MORAL Y LUCES

MORAL Y LUCES

sábado, 7 de julio de 2012

OCUPACIÓN DE WALL STREET: DESPERTAR DEL PUEBLO TRABAJADOR AMERICANO

Ocupemos Wall Street, ¿signos anunciadores de un ‘nuevo bloque social’?

“No hay personas más esclavizadas que aquellas que falsamente creen que son libres”, Goethe. 

"El Pentagonismo no explota colonias: explota a su propio pueblo. Este es un fenómeno absolutamente nuevo, tan nuevo como el propio capitalismo sobredesarrollado que dio nacimiento al Pentagonismo.
Para lograr la explotación de su propio pueblo el Pentagonismo realiza la colonización de la metrópoli. 
Las fuerzas militares de un país pentagonista no se envían a conquistar dominios coloniales. La guerra tiene otro fin; la guerra se hace para conquistar posiciones de poder en el país pentagonista, no en un territorio lejano. Lo que se busca no es un lugar donde invertir capitales sobrantes con ventajas; lo que se busca es tener acceso a los cuantiosos recursos económicos que se movilizan para la producción industrial de guerra; lo que se busca son beneficios donde se fabrican las armas, no donde se emplean, y esos beneficios se obtienen en la metrópoli pentagonista, no en el país atacado por él. Rinde varias veces más, y en tiempo mucho más breve, un contrato de aviones que la conquista del más rico territorio minero, y el contrato se obtiene y se cobra en el lugar donde está el centro del poder pentagonista. Los ejércitos operan lejos del país pentagonista, pero los aviones se fabrican en él, y es ahí donde se ganan las sumas fabulosas que produce el contrato. Esas sumas salen del pueblo pentagonista, que es al mismo tiempo la metrópoli y por tanto el asiento del poder pentagonista.
El pueblo pentagonista es explotado como colonia, puesto que es él quien paga a través de los impuestos los aviones de bombardeo que enriquecen a sus fabricantes; de donde resulta que la metrópoli pentagonista convierte a su propio pueblo en su mejor colonia; es a la vez metrópoli y colonia, en una simbiosis imprevista que requiere de un nuevo vocablo para ser definida. No es ya el imperio clásico porque no necesita territorios coloniales para acumular beneficios. No hay ya una metrópoli que explota y una colonia explotada; hay otra cosa: hay el impentagonal o la metropocolonia"  JUAN BOSCH (Pentagonismo Sustituto del Imperialismo)

Autor: Udry, Charles-André

Udry, Charles-André. Economista y profesor universitario Suizo, marxista revolucionario con una destacada participación en ATTAC (movimiento antiglobalizador) y en la organización de los inmigrantes indocumentados de su país. Editor de la revista La Breche y de los Cahiers libres, dirige la dinámica editorial Page deux y escribe regulamente para distintas publicaciones de su país e internacionales. Herramienta ha publicado en el número 15, su trabajo junto a Francois Chesnais y Claude Serfati: El futuro del movimiento "antimundialización". Militante del Movimiento Por el Socialismo (MPS) de Suiza. Integra el Consejo Asesor de Herramienta


El 17 de septiembre de 2011, en la onda de un llamamiento lanzado a finales de julio en la página Adbusters –una página que indica su voluntad “de cambiar la forma en que se difunde la información, sobre la que ejercen su poder las empresas y la forma en que las ideas se producen en nuestra sociedad”–, los primeros “activistas” daban el pistoletazo de salida al movimiento Occupy Wall Street (OWS) en Nueva York.
La policía de Nueva York no les dejó plantar sus tiendas en medio del centro mundial de las finanzas. Lo hicieron en el Zucotti Park, situado bastante cerca del “Ground Zero”, en Lower Manhattan. La plaza ha sido rebautizada como “Liberty Square”, en referencia a Tahrir Square, en El Cairo.
Desde entonces, el movimiento se ha extendido a un gran número de ciudades a través de los Estados Unidos, a más de setenta y cinco hasta el 6 de octubre. Y en esta progresión de adhesiones, desde el comienzo de este mes, el apoyo de varias secciones de diferentes sindicatos y de diversas organizaciones de barrio (community groups) añadía una dimensión inusitada a este movimiento social. 
Reagrupa a diversas fracciones de la sociedad: desde las personas cuya casa ha sido embargada (pues no podían pagar intereses hipotecarios usurarios), pasando por los y las estudiantes endeudados hasta el cuello y que deben renunciar a la prosecución de sus estudios, hasta parados y múltiples marginados de una sociedad golpeada por la mayor crisis desde la Segunda Guerra Mundial. El movimiento tiende a ampliarse a sectores de asalariados del sector público e incluso del privado. Una tendencia que debe aún confirmarse.
Dos consignas traducen el perfil del movimiento. La primera: “Somos el 99%”, implica que el 1% de la población manda y saca el mayor beneficio de este sistema. Esta relación entre el 99% y el 1% simboliza también la bipolarización fuertemente acentuada del reparto de la riqueza social producida en los Estados Unidos. La segunda: “Los bancos han sido reflotados. Nosotros hemos sido vendidos”. Dicho de otra forma, a su manera, es puesta en cuestión la política del gobierno y de los “dueños de Wall Street” –la fracción del capital financiero– que ejercen sobre las decisiones de la administración Obama una influencia determinante.
The New York Times, del 8 de octubre de 2011, consagraba un artículo suplementario al OWS. Este artículo estaba centrado en el papel de las redes sociales, en su organización, lo que permitía borrar su contenido social. Sin embargo, Jennifer Preston se vio obligada a dar cuenta de los debates en curso que se estaban generando a nivel nacional. La polémica que se comenzó a extender por los Estados Unidos se centra en dos aspectos: el primero, la cuestión del empleo, “de la avaricia de las empresas y de los recortes presupuestarios”; el otro, los problemas “más cercanos” a los que se enfrentan las poblaciones de diferentes ciudades.
Las brutales reacciones de la policía son también subrayadas. La policía de Nueva York no ha dudado en arrestar a 700 manifestantes, el 1 de octubre de 2011, cuando no bloqueaban, efectivamente, el puente de Brooklyn, contrariamente a lo que han afirmado los medios a escala internacional.
OWS no cae del cielo
Este movimiento y su dinámica no caen del cielo, en un país en el que más de 46 millones de personas viven por debajo de la línea de pobreza. Las últimas estadísticas sobre el empleo, la pobreza y una crisis de la que, de hecho, la economía capitalista estadounidense no ha salido jamás desde 2008 lo indican. La tasa de paro –sin contar los tiempos parciales impuestos con los salarios de miseria que les acompañan y las personas “desmoralizadas” que por tanto no buscan ya un empleo y están excluidas de las estadísticas– se sitúa en un 9,1%. En septiembre de 2011, la distribución del paro era la siguiente: 14 millones de parados y paradas registrados; 9,6 millones de “tiempos parciales involuntarios”, dicho de otra forma, los que buscan un empleo a tiempo completo y no lo encuentran; 2,6 millones “que están marginalmente en el mercado de trabajo”, en el sentido de que no buscan activamente (en el momento de la encuesta) un empleo. Es decir, un total de 25,8 millones. En cuanto al número de parados y paradas que lo son desde hace más de seis meses, está casi al nivel pico alcanzado en la primavera de 2010, o sea, el 44,6% en septiembre de 2011 (contra 45,6% en abril de 2010).
Sin embargo, la creación de empleos está a la baja en el curso de los cinco últimos meses de 2011. El paro va por tanto a subir en los meses que vienen, no solo bajo el efecto de la ralentización económica, sino porque el crecimiento de la población activa es superior a la creación de empleos.
A esto se añaden, ya, las reducciones permanentes de empleos en el sector público, particularmente a escala de las municipalidades y de los estados fuertemente endeudados. Unos 34.000 empleos públicos han sido suprimidos tan solo durante el mes de septiembre de 2011. La enseñanza secundaria ha sido el principal objetivo de las reducciones de efectivos: docentes, bibliotecarios, empleados administrativos, etc.
Heidi Shierholz, del Economic Policy Institute, efectúa la suma de la disminución de las y los asalariados de la enseñanza secundaria desde 2008 (es decir, 278.000) y el aumento del número de docentes que habría exigido el aumento del número de jóvenes que deberían ser escolarizados: 48.000. Dicho de otra forma, el foso “contable” entre la necesidad de docentes y el efectivo presente puede estimarse en 326.00 en lo que se refiere al sector público de la educación.
Sin embargo, entre 2008 y 2010, el número de niños que viven en la pobreza ha crecido en, al menos, 2,3 millones. Ellos son precisamente los jóvenes que tendrían la necesidad de un encuadramiento escolar más sólido y con más medios. Uno más de los numerosos compromisos que la Administración de Obama no ha respetado.
Solo estos hechos explican, seguro, el compromiso de los docentes, de sus sindicatos o de la Coalition for Public Education con los diversos movimientos OWS en las ciudades.
Esto, tanto más cuanto que la revuelta social en Madison (Wisconsin) contra la política brutal de austeridad del gobernador Scott Walker, ha marcado las conciencias de un sector de la población, por sus objetivos, sus modalidades de acción y la convergencia social que concretaba. En Madison, la acción y las iniciativas de los docentes han sido determinantes.
Encuentros que cambian
Algunos reportajes sobre las diversas manifestaciones permiten captar una parte del estado de espíritu de sus participantes. Así, el 5 de octubre, en Nueva York, un asalariado de FedEx (la firma transnacional de logística) que se manifestaba con su uniforme de trabajo, confiaba a un periodista: “Intentan siempre echarnos más trabajo a la espalda. Efectuamos 40 entregas, quieren 50. Si hacemos 50, querrán 60”. No hay sindicato en su empresa. Le confía al reportero: “Jamás he participado en una manifestación, es la primera vez para mí”. A su lado se encontraban algunos miles de estudiantes de la New York University, de la Columbia University y de la New School.
Tomando la palabra, en esta ocasión, Bob Master, del Communications Workers of America (uno de los dos sindicatos de asalariados y asalariadas de los medios de comunicación), declaró: “Miren a su alrededor. La democracia se parece a esto. Occupy Wall Street capta el espíritu de nuestro tiempo. Aquí, es Madison. Aquí, es El Cairo. Aquí, es Túnez. Occupy Wall Street ha iniciado un movimiento del que formamos parte en todo el mundo”.
Más allá del énfasis retórico, Master señala un rasgo de este movimiento que algunos querían, a sus comienzos, reducir a una expresión mimética por parte de algunos “indignados” que seguían la moda. En efecto, como movimientos sociales que hunden sus raíces en una sociedad conmocionada, OWS se ha convertido –de forma embrionaria– en el punto de encuentro y de reconocimiento mutuos de personas marcadas por un aislamiento social acentuado en esta fase del capitalismo. En el clima ambiente, ha imantado a organizaciones sociales más tradicionales, más de una vez sorprendidas.
A partir de ahí, para quienes han hecho estos últimos años la experiencia de las enormes dificultades para realizar luchas de resistencia social coronadas de éxito, siquiera parciales; este movimiento tiende a despejar el horizonte o, al menos, a revelar recursos que yacen en la llamada sociedad civil.
Danny Lucia, en la publicación de la ISO (International Socialist Organization), señala que los participantes en la marcha del 5 de octubre en Nueva York –a diferencia de las manifestaciones tradicionales organizadas por los sindicatos– se mezclaban, discutían sobre su propia situación, no desfilaban en “su” cortejo sindical. Y, al acabar la marcha, no se dispersaban inmediatamente para volver a su casa. Debatían entre ellos, escuchaban la intervención del cineasta Michael Moore o examinaban los libros donados a la “biblioteca de la libertad”.
Hay, sin embargo, que subrayar la importante participación, ese día, de las enfermeras y cuidadores, miembros del National Nurses United. En efecto, los ataques contra el sector de la salud pública están a la altura de los que se producen contra la educación. Lo que explica esta participación organizada.
Los rasgos de un programa social perturbador
La diferencia entre el movimiento llamado “Global Justice” de finales de los años 1990 –que se centraba en temas ligados a la puesta en cuestión de las políticas de la OMC (Organización Mundial del Comercio) así como del FMI y del Banco Mundial– y el OWS remite a la diferencia de la situación económica. La desolación social no tiene comparación. Además, el ataque del 11 de septiembre de 2001 había ofrecido, en bandeja, un arma a la administración Bush: forjar una unidad nacional y un alineamiento de los sindicatos que tenía contornos propios de los del período de la guerra fría.
De donde, en el contexto actual, se refuerza la exigencia para OWS a fin de aumentar su audiencia y su capacidad para estimular la emergencia de un nuevo bloque social, de “ocupar conjuntamente”, como sugieren, en sus acciones y en sus propuestas, los sindicalistas activos de combate. El movimiento –si se examinan sus diferentes expresiones en decenas de ciudades– puede tender a hacer converger reivindicaciones sobre la creación de empleos y contra los recortes en el sector público, con los temas que estructuran la declaración inicial que afirma que “la verdadera democracia no puede ser alcanzada cuando el proceso (democrático) está sometido al poder económico”.
En la lista de las constataciones efectuadas el 20 de septiembre de 2011 por la asamblea de Nueva York se encuentran, de hecho, los elementos de un programa social de envergadura: “han tomado nuestras casas por medio de embargos ilegales, aunque sin estar en posesión del préstamo hipotecario inicial” (mecanismos propios de las subprimes[2]); han reflotado los bancos de forma completamente impune sacando de las rentas arrancadas a los contribuyentes, cuando los dirigentes se conceden bonus exorbitantes”; “han profundizado la desigualdad y la discriminación en los lugares de trabajo, sobre la base de la edad, del color de la piel, del sexo o de la orientación sexual”; “han intentado sin cesar quitar a los y las asalariadas el derecho de negociar por un mejor salario o condiciones de trabajo más seguras”; “han tomado como rehenes a decenas de miles de estudiantes por medio de deudas de decenas de miles de dólares para pagar sus estudios, estudios que constituyen un derecho de la persona humana”; “sistemáticamente han subcontratado el trabajo y utilizado esta subcontratación como palanca para reducir el salario y la cobertura social de la salud”.
La lista continúa, abordando tanto cuestiones referidas a la crisis ecológica como las que se refieren a la política de los medios dominantes, las de las firmas farmacéuticas o a la utilización de la fuerza de trabajo de los emigrantes. En un artículo reproducido por Socialist Project (6 de octubre de 2011), Pham Binh cuenta las declaraciones de un participante en una de las manifestaciones: “Mark Purcell ha viajado desde el centro de Pensilvania para participar en la OWS y afirma que quiere integrarse en toda ocupación que se organice en Filadelfia. Mark cuenta que comprendió que el sistema estaba completamente podrido cuando trabajó en un depósito de mercancías en Allentown (Pensilvania) como obrero eventual. Afirmaba que las empresas se aprovechaban de los emigrantes sin papeles en la medida en que no disponían de ningún derecho en el plano legal o de ninguna protección. En el momento en que se quejó de sus condiciones de trabajo, la empresa para la que trabajaba le indicó que tenía que dirigirse a la agencia de trabajo temporal y ésta lo despidió. Estaba furioso de que esas empresas subcontraten el trabajo a esas agencias y utilicen esto para esquivar sus responsabilidades en lo que concierne a las condiciones de trabajo”.
“Ocupar conjuntamente”
Las informaciones sobre el movimiento OWS se multiplican. Algunos aspectos merecen, sin embargo, ser puestos de relieve en la medida en que podrían indicar los elementos de un proceso social nuevo.
Así, en Nueva York, Jenny Brown y Mischa Gaus informaban en el boletín Labor Notes del 6 de octubre de 2011:
En Nueva York (el 5 de octubre), las banderas, las pancartas, las gorras y las camisetas indicaban la presencia de trabajadores de trenes y autobuses, del metro y de los empleados de la administración universitaria; músicos, empleados y empleadas de los grandes almacenes, docentes y asalariados del sector de la salud. Pero una mayoría de los manifestantes parecían no ser miembros de ningún sindicato.
Sin embargo, fue la ocasión, para los militantes sindicalistas, de recordar que ciertas consignas –muy justas como: “Han reflotado los bancos; nos han vendido”– hacían eco a luchas obreras, como la realizada contra el cierre de la empresa Republic Windows and Doors, en 2008 en Chicago; o también la de los asalariados y asalariadas del sector de la telefonía fija de la imponente firma Verizon.
Estos combates y sus fracasos pueden alimentar numerosas reflexiones e inscribir las acciones –diversas y creativas– del OWS en una historia política y social. Pasado y presente se entrelazan para dibujar, quizá, el futuro.
A partir de ahí, el apoyo del Local 100 del New York Transport Workers es de una gran importancia, a la luz del impacto de la huelga realizada en 2005. Marvin Holland, responsable de la actividad en los barrios de este sindicato, que representa en Nueva York a 38.000 chóferes de autobús y de tren, declara: “Apoyamos Occupy Wall Street porque estamos de acuerdo al 99% con lo que sus participantes dicen. Tienen el 100% de razón en que los bancos están en el origen del problema. Tenemos miembros del TWU (Transport Union Workers), Local 100, presentes aquí desde el primer día”. En el fondo surge una idea de fuerza: “Ocupemos conjuntamente.
El presidente del TWU, Local 100, John Samuelson, en una entrevista dada a una cadena de televisión explica:
Hay un clima de desesperanza, creo, entre los trabajadores y las familias de trabajadores en este país; lo que la gente del gobierno no ha comprendido. Hay muchos millonarios en el Congreso que no tienen ninguna idea de lo que significa alimentar a un niño o pagar una matrícula o los intereses de un préstamo hipotecario. Hay mucha gente en el gobierno que ya no tiene contacto con el mundo real. Estas protestas han puesto a la luz la disparidad de la riqueza en los Estados Unidos tal como se ha desarrollado durante los últimos decenios. Pienso que una de las grandes ventajas ligadas al hecho de que el movimiento obrero organizado entre en este combate puede residir en su capacidad de articular este mensaje… en nombre de las familias de asalariados, estén o no sindicados sus miembros.
Se puede esperar en la medida en que la presencia sindical no busque borrar el aspecto plural del movimiento.
Esta presencia de los activistas, de los militantes sindicales y de la izquierda política organizada se encuentra en las principales ciudades, en grados diversos. Así, en Los Ángeles, donde la ocupación se ha organizado ante el edificio municipal, miembros del SEIU (Service Employees International Union), Local 1021, se han sumado muy rápidamente al OWS. Este sindicato es uno de los pocos que se refuerzan en los Estados Unidos.
Frente a la crisis financiera y a los embargos de casas, la consigna de “Hacer pagar a los bancos” se ha convertido en un punto de convergencia. El 6 de octubre se produjo la unión con la Alliance of Californians for Community Empowerment (ACCE), que expresa una real actividad a nivel barrial para la defensa de la vivienda, de la salud o de la educación. Este tipo de lazos se manifiesta en numerosas ciudades. Lo que suscita discusiones sobre las modalidades de organización del movimiento a fin de asegurar la presencia, en asambleas, de asalariados y asalariadas que tienen un empleo y una organización de su vida cotidiana que difiere de una fracción activa y militante del OWS.
La emergencia de este movimiento puede dejar entrever un desplazamiento, incluso aún muy limitado, de las líneas del plano político. Dicho de otra forma, la bipolarización Tea Party movement[3] de un lado y, del otro, gobierno Obama –con su cortejo de decepciones­– podría verse turbada. Lo que aumentaría las posibilidades para una intervención social y política que se apoyaría en un actor que no estaría preso de este dilema sesgado.
Pero no vayamos demasiado rápido. La capacidad de control y de canalización del Partido Demócrata, en particular a escala local, sigue siendo fuerte. Las declaraciones iniciales de Obama son un signo de ello.


Versión original en francés: Udry, Charles-André, “Etats-Unis: OWS, les signes annonciateurs d’un ‘nouveau bloc social’?”, 2011. En: <http://alencontre.org/ameriques/americnord/usa/etats-unis-ows-les-signes-annonciateurs-d%E2%80%99un-%C2%ABnouveau-bloc-social%C2%BB.html> Traducción al español: Faustino Eguberri para VIENTO SUR.
[2] Tipo de crédito del sistema financiero de los EE.UU., por lo general hipotecario, que se concede a personas o entidades poco solventes. Por esta razón, la tasa de interés y de comisiones bancarias es superior a la de las otras modalidades crediticias dirigidas a usuarios solventes. Si bien el Sistema de Reserva Federal pone límites a los bancos para la concesión de este tipo de créditos, estos últimos pueden excederse a través de la intervención de otras entidades intermediarias que adquieren el derecho de cobro de los intereses, a cambio de pagar a las entidades financieras primarias –los bancos­– un interés menor.
[3] Movimiento o partido del té es un movimiento político estadounidense bastante heterogéneo, pero de una marcada posición de derecha. El mismo nació a comienzos de 2009 como respuesta a la Ley de Estabilización Económica de Urgencia de 2008 y otro paquete de medidas, como la suba de impuestos, el rescate bancario y el gasto público interno y externo; como así también, reaccionó contra los bonos pagados a los ejecutivos de AIG tras la quiebra del sistema financiero.


Tomado de revista herramienta





Ocupación en Wall Street: fotogalería de una lucha contra el mal

Pijama Surf te presenta un fotoreportaje de la histórica ocupación que está sucediendo, en estos instantes, en la oscura meca financiera de Wall Street.
Un manifestante se derrama leche sobre los ojos para mitigar el daño provocado por gas lacrimógeno. 
El distrito financiero de Nueva York, popularmente conocido como Wall Street y considerado el epicentro del actual sistema financiero, ha sido testigo de una histórica movilización. A partir del 17 de septiembre pasado comenzó una masiva acampada como encarnación de una loable lucha en contra de la mafia financiera, la misma que es flagrantemente responsable del castigo económico que ha sufrido la población mundial desde 2009 (o incluso desde hace más de un siglo).
Y lo que arrancó con poco más de cien manifestantes que decidieron cristalizar su hastío e indignación ante la cínica opulencia de banqueros y compañía, a dos semanas de la primera noche de acampada, este sábado primero de octubre, se han multiplicado hasta llegar a aproximadamente cinco mil (de acuerdo con cálculos de algunos medios, tal vez pudiesen ser más). Por cierto, una de las premisas puntuales de esta manifestación es la de exigir una ruptura entre el mundo de la política y el de los negocios, algo fundamental para aspirar a una mejor calidad de vida para los ciudadanos del mundo, sobre todo si recordamos que esta debiese ser la función esencial de todo gobierno y no querer saciar la voracidad de una élite que desde el surgimiento de las corporaciones asumió descaradamente el control del rumbo político.
Una de las constantes alusiones del movimiento es al 1% de los habitantes que concentran un buen porcentaje de las riquezas pero que, paradójicamente, son los que menos impuestos pagan. 

Policías de evidente sobrepeso guardan la escultura de bronce Charging Bull, emblema del distrito financiero de Nueva York. 

La policía ha levantado una barricada que franquean solo los empleados de bancos, corredores de bolsa y analistas financieros. 

Convivencia obligada: Los yuppies, ataviados con trajes de marca y corbatas finas, deben de pasar junto a los manifestantes, diariamente, para llegar a sus oficinas. 

Hombres de negocios observan fríamente a los manifestantes, tal vez calculando el tiempo —que es dinero— que este movimiento les hace perder. 

La brutalidad policiaca juega un rol protagónico en este histórico suceso.

En la actualidad es difícil pensar en un movimiento civil que no recurra a los medios digitales para organizarse, promoverse y difundirse.

Algunos medios internacionales han cubierto el movimiento, lo cual contrasta con el silencio de los medios estadounidenses del mainstream, quienes han ejercido, acorde a sus tradicionales prácticas, un cerco informativo. 

Ciento de pancartas invitan a la ciudadanía a unirse y condenar el actual sistema financiero, regido ventajosamente por una minúscula porción de personas entregadas a la ambición y la voracidad.

El filósofo Cornel West, uno de los muchos intelectuales que han manifestado abiertamente su respaldo al movimiento.

“No hay personas más esclavizadas que aquellas que falsamente creen que son libres”, Goethe.
Michael Moore se presentó en el campamento para incentivar a los manifestantes.

¿Por qué si hay abundancia suficiente para alimentar a miles de millones de personas más que las que actualmente habitan este planeta, todavía muchos mueren de hambre?”


JUAN BOSCH:


EL NACIMIENTO DEL PENTAGONISMO

 En un proceso histórico normal, el imperialismo que entraba en su etapa de muerte después de la Segunda Guerra Mundial debió ser reemplazado por esa Política del Buen Vecino llevada a escala planetaria(Pentagonismo), puesto que si lo que buscaba el imperialismo era lugares de inversión para sus capitales sobrantes y para colocar el sobrante de su producción industrial.



El poder militar norteamericano está concentrado en el Pentágono en términos de mando de todas las fuerzas armadas.
Ese mando tiene autoridad de vida y muerte sobre los ciudadanos, puesto que todos los ciudadanos de los Estados Unidos deben teóricamente servir en algún momento bajo la autoridad militar; ese mando tiene también un poderío económico superior al del gobierno federal y dispone de él sin cortapisas. Nos hallamos, pues, ante un poder real, no ante una entelequia; ante un poder que se ejerce sobre los ciudadanos de su propio país y sobre sus bienes, sobre su tiempo y sobre sus vidas; sin embargo, nadie sabe cuál es la base jurídica de ese poder tan enorme.
El imperialismo tuvo una larga etapa de agonía, pero su hora final podía apreciarse con cierta claridad ya a fines de la guerra mundial de 1939-1945. Después de esa gran hecatombe el imperialismo podía tardar en morir cinco años, diez años,quince años, mas era evidente a los ojos de cualquier observador
que estaba condenado a muerte en un plazo más cortoque largo. Entre los móviles de la guerra ocupó un lugar importante el reclamo alemán de “espacio vital”, esto es,territorio colonial para el Tercer Reich; de manera que al final de una guerra que se había hecho para destruir ese Tercer Reich, hubiera sido injustificable hablar de repartos de áreas coloniales.
Pero esa no fue la causa profunda de que los países vencedores en la guerra no se repartieran las colonias de los vencidos —Italia y Japón—. La causa más inmediata e importante fue de tipo práctico, no moral. Los ataques japoneses a los imperios coloniales europeos en el Pacífico —especialmente en Indonesia e Indochina— barrieron las fuerzas militares de las metrópolis en esa zona y dieron paso a grandes movimientos nacionalistas que en su oportunidad liquidaron la era colonial en el Asia; al mismo tiempo apareció, también al favor de la ocupación japonesa de China, la China comunista, que era medularmente un gran poder anticolonialista. La ola nacionalista se extendió mucho más allá del Pacífico; alcanzó a África, produjo la guerra argelina y determinó el surgimiento de nuevos países en el continente africano.
La estrategia de los países imperialistas consistió en retirar las fuerzas militares y afirmar el predominio económico, que era más difícil de combatir debido a que ya estaba en uso el sistema de controlar los mercados de producción y de venta a través de la concentración internacional del gran capitalismo.
En realidad, el plan de colocar bancos y ligazones comerciales e industriales en el lugar que habían ocupado los ejércitos se había iniciado antes de la Segunda Guerra Mundial; este nuevo sistema había convivido con el antiguo —el típicamente imperialista— desde principios de la década del treinta hasta finales de la década del cincuenta.

En esos años se había dado cumplimiento al principio que había establecido en el siglo XVIII el economista español don José Campillo de Cosío cuando dijo que el país que dominara la vida económica de otro país no necesitaría tener sobre él control militar. Ese principio fue puesto en ejecución por los Estados Unidos al comenzar la tercera década de este siglo, cuando el presidente Franklyn Delano Roosevelt estableció la llamada Política del Buen Vecino como un sustituto del imperialismo crudo en las relaciones de su país con la América Latina.
En un proceso histórico normal, el imperialismo que entraba en su etapa de muerte después de la Segunda Guerra Mundial debió ser reemplazado por esa Política del Buen Vecino llevada a escala planetaria, puesto que si lo que buscaba el imperialismo era lugares de inversión para sus capitales sobrantes y para colocar el sobrante de su producción industrial, podía obtenerlo —con ciertas, pero muy mínimas limitaciones— haciendo uso de su poder económico solamente, visto que el reparto de los territorios coloniales se había hecho antes de 1930.
Pero sucedió que no hubo un proceso histórico normal porque bajo tensiones de la gran guerra —la de 1939-1945— el sistema capitalista se aseguró la colaboración de científicos, los puso a su servicio y pasó a convertirse en capitalismo sobredesarrollado.
Ese salto gigantesco significó transformaciones también gigantescas tanto en el orden cuantitativo como en el cualitativo, y si bien los Estados Unidos estaban
preparados para absorber las novedades de tipo cuantitativo, no lo estaban para absorber las de orden cualitativo. En esa coyuntura histórica la Unión Soviética, bajo el liderato de Stalin, produjo la llamada Guerra Fría, y para responder a ese movimiento político de alcances mundiales los Estados Unidos se dedicaron a montar una organización militar permanente;y resultaba que ese nuevo factor de poder aparecía en la sociedad norteamericana sin que ésta estuviera preparada para asimilarlo. En la base institucional de los Estados Unidos no había lugar para un ejército permanente.
Los Estados Unidos se habían organizado en el siglo XVIII como una sociedad eminentemente individualista; su constitución política, sus hábitos y sus tradiciones eran los de un país individualista. Sin embargo, a partir de la gran crisis económico-social de 1929 los Estados Unidos comenzaron a transformarse en una sociedad de masas —lo que era, desde luego consecuencia de la mayor extensión de la actividad industrial—, y al terminar la guerra de 1939-1945 eran ya una sociedad de masas en todos los aspectos.
Esa sociedad de masas siguió organizada jurídica e institucionalmente como sociedad individualista, y como es lógico, en el fondo de la vida norteamericana se planteó, y sigue planteado, un conflicto de vida o muerte entre lo que es —una sociedad de masas— y lo que se cree que es —una sociedad de individuos libres—. En un conflicto entre la apariencia jurídica o institucional y la verdad social, acabará imponiéndose la última. Ésta se halla viva y aquélla muerta; ésta produce hechos reales, pensamientos y sentimientos que se imponen con una fuerza arrolladora; en ocasiones simula que es obediente a la apariencia jurídica institucional, pero en definitiva actuará en términos de su propia naturaleza porque esa naturaleza es la expresión íntima y real de la verdad social.
La verdad social norteamericana ahora es que el pueblo está encuadrado, sin su consentimiento y sin su conocimiento, en una sociedad de masas; su idea es que él es parte de una sociedad individualista. La solución de ese conflicto entre lo que el país es y lo que cree que es, se presenta en términos de actuación masiva dirigida por una voluntad externa a su conciencia. Esa voluntad externa a su conciencia se halla instalada en poderes que no figuran en la constitución política de los Estados Unidos ni en ninguna de las leyes del país que podrían considerarse de categoría constitucional.
La sociedad de masas ha producido, pues, órganos de poder que no tienen un puesto ni en las instituciones tradicionales del país ni en los hábitos del pueblo. Uno de esos poderes es el militar; otro, aunque no viene al caso mencionarlo en este trabajo, es la CIA.
El poder militar norteamericano está concentrado en el Pentágono en términos de mando de todas las fuerzas armadas.
Ese mando tiene autoridad de vida y muerte sobre los ciudadanos, puesto que todos los ciudadanos de los Estados Unidos deben teóricamente servir en algún momento bajo la autoridad militar; ese mando tiene también un poderío económico superior al del gobierno federal y dispone de él sin cortapisas. Nos hallamos, pues, ante un poder real, no ante una entelequia; ante un poder que se ejerce sobre los ciudadanos de su propio país y sobre sus bienes, sobre su tiempo y sobre sus vidas; sin embargo, nadie sabe cuál es la base jurídica de ese poder tan enorme.
Un elector norteamericano puede elegir al Presidente y al Vicepresidente de la República, a los senadores y diputados al Congreso federal y a los diputados de las legislaturas de los Estados, a los gobernadores de los Estados, a los alcaldes y a los miembros de los concejos municipales. Se le reconoce el derecho a elegir sus autoridades porque él las paga y paga los gastos de la nación y además porque lo que hagan esas autoridades le afectará en una medida o en otra. Sin embargo, él paga los gastos militares, a él le afectan las decisiones de las autoridades militares en una medida más importante que las que toman las autoridades civiles, pero no pueden elegir ni a los generales ni a los coroneles que disponen de sus bienes y de su vida. Tampoco puede el ciudadano elegir a los jefes de la CIA, cuyos actos provocan en algunas ocasiones decisiones políticas en que van envueltos los intereses fundamentales de la nación y la vida de sus hijos. Lo que acabamos de decir indica que en la sociedad norteamericana hay actualmente grandes poderes que no responden a las bases de la organización jurídica nacional. Esta organización descansa en la elección de las autoridades por parte del Pueblo, y el Pueblo se encuentra ahora con que hay autoridades con poderes excepcionales que no son elegidas por él.
Se dirá que en ninguna parte del mundo los militares son elegidos por el Pueblo. De acuerdo. Pero es que en ninguna parte, si nos atenemos al estado de Derecho moderno, hubo jamás un poder militar instalado en el centro mismo de la vida de un país que había vivido 175 años sin ejército y que no había creado, por eso mismo, defensas legales ni de hábito social contra la existencia de un poder militar tan grande. De buenas a primeras, en medio de un pueblo eminentemente civil en su organización, surgió un poder militar que en menos de quince años pasó a ser más fuerte que el poder civil. Por eso dijimos que los Estados Unidos no estaban preparados para los cambios cualitativos que produjeron, operando cada uno desde una dirección propia, la conversión del pueblo en sociedad de masas, la guerra de 1939-1945 y su efecto sobre el paso del capitalismo industrial a capitalismo sobredesarrollado, y la Guerra Fría que tan hábilmente condujo Josef Stalin. La generalidad de las gentes piensan con los criterios adquiridos desde tiempo atrás y esos criterios del pasado se proyectan sobre los hechos nuevos con tanta intensidad que no permiten verlos claramente. La inmensa mayoría de las gentes sigue creyendo que el poder civil norteamericano es lo que era ayer, la fuerza superior en el país. Sin embargo no es cierto. El poder se mide por los medios de que se dispone y que se usa, y en un país  eminentemente capitalista como son los Estados Unidos, el poder se mide sobre todo en términos de dinero. El Pentágono dispone de más dinero que el gobierno federal norteamericano, ese solo hecho indica que el Pentágono es real y efectivamente más poderoso que el gobierno federal.
En el año 1925 el presupuesto general de los Estados Unidos era de 3.063 millones de dólares; 600 millones estaban destinados a las fuerzas armadas. En el 1950 el presupuesto general era de 39.606 millones y el militar de 13.176;
esto es, mientras el presupuesto nacional había aumentado un poco menos de 13 veces, el militar había aumentado casi 22 veces y era inferior en menos de 100 millones al presupuesto general del país en el año 1941. Diez años después, en el 1960, el presupuesto general era 75.200 millones y el del Pentágono alcanzaba al 5 por ciento de esa cantidad; esto es, de 46.300 millones, más de 2.220 millones más elevado que el presupuesto nacional de 1951. Los gastos del Pentágono sobrepasarán en el presupuesto 1967-1968 todos los gastos nacionales, incluidos los militares, del presupuesto 1960-1961.
Con excepción de los años de la gran guerra de 1939-1945, que para los  Estados Unidos comenzó a partir de 1941,los gastos militares del país habían sido siempre desde 1925,inferiores a los del gobierno federal en un tanto por ciento importante; pero desde el año 1951 el capítulo de gastos militares comenzó a ocupar cada año más de la mitad de los fondos fiscales. En estas proporciones está la verdad del fenómeno político que podemos calificar como desplazamiento del poder real en los Estados Unidos de las manos del poder civil —gobierno federal— a las del poder militar —Pentágono—. En los datos que acabamos de dar no figuran las sumas que gastan los departamentos civiles del gobierno a causa de actividades militares.
Esas cifras se refieren al poder militar en términos de soldados, sean generales o sargentos. Pero el Pentagonismo no está formado sólo por militares.

El Pentagonismo es un núcleo de poder que tiene por espina dorsal la organización militar, pero que no es exclusivamente eso. En el Pentagonismo figuran financieros, industriales, comerciantes, escritores, periodistas, agentes de propaganda, políticos, religiosos; el Pentagonismo es una suma de grupos privilegiados, la crema y nata del poder económico-social-político de los Estados Unidos.
La mejor demostración de hasta dónde el Pentagonismo ha tomado ventaja del conflicto que tiene el país en sus estructuras sociales y jurídicas debido al hecho de que su organización social es de masas y su organización institucional es individualista, lo tenemos a la vista en la guerra de Vietnam: al tiempo que de acuerdo con la Constitución federal es el Congreso, y sólo él, quien tiene la facultad de iniciar una guerra por el expediente de declararla, los ciudadanos norteamericanos combaten y mueren a miles de millas de su país sin que el Congreso haya declarado la guerra.
Los representantes legales del pueblo, que son los miembros del Congreso, no tienen ni voz ni voto en una acción que sólo ellos podían autorizar; en cambio se ven forzados a autorizar los gastos de esa acción; a ordenar que el pueblo pague una guerra y a que tome parte en esa guerra que se hace sin que se haya cumplido el requisito que reclama la Constitución.
Para justificar la ilegalidad se buscaron subterfugios legales, pero hay una verdad como un templo que ningún subterfugio puede desvirtuar: Los Estados Unidos están en guerra contra la república de Vietnam del Norte; bombardean sus ciudades, matan a sus ciudadanos, cañonean sus puertos, destruyen sus caminos y fábricas; todo ello sin una declaración de guerra y sin que los ciudadanos norteamericanos parezcan darle importancia a lo que hay de trascendental en ese hecho.
Que los hijos de un país vayan a matar y a morir en una guerra que comenzó y se mantiene sin haberse cumplido los requisitos legales que son propios de ese país, indica que para esos ciudadanos tales requisitos legales carecen de validez. Ellos obedecen no a las leyes del país, sino a los jefes reales de ellos; y los jefes reales de las masas norteamericanas no son hoy los funcionarios públicos: son los que pagan a esas masas organizadas a través de sus industrias, negocios y comercios, y estos señores son, junto con los jefes militares, los líderes del Pentagonismo. El poder político no se encuentra ya en las manos de personas elegidas por el Pueblo; el poder no responde ya a los cánones constitucionales porque ha dejado de existir el pueblo individualizado hombre a hombre y mujer a mujer; lo que hay en su lugar son grandes masas, con pensamientos, sentimientos y actos masivos, manejados por las fuerzas pentagonistas.  La sociedad de masas de los Estados Unidos, un hecho sociológico que se formó y desarrolló de manera tan natural que nadie acertó a verlo a tiempo, ha producido excrecencias gigantescas que no estaban previstas en el esquema jurídico nacional y que no responden a los mecanismos típicos de las sociedades individualistas. Al mismo tiempo el gran capital sobredesarrollado —que llevó a su plenitud a esa sociedad de masas y por tanto a sus excrecencias— encontró un campo de sustentación, y el impulso para la dinámica de su crecimiento, en el establecimiento del gran organismo militar llamado el Pentágono. Así, pues, una vez producidos la sociedad de masas y el Pentágono, al entrar en agonía el imperialismo el capital sobredesarrollado se valió de las nuevas condiciones existentes para crear el pentagonismo y colocarlo en el lugar que había ocupado el imperialismo.
Para que esto fuera posible era necesario, sin embargo, que hubiera en los Estados Unidos una atmósfera pública, o bien favorable, o bien no opuesta a esos cambios. En efecto, había esa atmósfera en unos casos favorable y en otros  no opuesta. Había una corriente de opinión que tenía su origen en la propaganda que se había iniciado a raíz de la Revolución Rusa, dirigida a presentarla como una colección infernal de fechorías que debía ser aniquilada por los norteamericanos. Pero otras corrientes eran de formación más antigua y se hallaban probablemente instaladas en las raíces biológicas e históricas de los Estados Unidos; venían trabajando el alma de ese pueblo por varias vías desde hacía por lo menos 150 años, y al entroncar en ellas el concepto misional creado por la propaganda anticomunista, el conjunto tomó una fuerza arrolladora que salió a la superficie al provocarse con la Guerra Fría la crisis definitiva —aunque desconocida— entre la sociedad real de masas y la organización jurídica individualista; o, si preferimos decirlo en términos de causas y no de efectos, al quedar impuesto en el centro de la vida  norteamericana el régimen del gran capitalismo sobredesarrollado.
Esas condiciones subjetivas de origen antiguo determinaron un predominio de lo germánico en el carácter nacional norteamericano.
Todos sabemos que no hay raza superior ni hay raza inferior, pero no debemos poner en duda que los pueblos desarrollan un carácter nacional, una manera bastante generalizada de reaccionar ante determinados problemas. Durante siglos los germanos tuvieron una inclinación evidente hacia los odios raciales y hacia las glorias guerreras; pero la más distintiva de las inclinaciones germánicas fue la propensión a confiar a las armas, no a la acción política, la solución de sus conflictos con otros pueblos. El pueblo norteamericano es racista, odia al negro, odia al indio y al hispanoamericano, y si no se desarrolló odio al judío se debe a su peculiar educación religiosa, y siendo los judíos el pueblo del Libro Sagrado no debía ser perseguido. Además, los   norteamericanos prefieren usar el poder armado antes que los medios políticos en los casos en que encuentran oposición a sus planes en otros países.
Esta tendencia norteamericana a reaccionar como lo hacían los germanos puede deberse a varias causas, pero debemos tener presente que en el torrente de inmigrantes europeos que se establecieron en los Estados Unidos entre fines del siglo XVIII y mediados del XIX, la mayor cantidad fue de alemanes. En Norteamérica hay regiones enteras que fueron pobladas por alemanes, y llegó a haber alemanes de nacimiento en todas las ramas del gobierno federal y de los Estados. Los hábitos de pensar y de sentir típicos del germano debieron ser predominantes en la época de la elaboración de eso que podríamos llamar los fundamentos del carácter nacional norteamericano.
Por otra parte, los Estados Unidos comenzaron temprano —cuando todavía eran colonias inglesas— a glorificar a los hombres de armas. Su gobierno era civil, su sociedad era civil, no militar, pero el pueblo adoraba a los guerreros vencedores. Este sentimiento de adoración a los militares se desarrolló paralelamente con la organización civil del gobierno y de la sociedad; y eso explica que al mirar hacia el gobierno y hacia la sociedad de Norteamérica los demás pueblos del mundo se fijaran en su aspecto civil y no pusieran atención en las actividades militares de los individuos. Al final, la inclinación hacia las virtudes militares acabó impregnando el país, y hoy los Estados Unidos son una nación de guerreros. Pero si hemos dicho “hoy”, debemos volver la vista atrás y recordar que el pueblo norteamericano ha conocido, en conjunto, muy pocos años de paz; que ha llevado a cabo varias guerras contra ingleses, españoles, mexicanos; contra sus propios indios, alemanes, chinos, japoneses, italianos; que ha guerreado en su territorio, en México, en Nicaragua, en las Antillas, en Oceanía, en África, Europa y Asia. Los Estados Unidos es el único gran Estado industrial que tuvo una guerra formal dentro de sus límites nacionales; no una revolución en que una parte del pueblo peleaba contra otra parte del pueblo, sino una guerra de una parte del país contra otra parte del país, cada una con su propio gobierno, su propio ejército, sus propias leyes; fue la guerra del Sur contra el Norte, en la que combatieron dos naciones sobre una frontera común; y tanto fue así que esa contienda larga y sangrienta como pocas aparece definida en la historia del país como una guerra, no como una revolución, y se llama la Guerra de Secesión.
Han pasado más de cien años desde que se hizo la paz entre los ejércitos combatientes y todavía los sureños ven a los del Norte como el enemigo de otro país que los venció y ocupó y esquilmó su territorio.
La admiración del pueblo norteamericano por los jefes militares vencedores se mide por este dato: todos, sin excepción, triunfaron en las elecciones en que se presentaron como candidatos. La lista de nombres, en este punto, es larga, pero nos bastará recordar los más conocidos: George Washington, vencedor de los ingleses en la guerra de independencia; Andrew Jackson, vencedor de los indios creeks, de los ingleses en New Orleans y de los españoles en la Florida —el mismo Jackson que desde la presidencia autorizó la conspiración que separó Texas de México—; Zachary Taylor, el que entró en México en 1847 al frente de las tropas norteamericanas; Ulises S. Grant, el vencedor de Lee en la Guerra de Secesión; Theodore Roosevelt, el de las cargas de los “rudos jinetes” en Santiago de Cuba; Ike Eisenhower, el general en jefe de los aliados en la guerra mundial de 1939-1945. Sólo han dejado de ser presidentes de los Estados Unidos los militares victoriosos que no han presentado su candidatura al cargo. En el caso de Ulises S. Grant, el general candidato no reunía condiciones para esa alta posición; pero su brillo militar le aseguró dos veces el voto de las mayorías. La mayoría de los gobernantes del país que organizaron la  guerra para conquistar territorios de otros países eran civiles.
Lo era James Knox Polk, que despojó a México de más de 1.000.000 de millas cuadradas —los actuales Estados de Nuevo México, California y Arizona—; lo era William McKinley,  que tomó Cuba, Puerto Rico y Filipinas en guerra contra España; lo era Woodrow Wilson, que ocupó Haití y la República Dominicana.
Tenemos, pues, que bajo la apariencia de país dedicado a actividades pacíficas, los Estados Unidos venían criando en su seno un pueblo inclinado a la guerra, admirador de los jefes militares victoriosos; estadistas civiles que usaban el poder militar para conquistar territorios ajenos. Todo eso fue formando las condiciones subjetivas adecuadas al establecimiento de un gran poder militar.
Cuando el momento adecuado llegó, las condiciones objetivas  sumadas a las subjetivas hicieron fácil el establecimiento de ese gran poder militar. Hasta ese momento los Estados Unidos habían resuelto el dilema de ser un país poderoso sin mantener ejércitos permanentes. Pero la hora de crear esos ejércitos permanentes llegó, y los Estados Unidos se encontraron, casi sin darse cuenta, con que ya tenían instalado en el centro mismo de su vida el mayor establecimiento militar conocido en la historia del mundo.
Al quedar montada esa poderosa maquinaria de guerra, el campo quedó listo para la aparición del pentagonismo, que iba a ser el sustituto del imperialismo.


Juan Bosch
Texto tomado del libro"Pentagonismo sustituto del Imperialismo"


Contra las teorías conspiratorias de Washington

Petras, James. Sociólogo e intelectual norteamericano. Docente e investigador del departamento de Sociología de la Universidad del Estado de New York (Bighamton). Fue miembro del Tribunal Russel contra la represión en América Latina. Es autor de numerosas publicaciones editadas en castellano.


Después de los ataques contra el World Trade Center y el Pentágono, los teóricos de la conspiración han prosperado. Si bien en el pasado las teorías conspiratorias tenían su origen en grupos marginales situados más bien en las periferias del poder político, en el caso que actualmente nos ocupa los conspiradores se encuentran en las altas esferas de gobierno, en medios de comunicación que cuentan con las mayores audiencias a nivel mundial, y entre los más respetados académicos.
Las teorías conspiratorias enunciadas desde Los Estados Unidos y Europa se extienden por todo el planeta, y son repetidas por líderes, ilustres personajes religiosos y medios de comunicación por todo Asia, África y América Latina.
La "conspiración", de acuerdo con lo argumentado por sus máximos exponentes en Los Estados Unidos, es la de un entramado de conspiradores secretos islámicos agrupados en torno a un líder fundamentalista, Osama Bin Laden. Según esta teoría, Bin Laden y sus seguidores estarían organizados en torno a una red global terrorista, y se hallarían conspirando para derrocar a los gobiernos occidentales y establecer regímenes islámicos en todo el mundo, comenzando con los ataques sobre el World Trade Center y el Pentágono. Los formuladores de estas teorías contra el fundamentalismo islámico no se basan sobre ninguna evidencia concreta.
Incluso la identificación de los terroristas sospechosos ha empezado ya a ser cuestionada, por no hablar de todo lo relativo a sus creencias políticas, sus afiliaciones organizacionales y su conexión con redes internacionales.
Como ocurre con la mayoría de teorías conspiratorias, las pruebas son las primeras en caer víctimas de las nociones preconcebidas que cada uno tenga. Las bases sobre las que Washington atribuye al fundamentalismo islámico en general y a Bin Laden y al régimen talibán en particular los ataques terroristas se fundamentan sobre generalizaciones extrapoladas de incidentes previos ocurridos en otros contextos, así como en nociones preconcebidas acerca de la capacidad, la política y las actividades de los fundamentalistas islámicos.
Los formuladores de teorías conspiratorias sacan sus conclusiones de la siguiente manera: Bin Laden en particular y el fundamentalismo islámico en general se han visto envueltos y han apoyado incidentes terroristas en el pasado. Ambos son enemigos declarados de Los Estados Unidos y de Occidente y han emitido edictos llamando a la "guerra santa" contra Washington. Bin Laden y sus seguidores dirigen una red clandestina internacional (al-Qaeda). En consecuencia, y de acuerdo con los conspirativistas, esta caracterización general lleva a la conclusión de que la red internacional de Bin Laden es responsable de los ataques de Nueva York y Washington.
Esta lógica deductiva sería impecable si no fuera porque carece de pruebas sobre las que asentarse. Ninguno de los sospechosos identificados tiene las características que se atribuyen a los seguidores más próximos de Bin Laden, los talibán, o ningún otro grupo fundamentalista islámico.
Los sospechosos clave no seguían ninguno de los preceptos básicos del código de conducta islámico, por no hablar ya de las prácticas austeras de Bin Laden o los talibán. Según la BBC (22 de septiembre de 2001), a uno de los principales sospechosos, Ziad Jarrahi, "le gustaba beber de vez en cuando, divertirse, era sociable, y nunca expresó ningún sentimiento anti- norteamericano". La familia de Ziad tiene un video que muestra a Ziad en la boda de uno de sus primos en enero de 2001, bailando, bebiendo, y recién afeitado. Otras informaciones previas sobre los terroristas sospechosos los describen bebiendo en un bar de Florida.
También según la BBC, "los 19 sospechosos del secuestro identificados por la BBC tenían una procedencia similar en el Medio Oriente... Eran miembros de una pequeña clase media capaz de pagar estudios de calidad en países como Alemania y los Estados Unidos". Ziad había pedido un préstamo de $ 2.000 a su familia antes del ataque para pagarse el viaje. Aparentemente, el apoyo familiar resultó ser mucho más importante que cualquier red de financiación internacional vinculada a Bin Laden.
Todos estos hechos se contradicen con lo afirmado por las teorías conspiratorias en todos y cada uno de sus puntos fundamentales. En primer lugar, los sospechosos no son musulmanes practicantes, y mucho menos fundamentalistas. Beben, bailan, salen con chicas... se comportan en realidad como cualquier persona de clase media laica de cualquier parte del mundo. En segundo lugar, están educados, son profesionales de clase media, y frente a los seguidores terroristas de Bin Laden y otros grupos islámicos o que reciben el apoyo de los talibán, no eran pobres, semi-educados, ni eran personas que hubieran crecido en barrios o pueblos o hubieran sido adoctrinados por maestros de religión. En tercer lugar, los sospechosos comparten una experiencia educativa común en la misma área geográfica: siete de los sospechosos estudiaron en Hamburgo, la mayor parte de ellos en disciplinas técnicas. No fueron reclutados en campos de refugiados ni fueron adoctrinados en escuelas religiosas por maestros de religión fundamentalistas.
Un estudio a fondo del perfil de los principales sospechosos no encaja con ninguna de las especulaciones de los conspiratorias para justificar su guerra contra el "fundamentalismo islámico", Bin Laden, al-Qaeda, o el régimen talibán en Afganistán.
Las pruebas que existen sobre los terroristas sugieren que los atacantes conformarían casi con toda probabilidad un pequeño y cohesionado grupo independiente de personas laicas y educadas, que probablemente se conocían personalmente con anterioridad y durante un largo período. La pertenencia a este grupo se habría visto limitada a personas que se conocieran entre sí durante mucho tiempo, sin ninguna o escasa conexión con grupos terroristas, fundamentalistas o de otro tipo. Estas características explicarían los fallos de los servicios de inteligencia, puesto que los mencionados servicios controlan y se infiltran en los grupos fundamentalistas. Mientras alguno de los terroristas podía haber sido una persona religiosa, lo más probable es que sus acciones fuesen dirigidas por una ideología laica. La elección de sus objetivos pone de manifiesto que su elección estuvo basada en un análisis económico y político de los centros de poder global económico y militar.
Es muy improbable que los talibán o Bin Laden hayan podido planificar, dirigir, y llevar a cabo estas acciones desde sus escondrijos en Afganistán, debido a la precisión de detalles y la coordinación requeridas. Es muy improbable que Irak, Siria o Irán hayan tomado parte en este tipo de acciones y con estos sospechosos sin ser detectados, dado el alcance de los servicios de inteligencia de Los Estados Unidos, la Unión Europea y el Losad.
Si la teoría de la conspiración es tan endeble como parece y existe una teoría alternativa, más plausible, sobre la existencia de un grupo autónomo, pequeño, y muy localizado (responsable de los ataques), ¿por qué Washington prepara la guerra contra Afganistán y otros países del Golfo y del Oriente próximo?
Una hipótesis es que Washington, antes de los ataques terroristas, estaría ya planeando derrocar al régimen talibán y está utilizando los ataques para justificar su política. Un alto oficial paquistaní ha confirmado que en agosto de 2001 un oficial estadounidense le contó que Washington planeaba eliminar a los talibán a principios de octubre de 2001. La razón: los talibán ofrecían sus bases para el entrenamiento de militantes islámicos opuestos al poder de Los Estados Unidos y su presencia en el mundo islámico. Una segunda hipótesis es la de que la movilización de guerra y las regulaciones que la acompañan permitirá a Washington y a otros países de la Unión Europea movilizar tropas de tierra para el combate, acabando así con la oposición ciudadana a las guerras sobre el terreno (el llamado "Síndrome de Vietnam"). Admitir que el ataque fue llevado a cabo por un pequeño grupo autónomo de profesionales laicos sin conexión alguna con redes internacionales y sin contar con el apoyo de algún Estado debilitaría la movilización para la guerra y las políticas de intimidación y fuerza que se utilizan para reafirmar el poder de Los Estados Unidos en todo el mundo.
Las teorías conspiratorias pueden servir para justificar los ataques violentos contra Irak, Siria, y posiblemente Irán y Libia, así como contra cualquier otro país que se oponga a la construcción del imperio norteamericano. La doctrina Bush de que "quien no esté con nosotros está contra nosotros" refuerza el terrorismo de Estado israelí dentro de los Territorios Ocupados y justifica la represión de los movimientos anti-globalización en el Norte y de los movimientos de masas del Sur contra el liberalismo.
La teoría de la conspiración divide el mundo en dos: entre el imperio norteamericano y el terrorismo. Y también mitifica el conflicto verdadero entre un imperio en crisis y los movimientos sociales de oposición en auge.
(Traducción: CSCAweb)


El lenguaje imperial, los intelectuales y la izquierda. Presentación

Autor: Petras, James

Petras, James. Sociólogo e intelectual norteamericano. Docente e investigador del departamento de Sociología de la Universidad del Estado de New York (Bighamton). Fue miembro del Tribunal Russel contra la represión en América Latina. Es autor de numerosas publicaciones editadas en castellano.

Entendemos que hay un hilo conductor en el pensamiento que James Petras expresa en estas páginas: se trata de su convicción de que la hegemonía cultural conquistada por el imperialismo entre los intelectuales, incluidos los de izquierda, ha impuesto un lenguaje adrede eufemístico que oscurece intencionalmente la comprensión del mundo real. Así, entonces, imperialismo troca en globalización, las nuevas (y crecientes) formas institucionales autoritarias se llaman transiciones democráticas, las nuevas (y antiguas) formas de superexplotación y precarización del trabajo mutan en flexibilización, el desmantelamiento de las conquistas obreras se nombra ajuste. Ese lenguaje ideológicamente trastocado que Petras insiste en desnudar es el que ha inspirado el título del libro. Baloney en inglés significa "tontería". Globaloney, expresión utilizada por el autor en una de sus conferencias, podría traducirse como "globalización de la tontería".
Los editores de Herramienta agradecen la sincera y llana disposición del compañero Petras para la edición del libro y manifiestan su íntimo orgullo por contarlo en nuestra Colección.

QUIEN ES JAMES PETRAS?


James Petras.


Un poco sobre James Petras:
Durante la década de 60, y antes de licenciarse, James Petras (1937) fue militante de los derechos humanos y líder estudiantil en la Universidad de Berkeley, Estados Unidos. Se doctoró en Filosofía en la Universidad de California. Desde 1960 a 1973 enseñó y dirigió investigaciones en algunos países latinoamericanos, especialmente en Chile, donde colaboró con el gobierno de Salvador Allende. Luego del golpe de Estado de Augusto Pinochet, Petras fue miembro del Tribunal Russel sobre la represión en América Latina, junto a Julio Cortázar y Gabriel García Márquez.
En las décadas del 70 y 80 participó activamente en el movimiento de derechos humanos que combatió las torturas y desapariciones provocadas por las dictaduras latinoamericanas, y escribió para renombrados periódicos de izquierda: Le Monde Diplomatique, New Left Review, Monthly Review. Entre 1982 y 1984 fue director del Instituto de Estudios Mediterráneos de Atenas. Petras también enseñó en la Universidad de Pennsylvania y fue director del Proyecto de Estudio del Desarrollo Latinoamericano en el Instituto de Administración Pública de la misma universidad. Actualmente es profesor en la Universidad del Estado de Nueva York enBinghamton.
Entre los temas de toda su producción intelectual, especializada en la problemática latinoamericana, se destacan sus reflexiones sobre el conflicto entre clases sociales, el imperialismo, el Estado, la revolución, la transición a la democracia, y otros. En la actualidad tres temas son los que ocupan su atención: las rivalidades entre las distintas potencias imperialistas (Estados Unidos, Japón y Europa), el repliegue de los intelectuales críticos durante la década del 80, y las contradicciones del socialismo de mercado.
Sin embargo, Petras vincula mucho estos temas al fenómeno del imperialismo. El autor define al “estado imperial” (identificado sobre todo con Estados Unidos) como el "que impone nuevas reglas que moldean el comportamiento de los demás Estados". Ahora bien este "estado imperial" responde a las demandas y los intereses de sus capitalistas que tratan de desplazar el capital hacia el exterior a fin de realizar actividades lucrativas a nivel mundial. En su libro, Globaloney, afirma que "de las 500 empresas más grandes del mundo, vehículos de circulación de capitales como instrumento de la globalización, el 49% son norteamericanas, el 37% son europeas y el 10% son japonesas". En este sentido, el término "globalización" vendría a ser un sustituto de "imperialismo": "el concepto de globalización entró en la jerga periodística para describir el fenómeno de expansión de capitales y de empresas norteamericanas, europeas y japonesas conquistando espacios económicos"
Este análisis está profundamente vinculado con un problema muy actual para los países latinoamericanos: las políticas de ajuste estructural que se vienen aplicando por recomendación de los organismos de crédito internacional (FMI y Banco Mundial)
Según el autor, las políticas del FMI, aunque aparentaran tratar con problemas específicos, técnicos de la balanza de pagos de cada país, buscaban remodelar la economía global: se centraron en el cambio del papel del Estado en la economía y la expansión de las relaciones de mercado.
Petras es terminante a la hora de analizar las consecuencias de la aplicación de esas políticas: "Las elites locales e internacionales se han beneficiado mucho del ajuste estructural. Las deudas privadas las ha asumido el Estado, los bancos acreedores han recibido miles de millones, las organizaciones de las clases trabajadoras han sido aplastadas o dramáticamente debilitadas mediante la represión y las consecuencias económicas del ajuste. El ajuste estructural sería una forma de lucha de clases con otro nombre, organizando un cambio drástico en términos de poder de clases en beneficio de los ricos y privilegiados".

POESÍA DOMINICANA DE POSTGUERRA


Enriquillo Sánchez el amor y el erotismo
La historia de la poesía dominicana de postguerra ha construido su imaginario entre la década de 1960 y la de 1970. Los poetas que han vivido su experiencia a caballo entre las dos décadas parecen moverse en un espantoso vacío, así como también en una crisis de identidad y búsqueda incesante del ser.
Los ‘60 son de los años más difíciles y trágicos de la historia política dominicana, agitada y trastornada por problemas de orden público y económico que, heredados de los años precedentes, llegan a un extremo produciendo efectos fuertemente negativos en la vida nacional,  dirigida por una clase política incapaz de resolver las muchas dificultades con que se encara el país.
En ese clima de violencia, de ceguera e ineptitud política, ¿quedaba todavía un espacio para los poetas? La poesía fue acusada de inútil, ociosa y de total incapacidad para incidir en el terreno de la realidad y en lo político predominaba el extravío y un sentido de malestar existencial debido a la imposibilidad de definirse, ya sea respecto a la realidad o a la literatura. El poeta se sentía burlado, escarnecido, marginado. Abandonados completamente en sí mismos y a su propio talento, los representantes de la generación de postguerra se vieron constreñidos a la práctica de una especie de empirismo absoluto, obligados a medirse con la poesía antes que con las poéticas en una diseminación de tendencias y horizontes.
De la reconquistada libertad expresiva y de la renovada fe en la poesía surgió, en ese contexto, la obra de Enriquillo Sánchez (1947-2004). El viaje a través del ser, como materialidad imaginaria y deseante del cuerpo, hacen de la fantasía, el erotismo, el amor,  la soledad,  la mujer y la muerte, los temas centrales de sus principales libros, desde  “Por la cumbancha de Magita” del año 1976, “Pájaro dentro de lluvia”, con el recibiera el Premio Nacional de Poesía del año 1983,  “Sheriff ( c )on cream  soda”, Premio  Latinoamericano de Poesía Rubén Darío del año 1985, “Los cantos del  húsar”  de 1985  hasta “Memoria del Azar” del año 1997, con el que también recibiera el Premio Nacional de Poesía de ese mismo año.
La obra poética de Enriquillo Sánchez nos permite soñar con el misterio primigenio del paraíso perdido. Es un intento febril de alcanzar los orígenes, una tentativa de violentar los límites de la fruición en el mismo instante de la muerte. En otras palabras, el tiempo, en esta obra, es una realidad ceñida al instante y suspendida entre dos nada. El tiempo podrá  sin duda renacer, pero en principio deberá morir. Así, el instante adquiere una amplia connotación en esta obra: vivacidad de los sentidos, es igualmente un reto al tiempo, una crítica a las mixtificaciones de la historia y de la religión en el mundo occidental. El “cuerpo”, por su parte, conduce a una suerte de mística: espacio del instinto y del deseo; es también una topografía simbólica del universo, que va de lo sensible a lo mental; es el protagonista de un ritual (el erótico) que hace posible la encarnación del tiempo y de la totalidad.  En ambos casos, se trata de dos vías entrecruzadas que nos reconcilian con lo “real” del mundo.
El realismo poético de Enriquillo Sánchez no postula la existencia del no-yo. Creo que esta poesía se constituye como un monólogo dramático, y ese monólogo es, principalmente, el de un yo en relación con el tiempo. Su poesía supone la subjetividad de la experiencia y propone el poema como metáfora posible, pero no correlato objetivo, de una experiencia de otro orden.
De ahí, creo, la recurrencia contínua a lo que alguna vez vivió, al bello verano en que fue feliz, por ejemplo: un lugar no localizado, mítico, en el que él y el tiempo fueron enemigos; el recuerdo, la irrecuperable lejanía que sólo el poema puede constatar; nostalgia de un momento particular de la existencia siempre con la misma connotación de juventud y felicidad (que para él son casi sinónimos):
“Volveré siempre que una fruta ruede de tu boca/hacia la más próxima galaxia enamorada./ Volveré siempre que tu pie huya de mis dientes/ y siempre que el aguacero inunde las canciones”.
No sólo la espiral se invierte en su desarrollo rítmico, sino también  en su desarrollo semántico. De lo anterior se deriva  que Sánchez “retome y enriquezca estéticamente el habla del dominicano de un momento histórico determinado (un habla que permanece en la memoria deseante) y a partir de ahí simboliza su vida y su sociedad”. “No por otra razón se mezclan con bastante fruición y dominio de la técnica del poema, como ha dicho José Mármol, registros expresivos propios del habla vulgar del dominicano, los ritmos musicales autóctonos y sincréticos, las fauna y  flora del ámbito ecosistémico caribeño y otros elementos materiales y abstractos”. Verbigracia, “la tigre”, “papichulo”, “novios de rompe y raja”, “bimbín”, “pupú”, “por donde le dicen cirilo”.
La concepción erótica de Enriquillo Sánchez se debate entre dos extremos; uno, proveniente de su intelectualización del verso, el hombre como ente verbal; el otro, que proviene de la sensualidad innata del poeta, el hombre como ser erótico. En la oposición de los dos polos se produce la extraordinaria riqueza de pensamiento y la complejidad y pluralidad de su erotismo. Deseo por el placer y, a la vez, deseo por la poesía. Subrayo algo que me parece esencial: en la escritura de Enriquillo Sánchez no hay un erotismo si no que cohabitan diferentes erotismos: el masculino, el alquímico, el femenino, el lingüístico, el corporal, y otros que quizás se me escapen en la celeridad de estos apuntes.
Ya no se trata  de una variante irónica que parta de una filosofía convencional; en realidad ya no cabe denominarla filosofía  en un sentido conceptual, porque no es una idea sobre el amor la que Sánchez percibe, sino una reacción pesimista tras haberlo experimentado.  Es, sin embargo, filosófico en cuanto que el amor como experiencia resulta problemático y paradójico. El problema básico del amor, en  nuestro autor, consiste en la trascendencia de la soledad individual que se extiende a una comunicación intensificadora.
La asociación implícita  de lo erótico y lo espiritual constituye una “filosofía de la experiencia” más profunda que la de la religión del amor del siglo XV. La concepción del amor y el erotismo en la poesía de Sánchez se aleja de la tradición renacentista en el sentido de que ni las mujeres ni el amor son objeto de idealización. Su dama es siempre una criatura de carne y hueso dotada de sentimientos y de debilidades humanas, pero siempre hermosa y deseable, tirando siempre incesantemente de las cuerdas más sensibles del corazón del poeta e hiriéndolo cruelmente  en la conciencia. No existe un culto a un amor espiritual situado en un reino ajeno al erotismo o a la sensualidad, y el amor no constituye un martirio que se sufre pacientemente sometido a un servicio altruista; Enriquillo Sánchez no podía apoyar ni de labios para fuera una convención de esta naturaleza; su hipocresía le hubiera llegado al alma. El amor es siempre carnal, y la volubilidad y la infidelidad son sus complementos naturales en esa área, pero en ello nada hay esencialmente cínico o desvergonzado. El amor no es la más espiritual de las experiencias humanas, pero sí la más gloriosa por la felicidad temporal que puede provocar. Hay una filosofía moral implícita en la poesía erótica de Enriquillo Sánchez, y de acuerdo con ella se condena a sí  mismo, pero nunca condena   al amor ni a la mujer ni a la Naturaleza por haberla creado y convertido  su anhelo en el centro de la experiencia del hombre.
El cuerpo y sus arideces, el encuentro erótico y su violencia, el amor,  operan en la obra de Enriquillo Sánchez como un puente hacia el más hondo conocimiento de nosotros mismos. Entre la soledad y la comunión del acto sexual Enriquillo Sánchez se inclina por esta última: comunión.

Escrito por: PLINIO CHAHÍN

FIDEL CASTRO: GUERRILLERO DEL TIEMPO


Porque todos somos hojas del mismo árbol
Difícilmente haya alguien en República Dominicana que no conozca quién es Fidel Castro Ruz. Paradójicamente, son muy pocas las personas en este país que conocen en detalle su origen social y familiar. Ni siquiera tienen amplia idea de sus actividades políticas antes de que cobrara notoriedad por el derrocamiento de la dictadura de Fulgencio Batista y el inicio de una sociedad diferente en Cuba.
El libro Fidel Castro Ruz; Guerrillero del Tiempo contiene las memorias de un parte de la vida del líder de la revolución cubana. Es la versión narrada y recogida directamente por la periodista Katiuska Blanco Castiñeira. Con sus preguntas y comentarios, Katiuska muestra la acuciosa investigación que hizo sobre El Comandante y su familia, al tiempo que aporta precisiones importantes que le daban pie al contertulio para elaborar las respuestas. Es un libro extraordinariamente ameno que se lee muy rápido y se disfruta mucho.
La obra fue publicada por primera vez cuatro meses atrás, en febrero de 2012. Ahora se imprime en República Dominicana. Nuestra primera lectura de Guerrillero del Tiempo provocó una magnífica impresión. En ella descubrimos cómo el hijo de un terrateniente gallego, adinerado por demás, se educó bajo la tutela de hermanos lasallistas y sacerdotes jesuitas, hasta llegar a convertirse en el paladín de los desposeídos del continente americano y líder de una revolución orientada hacia la construcción de un régimen socialista a pesar de los esfuerzos en contrario de parte de Estados Unidos.
Entre sus primeros recuerdos de infancia, Fidel recuerda que su padre, Ángel Castro, era un gallego de carácter, de mal genio, que inspiraba respeto y constituía el símbolo de la autoridad. Sus ideas se correspondían con las de un hombre conservador aunque, desde el punto de vista humano, lo consideraba una persona muy generosa y solidaria. Su madre, la cubana Lina Ruz, procreó con Ángel una familia de cuatro hembras y tres varones
Los dominicanos disfrutaremos la lectura de este texto y apreciaremos las 167 fotografías pocas veces vistas que contienen los dos volúmenes. Se conocerán eventos que reflejan cómo, durante la infancia y la juventud de Fidel Castro, la solidaridad internacionalista fue reforzada a partir de las luchas del pueblo dominicano. Fue notable el impacto que tuvo en el joven escolar la participación en la guerra de independencia de Cuba de cinco dominicanos, del poblado de Baní, que alcanzaron rangos de General en el Ejército mambí. Los tres hermanos Marcano (Luis, Félix y Francisco), el teniente general Modesto Díaz y el generalísimo Máximo Gómez se afincaron firmemente en la conciencia de aquel joven.
A través de estos diálogos con Katiuska Blanco, se nos va dando el proceso de formación ética intelectual y política del líder cubano. Conoceremos de experiencias, realmente peligrosas, como cuando enfrentó, de forma casi suicida, a grupos gangsteriles que controlaban la Universidad de La Habana. También viviremos la intensa experiencia del bogotazo, cuando se sumó a la sublevación popular, ya por solidaridad con el pueblo colombiano como por el internacionalismo que le bullía en la sangre.
Siendo estudiante universitario, se convierte en uno de los más decididos luchadores contra la tiranía de Rafael Trujillo. Ya en 1947, a sus 21 años de edad, Fidel asume la Presidencia del Comité Pro Democracia Dominicana y se enrola como combatiente en la expedición armada que entonces se organizaba en Cayo Confites, un islote del archipiélago Norte cubano. A lo largo de toda su vida política, continuaría siendo solidario e internacionalista con los sectores progresistas de nuestro país. El comandante Enrique Jiménez Moya y el coronel Francisco Caamaño Deñó dieron, en su momento, testimonios de agradecimiento por la solidaridad revolucionaria cubana.
Fidel destaca en estas memorias las magníficas impresiones que en su juventud le provocaron dos dominicanos: Juan Bosch y Ramón Mejía del Castillo (a) Pichirilo.
De Bosch dice:
Muy pronto hicimos amistad. Entre tanta gente en el Cayo, a mí me gustaba conversar con él; de todos los dominicanos que conocí fue el que más me impresionó.
Más adelante en la obra, narra la operación de captura en alta mar de la goleta Angelita, propiedad del tirano Trujillo, en la que participó junto a Pichirilo. Allí exalta la figura de buen marino que tenía Pichirilo. Además, refuerza su admiración por este legendario personaje recordando su participación en la conducción del yate Granma que trasladó a los revolucionarios cubanos desde México hasta Cuba, para desarrollar la lucha guerrillera en la Sierra Maestra.
Asimismo, El Comandante cita un artículo suyo publicado en la revista Bohemia, escrito cuando los golpistas batistianos trataron de desacreditarlo con la acusación de estar vinculado a Trujillo. Decía entonces:
“Cuando esa hora llegue, Cuba sabrá que los que estamos dando nuestra sangre y nuestras vidas, somos sus hijos más leales y que las armas con que vamos a conquistar su libertad no las pagó Trujillo, sino el pueblo, centavo a centavo y peso a peso. Y si caemos, como le dijo Martí al ilustre dominicano Federico Henríquez y Carvajal, caeremos también por la libertad del pueblo dominicano.”
Katiuska Blanco Castiñeira en su presentación de Guerrillero del Tiempo, expresa:
El lector tendrá la oportunidad de recorrer con Fidel el camino de sus días, disfrutará de la naturalidad y transparencia con que va a hilvanando los hechos, puntos de vista, imágenes y sentimientos de la memoria; en un viaje desde la casa y los seres del pasado, hasta los desvelos, penurias, esperanzas y augurios de los días que corren.”
Esta autobiografía es una forma de proyectar hacia la historia las ideas íntimas de Fidel. “Porque todos somos hojas de un mismo árbol”. Y raíz de una misma tierra, diríamos nosotros, que, a pesar de las dificultades, seguirán siendo hermanos. En particular los cubanos, quienes han tenido en El Comandante el frondoso cedro que ha dado cobijo frente a las constantes agresiones desde el Norte revuelto y brutal logrando que la Revolución cubana sobreviva y se haya desarrollado por más de medio siglo.

Escrito por: HAMLET HERMANN

EL DUARTE DE MIGUEL NÚÑEZ

DANIEL BALCÁCER: EL DUARTE DE MIGUEL NÚÑEZ

De  Juan Pablo Duarte  solo se conoce una fotografía hecha en  Caracas  en 1873 cuando el patricio contaba con 60 años de edad.  A...