MORAL Y LUCES

MORAL Y LUCES

martes, 28 de octubre de 2014

LA RESPONSABILIDAD.



Por Domingo Nuñez Polanco

Amigos y hermanos muy buenas tardes.
Antes de entrar  en materia permítanme confesarle algo.

Escuchando  a los colegas que me han antecedido en la palabra, por cierto han sido exposiciones brillantes y bien explicitas al alcance de ustedes, solo me resta decirle que mi tema, no mi turno, quedo suficientemente expuesto, tanto por los expositores como por la participación de ustedes en las preguntas y comentarios; de manera que mi turno  lo dedicare  a tratar otros aspectos, que si bien no tienen  relación  directa con  el tema  que me correspondía, no deja de tener cierta importancia y utilidad para lo que aquí se trata hoy.

Entiendo y pido disculpa por introducir una temática que no estaba en agenda, pero me veo en la obligación de pedirle y compartir con ustedes algunas reflexiones  sobre aspectos,  no normativo de la  teoría y práctica del cooperativismo, pero si tienen que ver  con fines  trascendentes con la identidad universal  de los valores  y principios cooperativistas.


(…) Hace un momentito hablamos de responsabilidad  y  quiero detenerme un poco  en este punto.

Desde el punto vista conceptual y práctico, responsabilidad  es capacidad de percibir la obligación tanto individual como colectiva.

Es la repuesta a cada situación  y esta va a depender  de la  amplitud del espíritu  de cada persona, al  rol individual que le toca cumplir, siempre en relación con la sociedad a la que pertenece; siempre la responsabilidad hace referencia a algo, o a alguien.

Los problemas sociales, familiares y mundiales, de alguna manera pueden ser considerados como parte de un problema personal, algo que corresponde a quien forma parte de un universo global. 

El hecho está  en cómo se aborda cada uno de esos problemas  para involucrarse  o no, y aceptar  sus consecuencias.


El cooperativismo o más bien la educación cooperativista  ayuda mucho  en este asunto de la responsabilidad en virtud de que la educación cooperativa  promueve la responsabilidad en cuanto que incluye saber enseñar como los otros deben ser responsables; hacerles comprender el valor  de la responsabilidad y todas las consecuencias  que se derivan de ello, por el hecho de vivir, convivir en una sociedad.

En la experiencia práctica, el valor de la responsabilidad, en el cooperativismo, va apareciendo y se va sociabilizando a través del tiempo, del paso de los años, al ir adquiriendo la madurez moral producto de la educación en el ámbito de los principios y valores del cooperativismo, esta misma experiencia puede ser emulada por la sociedad en su conjunto.                                   
En el cooperativismo, las dos dimensiones de este campo valorativo, responsabilidad individual y colectiva, pretende que el sujeto asuma su propia responsabilidad  de si, y al mismo tiempo corresponsable de los demás...” Los problemas de la humanidad, son también problemas míos, son mi corresponsabilidad.”

Ciertamente, esa otra responsabilidad  que entra al campo de lo existencial, la de pensar y sentir que los problemas de los otros también forman parte de los propios y aquí es donde está el punto de partida de los valores de solidaridad. Valor capital en el cooperativismo.

La educación de la responsabilidad como valor global, es pertinente precisar   que valores y actitudes se habrán de desarrollar  en los ciudadanos.

Además, la responsabilidad implica respeto por lo demás, Habrá que educar la sensibilidad  antes los problemas sociales  tanto a nivel regional como mundial.

La responsabilidad implica exigencia, esfuerzo personal para tomar iniciativas, para crear y producir ideas.

No hay tarea más digna que la de contribuir a humanizar, a hacer personas libres, autónomas, creativas, comprometidas críticamente en la elaboración de un proyecto  personal de vida valioso…

Señores, nos acercamos aceleradamente al fin de una era. Se trata de un proceso que ya se ha iniciado.

Las crisis financiera, alimentaria y ambiental están convirtiendo la vida de los seres humanos en una penuria constante. Hemos llegado al punto en el que la vida, lejos de disfrutarse, se sufre.

Y se sufre más allá de la posición económica de cada uno, no sólo sufre el pobre, sino también quien tenga conciencia de la realidad social y ambiental, pues es muy difícil ser plenamente feliz, siendo consciente de que miles de niños mueren cada hora por no poder acceder a unos pocos litros de agua potable, o que muchos millones padecen hambre crónica a lo largo de toda su corta vida.

A veces pienso que esta lucha de llevar estos temas trascendentes al alcance de las grandes mayorías, no pude ni debe cesar.

Me da miedo pensar  que muchos,  después  de tanto  batallar frente a la infinita injusticia de nuestra era, corremos el riesgo de perder nuestra sensibilidad, de acorazar demasiado nuestro corazón.

Corremos el riesgo de dejar de sentir amor por el prójimo, por la madre naturaleza, por la vida, de ahí que es necesario asumir con responsabilidad la tarea de una educación en valores.

Recientemente estaba leyendo un texto y me encontré con un párrafo que sinceramente me cautivo.

No hice más que memorizarlo.

Y lo voy a compartir con ustedes, ahí le va: “Abramos nuestra mente, volvamos a sentir la lluvia en la cara y el barro en los pies. El frío, el calor.

El canto de un pájaro, el perfume de una flor y el silencio.

Abramos nuestro corazón y volvamos a sentir el dolor de la injusticia, de los niños que mueren de hambre y sed.

Y luego volvamos a pensar cada cosa de las que como autómatas hacemos cada día. Volvamos a encontrar el sentido de nuestras vidas”

Señores, en esta  parte introductoria de mi exposición  o más bien podríamos decir de estas reflexiones que estoy compartiendo con ustedes, era necesario bordear aunque fuera de manera rápida eso de la educación y formación en valores y quiero que sepan que aquí hay mucha tela que cortar, pero eso será para otra oportunidad.
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