Los errores estratégicos y tácticos de los liberales latinoamericanos y
caribeños.
Recomendamos a nuestros amigos
lectores leer este texto de un fragmento del libro del profesor Juan Bosch: “Tesis de la dictadura
con apoyo popular”. En texto que hoy presentamos de Bosch es un interesante análisis
de cómo actúan y se comportan determinados grupos sociales y económicos en el
proceso de la lucha por el poder político. Nos señala los errores tácticos y estratégicos
cometidos por los liberales, como fruto de no conocer la estructura interna de
la sociedad. Hoy, estos señalamientos y análisis del profesor están más vigente
que nunca para que sean tomados en cuenta por los líderes demócratas y
liberales que en la presente coyuntura dirigen procesos de lucha por el poder
en la América Latina y el Caribe. Los hermanos de la Revolución Bolivariana de Venezuela
deberían darse una lecturita de estos planteamientos del profesor Bosch para no
errar en lo táctico y lo estratégico del proceso de la revolución chavista en
Venezuela.
En la revolución antioligárquica
de la América Latina se han cometido graves errores estratégicos porque no se
ha hecho un estudio de la composición social latinoamericana. La falta de ese
estudio ha conducido a considerar enemigos a los que no lo eran ni debían
serlo. Como es lógico, esos errores estratégicos han producido a su vez errores
tácticos.
El
no haber hecho a tiempo análisis correctos de las sociedades latinoamericanas
ha conducido a marxistas y a demócratas a errores graves. Podemos enumerar
algunos de ellos y también, por lo menos, un acierto.
Aferrados
a la idea de que en la América Latina hay una burguesía aliada del
imperialismo, los marxistas han creído que puede hacerse una revolución
democrático-burguesa antiimperialista bajo el liderazgo de la burguesía, y por
esa razón se han colocado en algunos casos al lado de las oligarquías creyendo
que eran burguesías y se han enfrentado a partidos de la pequeña burguesía que
pretendían hacer la revolución burguesa y a la revolución burguesa encabezada
por la burguesía.
Lo primero, por ejemplo, sucedió en Venezuela en 1945, lo
segundo en Costa Rica en 1948. En el caso de Venezuela los comunistas creyeron
que el presidente Medina Angarita representaba a la burguesía porque había
mantenido en su gobierno libertades democráticas, y lo cierto es que quien la
representaba era el pequeño burgués Rómulo Betancourt, y con él su partido
Acción Democrática.
En el caso de Costa Rica los comunistas del país,
organizados en el Partido Vanguardia Popular, participaron en la revolución de lado
de la oligarquía costarricense porque sus líderes creyeron que el presidente
Calderón Guardia representaba a la burguesía del país y que José Figueres,
líder de la revolución, representaba a la oligarquía. La oligarquía de Costa
Rica era fundamentalmente terrateniente, bancaria y comercial, y Figueres era
al mismo tiempo dueño de plantaciones de sisal y café, y comerciante; pero
sucedía que el sisal era una materia prima para una industria de sogas y sacos,
y era este aspecto de su actividad lo que determinaba la posición de Figueres
en el contexto social; él era el burgués, no el Dr. Calderón Guardia.
La
alineación de los comunistas venezolanos frente a Acción Democrática no les
costó la vida en el orden político porque en 1948 el gobierno de Acción
Democrática fue derrocado y Venezuela cayó bajo la dictadura militar que a partir
de 1950 encabezó Pérez Jiménez, y la larga lucha contra Pérez Jiménez, en la
cual los comunistas tomaron parte importante, rehízo su prestigio ante las
juventudes del país. Pero en el caso de Vanguardia Popular el error le costó
caro; el partido quedó aniquilado, no por las persecuciones, sino por la
pérdida de autoridad moral.
El
movimiento peronista fue antioligárquico y tuvo el apoyo de las masas
argentinas, pero no se determinó con claridad cuál era la oligarquía y ésta no
fue destruida, de manera que pudo rehacerse y echar del poder a Perón en 1955.
Mientras tanto, demócratas y marxistas en Argentina y en toda la América Latina
cayeron en el error de creer que el régimen peronista era una típica dictadura
oligárquica y personalista.
Así
como señalamos esos errores, que son sólo una parte de los muchos que se han
cometido en nuestros países, debemos señalar un acierto, el de Fidel Castro en
Cuba. La Revolución Cubana no se hizo contra la burguesía de la isla.
Importantes sectores burgueses de Cuba apoyaron a Fidel Castro contra Batista a
tal punto que José Bosch (Pepín), presidente de la compañía Bacardí —una
empresa verdaderamente burguesa, que tenía casi cien años de vida y fábricas de
ron y de cerveza en Cuba, Brasil, México y Puerto Rico; la de Cuba de capital
cubano y las otras de capital cubano asociado a capitales de los países donde
se hallaban—, fue personalmente a la Sierra Maestra a llevarle a Fidel Castro
un millón de pesos, que equivalían a un millón de dólares.
Los sectores más
avanzados de la pequeña burguesía de Cuba, en sus niveles bajo, mediano y alto
colaboraron desde las ciudades con Fidel Castro, y sin esa colaboración la
revolución castrista no hubiera podido tener éxito, pues lo cierto es que no
contó con el apoyo del proletariado ni urbano ni campesino; y esa pequeña
burguesía, cuya aspiración era que Cuba fuera una sociedad burguesa, no habría
ayudado a Fidel Castro si éste hubiera encabezado una revolución antiburguesa.
Lo
cierto es que si la burguesía cubana no se hubiera dejado arrastrar por la
oligarquía, y especialmente por la fuerza más poderosa del frente oligárquico
cubano, que era el imperialismo norteamericano, los burgueses habrían podido
convivir con la Revolución Cubana muchos años sólo a cambio de hacer las concesiones
realistas que iba a exigirles el proceso revolucionario. Pero los burgueses
cubanos se dejaron arrastrar por el frente oligárquico precisamente a causa de
su debilidad, y eso les costó sus bienes y aun su derecho a vivir en Cuba. En
realidad, fue la oligarquía que los llevó al suicidio, y no la revolución
fidelista, la que produjo la aniquilación de los sectores burgueses de la
sociedad cubana, de manera que la dirección de Fidel Castro fue políticamente
acertada, y en cambio la de la oligarquía no pudo ser más desastrosa.
La
oligarquía costarricense fue destruida a partir del triunfo de la revolución de
1948 en dos de sus sectores, el bancario y el comercial, pues al quedar
nacionalizada la banca del país, los créditos, que antes iban a dar casi en su
totalidad al comercio exportador-importador, fueron desviados hacia otros
sectores de la producción, como el agrícola y el industrial. Pero no se tomó
ninguna medida contra el sector latifundista ni contra el sector sacerdotal, y
no fue necesario tomarla contra el de las fuerzas armadas porque éstas no
existían.
¿Cómo
se explica que el imperialismo permitiera el triunfo de la burguesía
costarricense? ¿Por qué en ese caso no apoyó el imperialismo a sus aliados de
la oligarquía?
El
imperialismo no puso su poder del lado de la oligarquía de Costa Rica, como no
lo había puesto en 1945 del lado de la oligarquía venezolana, porque tanto en
Venezuela como en Costa Rica el comunismo se hallaba políticamente en el frente
oligárquico. Esa posición de los partidos comunistas de Venezuela y de Costa
Rica determinó la que tomaría el imperialismo. En Venezuela, las empresas
petroleras aceptaron pagar impuestos de la mitad de sus beneficios al
gobierno surgido de la revolución de
1945; en Costa Rica, la United Fruit aceptó una situación parecida en 1948. Los
errores de los partidos comunistas de Venezuela y Costa Rica precipitaron,
pues, un entendimiento entre imperialismo y burguesía.
Otros
errores fueron cometidos por las pequeñas burguesías revolucionarias, y un ejemplo
de esto último es la revolución boliviana de 1952. Esa fue una revolución
típicamente antioligárquica, que nacionalizó las minas y repartió las tierras,
dos fuentes de riqueza que se hallaban en manos de la oligarquía. Pero el
gobierno revolucionario boliviano cayó en la debilidad de dejarse penetrar por
la fuerza más poderosa de las oligarquías latinoamericanas, que es el
imperialismo norteamericano, y este, operado desde adentro, le arrebató el
poder.
En
la revolución antioligárquica de la América Latina se han cometido graves
errores estratégicos porque no se ha hecho un estudio de la composición social
latinoamericana. La falta de ese estudio ha conducido a considerar enemigos a
los que no lo eran ni debían serlo. Como es lógico, esos errores estratégicos
han producido a su vez errores tácticos.
La
responsabilidad de los errores cae por igual en los partidos marxistas y en los
democráticos. Arrastrados por la propaganda norteamericana, que es en fin de
cuenta la de los frentes oligárquicos, los grupos burgueses han tomado por
enemigos a los partidos reformistas democráticos cuya función era llevar la
lucha contra las oligarquías, y, por tanto, en favor de las burguesías, a
niveles de gobierno; los partidos reformistas, democrático-burgueses, se han dejado
arrastrar también por la propaganda norteamericana y se han dedicado a
combatir, y a menudo a perseguir, a los marxistas, que generalmente han sido
organizaciones minoritarias; y a su vez los marxistas se han dejado arrastrar
por la propaganda oligárquica y se han dedicado a combatir a los partidos
pequeños burgueses en vez de dedicarse a organizar la lucha contra las
oligarquías.
En ese panorama de confusiones ha habido algunas excepciones, pero
muy contadas. Los que no han cometido nunca el error de confundir a sus
enemigos han sido los frentes oligárquicos, y por esa razón han atacado a
muerte por igual a demócratas reformistas y a comunistas; han maquinado y
llevado a cabo golpes de Estado, levantamientos militares, expediciones como la
de Guatemala en 1954 y la de Cuba en 1961 o invasiones militares como la de la
República Dominicana en 1965.
Para
los frentes oligárquicos, y especialmente para su componente más poderoso, el
imperialismo norteamericano —hoy sustituido por el pentagonismo—, todo el que
intente arrebatarle su posición de dominio en la América Latina es un enemigo
al que hay que aniquilar rápidamente y sin contemplaciones.
Juan
Bosch
Tomado del libro de Bosch: “Dictadura
con apoyo popular”
No hay comentarios:
Publicar un comentario