MORAL Y LUCES

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lunes, 7 de enero de 2013

Prensa del Mundo



Prensa del Mundo

domingo, 6 de enero de 2013

El General Jorge R. Zorrilla Ozuna, Presidente del PCR


                           El General Jorge R. Zorrilla Ozuna, Presidente del PCR

Foto: El General Jorge R. Zorrilla Ozuna, Presidente del PCR, en juramentacion de un grupo de jovenes que se inician en la actividad politica partidaria via el PCR decia:

“Ciudadanos de pensamiento solidario, dirigentes y activistas del movimiento social, hombres y mujeres de acrisolado amor patrio, miembros y dirigentes de otras organizaciones políticas, intelectuales comprometidos con las mejores causas,   preocupados por la falta  de principios y valores  en el ámbito político, sobre todo,  en el marco  del debate de las ideas y propuestas, han tomado la decisión histórica  de acompañarme a construir un amplio espacio   democrático y progresista llamado Partido Civico Renovador en una concepción de progreso de la sociedad que asume como principios irrenunciables  la promoción de los valores históricos, culturales, socioeconómicos y humanistas de la  República dominicana  enarbolados por el profesor Juan Bosch y por el más profundo pensamiento de nuestros más altos referentes históricos: Duarte, Luperon y otros grandes patriotas que han llenado de gloria el camino hacia las luchas libertarias en defensa de las causas más nobles y justas de la nación dominicana”
El General Zorrilla Ozuna  en juramentacion de un grupo de jóvenes que se inician en la actividad politica partidaria via el PCR decia:

"Ciudadanos de pensamiento solidario, dirigentes y activistas del movimiento social, hombres y mujeres de acrisolado amor patrio, miembros y dirigentes de otras organizaciones políticas, intelectuales comprometidos con las mejores causas, preocupados por la falta de principios y valores en el ámbito político, sobre todo, en el marco del debate de las ideas y propuestas, han tomado la decisión histórica de acompañarme a construir un amplio espacio democrático y progresista llamado Partido Civico Renovador en una concepción de progreso de la sociedad que asume como principios irrenunciables la promoción de los valores históricos, culturales, socio-económicos y humanistas de la República dominicana enarbolados por el profesor Juan Bosch y por el más profundo pensamiento de nuestros más altos referentes históricos: Duarte, Luperon y otros grandes patriotas que han llenado de gloria el camino hacia las luchas libertarias en defensa de las causas más nobles y justas de la nación dominicana”







































































PARTIDO CÍVICO RENOVADOR: Realizan marcha en repudio a la violencia contra la mujer

ESTUVO ENCABEZADA POR EL MAYOR GENERAL (R) JORGE RADHAMÉS ZORILLA OZUNA, PRESIDENTE DEL PARTIDO





Juan Eduardo Thomas
Santo Domingo

El Partido Cívico Renovador (PCR) y personalidades de la sociedad civil marcharon ayer en contra de la violencia contra la mujer, a propósito de los constantes feminicidios y agresiones de las que son víctimas las mujeres en el país.

La caminata estuvo encabezada por el mayor general (r) Jorge Radhamés Zorilla Ozuna, presidente del partido, quien abogó para que este mal sea erradicado de la sociedad.

Zorrilla Ozuna consideró como inaceptable que hombres maltraten a sus parejas y aprovechó la ocasión para pedir que caiga todo el peso de la ley contra quienes vulneren derechos fundamentales de las mujeres.

La marcha partió de la Casa Nacional del partido, ubicada en la avenida 27 de Febrero, y se internó en el ensanche Miraflores para concluir en el Centro Olímpico Juan Pablo Duarte.

En la marcha, la presidenta nacional de la mujer del PCR, Sofía Tapia, pidió a las féminas denunciar a sus parejas en caso de que estas las sometan a algún tipo de violencia de forma que se puedan tomar correctivos que impidan la pérdida de una vida.

Tapia aseguró que “la mujer no debe ser tocada ni con el pétalo de una rosa”.

DIFUNDAN!!...CADENA MUNDIAL PARA EL COMANDANTE!!


COMPAÑEROS , CAMARADAS, EL COMANDANTE CHAVEZ ESTA DELICADO, ENVIEMOSLE MUCHA MUCHA MUCHA MUCHA ENERGIA POSITIVA DESDE NUESTROS MUROS PORQUE LO AYUDARA!!.

ENVIEMOSLE ENERGIA, CON FE.......Y EL MILAGRO SERA !!!!!!


EFEMERIDE: OCURRIO EL 6 DE ENERO DEL AÑO 1900



Por: Miguel Collado

Retorna a su patria adoptiva el Maestro Eugenio María de Hostos a continuar su grandiosa empresa: transformar el sistema de enseñanza de República Dominicana, empresa iniciada en 1875, en Puerto Plata, con sus aportaciones intelectuales a través de varios medios fundados por él (“Las Tres Antillas”, “Los Antillanos”), reanimando la vida periodística de esa importante ciudad. 

Más tarde, el 5 de marzo de 1876, Hostos fundaría allí la Sociedad-Escuela La Educadora. “Es recibido Eugenio María de Hostos con grandes manifestaciones públicas. [Francisco] Henríquez y Carvajal le da la bienvenida en nombre del gobierno”, relata Max Henríquez Ureña en su obra “Mi padre. Perfil biográfico de Francisco Henríquez y Carvajal” (Santo Domingo: Comisión Permanente de la Feria Nacional del Libro, 1988. Pág. 54). 

Más detalles sobre ese histórico regreso del Apóstol antillano nos los da el historiador Emilio Rodríguez Demorizi: “…el día 6 de enero de 1900 era recibido jubilosamente en la ribera del río, del histórico Ozama, cuyas aguas habían recogido, en el lejano 1888, como ancla desatada de la embarcación, su promisor '¡HASTA MAÑANA!' Su retorno fue, puede decirse, un Domingo de Ramos. La alborozada ciudad empavesó sus calles, como en día de glorias y de triunfos. El incansable luchador se entregó de nuevo al trabajo interrumpido en 1888. Ahora, quizás, era más penosa la faena. Lilís había corrompido el alma ciudadana, y era necesario devolverle su dignidad” (“Hostos en Santo Domingo”. 2 ed. Santo Domingo: Sociedad Dominicana de Bibliófilos, 2004. Tomo II: p. 60). 

Hostos había partido hacia Santiago de Chile, en misión educadora, en diciembre de 1888, ante la difícil situación de presión política existente en el país bajo el régimen tiránico de Ulises Heureaux, padre. ©2013, Miguel Collado

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NOTA: Próximamente publicaremos un volumen conteniendo los escritos de Hostos sobre los padres de la patria dominicana: VISION DE HOSTOS SOBRE DUARTE. Abajo aparece la portada, cuyo diseño corresponde al artista visual Fernely Lebrón.
 — conLiset Lopez y 47 personas más.

Hugo Chávez sueña con unir a toda América Latina


CONVERSANDO CON PEGGY
EN VARIAS OPORTUNIDADES HA PROMETIDO SEGUIR APOYANDO CON EL SUMINISTRO DE PETRÓLEO A LOS PAÍSES DE LA REGIÓN Y MANTENER LOS ACUERDOS
  • El presidente Hugo Chávez Frías mientras era entrevistado por Peggy Cabral en el programa "Conversando con Peggy".
Peggy Cabral
Caracas
Entrevista al presidente de Venezuela Hugo Chávez en el programa Conversando con Peggy.
Sr. presidente, usted ascendió al poder en Venezuela con una gran fuerza popular, pero pasado un tiempo cuenta con una feroz oposición. ¿Qué ha pasado? ¿Cómo explica el fenómeno?
Bueno la fuerza popular está allí, una fuerza popular que más bien ha ido creciendo, no solo en cantidad, sino también en calidad organizativa en los últimos tres años. Los sectores que me adversan, yo no asumo que es en lo personal, porque no se trata de eso, adversan a este proyecto. Que es algo hecho por el pueblo ejerciendo a través del voto, de ese pueblo venezolano. Bueno, siempre ha existido ese grupo de personas que adversa ese proyecto. A favor de mi candidatura votaron millones de personas. Ahora, ¿Qué es lo que ocurre en estos últimos meses? Que hemos comenzado a profundizar la aplicación del proyecto. Es un proyecto humanista; un proyecto revolucionario, democrático; es un proyecto que pretende transformar un modelo excluyente de las mayorías y ha generado, en un país como Venezuela,  con tanta riqueza ¡por el amor de Dios!, una pobreza de un 80%. Ahora, los sectores privilegiados que medraron y se enriquecieron al amparo del viejo modelo, pues han reaccionado, algunos como víboras e incluso han recogido el expediente del zarpazo, del golpe de Estado, del intento de magnicidio, del intento de desestabilizar el país, casi todos los días. Eso es lo que pasa en Venezuela. Pero representamos una gran mayoría de venezolanos que queremos la paz.

Hace un tiempo se inició un diálogo entre el gobierno y la oposición ¿A qué nivel están esas conversaciones?
En verdad tú sabes que después del golpe de Estado, que fue derrotado, fue barrido por una respuesta popular de millones de personas, por eso es que te digo que esa fuerza está intacta, si esa fuerza no existiera yo no estaría sentado aquí; luego, el 14 de abril, después del golpismo, yo retorno al palacio, y lo primero que hice fue llamar a un diálogo, a sentarnos a la mesa a debatir, para buscar salidas, soluciones a las diferencias en el marco de la democracia. Invitamos como facilitador al Presidente Carter, en primer lugar. Él vino a Venezuela y luego han enviado delegaciones permanentes, que están allí, es decir, en el Centro Carter. Luego invitamos a la ONU, y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) envió también un delegado. Yo me alegro muchísimo de ello, porque estos sectores de oposición radicalizados, que han pretendido buscar la vía extra constitucional, han aceptado, con estos amigos mediadores, sentarse con el gobierno a debatir y a discutir temas y ahí estamos en eso.

¿En qué medida usted ha logrado aplicar el programa de gobierno que prometió?
Fíjate que a pesar de tantas perturbaciones, incluso naturales, la tragedia de Vargas, agradecemos infinitamente y para siempre al pueblo dominicano tanta solidaridad, entonces y siempre, porque somos pueblos hermanos, y yo, permíteme un paréntesis ahora para desde aquí, mandarle mi corazón al queridísimo pueblo dominicano, que es un pueblo hermano al que adoramos, yo amo la República Dominicana, nosotros, a pesar de todo eso, y de estas perturbaciones políticas, y a pesar de la tremenda crisis moral, sin embargo, lo primero, la bandera fundamental de mi campaña electoral fue el llamado a una Asamblea Constituyente para elaborar una nueva Constitución. Y eso lo hicimos en un año, en menos de un año teníamos lista la nueva campaña electoral. Yo fui a una re-legitimación y fui elegido por segunda vez. Pero relegitimamos gobernaciones, alcaldías, la nueva Asamblea Nacional, el Poder Judicial, los poderes del Estado y las nuevas instituciones. Y luego comenzamos a aplicar la Constitución. Ahora, desde el punto de vista social, yo te digo que no puedo decir que estoy absolutamente satisfecho, sin embargo, hay evidencias de que el proyecto transformador, ha comenzado a dar  resultados que nos motivan mucho a continuar. Por ejemplo, cifras de las Naciones Unidas: la mortalidad infantil en Venezuela ha disminuido de 21 por mil, es decir de 21 niños, por cada mil nacidos vivos que se morían antes de cumplir un año, ahora bajamos a 17 por mil, en corto tiempo. La desnutrición infantil ha descendido en 12%. El índice de bajo peso, al nacer de los niños, estaba hasta el 1998 en un 9%, bajó a 6% el año pasado. La matrícula escolar: se han incorporado al sistema educativo formal, millón y medio de niños y jóvenes que estaban excluídos, porque allá se había privatizado casi toda la educación, es decir, los hijos de los pobres no podía ir a la escuela, porque hasta en la escuela pública cobraban para inscribir al niño o le exigían llevar libros, cuadernos y ropa. Ahora no. Ahora le damos hasta los uniformes, ahora tienen computadores. 

Adelantamos el programa de las escuelas bolivarianas, que son unas escuelas integrales, donde los niños desayunan, almuerzan y meriendan, escuelas que tienen salón de computación, tienen atención médica, tienen deportes, tienen cultura, además de la educación, con buenos maestros, es decir, una revolución educativa. Estos son algunos de los detalles.
Esa es la base, la educación.
Eso es fundamental. La salud, la educación, el trabajo, los planes de vivienda. Hacía más de una década que los pobres en Venezuela no recibían el tratamiento especial de un gobierno, en cuanto a un plan de vivienda. Hemos construido más de lo que antes hacían, lo que llaman los venezolanos unas cajitas de fósforos. Ahora son viviendas con tres habitaciones, dos baños, materiales acabados, con energía eléctrica, agua. El agua potable es otro avance importante.  Hemos incrementado en millón y medio el universo de venezolanos que ahora recibe agua potable, en una población de 23 millones. Hemos construido plantas de tratamientos de agua, plantas de potabilización, acueductos, es decir, es un esfuerzo gigantesco el que estamos haciendo. Pero estamos apenas comenzando.

Cree que su propuesta de alianza entre los países latinoamericanos, en torno a los principios del libertador Simón Bolívar tiene posibilidad de materializarse?
Creo que es uno de los elementos que está renaciendo, porque estaba enterrado. Bolívar logró liberarnos del yugo español, pero Bolívar, muriéndose, tú sabes que en Santa Martha lanzó aquella frase terrible: “He arado en el mar”. Murió solitario, traicionado. De Venezuela lo expulsaron. Lo mandaron a matar varias veces y al fin lo traicionaron y quedó casi solitario aquel gran libertador. Y se hundió el sueño de Bolívar, la Gran Colombia y la unión aquella del Caribe,  hasta Santo Domingo, durante aquella independencia efímera, tú lo sabes muy bien, pidió unirse a la Gran Colombia. Bolívar tenía planes para liberar a Cuba y Puerto Rico, y él decía que Colombia la Grande debía ser redonda, era una visión geopolítica impresionante. Eso se fracturó en pedazos. Hoy, cuando comienza el siglo 21, yo siento con mucha fe y optimismo que se levantan fuerzas integradoras de nuevo, una vez más, en todo este continente. Así es que, yo siento que el sueño de Bolívar de la integración latinoamericana y caribeña, esta así, como el Ave Fénix, renaciendo de sus cenizas. 

Presidente, en muchos países se teme que los precios internacionales del petróleo se incrementen sustancialmente. ¿Qué pasaría con los precios del petróleo que Venezuela vende a los países del Acuerdo San José, se mantendrían estos?
Mira, cualquiera pudiera pensar ¡Qué bueno que haya guerra, para que el petróleo suba! No, nosotros no queremos eso. Que no haya guerra y que el petróleo se estabilice, hemos dicho nosotros, en un precio justo, en una banda entre 22 como mínimo, como piso y 28 dólares por barril como techo. Allí nosotros ubicamos el precio justo, y por ahí anda. Déjame decirte que el precio del petróleo venezolano, este año está, en la parte baja de la banda justa. Esta en US$22.07, este es el precio promedio de todo el año, mas si nuestro petróleo sube a 40. Y, bueno ¿Qué harían los países que viven de importar petróleo? 

Y en cuanto al Acuerdo de San José, nosotros vamos a seguir cumpliéndolo con la República Dominicana, también con Jamaica y con muchos otros países de nuestro entorno caribeño y centroamericano. Incluso, tú sabes que el pacto de San José tiene más de 20 años y que nosotros hicimos un nuevo acuerdo complementario, el acuerdo de Caracas, a través del cual también se benefician países como la República Dominicana. Todo eso va a seguir vigente. Me preocupa la desigualdad en nuestro continente latinoamericano-caribeño, que es la más alta del mundo.  Es una desigualdad aberrante.  El venezolano es un caso típico un caso para estudiarlo.
Presidente, ¿Cuál es su mensaje para los dominicanos?
Yo conocí la República Dominicana, era un muchacho para entonces, y sigo siendo un muchacho, ¡ah! (risas)

¿Puedo preguntarle algo personal, señor Presidente?
Pregunta, yo veré si te respondo.

¿Por qué algunos hombres cuando llegan al poder cambian de mujer? (risas)
Yo no he cambiado de mujer, bueno, yo estoy separado de María Isabel. Lo decidimos de común acuerdo, hace unos meses atrás. Pero, bueno, estamos allí, de amigos, sobre todo los hijos, que es lo más importante. De todos modos no creo que tenga relación directa con el poder. Yo creo que, en verdad, cuando uno se entrega, como yo me he entregado a esta causa, uno tiende a dejar de lado, o a poner en segundo lugar, a veces, hasta los hijos. Déjame decirte que no hay comparación con el amor de un hijo. ¿Tú tienes hijos, Peggy?

PC. Sí 
HC. ¿Cuántos?

PC. Tres, tengo hasta nietos.
HC. ¡Que Dios te los cuide! Tú eres una abuela muy hermosa y joven. Yo también soy abuelo. Tengo una nieta de cuatro años y una hija de cinco también, la Rosa Inés y la Gaby, que anda por ahí de turista, con unos lentes oscuros. Mira, es muy duro, pero uno lo hace, porque algo lo arrastra con una fuerza muy grande. Yo fui una vez a una rebelión militar y dejé a mi esposa, madre de mis tres hijos mayores, con tres muchachos pequeños. Una noche yo llegué, nunca lo olvidaré, porque es un dolor que lo tengo vivo todavía, en el corazón, como dice una canción de Rafael: “Tengo el corazón en carne viva”. Llegué, entré a un cuarto muy pequeño, abrí la puerta para no despertarlos, y los tres allí, una de doce, otra de ocho y otro de siete, les di un beso para despedirme, pues no sabía si volvería. A uno se le parte el alma, pero es un amor que te lleva a hacer cosas como esas. Quizás esa es la explicación. Ya uno siente que no se pertenece a sí mismo. Hay un colectivo, ahora, yo conocí República Dominicana, en 1980, vine a jugar béisbol. Y a pesar de que nos dieron muchos batazos, aquí batean mucho, ¿Cómo estará Sammy Sosa?

Creo que muy bien.
Le dejo un saludo y que se acuerde del ponche que le di por allá por Caracas. Cierto, después me dio siete jonrones kilométricos. Bueno, que él se dejó ponchar, le lancé una curvita ahí y la dejó pasar. En fin, a los dominicanos y las dominicanas, desde que conocí esta tierra, por allá por los 1980, yo me enamoré de esta tierra y de esa gente. Nunca olvido el río Ozama y sus riveras, nunca olvido a los amigos de Los Mina, Santo Domingo, y nunca olvido el merengue, el béisbol, la alegría, los sueños de aquellos años ochentas. Esta mañana saludé a unos dominicanos, por ahí en los pasillos y le pregunté a una muchacha por su edad y esta me respondió que veinte. Entonces yo le dije -cuando yo conocí esta tierra tú estabas naciendo muchacha-. Ahora, cuando yo, cuando yo conocí esta tierra, yo andaba soñando con el año 2000 y yo soñaba con una patria, no hubo patria en el 2000 para nosotros. Y les dije a ellos -lo que estamos haciendo nosotros es luchando para que ustedes, cuando lleguen al 2020 tengan patria, para que a ustedes los jóvenes dominicanos, jóvenes venezolanos, jóvenes de América Latina no les roben el futuro. Para que no tengan que repetir, como yo repito, desde el fondo del alma, el poema aquel maravilloso de don Pedro Mir: “Si alguien quiere saber cuál es mí patria/no la busque/... tendría que pelear por ella... ese es mi saludo de amor al pueblo dominicano.

Mucha gracias, señor Presidente.
HC. Gracias a ti, Peggy. 
TOMADO DEL LISTIN DIARIO

sábado, 5 de enero de 2013

Pueblo venezolano conoce “toda la verdad” sobre salud de Chávez


Maduro denunció además a los “laboratorios de maldades, de guerra sucia”, involucrados en acciones como la apertura de cuentas falsas en las redes sociales, entre ellas la atribuida a una de las hijas del presidente.

vicepresidente-maduro
La constante información al pueblo venezolano sobre la salud del presidente de la República,Hugo Chávez, se caracteriza por la veracidad e inmediatez, afirmó hoy el Vicepresidente Ejecutivo, Nicolás Maduro.

“Hemos vivido día por día, hora por hora, toda la verdad sobre la salud del presidente”, dijo Maduro.
En ese sentido, mencionó el 11 de diciembre, cuando se emitió un primer comunicado para informar que se habían iniciado los protocolos, otro en medio de la operación y un tercero cuando culminó.
En los días siguientes, dijo, dimos a conocer todos los temas, del sangramiento, lo duro y complejo del cuadro, pasaron las jornadas y se estabilizaron sus signos vitales, sus órganos y fuimos comunicando momento por momento.
Cuando se presentó el problema de infección lo informamos de manera inmediata, estuvimos en La Habana, lo saludamos, conversamos con él, tiene la fuerza de siempre, en su rostro, en su voz, esa energía que siempre tiene, pendiente de todos los suyos.
Inclusive, en esos días finales del mes de diciembre llamó al ministro de Planificación y Finanzas, Jorge Giordani, y le preguntó “pelo a pelo” los números de cierre económico del año.
Asimismo, expresó el agradecimiento a “cada médico, enfermero, técnico, cada hombre y mujer del equipo de apoyo” para atender al presidente y que cuenta -recordó- con el mejor equipamiento.
“Qué clase de amor”, añadió al mencionar la dedicación las 24 horas del día, permanentemente, “eso no tiene precio en el mundo, esa responsabilidad para atender al Comandante Chávez”.
Hemos informado que efectivamente ha habido una insuficiencia respiratoria que está siendo tratada, siempre con la verdad, y por ello “llamamos al pueblo a tener la seguridad y la confianza de la verdad que se está transmitiendo”.
Maduro denunció además a los “laboratorios de maldades, de guerra sucia”, involucrados en acciones como la apertura de cuentas falsas en las redes sociales, entre ellas la atribuida a una de las hijas del presidente.
En tal sentido, desmintió la existencia de una cuenta personal en dicha red social.
Respetamos profundamente al Comandante Chávez, amamos a este líder que tenemos, por ese respeto y ese amor que tenemos al pueblo de Venezuela, apegados a la verdad estricta de cada cosa, de cada paso, y la verdad de nuestro corazón dice que vamos a tener al presidente recuperado.
Al referirse a los reclamos de información sobre la salud del mandatario, expresó que el límite es el respeto al ser humano, exigir y ejercer el respeto al ser humano, en este caso al Comandante Hugo Chávez, reconocido por el mundo entero, dijo Maduro.
El mandatario, indicó, “ha trascendido nuestras fronteras, querido por pueblos, dirigentes y presidentes de todas partes del mundo”.
Las leyes tienen que activarse, los organismos tienen que activarse y ya lo han hecho.
Maduro alertó sobre esos sectores que se salen de la ley para buscar otros objetivos, porque estos personajes cuando mienten descaradamente sobre el presidente Chávez buscan crear zozobra, buscan herir en el amor del pueblo, convertir el dolor en rabia incortrolada.
En tal sentido, llamó al cese de la campaña contra Chávez, apéguense a la verdad y al momento histórico y “no jueguen con candela”, respeten al pueblo de Venezuela.
“Vamos a actuar con todo el poder público para que se respete al pueblo de Venezuela”, dijo.
(Con información de Prensa Latina)

viernes, 4 de enero de 2013

La debilidad de la fuerza/Juan Bosch





Al entrar en su tercer mes, la revolución dominicana, que había estado durante dos meses circunscrita a la capital de la república, comenzó a extenderse por el interior del país. Esto era inevitable, dado que una revolución no es una simple operación militar que pueda ser contenida por fuerzas militares dentro de límites determinados. Era inevitable, pero es inexplicable que en Washington nadie se diera cuenta de ello. Al embotellar la revolución dentro de una parte de la ciudad de Santo Domingo, el gobierno de los Estados Unidos hizo cálculos en términos de fuerza: los revolucionarios son tantos hombres con tales armas, y por tanto podemos dominarlos e inmovilizarlos con tantos hombres y tal equipo.

Llegar a conclusiones en términos de fuerza es fácil, sobre todo hoy, y sobre todo en los Estados Unidos, donde una batería de computadores electrónicos da las respuestas adecuadas a problemas de esa índole en pocos minutos y tal vez en pocos segundos. Pero una revolución es un hecho histórico que no ofrece posibilidad de cálculos de esa naturaleza, porque escapa a las definiciones aritméticas. Una revolución tiene su origen en fenómenos peculiares de su medio social, económico y político, y tiene su fuerza en el corazón y en el cerebro de las gentes. Ninguno de esos dos factores de una revolución puede ser medido por computadores electrónicos.

La de Santo Domingo fue —y es— una típica revolución democrática a la manera histórica de la América Latina y se originó en factores sociales, económicos y políticos que eran y son al mismo tiempo dominicanos y latinoamericanos. Para situarla en el contexto latinoamericano, su patrón más cercano en el tiempo es la revolución mexicana de 1910, aunque no debía ni debe esperarse que fuera exactamente igual a esa revolución de México. En términos históricos, nada es igual a nada.

A pesar de que habían transcurrido cincuenta y cinco años desde que estalló la revolución mexicana hasta que comenzó la dominicana, y a pesar de que en ese largo tiempo —más de medio siglo— se han extendido por el mundo los estudios políticos, sociales, económicos e históricos, los Estados Unidos actuaron ante la revolución dominicana de 1965 en forma casi igual a como hicieron ante la revolución mexicana de 1910. En 1965 se ha aducido el peligro comunista como razón de la intervención militar en Santo Domingo; en 1910 no podía usarse ese pretexto para desembarcar tropas en Veracruz porque entonces no existía el peligro comunista. ¿Por qué la actuación ha sido tan parecida? Porque tradicionalmente el mundo oficial norteamericano se ha opuesto a las revoluciones democráticas en la América Latina.

Con la excepción de los años de Kennedy, la política exterior norteamericana en la América Latina ha sido la de entenderse con los grupos de poder y la de usar la fuerza para respaldar a esos grupos. Durante los años de Franklin Delano Roosevelt se abandonó el uso de la intervención armada, pero no se abandonó el apoyo a los grupos dominantes, y todavía en el caso de la revolución cubana de 1933 se hicieron presentes los buques de guerra norteamericanos en aguas de Cuba como un recordatorio ominoso. Fue John Fitzgerald Kennedy quien transformó los viejos conceptos y puso en práctica una nueva política, pero desaparecido él, volvió a imponerse el criterio de que el poder se ejerce sólo a través de la fuerza.

Esta idea parece no ser correcta. La fuerza como expresión única de poder tiene sus límites: es un instrumento idóneo cuando se enfrenta a la fuerza, pero no lo es cuando se enfrenta a fenómenos que tienen su origen en las bases más profundas de las sociedades. Stalin pudo haber tenido razón al decir, durante la última guerra mundial, que esa guerra sería ganada por el país que fabricara más motores; pues la lucha de 1939-1945 fue llevada a cabo entre poderes militares organizados, y el poder de cada uno de ellos se medía en términos de fuerza, de divisiones, de cañones, de bombas.

Pero una revolución no es una guerra, y hasta se conocen revoluciones que se han hecho sin que haya mediado un disparo de fusil. Tradicionalmente, las revoluciones las han perdido los más fuertes. Las trece colonias americanas eran más débiles que Inglaterra, y le ganaron la revolución de Independencia; el pueblo francés era más débil que la monarquía de Luis XVI y le ganó la revolución del siglo XVIII; Bolívar era más débil que Fernando VII, y le ganó la revolución de América del Sur; Madero era más débil que Porfirio Díaz y le ganó la revolución de 1910; Lenin era más débil que el gobierno ruso, y le ganó la revolución de 1917. Todas las revoluciones triunfantes a lo largo de la historia, sin una sola excepción; han sido más débiles que los gobiernos combatidos por ellas. Una revolución, pues, no puede medirse en términos de poderío militar; hay que apreciarla con otros valores.

Para saber si una revolución es verdaderamente una revolución y no un mero desorden o una lucha de caudillos por el poder, hay que estudiar sus causas, la posición que han tomado en ella los diferentes sectores sociales, y determinar su tiempo histórico. En Washington nadie estudió estos aspectos de la revolución dominicana. En Washington se recibieron noticias de que el sábado 24 de abril, a mediodía, había habido cierta inquietud en algunos cuarteles de Santo Domingo y en el pueblo; un poco más tarde se supo que el jefe del ejército había sido hecho preso por sus subalternos, y en el acto se pensó en desembarcar fuerzas militares norteamericanas en el pequeño país antillano. Eso lo dijo el propio Presidente Johnson al afirmar en una conferencia de prensa que “as a matter of fact, we landed our people in less than one hour from the time the decision was made. It was a decision we considered from Saturday until Wednesday evening”. (The New York Times, Friday, June 18, 1965. Pág. 14 L).

Desde el sábado, pues, el gobierno de los Estados Unidos consideró necesario desembarcar tropas en Santo Domingo; y ese día el gobierno de los Estados Unidos no sabia qué clase de revolución estaba desarrollándose o iba a desarrollarse en la República Dominicana. Es evidente que la actitud del gobierno norteamericano era la de defender el status-quo dominicano, sin tomar en cuenta la voluntad del pueblo dominicano. La reacción en Washington fue, pues, la habitual; el grupo dominante en la República Dominicana estaba amenazado y había que defenderlo.

Ese grupo dominante era sin duda pronorteamericano, pero también era antidominicano, y en grado sumo. En 19 meses de gobierno, el régimen predilecto de Washington había desmantelado la economía dominicana, había establecido un sistema de corrupción no visto en el país desde el siglo pasado y además se burlaba todos los días de las esperanzas del pueblo en una solución democrática. Cuando los revolucionarios tomaron en la mañana del domingo día 25 de abril el Palacio Nacional, hallaron allí montones de carteles de propaganda para la campaña política de Donald Reid Cabral, que había resuelto continuar en el poder mediante elecciones amañadas.

La revolución dominicana de abril no fue un hecho improvisado. Era un acontecimiento histórico cuyos orígenes podían verse con claridad. En realidad, esa revolución estaba en marcha desde fines de 1959, y fue manifestándose gradualmente, primero con una organización clandestina de jóvenes de la clase media que fue descubierta a principios de 1960, después con la muerte de Trujillo en mayo de 1961, más tarde con las elecciones de diciembre de 1962 y por último con la huelga de mayo de 1964. El golpe de estado de septiembre de 1963 no podía detener esa revolución. Fue una ilusión de gente ignorante en achaques de sociología y de política pensar que al ser derrocado el gobierno que yo presidí la revolución quedaba desvanecida. Fue una ilusión creer, como consideraron los que formulan en Washington la política dominicana, que una persona de buena sociedad y de los círculos comerciales era el hombre indicado para dominar la situación dominicana. Fueron precisamente el uso de la fuerza y la frivolidad del favorito de Washington —Donald Reid Cabral— los factores que aceleraron el estallido de la revolución de abril.

La revolución dominicana tenía causas no sólo profundas, sino además viejas. La falta de libertades de los días de Trujillo y el desprecio a las masas del pueblo volvieron a gobernar el país a partir del golpe de estado de 1963; el hambre general se agravó con la política económica sin sentido del equipo encabezado por Reid Cabral, y la corrupción trujillista resultó a la vez más extendida y más descarada que bajo la tiranía de Trujillo. Se pretendió volver al trujillismo sin Trujillo, un absurdo histórico que no podía subsistir. La clase media y las grandes masas se aliaron en un mismo propósito; barrer ese pasado ignominioso que había renacido en el país y retornar a un estado de ley y de honestidad pública.

Veamos ahora el punto que toca al tiempo histórico. Lo que le da carácter peculiar a la historia de Santo Domingo es lo que en otras ocasiones he llamado su “arritmia”. Los acontecimientos dominicanos suceden en un tiempo que no corresponde al tiempo histórico general de la América Latina. El momento histórico en que se hallaba la República Dominicana en abril de 1965 era el equivalente de 1910 en México, y es curioso que los Estados Unidos actuaran sobre Santo Domingo, en cierto sentido, como lo hicieron sobre México en 1910, aunque alegaran para ello que en Santo Domingo estaba en marcha una segunda Cuba.

Pero en Santo Domingo no podía estar en marcha en abril de 1965 una segunda Cuba como no podía producirse en México de 1910. Lo que había estallado en la República Dominicana en abril de 1965 era —y es— una revolución democrática y nacionalista; y el 1965 era el momento histórico exacto para que los dominicanos iniciaran su revolución democrática y nacionalista. En 1965, una revolución democrática no debe ser, y no puede ser, una mera lucha por las libertades públicas. Eso equivaldría a combatir para conquistar solamente una democracia política, y ningún pueblo latinoamericano de hoy puede conformarse con una democracia que no ofrezca al mismo tiempo que libertades políticas, la igualdad social y la justicia económica. Por otra parte, el nacionalismo es un sentimiento que se origina en la necesidad vehemente de hacer progresar en todos los órdenes el propio país, en la necesidad de afirmar la conciencia nacional en el campo económico, en el político y en el moral, y toda revolución verdadera, sobre todo si es democrática, tiene un alto contenido de nacionalismo. Para no equivocarse en el caso de la revolución dominicana de 1965 bastaba con situarla en su tiempo histórico. Eso hubiera servido también para evitar el costoso error político de considerar que era una revolución comunista o en peligro de derivar hacia el comunismo.

El precio que pagarán los Estados Unidos por ese error será alto, y a mi juicio lo veremos en nuestro propio tiempo. Un índice de la magnitud del error es el tamaño de la fuerza usada originalmente para embotellar la revolución. Los Estados Unidos, que en el mes de abril tenían en Vietnam 23 mil hombres, desembarcaron en Santo Domingo 42 mil. Para los funcionarios de Washington, los sucesos de la República Dominicana eran de naturaleza tan peligrosa que se prepararon como si se tratara de llevar a cabo una guerra de la que dependía la vida misma de los Estados Unidos. Siempre recordaré como un síntoma de esa enorme equivocación un detalle de la densa propaganda hecha por el departamento de guerra psicológica, el del famoso submarino ruso capturado en el puerto de la vieja capital dominicana. Ese submarino desapareció misteriosamente tan pronto llegaron a Santo Domingo los primeros periodistas norteamericanos independientes, pero sigue navegando en las aguas del rumor interesado.

La fuerza de los Estados Unidos se usó en el caso de la revolución dominicana de una manera absolutamente desproporcionada. Un pueblo pequeño y pobre que estaba haciendo el esfuerzo más heroico de toda su vida para hallar su camino hacia la democracia fue ahogado por montañas de cañones, aviones, buques de guerra, y por una propaganda que presentó ante el mundo los hechos totalmente distorsionados. La revolución no fusiló una sola persona, no decapitó a nadie, no quemó una iglesia, no violó a una mujer; pero todo eso se dijo, y se dijo en escala mundial; la revolución no tuvo nada que ver ni con Cuba ni con Rusia ni con China, pero se dio la noticia de que 5 mil soldados de Fidel habían desembarcado en las costas dominicanas, se dio la noticia de que había sido capturado un submarino ruso y se publicaron “fotos” de granadas enviadas por Mao Tse-tung.

La reacción norteamericana ante la revolución dominicana fue excesiva, y para comprender la causa de ese exceso habría que hacer un análisis cuidadoso de los resultados que puedan dar la fe en la fuerza y el uso ilimitado de la fuerza en el campo político, y convendría hacer al mismo tiempo un estudio detallado del papel de la fuerza cuando se convierte en sustituto de la inteligencia. En el caso de la revolución dominicana, el empleo de la fuerza por parte de los Estados Unidos comenzó a tener malos resultados inmediatamente, no sólo para el pueblo dominicano sino también para el pueblo norteamericano. Con el andar de los días, esos resultados serán peores para los Estados Unidos que para Santo Domingo.

Pero mantengámonos ahora dentro del límite estrecho de los daños causados a Estados Unidos en Santo Domingo. Por de pronto, la revolución dominicana, que hubiera terminado en el propio mes de abril a no mediar la intervención de los Estados Unidos, quedó embotellada y empezó a generar fuerzas que no estaban en su naturaleza, entre ellas odio a los Estados Unidos. Ese odio no se extinguirá en mucho tiempo. El nacionalismo sano de la revolución irá convirtiéndose a medida que pasen los meses en un sentimiento antinorteamericano envenenado por la frustración a que fue sometida la revolución. Y es una tontería insigne considerar que el nacionalismo de los pueblos pequeños y pobres puede ignorarse, desdeñarse o doblegarse. La más poderosa de las armas nucleares es débil al lado del nacionalismo de los pueblos pequeños y pobres. El nacionalismo es un sentimiento profundo, casi imposible de desarraigar del alma de las sociedades una vez que aparece en ellas, y ese sentimiento, según lo demuestra la historia, lleva a los hombres a desafiar todos los poderes de la tierra. Ahora bien, cuando el nacionalismo democrático es ahogado o estrangulado, pasa a ser un fermento, tal vez el más activo, para la propagación del comunismo. Estoy convencido de que el uso de la fuerza de los Estados Unidos en la República Dominicana producirá más comunistas en Santo Domingo y en la América Latina que toda la propaganda rusa, china o cubana.

Por de pronto, será difícil convencer a los dominicanos de que la democracia es el mejor de los sistemas. Ellos estaban pagando vidas y sangre por su democracia, y la democracia norteamericana presentó su lucha, tremenda y heroica, como obra de bandidos y comunistas. La fuerza, en su caso, fue empleada para impedirles que alcanzaran su democracia. Para muchos norteamericanos esto no es y no será cierto, pero yo estoy exponiendo aquí lo que sienten y sentirán por largos años los dominicanos, no las intenciones norteamericanas.

Debido a que la fuerza nunca es tan fuerte como creen quienes la usan, los Estados Unidos tuvieron que recurrir en Santo Domingo a un expediente que les permitiera usar la fuerza sin exponerse a las críticas del mundo; y eso explica la creación de la junta cívico-militar encabezada por Antonio Imbert. Esa junta, como es de conocimiento general, fue la obra del Embajador John Bartlow Martin, es decir, de los Estados Unidos; y pocas veces en la historia reciente se ha cometido un error tan costoso para el prestigio de los Estados Unidos como el que se cometió al poner en manos del señor Imbert parte de las fuerzas armadas dominicanas y al proporcionarles como justificación para sus crímenes el argumento de estar combatiendo el comunismo en Santo Domingo. Las matanzas de dominicanos y extranjeros —entre los últimos, un sacerdote cubano y uno canadiense— realizadas por las fuerzas de Imbert con el pretexto de que estaban aniquilando a los comunistas, quedarán para siempre en la historia dominicana cargadas en la cuenta general de los Estados Unidos y en la particular del señor Martin. Esas matanzas fueron hechas mientras estaban en Santo Domingo las fuerzas norteamericanas; y además el Embajador Martin sabía quién era Imbert antes de invitarlo a encabezar la junta cívico-militar. La tiranía de Imbert fue establecida a ciencia y conciencia, y después de la tiranía de Trujillo no había excusa que pudiera justificar el establecimiento de la de Imbert.

La revolución no fusiló a nadie ni decapitó a nadie; pero las fuerzas de Imbert han fusilado y decapitado a centenares, y aunque a esos crímenes no se les ha dado la debida publicidad en los Estados Unidos, figuran en los expedientes de la Comisión de los Derechos Humanos de la OEA y de las Naciones Unidas, con todos sus horripilantes detalles de cráneos destrozados a culatazos, de manos amarradas a la espalda con alambres, de cadáveres sin cabezas flotando en las aguas de los ríos, de mujeres ametralladas en los “paredones”, de los dedos destruidos a martillazos para impedir la identificación de los muertos. La mayor parte de las víctimas fueron miembros del Partido Revolucionario Dominicano, un partido reconocidamente democrático, pues la función de la llamada democracia de Imbert es acabar con los demócratas en la República Dominicana. Parece un sangriento sarcasmo de la historia que los crímenes que se le achacaron a la revolución sin haberlos cometido, hayan sido cometidos por un falso gobierno creado por los Estados Unidos sin que eso conmueva a la opinión norteamericana.

La mancha de esos crímenes no caerá toda sobre Imbert, que al fin y al cabo es un ave de paso en la vida política dominicana; caerá también sobre los Estados Unidos y, por desgracia, sobre el concepto genérico de la democracia como sistema de gobierno. O yo no conozco a mi pueblo, o va a ser difícil que a la hora de determinar responsabilidades los dominicanos de hoy y de mañana sean indulgentes con los Estados Unidos y duros solamente con Imbert. En general, va a ser difícil salvar a los Estados Unidos de responsabilidad en todos los males futuros de Santo Domingo, aún de aquellos que se hubieran producido naturalmente si la revolución hubiera seguido su propio curso.

El pueblo dominicano no olvidará fácilmente que los Estados Unidos llevaron a Santo Domingo el batallón nicaragüense “Anastasio Somoza”, el émulo centroamericano de Trujillo; que llevaron a los soldados de Stroessner, los menos indicados para representar la democracia en un país donde acababan de morir miles de hombres y mujeres del pueblo, peleando por establecer una democracia; que llevaron a los soldados de López Arellano, que es para los dominicanos una especie de Wessin y Wessin hondureño. En todos los textos de historia dominicana del porvenir figurará en forma destacada el bombardeo a que fue sometida la ciudad de Santo Domingo durante 24 horas los días 15 y 16 de junio.

Todos estos puntos a que me he referido a la ligera son consecuencias del uso de la fuerza como instrumento de poder en el tratamiento de los problemas políticos. Una apreciación inteligente de los sucesos de Santo Domingo hubiera evitado los males que ha producido y producirá el uso de la fuerza que se desplegó en el caso dominicano.

Para la sensibilidad de los pueblos de la América Latina, para su experiencia como víctimas tradicionales de gobiernos de fuerza, todo empleo excesivo e injusto de la fuerza provoca sentimientos de repulsión. Desde el punto de vista de los latinoamericanos, los Estados Unidos cometieron en Santo Domingo el peor error político de este siglo. El presidente Johnson dijo que los infantes de marina de su país habían ido a Santo Domingo a salvar vidas, pero lo que puede asegurar el que conozca la manera de sentir de los latinoamericanos es que esos infantes de marina destruyeron en todo el Continente la imagen democrática de los Estados Unidos. Es que parece estar en la propia naturaleza de la fuerza destruir en vez de crear, y cuando se usa en forma excesiva e inoportuna, la fuerza tiende a destruir a quien la usa.

Una revolución puede detenerse con la fuerza, pero sólo durante cierto tiempo. En muchos sentidos, las revoluciones son terremotos históricos incontrolables, sacudimientos profundos de las sociedades humanas que buscan su acomodo en la base de su existencia. Y la revolución dominicana de abril de 1965 fue —y es— una revolución auténtica. Por lo menos eso creen los que tienen razones para conocer la historia, las fallas, las angustias y las esperanzas dominicanas, es decir, los dominicanos que las hemos estudiado y estamos vinculados al destino de aquel pueblo por razones tan justas y tan honorables como puede estar vinculado el mejor de los norteamericanos al destino de los Estados Unidos.

Puerto Rico.
29 de junio de 1965
Sin referencias de impresión

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