MORAL Y LUCES

MORAL Y LUCES

lunes, 11 de junio de 2012

LA MENTIRA OFICIAL SIGUE VIGENTE


PERVERSIDAD
Escrito por: LEONORA RAMÍREZ S. 

Los intelectuales de finales del siglo XIX y principios
del XX se lamentaban de la composición étnica del país, a la que le atribuían la causa del subdesarrollo
  
Los destacados académicos Silvio Torres-Saillant, Franklyn Franco y  Celsa Albert Batista afirmaron ayer que la historia del país ha sido escrita desde una perspectiva racista, prejuiciada y con una fuerte dosis de perversidad. La columna vertebral de ese esquema es el rechazo a la negritud, así como  la creación de la nacionalidad desde el antihatianismo.

Tres intelectuales dominicanos afirmaron que la historia del país ha sido escrita desde una perspectiva racista, prejuiciada, y con una fuerte dosis de perversidad.
La columna vertebral de ese esquema es el rechazo a la negritud, así como  la creación de la nacionalidad desde el antihatianismo.
Silvio Torres-Saillant, Franklyn Franco y  Celsa Albert Batista,  quienes ofrecieron sus declaraciones en el Almuerzo del Grupo de Comunicaciones Corripio, entienden que la historia no oficial –la que destaca los aportes de la negritud en la conformación de la cultura dominicana- debe pasar  del ostracismo al que ha estado sometida, a los libros de texto y a las aulas.
Torres-Saillant, director del departamento de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Syracuse, en Nueva York, planteó que en el país ha habido “una falta de reconocimiento de nuestro pasado esclavista y eso, obviamente, no se estudia en las escuelas”.
“Todo el conocimiento que ha sido producido en los últimos 40 años por Franco, Albert,  Emilio Cordero Michel o Frank Moya Pons, que rectifican   la mentira oficial que se ha utilizado para educarnos, debe ir a las aulas.
“Pero como no han tenido respaldo oficial esas visiones, eso ha provocado que la mentira oficial siga vigente, y básicamente los valores que predominan son los trujillistas, a partir del eurocentrismo y del antihaitianismo”.
Torres Saillant, Albert, Franco y Jean Ghasmann participan en el seminario “Presencia de África en el Caribe, Las Antillas y Estados Unidos”, organizado por la Fundación Global, Democracia y Desarrollo.
Origen del  eurocentrismo.  Cuestionado sobre los orígenes de ese racismo que se le atribuye  a la historia oficial dominicana, Torres-Saillant planteó que no se trataba sólo de un asunto ideológico, sino también económico, porque los grupos  dominantes no querían abolir la esclavitud -cuando ya era un hecho en otros países- porque les resultaba sumamente beneficiosa para sus intereses.
“Este  suelo ha estado gobernado por gente que no acepta al pueblo tal y como es, y la  intelectualidad de finales del siglo XIX y principios del XX se la pasó lamentándose de nuestra composición étnica, a la que le atribuían la causa de nuestro sub desarrollo”.
Racismo a la dominicana.  Franco, quien es sociólogo e historiador, explicó que a diferencia de todos los pueblos de América Latina, que se independizaron de España, “nosotros alcanzamos la nuestra luchando contra una nación negra, Haití”.
“Pero la independencia nos llega cuando el  racismo, apoyado en teorías  seudo científicas, cobra fuerza en el mundo”.
  En tal sentido precisó que el nacionalismo dominicano se cimentó  en concepciones racistas antihaitianas, por lo que todos los teóricos  del racismo dominicano han acentuado, para justificar su nacionalismo, la negritud del pueblo haitiano y sus vínculos con el salvajismo africano.
“Y eso se ha aplicado como política de Estado desde 1844 hasta la fecha”, destacó el intelectual.
“Nosotros hemos elaborado un discurso liberador de procesos de enajenación que hemos sufrido, pero nuestro discurso se ha quedado a nivel universitario, y por eso el pueblo dominicano, en pleno siglo XXI, aún sea negro, se dice indio, y esa es una realidad tétrica que debemos superar”.
Tanto el dictador Rafael Leonidas Trujillo como Joaquín Balaguer fortalecieron las concepciones racistas, más que todo antihaitianas, en la cultura dominicana, expresó Franco.
Sobre el particular destacó que Trujillo hizo la peor de las aberraciones, con la matanza de haitianos en 1937.
Y sobre Balaguer el historiador  explicó que, en textos escritos en su juventud, ya aparecen planteamientos  en contra de los haitianos, con una fuerte carga racista.

África en RD

Albert Batista, quien se ha especializado en la presencia de las etnias africanas en América, y sobre todo en República Dominicana, explicó que en el país hay mucha ignorancia con relación al tema, por la falta de profundidad en su estudio.
Enajenación
Planteó además que  la presencia africana, como contenido de la historia dominicana, no se había trabajado, por lo que  hay muchos profesionales que no se han formado adecuadamente, lo que provoca gran enajenación.

¿HABLAMOS DE MERCADO O DE SERES HUMANOS?

SOMOS EL PUEBLO SOBERANO.
Unamos pues todas las fuerzas en una actitud común que se traduzca en no vivir como ellos necesitan que vivamos, en no seguirles el juego, en no apoyar a aquellos políticos que son sus zombis, sus instrumentos, en exigir una consulta ciudadana en todas aquellas decisiones que nos afecten directamente, en recuperar la auténtica democracia.
  Somos el pueblo soberano. Somos seres humanos, y todo lo demás, economía, religión, justicia, política, etc. está por debajo de nuestra identidad como tales, de nuestros derechos y de nuestra libertad.
Todas las noticias que nos invaden, que nos acosan, giran en torno a los “problemas” del euro, del dólar, de las bolsas, etc. pero no se habla nada de lo que sucede en cada casa, en cada hogar de los millones de parados, de los millones de seres humanos que viven situaciones extremas que afectan a su dignidad y a su condición de personas humanas con derechos.

 El verdadero poder no está en el dinero, sino en la naturaleza humana, en el interior de cada uno. Ahí está la mayor fuerza que existe. Hablemos por tanto de humanidad, de seres humanos, de aquello que nos une, de aquello que nos hace dignos, de aquellas cosas que, en su sencillez, contienen la esencia de la Vida, la belleza de la Vida, la verdad de la Vida.
  ¿Somos personas o somos números? ¿Somos vida o somos resultados económicos? ¿Tenemos derechos o sólo deberes?
  Estas preguntas y las consiguientes respuestas pueden parecer obvias e, incluso simples, pero en realidad centran el debate y los dos caminos posibles a seguir en el presente y en el futuro próximo.
Lo que está en juego en estos tiempos es la prioridad de la naturaleza, de la condición humana, por encima de las fuerzas que tratan de llevarlo todo, definitivamente, al terreno de las cifras, de los resultados, del frío e insensible cálculo de las pérdidas y las ganancias.
  Ambas fuerzas están representadas ahora mismo en los medios de comunicación en la misma desproporcionada dimensión que en la realidad conviven, es decir, mayoritaria atención a la guerra de los mercados y los países, a los índices bursátiles, a los problemas económicos, y minoritario seguimiento a los grupos que en todo el mundo surgen ya reclamando un cambio hacia lo humano, hacia la importancia de los derechos de los ciudadanos, hacia la transparencia y la gestión limpia.
  Habría que decir aquí, con riesgo a que nos tachen de teóricos e idealistas, que el ser humano es el principio y el fin de todo, el epicentro de la creación, y que el ser humano, como criatura suprema en la creación, ha visto levantarse y desaparecer imperios mucho más poderosos que los actuales, ha sobrevivido a situaciones mucho más extremas y difíciles que las actuales, ha sabido salir adelante incluso en circunstancias de exterminio casi global de la especie.
  La Vida, con todo su poder, se manifiesta en la naturaleza, en todo lo creado, pero de forma especial en el ser humano, porque éste posee algo que le diferencia de las demás criaturas, y es la capacidad de crear, de imaginar, de soñar. Es la mente.
  Por ello, el empeño que se pone ahora mismo para centrar toda la problemática mundial en torno a la crisis económica, es simplemente una más de las muchas desviaciones, de los intentos de reducir la libertad, la capacidad y la poderosa naturaleza humana y hacerla dependiente, esclava, de grupos que sólo están interesados en el poder y en el dominio y control de la sociedad, del mundo entero.
  Si la humanidad sobrevivió y salió vencedora del intento nazi de exterminio y de creación de una única raza dominante, puede perfectamente levantarse y echar a patadas a todos estos manipuladores que tratan de ahogarnos, de estrangularnos, esta vez a través del poder del dinero, de la economía y su maloliente mundo.
Además, en esta ocasión existe algo fundamental a favor de los pueblos del mundo, y es que a pesar de la prepotencia que demuestran los fabricantes de crisis económicas y los grupos financieros mundiales, sin la colaboración de los ciudadanos no son nada, no existen, son basura.
  Necesitan de nuestro dinero, de nuestro consumo, de nuestra preocupación, de nuestro agobio, incluso de nuestra desesperación. Pero nunca podrán poseer nuestra esencia como seres humanos, nuestra dignidad y nuestra fuerza. Y si nos unimos y negamos aquello que les hace poderosos y prepotentes, se vendrán abajo.
El verdadero poder no está en el dinero, sino en la naturaleza humana, en el interior de cada uno. Ahí está la mayor fuerza que existe.
  Unamos pues todas las fuerzas en una actitud común que se traduzca en no vivir como ellos necesitan que vivamos, en no seguirles el juego, en no apoyar a aquellos políticos que son sus zombis, sus instrumentos, en exigir una consulta ciudadana en todas aquellas decisiones que nos afecten directamente, en recuperar la auténtica democracia.
  Somos el pueblo soberano. Somos seres humanos, y todo lo demás, economía, religión, justicia, política, etc. está por debajo de nuestra identidad como tales, de nuestros derechos y de nuestra libertad.
Todas las noticias que nos invaden, que nos acosan, giran en torno a los “problemas” del euro, del dólar, de las bolsas, etc. pero no se habla nada de lo que sucede en cada casa, en cada hogar de los millones de parados, de los millones de seres humanos que viven situaciones extremas que afectan a su dignidad y a su condición de personas humanas con derechos.
  Ante la avalancha de noticias frías e insensibles contraataquemos con noticias humanas, con exigencias humanas, con verdades humanas, con derechos humanos.
  Todos los que ahora se muestran prepotentes y se ven en la cima de la ola, banqueros, políticos, agencias financieras, todos pasarán, desaparecerán, porque su actitud es egoísta, interesada, porque son falsos e hipócritas, porque van en contra de las Leyes naturales que hablan de Unidad, porque se han olvidado de que son seres humanos y, por tanto, vulnerables.
  Pero el verdadero ser humano no pasará, no caducará, nunca desaparecerá. Siempre fue así y así seguirá siendo.
  Es importante unirse, formar un gran grupo mental, con las ideas claras, con la dignidad humana como bandera y con la exigencia inquebrantable de reclamar limpieza, autenticidad, verdad y transparencia.
Somos los dueños de la democracia, no ellos. Somos el epicentro de todo lo que funciona, de todo lo que afecta a la familia humana, tenemos por tanto la capacidad de destruir lo que no es bueno para el hombre y de mejorar lo que ya funciona.
  Hagámoslo sin violencia, pero con firmeza, con la firmeza que nos da el saber que somos un diseño divino, una criatura excepcional que aún no se descubrió en todo su potencial. No permitamos que nos dominen, que nos ignoren, que nos utilicen, que se beneficien de nuestros miedos y de nuestras dudas. Somos más, mejores y más poderosos que ellos. Somos seres humanos, con todo lo que ello implica.
Pero ellos son máquinas frías e insensibles que sirven al poder del dinero y son esclavos de él. Además, todo lo que nos cuentan, lo que pretenden que creamos, es mentira. Es una mentira creada para someternos y esclavizarnos.
  Lo que está ocurriendo en realidad es una guerra entre poderes y, como consecuencia, lo que perjudique a los ciudadanos son simples daños colaterales. Es lo mismo que vemos en todas las guerras del mundo, sólo que esta de ahora es económica.
  Pero también pasará, porque todo pasa, pero la Vida permanece.
Hablemos por tanto de humanidad, de seres humanos, de aquello que nos une, de aquello que nos hace dignos, de aquellas cosas que, en su sencillez, contienen la esencia de la Vida, la belleza de la Vida, la verdad de la Vida.
  Dejemos que los poderes se destrocen entre ellos y no sigamos su juego porque, al fin y al cabo, ¿acaso nos sirven para algo?.
  Millones de niños mueren cada día, millones de personas no tienen medicinas, millones de seres humanos pasan hambre, viven bajo la injusticia, son víctimas de las guerras creadas por los poderes.
   Ese es su legado, es su obra, la obra de los poderes y de aquellos que los representan.
¿Hasta cuándo…?. Eso solo depende de nosotros.
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domingo, 10 de junio de 2012

BOSCH: NINGUNA DEMOCRACIA PUEDE SOSTENERSE SIN VALOR Y VIRTUD

BOSCH: NO HAY JUSTICIA PARA EL POBRE, Y TIENE QUE HABERLA.
(El Caribe, Santo Domingo, 13 de noviembre de 1962, p.2.)

Nuestra tierra es hermosa, es rica; nuestros hombres son trabajadores y bondadosos. Aquí lo que falta es justicia; justicia para que el que trabaja pueda recoger el fruto de su trabajo; justicia para que se acabe con el hambre; justicia y bondad; tratar al pueblo como el padre trata a sus hijos, con cariño y ayudándolos, no maltratándolos.
Nunca antes aquí se ha visto la democracia en función, y hay gente que le tiene tanto miedo a la democracia que quiere matarla antes de que nazca, como la están matando los que han rebajado la lucha política actual hasta colocarla, como está hoy, en un lodazal de insultos, infamias y mentiras.
Aquí hace muchos años  que se viene usando el poder para beneficio propio o de familiares y amigos; eso tiene que acabarse definitivamente en la República Dominicana, porque ninguna democracia  puede sostenerse… sin valor y virtud.
Valor para decir lo que se piensa cuando haya que decirlo; virtud para mantener una vida pública a los ojos del pueblo. Esas son las dos condiciones básicas de la democracia.
No hay justicia para el pobre, y tiene que haberla. Y si la  hay, en pocos años nuestro país será otro, porque todo país prospera cuando la mayoría de sus hijos trabajan, producen y pueden disponer del fruto de su trabajo para vivir mejor, para educarse, para tener buena salud.
En esto de la salud debemos referir una observación que se nos hiciera en días pasados. Nos hablaba un amigo, que no es dominicano, sobre el cuento, que hemos oído toda nuestra vida con indignación, de que el dominicano no es trabajador, que es haragán, que es vago. Nosotros respondíamos siempre a esos infundios diciendo que desde que éramos niños habíamos pensado en todo lo contrario, porque cientos de veces vimos salir a un campesino de madrugada, con una tacita de café en el estómago, si acaso, y un machetico por única ayuda y volver en la tarde a comerse dos o tres plátanos con un pedazo de arenque; y mientras tanto, entre el amanecer y la tarde, ese campesino había recorrido varios kilómetros y había estado él solito tumbando un monte o haciendo cercas para levantar un conuquito que a fin de cuentas le iba a dar ocho o diez pesos mensuales si tenía suerte. En Jarabacoa nos dijo un viejo campesino que él solo, sin ayuda de nadie, había levantado 47 conucos en su vida; y fueron tantos porque tumbaba y cercaba y preparaba la tierra y cogía un cocechito de maíz y el otro año tenía que hacerlo en otro sitio porque llegaban los dueños de la tierra y se la quitaban.
Ese tipo de hombre no es haragán, no es vago; es todo lo contrario. Cuando el dominicano no trabaja se debe a estas dos razones; o porque su trabajo no le rinde, y nadie trabaja por el gusto de estar cansado, o porque está enfermo. Ese amigo de quien hablábamos, que no es dominicano, nos hizo la siguiente explicación: “Cuando un señor del pueblo o de la Capital , y especialmente un tutumpote, se enferma un poquito y le da medio grado de calentura, se mete en la cama y manda a buscar el médico; ese día no trabaja por nada del mundo. Pues bien, la inmensa mayoría de los dominicanos viven enfermos de paludismo, de parásitos o de la anemia que produce el mal comer, ¿y cómo quieren que esos desdichados trabajen con el mismo entusiasmo que los hombres sanos y bien comidos?”.
Nuestra tierra es hermosa, es rica; nuestros hombres son trabajadores y bondadosos. Aquí lo que falta es justicia; justicia para que el que trabaja pueda recoger el fruto de su trabajo; justicia para que se acabe con el hambre; justicia y bondad; tratar al pueblo como el padre trata a sus hijos, con cariño y ayudándolos, no maltratándolos.
Cuando se traspasa la Cumbre, entre Arroyo Frío y Puesto Grande, en las sombras de la noche se ve Moca como si fuera un árbol de Navidad, y a la luz del día se contempla allá abajo el corazón del enorme, del rico, del impresionante valle de La Vega Real; y tiene uno que pensar en los españoles cuando llegaron a esta tierra, en Colón, cuando cruzó también las lomas y se dio de buenas a primeras con ese valle tan grande, cruzado de ríos; un valle como él no había visto nunca en su vida; un valle más rico que todos los de Europa; un valle de tierra negra, de tierra generosa, en medio del trópico, bajo el sol permanente, sin nieves, sin tigres, sin lobos. Era lógico que dijera lo que dijo: “Esta es la tierra más hermosa que vieron ojos humanos”. Y era lógico que pensara que esa tierra sería la más rica de todas las que estaban conquistando los españoles, pues él debió ver con su imaginación ese inmenso valle cultivado, produciendo de todo, poblado por un pueblo rico y feliz.
La injusticia, la maldad, la codicia, la ambición, han impedido que se realizara el sueño de Colón. Pero todo tiene su término en esta vida; y ya llega, ya se acerca la hora del término para la maldad, la codicia, la ambición; ya se ve el nuevo día de la República alumbrar sobre las lomas; ya viene la claridad. Y en esta tierra de injusticia, haremos que la justicia se asiente entre los dominicanos, para el bien de todos y para ejemplo de los que nos han mirado siempre como un pueblo sin destino.
Los dominicanos no se imaginan siquiera lo que es una democracia; no se dan cuenta, no pueden darse cuenta, de que en una democracia se respeta a todo el mundo; que a nadie se le obliga ni se le puede obligar a hacer lo que no quiera hacer ni a pensar como no quiera pensar; que la verdadera democracia es el único sistema político que garantiza de verdad la libertad del hombre: libertad para vivir sin miserias, libertad para educarse, libertad para pensar como le parezca mejor, libertad para ejercer la religión que le guste.
Nunca antes aquí se ha visto la democracia en función, y hay gente que le tiene tanto miedo a la democracia que quiere matarla antes de que nazca, como la están matando los que han rebajado la lucha política actual hasta colocarla, como está hoy, en un lodazal de insultos, infamias y mentiras.
 El Caribe, Santo Domingo, 13 de diciembre de 1962, p.24.


LA MODERNIDAD ESTA EN CRISIS:UN CAMBIO DE EPOCA


El nuevo fetiche

Frei Betto (ALAI) 
La modernidad, período que se extendió durante los últimos cinco siglos, está en crisis. Hoy vivimos, no una época de cambios sino un cambio de época. En este milenio que comienza emerge algo impropiamente llamado posmodernidad, que parece muy diferente de todo cuanto nos ha precedido, conformando un nuevo paradigma.
En la Edad Media la cultura giraba en torno a la figura divina, en torno a la idea de Dios.  En la modernidad se centra en el ser humano, en la razón y en sus dos hijas preferidas: la ciencia y la tecnología.

  Uno de los símbolos que mejor expresa este paso es la pintura de Miguel Ángel “La creación de Adán”, que está en el techo de la Capilla Sixtina: Dios Padre, con una larga barba, recubierto de vestimentas, representa el teocentrismo de la época ante el hombre desnudo, fuertemente atraído hacia la Tierra.  El hombre extiende el dedo para no perder el contacto con lo trascendente, con lo divino. La desnudez de Adán traduce la llegada del antropocentrismo y de la revolución que la modernidad representa en nuestra cultura.

  El episodio característico de la modernidad sucedió en 1682, cuando el señor Halley, basado exclusivamente en cálculos matemáticos -pues no disponía de instrumentos ópticos-, previó que un cometa volvería a aparecer en el cielo de Londres dentro de 76 años.  Muchos le tomaron por loco.  ¿Cómo, encerrado en su gabinete, basado en cálculos hechos sobre un papel, iba a poder predecir el movimiento de los astros en el cielo?  ¿Quién sino Dios domina la bóveda celeste?

  El señor Halley murió en 1742, antes de que se cumplieran los 76 años previstos.  En 1758 el cometa, que hoy lleva su nombre, volvió a iluminar los cielos de Londres.  ¡Era la gloria de la razón!

  “Si es así -dijeron-, si la razón es capaz de prever los movimientos de los astros, como demostraron Copérnico y Galileo, y después Newton, uno de los pilares de nuestra cultura, entonces ella podrá resolver todos los dramas humanos. Pondrá fin al sufrimiento, al dolor, al hambre, a la peste.  ¡Creará un mundo de luces, progreso y felicidad!”.

  Cinco siglos después, el saldo no es de los más positivos.  Muy al contrario. Los datos son de la FAO: somos 7 mil millones de personas en el planeta, de las que la mitad vive por debajo del nivel de pobreza, y 852 millones sobreviven con hambre crónica.


  Hay quien afirma que el problema del hambre es causado por el exceso de bocas.  Y por eso propone el control de la natalidad.  Yo me opongo al control, aunque estoy de acuerdo con la planificación familiar.  El primero es impositivo, el segundo respeta la libertad de la pareja.  Y no acepto el argumento de que hay excesivas bocas; ni que faltan alimentos.  Según la FAO, el mundo produce lo suficiente para alimentar 11 mil millones de bocas.  Lo que hay es falta de justicia, de compartimiento y excesiva concentración de la riqueza.

  Por atravesar un período de mucha inseguridad, las personas buscan respuestas fuera de lo razonable.  Obsérvese, por ejemplo, el fenómeno del esoterismo: nunca Dios estuvo tan en boga como ahora.  Suscita pasiones y fundamentalismos, a favor y en contra.

  La crisis de la modernidad culmina en el momento en que el sistema capitalista alcanza su suprema hegemonía con el fin del socialismo, y adquiere un nuevo carácter, llamado neoliberal.

  ¿Cuáles son las claves de lectura de dicho cambio del liberalismo al neoliberalismo?  Bajo el liberalismo se hablaba mucho de desarrollo.  En la década de 1960 surgió la teoría del desarrollo, que incluía también la noción de subdesarrollo; y se creó la Alianza para el Progreso, destinada a “desarrollar” América Latina.

  La palabra “desarrollo” tiene cierto componente ético porque al menos se imagina que todos deben resultar beneficiados.  Hoy el término es “modernización”, que no tiene contenido humano sino una fuerte connotación tecnológica.  Modernizar es equiparse tecnológicamente, competir, lograr que mi empresa, mi ciudad, mi país, se aproximen al paradigma primermundista, aunque ello signifique sacrificio para millones de personas.

  El Mercado es el nuevo fetiche religioso de la sociedad en que vivimos.  Antes por la mañana nuestros abuelos consultaban la Biblia.  Nuestros padres el servicio de meteorología.  Hoy se consultan los índices del Mercado.

  Ante una catástrofe o un acontecimiento inesperado dicen los comentaristas económicos: “Veamos cómo reacciona el Mercado”.  Y yo imagino un señor, el señor Mercado, encerrado en su castillo y gritando por el celular: ”No me gustó el discurso del ministro. Estoy enojado”.  Y a esa misma hora los telediarios destacan: “El mercado no reaccionó bien ante el discurso ministerial”.

  El mercado ahora es internacional, globalizado, se mueve según sus propias reglas, y no de acuerdo con las necesidades humanas. De hecho predomina la globocolonización, la imposición al planeta del modelo anglosajón de sociedad. Centrado en el consumismo, en la especulación, en la transformación del mundo en un casino global.

  Ante la crisis financiera que afecta al capitalismo, y en especial a los derechos sociales conquistados en los últimos dos siglos, es hora de preguntarse cuál será el paradigma de la posmodernidad.  ¿Mercado o “globalización de la solidaridad”, en expresión del papa Juan Pablo II? (Traducción de J.L.Burguet).

- Frei Betto es escritor, autor de “Calendario del poder”, entre otros libros. http://www.freibetto.org/>    twitter:@freibetto.

TEXTOS CORTITOS DE JUAN BOSCH: FRASES Y PENSAMIENTOS


(HOMENAJE  A JUAN BOSCH EN EL 103 ANIVERSARIO DE SU NACIMIENTO, 30 DE JUNIO, 1909)    (primera entrega)

MI ENCUENTRO CON HOSTOS.
“El hecho más importante de mi vida hasta poco antes de cumplir 29 años fue mi encuentro con Eugenio María de Hostos, que tenía entonces casi 35 años de muerto. El encuentro se debía al azar; pues, buscando trabajo, lo halle como supervisor del traslado a maquinilla de todos los originales  de aquel maestro de excepción… (…) Eugenio María de Hostos, que llevaba 35 años sepultado en la tierra dominicana, apareció vivo ante mí a través de su obra, de sus cartas, de papeles, que iban revelándome día tras día su intimidad; de manera que tuve la fortuna de vivir en la entraña misma de uno de los grandes de América, de ver cómo funcionaba su alma, de conocer –en sus matices más personales- el origen y el desarrollo de sus sentimientos. Hasta ese momento, yo había vivido con una carga agobiante de deseo de ser útil a mi pueblo y a cualquier pueblo, sobre todo si era Latinoamericano; pero, para ser útil a un pueblo, hay que tener condiciones  especiales. ¿Y cómo  podía saber yo cuales condiciones eran esas, y como se las formaba uno mismo sino las había traído  al mundo, y como  las usaba si las había traído?
La repuesta a todas esas preguntas, que a menudo me ahogaban en un mar de angustia, me la dio Eugenio María de Hostos, 35 años después de haber muerto.  (…) la lectura de los originales de Eugenio María de Hostos me permitió conocer que fuerza mueven, y como la mueven, el alma de un hombre consagrado al servicio de los demás”, (Juan Bosch, Hostos el sembrador)

EL GRAN HOMBRE.
“El gran hombre aparece en los momentos decisivos de la historia de su pueblo, esto es, cuando una crisis hace estallar los moldes sociales en que ese pueblo ha estado viviendo, a veces durante siglos; aparece entonces porque sus condiciones de carácter, que generalmente han permanecido ocultas para todo el mundo y a menudo hasta para él mismo, le permiten desarrollar una capacidad de acción u otras formas de expresión de su personalidad que resultan ser las más adecuadas para dirigir a las masas en esa hora de crisis, pero esas condiciones de carácter habían sido elaboradas en el héroe por fuerzas de origen natural, como, por ejemplo, una determinada conformación cerebral, combinada con las presiones de la sociedad en que se había formado. Entre tales fuerzas ocupa un lugar decisivo lo que ahora llamamos ideología, que es un producto neto de la sociedad, aún si se trata de una parte de ella, como es la clase social de la persona que la comparte. En suma, que el hombre no es producto de sí mismo, de tales o cuales condiciones psicológicas, sino que es el producto de su sociedad porque ésta es la fuente de la psicología de la persona; y a tal extremo esto es así que en la sociedad de clases resulta fácil distinguir, a través de sus expresiones psicológicas, al capitalista del obrero y a éste del que le queda más cerca en términos clasistas, que es el bajo pequeño burgués pobre y muy pobre.
En lo que se refiere a la vocación, todavía la ciencia no ha llegado al punto de determinar cuál es su origen, pero se sabe que son muchos los hombres y las mujeres que han sentido el llamado de una vocación, a veces desde los años más tempranos. Las personas que sienten ese llamado son capaces de hacer toda suerte de sacrificios para seguir el impulso que llamamos vocación. Unas abandonan a sus familias y se van a correr mundo en busca de ambientes en que puedan desarrollar las capacidades que les permitan ser lo que quieren ser; las hay que viven aventuras fabulosas y se juegan hasta la vida persiguiendo lo que creen que es su destino; y unas más, otras menos, todas tienen una convicción profunda, sin saber por qué, de que podrán hacer aquello que persiguen, y que haciéndolo se destacarán entre todos los seres humanos; alcanzarán la gloria o el poder, pasarán a ser personajes importantes e influyentes.”(Juan Bosch, CONSIDERACIONES ACERCA DEL POLÍTICO, LA VOCACIÓN Y EL OFICIO.) 

DEBILIDAD DE LA FUERZA

 "Las revoluciones las han perdido los más fuertes. Una revolución tiene su origen en fenómenos peculiares de su medio social, económico y político, y tiene su fuerza en el corazón en el cerebro de las gentes. Ninguno de esos dos factores de una revolución puede ser medido por computadores electrónicos. Tradicionalmente, las revoluciones las han perdido los más fuertes. Las trece colonias americanas eran más débiles que Inglaterra, y le ganaron la revolución de Independencia; el Pueblo francés era más débil que la monarquía de Luis XVI y le ganó la revolución del siglo XVIII; Bolívar era más débil que Fernando VII, y le ganó la revolución de América del Sur; Madero era más débil que Porfirio Díaz y le ganó la revolución de 1910; Lenin era más débil que el Gobierno ruso, y le ganó la revolución de 1917. Todas las revoluciones triunfantes a lo largo de la historia, sin una sola excepción; han sido más débiles que los gobiernos combatidos por ellas. Una revolución, pues, no puede medirse en términos de poderío militar; hay que apreciarla con otros valores. Para saber si una revolución es verdaderamente una revolución y no un mero desorden o una lucha de caudillos por el poder, hay que estudiar sus causas, la posición que han tomado en ella los diferentes sectores sociales, y determinar su tiempo histórico. Una revolución, pues, no puede medirse en términos de poderío militar; hay que apreciarla con otros valores. Para saber si una revolución es verdaderamente una revolución y no un mero desorden o una lucha de caudillos por el poder, hay que estudiar sus causas, la posición que han tomado en ella los diferentes sectores sociales, y determinar su tiempo histórico".


LA REVOLUCION DE ABRIL 1965

"La Revolución de abril de Santo Domingo fue una típica revolución democrática a la manera histórica de la América Latina y se originó en factores sociales, económicos y políticos que eran y son al mismo tiempo dominicano y latinoamericano. Para situarla en el contexto latinoamericano, su patrón más cercano en el tiempo es la revolución mexicana de 1910, aunque no debía ni debe esperarse que fuera exactamente igual a esa revolución de México. En términos históricos, nada es igual a nada. A pesar de que habían transcurrido cincuenta y cinco años desde que estalló la revolución mexicana hasta que comenzó la dominicana, y a pesar de que en ese largo tiempo —más de medio siglo— se han extendido por el mundo los estudios políticos, sociales, económicos e históricos, los Estados Unidos actuaron ante la Revolución Dominicana de 1965 en forma casi igual a como hicieron ante la revolución mexicana de 1910. En 1965 se ha aducido el peligro comunista como razón de la intervención militar en Santo Domingo; en 1910 no podía usarse ese pretexto para desembarcar tropas en Veracruz porque entonces no existía el peligro comunista. ¿Por qué la actuación ha sido tan parecida? Porque tradicionalmente el mundo oficial norteamericano se ha opuesto a las revoluciones democráticas en la América Latina.
Fue John Fitzgerald  Kennedy quien transformó los viejos conceptos y puso en práctica una nueva política, pero desaparecido él, volvió a imponerse el criterio de que el poder se ejerce sólo a través de la fuerza. Esta idea parece no ser correcta. La fuerza como expresión única de poder tiene sus límites: es un instrumento idóneo cuando se enfrenta a la fuerza, pero no lo es cuando se enfrenta a fenómenos que tienen su origen en las bases más profundas de las sociedades. Stalin pudo haber tenido razón al decir, durante la última guerra mundial, que esa guerra sería ganada por el país que fabricara más motores; pues la lucha de 1939-1945 fue llevada a cabo entre poderes militares organizados, y el poder de cada uno de ellos se medía en términos de fuerza, de divisiones, de cañones, de bombas. Pero una revolución no es una guerra, y hasta se conocen revoluciones que se han hecho sin que haya mediado un disparo de fusil. Tradicionalmente, las revoluciones las han perdido los más fuertes".
Puerto Rico 1965 

La reacción Norteamericana ante la Revolución Dominicana

“Los Estados Unidos, que en el mes de abril (1965) tenían en Vietnam 23 mil hombres, desembarcaron en Santo Domingo 42 mil. Para los funcionarios de Washington, los sucesos de la República Dominicana eran de naturaleza tan peligrosa que se prepararon como si se tratara de llevar a cabo una guerra de la que dependía la vida misma de los Estados Unidos.
La fuerza de los Estados Unidos se usó en el caso de la Revolución Dominicana de una manera absolutamente desproporcionada. Un pueblo pequeño y pobre que estaba haciendo el esfuerzo más heroico de toda su vida para hallar su camino hacia la democracia fue ahogado por montañas de cañones, aviones, buques de guerra, y por una propaganda que presentó ante el mundo los hechos totalmente distorsionados. La revolución no fusiló una sola persona, no decapitó a nadie, no quemó una iglesia, no violó a una mujer; pero todo eso se dijo, y se dijo en escala mundial; la revolución no tuvo nada que ver ni con Cuba ni con Rusia ni con China, pero se dio la noticia de que 5 mil soldados de Fidel habían desembarcado en las costas dominicanas, se dio la noticia de que había sido capturado un submarino ruso y se publicaron “fotos” de granadas enviadas por Mao Tse-Tung. La reacción norteamericana ante la Revolución Dominicana fue excesiva, y para comprender la causa de ese exceso habría que hacer un análisis cuidadoso de los resultados que puedan dar la fe en la fuerza y el uso ilimitado de la fuerza en el campo político, y convendría hacer al mismo tiempo un estudio detallado del papel de la fuerza cuando se convierte en sustituto de la inteligencia.”


LA GUERRA DE LAS GALAXIAS



"La Guerra de las Galaxias es el nombre que desde hace algún tiempo se les viene dando a unos planes militares que se basan en el uso de un poderío nuclear capaz de aniquilar la vida de los seres que pueblan el mundo en que vivimos con la probable excepción de una mayoría de los que viven en los mares; y para que el lector comprenda de dónde procede esa amenaza vamos a hacer una breve explicación de lo que es el poderío nuclear.
Antes del año 1945 un número muy corto de personas sabían que en la naturaleza había una fuente de energía llamada átomo y que el átomo consistía en cada uno de los pequeñísimos cuerpos eléctricos de que está constituida la materia, pero mucho menos se sabía, con la excepción de algunos grandes conocedores de las Ciencias Físicas, que de los átomos podía obtenerse una fuerza explosiva millones de veces más poderosa que la dinamita, que hasta entonces era el explosivo más potente que el hombre podía producir y controlar a su conveniencia; y sucedió que a mediados de julio de ese año 1945 un grupo de científicos que habían estado trabajando secretamente en un plan destinado a fabricar una bomba atómica, hizo estallar una de prueba en Álamo Gordo, un lugar de Nuevo México, Estados Unidos, y con esa prueba comenzó la Era Atómica es decir, una época nueva de la historia porque la explosión de Álamo Gordo demostró que a partir de ese momento la humanidad disponía de un poder energético cuya existencia había sido insospechada hasta entonces.
Ese poder podía usarse en la guerra para aniquilar militarmente al enemigo, pero también en la paz para ejecutar grandes proyectos de planes beneficiosos para la humanidad, y se usó en la guerra que se llevaba a cabo entre Estados Unidos y su aliada la Unión Soviética contra Japón. Esa era la parte final de la llamada Segunda Guerra Mundial, que había terminado en Europa con la rendición de Alemania el 8 de mayo de 1945 pero seguía en el Pacífico entre norteamericanos y soviéticos de una parte y japoneses de la otra. La bomba atómica fue usada por primera vez el 6 de agosto de ese año 1945, apenas tres semanas después de ser probada en Álamo Gordo; se lanzó sobre la ciudad de Hiroshima, donde además de matar por achicharramiento y por asfixia y de inutilizar por quemaduras profundas a más de 200 mil personas destruyó el centro de la ciudad, todo ello con una sola explosión de corta duración.
La posesión de la bomba atómica convirtió a Estados Unidos en la mayor potencia militar del mundo, pero no por mucho tiempo porque en 1949 la Unión Soviética anunció que había terminado el monopolio norteamericano del poder atómico, lo que significaba que los soviéticos habían fabricado también una bomba atómica y a partir de ese momento empezaría una carrera de competencia entre los dos países que acabaría colocando a la Unión Soviética en el mismo nivel de poderío militar que los Estados Unidos, y no sólo por su dominio de la energía atómica sino además el de la energía nuclear.
¿Cuál es la diferencia entre la energía atómica y la nuclear?
Que la segunda se manifiesta con mayor poder que la atómica porque es el resultado de la integración de un núcleo atómico creado por la unión de dos núcleos de masa más ligera, que se dividen mediante la llamada fisión nuclear. La energía nuclear no deja residuos radioactivos como los deja la atómica, pero además no se agota. La tecnología de la fusión y de la fisión nuclear fue descubierta años después de haberse fabricado la primera bomba atómica, y con ella los norteamericanos hicieron en 1952 la primera bomba termonuclear, cuya capacidad de destrucción era mil veces mayor que la que se lanzó sobre Hiroshima; pero los soviéticos habían avanzado en la física atómica tan de prisa que fabricaron su bomba termonuclear un año después, es decir, en 1953, y se adelantaron a Estados Unidos en la fabricación del primer cohete balístico intercontinental, es decir, que podía salir de territorio soviético y llegar en corto tiempo a cualquier lugar de  América del Norte llevando una bomba nuclear.
Ese cohete balístico fue terminado en 1957, año en el que la Unión Soviética produjo también el primer satélite espacial tripulado por hombres, que fue el conocido con el nombre de Sputnik, y así como la humanidad había entrado el 16 de julio de 1945 en la Era Atómica con la explosión en Álamo Gordo de la primera bomba hecha a base del poder explosivo de los átomos (que en ese caso fueron isótopos de átomos de plutonio), el 4 de octubre de 1957 se inició la Era Espacial con el lanzamiento en la Unión Soviética del Sputnik, y lo decimos para que el lector se dé cuenta de que para esa fecha, exactamente cuarenta años después de haber comenzado la Revolución Rusa, la sociedad que la inició cuando era una de las más atrasadas de los países de Occidente se había convertido en la competidora de la más desarrollada del mundo capitalista.
Pero para el 1957 la Doctrina Truman de la Guerra Fría tenía cinco años de lanzada y el gobierno de Eisenhower, sucesor de Truman, no iba a tolerar que esa doctrina quedara hundida en un mar de incapacidad norteamericana para mantener la supremacía nuclear sobre la Unión Soviética, de manera que Estados Unidos apareció construyendo en 1958 un cohete balístico intercontinental y un satélite tripulado por hombres y en 1960 navegaban por las aguas del Atlántico submarinos porta cohetes. Fue ocho años después cuando la Unión Soviética construyó submarinos del mismo tipo y en el mismo año (1968) fabricó cohetes de cabezas nucleares múltiples que llegaban con un retraso de dos años comparados con los que Estados Unidos había fabricado en 1966.
En el camino de la competencia se había ido muy lejos. La bomba de Hiroshima fue llevada a bordo de un avión que volaba a 360 millas por hora y en 1985 un cohete MX de cabezas nucleares múltiples viaja a razón de 15 mil millas por hora, pero además, mientras la bomba de Hiroshima mató e hirió a más de 200 mil personas la que lleva un MX puede matar, herir o inutilizar de por vida a varios millones porque la bomba de 1945 tenía un poder destructor equivalente a 15 mil toneladas de dinamita y un cohete nuclear actual lleva en su seno la capacidad aniquiladora de 5 millones de toneladas de ese explosivo".

LA REVOLUCIÓN DOMINICANA DE ABRIL 1965 FUE UNA REVOLUCIÓN AUTENTICA


JUAN BOSCH: La Revolución Dominicana de abril no fue un hecho improvisado.

El Coronel Caamaño en acción de combate  contra el invasor Yanqui   


Los Estados Unidos, que en el mes de abril (1965) tenían en Vietnam 23 mil hombres, desembarcaron en Santo Domingo 42 mil. Para los funcionarios de Washington, los sucesos de la República Dominicana eran de naturaleza tan peligrosa que se prepararon como si se tratara de llevar a cabo una guerra de la que dependía la vida misma de los Estados Unidos. La fuerza de los Estados Unidos se usó en el caso de la Revolución Dominicana de una manera absolutamente desproporcionada. Un pueblo pequeño y pobre que estaba haciendo el esfuerzo más heroico de toda su vida para hallar su camino hacia la democracia fue ahogado por montañas de cañones, aviones, buques de guerra, y por una propaganda que presentó ante el mundo los hechos totalmente distorsionados.

La Revolución Dominicana de abril no fue un hecho improvisado. Era un acontecimiento histórico cuyos orígenes podían verse con claridad. En realidad, esa revolución estaba en marcha desde fines de 1959, y fue manifestándose gradualmente, primero con una organización clandestina de jóvenes de la clase media que fue descubierta a principios de 1960, después con la muerte de Trujillo en mayo de 1961, más tarde con las elecciones de diciembre de 1962 y por último con la huelga de mayo de 1964. 

El golpe de Estado de septiembre de 1963 no podía detener esa revolución. Fue una ilusión de gente ignorante en achaques de sociología y de política pensar que al ser derrocado el Gobierno que yo presidí la revolución quedaba desvanecida. Fue una ilusión creer, como consideraron los que formulan en Washington la política dominicana, que una persona de buena sociedad y de los círculos comerciales era el hombre indicado para dominar la situación dominicana. Fueron precisamente el uso de la fuerza y la frivolidad del favorito de Washington —Donald Reid Cabral— los factores que aceleraron el estallido de la revolución de abril. 

La Revolución Dominicana tenía causas no sólo profundas, sino además viejas. La falta de libertades de los días de Trujillo y el desprecio a las masas del Pueblo volvieron a gobernar el país a partir del golpe de Estado de 1963; el hambre general se agravó con la política económica sin sentido del equipo encabezado por Reid Cabral, y la corrupción trujillista resultó a la vez más extendida y más descarada que bajo la tiranía de Trujillo. Se pretendió volver al trujillismo sin Trujillo, un absurdo histórico que no podía subsistir. La clase media y las grandes masas se aliaron en un mismo propósito; barrer ese pasado ignominioso que había renacido en el país y retornar a un estado de ley y de honestidad pública.

Veamos ahora el punto que toca al tiempo histórico. Lo que le da carácter peculiar a la historia de Santo Domingo es lo que en otras ocasiones he llamado su “arritmia”. Los acontecimientos dominicanos suceden en un tiempo que no corresponde al tiempo histórico general de la América Latina. El momento histórico en que se hallaba la República Dominicana en abril de 1965 era el equivalente de 1910 en México, y es curioso que los Estados Unidos actuaran sobre Santo Domingo, en cierto sentido, como lo hicieron sobre México en 1910, aunque alegaran para ello que en Santo Domingo estaba en marcha una segunda Cuba. Pero en Santo Domingo no podía estar en marcha en abril de 1965 una segunda Cuba como no podía producirse en México de 1910. Lo que había estallado en la República Dominicana en abril de 1965 era —y es— una revolución democrática y nacionalista; y el 1965 era el momento histórico exacto para que los dominicanos iniciaran su revolución democrática y nacionalista. En términos de 1965, justicia económica. 

Por otra parte, el nacionalismo es un sentimiento que se origina en la necesidad vehemente de hacer progresar en todos los órdenes el propio país, en la necesidad de afirmar la conciencia nacional en el campo económico, en el político y en el moral, y toda revolución verdadera, sobre todo si es democrática, tiene un alto contenido de nacionalismo. Para no equivocarse en el caso de la Revolución Dominicana de 1965 bastaba con situarla en su tiempo histórico. Eso hubiera servido también para evitar el costoso error político de considerar que era una revolución comunista o en peligro de derivar hacia el comunismo. El precio que pagarán los Estados Unidos por ese error será alto, y a mi juicio lo veremos en nuestro propio tiempo. Un índice de la magnitud del error es el tamaño de la fuerza usada originalmente para embotellar la revolución.

 Los Estados Unidos, que en el mes de abril tenían en Vietnam 23 mil hombres, desembarcaron en Santo Domingo 42 mil. Para los funcionarios de Washington, los sucesos de la República Dominicana eran de naturaleza tan peligrosa que se prepararon como si se tratara de llevar a cabo una guerra de la que dependía la vida misma de los Estados Unidos. 

Siempre recordaré como un síntoma de esa enorme equivocación un detalle de la densa propaganda hecha por el departamento de guerra psicológica, el del famoso submarino ruso capturado en el puerto de la vieja capital dominicana. Ese submarino desapareció misteriosamente tan pronto llegaron a Santo Domingo los primeros periodistas norteamericanos independientes, pero sigue navegando en las aguas del rumor interesado. La fuerza de los Estados Unidos se usó en el caso de la Revolución Dominicana de una manera absolutamente desproporcionada. Un pueblo pequeño y pobre que estaba haciendo el esfuerzo más heroico de toda su vida para hallar su camino hacia la democracia fue ahogado por montañas de cañones, aviones, buques de guerra, y por una propaganda que presentó ante el mundo los hechos totalmente distorsionados.

 La revolución no fusiló una sola persona, no decapitó a nadie, no quemó una iglesia, no violó a una mujer; pero todo eso se dijo, y se dijo en escala mundial; la revolución no tuvo nada que ver ni con Cuba ni con Rusia ni con China, pero se dio la noticia de que 5 mil soldados de Fidel habían desembarcado en las costas dominicanas, se dio la noticia de que había sido capturado un submarino ruso y se publicaron “fotos” de granadas enviadas por Mao Tse-Tung. La reacción norteamericana ante la Revolución Dominicana fue excesiva, y para comprender la causa de ese exceso habría que hacer un análisis cuidadoso de los resultados que puedan dar la fe en la fuerza y el uso ilimitado de la fuerza en el campo político, y convendría hacer al mismo tiempo un estudio detallado del papel de la fuerza cuando se convierte en sustituto de la inteligencia. 

En el caso de la Revolución Dominicana, el empleo de la fuerza por parte de los Estados Unidos comenzó a tener malos resultados inmediatamente, no sólo para el Pueblo dominicano sino también para el Pueblo norteamericano. Con el andar de los días, esos resultados serán peores para los Estados Unidos que para Santo Domingo. Pero mantengámonos ahora dentro del límite estrecho de los daños causados a Estados Unidos en Santo Domingo. Por de pronto, la Revolución Dominicana, que hubiera terminado en el propio mes de abril a no mediar la intervención de los Estados Unidos, quedó embotellada y empezó a generar fuerzas que no estaban en su naturaleza, entre ellas odio a los Estados Unidos. Ese odio no se extinguirá en mucho tiempo. El nacionalismo sano de la revolución irá convirtiéndose a medida que pasen los meses en un sentimiento antinorteamericano envenenado por la frustración a que fue sometida la revolución. Y es una tontería insigne considerar que el nacionalismo de los pueblos pequeños y pobres puede ignorarse, desdeñarse o doblegarse. La más poderosa de las armas nucleares es débil al lado del nacionalismo de los pueblos pequeños y pobres. El nacionalismo es un sentimiento profundo, casi imposible de desarraigar del alma de las sociedades una vez que aparece en ellas, y ese sentimiento, según lo demuestra la historia, lleva a los hombres a desafiar todos los poderes de la tierra. Ahora bien, cuando el nacionalismo democrático es ahogado o estrangulado, pasa a ser un fermento, tal vez el más activo, para la propagación del comunismo. Estoy convencido de que el uso de la fuerza de los Estados Unidos en la República Dominicana producirá más comunistas en Santo Domingo y en la América Latina que toda la propaganda rusa, china o cubana. La fuerza, en su caso, fue empleada para impedirles que alcanzaran su democracia. 

Para muchos norteamericanos esto no es y no será cierto, pero yo estoy exponiendo aquí lo que sienten y sentirán por largos años los dominicanos, no las intenciones norteamericanas. Debido a que la fuerza nunca es tan fuerte como creen quienes la usan, los Estados Unidos tuvieron que recurrir en Santo Domingo a un expediente que les permitiera usar la fuerza sin exponerse a las críticas del mundo; y eso explica la creación de la junta cívico-militar encabezada por Antonio Imbert. Esa junta, como es de conocimiento general, fue la obra del embajador John Bartlow Martin, es decir, de los Estados Unidos; y pocas veces en la historia reciente se ha cometido un error tan costoso para el prestigio de los Estados Unidos como el que se cometió al poner en manos del señor Imbert parte de las fuerzas armadas dominicanas y al proporcionarles como justificación para sus crímenes el argumento de estar combatiendo el comunismo en Santo Domingo. 

Las matanzas de dominicanos y extranjeros —entre los últimos, un sacerdote cubano y uno canadiense— realizadas por las fuerzas de Imbert bajo el pretexto de que estaban aniquilando a los comunistas, quedarán para siempre en la historia dominicana cargadas en la cuenta general de los Estados Unidos y en la particular del señor Martin. Esas matanzas fueron hechas mientras estaban en Santo Domingo las fuerzas norteamericanas; y además el embajador Martin sabía quién era Imbert antes de invitarlo a encabezar la junta cívico-militar. La tiranía de Imbert fue establecida a ciencia y conciencia, y después de la tiranía de Trujillo no había excusa que pudiera justificar el establecimiento de la de Imbert. La revolución no fusiló a nadie ni decapitó a nadie; pero las fuerzas de Imbert han fusilado y decapitado a centenares, y aunque a esos crímenes no se les ha dado la debida publicidad en los Estados Unidos, figuran en los expedientes de la Comisión de los Derechos Humanos de la OEA y de las Naciones Unidas, con todos sus horripilantes detalles de cráneos destrozados a culatazos, de manos amarradas a la espalda con alambres, de cadáveres sin cabezas flotando en las aguas de los ríos, de mujeres ametralladas en los “paredones”, de los dedos destruidos a martillazos para impedir la identificación de los muertos. 

La mayor parte de las víctimas fueron miembros del Partido Revolucionario Dominicano, un partido reconocidamente democrático, pues la función de la llamada democracia de Imbert es acabar con los demócratas en la República Dominicana. Parece un sangriento sarcasmo de la historia que los crímenes que se le achacaron a la revolución sin haberlos cometido, hayan sido cometidos por un falso gobierno creado por los Estados Unidos sin que eso conmueva a la opinión norteamericana. La mancha de esos crímenes no caerá toda sobre Imbert, que al fin y al cabo es un ave de paso en la vida política dominicana; caerá también sobre los Estados Unidos y, por desgracia, sobre el concepto genérico de la democracia como sistema de gobierno. O yo no conozco a mi pueblo, o va a ser difícil que a la hora de determinar responsabilidades los dominicanos de hoy y de mañana sean indulgentes con los Estados Unidos y duros solamente con Imbert. 

En general, va a ser difícil salvar a los Estados Unidos de responsabilidad en todos los males futuros de Santo Domingo, aún de aquellos que se hubieran producido naturalmente si la revolución hubiera seguido su propio curso. 

El Pueblo dominicano no olvidará fácilmente que los Estados Unidos llevaron a Santo Domingo el batallón nicaragüense “Anastasio Somoza”, el émulo centroamericano de Trujillo; que llevaron a los soldados de Stroessner, los menos indicados para representar la democracia en un país donde acababan de morir miles de hombres y mujeres del Pueblo, peleando por establecer una democracia; que llevaron a los soldados de López Arellano, que es para los dominicanos una especie de Wessin y Wessin hondureño. En todos los textos de historia dominicana del porvenir figurará en forma destacada el bombardeo a que fue sometida la ciudad de Santo Domingo durante 24 horas los días 15 y 16 de junio. Todos estos puntos a que me he referido a la ligera son consecuencias del uso de la fuerza como instrumento de poder en el tratamiento de los problemas políticos. Una apreciación inteligente de los sucesos de Santo Domingo hubiera evitado los males que ha producido y producirá el uso de la fuerza que se desplegó en el caso dominicano. Para la sensibilidad de los pueblos de la América Latina, para su experiencia como víctimas tradicionales de gobiernos de fuerza, todo empleo excesivo e injusto de la fuerza provoca sentimientos de repulsión. Desde el punto de vista de los latinoamericanos, los Estados Unidos cometieron en Santo Domingo el peor error político de este siglo. 

El presidente Johnson dijo que los infantes de marina de su país habían ido a Santo Domingo a salvar vidas, pero lo que puede asegurar el que conozca la manera de sentir de los latinoamericanos es que esos infantes de marina destruyeron en todo el Continente la imagen democrática de los Estados Unidos. Es que parece estar en la propia naturaleza de la fuerza destruir en vez de crear, y cuando se usa en forma excesiva e inoportuna, la fuerza tiende a destruir a quien la usa. Una revolución puede detenerse con la fuerza, pero sólo durante cierto tiempo. En muchos sentidos, las revoluciones son terremotos históricos incontrolables, sacudimientos profundos de las sociedades humanas que buscan su acomodo en la base de su existencia. Y la Revolución Dominicana de abril de 1965 fue —y es— una revolución auténtica. Por lo menos eso creen los que tienen razones para conocer la historia, las fallas, las angustias y las esperanzas dominicanas, es decir los dominicanos que las hemos estudiado y estamos vinculados al destino de aquel pueblo por razones tan justas y tan honorables como puede estar vinculado el mejor de los norteamericanos al destino de los Estados Unidos.


Puerto Rico. 29 de junio de 1965



EL DUARTE DE MIGUEL NÚÑEZ

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