MORAL Y LUCES

MORAL Y LUCES

miércoles, 8 de abril de 2020

Merengue la Protesta - La invasión del 16 -

Repercuciones de la ocupación USA de 1916 a República Dominicana



Repercuciones de la ocupación USA de 1916 a República Dominicana
Invasión USA a República Dominicana 1916
Por José Vásquez Romero
Al conmemorarse un siglo de la ocupación USA de 1916 en la República Dominicana, es oportuno reflexionar acerca de las repercusiones que tuvo aquél acontecimiento en la vida de la ciudadanía en los planos económico, político, social y cultural.
Es inocultable que, en el contexto de aquella prolongada presencia directa, durante ocho años de las fuerzas militares del poderoso país del Norte, se introdujeron medidas en el tren gubernamental, como en el seno de la sociedad que provocaron cambios a corto, mediano y largo plazo en el modo de ser, pensar y actuar de la población. Dicha modificación en la mentalidad del país no fue casual, dado que el propósito fundamental de aquella cruzada imperialista, tenía como misión principal, propiciar justamente el desarrollo de un proceso de cambios sociales y culturales, dirigidos o planificados, orientados a superar las condiciones de atraso secular, que garantizaran un ambiente de gobernabilidad a corto, mediano y largo plazo, en consonancia con sus intereses estratégicos en la República Dominicana.
Por eso desarticularon las principales instituciones del país, como los cuerpos castrenses, la educación la salud, la judicatura y todo el ordenamiento jurídico-legal, en términos del cual se sustentaba por ejemplo, la propiedad de la tierra, uno de los principales ejes representativos de sus intereses. Además sus reformas contribuyeron a reducir el poder absoluto de la Iglesia Católica sobre la sociedad, al introducir el matrimonio civil como una modalidad legalmente válida, al igual que el matrimonio canónico.
José Vásquez
José Vásquez
Sobre todo, con su retirada a partir del mes de julio del año 1924, quedó desarticulado para siempre, el sistema de caudillos regionales dispersos, que imposibilitaba la gobernabilidad del país, y que ya había sufrido fuertes reveces en el contexto de la política de exterminio desarrollada por el presidente Ramón Cáceres, hasta el año 1911 en que fue decapitado. Y que con ponderado realismo y pragmatismo, mantuvo una actitud obediente frente a los requerimientos financieros de los acreedores de USA.
Es preciso destacar que, los norteamericanos no tuvieron en sus perspectivas mantener ocupado el territorio dominicano indefinidamente o más allá de lo conveniente. Si esa hubiese sido su intensión, no se lo hubiese impedido ninguna fuerza nacionalista por poderosa que ésta fuese; el ejemplo de puerto Rico ilustra adecuadamente nuestra afirmación, donde intervinieron en el año1898 en el contexto de la Guerra Hispanoamericana con el deliberado propósito de permanecer indefinidamente. Es decir lo más importante para los Estados Unidos, luego de abolir el sistema de caudillos, era propiciar las condiciones para instaurar un régimen sumiso a sus dictámenes.
Su primer intento en tal sentido lo ejecutaron frente al gobierno provisional de francisco Henríquez y Carvajal, sin obtener los resultados esperados. Dado que éste gobernante que asume la presidencia transitoria, ante el vacío institucional dejado por Jimenes se resistió a ser una marioneta de USA. Por lo que fue forzado a dimitir del cargo, ante la asfixia económica que representó la retención de los fondos por parte del Receptor de Aduanas, como táctica orientada a someterlo a la obediencia u obligarlo a renunciar, como al efecto ocurrió.
Entonces la ocupación de la República Dominicana respondió a una maniobra geoestratégica de carácter político y económico, que incluyó la totalidad del territorio insular. Por eso ocuparon Haití Diez (10) meses antes, específicamente en el mes de julio de 1915.
LAS RIVALIDADES INTERNAS, Y EL CLIMA DE VULNERABILIDAD DEL PAÍS.
En el mes de mayo del año 1916, la sociedad dominicana soportaba un estado de anarquía generalizada, que imposibilitaba la aplicación efectiva de ningún plan o programa de desarrollo, concebido desde la cúpula del Estado, dirigido por el presidente Juan Isidro Jimenes Pereyra, otrora caudillo del partido bolo o jimenista.
Aquél estado de inestabilidad e ingobernabilidad, era la herencia de la lucha fratricida y fanática, protagonizada por los dos principales grupos políticos que se disputaron el electorado, desde la ejecución del primer golpe de Estado de un vicepresidente contra un primer mandatario, como el perpetrado por Horacio Vásquez frente a Jimenes durante su primer mandato, en el año 1902, luego de la decapitación de Lilís.
Peor aún fue la posterior división del partido jimenista, acaudillado por el general Desiderio Arias, quien creó el bando político denominado, “bolos patas prietas”, para resistir contra el gobierno del presidente Jimenes, por puras rivalidades caudillistas tras las cuales se ocultaba la ambición de poder, en una sociedad cuyo único mecanismo de movilidad social y progreso personal, era la actividad política.
Dado que Desiderio, además de jefe político de la citada facción del partido jimenista, ostentaba la condición de Ministro de Guerra, lo cual le daba poderes extraordinarios para maniobrar a su antojo, el presidente Jimenes, ya viejo y enfermo se vio inhabilitado para restaurar el clima de paz y sosiego requerido, tanto por los dominicanos, como por los EE. UU.
En medio de ésta vorágine, el país se hizo más vulnerable que en cualquier otra coyuntura, a la amenaza de intervención militar por parte de Los Estados Unidos de Norteamérica. De forma que, luego de la proclamación de un ultimátum enviado por el presidente Woodrow Wilson a los bandos en pugna en la República Dominicana, para que depusieran las armas a fin restaurar el orden, se produjo el primer desembarco de tropas en territorio dominicano.
LOS INTERESES ESTADOUNIDENSES.
La imperiosa necesidad mostrada por USA para que en el país se restaurara el orden institucional, no guardaba ninguna relación con sentimientos de amistad o preocupación por el bienestar de los dominicanos. No, a los norteamericanos les preocupaban las amenazas a que se exponían sus inversiones financieras e industriales en un país acosado por la guerra, como un mal endémico del periodo decimonónico, recrudecido tras el asesinato del presidente Ramón Cáceres.
Es decir, los Norteamericanos estaban interesados en que, el gobierno dominicano aplicara la célebre “Nota 14”, contenida en la Convención Domínico-Americana aprobada en el año 1907, durante el mandato de Cáceres, el cual fue garante leal de que el Estado dominicano cumpliera con las acreencias pendientes con la banca anglosajona. La referida nota, contenía el compromiso establecido en la convención del citado año, consistente en dar potestad al gobierno de Woodrow Wilson, para nombrar tanto al Receptor de Aduanas, y toda su empleomanía, como al comandante de la Guardia Nacional.
En razón de que el gobierno jimenista no pudo complacer los deseos de Wilson, debido a la presión interna de los nacionalistas, así como por ciertos escrúpulos y convicciones patrióticas, se vio precisado a renunciar, ante la presencia inminente e imponente de las fuerzas de infantería de la marina de guerra del que ya se perfilaba como el país más poderoso de la tierra; reemplazando a Inglaterra y Alemania, que antes de la Primera Guerra Mundial ostentaban la supremacía del control colonial del ultra-continental.
EL CONTEXTO INTERNACIONAL DE LA COYUNTURA
Dos preocupaciones primordiales empujaron a USA a decidir la ocupación del país: primera, el avance de los alemanes, quienes emplearon el recurso militar de los submarinos, como última alternativa ante la derrota sufrida por su infantería frente a la ofensiva militar avasallante de la Triple Alianza”, y por lo cual, para 1917 declararon una envestida generalizada mediante estos recursos bélicos;  segundo, la inocultable inclinación de Jimenes hacia Alemania, que a lo largo del siglo XIX, había sido el primer socio comercial del país, y el principal destino de los bienes y servicios producidos en la República Dominicana. Además la condición del dominicano más rico durante el siglo antepasado, ostentada por Jimenes, siendo por tanto el mayor exportador, de productos agroindustriales a la patria de Otto Von Bismark, lo hacía más próximo al poderoso país europeo y lo situaba, por ende, a mayor distancia de Washington. De manera que, la decisión de ocupar el país en medio de la Primera Guerra Mundial, implicó una estrategia de doble perspectiva; es decir, había en ella una mirada geopolítica y geoeconómica.
LAS PRINCIPALES MEDIDAS DEL GOBIERNO DE OCUPACIÓN
Entre las ejecutorias de éste régimen de fuerza se destacó una vasta serie de medidas, al amparo de un conjunto de órdenes Ejecutivas, que les sirvieron de sustento jurídico-legal. En tal sentido, la Orden Ejecutiva núm. 47, dio lugar a la creación del cuerpo militar sustituto de las antiguas instituciones castrenses dominicanas, y que el gobierno militar anglosajón denominó: Guardia Nacional Dominicana.
Este nuevo cuerpo armado surge como una fuerza policial-militar destinada a reprimir y a pacificar el país mediante la coerción. Constituyó el reemplazo de instancias armadas como: la Guardia Republicana, que sirvió como punta de lanza al gobierno cacerista durante el periodo, 1906-1911; b) el ejército; c) la Marina y d) la guardia fronteriza.
El carácter dictatorial del régimen norteamericano en el país se sustentó en aparatos jurídicos seudo-legales, encabezados por un juez militar denominado “preboste”, quien ejecutaba la tristemente célebre “ley prebostal” de manera arbitraria. Esto implicó, por supuesto, la supresión del maltrecho sistema judicial dominicano, y todas las garantías constitucionales previstas en el mismo.
Ahora bien, era indispensable, a los fines de los intereses de los invasores, la reestructuración o desarticulación de los viejos cuerpos armados dominicanos, todos, herencias de las guerras patria de 1844 y 1863, respectivamente. Pues a partir de la Guerra de la Restauración, cuyo inicio está marcado con esta última fecha, surgió el sistema de caudillos que durante todo el siglo antepasado representó uno de los mayores rompe-cabeza de los norteamericanos, para preservar sus inversiones, en un ambiente de gobernabilidad y estabilidad políticas adecuadas.
La educación.
Otras medidas del gobierno dictatorial de ocupación fueron, las reformas al sistema educativo, en el que se destaca la creación del Concejo Nacional de Educación, además de otras mejoras que produjeron un incremento sin precedentes en la matrícula estudiantil de todos los niveles educativos.
Un claro indicador de los niveles de atraso vigentes en el país a la llegada de las tropas estadounidenses, se revela en la proporción de analfabetas absolutos, la cual ascendía a un 90 por ciento de la población en edad escolar, que era de 200,000 personas. De este universo, solo unos 14,000 estaban matriculados en distintos grados escolares.

Para revertir esta realidad, la primera medida tomada por el Contralmirante Henry Knapp, fue dictar la Orden Ejecutiva Num. 25, del 19 de enero de 1917, procediendo a nombrar una comisión conformada por Monseñor Nouel como presidente, Pelegrín Castillo, Jacinto de Castro Manuel Ubaldo Gómez, Mauel de Js. Troncoso de la Concha, Federico Velázquez y Julio Ortega Frier, como miembros. Dicha comisión concluyó elaborando un Código educativo antes de concluir el año. Este Código estaba compuesto por seis leyes, entre las cuales se estipulaba la gratuidad y la obligatoriedad de la educación, para las edades oscilantes entre los 7-14 años de edad.
Un factor favorable al desarrollo cuantitativo del sistema educativo en este periodo consistió en la integración de la comunidad en forma gratuita al proceso de construcción de escuelas; las cuales resultaban más baratas porque además eran construidas con materiales de la flora nativa, por lo que no había que pagar costo alguno. De modo que, al finalizar el año 1920, se había erigido un total de 150 planteles escolares en todo el territorio nacional.
Para 1920, el 50 por ciento de la población en edad escolar, que como se vio era de 200,000 personas, estaban matriculados en diferentes escuelas. Este hecho se vio favorecido además por el incremento sin precedentes de los sueldos a los educadores, a un monto por más del cien por ciento; es decir los maestros rurales, que antes de la ocupación ganaban U$ 8 .00, ahora ganaban U$ 15.00; y los maestro urbanos que antes ganaban solo U$60.00, ahora ganaban U$ 150.00.
Una herencia positiva de poderosa incidencia en la sociedad dominicana, fue la institucionalización de las sociedades de padres y amigos de la escuela. Estas organizaciones comunitarias se crearon al fragor de los esfuerzos por mejorar las condiciones infraestructurales del sistema, en un proceso en el que, como se dijo, se multiplicaron exponencialmente las edificaciones escolares a escala nacional. Estas medidas se tradujeron también en mecanismos de contrainsurgencia, mediante las cuales los caudillos aventureros perdían prestigio.
INDICADORE DE PROGRESO EN EL AREA DE LA SALUD
También se estructuró un nuevo sistema de salud, basado en la creación del Ministerio de Salud y Sanidad. Esto fue posible mediante la centralización de las actividades de salud, antes dispersas en los municipios, a cargo de los ayuntamientos; permitiendo organizar un nuevo sistema de cuarentena, así como la creación de instituciones hospitalarias en las cabeceras de las principales provincias: San pedro de Macorís, Santo Domingo y Santiago.
Mediante la Orden Ejecutiva Num. 196, Henry Knapp decretó la estructuración del Ministerio de sanidad y Beneficencia, que para el año 1919 operaba bajo una legislación que unificó el sistema de salud a escala nacional. Un claro indicador de los niveles de atraso en materia de salud lo revela el hecho de que en el país solo había 95 profesionales de la medicina entre doctores y licenciados. Lo que promediaba un médico por cada 8,500 pacientes potenciales. Esta relación podía variar de, 2,500 pacientes por médico en algunas provincias, a la suma exorbitante de 30,000 pacientes por médico en el peor de los casos.

También se estableció un sistema de cuarentena más eficiente, se crearon zonas de tolerancia para el ejercicio del trabajo sexual, se definió un régimen de adecuado control de drogas narcóticas, se estableció entre un 10 y un 15 por ciento de los arbitrios municipales para la salud, y también se fundó una lotería, que en solo seis meses produjo ingresos por un monto de U$ 125,000.
LAS OBRAS PÚBLICAS
En este plano se desarrolló un vasto programa construcciones de carreteras, unas que habían sido planeadas e iniciadas por el presidente Ramón Cáceres y otras nuevas, como la Autopista Duarte Santo Domingo-Santiago, además de mejoras a las obras ferroviarias, ya existentes, así como puertos, edificaciones y una amplia  red de telecomunicaciones.
Otra acción de reformas operó sobre el viejo sistema legal de la propiedad territorial. La ley Torrens de origen inglés, rigió el nuevo proceso de partición de terrenos: latifundios y minifundios. Se impuso un alto tributo a la propiedad de la tierra, y a quien no lo pagaba se le expropiaba su parcela. Esta fue una de las causas principales de la resistencia de los gavilleros del Este del país, zona en la que los norteamericanos instauraron el mayor complejo de ingenios azucareros, para los cuales requerían inmensas extensiones de tierra.
RESISTENCIA A LOS OCUPANTES
El movimiento de resistencia contra la ocupación tuvo dos modalidades; una diplomática y otra guerrillera. La primera fue una expresión de la intelectualidad, la incipiente burguesía y la clase media urbana, que empleó la denuncia internacional y la prensa como su principal arma de combate. Los máximos representantes de esta lucha cívica fueron; Francisco y Federico Henríquez y Carvajal, pedro y Max Henríquez Ureña, Apolinar Henríquez, Américo Lugo y Fabio Fiallo, entre otros.
El programa de este movimiento se fundamentaba en: primero, desarrollar una campaña de denuncia en los EE.UU.,  América Latina y Europa;  segundo, luchar por la preservación de la unidad de los diferentes sectores opuestos a la ocupación  garantizando su negativa a firmar cualquier pacto o acuerdo que pudiese legitimar la presencia de las tropas estadounidenses en el país; tercero formación de una institución nacionalista que vino a ser luego la Unión Nacional Dominicana, la cual funcionó en el exterior mediante tres embajadas para la denuncia internacional: una en los Estados Unido, otra en Europa Latino América. También se organizaron Juntas Nacionalista que sirvieron como recaudadoras de finanzas para la causa. El clima dictatorial dominante en el país la dirección de los nacionalistas se instauró en Cuba, donde había residido Francisco Henríquez y Carvajal, quien la presidió.
La Unión Nacional Dominicana se fundó el 8 de febrero de 1920, momento a partir del cual dejó establecida su declaración de principios rectores, que se denominaron “Credo Nacional”.
Una de las figuras más señeras en la lucha por la restitución de la soberanía fue la maestra Ercilia Pepín, quien al momento de la ocupación tenía un Instituto de Señoritas, el cual clausuró para dedicarse a concientizar a la población, sobre todo a la juventud en torno a la necesidad de defender la soberanía. Instaba en sus conferencias patrióticas al canto y aprendizaje del himno nacional dominicano.
LA RESISTENCIA ARMADA
Esta estuvo representada en primera instancia, por los rebeldes de origen civil y militar atrincherados en el cerro de la Barranquita, situada en la provincia Valverde (Mao), y sobre todo por los campesinos del Este, denominados gavilleros, la mayoría de los cuales fueron víctimas de la expropiación de sus tierras, a raíz de la puesta en vigencia de la “Ley Torrens”, instrumento jurídico-legal mediante el cual los ocupantes despojaron de sus propiedades a los campesinos minifundistas y latifundistas) para convertirlas en haciendas azucareras.  Claro que entre los insurrectos del Este había caudillos regionales herederos de las luchas del siglo XIX, como Martín peguero, Salustiano (Chachá) Coicochea, Ramón Natera, Vicente evangelista, Ramón Batías, entre otros.
Un claro indicador del carácter cruento de aquella resistencia lo muestran, las estadísticas registradas al respecto: a lo largo del proceso se escenificaron más de 300 combates, los cuales estuvieron constituidos por columnas guerrilleras, que muchas veces ascendieron a 500 insurgentes simultáneamente. El saldo de muertos en combates frente a las fuerzas interventoras superó las 1,000 víctimas.
Los principales mecanismos de insurgencia fueron, los ataques violentos a los intereses estadounidenses, las confiscaciones de propiedades, bienes y servicios de uso doméstico, como alimentos vestimenta, animales, entre otros; así como secuestros de extranjeros directa o indirectamente vinculados a los ocupantes.
En el lado opuesto, funcionó un brutal sistema de torturas organizado por las fuerzas militares extranjeras, entre las que se cuentan, el suplicio del agua, el tortor de la soga, y otras crueldades similares, siempre con el propósito de obtener confesiones y de amedrentar a la población. Una de las figuras emblemáticas en tal sentido fue cayo Báez, a quien se le torturó en el año 1920, hasta la inconciencia para obtener confesiones que él se negó a ofrecer; pues éste dominicano de origen petromacorisano, puso en evidencia una reciedumbre moral con perfiles estoicos, que desconcertó a sus verdugos; Cayo Báez quedó estigmatizado físicamente por las torturas, pero su alma diáfana y transparente como un cristal lo inmortalizaron en la memoria popular dominicana.  La revista “Las Letras” donde se publicó la imagen de éste mártir torturado, fue clausurada y su director Blanco Fombona fue exiliado. Otras víctimas de torturas y asesinato fueron Gregorio Urbano Gilbert y Oliborio Mateo, respectivamente.
EL PLAN DE EVACUACIÓN DE LAS TROPAS.
Al plan mediante el cual se negoció la restauración de la soberanía formal del Estado dominicano, y la consiguiente retirada de las tropas militares se le denominó, “Plan Hughe-Peynado”. Dicho pacto consistió en un conjunto de aspectos, en los que el mayor beneficiado fue EE.UU.; es decir lo único favorable para los dominicanos/as fue que a partir de su retirada no nos gobernarían directamente, sino a través del conjunto de medidas y órdenes ejecutivas decretadas en el contexto de su mandato dictatorial de ocho (8) años, y que quedaron vigentes hasta que Rafael L. Trujillo pagó la deuda en el año 1947. El gobierno militar fue ejercido mediante el nombramiento de cuatro (4) gobernadores oficiales, pues hubo algunos provisionales que promediaron en el poder dos (2) años cada uno. Siguiendo la cronología de sus mandatos estos fueron: Henry Knapp, Thomas Snowden, Samuel Robinson y Harry Lee.
En octubre de 1922, a raíz de la entrada en vigencia del pacto Hughes-Peynado, fue nombrado como presidente provisorio el hacendado del Este Juan Bautista Vicini Burgos. El mismo se encargó de garantizar la transición política, mediante la organización de elecciones efectuadas en mayo de 1924, y en la que participaron Horacio Vásquez y Peynado, resultando ganador Vásquez. Harry Lee, último gobernador, abandona el país luego de concluidas dichas elecciones. Esto evidencia que el papel de Vicini Burgos fue solo protocolar.
Como epílogo debe resaltarse que, la dictadura trujillista fue un producto del período de ocupación militar estadounidense, dado que además de ser uno de los principales perseguidores de gavilleros, aprendió las artes de tortura más inhumanas y crueles en el contexto de aquél régimen de ocupación. A la llegada de las tropas anglosajonas en la fecha indicada, Trujillo había cumplido 24 años de edad; por lo que estaba lo suficientemente maduro para servir con eficacia a la causa oprobiosa de los invasores. Además el autoritarismo se consolidó en estas dos coyunturas estelares en forma más lacerante que en cualquier época de nuestra convulsionada historia; y quedó impregnado en la vida institucional y en la mentalidad dominicana; derivando de aquí también, el carácter conservador de nuestra sociedad. Fue en aquél periodo en que se forjaron los militares más represivos, que luego de la instauración de la dictadura trujillista continuaron aplicando el mismo patrón. Entre ellos pueden citarse: Emilio Ludovino Fernández, Fausto Caamaño Medina, Ramón Emilio Jiménez, Mélido Marte, entre otros.
Santo Domingo, República Dominicana
22 de septiembre, 2016.


martes, 7 de abril de 2020

La pandemia pone al desnudo la crueldad del capitalismo neoliberal

Noam Chomsky: «La escasez de ventiladores revela la crueldad del capitalismo neoliberal»

C.J. Polychroniou, Truthout, Rebelión
Traducido por Paco Muñoz de Bustillo

El Covid-19 ha tomado el mundo por asalto. Hay cientos de miles de personas infectadas (posiblemente muchas más que los casos confirmados), la lista de muertes crece exponencialmente y las economías capitalistas se han estancado, lo que hace prácticamente inevitable una recesión global.

La pandemia había sido anticipada mucho antes de su aparición, pero las acciones tendentes a prepararse para esa crisis se restringieron a causa de los crueles imperativos de un orden económico en el que “la prevención de una catástrofe futura no produce beneficios”, señala Noam Chomsky en esta entrevista exclusiva para Truthout. Chomsky es profesor emérito de lingüística en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) y profesor laureado en la Universidad de Arizona, autor de más de 120 libros y de miles de artículos y ensayos. En esta entrevista argumenta que el propio capitalismo neoliberal es responsable de la respuesta inadecuada de Estados Unidos ante la pandemia.

C.J. Polychroniou: Noam, la epidemia de la nueva enfermedad del coronavirus se ha propagado a la mayor parte del planeta, y Estados Unidos tiene ya más casos que cualquier otro país, incluyendo China, donde se originó el virus. ¿Cree que es una evolución sorprendente?

Noam Chomsky: La escala de la plaga es sorprendente, impactante diría yo, pero no su aparición. Ni el hecho de que Estados Unidos esté teniendo la peor respuesta ante la crisis.

Los científicos llevan años avisando de la aparición de una pandemia, insistiendo en ello desde la epidemia de SARS de 2003, causada también por un coronavirus, para la cual se desarrollaron vacunas que no pasaron de la fase preclínica. Ese era el momento de empezar a poner en práctica sistemas de respuesta rápida que nos prepararan para otra epidemia y guardar la capacidad de reserva que pudiera necesitarse. También se podrían haber puesto en marcha iniciativas para desarrollar defensas y modos de tratamiento para una probable reaparición de un virus relacionado.

Pero los avances de la ciencia no son suficientes. Tiene que haber alguien que tome decisiones. Y esa opción se ve obstaculizada por la patología del orden socioeconómico contemporáneo. Las señales del mercado eran evidentes: la prevención de una catástrofe no produce beneficios. El gobierno podría haber intervenido, pero lo impide la doctrina imperante: “el gobierno es el problema”, nos dijo Reagan con su sonrisa radiante, lo que significaba que es preciso delegar la toma de decisiones, aún más, al mundo empresarial, comprometido con la obtención de beneficios y libre de la influencia de quienes deberían preocuparse por el bien común. Los años siguientes inyectaron una dosis de brutalidad neoliberal al orden capitalista sin restricciones y a la retorcida forma de mercado que desarrolla.

La gravedad de la patología se pone en evidencia a través de uno de sus fallos más dramáticos (y letales): la falta de respiradores, que constituye uno de los principales cuellos de botella a la hora de enfrentarse a la pandemia. El Departamento de Salud y Servicios Sociales anticipó el problema y contrató a una pequeña empresa para que fabricara respiradores baratos, fáciles de usar. Pero intervino la lógica capitalista. La empresa fue adquirida por una gran corporación, Covidien, que marginó el proyecto y “en 2014, sin haber entregado ningún respirador al gobierno, la dirección de Covidien comunicó a funcionarios del instituto [federal] de investigación biomédica su deseo de rescindir el contrato, según tres antiguos funcionarios federales. Los directivos se quejaron de que el contrato no era lo bastante beneficioso para la compañía”.

Es una verdad que no admite duda.

Pero entonces intervino la lógica neoliberal, que dictó que el gobierno no podía intervenir para salvar el enorme fallo del mercado que ahora está creando el caos. Tal y como argumentó muy diplomáticamente el New York Times, “la paralización de la iniciativa que pretendía crear un nuevo tipo de respirador barato y de fácil uso pone de manifiesto los peligros de subcontratar a empresas privadas proyectos con grandes implicaciones de salud pública; su foco en la obtención del máximo beneficio no siempre está en consonancia con el objetivo del gobierno: estar preparado para una futura crisis”.

Dejando a un lado la reverencia ritual al bondadoso gobierno y a sus loables objetivos, el comentario no deja de tener razón. Podríamos añadir que el foco en el máximo beneficio tampoco está “siempre en consonancia” con la esperanza de “supervivencia de la humanidad”, tomando prestada la frase de un informe eliminado del JPMorgan Chase, el mayor banco de Estados Unidos, en el que se advertía de que “la supervivencia de la humanidad” estaba en peligro de seguir el rumbo actual, al que contribuía las inversiones del propio banco en combustibles fósiles. Así que Chevron canceló un proyecto de energía sostenible rentable porque obtenía más beneficios destruyendo la vida en la Tierra. ExxonMobil ni se planteó una inversión de ese tipo porque antes habría realizado cálculos de rentabilidad más precisos.

Y era totalmente lógico, según la doctrina neoliberal. Como nos explicaron en su día Milton Friedman y otras luminarias neoliberales, la tarea de los directivos de las grandes empresas es maximizar los beneficios. Cualquier desviación de esta obligación moral destruiría los cimientos de la “vida civilizada”.

En todo caso, nos recuperaremos de la crisis del Covid-19, pagando un precio importante y posiblemente terrible, especialmente para la población más pobre y vulnerable. Pero no nos recuperaremos del deshielo de la banquisa polar y de otras consecuencias devastadoras del calentamiento global. También en este caso la catástrofe será producto de un fallo del mercado, en este caso de proporciones verdaderamente demoledoras.

La Administración actual había sido ampliamente informada de la probabilidad de una pandemia. De hecho, el pasado octubre tuvo lugar un ejercicio de simulacro a alto nivel. Durante todos sus años como presidente, Trump ha reaccionado de la manera a la que nos tiene acostumbrados: retirando la financiación y desmantelando cualquier parte relevante del gobierno e implementando regularmente las instrucciones de sus amos corporativos para eliminar las regulaciones que dificultan los beneficios y salvan vidas –y dirigiendo la carrera hacia el abismo de la catástrofe medioambiental, con diferencia su mayor crimen; de hecho el mayor crimen de la historia si consideramos las consecuencias.

A principios de enero ya había poca duda de lo que estaba ocurriendo. El 31 de diciembre China informó a la Organización Mundial de la Salud (OMS) de la propagación de síntomas similares a los de la neumonía de causas desconocidas. El 7 de enero, China informó a la OMS de que los científicos habían identificado el origen de la enfermedad como un coronavirus y habían conseguido secuenciar el genoma, que pusieron a disposición del mundo científico. A lo largo de enero y febrero, la inteligencia estadounidense intentó captar la atención de Trump de todas las formas posibles sin conseguirlo. Los funcionarios informaron a la prensa de que “no conseguían convencerle de que hiciera nada a ese respecto aunque las luces de alarma estaban encendidas”.

Pero Trump no permaneció callado. Emitió una serie de declaraciones confiadas informando al público de que el coronavirus no era más serio que una tos; que tenía todo bajo control; que estaba manejando la crisis a la perfección; que era muy grave pero que él ya sabía que era una pandemia antes que nadie; y así sucesivamente, con todo el repertorio de lamentables afirmaciones. La técnica está bien diseñada, como la práctica de ir soltando mentiras tan deprisa que el propio concepto de verdad desaparece. Pase lo que pase, Trump está seguro de que sus leales seguidores le defenderán. Cuando disparas flechas al azar, alguna tiene que dar en el blanco.

Para rematar este impresionante record, el 10 de febrero, con el virus recorriendo el país de punta a punta, la Casa Blanca publicó su propuesta de presupuesto anual, que amplia aún más los fuertes recortes en todas las principales partidas sanitarias responsabilidad del gobierno (de hecho, en prácticamente cualquier cosa que pueda ayudar a la gente) al tiempo que incrementa la financiación de lo que realmente importa: el ejército y el muro [con México].

Una consecuencia de esto es el escandaloso retraso de las pruebas y lo limitado de estas, muy por debajo de otros países, lo que imposibilita el uso de estrategias de seguimiento de los contagios que han evitado que la epidemia se descontrole en las sociedades funcionales. Incluso los mejores hospitales carecen de suficiente equipamiento básico. Estados Unidos es en estos momentos el epicentro de la crisis.

Este ejemplo es apenas una pequeña muestra de la malevolencia trumpiana, pero lamentablemente ahora no tenemos más espacio para profundizar.

Aunque resulta tentador echar la culpa a Trump de la desastrosa respuesta ante la crisis, si queremos prevenir futuras catástrofes, es preciso que miremos más allá de su figura. Trump asumió el poder en una sociedad enferma, afligida por 40 años de neoliberalismo profundamente enraizado.

La versión neoliberal del capitalismo lleva en vigor desde los tiempos de Reagan y Margaret Thatcher. No debería hacer falta detallar sus funestas consecuencias. La generosidad de Reagan con los superricos tiene una relevancia absoluta en la crisis actual, cuando se prepara un nuevo rescate. Reagan se apresuró a levantar la prohibición de los paraísos fiscales y otros mecanismos destinados a trasladar la carga fiscal al público, además de autorizar la recompra de acciones –un mecanismo para inflar el valor de las acciones y enriquecer a la dirección de las empresas y a los muy ricos (que poseen la mayor parte de las acciones) al tiempo que se debilita la capacidad productiva de la compañía.

Estos cambios en la regulación tienen enormes consecuencias, del orden de decenas de billones de dólares. Por lo general, las reglas se han diseñado para beneficiar a una pequeña minoría mientras el resto tiene que luchar por mantenerse a flote. De esa manera hemos llegado a tener una sociedad en la que el 0,1 por ciento de la población posee el 20 por ciento de la riqueza y la mitad de abajo tiene un patrimonio neto negativo y vive a base de endeudarse un mes tras otro. Mientras los beneficios crecían y los salarios de los grandes directivos se disparaban, los salarios reales se han estancado. Como muestran los economistas Emmanuel Saez y Gabriel Zucman en su libro The Triumph of Injustice, los impuestos son básicamente planos en todos los grupos de renta, excepto en el más elevado, donde descienden.

El sistema sanitario privado (y con ánimo de lucro) estadounidense es desde hace tiempo un caso de escándalo a escala internacional, pues tiene un coste que duplica al de otras sociedades desarrolladas y uno de los peores resultados. La doctrina neoliberal le asestó otro golpe al introducir en él medidas empresariales de eficiencia: servicio bajo demanda y falta de reservas para contingencias. A la menor alteración, el sistema se viene abajo. Lo mismo ocurre con el frágil orden económico forjado sobre los principios neoliberales.

Este es el mundo heredado por Trump, el objetivo de su ariete. Aquellos interesados en reconstruir una sociedad viable a partir de las ruinas que queden tras la crisis actual harían bien en prestar atención al aviso de Vijay Prashad: “No volveremos a la normalidad, porque la normalidad era el problema”.

-Sin embargo, incluso ahora, con el país en mitad de una emergencia de salud pública distinta de cualquier cosa que hayamos visto en mucho tiempo, al público estadounidense se le sigue diciendo que la sanidad universal no es una propuesta realista. ¿Es el neoliberalismo el único responsable de este punto de vista típicamente estadounidense sobre la salud?

-Es una historia compleja. Para empezar, durante mucho tiempo las encuestas mostraban actitudes favorables hacia la sanidad universal, a veces incluso un fuerte apoyo. En los últimos años de la era Reagan, en torno al 70 por ciento de la población pensaba que la Constitución debería garantizar los cuidados sanitarios y el 40 por ciento pensaba que de hecho ya era así –asumiendo que la Constitución era la depositaria de todo lo que es evidentemente correcto. Las encuestas mostraban un gran apoyo al derecho a la sanidad universal, hasta que comenzó la ofensiva de propaganda de las compañías, advirtiendo de la enorme carga fiscal que eso supondría, algo parecido a lo que hemos visto recientemente. Entonces el apoyo popular desapareció.

Como suele ocurrir, la propaganda tiene un elemento de verdad. Los impuestos subirán, pero los gastos totales descenderán bruscamente, como muestran los datos de países comparables. ¿Cuánto? Hay algunas estimaciones interesantes. Una de las principales revistas médicas del mundo, The Lancet de Reino Unido, publicó recientemente un estudio que estimaba que la implantación de la sanidad universal en Estados Unidos “probablemente supondría un ahorro del 13 por ciento en el gasto sanitario nacional, equivalente a más de 450.000 millones de dólares anuales (según el valor del dólar en 2017)”. El estudio continuaba afirmando:

“Todo el sistema podría financiarse con un menor desembolso que el que contraen las empresas y las familias que pagan las pólizas sanitarias junto con las partidas asignadas por el gobierno. Este cambio a una sanidad de un solo pagador beneficiaría especialmente a los hogares de menores ingresos. Además, estimamos que el acceso a los cuidados sanitarios para toda la población estadounidense salvaría más de 68.000 vidas y 1,73 millones de años de vida cada año, en relación con la situación actual”.

Pero los impuestos tendrían que subir. Y parece que muchos estadounidenses prefieren gastar más dinero siempre que no sea en impuestos (aunque por otro lado eso suponga la pérdida de decenas de miles de vidas cada año). Este es un indicador sintomático del estado de la democracia estadounidense, según la percibe la gente; y, desde otra perspectiva, de la fuerza del sistema doctrinario diseñado por el poder empresarial y sus lacayos intelectuales. El ataque neoliberal ha intensificado este elemento patológico de la cultura nacional, pero las raíces son mucho más profundas y se pueden observar en muchos ejemplos. Se trata de un tema que merece la pena investigar más.

-Algunos países europeos están gestionando la propagación del coronavirus mejor que otros, pero parece que los que han tenido más éxito en esta tarea se sitúan fuera del universo occidental (neo)liberal. Hablamos de Singapur, Corea del Sur, Rusia y la misma China. ¿Cree que este dato nos aporta información sobre los regímenes capitalistas occidentales?

Ha habido diferentes reacciones frente a la propagación del virus. China parece haberla controlado, al menos por ahora. Al igual que los países de su periferia, incluyendo a democracias no menos dinámicas que las occidentales, que tomaron muy en serio los primeros avisos. La mayor parte de Europa retrasó la toma de decisiones, pero algunos países actuaron con presteza. Alemania parece mantener el record global en cuanto a baja mortalidad, gracias a la reserva de instalaciones sanitarias y capacidad de diagnóstico y a la respuesta inmediata. Lo mismo parece ocurrir con Noruega. La reacción de Boris Johnson en Reino Unido fue vergonzosa. Pero los Estados Unidos de Trump van a la cola.

Sin embargo, la diligencia con que actuó Alemania con su población no se extendió más allá de sus fronteras. La Unión Europea ha demostrado estar cualquier cosa menos unida. No obstante, las sociedades europeas enfermas podrían pedir ayuda al otro lado del Atlántico. La superpotencia cubana está lista para ayudar una vez más con médicos y equipo. Mientras tanto, su vecino yanqui se ha dedicado a retirar la asistencia sanitaria a Yemen, donde ha contribuido a crear la mayor crisis humanitaria del mundo, y utiliza la oportunidad que le presenta la devastadora emergencia sanitaria para endurecer sus crueles sanciones y asegurar el máximo sufrimiento de sus supuestos enemigos. Cuba es su víctima más prolongada, desde los tiempos de las guerras terroristas y el estrangulamiento económico de Kennedy, aunque milagrosamente ha conseguido sobrevivir.

A propósito, debería ser extremadamente perturbador para los estadounidenses comparar el circo montado por Washington con los informes serenos, comedidos y objetivos de Angela Merkel sobre cómo manejar la epidemia.

Las distintas maneras de responder a la crisis no parecen depender de si el país es una democracia o una autocracia, sino de si su sociedad es funcional o disfuncional –lo que en la retórica de Trump se resume como “países de mierda”, como el que él mismo se esfuerza en crear bajo su mandato.

-¿Qué piensa del plan de rescate económico del coronavirus, valorado en 2 billones de dólares? ¿Es suficiente para prevenir otra posible gran recesión y ayudar a los grupos más vulnerables de la sociedad estadounidense?

-El plan de rescate es mejor que nada. Ofrece un alivio limitado a algunos de los que lo necesitan desesperadamente y contiene fondos suficientes para ayudar a los verdaderamente vulnerables: las lastimosas corporaciones que acuden en tropel a papá Estado, con el sombrero en la mano, ocultando sus copias de Ayn Rand* y suplicando una vez más que el sector público las rescate tras haber pasado sus años gloriosos amasando inmensos beneficios y ampliando estos con una orgía de recompra de acciones. Pero no hay de qué preocuparse. La caja negra será supervisada por Trump y su Secretario del Tesoro, en quienes se puede confiar que serán justos e imparciales. Y si deciden ignorar las demandas del nuevo inspector general y del Congreso, ¿quién va a evitarlo? ¿El Departamento de Justicia de Barr? ¿Un impeachment?

Deberían haberse diseñado mecanismos para que la ayuda llegue a quienes la necesitan, a los hogares, más allá de la miseria que parece habérseles asignado. Eso incluye a las personas trabajadoras que tenían verdaderos empleos y al enorme precariado que malvivía con empleos temporales e irregulares, pero también a otros: a quienes ya habían tirado la toalla, los cientos de miles de víctimas de “muerte por desesperación”** –una auténtica tragedia americana–, los sin techo, los presos, todos los que habitan viviendas tan inadecuadas que no es posible el aislamiento y el almacenamiento de comida, y muchos otros que no son difíciles de identificar.

Los economistas políticos Thomas Ferguson y Rob Johnson lo han explicado llanamente: Mientras la sanidad universal que es común en otros lugares se considere algo inalcanzable en Estados Unidos, “no hay ninguna razón por la que se deba aceptar un seguro único financiado por las empresas” Estos autores hacen un compendio de maneras sencillas de superar esta forma de robo corporativo.

Como mínimo, la práctica habitual de rescatar con dinero público al sector empresarial debería exigir como contrapartida la estricta prohibición de recompra de acciones, una participación importante de los trabajadores en la gestión de la empresa y el final de las escandalosas medidas proteccionistas de los mal llamados “acuerdos de libre comercio”, que garantizan enormes beneficios para las grandes farmacéuticas mientras aumentan el precio de los medicamentos mucho más de lo que sería razonable. Como mínimo.

Esta entrevista ha sido editada para facilitar su lectura.

N. de T.: *Filósofa y escritora rusa que obtuvo la nacionalidad estadounidense y que defendía el egoísmo racional, el individualismo y el laissez faire y rechazaba el altruismo y el socialismo.

**Chomsky hace aquí referencia a la “epidemia” de suicidios de trabajadores en EE.UU. (del orden de 150.000 cada año), y a un libro de Anne Case y Angus Deaton, ganadores del Nobel de Economía en 2015 y autores del libro Deaths of Despair and the Future of Capitalism, al que cita indirectamente el filósofo.

Atilio Borón: La pandemia y el fin de la era neoliberal

La pandemia y el fin de la era neoliberal
Atilio Borón

La pandemia ha movido las placas tectónicas del capitalismo global y ya nada podrá volver a ser como antes. Es un tremendo desafío para quienes queremos construir un mundo post-capitalista porque, sin duda, la pandemia y sus devastadores efectos ofrecen una oportunidad única, inesperada, que sería imperdonable desaprovechar.



Atilio Borón
El coronavirus ha desatado un torrente de reflexiones y análisis que tienen como común denominador la intención de dibujar los (difusos) contornos del tipo de sociedad y economía que resurgirán una vez que el flagelo haya sido controlado. Sobran las razones para incursionar en esa clase de especulaciones, ojalá que bien informadas y controladas, porque si de algo estamos completamente seguros es que la primera víctima fatal que se cobró la pandemia fue la versión neoliberal del capitalismo. Y digo la “versión” porque tengo serias dudas acerca de que el virus en cuestión haya obrado el milagro de acabar no sólo con el neoliberalismo sino también como la estructura que lo sustenta: el capitalismo como modo de producción y como sistema internacional. Pero la era neoliberal es un cadáver aún insepulto pero imposible de resucitar. ¿Qué ocurrirá con el capitalismo? Bien, de eso trata esta columna.

Simpatizo mucho con la obra y la persona de Slavoj Zizek pero esto no me alcanza para otorgarle la razón cuando sentencia que la pandemia le propinó “un golpe a lo Kill Bill al sistema capitalista” luego de lo cual, siguiendo la metáfora cinematográfica, éste debería caer muerto a los cinco segundos. No ha ocurrido y no ocurrirá porque, como lo recordara Lenin en más de una ocasión, “el capitalismo no caerá si no existen las fuerzas sociales y políticas que lo hagan caer.” El capitalismo sobrevivió a la mal llamada “gripe española”, que ahora sabemos vio la luz en Kansas, en marzo de 1918, en la base militar Fort Riley, y que luego las tropas estadounidenses que marcharon a combatir en la Primera Guerra Mundial diseminaron el virus de forma incontrolada.

Los muy imprecisos cálculos de su letalidad oscilan entre 20, 50 y 100 millones de personas, por lo cual no es necesario ser un obsesivo de las estadísticas para desconfiar del rigor de esas estimaciones difundidas ampliamente por muchas organizaciones, entre ellas la National Geographical Magazine . El capitalismo sobrevivió también al tremendo derrumbe global producido por la Gran Depresión, demostrando una inusual resiliencia –ya advertida por los clásicos del marxismo- para procesar las crisis e inclusive y salir fortalecido de ellas. Pensar que en ausencia de aquellas fuerzas sociales y políticas señaladas por el revolucionario ruso (que de momento no se perciben ni en Estados Unidos ni en los países europeos) ahora se producirá el tan anhelado deceso de un sistema inmoral, injusto y predatorio, enemigo mortal de la humanidad y la naturaleza, es más una expresión de deseos que producto de un análisis concreto.

Zizek confía en que a consecuencia de esta crisis para salvarse la humanidad tendrá la posibilidad de recurrir a “alguna forma de comunismo reinventado”. Es posible y deseable, sin dudas. Pero, como casi todo en la vida social, dependerá del resultado de la lucha de clases; más concretamente de si, volviendo a Lenin, “los de abajo no quieren y los de arriba no pueden seguir viviendo como antes”, cosa que hasta el momento no sabemos. Pero la bifurcación de la salida de esta coyuntura presenta otro posible desenlace, que Zizek identifica muy claramente: “la barbarie”. O sea, la reafirmación de la dominación del capital recurriendo a las formas más brutales de explotación económica, coerción político-estatal y manipulación de conciencias y corazones a través de su hasta ahora intacta dictadura mediática. “Barbarie”, István Mészarós solía decir con una dosis de amarga ironía, “si tenemos suerte.”

Pero, ¿por qué no pensar en alguna salida intermedia, ni la tan temida “barbarie” (de la cual hace tiempo se nos vienen administrando crecientes dosis en los capitalismos realmente existentes”) ni la igualmente tan anhelada opción de un “comunismo reinventado”? ¿Por qué no pensar que una transición hacia el postcapitalismo será inevitablemente “desigual y combinada”, con avances profundos en algunos terrenos: la desfinanciarización de la economía, la desmercantilización de la sanidad y la seguridad social, por ejemplo y otros más vacilantes, tropezando con mayores resistencias de la burguesía, en áreas tales como el riguroso control del casino financiero mundial, la estatización de la industria farmacéutica (para que los medicamentos dejen de ser una mercancía producida en función de su rentabilidad), las industrias estratégicas y los medios de comunicación, amén de la recuperación pública de los llamados “recursos naturales” (bienes comunes, en realidad)? ¿Por qué no pensar en “esos muchos socialismos” de los que premonitoriamente hablaba el gran marxista inglés Raymond Williams a mediados de los años ochenta del siglo pasado?

Ante la propuesta de un “comunismo reinventado” el filósofo sur-coreano de Byung-Chul Han salta al ruedo para refutar la tesis del esloveno y se arriesga a decir que «tras la pandemia, el capitalismo continuará con más pujanza.” Es una afirmación temeraria porque si algo se dibuja en el horizonte es el generalizado reclamo de toda la sociedad a favor de una mucho más activa intervención del estado para controlar los efectos desquiciantes de los mercados en la provisión de servicios básicos de salud, vivienda, seguridad social, transporte, etcétera y para poner fin al escándalo de la híperconcentración de la mitad de toda la riqueza del planeta en manos del 1 por ciento más rico de la población mundial. Ese mundo post-pandémico tendrá mucho más estado y mucho menos mercado, con poblaciones “concientizadas” y politizadas por el flagelo a que han sido sometidas y propensas a buscar soluciones solidarias, colectivas, inclusive “socialistas” en países como Estados Unidos, nos recuerda Judith Butler, repudiando el desenfreno individualista y privatista exaltado durante cuarenta años por el neoliberalismo y que nos llevó a la trágica situación que estamos viviendo. Y además un mundo en donde el sistema internacional ya ha adoptado, definitivamente, un formato diferente ante la presencia de una nueva tríada dominante, si bien el peso específico de cada uno de sus actores no es igual.

Si Samir Amin tenía razón hacia finales del siglo pasado cuando hablaba de la tríada formada por Estados Unidos, Europa y Japón hoy aquella la constituyen Estados Unidos, China y Rusia. Y a diferencia del orden tripolar precedente, en donde Europa y Japón eran junior partners (por no decir peones o lacayos, lo que suena un tanto despectivo pero es la caracterización que se merecen) de Washington, hoy éste tiene que vérselas con la formidable potencia económica china, sin duda la actual locomotora de la economía mundial relegando a Estados Unidos a un segundo lugar y que, además, ha tomado la delantera en la tecnología 5G y en Inteligencia Artificial.

A lo anterior se suma la no menos amenazante presencia de una Rusia que ha vuelto a los primeros planos de la política mundial: rica en petróleo, energía y agua; dueña de un inmenso territorio (casi dos veces más extenso que el estadounidense) y un poderoso complejo industrial que ha producido una tecnología militar de punta que en algunos rubros decisivos aventaja a la norteamericana, Rusia complementa con su fortaleza en el plano militar la que China ostenta en el terreno de la economía. Difícil que, como dice Han, el capitalismo adquiera renovada pujanza en este tan poco promisorio escenario internacional. Si aquél tuvo la gravitación y penetración global que supo tener fue porque, como decía Samuel P. Huntington, había un “sheriff solitario” que sostenía el orden capitalista mundial con su inapelable primacía económica, militar, política e ideológica. Hoy la primera está en manos de China y el enorme gasto militar de EEUU no puede con un pequeño país como Corea del Norte ni para ganar una guerra contra una de las naciones más pobres del planeta como Afganistán. La ascendencia política de Washington se mantiene prendida con alfileres apenas en su “patio interior”: Latinoamérica y el Caribe, pero en medio de grandes convulsiones. Y su prestigio internacional se ha visto muy debilitado: China pudo controlar la pandemia y Estados Unidos no; China, Rusia y Cuba ayudan a combatirla en Europa, y Cuba, ejemplo mundial de solidaridad, envía médicos y medicamentos a los cinco continentes mientras que lo único que se les ocurre a quienes transitan por la Casa Blanca es enviar 30.000 soldados para un ejercicio militar con la OTAN e intensificar las sanciones contra Cuba, Venezuela e Irán, en lo que constituye un evidente crimen de guerra. Su antigua hegemonía ya es cosa del pasado. Lo que hoy se discute en los pasillos de las agencias del gobierno estadounidense no es si el país está en declinación o no, sino la pendiente y el ritmo del declive. Y la pandemia está acelerando este proceso por horas.

El surcoreano Han tiene razón, en cambio, cuando afirma que “ningún virus es capaz de hacer la revolución” pero cae en la redundancia cuando escribe que “no podemos dejar la revolución en manos del virus.” ¡Claro que no! Miremos el registro histórico: la Revolución Rusa estalló antes que la pandemia de la “gripe española”, y la victoria de los procesos revolucionarios en China, Vietnam y Cuba no fueron precedidos por ninguna pandemia. La revolución la hacen las clases subalternas cuando toman conciencia de la explotación y opresión a las que son sometidas; cuando vislumbran que lejos de ser una ilusión inalcanzable un mundo post-capitalista es posible y, finalmente, cuando logran darse una organización a escala nacional e internacional eficaz para luchar contra una “burguesía imperial” que antaño entrelazaba con fuerza los intereses de los capitalistas en los países desarrollados. Hoy, gracias a Donald Trump, esa férrea unidad en la cúspide del sistema imperialista se ha resquebrajado irreparablemente y la lucha allá arriba es de todos contra todos, mientras China y Rusia continúan pacientemente y sin altisonancias construyendo las alianzas que sostendrán un nuevo orden mundial.

Una última reflexión. Creo que hay que calibrar la extraordinaria gravedad de los efectos económicos de esta pandemia que hará de una vuelta al pasado una misión imposible. Los distintos gobiernos del mundo se han visto obligados a enfrentar un cruel dilema: la salud de la población o el vigor de la economía. Las recientes declaraciones de Donald Trump (y otros mandatarios como Angela Merkel y Boris Johnson) en el sentido de que él no va a adoptar una estrategia de contención del contagio mediante la puesta en cuarentena de grandes sectores de la población porque tal cosa paralizaría la economía pone de relieve la contradicción basal del capitalismo. Porque, conviene recordarlo, si la población no va a trabajar se detiene el proceso de creación de valor y entonces no hay ni extracción ni realización de la plusvalía. El virus salta de las personas a la economía, y esto provoca el pavor de los gobiernos capitalistas que están renuentes a imponer o mantener la cuarentena porque el empresariado necesita que la gente salga a la calle y vaya a trabajar aún a sabiendas de que pone en riesgo su salud.

Según Mike Davis en Estados Unidos un 45 por ciento de la fuerza de trabajo “no tiene acceso a licencia paga por causa de una enfermedad y está prácticamente obligada a ir a su trabajo y transmitir la infección o quedarse con un plato vacío.” La situación es insostenible por el lado del capital, que necesita explotar a su fuerza de trabajo y que le resulta intolerable se quede en su casa; y por el lado de los trabajadores, que si acuden a su trabajo o se infectan o hacen lo propio con otros, y si se quedan en casa no tienen dinero para subvenir sus más elementales necesidades. Esta crítica encrucijada explica la creciente beligerancia de Trump contra Cuba, Venezuela e Irán, y su insistencia en atribuir el origen de la pandemia a los chinos. Tiene que crear una cortina de humo para ocultar las nefastas consecuencias de largas décadas de desfinanciamiento del sistema público de salud y de complicidad con las estafas estructurales de la medicina privada y la industria farmacéutica de su país. O para achacar la causa de la recesión económica a quienes aconsejan a la gente quedarse en sus casas.

En todo caso, y más allá de si la salida a esta crisis será un “comunismo renovado” como quiere Zizek o un experimento híbrido pero claramente apuntando en la dirección del poscapitalismo, esta pandemia (como lo explican claramente Mike Davis, David Harvey, Iñaki Gil de San Vicente, Juanlu González, Vicenç Navarro, Alain Badiou, Fernando Buen Abad, Pablo Guadarrama, Rocco Carbone, Ernesto López, Wim Dierckxsens y Walter Formento en diversos artículos que circulan profusamente en la web) ha movido las placas tectónicas del capitalismo global y ya nada podrá volver a ser como antes. Además nadie quiere, salvo el puñado de magnates que se enriquecieron con la salvaje rapiña perpetrada durante la era neoliberal, que el mundo vuelva a ser como antes. Tremendo desafío para quienes queremos construir un mundo post-capitalista porque, sin duda, la pandemia y sus devastadores efectos ofrecen una oportunidad única, inesperada, que sería imperdonable desaprovechar. Por lo tanto, la consigna de la hora para todas las fuerzas anticapitalistas del planeta es: concientizar, organizar y luchar; luchar hasta el fin, como quería Fidel cuando en un memorable encuentro con intelectuales sostenido en el marco de la Feria Internacional del Libro de La Habana, en febrero del 2012, se despidió de nosotros diciendo: “si a ustedes les afirman: tengan la seguridad de que se acaba el planeta y se acaba esta especie pensante, ¿qué van a hacer, ponerse a llorar? Creo que hay que luchar, es lo que hemos hecho siempre.” ¡Manos a la obra!

lunes, 6 de abril de 2020

Notas para una geopolítica del coronavirus

Por Guillermo Castro H. 
Para Firmas Selectas de Prensa Latina


“En la naturaleza nada ocurre en forma aislada. Cada fenómeno afecta a otro y es, a su vez, influenciado por éste; y es generalmente el olvido de este movimiento y de esta interacción universal lo que impide a nuestros naturalistas percibir con claridad las cosas más simples. Federico Engels, 1876

Las alteraciones en las modalidades de relación de los seres humanos entre sí y con su entorno natural conducen a cambios en sus condiciones de salud.

Cuando esas alteraciones alcanzan la complejidad de una transición entre distintas formaciones económico-sociales, tres casos han sido objeto de interés a este respecto:

Primero fue el del desplome demográfico que acompañó el proceso de desintegración de la romanidad. Aquí, la expresión más conocida de ese proceso fue la llamada Plaga de Justiniano -probablemente, peste bubónica- de la que se calcula que, entre 541 y 750, causó la muerte de entre 25 y 50 millones de personas, equivalente a entre el 13 y el 26% de la población estimada en el siglo VI. 

Segundo, el de la llamada Peste Negra, -bubónica, también- que se propagó desde Mongolia a Europa en el siglo XIV a lo largo de las rutas de comercio que anunciaban la formación del mercado mundial. En Europa, la epidemia ocasionó la muerte de al menos 25 millones de personas -cerca del 30% de la población- entre 1347 y 1353, y contribuyó a acelerar la descomposición de las condiciones sociales, económicas e ideológicas de una feudalidad que ya ingresaba en la que sería su crisis terminal a partir del siglo XVI.

Tercero, el de las consecuencias demográficas de la conquista europea de nuestra América. Aquí, la destrucción de las formaciones económico-sociales originarias provocó una catástrofe sanitaria que se extendió a lo largo de los siglos XVI y XVIII. En lo general, se estiman extinciones de entre el 70 y el 90% de la población originaria-, estimada a su vez entre 30 y 120 millones de personas, asociadas a un complejo de enfermedades que incluía, entre otras, la viruela y el tifus.

Hoy, la pandemia de COVID 19 hace parte de una compleja transición en el desarrollo del mercado mundial.

La primera, como sabemos, dio lugar a la formación de un mercado colonial hegemonizado por la Gran Bretaña. 

Tras la crisis provocada por la disputa por la hegemonía sobre ese mercado entre 1914 y 1945, ocurrió la transición a un mercado internacional, organizado en torno al intercambio entre mercados nacionales tutelados por sus respectivos Estados.

De fines del siglo XX acá, hemos ingresado en un tercer período de transición entre ese mercado internacional y otro -tutelado por el capital financiero a través de grandes corporaciones transnacionales -, al que llamamos proceso de globalización. 

La globalización, en este sentido, define un proceso, pero aún no un estado. La conducción inicial de ese proceso por parte de Estados neoliberales ha conducido a la humanidad a una situación de crecimiento económico incierto, inequidad social persistente, degradación ambiental constante y deterioro institucional creciente. Así, la crisis social, económica y política asociada a la pandemia del coronavirus. 

Se ha acentuado, también, el conflicto entre la vieja democracia liberal y las nuevas doctrinas de seguridad nacional, justificadas mediante la invocación a la lucha contra el narcotráfico, el terrorismo, la corrupción, la criminalidad informática y los desórdenes migratorios.

La pandemia del COVID 19 nos avisa que la globalización -con todo su extraordinario desarrollo de las fuerzas productivas- ha ingresado en una fase en la cual las relaciones de producción vigentes impiden producir las transformaciones ambientales y sociales necesarias para hacer de la Humanidad la patria de todos los humanos. La crisis civilizatoria debe ser aprovechada como una oportunidad para que prevalezca lo mejor de nuestra especie: de otro modo, por el camino en que vamos, prevalecerá lo peor de ella.

Esa superestructura mundial ha sido puesta en crisis por el desarrollo de las fuerzas productivas generado por la III Revolución Industrial, y el paso a la IV. La I, como se recordará, ocurrida a partir de fines del siglo XVIII, permitió la mecanizar la producción y el surgimiento de la verdadera industria a partir de la máquina de vapor. La II permitió masificar la producción mediante la incorporación de la electricidad, y la III permitió automatizarla mediante la incorporación de la informática a la producción de bienes y servicios. La IV, hoy en curso, apunta a integrar y acelerar los procesos de producción, circulación y consumo mediante el recurso a las Tecnologías de la Información y la Comunicación y el desarrollo de nuevas aplicaciones como la tecnología 5G.

Ver mas hacer clik:
Notas para una geopolítica del coronavirus.


domingo, 5 de abril de 2020

Frei Betto: Pandemia y espiritualidad


La vida está llena de imprevistos. En el ámbito personal, el fracaso, la pérdida de amistades, la enfermedad, la muerte. En lo global, acontecimientos que ningún analista o futurólogo prevé, como la caída del Muro de Berlín y de las Torres Gemelas de Nueva York. Nadie sospechó tampoco que en pleno siglo XXI, con todos los recursos de la ciencia, la humanidad se vería amenazada por una pandemia.

¿Quién podía imaginar que vendría de China, en forma de una enfermedad contagiosa, la causa de la más profunda crisis del capitalismo desde 2008? Según el Morgan Stanley Composite Index, en pocas semanas en el mercado financiero las acciones de las bolsas de valores del mundo perdieron 15, 5 billones de dólares. ¡Más de ocho veces el PIB de Brasil en 2019!

¿Alguno de esos especuladores y mega-investigadores afectados en su bolsillo (la parte más sensible del cuerpo humano) se habrá empobrecido? Y, sin embargo, antes de la pandemia casi todos se negaban a dar su contribución para la adopción de medidas de combate al hambre y el calentamiento global. Eso me recuerda el sitio de Jerusalén por los romanos en el año 70. Llegó un momento en que el rico ofrecía una vasija llena de oro a cambio de un pedazo de pan…

El coronavirus nos obliga a asumir una espiritualidad y una actitud nuevas ante la realidad. No hace distinciones de clase, como sí lo hace la gastroenteritis que mata a millares de niños desnutridos; ni de orientación sexual como el sida, que afectaba mayoritariamente a los homosexuales. Ahora todos somos vulnerables, aunque varíen las franjas etarias y las situaciones de riesgo.

Todos nos vemos forzados al recogimiento obligatorio. A volvernos hacia el interior de la casa y de nosotros mismos. A desasirnos. Ese abandono de las actividades de rutina y las agendas programadas nos puede sublevar o humanizar. Sublevados quedarán quienes están apegados a ciertos hábitos que, por ahora, están prohibidos, como ir al cine, al teatro, al club. En el caso de los ancianos, no podrán tener contacto con los nietos y deberán mantenerse el mayor tiempo posible en sus casas.

Los viajes aéreos se han reducido; las fronteras nacionales se han cerrado; las giras turísticas están canceladas. No nos queda otra alternativa que quedarnos quietos donde estamos. Huit-clos, entre cuatro paredes. Puede ser que descubramos, como Sartre, por qué los otros son el infierno. Y puede ser que rescatemos la convivencia familiar, el diálogo con la familia, el cuidado de la casa (todo debe ser higienizado).

Es hora de aprender a trabajar y estudiar sin salir del espacio doméstico. Ahora tenemos más tiempo para ver películas en la televisión, navegar en internet, leer buenos libros, investigar, meditar y orar. Las verdaderas preguntas a plantear no son tanto las que se refieren a las tareas de reorganización de la naturaleza, que deben ser cumplidas para garantizar la salud de los humanos, como aquellas otras que tienen que ver con la reorganización de nuestras relaciones sociales

El virus iguala a todos. Pero no nivela los caracteres. El matrimonio burgués que nunca se tomó el trabajo de entrar en la cocina o limpiar la casa ahora se ve forzado a arremangarse la camisa o correr el riesgo de que uno de sus empleados les lleve el virus al hogar. El recalcitrante no sigue las instrucciones de las autoridades sanitarias, y el egoísta compra en la farmacia todo el stock de gel de alcohol y máscaras.

Conozco una joven que se ofreció para hacerles las compras a los vecinos vulnerables de su edificio sin cobrar nada por ello. Otra distribuyó su número de teléfono para que los ancianos aislados tengan con quién conversar. Un matrimonio de abogados va en su auto todas las mañanas a buscar a su cocinera en la periferia y a llevarla de vuelta por la tarde, para evitar que use el transporte colectivo.

Tres familias vecinas de un hospital decidieron preparar almuerzos para los enfermeros y médicos que doblan su horario de trabajo. En Italia, los vecinos se asoman a la ventana al caer la tarde y cantan en coro. Las iglesias, mezquitas, sinagogas, les abren sus puertas a quienes viven en la calle y necesitan cuidados higiénicos. En fin, son innumerables los ejemplos de generosidad y solidaridad en este período en que estamos todos potencialmente amenazados.
Esos gestos tienen su fuente en la espiritualidad, aunque no sea de carácter religioso. La espiritualidad es la capacidad de abrirse amorosamente al otro, a la naturaleza y a Dios. Y su mejor enseñanza es la generosidad, el secreto de la felicidad. Rico no es quien tiene todo, decía Buda, sino quien tiene necesidad de poco.

Por Frei Betto *

Frei Betto
Betto, Frei
Escritor brasileño y fraile dominico, conocido internacionalmente como teólogo de la liberación, Frei Betto es autor de 60 libros de diversos géneros literarios –novela, ensayo, policíaco, memorias, textos infantiles y juveniles y de tema religioso. En dos ocasiones, 1985 y 2005, mereció el premio Jabuti, el reconocimiento literario más importante del país. En 1986 fue elegido Intelectual del Año por la Unión Brasileña de Escritores.
Leer más...
 
 


Los más leídos  

El virus que cambió el destino a muchos

CORONA VIRUS : NUEVO ORDEN MUNDIAL ENTRE USA y CHINA







El virus que cambió el destino a muchos
























Este programa es sobre la acusación que hace China a EE.UU. sobre el coronavirus y viceversa. Por conciencia humana, por compromiso social, por fe de reflexión, le suplico difunda este programa con todos sus conocidos, amigos y desconocidos.

No porque el programa traiga la verdad, no. Sino porque el programa ofrece muchos ángulos de la situación que está sufriendo el mundo entero, lo que le da más armas a usted para sacar la conclusión que usted quiera alcanzar.

Por favor, se lo vuelvo a pedir, véalo detenidamente y repártalo por favor. Hay muchas teorías, hipótesis, rumores, fakenews, explicaciones. ¿Cuál es la verdadera?

Preguntemos. Le recuerdo que han cerrado una y otra vez, todas las cuentas de HispanTV en YouTube, incluso hasta la de Twitter. Pero no se preocupe, aquí le ponemos el link de la que sigue abierta para este programa: https://t.co/M8G9UiRlnV.

Ahí seguimos a sus órdenes y le suplico que reparta el link a todos los que pueda para que no crean que hemos cerrado y para que se siga difundiendo otra versión de la realidad diferente a los noticieros comerciales.

Por: Roberto de la Madrid.

mag/ncl/hnb

ESTA ES LA SEGUNDA PARTE. ESTE PROGRAMA SE DIVIDE EN DOS PARTES. Es sobre la acusación que hace China a EEUU sobre el Coronavirus y viceversa. Por conciencia humana, por compromiso social, por fe de reflexión, le suplico difunda este programa con todos sus conocidos, amigos y desconocidos. No porque el programa traiga la verdad, no. Sino porque el programa ofrece muchos ángulos de la situación que está sufriendo el mundo entero, lo que le da más armas a usted para sacar la conclusión que usted quiera alcanzar. Por favor, se lo vuelvo a pedir, véalo detenidamente y repártalo por favor. Hay muchas teorías, hipótesis, rumores, fakenews, explicaciones. ¿Cuál es la verdadera? PREGUNTEMOS. -Le recuerdo que han cerrado varias veces las cuentas de Detrás de la Razón en YouTube. No obstante, YouTube nos ha comunicado que nos respeta en el acuerdo de la libertad de expresión. La cuenta oficial de un servidor, sigue abierta en YouTube, que es ésta, en la que usted está viendo este video. Repártala por favor. "Detrás de la Razón oficial Roberto de la Madrid" Aquí le ponemos el link: https://t.co/M8G9UiRlnV


EL DUARTE DE MIGUEL NÚÑEZ

DANIEL BALCÁCER: EL DUARTE DE MIGUEL NÚÑEZ

De  Juan Pablo Duarte  solo se conoce una fotografía hecha en  Caracas  en 1873 cuando el patricio contaba con 60 años de edad.  A...