidelista, la que produjo la aniquilación de los sectores burgueses de la sociedad cubana, de manera que la dirección de Fidel Castro fue políticamente acertada, y en cambio la de la oligarquía no pudo ser más desastrosa.

La oligarquía costarricense fue destruida a partir del triunfo de la revolución de 1948 en dos de sus sectores, el bancario y el comercial, pues al quedar nacionalizada la banca del país, los créditos, que antes iban a dar casi en su totalidad al comercio exportador-importador, fueron desviados hacia otros sectores de la producción, como el agrícola y el industrial. Pero no se tomó ninguna medida contra el sector latifundista ni contra el sector sacerdotal, y no fue necesario tomarla contra el de las fuerzas armadas porque éstas no existían.

¿Cómo se explica que el imperialismo permitiera el triunfo de la burguesía costarricense? ¿Por qué en ese caso no apoyó el imperialismo a sus aliados de la oligarquía?

El imperialismo no puso su poder del lado de la oligarquía de Costa Rica, como no lo había puesto en 1945 del lado de la oligarquía venezolana, porque tanto en Venezuela como en Costa Rica el comunismo se hallaba políticamente en el frente oligárquico. Esa posición de los partidos comunistas de Venezuela y de Costa Rica determinó la que tomaría el imperialismo. En Venezuela, las empresas petroleras aceptaron pagar impuestos de la mitad de sus beneficios al gobierno  surgido de la revolución de 1945; en Costa Rica, la United Fruit aceptó una situación parecida en 1948. Los errores de los partidos comunistas de Venezuela y Costa Rica precipitaron, pues, un entendimiento entre imperialismo y burguesía.

Otros errores fueron cometidos por las pequeñas burguesías revolucionarias, y un ejemplo de esto último es la revolución boliviana de 1952. Esa fue una revolución típicamente antioligárquica, que nacionalizó las minas y repartió las tierras, dos fuentes de riqueza que se hallaban en manos de la oligarquía. Pero el gobierno revolucionario boliviano cayó en la debilidad de dejarse penetrar por la fuerza más poderosa de las oligarquías latinoamericanas, que es el imperialismo norteamericano, y este, operado desde adentro, le arrebató el poder.

En la revolución antioligárquica de la América Latina se han cometido graves errores estratégicos porque no se ha hecho un estudio de la composición social latinoamericana. La falta de ese estudio ha conducido a considerar enemigos a los que no lo eran ni debían serlo. Como es lógico, esos errores estratégicos han producido a su vez errores tácticos.

La responsabilidad de los errores cae por igual en los partidos marxistas y en los democráticos. Arrastrados por la propaganda norteamericana, que es en fin de cuenta la de los frentes oligárquicos, los grupos burgueses han tomado por enemigos a los partidos reformistas democráticos cuya función era llevar la lucha contra las oligarquías, y, por tanto, en favor de las burguesías, a niveles de gobierno; los partidos reformistas, democrático-burgueses, se han dejado arrastrar también por la propaganda norteamericana y se han dedicado a combatir, y a menudo a perseguir, a los marxistas, que generalmente han sido organizaciones minoritarias; y a su vez los marxistas se han dejado arrastrar por la propaganda oligárquica y se han dedicado a combatir a los partidos pequeños burgueses en vez de dedicarse a organizar la lucha contra las oligarquías. 

En ese panorama de confusiones ha habido algunas excepciones, pero muy contadas. Los que no han cometido nunca el error de confundir a sus enemigos han sido los frentes oligárquicos, y por esa razón han atacado a muerte por igual a demócratas reformistas y a comunistas; han maquinado y llevado a cabo golpes de Estado, levantamientos militares, expediciones como la de Guatemala en 1954 y la de Cuba en 1961 o invasiones militares como la de la República Dominicana en 1965.

Para los frentes oligárquicos, y especialmente para su componente más poderoso, el imperialismo norteamericano —hoy sustituido por el pentagonismo—, todo el que intente arrebatarle su posición de dominio en la América Latina es un enemigo al que hay que aniquilar rápidamente y sin contemplaciones.

Juan Bosch

Tomado del libro de Bosch: “Dictadura con apoyo popular”

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