Interpretación a una carta escrita en 1943...
Interpretación a una carta escrita en 1943...
Para los que quieren usar una carta de Juan Bosch como instrumento de vanguardia en favor del “problema haitiano”, queremos señalar que esa interpretación no encaja dentro del contexto que la realidad actual ofrece (Juan Bosch, Haití y la República Dominicana: una carta histórica).
Juan Bosch escribió la carta, el 14 de junio de 1943, a sus amigos Emilio Rodríguez Demorizi, Héctor Incháustegui y Ramón Marrero Aristy, casi seis años después de la matanza de cerca de 30 mil haitianos por parte de Rafael Leónidas Trujillo Molina. Estaba muy reciente en la memoria del más ilustre de los dominicanos del siglo XX tan horripilante y despreciable ejercicio criminal, por lo que era comprensible que para la fecha se expresara, con relación al “problema haitiano”, como lo hiciera en la carta que muchos quieren hoy enarbolar como símbolo del pro haitianismo.
En todo el desarrollo de la carta, el fundador de los dos partidos políticos mayoritarios en la República Dominicana no habla de que la república instalada en la parte este de la isla de Santo Domingo deba cargar con el pueblo haitiano; de manera muy precisa clama porque luchemos por él, y enfatiza que en "los hombres del pueblo en ambos países hay un interés común –el de lograr sus libertades para tener acceso al bienestar que todo hijo de mujer merece y necesita-...".
"Nuestro deber como dominicanos que formamos parte de la humanidad es defender al pueblo haitiano de sus explotadores, con igual ardor que al pueblo dominicano de los suyos... Nuestro deber es, ahora, luchar por la libertad de nuestro pueblo y luchar por la libertad del pueblo haitiano. CUANDO DE AQUEL Y ESTE LADO DE LA FRONTERA, los hombres tengan casa, libros, medicinas, ropa, alimentos en abundancia; cuando seamos todos, haitianos y dominicanos, ricos y cultos y sanos, no habrá pugnas entre los hijos de Duarte y de Toussaint... AYUDÉMOSLES A SER ELLOS LIBRES...; A QUE, LO MISMO QUE NOSOTROS, PUEDAN LEVANTAR UNA PATRIA PRÓSPERA, CULTA, FELIZ, EN LA QUE SUS MEJORES VIRTUDES, SUS MEJORES TRADICIONES FLOREZCAN CON LA MISMA ESPONTANEIDAD QUE TODOS DESEAMOS PARA LAS NUESTRAS... el porvenir ha de vernos un día abrazados, en medio de un mundo libre de opresores y de prejuicios, un mundo en que quepan los haitianos y los dominicanos, y en el que todos los que tenemos el deber de ser mejores estaremos luchando juntos contra la miseria y la ignorancia de todos los hombres de la tierra" (mayúsculas mías, nh). Esta es la esencia de la carta de Juan Bosch a sus amigos. De forma muy clara manifiesta por los haitianos su amor, su solidaridad, su compasión, como muchos de nosotros, pero dejando ver con marcada luz que cada pueblo logre sus objetivos dentro de sus propias fronteras.
Esos sentimientos de solidaridad, justificados, no avalan, en ningún momento, ni la integración ni la inmigración permanente. Juan Bosch fue presidente de la República Dominicana durante los primeros siete meses del año 1963, cargo desde el que pudo materializar lo que quieren achacarle los fotutos gratuitos que se dan los Derechos Humanos en un país en el que la mayoría de sus humanos no tiene idea de lo que significan sus derechos.
«El 19 de abril de 1963, mientras Juan Bosch presidía el Estado dominicano, se descubrió en Haití una conjura militar contra François Duvalier. En el acto fueron asesinados varios militares del régimen, incluyendo el chofer de los hijos de Duvalier, quien reaccionó violentamente enviando la policía haitiana en busca de François Benoit, el principal sospechoso del atentado. Los 'Tonton Macoute' entraron a su residencia y, al no encontrarlo, asesinaron a su familia y a las empleadas domésticas presentes en ese momento. Al sospechar que Benoit estaba escondido en la embajada dominicana, los 'Tonton Macoute' rodearon la casa del embajador dominicano exigiendo la entrega del militar. Juan Bosch amenazó con enviar las fuerzas armadas y, en una alocución por radio y televisión, afirmó: "el pueblo dominicano sabe que la embajada y la cancillería de nuestro país han sido violadas por la policía haitiana; esa acción es una bofetada en la cara de la República Dominicana, una afrenta que no estamos dispuestos a pasar por alto. Hemos sufrido con gran paciencia los ultrajes del gobierno haitiano, pero esos ultrajes tienen que terminar ya. Si no terminan en un plazo de 24 horas, le pondremos punto final con los medios a nuestro alcance".» [Wikipedia, Masacre del Perejil (edición de nh)].
Si se hubiera materializado la invasión a Haití, hubiese sucedido lo mismo que cuando Estados Unidos invade y bombardea un país para descabezar el gobierno que supuestamente "atenta contra la seguridad nacional": los inocentes (niños, ancianos, mujeres y hombres de trabajo...) hubiesen sido acribillados, tal como ha sucedido en Irak, Libia o cualquier otra nación destrozada salvajemente, y sin piedad, por el pentagonismo.
Si la intención de ayudar a Haití hubiera estado presente en el ánimo de Juan Bosch, hubiese dejado de lado los legalismos esgrimidos cuando León Cantave se reunió con él para solicitarle un pequeño espacio en suelo dominicano que perseguía la instalación de un campo de entrenamiento con la finalidad de que sus guerrilleros se prepararan militarmente con el objetivo de derrocar la dictadura de François Duvalier. Bosch se negó y, a la postre, este evento, que de todas maneras se produjo a sus espaldas, fue el detonante para que se materializara el golpe de Estado del 25 de septiembre de 1963 que lo arrancó del gobierno.
Los acontecimientos producen, en épocas diferentes, reacciones encontradas frente a hechos que guardan cierta similitud. En 1943 los haitianos requerían, y encontraron, la solidaridad necesaria, dado el genocidio que cometió Rafael Trujillo. Hoy, el “problema haitiano” requiere de medidas extraordinarias por parte de las autoridades dominicanas, aunque no de la forma vulgar y despreciable en la que se expresó un adefesio llamado Tribunal Constitucional, que pretende despojar de la ciudadanía dominicana a cientos de miles de hermanos nacidos, criados y "esclavizados" en la República Dominicana.
Si le damos a la carta de Juan Bosch el valor que, de frente a las circunstancias actuales, no tiene, deberíamos, entonces, contrastarla con las palabras de Eugenio María de Hostos, el más grande educador latinoamericano, integracionista por excelencia, sobre quien el propio Bosch diría: "Si mi vida llegara a ser tan importante que se justificara algún día escribir sobre ella, habría que empezar diciendo: nació en la Vega, República Dominicana, el 30 de junio de 1909, y volvió a nacer en San Juan de Puerto Rico a principios de 1938, cuando la lectura de los originales de Eugenio María de Hostos le permitió conocer qué fuerzas mueven, y cómo la mueven, el alma de un hombre consagrado al servicio de los demás" (Palabras de Juan Bosch después de leer las obras completas de Eugenio María de Hostos).
De esta forma se expresaría Eugenio María de Hostos sobre la guerra de independencia dominicana, y la independencia misma, de acuerdo a lo que Bosch analiza en el prólogo que hace al libro El Derrumbe, de Federico García Godoy, mientras se envuelve en desmentir palabras que se adjudican a Gregorio Luperón: "La lucha que sostuvo el pueblo dominicano contra Haití no fue una guerra vulgar. El pueblo dominicano defendía más que su independencia; defendía su idioma, la honra de su familia, la libertad de su comercio, la moralidad del matrimonio, el odio a la poligamia, mejor destino para su raza, mejor suerte para su trabajo, la escuela para sus hijos, el respeto a la religión de sus antepasados, la seguridad individual y la facultad de poder viajar al extranjero. Era la lucha solemne de costumbres y de principios que eran diametralmente opuestos; de la barbarie contra la civilización, de la luz contra las tinieblas, del bien contra el mal" (Tercera Edición - Librería La Trinitaria/República Dominicana - Año 2000, Página 18).
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