MORAL Y LUCES

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martes, 18 de agosto de 2015

Bosch 65: “La debilidad de la fuerza”

“Un pueblo pequeño y pobre –decía Bosch- que estaba haciendo el esfuerzo más heroico de toda su vida para hallar su camino hacia la democracia fue ahogado por montañas de cañones, aviones, buques de guerra, y por una propaganda que presentó ante el mundo los hechos totalmente distorsionados”. Se trataba de la Operación Power Pack, cuya sola designación enfatizaba claramente el propósito. Una suerte de mazazo o garrotazo contundente, capaz de aplastar con su simple enunciación al enemigo. Tanto al real como al virtual o potencial. Diseminando el mensaje de poder hacia los cuatro vientos.
Con su característica aguda percepción –veía donde otros no lo hacían, un don especial al parecer propio de los naturales de La Vega conforme el perfil de otros meritorios intelectuales oriundos de esa prodigiosa ciudad-, Bosch tocó un rasgo estudiado luego meticulosamente por los historiadores militares norteamericanos. Quienes encontraron al examinar a posteriori la intervención en Santo Domingo, que EEUU inauguraba con ella un nuevo enfoque para enfrentar guerras de baja intensidad. Consistente en desplegar una fuerza de tarea aplastante (overwhelming) para disuadir a un enemigo mayor ante el riesgo de que entrara en el conflicto (en este caso Cuba con respaldo soviético), reducir potenciales bajas propias y resolver rápido el asunto.
Enfoque éste aplicado en otros casos como el de la invasión a Grenada en 1983 (Operation Urgent Fury), donde se desplegaron unos 7,600 efectivos en un país de 91 mil pacíficos habitantes. A razón de 1 (marine, ranger, Delta Force o paracaidista de la 82 división aerotransportada) por cada 12 habitantes de la pequeña isla caribeña. (Nótese que en el Pentágono disponen de los servicios de imaginativos creativos publicitarios que empaquetan con un atractivo nombre las operaciones militares, casi como si se emprendiera una campaña mercadológica para promover un producto o vender un servicio en el mercado o agenciarle taquilla a una película).
En su texto, Bosch situó en perspectiva histórica la revolución democrática de abril, esbozando una teoría de las revoluciones y el empleo que en ellas se hace de la fuerza. Planteó la incomprensión del enfoque bizco de la política exterior de Estados Unidos hacia la región –excepción hecha, de acuerdo a nuestro autor, con el presidente John F. Kennedy-, que sólo apuntaba al apoyo de las fuerzas conservadoras del status quo, en este caso a la administración del presidente Donald Reid Cabral.
Examinó Bosch los antecedentes locales del estallido armado, que a su juicio se venía gestando desde 1959 con el movimiento clandestino 14 de Junio develado al iniciar el 60. Pasando por el ajusticiamiento de Trujillo en mayo del 61, las elecciones de diciembre del 62 y la huelga de mayo del 64 contra en Triunvirato. Expresión éste de un intento por retrotraer la historia con el golpe septembrino del 63 que tuvo como rebote inmediato el trágico alzamiento guerrillero de Las Manaclas, que costó la vida a Manolo Tavárez Justo y a un grupo de sus jóvenes seguidores.
Conforme a su línea de argumentación, “la revolución dominicana tenía causas no sólo profundas, sino además viejas. La falta de libertades de los días de Trujillo y el desprecio a las masas del pueblo volvieron a gobernar el país a partir del golpe de estado de 1963; el hambre general se agravó con la política económica sin sentido del equipo encabezado por Reid Cabral, y la corrupción trujillista resultó a la vez más extendida y más descarada que bajo la tiranía de Trujillo. Se pretendió volver al trujillismo sin Trujillo, un absurdo histórico que no podía subsistir. La clase media y las grandes masas se aliaron en un mismo propósito; barrer ese pasado ignominioso que había renacido en el país y retornar a un estado de ley y de honestidad pública.” A los factores apuntados por Bosch, se sumaban la erosión que había deslegitimizado al Triunvirato entre los propios grupos militares generando crisis periódicas, las frecuentes huelgas y la incertidumbre respecto a una salida política institucional mediante elecciones competitivas, al mantenerse al propio Bosch y a Balaguer en un exilio forzado.
En la obra El Pueblo en Armas (1970), el sociólogo José A. Moreno exploró la ideología que guió a los insurrectos del 65, encontrando que estaban motivados por la aspiración a una mayor participación, el deseo de desplazar a la oligarquía trujillista del poder, retornar a la Constitución del 63 con Bosch, alcanzar una distribución más justa de la riqueza y eliminar la explotación oligárquica local y extranjera. Contenidos éstos extraídos y parafraseados de las propias expresiones de los entrevistados por este autor que convivió con los comandos. Encontrando que el 80% de sus miembros provenía de los barrios populares de bajos ingresos, un 60% se hallaba alfabetizado y otro tanto desempleado, careciendo el 65% de calificación. Sólo un 10% activaba en partidos y apenas 5% eran religiosos regulares.
En su análisis sobre la intervención, Bosch calibraba los daños que causaría el “embotellamiento” de la revolución democrática y nacionalista dominicana por parte de EEUU, al multiplicar el antinorteamericanismo en el país y la región.“Cuando el nacionalismo democrático es ahogado o estrangulado, pasa a ser un fermento, tal vez el más activo, para la propagación del comunismo. Estoy convencido de que el uso de la fuerza de los Estados Unidos en la República Dominicana producirá más comunismo en Santo Domingo y en la América Latina que toda la propaganda rusa, china y cubana”. Y cuánta razón tuvo el profesor, si nos atenemos a la radicalización que se produciría en las décadas posteriores a la ocupación norteamericana del 65 -que duraría casi año y medio-, con serias y permanentes repercusiones en la vida dominicana.
Ponderaba en su texto la factura de John Bartlow Martin/USA en la formación de la Junta de Reconstrucción Nacional presidida por el General Imbert y los crímenes que le imputara la Comisión de Derechos Humanos de la OEA. Paradójicamente, fusilamientos sumarios que la propaganda americana diseminaba por el mundo atribuyéndoselos a los constitucionalistas, figurarían en el registro de la historia a cargo de las tropas al servicio de la junta fraguada por EEUU.
Recuerdo como si fuera ayer al famoso baladista y pianista mexicano Fernando Valadés –quien agotaba en el país una temporada y al parecer se alojaba en el Hotel Comercial de El Conde con Hostos- cuando ofrecía declaraciones a La Voz de los Estados Unidos a su llegada a San Juan de Puerto Rico, transportado por las tropas de ocupación en su función humanitaria. Según su relato, desde la ventana de la habitación del hotel, ubicado frente al local que ocupara la Agrupación Política 14 de Junio, observaba cómo las “milicias castristas” detenían a las personas que circulaban por la calle para preguntarles si estaban o no con la revolución. Fusilándolas sumariamente en el “paredón comunista” si la respuesta era negativa. Casi me caigo de la mecedora en la que estaba cuando escuché en el radio Zenith Transoceanic a mi admirado Valadés, cantor de Mala, Ojitos salvadoreños, El Diccionario y Por qué no he de llorar. Y confieso que en contraposición al cantautor, casi quise llorar de indignación.
A contrapelo de la intención propagandística estadounidense del momento, Bosch enunciaba pedagógicamente que “en todos los textos de historia dominicana del porvenir figurará en forma destacada el bombardeo a que fue sometida la ciudad de Santo Domingo durante 24 horas los días 15 y 16 de junio” por las tropas de intervención.
“Para la sensibilidad de los pueblos de la América Latina, para su experiencia como víctimas tradicionales de gobiernos de fuerza, todo empleo excesivo e injusto de la fuerza provoca sentimientos de repulsión. Desde este punto de vista, los Estados Unidos cometieron en Santo Domingo el peor error político de este siglo. El presidente Johnson dijo que los infantes de marina de su país habían ido a Santo Domingo a salvar vidas, pero lo que puede asegurar el que conozca la manera de sentir de los latinoamericanos es que esos infantes de marina destruyeron en todo el Continente la imagen democrática de los Estados Unidos. Parece estar en la propia naturaleza de la fuerza destruir en vez de crear, y cuando se usa en forma excesiva e inoportuna, la fuerza tiende a destruir a quien la usa.” Empero, estudios realizados por norteamericanos consideran exitosa, en retrospectiva, la Operación Power Pack, a los fines de EEUU.
Lo cierto es que con la intervención de Johnson en el 65 se consolidó una tendencia conservadora en la política exterior de EEUU hacia la región que tomaría mucho tiempo en revisarse. Marcada por la interminable guerra en Vietnam, las dictaduras militares en el Sur que orquestaron la tenebrosa Operación Cóndor y la guerra de baja intensidad librada en Centroamérica. Abarcando las administraciones de Nixon, Ford, Reagan, Bush padre, con un interregno liberal durante la presidencia de Carter (1977-81), del cual fuimos beneficiarios netos al producirse el cambio político que llevó a Antonio Guzmán al poder en el 78.

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