MORAL Y LUCES

MORAL Y LUCES

lunes, 29 de agosto de 2016

Por qué se está acabando el agua


BBC, iWonder
CascadaImage copyrightGETTY
Casi dos millones de personas se mueren al año por falta de agua potable. Y es probable que en 15 años la mitad de la población mundial viva en áreas en las que no habrá suficiente agua para todos.
Nuestro planeta contiene más de mil millones de billones de litros de H2O, pero poca se puede tomar.
Más del 97% del agua en la Tierra es salada. Dos tercios del agua dulce está retenida en glaciares y capas de hielo polar. De lo que queda, la mayor parte está atrapada en el suelo o en acuíferos subterráneos.
Eso deja disponible para la mayoría de los seres vivos una fracción mínima.
Y la humanidad no sólo la necesita para tomar: casi todo lo que hace involucra al agua de alguna manera.

¿Cuánto usa usted?

Es difícil imaginarse cuán alto es el consumo individual, si uno sólo piensa en lo que toma o lo que gasta duchándose o lavando la ropa. Pero hay un uso "escondido": el agua que se necesita para cultivar la comida que comemos y hacer los productos que usamos y consumimos.
El total del requerimiento global de agua al año es de más de cuatro billones de litros al año, y las fuentes naturales del precioso líquido ya no dan abasto.
¿Cuánto gastamos con lo que hacemos y en producir lo que consumimos?
GráficoImage copyrightBBC WORLD SERVICE
Fuente: AY Hoekstra y MM Mekonnen, 2012; MM Mekonnen y AY Hoekstra, 2011; AK Chapagain y AY Hoekstra, 2007 y MM Mekonnen y AY Hoekstra, 2010

Si se acaba

Sequía
Desde hace tiempo sabíamos que la escasez de agua potable amenazaba con convertirse en un grave problema para todo el mundo.
Cerca de una de cada diez personas en el planeta –casi 800 millones– no tiene acceso a fuentes seguras.
El Foro Económico Mundial y otras instituciones calculan que para 2030 habrá una demanda 40% más alta, que el planeta no podrá suministrar.
Eso afectará la agricultura, lo que aumentará los precios de los alimentos.
Y, como señala el geólogo Ian Steward, no es difícil imaginarse que si no se encuentra una solución pronto, la posibilidad de que estallen guerras por agua dulce es alta.

Para limpiar el agua sucia

Agua limpia y sucia
Los científicos han ideado una gama de tecnologías que podrían ayudar a lidiar con la crisis del agua.
Una forma de abordarla es usando botellas especiales para limpiar el agua sucia y tornarla en potable. Las botellas contienen unos filtros de tamaño nanométrico que pueden remover las bacterias y virus. Pero algunos contaminantes –como el plomo– se pueden colar. No obstante, las botellas se han utilizado con éxito en operaciones de rescate.
Otra opción es la conocida como "destilación por compresión de vapor", en la que se calienta el agua sucia para que se convierta en vapor y condensarla como agua potable.
Atardecer en el marImage copyrightTHINKSTOCK
Image caption"Agua, agua por doquier, ni una gota para beber"... a menos de que se le quite lo salada.
Así que purificar el agua sucia es posible, pero es costoso e ineficiente.
La solución más simple podría ser sencillamente mejorar la manera en la que administramos lo que tenemos. En los países en desarrollo, por ejemplo, se pierden 45 millones de metros cúbicos de agua dulce al día por fugas subterráneas.
Y, ¿qué tal si se pudiera usar agua del mar en vez de agua dulce? En 2009, unos científicos reportaron que habían desarrollado unos cultivos que toleraban la sal.
O quizás, hay una alternativa mejor...

Tornar el agua del mar en agua dulce, ¿la solución mágica?

GráficoImage copyrightBBC WORLD SERVICE
La desalinización parece ser la mejor solución para la crisis, pero no es tan simple como suena.
En la naturaleza, el proceso llamado ósmosis hace que el agua se mueva a través de una membrana semipermeable desde áreas con concentraciones bajas de sal a áreas de alta concentración.
Para desalinizar, tiene que ocurrir lo opuesto.
Se requiere mucha presión para forzar al agua a pasar por la membrana en la dirección contraria, lo que implica un gasto de energía alto que, además, resulta costoso.
Para que la desalinización se convierta en una alternativa viable, se necesita o mucha energía barata o la manera de hacer que el proceso sea más eficiente.

miércoles, 17 de agosto de 2016

Einstein


A los niños un poco vagos no les suelen gustar los estudios, pero eso no impide que dentro de ellos pueda esconderse todo un genio. Albert Einstein, uno de los mayores científicos de la historia, es el ejemplo perfecto. Aunque él fue uno de esos niños con pocas ganas de aprender lo más básico, al crecer comenzó a tener un gran interés por conocer cosas y, poco a poco, fue deshaciéndose de la pereza que lo poseía. Solo había que encontrar los estímulos necesarios: todo empezó nada más y nada menos que con una brújula.
Mientras la mayoría de los bebés ya están gateando y dando sus primeros pasos cuando rondan el año de edad, al pequeño Albert no le parecía agradar la idea de empezar a ponerse a andar. No fue lo único en lo que demostró ser un poco más lento de lo normal: hasta los dos años no se puso a usar palabras. El pequeño Einstein lo tenía todo para preocupar a sus familiares. Lentitud para aprender a andar, sin dotes para la conversación… ¿Qué sería lo próximo?
Sin embargo, cuando tenía cinco años, se produciría el acontecimiento con el que se comenzó a forjar al gran científico. A esa edad, Einstein estuvo en cama, enfermo. Para darle ánimos, su padre le regaló una brújula. Aquella era la primera vez que el joven Einstein veía un artefacto tan prodigioso: pusiera donde pusiera la brújula, su aguja siempre señalaba al mismo lugar.
Sorprendido, el pequeño preguntó cómo funcionaba. Pero que alguien le explicara los campos magnéticos no le valía. Él quería verlo con sus propios ojos: ¿esos campos se podían ver y oír?
Aquel regalo le despertó la curiosidad por la lectura y el funcionamiento de las cosas. Gracias a uno de esos libros que leyó ya con 15 años, se preguntó cómo sería montar sobre un rayo de luz y ‘navegar’ subido a él por el espacio exterior. Sería una de las primeras de tantas preguntas que intentaría resolver a lo largo de su vida y que luego estaría incluida en su aportación a la ciencia más conocida.
Sin embargo, esta curiosidad no sirvió para que Einstein dejara de ser un perezoso. Al menos, durante un tiempo. En el colegio demostró su maestría con las matemáticas, pero no parecía tan trabajador en materias como Química o Francés. Los profesores veían al joven como un alumno lento, demasiado lento, hasta el punto de que consideraban que se pensaba demasiado la respuesta a una pregunta antes de contestar. Su pereza iba a más: no practicaba deporte, rechazaba las órdenes que le daban y no conseguía aprender nada de memoria. Uno de los profesores del instituto le dijo que no llegaría a nada en la vida.
Afortunadamente estuvo rodeado de personas que, como su padre cuando le regaló la brújula, le incitaron el amor por la curiosidad. Su madre, Pauline, le enseñó a tocar el violín, mientras que su tío Jacob le enseñó las nociones básicas de álgebra. Además, Jacob motivó a su sobrino realizando experimentos en un taller que montaron juntos.
Quizá por esa desidia, Einstein abandona el colegio a los 15 años: despreciaba ese ambiente que no le permitía saciar su curiosidad. Ni siquiera tuvo mejor suerte con los exámenes de acceso a la Escuela Politécnica de Zúrich, con 16 años, aunque consiguió aprobarlos un año después.
Pero tampoco en esta institución fue capaz de quitarse la etiqueta de vago mientras estudiaba Física. Precisamente su profesor de Matemáticas lo llamó nada más y nada menos que “perro vago”. Fue el último de su promoción y, cuando terminó los estudios, se convirtió en el único que no recibió una oferta de empleo.
Con 23 años, dos años después de graduarse, sus amigos le encontraron un trabajo en la oficina de patentes de Berna (Suiza). Un puesto ideal para dar rienda suelta a su amor por la ciencia, ya que hacía las tareas diarias en apenas dos horas y dedicaba el resto de la jornada a este menester. Gracias al tiempo que le dedicaba, en apenas tres años formuló su famosa teoría de la relatividad especial, que entre otras muchas cosas demuestra que la relación espacio/tiempo no es constante en todo el universo, como se expone en la paradoja de los gemelos.
Sin embargo, este es uno solo de los muchos descubrimientos que hizo. Para entonces, ya no no tenía nada que ver con el bebé vago que se negaba a andar. Una brújula, la animadversión hacia la educación reglada y la curiosidad lo convirtieron en todo un genio. Ya lo decía él: “No tengo ningún talento especial. Solo soy especialmente curioso”.

martes, 16 de agosto de 2016

DISCURSO DE BOSCH EN CAPOTILLO*




* “Discurso del presidente Juan Bosch en Capotillo, el 16 de agosto de 1963, con motivo de la celebración del Centenario del inicio de la Guerra de la Restauración”


 


Señores miembros de la Comisión pro Celebración del Centenario de la Restauración;
Autoridades civiles y militares;

Dominicanos:

Hace cien años, entre la medianoche y el amanecer del 15 al 16 de agosto, catorce héroes entre los cuales uno no ha dejado su nombre a la Historia y otro era español, entraron en este lugar de Capotillo Español a comenzar la guerra restauradora.

La República había pasado a ser colonia española, un año y cinco meses antes: el 28 de marzo de 1961; y un año y cuatro meses antes de ese 16 de agosto, es decir, el 18 de abril de 1861, habían llegado a tierra dominicana las primeras fuerzas españolas.

España era, por esos días, una de las potencias militares más grandes y aquí, en la vecindad de nuestro país, en el vecindario de mar y de islas, tenía a un lado a Cuba y a otro lado a Puerto Rico, desde donde podía en cualquier momento, enviar fuerzas poderosas a esta tierra dominicana.

Sin embargo, nuestro pueblo que no había participado en el hecho histórico de que la República dejara de ser República para pasar a ser territorio dependiente de España, ese pueblo nuestro no había medido el poderío español, no le importaba cuántos cañones, ni cuántos barcos de guerra, ni cuántos miles de hombres, ni cuántos oficiales bien preparados podían combatir aquí contra ellos, es decir contra el pueblo.

Y desde el momento mismo en que Pedro Santana, hasta entonces presidente de la República Dominicana, declaró que esta República dejaba de ser República para ser colonia española, desde ese momento el pueblo dominicano comenzó a combatir para restaurar su República.

Y      hubo, entre el 18 de marzo y el 16 de agosto, muchos mártires; y hubo preparado un gran movimiento que debió haber comenzado el 27 de febrero de 1863, y que fracasó cuatro días antes porque uno de los que estaban en el secreto, habiendo bebido más de la cuenta, habló, y las autoridades españolas supieron a tiempo que ese movimiento iba a comenzar el 27 de febrero.
Entre los catorce hombres del 16 de agosto —en la noche del 15 al 16— que en las sombras de la noche entraron en nuestro país, por este lugar que entonces se llamaba Capotillo Español, doce por lo menos habían tomado parte en el movimiento fracasado del 27 de febrero.

Una derrota

En la vida de los hombres de acción, sean guerreros, libertadores, sean políticos, sean agricultores, sean industriales, una derrota no significa sino eso: una derrota. Pero el año tiene 365 días y a la derrota de hoy pueden seguir 364 victorias, y por eso al hombre de acción, sea guerrero o libertador, sea político, sea agricultor, sea industrial, no se derrota nunca mientras esté vivo. Los dominicanos que comenzaron aquí la guerra restauradora, dan un ejemplo de ello. Habían tenido que huir unos meses antes, pero a partir del 16 de agosto, de ellos huyeron los españoles, ellos no volvieron a huir más, y los que desde aquí fueron de triunfo en triunfo pasando por los incendios de Guayubín, y de Santiago, y de Moca, hasta volver a colocar la bandera de la cruz blanca en el Homenaje de la Capital de la República, en señal de que habían restaurado esta Patria que Pedro Santana entregó, y que ellos rescataron y devolvieron al mundo de las naciones libres.

La Guerra Restauradora es el acontecimiento histórico más importante de la República Dominicana. Y es el más importante porque en él tomó parte directa, activa y principal el propio pueblo dominicano. No fue una guerra hecha por caudillos, fue una guerra hecha por el pueblo.

La guerra, como es claro, dio caudillos a los que probaron durante los catorce meses de la acción que eran más bravos, más capaces y más desinteresados al servicio de la causa de la libertad. Pero la guerra fue hecha por el pueblo, a tal extremo de que entre los presos del 27 de febrero de 1863 en Santiago, los había peones, y sastres, y zapateros, y las armas con que contaban eran especies arrancadas de las cercas de los campos, piedras y pedazos de madera que habían afilado como lanzas.

El pueblo fue el que entró en Santiago en septiembre, a principios de septiembre, a miles de hombres para sitiar la ciudad y quemarla antes que dejarla esclava en manos españoles. Del pueblo, de esa lucha de catorce meses contra un ejército bien disciplinado y bien equipado, salieron hombres de la categoría de Gregorio Luperón; salieron los hombres que desde 1865 hasta el final del siglo pasado, gobernaron en este país y lo hicieron progresar de manera asombrosa, porque la guerra restauradora no fue solamente una guerra para libertar a la República Dominicana y para restaurarla, sino que fue una guerra revolucionaria, y después que terminó, y los hombres que la dirigieron alcanzaron el Poder, de esa guerra salieron los ferrocarriles, y los cables interoceánicos, y los vapores y la luz eléctrica, y los centrales azucareros, las primeras manifestaciones de verdadero progreso que tuvo la República Dominicana.

Si esa guerra dio grandes hombres y produjo una revolución, y después se agotó para terminar en una tiranía, que fue la tiranía de Ulises Heureaux, a quien el pueblo llamaba Lilís, la responsabilidad de ese agotamiento y de esa tiranía final no puede caer sobre los hombros de quienes hicieron la guerra en Capotillo y la convirtieron después en un régimen progresista. Tiene que caer, así como la responsabilidad mayor de la guerra estuvo en el pueblo, la responsabilidad mayor del fracaso del régimen político que produjo la Restauración, está también en el pueblo, porque una democracia no se sostiene si no hay un pueblo que la practique y la defienda; no puede surgir un tirano donde haya un pueblo dispuesto a defender la libertad.

Gratitud

Hoy, a cien años de distancia, estamos aquí rindiendo homenaje a los héroes de Capotillo y somos conscientes de que si estamos en este momento hablando ante ustedes y ante la representación del ejército restaurador, que está ahí en frente, y ante todo el país que nos escucha, lo debemos también a los restauradores, porque si ellos no hubieran hecho libre esta República el pueblo no hubiera sido libre para elegir libremente un gobierno constitucional.

Es así como a la distancia de cien años el árbol que ellos sembraron está dando frutos. Frutos tardíos, porque en este país no debió haber ocurrido nunca, después de esa guerra de tantos sacrificios, de esa guerra tan heroica, de esa guerra tan hermosa, no debió de haber ocurrido nunca, repetimos, que el pueblo perdiera su libertad y que tuviera que celebrar, como si se tratara de un nacimiento de la Patria otra vez, el nacimiento de esa libertad y el ejercicio del derecho democrático, que le permite cada cuatro años decir: “A este queremos que nos gobierne, y no aquel, ni aquel otro, ni al de más allá”. Sin esa facultad, sin la facultad de elegir libremente, no hay soberanía popular, y si no hay soberanía popular, la democracia es una mentira.

La guerra restauradora la hizo el pueblo, y el pueblo ha tardado cien años en poder ir libremente a las urnas para escoger a quien él haya querido —el mejor o el peor, no importa— pero a quien él haya querido.

Cien años parece un tiempo muy largo. Si hubiéramos podido hacer esto desde entonces hasta hoy, con la riqueza de nuestra tierra, con la inteligencia natural de nuestro pueblo, con la bondad natural del pueblo, con la decencia natural del pueblo y con los hombres de extraordinaria capacidad, en todos los campos, que hemos dado, este país estaría hoy a la cabeza de los países de su tamaño de América Latina. No lo estamos, desdichadamente, pero tenemos que estarlo, debemos alcanzarlos.

La bandera de la cruz blanca flota en cielo libre pero no tiene todavía el lugar que le corresponde en este concierto de países latinoamericanos. No lo tiene, porque nuestro pueblo no ha podido alcanzar la posición que él desea y la posición que puede conquistar, si trabaja y es capaz de seguir el ejemplo de los catorce hombres que entraron por Capotillo Español para restaurar la libertad de la República.

Dominicanos:

Esta noche es hora de hablar de los sucesos políticos actuales. Esta es la hora de pensar unidos, en silencio y con gratitud en el ejemplo de los hombres gracias a los cuales nosotros podemos reunirnos hoy aquí, y nosotros podemos llamarnos dominicanos. Ellos se unieron resuelta y valientemente ante un enemigo poderoso; los dominicanos deben unirse y luchar resuelta y valientemente contra la miseria, contra la ignorancia, contra la maldad, contra la enfermedad. Ellos conquistaron la libertad nacional para todos los dominicanos y nosotros tenemos que darle a esa libertad nacional la sustancia necesaria para que nuestro pueblo pueda sentarse en primera fila entre los pueblos libres de América y pueda sentarse con justificado orgullo. Esa sustancia es la justicia social.

Cien años después de la lucha en acción el pueblo ha seguido uno detrás de otro, el obrero del campesino y el campe-sino del agricultor y el agricultor del abogado y el abogado del comerciante, el pueblo entero unido restauró esa República, cien años después nosotros no podemos sentarnos a disfrutar esa República (faltan aquí siete u ocho palabras que no se entendieron por defecto en la recepción) si no cumplimos con el deber de engrandecerla, luchando, enriqueciéndola, para que podamos disfrutar todos la libertad que ellos crearon y la justicia social que Dios, que está en los Cielos, demanda para los hombres en la Tierra.

BOSCH RECLAMA UNIDAD*

Estamos aquí, legisladores, ciudadanos, prelados, militares, niños y jóvenes y ancianos, hombres y mujeres, pueblo y Gobierno y representantes de naciones extranjeras conmemorando un hecho que comenzó hace hoy un siglo: la guerra de los dominicanos para restaurar su República.
Si hemos de ser justos, la lucha conocida en nuestra historia con el nombre de Restauración comenzó desde el momento mismo en que el general Pedro Santana proclamó la anexión de nuestro país a la Corona española. Los mártires que dieron la sustancia de sus vidas para alimentar el coraje dominicano antes del 16 de agosto, van desde el ciego José Contreras hasta el epónimo Francisco del Rosario Sánchez; son gentes humildes de nombres desconocidos o Padres de la Patria; los hay que apenas se hacen entender en la lengua elemental de los campos cibaeños y los que al morir musitan sentencias en latín.

Pero el turbión de la lucha reventó de verdad en Capotillo Español el 16 de agosto de 1863 el empuje del pueblo. Entre los héroes de ese día hay uno cuyo nombre no recuerda nadie; y hay también un español, el corneta Angulo, como para que no fallara esa curiosa matemática del heroísmo que ha colocado en todo país de América a un hijo de España en cada combate por la libertad.

*   El Caribe, Santo Domingo, 17 de agosto de 1963, p. 8.

viernes, 12 de agosto de 2016

Fidel, 90 años haciendo vivir


El 13 de agosto de 1926 nacía Fidel Castro. Mañana cumple 90 años. ¡Felicidades, Comandante en Jefe!

Fidel es la gran personalidad política del último siglo. Como mejor intérprete y continuador de las tradiciones independentistas, antiimperialistas y revolucionarias del pueblo cubano, ha sido guía y baluarte de la Revolución Cubana, abriendo siempre la marcha hacia las sucesivas victorias que su pueblo -gigante en heroicidad, aunque pequeño en número- ha logrado frente al más poderoso imperio de la historia.

La unión de una inteligencia política excepcional con los ideales socialistas, una capacidad de liderazgo difícil de igualar y una voluntad de lucha inclaudicable ha sido la combinación imprescindible que ha hecho de Fidel el líder necesario para procurar y sostener la grandiosa victoria del 1 de enero de 1959. Actuales siguen siendo las palabras de Che Guevara sobre Fidel: “Si nosotros estamos hoy aquí y la Revolución Cubana está aquí, es sencillamente porque Fidel entró primero en el Moncada, porque bajó primero del Granma, porque estuvo primero en la Sierra, porque fue a Playa Girón en un tanque, porque cuando había una inundación fue allá y hubo pelea porque no lo dejaban entrar. Por eso nuestro pueblo tiene esa confianza tan inmensa en su Comandante en Jefe, porque tiene, como nadie en Cuba, la cualidad de tener todas las autoridades morales posibles para pedir cualquier sacrificio en nombre de la Revolución”
.
La esclarecida conciencia de Fidel sobre los problemas de los pueblos del mundo y su lucha tenaz para solucionarlos, comenzando por la solidaridad internacionalista practicada por la Revolución Cubana, lo han convertido en la voz de las masas explotadas y oprimidas de todos los continentes, en un líder comunista mundial profundamente consciente de las necesidades de su tiempo, tal como lo estuvo Lenin en el suyo.
Cuando eran clausurados los regímenes socialistas del Este europeo y se desmantelaba a marchas forzadas la Unión Soviética, la determinación de Fidel y del Partido Comunista de Cuba de continuar la senda socialista convirtió a Cuba en faro de los pueblos del mundo para proseguir la lucha contra el capitalismo, demostrando con su ejemplo que sí se puede vencer grandes obstáculos con ideas, principios y táctica adecuada. Esta decisión y la lucha contra el criminal bloqueo yanqui terminaron de catapultar a Fidel y Cuba como referencia mundial de los pueblos.

Fidel nos representa cuando en la Cumbre de Río, en 1992, afirma: “Si se quiere salvar a la humanidad... hágase más racional la vida humana. Aplíquese un orden económico internacional justo. Utilícese toda la ciencia necesaria para un desarrollo sostenido sin contaminación. Páguese la deuda ecológica y no la deuda externa. Desaparezca el hambre y no el hombre”. O cuando, en 2005, crea el Contingente Médico internacionalista “Henry Reeve”, cuya cooperación lo mismo ha salvado vidas en Paquistán, tras el devastador terremoto de ese mismo año, que lo ha hecho en Africa Occidental durante la reciente y mortal epidemia de Ébola que azotó las poblaciones de Guinea, Liberia o Sierra Leona. También cuando pone su extraordinaria autoridad moral a ser la voz mundial por la paz, denunciando las agresiones de la OTAN para “adueñarse cada vez más de los recursos y el fruto del trabajo de los pueblos” o reclamando el desarme con esta inequívoca frase: “Sostengo el criterio de que ningún país grande o pequeño tiene el derecho a poseer armas nucleares”.

Por todo ello y mucho más, hoy, la Plataforma Canaria de Solidaridad con los Pueblos no quiere dejar pasar esta fecha histórica para seguir exigiendo el fin del bastardo bloqueo yanqui contra Cuba, así como la devolución del territorio usurpado de Guantánamo (en manos de EEUU desde 1903) a la soberanía cubana, al tiempo que une su voz a las voces de millones de mujeres, hombres, niños y niñas, a las de millones de trabajadores que en las más distantes latitudes del planeta dicen con alegría y orgullo: “ Gracias, Fidel. Feliz cumpleaños, Comandante del Futuro. Hasta la victoria siempre”.

EL DUARTE DE MIGUEL NÚÑEZ

DANIEL BALCÁCER: EL DUARTE DE MIGUEL NÚÑEZ

De  Juan Pablo Duarte  solo se conoce una fotografía hecha en  Caracas  en 1873 cuando el patricio contaba con 60 años de edad.  A...