MORAL Y LUCES

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martes, 25 de marzo de 2014

Complejo militaro-industrial




La industria del armamento tiene un carácter ambivalente. Es necesaria para garantizar la independencia de una nación, pero produce a la vez los medios que pueden servir para violar la independencia de otras naciones. 
Además de ser el primer productor de armas a nivel mundial, Estados Unidos no sólo es el primer consumidor de armas del mundo sino también el primer exportador (acapara el 34% del mercado mundial). Le siguen Rusia (25% del mercado mundial), Alemania (10%), Francia (8%) y el Reino Unido (4%). En cuanto a los países importadores, China ocupa el primer lugar (con un 11% de las compras en el mercado mundial). Detrás vienen la India (7% de las compras), los Emiratos Árabes Unidos (6%), Corea del Sur (6%) y Grecia (4%) [Cifras SIPRI, 2009]. 
La mayor parte de las transacciones son legales, pero la imposición unilateral de embargos y los embargos impuestos por el Consejo de Seguridad de la ONU han dado lugar a la aparición de un mercado paralelo. Contrariamente a lo que afirman los discursos oficiales, es imposible vender o transportar armas a espaldas del gobierno del país que las produce. El «tráfico» no es por lo tanto otra cosa que una violación no reconocida por los Estados de los embargos que ellos mismos dicen aplicar. 
En Estados Unidos, la industria del armamento –que depende únicamente de los pedidos públicos– se confunde con una parte del poder ejecutivo estadounidense dando así lugar a lo que el general-presidente Eisenhower designó como «complejo militaro-industrial». En menor medida, se ha observado el mismo fenómeno en los demás grandes Estados productores de armas. 
El mercado del armamento está evaluado en 1 200 millardos de dólares al año [1 millardo = mil millones], o sea alrededor de la mitad del monto del mercado de la energía y 10 veces menos que la ayuda al desarrollo. El enorme volumen de esa producción esconde importantes desigualdades cualitativas cuyo resultado es que, en numerosos aspectos, la industria estadounidense del armamento es ampliamente superada por la sofisticación tecnológica de sus competidores.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Verdades ocultas sobre los arsenales químicos y la Convención internacional
ROMA (ITALIA) | 20 DE SEPTIEMBRE DE 2013
 
 
 

 

Washington se queda solo en la cuestión venezolana

Washington se queda solo en la cuestión venezolana
por Salim Lamrani
La revuelta antibolivariana pierde impulso. A falta de lograr movilizar a los venezolanos, los «insurgentes» de los barrios acomodados y sus padrinos estadounidenses tratan de movilizar diplomáticos en la sede washingtoniana de la OEA. El investigador francés Salim Lamrani analiza este nuevo fracaso del Departamento de Estado.

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Desde el inicio del mes de febrero de 2014, los sectores de la extrema derecha multiplican los actos criminales en Venezuela con el objetivo de quebrar el orden constitucional y derrocar al presidente democráticamente electo Nicolás Maduro.
Los actos de violencia causaron la muerte de al menos 28 personas, entre ellas varios miembros de las fuerzas del orden. Tres líderes de la oposición elaboraron el plan de acción en enero de 2014: Leopoldo López, presidente del partido de extrema derecha Voluntad Popular; María Corina Machado, diputada de la Asamblea Nacional, y Antonio Ledezma, alcalde de Caracas. Los tres llamaron públicamente a recurrir a la fuerza contra el gobierno legítimo de la República Bolivariana de Venezuela [1].
Estados Unidos se opuso desde el inicio a Hugo Chávez y a la Revolución Bolivariana, a pesar de su carácter democrático y pacífico. Desde 1999, Washington aporta su respaldo político, diplomático, financiero y mediático a la oposición venezolana. En 2002, George W. Bush orquestó un golpe de Estado contra el presidente Chávez con la complicidad de la oligarquía venezolana, de una parte del ejército y de los medios informativos privados del país. Hoy, la administración Obama apoya abiertamente los intentos de desestabilización contra la democracia venezolana respaldando las actividades de la extrema derecha.
El Departamento de Estado defendió las manifestaciones violentas invocando «la libertad de expresión». Exigió a las autoridades venezolanas la liberación de los responsables de esos actos, «injustamente detenidos«», a pesar de que varios portaban armas en el momento del arresto. El secretario de Estado, John Kerry, incluso amenazó a Venezuela con la adopción de sanciones [2].
No obstante, Washington se quedó solo ante el continente americano.
La inmensa mayoría de los países de la región condenaron los actos de violencia orquestados por la oposición y brindaron su apoyo al gobierno legítimo de Nicolás Maduro. El 7 de marzo de 2014, la OEA (Organización de Estados Americanos), tradicionalmente conservadora y alineada con Washington, que agrupa todas las naciones del continente menos Cuba, infligió una derrota a la administración Obama. Una resolución, que adoptaron todos los países con excepción de Estados Unidos, Canadá y Panamá, expresó la «solidaridad» y el «apoyo [de la OEA] a las instituciones democráticas, al diálogo y a la paz en la República Bolivariana de Venezuela».
En una alusión a la posición de Washington, la OEA llamó al «respeto al principio de no intervención en los asuntos internos de los Estados» y expresó su «compromiso con la defensa de la institucionalidad democrática y del Estado de Derecho». También condenó la actitud de la oposición expresando su «más enérgico rechazo a toda forma de violencia e intolerancia». Finalmente los miembros de la OEA declararon su «pleno respaldo y aliento a las iniciativas y los esfuerzos del Gobierno democráticamente electo de Venezuela y de todos los sectores políticos, económicos y sociales para que continúen avanzando en el proceso de diálogo nacional» [3].
Por su parte, la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), que agrupa los 12 países de la región, condenó «los recientes actos de violencia». «Cualquier demanda debe ser canalizada de forma pacífica, por la vía democrática, y respetando el Estado de Derecho y sus instituciones», enfatizó.
También expresó UNASUR su «solidaridad» con «el pueblo y el Gobierno democráticamente electo de esa nación» y decidió «respaldar los esfuerzos del Gobierno de la República Bolivariana de Venezuela para propiciar un diálogo» con todos los sectores de la sociedad. En una clara alusión a Estados Unidos, la UNASUR expresó además su «preocupación ante cualquier amenaza a la independencia y soberanía de la República Bolivariana de Venezuela» [4].
Michelle Bachelet, presidenta de Chile, quien acogió en Santiago la reunión de la UNASUR, brindó su apoyo total a Nicolás Maduro y condenó los intentos de la oposición de romper el orden constitucional. «No aceptaremos jamás que nadie, ni persona ni país, incite a través de mecanismos violentos, a derrocar a un presidente legítimamente electo» afirmó, en una nueva alusión a Estados Unidos. Según la señora Bachelet, los conflictos deben resolverse mediante «una vía de diálogo y de paz”», rechazando así las manifestaciones violentas de la oposición [5].
Cristina Fernández, la presidenta de Argentina, también expresó su rechazo a los intentos golpistas y ofreció su apoyo a «la democracia venezolana», recordando que la legitimidad del actual poder venezolano proviene de los 18 procesos electorales sobre 19 que ganó durante los últimos 15 años.
La presidente de Argentina llamó a la oposición venezolana a no abandonar la vía democrática enfatizando la posibilidad de organizar en 2016 un referéndum revocatorio, de medio-mandato, que permitiría convocar elecciones presidenciales anticipadas en caso de triunfo. «Venezuela es el único país del mundo que tiene revocatorio, o por lo menos de la región, donde al presidente le ponen el derecho de revocatorio», subrayó Cristina Fernández. Del mismo modo, no dejó de denunciar los intentos de desestabilización que orquesta Estados Unidos y advirtió contra las «intervenciones foráneas y extranjeras, por lo que sería lamentable permitir que vientos ajenos derrumben a un país hermano como Venezuela» [6]. Cristina Fernández también denunció el «intento de golpe suave que se quiere dar contra la República Bolivariana de Venezuela» [7].
Al igual que durante la presidencia de Hugo Chávez, entre 1999 y 2013, Estados Unidos no renuncia a acabar con la Revolución Bolivariana democrática, pacífica y social. Se opone al presidente Maduro y apoya a la oposición golpista.
Por su parte, los medios informativos occidentales, principales apoyos de este intento de desestabilización, han tomado posición a favor de los partidos de la ruptura del orden constitucional y contra la democracia venezolana.
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Fuente: Opera Mundi
[1] Salim Lamrani, "25 verdades sobre las manifestaciones en Venezuela",Opera Mundi, 23 de febrero de 2014.
[2] EFE, "EEUU no responde a oferta de diálogo de Maduro e insiste en pedir mediación", 17 de marzo de 2014.
[4] Unión de Naciones Suramericanas, «Resolución», 12 de marzo de 2014.
[5] The Associated Press, "Bachelet reitera apoyo a Maduro", 16 de marzo de 2014.
[6] Agencia Venezolana de Noticias, "Presidenta Fernández: Defendemos la democracia de Venezuela", 1º de marzo de 2014.
[7] Telesur, "Fernández: Derrocamiento del Gobierno de Venezuela sería fatal para Latinoamérica", 1º de marzo de 2014.


domingo, 23 de marzo de 2014

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