MORAL Y LUCES

MORAL Y LUCES

viernes, 7 de abril de 2017

BOSCH: La Revolución Dominicana de abril fue auténtica.

BOSCH: La Revolución Dominicana de abril no fue un hecho improvisado.
El Coronel Caamaño en acción de combate  contra el invasor Yanqui   

Los Estados Unidos, que en el mes de abril (1965) tenían en Vietnam 23 mil hombres, desembarcaron en Santo Domingo 42 mil. Para los funcionarios de Washington, los sucesos de la República Dominicana eran de naturaleza tan peligrosa que se prepararon como si se tratara de llevar a cabo una guerra de la que dependía la vida misma de los Estados Unidos. La fuerza de los Estados Unidos se usó en el caso de la Revolución Dominicana de una manera absolutamente desproporcionada. Un pueblo pequeño y pobre que estaba haciendo el esfuerzo más heroico de toda su vida para hallar su camino hacia la democracia fue ahogado por montañas de cañones, aviones, buques de guerra, y por una propaganda que presentó ante el mundo los hechos totalmente distorsionados.

La Revolución Dominicana de abril no fue un hecho improvisado. Era un acontecimiento histórico cuyos orígenes podían verse con claridad. En realidad, esa revolución estaba en marcha desde fines de 1959, y fue manifestándose gradualmente, primero con una organización clandestina de jóvenes de la clase media que fue descubierta a principios de 1960, después con la muerte de Trujillo en mayo de 1961, más tarde con las elecciones de diciembre de 1962 y por último con la huelga de mayo de 1964. El golpe de Estado de septiembre de 1963 no podía detener esa revolución. Fue una ilusión de gente ignorante en achaques de sociología y de política pensar que al ser derrocado el Gobierno que yo presidí la revolución quedaba desvanecida. Fue una ilusión creer, como consideraron los que formulan en Washington la política dominicana, que una persona de buena sociedad y de los círculos comerciales era el hombre indicado para dominar la situación dominicana.

Fueron precisamente el uso de la fuerza y la frivolidad del favorito de Washington —Donald Reid Cabral— los factores que aceleraron el estallido de la revolución de abril. 

La Revolución Dominicana tenía causas no sólo profundas, sino además viejas. La falta de libertades de los días de Trujillo y el desprecio a las masas del Pueblo volvieron a gobernar el país a partir del golpe de Estado de 1963; el hambre general se agravó con la política económica sin sentido del equipo encabezado por Reid Cabral, y la corrupción trujillista resultó a la vez más extendida y más descarada que bajo la tiranía de Trujillo. Se pretendió volver al trujillismo sin Trujillo, un absurdo histórico que no podía subsistir. La clase media y las grandes masas se aliaron en un mismo propósito; barrer ese pasado ignominioso que había renacido en el país y retornar a un estado de ley y de honestidad pública.

Veamos ahora el punto que toca al tiempo histórico. Lo que le da carácter peculiar a la historia de Santo Domingo es lo que en otras ocasiones he llamado su “arritmia”. Los acontecimientos dominicanos suceden en un tiempo que no corresponde al tiempo histórico general de la América Latina. El momento histórico en que se hallaba la República Dominicana en abril de 1965 era el equivalente de 1910 en México, y es curioso que los Estados Unidos actuaran sobre Santo Domingo, en cierto sentido, como lo hicieron sobre México en 1910, aunque alegaran para ello que en Santo Domingo estaba en marcha una segunda Cuba. Pero en Santo Domingo no podía estar en marcha en abril de 1965 una segunda Cuba como no podía producirse en México de 1910. Lo que había estallado en la República Dominicana en abril de 1965 era —y es— una revolución democrática y nacionalista; y el 1965 era el momento histórico exacto para que los dominicanos iniciaran su revolución democrática y nacionalista. En términos de 1965,  justicia económica.

Por otra parte, el nacionalismo es un sentimiento que se origina en la necesidad vehemente de hacer progresar en todos los órdenes el propio país, en la necesidad de afirmar la conciencia nacional en el campo económico, en el político y en el moral, y toda revolución verdadera, sobre todo si es democrática, tiene un alto contenido de nacionalismo. Para no equivocarse en el caso de la Revolución Dominicana de 1965 bastaba con situarla en su tiempo histórico. Eso hubiera servido también para evitar el costoso error político de considerar que era una revolución comunista o en peligro de derivar hacia el comunismo. 

El precio que pagarán los Estados Unidos por ese error será alto, y a mi juicio lo veremos en nuestro propio tiempo. Un índice de la magnitud del error es el tamaño de la fuerza usada originalmente para embotellar la revolución. Los Estados Unidos, que en el mes de abril tenían en Vietnam 23 mil hombres, desembarcaron en Santo Domingo 42 mil. Para los funcionarios de Washington, los sucesos de la República Dominicana eran de naturaleza tan peligrosa que se prepararon como si se tratara de llevar a cabo una guerra de la que dependía la vida misma de los Estados Unidos. Siempre recordaré como un síntoma de esa enorme equivocación un detalle de la densa propaganda hecha por el departamento de guerra psicológica, el del famoso submarino ruso capturado en el puerto de la vieja capital dominicana. Ese submarino desapareció misteriosamente tan pronto llegaron a Santo Domingo los primeros periodistas norteamericanos independientes, pero sigue navegando en las aguas del rumor interesado. 

La fuerza de los Estados Unidos se usó en el caso de la Revolución Dominicana de una manera absolutamente desproporcionada. Un pueblo pequeño y pobre que estaba haciendo el esfuerzo más heroico de toda su vida para hallar su camino hacia la democracia fue ahogado por montañas de cañones, aviones, buques de guerra, y por una propaganda que presentó ante el mundo los hechos totalmente distorsionados. La revolución no fusiló una sola persona, no decapitó a nadie, no quemó una iglesia, no violó a una mujer; pero todo eso se dijo, y se dijo en escala mundial; la revolución no tuvo nada que ver ni con Cuba ni con Rusia ni con China, pero se dio la noticia de que 5 mil soldados de Fidel habían desembarcado en las costas dominicanas, se dio la noticia de que había sido capturado un submarino ruso y se publicaron “fotos” de granadas enviadas por Mao Tse-Tung. La reacción norteamericana ante la Revolución Dominicana fue excesiva, y para comprender la causa de ese exceso habría que hacer un análisis cuidadoso de los resultados que puedan dar la fe en la fuerza y el uso ilimitado de la fuerza en el campo político, y convendría hacer al mismo tiempo un estudio detallado del papel de la fuerza cuando se convierte en sustituto de la inteligencia. 

En el caso de la Revolución Dominicana, el empleo de la fuerza por parte de los Estados Unidos comenzó a tener malos resultados inmediatamente, no sólo para el Pueblo dominicano sino también para el Pueblo norteamericano. Con el andar de los días, esos resultados serán peores para los Estados Unidos que para Santo Domingo. Pero mantengámonos ahora dentro del límite estrecho de los daños causados a Estados Unidos en Santo Domingo. 

Por de pronto, la Revolución Dominicana, que hubiera terminado en el propio mes de abril a no mediar la intervención de los Estados Unidos, quedó embotellada y empezó a generar fuerzas que no estaban en su naturaleza, entre ellas odio a los Estados Unidos. Ese odio no se extinguirá en mucho tiempo. El nacionalismo sano de la revolución irá convirtiéndose a medida que pasen los meses en un sentimiento antinorteamericano envenenado por la frustración a que fue sometida la revolución. 

Y es una tontería insigne considerar que el nacionalismo de los pueblos pequeños y pobres puede ignorarse, desdeñarse o doblegarse. La más poderosa de las armas nucleares es débil al lado del nacionalismo de los pueblos pequeños y pobres. El nacionalismo es un sentimiento profundo, casi imposible de desarraigar del alma de las sociedades una vez que aparece en ellas, y ese sentimiento, según lo demuestra la historia, lleva a los hombres a desafiar todos los poderes de la tierra. Ahora bien, cuando el nacionalismo democrático es ahogado o estrangulado, pasa a ser un fermento, tal vez el más activo, para la propagación del comunismo. 

Estoy convencido de que el uso de la fuerza de los Estados Unidos en la República Dominicana producirá más comunistas en Santo Domingo y en la América Latina que toda la propaganda rusa, china o cubana. La fuerza, en su caso, fue empleada para impedirles que alcanzaran su democracia. Para muchos norteamericanos esto no es y no será cierto, pero yo estoy exponiendo aquí lo que sienten y sentirán por largos años los dominicanos, no las intenciones norteamericanas. Debido a que la fuerza nunca es tan fuerte como creen quienes la usan, los Estados Unidos tuvieron que recurrir en Santo Domingo a un expediente que les permitiera usar la fuerza sin exponerse a las críticas del mundo; y eso explica la creación de la junta cívico-militar encabezada por Antonio Imbert. Esa junta, como es de conocimiento general, fue la obra del embajador John Bartlow Martin, es decir, de los Estados Unidos; y pocas veces en la historia reciente se ha cometido un error tan costoso para el prestigio de los Estados Unidos como el que se cometió al poner en manos del señor Imbert parte de las fuerzas armadas dominicanas y al proporcionarles como justificación para sus crímenes el argumento de estar combatiendo el comunismo en Santo Domingo. Las matanzas de dominicanos y extranjeros —entre los últimos, un sacerdote cubano y uno canadiense— realizadas por las fuerzas de Imbert bajo el pretexto de que estaban aniquilando a los comunistas, quedarán para siempre en la historia dominicana cargadas en la cuenta general de los Estados Unidos y en la particular del señor Martin. 

Esas matanzas fueron hechas mientras estaban en Santo Domingo las fuerzas norteamericanas; y además el embajador Martin sabía quién era Imbert antes de invitarlo a encabezar la junta cívico-militar. La tiranía de Imbert fue establecida a ciencia y conciencia, y después de la tiranía de Trujillo no había excusa que pudiera justificar el establecimiento de la de Imbert. 

La revolución no fusiló a nadie ni decapitó a nadie; pero las fuerzas de Imbert han fusilado y decapitado a centenares, y aunque a esos crímenes no se les ha dado la debida publicidad en los Estados Unidos, figuran en los expedientes de la Comisión de los Derechos Humanos de la OEA y de las Naciones Unidas, con todos sus horripilantes detalles de cráneos destrozados a culatazos, de manos amarradas a la espalda con alambres, de cadáveres sin cabezas flotando en las aguas de los ríos, de mujeres ametralladas en los “paredones”, de los dedos destruidos a martillazos para impedir la identificación de los muertos. La mayor parte de las víctimas fueron miembros del Partido Revolucionario Dominicano, un partido reconocidamente democrático, pues la función de la llamada democracia de Imbert es acabar con los demócratas en la República Dominicana. Parece un sangriento sarcasmo de la historia que los crímenes que se le achacaron a la revolución sin haberlos cometido, hayan sido cometidos por un falso gobierno creado por los Estados Unidos sin que eso conmueva a la opinión norteamericana. La mancha de esos crímenes no caerá toda sobre Imbert, que al fin y al cabo es un ave de paso en la vida política dominicana; caerá también sobre los Estados Unidos y, por desgracia, sobre el concepto genérico de la democracia como sistema de gobierno. O yo no conozco a mi pueblo, o va a ser difícil que a la hora de determinar responsabilidades los dominicanos de hoy y de mañana sean indulgentes con los Estados Unidos y duros solamente con Imbert.

En general, va a ser difícil salvar a los Estados Unidos de responsabilidad en todos los males futuros de Santo Domingo, aún de aquellos que se hubieran producido naturalmente si la revolución hubiera seguido su propio curso. El Pueblo dominicano no olvidará fácilmente que los Estados Unidos llevaron a Santo Domingo el batallón nicaragüense “Anastasio Somoza”, el émulo centroamericano de Trujillo; que llevaron a los soldados de Stroessner, los menos indicados para representar la democracia en un país donde acababan de morir miles de hombres y mujeres del Pueblo, peleando por establecer una democracia; que llevaron a los soldados de López Arellano, que es para los dominicanos una especie de Wessin y Wessin hondureño.

 En todos los textos de historia dominicana del porvenir figurará en forma destacada el bombardeo a que fue sometida la ciudad de Santo Domingo durante 24 horas los días 15 y 16 de junio. Todos estos puntos a que me he referido a la ligera son consecuencias del uso de la fuerza como instrumento de poder en el tratamiento de los problemas políticos. Una apreciación inteligente de los sucesos de Santo Domingo hubiera evitado los males que ha producido y producirá el uso de la fuerza que se desplegó en el caso dominicano. 

Para la sensibilidad de los pueblos de la América Latina, para su experiencia como víctimas tradicionales de gobiernos de fuerza, todo empleo excesivo e injusto de la fuerza provoca sentimientos de repulsión. Desde el punto de vista de los latinoamericanos, los Estados Unidos cometieron en Santo Domingo el peor error político de este siglo. El presidente Johnson dijo que los infantes de marina de su país habían ido a Santo Domingo a salvar vidas, pero lo que puede asegurar el que conozca la manera de sentir de los latinoamericanos es que esos infantes de marina destruyeron en todo el Continente la imagen democrática de los Estados Unidos. Es que parece estar en la propia naturaleza de la fuerza destruir en vez de crear, y cuando se usa en forma excesiva e inoportuna, la fuerza tiende a destruir a quien la usa. Una revolución puede detenerse con la fuerza, pero sólo durante cierto tiempo.

En muchos sentidos, las revoluciones son terremotos históricos incontrolables, sacudimientos profundos de las sociedades humanas que buscan su acomodo en la base de su existencia. Y la Revolución Dominicana de abril de 1965 fue —y es— una revolución auténtica. Por lo menos eso creen los que tienen razones para conocer la historia, las fallas, las angustias y las esperanzas dominicanas, es decir los dominicanos que las hemos estudiado y estamos vinculados al destino de aquel pueblo por razones tan justas y tan honorables como puede estar vinculado el mejor de los norteamericanos al destino de los Estados Unidos.

Juan Bosch
Puerto Rico. 29 de junio de 1965

Bosch: Errores estratégicos y tácticos de los liberales

Los errores estratégicos y tácticos  de los liberales latinoamericanos y caribeños.


Recomendamos a nuestros amigos lectores leer este texto de un fragmento del libro del  profesor Juan Bosch: “Tesis de la dictadura con apoyo popular”. En texto que hoy presentamos de Bosch es un interesante análisis de cómo actúan y se comportan determinados grupos sociales y económicos en el proceso de la lucha por el poder político. Nos señala los errores tácticos y estratégicos cometidos por los liberales, como fruto de no conocer la estructura interna de la sociedad. Hoy, estos señalamientos y análisis del profesor están más vigente que nunca para que sean tomados en cuenta por los líderes demócratas y liberales que en la presente coyuntura dirigen procesos de lucha por el poder en la América Latina y el Caribe. Los hermanos de la Revolución Bolivariana de Venezuela deberían darse una lecturita de estos planteamientos del profesor Bosch para no errar en lo táctico y lo estratégico del proceso de la revolución chavista en Venezuela.  

En la revolución antioligárquica de la América Latina se han cometido graves errores estratégicos porque no se ha hecho un estudio de la composición social latinoamericana. La falta de ese estudio ha conducido a considerar enemigos a los que no lo eran ni debían serlo. Como es lógico, esos errores estratégicos han producido a su vez errores tácticos.

El no haber hecho a tiempo análisis correctos de las sociedades latinoamericanas ha conducido a marxistas y a demócratas a errores graves. Podemos enumerar algunos de ellos y también, por lo menos, un acierto.

Aferrados a la idea de que en la América Latina hay una burguesía aliada del imperialismo, los marxistas han creído que puede hacerse una revolución democrático-burguesa antiimperialista bajo el liderazgo de la burguesía, y por esa razón se han colocado en algunos casos al lado de las oligarquías creyendo que eran burguesías y se han enfrentado a partidos de la pequeña burguesía que pretendían hacer la revolución burguesa y a la revolución burguesa encabezada por la burguesía. 

Lo primero, por ejemplo, sucedió en Venezuela en 1945, lo segundo en Costa Rica en 1948. En el caso de Venezuela los comunistas creyeron que el presidente Medina Angarita representaba a la burguesía porque había mantenido en su gobierno libertades democráticas, y lo cierto es que quien la representaba era el pequeño burgués Rómulo Betancourt, y con él su partido Acción Democrática. 

En el caso de Costa Rica los comunistas del país, organizados en el Partido Vanguardia Popular, participaron en la revolución de lado de la oligarquía costarricense porque sus líderes creyeron que el presidente Calderón Guardia representaba a la burguesía del país y que José Figueres, líder de la revolución, representaba a la oligarquía. La oligarquía de Costa Rica era fundamentalmente terrateniente, bancaria y comercial, y Figueres era al mismo tiempo dueño de plantaciones de sisal y café, y comerciante; pero sucedía que el sisal era una materia prima para una industria de sogas y sacos, y era este aspecto de su actividad lo que determinaba la posición de Figueres en el contexto social; él era el burgués, no el Dr. Calderón Guardia.

La alineación de los comunistas venezolanos frente a Acción Democrática no les costó la vida en el orden político porque en 1948 el gobierno de Acción Democrática fue derrocado y Venezuela cayó bajo la dictadura militar que a partir de 1950 encabezó Pérez Jiménez, y la larga lucha contra Pérez Jiménez, en la cual los comunistas tomaron parte importante, rehízo su prestigio ante las juventudes del país. Pero en el caso de Vanguardia Popular el error le costó caro; el partido quedó aniquilado, no por las persecuciones, sino por la pérdida de autoridad moral.

El movimiento peronista fue antioligárquico y tuvo el apoyo de las masas argentinas, pero no se determinó con claridad cuál era la oligarquía y ésta no fue destruida, de manera que pudo rehacerse y echar del poder a Perón en 1955. Mientras tanto, demócratas y marxistas en Argentina y en toda la América Latina cayeron en el error de creer que el régimen peronista era una típica dictadura oligárquica y personalista.

Así como señalamos esos errores, que son sólo una parte de los muchos que se han cometido en nuestros países, debemos señalar un acierto, el de Fidel Castro en Cuba. La Revolución Cubana no se hizo contra la burguesía de la isla. Importantes sectores burgueses de Cuba apoyaron a Fidel Castro contra Batista a tal punto que José Bosch (Pepín), presidente de la compañía Bacardí —una empresa verdaderamente burguesa, que tenía casi cien años de vida y fábricas de ron y de cerveza en Cuba, Brasil, México y Puerto Rico; la de Cuba de capital cubano y las otras de capital cubano asociado a capitales de los países donde se hallaban—, fue personalmente a la Sierra Maestra a llevarle a Fidel Castro un millón de pesos, que equivalían a un millón de dólares. 

Los sectores más avanzados de la pequeña burguesía de Cuba, en sus niveles bajo, mediano y alto colaboraron desde las ciudades con Fidel Castro, y sin esa colaboración la revolución castrista no hubiera podido tener éxito, pues lo cierto es que no contó con el apoyo del proletariado ni urbano ni campesino; y esa pequeña burguesía, cuya aspiración era que Cuba fuera una sociedad burguesa, no habría ayudado a Fidel Castro si éste hubiera encabezado una revolución antiburguesa.

Lo cierto es que si la burguesía cubana no se hubiera dejado arrastrar por la oligarquía, y especialmente por la fuerza más poderosa del frente oligárquico cubano, que era el imperialismo norteamericano, los burgueses habrían podido convivir con la Revolución Cubana muchos años sólo a cambio de hacer las concesiones realistas que iba a exigirles el proceso revolucionario. Pero los burgueses cubanos se dejaron arrastrar por el frente oligárquico precisamente a causa de su debilidad, y eso les costó sus bienes y aun su derecho a vivir en Cuba. En realidad, fue la oligarquía que los llevó al suicidio, y no la revolución fidelista, la que produjo la aniquilación de los sectores burgueses de la sociedad cubana, de manera que la dirección de Fidel Castro fue políticamente acertada, y en cambio la de la oligarquía no pudo ser más desastrosa.

La oligarquía costarricense fue destruida a partir del triunfo de la revolución de 1948 en dos de sus sectores, el bancario y el comercial, pues al quedar nacionalizada la banca del país, los créditos, que antes iban a dar casi en su totalidad al comercio exportador-importador, fueron desviados hacia otros sectores de la producción, como el agrícola y el industrial. Pero no se tomó ninguna medida contra el sector latifundista ni contra el sector sacerdotal, y no fue necesario tomarla contra el de las fuerzas armadas porque éstas no existían.

¿Cómo se explica que el imperialismo permitiera el triunfo de la burguesía costarricense? ¿Por qué en ese caso no apoyó el imperialismo a sus aliados de la oligarquía?

El imperialismo no puso su poder del lado de la oligarquía de Costa Rica, como no lo había puesto en 1945 del lado de la oligarquía venezolana, porque tanto en Venezuela como en Costa Rica el comunismo se hallaba políticamente en el frente oligárquico. Esa posición de los partidos comunistas de Venezuela y de Costa Rica determinó la que tomaría el imperialismo. En Venezuela, las empresas petroleras aceptaron pagar impuestos de la mitad de sus beneficios al gobierno  surgido de la revolución de 1945; en Costa Rica, la United Fruit aceptó una situación parecida en 1948. Los errores de los partidos comunistas de Venezuela y Costa Rica precipitaron, pues, un entendimiento entre imperialismo y burguesía.

Otros errores fueron cometidos por las pequeñas burguesías revolucionarias, y un ejemplo de esto último es la revolución boliviana de 1952. Esa fue una revolución típicamente antioligárquica, que nacionalizó las minas y repartió las tierras, dos fuentes de riqueza que se hallaban en manos de la oligarquía. Pero el gobierno revolucionario boliviano cayó en la debilidad de dejarse penetrar por la fuerza más poderosa de las oligarquías latinoamericanas, que es el imperialismo norteamericano, y este, operado desde adentro, le arrebató el poder.

En la revolución antioligárquica de la América Latina se han cometido graves errores estratégicos porque no se ha hecho un estudio de la composición social latinoamericana. La falta de ese estudio ha conducido a considerar enemigos a los que no lo eran ni debían serlo. Como es lógico, esos errores estratégicos han producido a su vez errores tácticos.

La responsabilidad de los errores cae por igual en los partidos marxistas y en los democráticos. Arrastrados por la propaganda norteamericana, que es en fin de cuenta la de los frentes oligárquicos, los grupos burgueses han tomado por enemigos a los partidos reformistas democráticos cuya función era llevar la lucha contra las oligarquías, y, por tanto, en favor de las burguesías, a niveles de gobierno; los partidos reformistas, democrático-burgueses, se han dejado arrastrar también por la propaganda norteamericana y se han dedicado a combatir, y a menudo a perseguir, a los marxistas, que generalmente han sido organizaciones minoritarias; y a su vez los marxistas se han dejado arrastrar por la propaganda oligárquica y se han dedicado a combatir a los partidos pequeños burgueses en vez de dedicarse a organizar la lucha contra las oligarquías. 

En ese panorama de confusiones ha habido algunas excepciones, pero muy contadas. Los que no han cometido nunca el error de confundir a sus enemigos han sido los frentes oligárquicos, y por esa razón han atacado a muerte por igual a demócratas reformistas y a comunistas; han maquinado y llevado a cabo golpes de Estado, levantamientos militares, expediciones como la de Guatemala en 1954 y la de Cuba en 1961 o invasiones militares como la de la República Dominicana en 1965.

Para los frentes oligárquicos, y especialmente para su componente más poderoso, el imperialismo norteamericano —hoy sustituido por el pentagonismo—, todo el que intente arrebatarle su posición de dominio en la América Latina es un enemigo al que hay que aniquilar rápidamente y sin contemplaciones.

Juan Bosch

Tomado del libro de Bosch: “Dictadura con apoyo popular”

A los empresarios dominicanos







Señores empresarios dominicanos por favor un poquito de desprendimiento, no aprieten más la tuerca que se corre. Ahora veo en la prensa nacional: “Empresarios reiteran impugnarán decisión aumento salarial” “El presidente del Conep, Pedro Brache, consideró como injusto que se haya aprobado el 20%...”. No creen ustedes, empresarios dominicanos, es más injusto el salario de miseria que les pagan a los empleados y obreros dominicanos que ni siquiera dan para cubrir sus necesidades básicas.

No sean tan angurriosos, es que no se conforman con el premio no justo que le da el gobierno dominicano, más de RD$ 200 mil millones de pesos en calidad de subsidios, que representan mas del 35% del PIB, por cierto, con estas compensaciones o donaciones al empresariado que hace el Estado Dominicano debiera terminarse, es lo más injusto que ojos humanos hayan visto, porque ese dinero le hace falta al pueblo quisqueyano para más salud, mas educación… 

Viendo esta tozudez e intransigencia de los grupos económicos dominantes en la sociedad dominicana, eso de querer ganárselo todo a costa del infeliz hombre y mujer dominicana me llega al recuerdo una popular y sabia expresión de nuestro pueblo: “ A la puerca si la amarra corta se ahorca y si la amarara larga se enreda” 

Empresarios dominicanos!!! Sepan ustedes que para mantener la poquita paz social que hoy se disfruta en la patria de Duarte, Luperón y Juan Bosch le ha costado mucho sacrificio al pueblo dominicano, no la sacrifiquen y contribuyan con una mejor distribución del ingreso nacional, que ustedes también serían favorecidos con el mantenimiento de la estabilidad social.

viernes, 31 de marzo de 2017

Juan Bosch un hombre de siempre

RESEÑA BIOGRÁFICA DE JUAN BOSCH




Escritor, pensador social y luchador por la liberación de su pueblo. Nació en la ciudad de La Vega el 30 de junio de 1909, hijo de don José Bosch y doña Ángela Gaviño. El padre, español nacido en Tortosa, Cataluña, y la madre, nacida en Juana Díaz, Puerto Rico, se habían establecido en el país en los finales del siglo XIX. Juan Bosch vivió sus primeros años de infancia en La Vega, y visitaba también las comunidades de Río Verde y El Pino. Cursó estudios sólo hasta el tercer nivel de bachillerato.

En su juventud vivió en Santo Domingo y trabajó en establecimientos comerciales; más tarde viajó a España, Venezuela y algunas de las islas del Caribe. A su retorno a la República Dominicana, al comienzo de los años ’30, publicó su primer libro de cuentos Camino real, el ensayo indio y la novela La Mañosa, aclamada por la crítica nacional. Dirigió desde sus inicios la página literaria del periódico Listín Diario, en el cual se perfiló como crítico de arte y ensayista.

En junio de 1934 contrajo matrimonio con la señora Isabel García. Con ella procrearía dos de sus hijos: León y Carolina. En los primeros años de la dictadura de Rafael Trujillo Molina fue encarcelado por razones políticas, siendo liberado luego de varios meses. En 1938, sabiendo que el tirano planeaba designarlo diputado, logra salir al exilio y se establece en Puerto Rico. En 1939 se trasladó a Cuba, donde dirigió la edición de las obras completas de Eugenio María de Hostos para la conmemoración de su Centenario. El trabajo con los escritos originales de Hostos, termina de definir en Bosch su vocación de patriota, latinoamericanista y humanista.

En 1939, junto a otros exiliados políticos, fundó el Partido Revolucionario Dominicano (PRD), el cual organizó y dio a conocer en otros países del Caribe y América Latina. En los años transcurridos entre 1940 y 1945, se destacó como uno de los más notables escritores de cuentos de la región y laboró activamente en la formación de un frente antitrujillista encabezado por el PRD. En la misma época, se desarrolla como un agudo analista político e internacional, y hace parte en diversas luchas liberadoras de nuestros países.

Colaboró con el Partido Revolucionario Cubano y desempeñó un destacado papel en la redacción de la Constitución de aquel país promulgada en 1940. Casa, en segundas nupcias, con Carmen Quidiello, de cuyo matrimonio nacieron sus hijos Patricio y Bárbara.


Ganó importantes premios literarios a nivel internacional, entre los cuales se distingue el premio “Hernández Catá” que se otorgaba en La Habana a los cuentos escritos por autores de América Latina. Fue uno de los principales organizadores de la expedición armada que se gestó en “Cayo Confites”, en la cual participaron cientos de ciudadanos cubanos y centroamericanos con intención de derrocar la dictadura de Trujillo. Entre ellos se encontraba el joven Fidel Castro.

Posteriormente, Bosch se trasladó a Venezuela y a otros países de América Latina, donde desarrolló una activa campaña antitrujillista y consolidó su carrera de escritor, cuentista y ensayista de primera categoría, a la par de consolidar fuertes vínculos con los sectores progresistas en cada uno de los lugares donde se hace presente. Para ese momento había escrito cuentos de profundo contenido social, entre los que pueden  citarse “La Nochebuena de Encarnación Mendoza”, “Luis Pie”, “Los amos” y “El indio Manuel Sicuri”. En Cuba, lugar al que regresó requerido por sus amigos del Partido Revolucionario Auténtico, desempeñó importantes papeles en la vida política e intelectual.

El 1º de enero de 1959 se produjo en Cuba el triunfo encabezado por Fidel Castro, que motorizó un reordenamiento político, económico, y social en los países del Caribe. Bosch, con instinto certero, percibió el proceso histórico que se había iniciado, y dirigió a Trujillo una carta, el 27 de febrero de 1961, en la cual le advertía que su papel político, en términos históricos, había concluido en la República Dominicana, y que de no dar por terminada su tiranía, “el próximo aniversario de la República será caótico y sangriento; y de ser así, el caos y la sangre llegarán más allá del umbral de su propia casa...”.
Ajusticiado Trujillo el 30 de mayo de ese año, Bosch regresó a su país luego de veintitrés años de exilio, cuatro meses después de haberse establecido en territorio dominicano el Partido que había fundado en 1939. Su presencia en la vida política nacional, como candidato a la presidencia de la República, revolucionó sustancialmente la forma de vinculación entre los líderes políticos y el pueblo, así como el estilo de realizar campañas electorales en el país. Su forma directa y sencilla de dirigirse a la población, tanto rural como urbana, especialmente a través del programa radial Tribuna Democrática, le permitió desarrollar una profunda influencia y simpatías populares, que lo perfilaron como incuestionable ganador de las elecciones de diciembre de 1962.

Celebrado el torneo electoral, Bosch obtuvo un triunfo arrollador sobre sus contendores, alcanzando sobre un 60% de los votos. Juan Bosch, Combatido por los sectores más conservadores de la sociedad desde antes de convertirse en el primer presidente electo democráticamente después  del fin de la dictadura Trujillista, tomó posesión como Presidente de la  República el 27 de Febrero del 1963. Había conquistado la voluntad mayoritaria con un mensaje dirigido a la conciencia de las masas del pueblo hasta ahora marginadas del “drama nacional”, sin prácticas clientelistas ni demagógicas, propugnando por una auténtica “revolución democrática” en el país.

Bosch dio inicio a una gestión gubernativa patriótica, reformadora, de incuestionable honestidad administrativa y de profundas transformaciones. Su gobierno fue derrocado por un golpe de Estado, ensayado al menos en cinco ocasiones, y estimulado y apoyado desde el exterior, especialmente por sectores de la extrema derecha del poder norteamericano.

En diciembre de 1963 caen el líder político Manolo Tavárez Justo y otros patriotas, alzados en armas en defensa de la constitucionalidad democrática. Menos de dos años después, la insatisfacción popular generó el levantamiento militar del 24 de abril de 1965, que tenía como objetivo el restablecimiento del gobierno constitucional que Bosch había presidido, y la vigencia de la Constitución que su gobierno había promulgado el 29 de abril de 1963, la más progresista que ha conocido la República. En la epopeya conocida como “Revolución de Abril” fueron protagonistas héroes de la estatura de Francisco Alberto Caamaño Deñó, Rafael Tomás Fernández Domínguez, Juan María Lora Fernández y Miguel Hernando Ramírez, entre muchos otros dominicanos y dominicanas valientes.


Impedido de regresar al poder por la intervención militar de los Estados Unidos, retorna al país el 25 de septiembre de 1965 y participa en las elecciones realizadas el 30 de mayo de 1966 bajo la dirección y el control de las fuerzas interventoras. A fines de ese año, Bosch se marchó al exterior radicándose en España, donde realizó una extraordinaria labor intelectual y de organización política produciendo algunas de sus obras más importantes entre las cuales están: Composición social dominicana, Dictadura con respaldo popular, Breve historia de la oligarquía, De Cristóbal Colón a Fidel Castro, y numerosos artículos de diferentes géneros publicados en revistas, periódicos y otras publicaciones del país y del exterior.

Regresó a la República Dominicana en abril de 1970 con la intención de reorganizar y modernizar al PRD; quiso convertir a sus miembros en militantes activos, estudiosos de la realidad histórica y social de su país; sin embargo ese proyecto de transformación del PRD fue obstaculizado por grupos de la derecha y la izquierda enquistado dentro del PRD liderado por José Francisco Peña Gómez, Jacobo  Magluta,  Gil Morales, don Antonio Guzmán, Ambiorix Díaz Estrella, entre otros.

El 15 de diciembre de 1973 funda junto a otros compañeros el Partido de la Liberación Dominicana (PLD), una organización revolucionaria y popular llamada a culminar “la obra inconclusa de los padres de la Patria”. La idea esencial de este partido fue la creación de una vanguardia con autoridad moral y política en el seno del pueblo trabajador, capaz de convocar y liderar a las grandes masas. Bosch lo define como “un partido nuevo en América”. El PLD se constituye como un partido no populista, altamente dotado de conciencia política, métodos y capacidad organizativa, que logra un apoyo creciente entre los ciudadanos, siendo el partido más votado en 1990 pero impedido de ostentar el triunfo mediante el recurso del fraude electoral.

A partir de los setentas, todo su trabajo intelectual y organizativo lo dedica a la lucha “por la liberación del pueblo dominicano”. Prosigue, a su vez, con un ingente activismo en la arena internacional a favor de la defensa de los derechos humanos, el derrocamiento de las dictaduras en América Latina, el cese de las intervenciones imperialistas, la integración del continente y la derogación de la deuda externa, entre otras causas. En este campo de acción se vincula con grandes figuras de la política, las artes y el pensamiento de los pueblos del Tercer Mundo y de países amigos de sus aspiraciones.

El relevante aporte del profesor Juan Bosch a las letras nacionales y americanas en la narrativa, novelas y ensayos lo han convertido en maestro de dos generaciones de escritores, cuentistas, novelistas, ensayistas, periodistas e historiadores entre los cuales se distinguen algunas de las más sobresalientes figuras del país y de América Latina.

Su conducta patriótica, cívica, honesta, valiente y militante, como gobernante y líder, lo convierten en un símbolo de la dignidad nacional, en un orgullo para nuestro pueblo y en un ejemplo a seguir para las generaciones presentes y futuras de la República Dominicana. Don Juan falleció el 1º de noviembre de 2001, en Santo Domingo. Sus restos están sepultados en el Cementerio Ornamental de La Vega, su ciudad natal.

Referencias bibliográficas:
Gutiérrez Félix, Euclides. Biografía de Juan Bosch.
Piña-Contreras, Guillermo. Juan Bosch: imagen, trayectoria y escritura.
Revista Camino Real Nº 14, Fundación Juan Bosch, 2009.



miércoles, 29 de marzo de 2017

Juan Bosch: la guerra de las galaxias

LA GUERRA DE LAS GALAXIAS 




















LA GUERRA DE LAS GALAXIAS
Juan Bosch

Publicado en Política, teoría y acción, Año VI, N° 58, Santo Domingo,
Enero de 1985
“Los hechos  que tienen  importancia en la vida de un pueblo  no pueden verse  aislados… habría que ir mucho más  atrás porque todos los acontecimientos  históricos  tienen raíces múltiples  y algunas de ellas nacen mucho tiempo antes de lo que se ve a simple vista. Esto que acabamos de decir es lo que explica que a la hora de analizar cada momento de la historia  debemos  partir del  conjunto  de los hechos  anteriores”  Juan Bosch

Las grandes masas de los pueblos del Tercer Mundo oyen hablar de la Guerra de las Galaxias y no tienen idea de lo que significan esas palabras. Tal vez una minoría de personas, entre las cuales habría mayoría de niños, crean que se trata de aventuras protagonizadas por héroes de películas que batallan contra unos cuantos “malos” en las regiones más altas de los cielos porque han visto episodios cinematográficos o televisados en que toman parte hombres que cruzan por esas regiones armados de pistolas electrónicas y vestidos con trajes de brillantes colores y corte ultramoderno que se trasladan a fascinante velocidad de la Tierra a otros planetas persiguiendo a sus enemigos; pero la Guerra de las Galaxias a que se refieren los periódicos y las noticias de radio y televisión no tiene nada que ver con las películas y los cartones animados basados en ese tema. La Guerra de las Galaxias es el nombre que desde hace algún tiempo se les viene dando a unos planes militares que se basan en el uso de un poderío nuclear capaz de aniquilar la vida de los seres que pueblan el mundo en que vivimos con la probable excepción de una mayoría de los que viven en los mares; y para que el lector comprenda de dónde procede esa amenaza vamos a hacer una breve explicación de lo que es el poderío nuclear.

Antes del año 1945 un número muy corto de personas sabían que en la naturaleza había una fuente de energía llamada átomo y que el átomo consistía en cada uno de los pequeñísimos cuerpos eléctricos de que está constituida la materia, pero mucho menos se sabía, con la excepción de algunos grandes conocedores de las Ciencias Físicas, que de los átomos podía obtenerse una fuerza explosiva millones de veces más poderosa que la dinamita, que hasta entonces era el explosivo más potente que el hombre podía producir y controlar a su conveniencia; y sucedió que a mediados de julio de ese año 1945 un grupo de científicos que habían estado trabajando secretamente en un plan destinado a fabricar una bomba atómica, hizo estallar una de prueba en Álamo Gordo, un lugar de Nuevo México, Estados Unidos, y con esa prueba comenzó la Era Atómica es decir, una época nueva de la historia porque la explosión de Álamo Gordo demostró que a partir de ese momento la humanidad disponía de un poder energético cuya existencia había sido insospechada hasta entonces.

Ese poder podía usarse en la guerra para aniquilar militarmente al enemigo, pero también en la paz para ejecutar grandes proyectos de planes beneficiosos para la humanidad, y se usó en la guerra que se llevaba a cabo entre Estados Unidos y su aliada la Unión Soviética contra Japón. Esa era la parte final de la llamada Segunda Guerra Mundial, que había terminado en Europa con la rendición de Alemania el 8 de mayo de 1945 pero seguía en el Pacífico entre norteamericanos y soviéticos de una parte y japoneses de la otra. La bomba atómica fue usada por primera vez el 6 de agosto de ese año 1945, apenas tres semanas después de ser probada en Álamo Gordo; se lanzó sobre la ciudad de Hiroshima, donde además de matar por achicharramiento y por asfixia y de inutilizar por quemaduras profundas a más de 200 mil personas destruyó el centro de la ciudad, todo ello con una sola explosión de corta duración.

La posesión de la bomba atómica convirtió a Estados Unidos en la mayor potencia militar del mundo, pero no por mucho tiempo porque en 1949 la Unión Soviética anunció que había terminado el monopolio norteamericano del poder atómico, lo que significaba que los soviéticos habían fabricado también una bomba atómica y a partir de ese momento empezaría una carrera de competencia entre los dos países que acabaría colocando a la Unión Soviética en el mismo nivel de poderío militar que los Estados Unidos, y no sólo por su dominio de la energía atómica sino además el de la energía nuclear.

¿Cuál es la diferencia entre la energía atómica y la nuclear?
Que la segunda se manifiesta con mayor poder que la atómica porque es el resultado de la integración de un núcleo atómico creado por la unión de dos núcleos de masa más ligera, que se dividen mediante la llamada fisión nuclear. La energía nuclear no deja residuos radioactivos como los deja la atómica, pero además no se agota. La tecnología de la fusión y de la fisión nuclear fue descubierta años después de haberse fabricado la primera bomba atómica, y con ella los norteamericanos hicieron en 1952 la primera bomba termonuclear, cuya capacidad de destrucción era mil veces mayor que la que se lanzó sobre Hiroshima; pero los soviéticos habían avanzado en la física atómica tan de prisa que fabricaron su bomba termonuclear un año después, es decir, en 1953, y se adelantaron a Estados Unidos en la fabricación del primer cohete balístico intercontinental, es decir, que podía salir de territorio soviético y llegar en corto tiempo a cualquier lugar de América del Norte llevando una bomba nuclear.

Ese cohete balístico fue terminado en 1957, año en el que la Unión Soviética produjo también el primer satélite espacial tripulado por hombres, que fue el conocido con el nombre de Sputnik, y así como la humanidad había entrado el 16 de julio de 1945 en la Era Atómica con la explosión en Álamo Gordo de la primera bomba hecha a base del poder explosivo de los átomos (que en ese caso fueron isótopos de átomos de plutonio), el 4 de octubre de 1957 se inició la Era Espacial con el lanzamiento en la Unión Soviética del Sputnik, y lo decimos para que el lector se dé cuenta de que para esa fecha, exactamente cuarenta años después de haber comenzado la Revolución Rusa, la sociedad que la inició cuando era una de las más atrasadas de los países de Occidente se había convertido en la competidora de la más desarrollada del mundo capitalista.

Pero para el 1957 la Doctrina Truman de la Guerra Fría tenía cinco años de lanzada y el gobierno de Eisenhower, sucesor de Truman, no iba a tolerar que esa doctrina quedara hundida en un mar de incapacidad norteamericana para mantener la supremacía nuclear sobre la Unión Soviética, de manera que Estados Unidos apareció construyendo en 1958 un cohete balístico intercontinental y un satélite tripulado por hombres y en 1960 navegaban por las aguas del Atlántico submarinos porta cohetes. Fue ocho años después cuando la Unión Soviética construyó submarinos del mismo tipo y en el mismo año (1968) fabricó cohetes de cabezas nucleares múltiples que llegaban con un retraso de dos años comparados con los que Estados Unidos había fabricado en 1966.

En el camino de la competencia se había ido muy lejos. La bomba de Hiroshima fue llevada a bordo de un avión que volaba a 360 millas por hora y en 1985 un cohete MX de cabezas nucleares múltiples viaja a razón de 15 mil millas por hora, pero además, mientras la bomba de Hiroshima mató e hirió a más de 200 mil personas la que lleva un MX puede matar, herir o inutilizar de por vida a varios millones porque la bomba de 1945 tenía un poder destructor equivalente a 15 mil toneladas de dinamita y un cohete nuclear actual lleva en su seno la capacidad aniquiladora de 5 millones de toneladas de ese explosivo.

El hecho de que la Unión Soviética diera muestras de que podía sobrepasar a Estados Unidos en la carrera de los armamentos nucleares como lo hizo al producir en 1957 el primer cohete balístico intercontinental, facilitó la apertura entre los dos grandes poderes de negociaciones para ponerles límite a la producción y el uso del armamento nuclear. Esas negociaciones condujeron a una cadena de acuerdos iniciada con el Tratado de la Antártida del año 1959 firmado por 26 gobiernos; el de 1963 mediante el cual se estableció una conexión telefónica directa entre Moscú y Washington para que los jefes de los gobiernos norteamericano y soviético pudieran entrar en contacto directo si se presentaba una situación de crisis que pusiera en peligro la paz mundial, y ese mismo año 111 gobiernos firmaron un Tratado que prohibía el uso de la atmósfera, el Espacio exterior y las aguas profundas para hacer en ellos pruebas de armamentos nucleares; en 1967 83 Estados se adhirieron a un Tratado que prohibía colocar armas nucleares en órbita terrestre y su estacionamiento en el espacio exterior y 22 gobiernos latinoamericanos declararon sus territorios libres de posesión, almacenamiento o pruebas de armas nucleares; en el 1968 119 Estados firmaron un Tratado en el que se prohibía la transferencia a países que no tuvieran armamento nuclear de armas o de tecnología de ese tipo y además se comprometían a negociar para detener la carrera armamentista; en 1971 71 gobiernos acordaron prohibir pruebas submarinas de armamentos nucleares dentro de los límites de 12 millas fuera de sus costas.

Todos esos tratados indicaban que la posesión por parte de la Unión Soviética y de Estados Unidos de enormes arsenales nucleares preocupaba a gran parte de la humanidad, incluidas en ella las poblaciones de los dos poderosos países, y a partir de 1971, incluido ese año, los gobiernos norteamericanos
y soviético llevaron a cabo varios acuerdos; el de 1971 de medidas para evitar accidentes o uso no autorizado de armamento nuclear; el llamado SALT I, de 1972, que limitaba las áreas de estacionamiento a sólo dos en cada uno de los dos países para sistemas de cohetes antibalísticos y en una segunda etapa congelaba el número de submarinos lanzadores de cohetes balísticos intercontinentales; el Acuerdo 1973 para consulta de los dos gobiernos cuando hubiera peligro de una guerra nuclear; los dos Tratados de 1974 que prohibían las explosiones de prueba bajo tierra de bombas de más de 150 kilotones (equivalentes a 150 mil toneladas de dinamita) y las explosiones en grupos que sumaban más de mil 500 kilotones; y por último el Acuerdo SALT II de 1979 por el cual se limitaba el número de vehículos portadores de materiales nucleares estratégicos, lanzadores de cohetes de múltiples cabezas o de bombarderos con cohetes de múltiples cabezas o de bombarderos con cohetes crucero de largo alcance y prohibición de estacionar nuevos cohetes balísticos intercontinentales.
De esos Tratados y Acuerdos, Estados Unidos no ratificó los dos de 1974 ni el llamado SALT II; lo que hizo fue dedicarse a fabricar cohetes destinados a cercar desde países europeos a la Unión Soviética con la bomba de neutrones, destinada a matar soldados y población civil, pero sin causar daño alguno a los edificios o construcciones de otro tipo, y con los cohetes Pershing que pueden atravesar toda Europa y caer en Moscú siete minutos después de haber sido disparados.

Con la llegada al poder en Estados Unidos de los líderes del Partido Republicano encabezados por Ronald Reagan, hecho que se produjo al empezar el año 1981, pasó a ser eje ejecutado un programa de gobierno cuya política exterior estaría vinculada a la producción de armas nucleares pero que en la campaña electoral de 1980 se expresaba en consignas que ocultaban esa vinculación. Lo que ofrecía el candidato presidencial republicano era la restauración del poderío de su país con lo cual aludía, sin mencionarlo, al poder militar, porque referirse directamente al poder militar era una manera de referirse a la producción de nuevas armas nucleares.

“Estados Unidos debe negociar desde una posición de fuerza”, afirmaba Ronald Reagan después de haber asumido la presidencia del país; pero esa posición privilegiada sólo podía alcanzarse negociando con los gobiernos de Europa Occidental, miembros de la OTAN, es decir, aliados de América del Norte, para lo cual se requería hallarse en posesión del aparato del Estado; y tan pronto llegó a la Casa Blanca, Reagan y sus hombres de confianza pusieron en práctica el plan de sus consejeros habían elaborado antes aún de que comenzara la campaña electoral, que consistía en instalar en Europa la nueva cohetería norteamericana y sobre todo la bomba de neutrones con lo cual quedaban sin valor los Tratados de 1974 y el llamado SALT II celebrados con la Unión Soviética y pasaba a adquirir su papel de propaganda política la locución Guerra de las Galaxias.

El significado de esa locución era, y sigue siendo, guerra llevada a cabo en el Espacio, fuera de la Tierra, en las regiones del Universo por donde vuelan día y noche sin ser advertidos por los pueblos del mundo unos aparatos portentosos, y a la vez poderosos, que desde las alturas de muchos kilómetros en que transitan pueden grabar conversaciones telefónicas y retratar un automóvil que rueda a lo largo de una carretera; que pueden acumular en computadoras los datos de todo lo que sus mecanismos de observación captan a la distancia en cualquier país, gracias a los cuales el gobierno que los usa tiene informaciones detalladas de cuanto pasa en un territorio dado.

Estados Unidos tiene el poderío que le confiere la posesión de aparatos nucleares de todo tipo y con ellos de los que le corresponden a una gran potencia espacial, pero la propiedad de tanta maquinaria portentosa no parece estar acompañada por una noción clara de los peligros que conlleva el uso de esos aparatos. Si los hombres que dirigen el Estado norteamericano tuvieran esa noción no alentarían el uso de una propaganda política como la que se hace estimulando la llamada Guerra de las Galaxias, porque una guerra hecha con armamento nuclear en el Espacio terrestre destruirá la atmósfera que nos rodea, y sin esa atmósfera no podría haber vida en la Tierra.  No lo habría para los soviéticos, pero tampoco para los norteamericanos y mucho menos para los miles de millones de seres que forman la población de Tercer Mundo, entre los cuales estamos los dominicanos.

Santo Domingo,
18 de enero de 1985.

martes, 28 de marzo de 2017

Cinco tácticas para descubrir intenciones ocultas en las noticias


Cinco tácticas para descubrir intenciones ocultas en las noticias

El mundo contemporáneo no trajo aparejado el desarrollo integral del hombre, sino un ascenso en las amenazas —cada vez más brutales, por los riesgos en lo nuclear—, guerras trágicas, invasiones y hambre, junto con un sistema de destrucción del pensamiento que paulatinamente se ha consolidado gracias a los inventos científicos o tecnológicos.
La comprensión, capacidad extraordinaria del cerebro para percibir la realidad en toda su dimensión, ha disminuido en altos niveles gracias, en parte importante, a instrumentos audiovisuales como la televisión o el celular. En lo que se refiere a este último, la falacia fue hacer creer que se incrementaría la información y el ingenio… logrando exactamente lo contrario: escasa capacidad lingüística, menor lectura comprensiva, adicción y disgregamiento de la concentración, entre otros elementos.
Específicamente, en la comprensión de la información existen serias limitantes las que han sido impulsadas por una ideología intencionada, con el fin que la confusión o las creencias sean la base de la comunicación. El resultado ha sido una extraordinaria falsedad difundida por los medios y una debilidad para entender su verdadero significado.
Por ello, una tarea imprescindible es trabajar para elevar el nivel de entendimiento de la información; es decir, la verdad por sobre la imagen de la realidad.
Existen cinco tácticas fundamentales que, al ser aplicadas, ofrecen la posibilidad esperada.

Primera: determinar la fuente de la organización que ofrece la noticia

Muchas empresas ofrecen una descripción de los fundadores, aunque no explican cuál es su función política y a qué clase social representan. Al investigar estos parámetros se descubre qué pueden esconder.
Así, el canal CNN es el órgano de una agencia de inteligencia, la cual le ordena publicar o exponer determinada información que responde al momento político, mientras que la BBC, periódicos americanos como 'El Mercurio', 'El Tiempo' o 'Clarín' representan los intereses de las élites que dominan el mercado industrial militar y su rol es sostener esta visión armada comercial. Lo honesto sería que aquellos órganos que poseen dicha vinculación expusieran claramente la relación con sus gobiernos —sin ocultar una visión multipolar o unipolar del mundo— y la necesidad de apelar al diálogo o a la guerra como herramienta de paz, sin esconder por medio de artificios su verdadera orientación.

Segunda: determinar la veracidad de la documentación que respalda lo dicho

Es común recurrir a 'fuentes' como 'un residente'; personas que no dan su nombre 'por temor a represión'; gente 'que se encontraba en el lugar'; instituciones como el Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH), que maneja una persona desde Reino Unido y se sustenta en "observaciones desde el lugar de los hechos"; u organizaciones como Human Rights Watch (HRW), que tiene una marcada orientación neocolonial sin defender la paz verdadera y no denuncia la represión en Yemen, el terrorismo u otros asuntos.
Solo cuando existe una prueba firme, documentada y respaldada no simplemente por una 'organización reconocida', sino por bases comprobadas, se puede tener certeza en la afirmación entregada.

Tercera: develar la intención profunda de la noticia o titular entregado

Develar la exacta intención sobre la expuesta en una presentación es definitivo. La narración de un evento indica, lógicamente, hacia dónde se dirige y dicha actitud se descubre a través del sentido dado. Es repetitivo en diversas organizaciones que, al estar atada su línea a un objetivo de manipulación, insistan siempre en eventos negativos cuando están en relación con gobiernos o paises que no siguen los dictados de las potencias que apoyan el terrorismo. Cuando se descubre qué se pretende y a quién favorece, se tiene precisión sobre lo descrito.

Cuarta: establecer nítidamente que la imparcialidad o neutralidad no existe

La teoría de la neutralidad, usualmente empleada para atacar o agredir a un sector, es vanamente un artificio puesto, que es un planteamiento claramente definido hacia una parte: toda posición siempre es parcial.
La solución es básica: buscar la objetividad teniendo una mirada determinada y reconocer cuando se falta a la verdad.
Es increíble la multiplicidad de afirmaciones que apelan a la imparcialidad y son en esencia falsas, pues su fuente o documentación es absolutamente distanciada de la realidad. Lo sustancial es conocer que se posee una cosmovisión y aceptar la opción de equivocarse, buscando permanentemente la fiabilidad.

Quinta: leer, ver o escuchar con detención lo que se expone

Actualmente, se emplea usualmente la radio en vehículos o la televisión en los hogares como instrumento para informarse. Sin embargo, al preguntar sobre el contenido muchas veces la gente responde con ideas generales o, sencillamente, no puede dar cuenta del tema. Allí es donde opera con fortaleza y efectividad la propaganda subliminal, que hace creer que el pensamiento es propio cuando ha sido enquistado en el subconsciente a través de una repetición anómala.
Las noticias no aparecen de la nada: son creaciones a través de equipos especializados, que reciben órdenes ideológicas para dar un sentido a la información. Es decir, no son simple oratoria a partir de locutores o presentadores, sino construcciones para transparentar la realidad, deformarla u ocultarla, entre sus funciones principales.
Lo fundamental es que se inicie esta formación analítica —principalmente en el aparato escolar, político o de comunicación— que permitirá comprender mejor el mundo que se transita y definir quiénes son los amantes de la paz. Esta pedagogía permitirá avanzar en la construcción de un cerebro en el que el pensamiento vuelva a ser la constante sobre las emociones y la aceptación incondicional de falsedades esgrimidas como verdades intocables.
Este es uno de los caminos para el desarrollo humano integral, en tanto comprensión de las ideologías en confrontación y su propuesta de un mundo humanizado o en franco declive.

EL DUARTE DE MIGUEL NÚÑEZ

DANIEL BALCÁCER: EL DUARTE DE MIGUEL NÚÑEZ

De  Juan Pablo Duarte  solo se conoce una fotografía hecha en  Caracas  en 1873 cuando el patricio contaba con 60 años de edad.  A...