MORAL Y LUCES

MORAL Y LUCES

martes, 29 de octubre de 2013

JUAN BOSCH: LA GUERRA DE LAS GALAXIAS

LA GUERRA DE LAS GALAXIAS
Juan Bosch
Publicado en Política, teoría y acción, Año VI, N° 58, Santo Domingo,
Enero de 1985
“Los hechos  que tienen  importancia en la vida de un pueblo  no pueden verse  aislados… habría que ir mucho más  atrás porque todos los acontecimientos  históricos  tienen raíces múltiples  y algunas de ellas nacen mucho tiempo antes de lo que se ve a simple vista. Esto que acabamos de decir es lo que explica que a la hora de analizar cada momento de la historia  debemos  partir del  conjunto  de los hechos  anteriores”  Juan Bosch
Las grandes masas de los pueblos del Tercer Mundo oyen hablar de la Guerra de las Galaxias y no tienen idea de lo que significan esas palabras. Tal vez una minoría de personas, entre las cuales habría mayoría de niños, crean que se trata de aventuras protagonizadas por héroes de películas que batallan contra unos cuantos “malos” en las regiones más altas de los cielos porque han visto episodios cinematográficos o televisados en que toman parte hombres que cruzan por esas regiones armados de pistolas electrónicas y vestidos con trajes de brillantes colores y corte ultramoderno que se trasladan a fascinante velocidad de la Tierra a otros planetas persiguiendo a sus enemigos; pero la Guerra de las Galaxias a que se refieren los periódicos y las noticias de radio y televisión no tiene nada que ver con las películas y los cartones animados basados en ese tema. La Guerra de las Galaxias es el nombre que desde hace algún tiempo se les viene dando a unos planes militares que se basan en el uso de un poderío nuclear capaz de aniquilar la vida de los seres que pueblan el mundo en que vivimos con la probable excepción de una mayoría de los que viven en los mares; y para que el lector comprenda de dónde procede esa amenaza vamos a hacer una breve explicación de lo que es el poderío nuclear.
Antes del año 1945 un número muy corto de personas sabían que en la naturaleza había una fuente de energía llamada átomo y que el átomo consistía en cada uno de los pequeñísimos cuerpos eléctricos de que está constituida la materia, pero mucho menos se sabía, con la excepción de algunos grandes conocedores de las Ciencias Físicas, que de los átomos podía obtenerse una fuerza explosiva millones de veces más poderosa que la dinamita, que hasta entonces era el explosivo más potente que el hombre podía producir y controlar a su conveniencia; y sucedió que a mediados de julio de ese año 1945 un grupo de científicos que habían estado trabajando secretamente en un plan destinado a fabricar una bomba atómica, hizo estallar una de prueba en Álamo Gordo, un lugar de Nuevo México, Estados Unidos, y con esa prueba comenzó la Era Atómica es decir, una época nueva de la historia porque la explosión de Álamo Gordo demostró que a partir de ese momento la humanidad disponía de un poder energético cuya existencia había sido insospechada hasta entonces.
Ese poder podía usarse en la guerra para aniquilar militarmente al enemigo, pero también en la paz para ejecutar grandes proyectos de planes beneficiosos para la humanidad, y se usó en la guerra que se llevaba a cabo entre Estados Unidos y su aliada la Unión Soviética contra Japón. Esa era la parte final de la llamada Segunda Guerra Mundial, que había terminado en Europa con la rendición de Alemania el 8 de mayo de 1945 pero seguía en el Pacífico entre norteamericanos y soviéticos de una parte y japoneses de la otra. La bomba atómica fue usada por primera vez el 6 de agosto de ese año 1945, apenas tres semanas después de ser probada en Álamo Gordo; se lanzó sobre la ciudad de Hiroshima, donde además de matar por achicharramiento y por asfixia y de inutilizar por quemaduras profundas a más de 200 mil personas destruyó el centro de la ciudad, todo ello con una sola explosión de corta duración.
La posesión de la bomba atómica convirtió a Estados Unidos en la mayor potencia militar del mundo, pero no por mucho tiempo porque en 1949 la Unión Soviética anunció que había terminado el monopolio norteamericano del poder atómico, lo que significaba que los soviéticos habían fabricado también una bomba atómica y a partir de ese momento empezaría una carrera de competencia entre los dos países que acabaría colocando a la Unión Soviética en el mismo nivel de poderío militar que los Estados Unidos, y no sólo por su dominio de la energía atómica sino además el de la energía nuclear.
¿Cuál es la diferencia entre la energía atómica y la nuclear?
Que la segunda se manifiesta con mayor poder que la atómica porque es el resultado de la integración de un núcleo atómico creado por la unión de dos núcleos de masa más ligera, que se dividen mediante la llamada fisión nuclear. La energía nuclear no deja residuos radioactivos como los deja la atómica, pero además no se agota. La tecnología de la fusión y de la fisión nuclear fue descubierta años después de haberse fabricado la primera bomba atómica, y con ella los norteamericanos hicieron en 1952 la primera bomba termonuclear, cuya capacidad de destrucción era mil veces mayor que la que se lanzó sobre Hiroshima; pero los soviéticos habían avanzado en la física atómica tan de prisa que fabricaron su bomba termonuclear un año después, es decir, en 1953, y se adelantaron a Estados Unidos en la fabricación del primer cohete balístico intercontinental, es decir, que podía salir de territorio soviético y llegar en corto tiempo a cualquier lugar de  América del Norte llevando una bomba nuclear.
Ese cohete balístico fue terminado en 1957, año en el que la Unión Soviética produjo también el primer satélite espacial tripulado por hombres, que fue el conocido con el nombre de Sputnik, y así como la humanidad había entrado el 16 de julio de 1945 en la Era Atómica con la explosión en Álamo Gordo de la primera bomba hecha a base del poder explosivo de los átomos (que en ese caso fueron isótopos de átomos de plutonio), el 4 de octubre de 1957 se inició la Era Espacial con el lanzamiento en la Unión Soviética del Sputnik, y lo decimos para que el lector se dé cuenta de que para esa fecha, exactamente cuarenta años después de haber comenzado la Revolución Rusa, la sociedad que la inició cuando era una de las más atrasadas de los países de Occidente se había convertido en la competidora de la más desarrollada del mundo capitalista.
Pero para el 1957 la Doctrina Truman de la Guerra Fría tenía cinco años de lanzada y el gobierno de Eisenhower, sucesor de Truman, no iba a tolerar que esa doctrina quedara hundida en un mar de incapacidad norteamericana para mantener la supremacía nuclear sobre la Unión Soviética, de manera que Estados Unidos apareció construyendo en 1958 un cohete balístico intercontinental y un satélite tripulado por hombres y en 1960 navegaban por las aguas del Atlántico submarinos porta cohetes. Fue ocho años después cuando la Unión Soviética construyó submarinos del mismo tipo y en el mismo año (1968) fabricó cohetes de cabezas nucleares múltiples que llegaban con un retraso de dos años comparados con los que Estados Unidos había fabricado en 1966.
En el camino de la competencia se había ido muy lejos. La bomba de Hiroshima fue llevada a bordo de un avión que volaba a 360 millas por hora y en 1985 un cohete MXde cabezas nucleares múltiples viaja a razón de 15 mil millas por hora, pero además, mientras la bomba de Hiroshima mató e hirió a más de 200 mil personas la que lleva un MX puede matar, herir o inutilizar de por vida a varios millones porque la bomba de 1945 tenía un poder destructor equivalente a 15 mil toneladas de dinamita y un cohete nuclear actual lleva en su seno la capacidad aniquiladora de 5 millones de toneladas de ese explosivo.
El hecho de que la Unión Soviética diera muestras de que podía sobrepasar a Estados Unidos en la carrera de los armamentos nucleares como lo hizo al producir en 1957 el primer cohete balístico intercontinental, facilitó la apertura entre los dos grandes poderes de negociaciones para ponerles límite a la producción y el uso del armamento nuclear. Esas negociaciones condujeron a una cadena de acuerdos iniciada con el Tratado de la Antártida del año 1959 firmado por 26 gobiernos; el de 1963 mediante el cual se estableció una conexión telefónica directa entre Moscú y Washington para que los jefes de los gobiernos norteamericano y soviético pudieran entrar en contacto directo si se presentaba una situación de crisis que pusiera en peligro la paz mundial, y ese mismo año 111 gobiernos firmaron un Tratado que prohibía el uso de la atmósfera, el Espacio exterior y las aguas profundas para hacer en ellos pruebas de armamentos nucleares; en 1967 83 Estados se adhirieron a un Tratado que prohibía colocar armas nucleares en órbita terrestre y su estacionamiento en el  espacio exterior y 22 gobiernos latinoamericanos declararon sus territorios libres de posesión, almacenamiento o pruebas de armas nucleares; en el 1968 119 Estados firmaron un Tratado en el que se prohibía la transferencia a países que no tuvieran armamento nuclear de armas o de tecnología de ese tipo y además se comprometían a negociar para detener la carrera armamentista; en 1971 71 gobiernos acordaron prohibir pruebas submarinas de armamentos nucleares dentro de los límites de 12 millas fuera de sus costas.
Todos esos tratados indicaban que la posesión por parte de la Unión Soviética y de Estados Unidos de enormes arsenales nucleares preocupaba a gran parte de la humanidad, incluidas en ella las poblaciones de los dos poderosos países, y a partir de 1971, incluido ese año, los gobiernos norteamericanos
y soviético llevaron a cabo varios acuerdos; el de 1971 de medidas para evitar accidentes o uso no autorizado de armamento nuclear; el llamado SALT I, de 1972, que limitaba las áreas de estacionamiento a sólo dos en cada uno de los dos países para sistemas de cohetes antibalísticos y en una segunda etapa congelaba el número de submarinos lanzadores de cohetes balísticos intercontinentales; el Acuerdo 1973 para consulta de los dos gobiernos cuando hubiera peligro de una guerra nuclear; los dos Tratados de 1974 que prohibían las explosiones de prueba bajo tierra de bombas de más de 150 kilotones (equivalentes a 150 mil toneladas de dinamita) y las explosiones en grupos que sumaban más de mil 500 kilotones; y por último el Acuerdo SALT II de 1979 por el cual se limitaba el número de vehículos portadores de materiales nucleares estratégicos, lanzadores de cohetes de múltiples cabezas o de bombarderos con cohetes de múltiples cabezas o de bombarderos con cohetes crucero de largo alcance y prohibición de estacionar nuevos cohetes balísticos intercontinentales.
De esos Tratados y Acuerdos, Estados Unidos no ratificó los dos de 1974 ni el llamadoSALT II; lo que hizo fue dedicarse a fabricar cohetes destinados a cercar desde países europeos a la Unión Soviética con la bomba de neutrones, destinada a matar soldados y población civil, pero sin causar daño alguno a los edificios o construcciones de otro tipo, y con los cohetes Pershing que pueden atravesar toda Europa y caer en Moscú  siete minutos después de haber sido disparados.
Con la llegada al poder en Estados Unidos de los líderes del Partido Republicano encabezados por Ronald Reagan, hecho que se produjo al empezar el año 1981, pasó a ser eje ejecutado un programa de gobierno cuya política exterior estaría vinculada a la producción de armas nucleares pero que en la campaña electoral de 1980 se expresaba en consignas que ocultaban esa vinculación. Lo que ofrecía el candidato presidencial republicano era la restauración del poderío de su país con lo cual aludía, sin mencionarlo, al poder militar, porque  referirse directamente al poder militar era una manera de referirse a la producción de nuevas armas nucleares.
“Estados Unidos debe negociar desde una posición de fuerza”, afirmaba Ronald Reagan después de haber asumido la presidencia del país; pero esa posición privilegiada sólo podía alcanzarse negociando con los gobiernos de Europa Occidental, miembros de la OTAN, es decir, aliados de América del
Norte, para lo cual se requería hallarse en posesión del aparato del Estado; y tan pronto llegó a la Casa Blanca, Reagan y sus hombres de confianza pusieron en práctica el plan de sus consejeros habían elaborado antes aún de que comenzara la campaña electoral, que consistía en instalar en Europa la nueva cohetería norteamericana y sobre todo la bomba de neutrones con lo cual quedaban sin valor los Tratados de 1974 y el llamado SALT II celebrados con la Unión Soviética y pasaba a adquirir su papel de propaganda política la locución Guerra de las Galaxias.
El significado de esa locución era, y sigue siendo, guerra llevada a cabo en el Espacio, fuera de la Tierra, en las regiones del Universo por donde vuelan día y noche sin ser advertidos por los pueblos del mundo unos aparatos portentosos, y a la vez poderosos, que desde las alturas de muchos kilómetros en que transitan pueden grabar conversaciones telefónicas y retratar un automóvil que rueda a lo largo de una carretera; que pueden acumular en computadoras los datos de todo lo que sus mecanismos de observación captan a la distancia en cualquier país, gracias a los cuales el gobierno que los usa tiene informaciones detalladas de cuanto pasa en un territorio dado.
Estados Unidos tiene el poderío que le confiere la posesión de aparatos nucleares de todo tipo y con ellos de los que le corresponden a una gran potencia espacial, pero la propiedad de tanta maquinaria portentosa no parece estar acompañada por una noción clara de los peligros que conlleva el uso de esos aparatos. Si los hombres que dirigen el Estado norteamericano tuvieran esa noción no alentarían el uso de una propaganda política como la que se hace estimulando la llamada
Guerra de las Galaxias, porque una guerra hecha con armamento nuclear en el Espacio terrestre destruirá la atmósfera que nos rodea, y sin esa atmósfera no podría haber vida en la Tierra.
No lo habría para los soviéticos, pero tampoco para los norteamericanos y mucho menos para los miles de millones de seres que forman la población de Tercer Mundo, entre los cuales estamos los dominicanos.
Santo Domingo,
18 de enero de 1985.

lunes, 28 de octubre de 2013

JUAN BOSCH: UN PERIODISTA HAITIANO EN SANTO DOMINGO


Por allá por los años de 1933, nos visito aquí en Santo Domingo, el poeta y periodista Haitiano Charles F.Pressoir, el entonces joven intelectual Juan Bosch, con apenas 23 años de edad, escribió en la  Revista Bahoruco,  No. 159, Santo Domingo, 23 de agosto de 1933, p.9.  las impresiones que tan distinguido visitante e intelectual Haitiano le habían causado.


Charles  F.  Pressoir  está  en  Santo  Domingo.  Le  vi,  cuando  saludaban  un  amigo,  bajar  a  saltos  la  escalinata  del  hotel;  pero  como  no  lo  esperaba  y,  como  además,  tiene  figura  tan  nuestra,  tan  criolla,  no  me  fijé  en  él.  Vino  luego  esa  sonrisa  distinguida,  la amplia  mano  tendida.
-¡Pressoir!
-El  mismo – contesta  en  su  perfecto  español.
Pressoir  es  ahora  secretario  del  “Comité  Domínico-Haitiano  de  Relaciones  Culturales”.  Es  además,  abogado  al  servicio  de  su  gobierno.  Pero  eso  no  pasa  de  tonterías.  Lo  importante  está  en  que  su  libro  Al  ritmo  de  los  convites  le  coloca  en  primer  plano  entre  los  grandes  poetas  haitianos.  Dígalo  sino  su  traducción  al  inglés  debida  a  Enma  Nerthley  Underwood.  Lo  importante,  “ítem  y  más”,  está  en  su  prolífica  labor  periodística  en  Haity  Journal,  del  que  es  redactor,  Temps,  la  revista  de  Charles  Monavia  y  Action  Nationale;  sus  dedicaciones  de  estudio  a  los problemas  domínico  -haitianos;  su  obra  Cartas  a  Juan,  parida  de  un  fino  humorismo.

Viendo  a  Pressoir  se  explica  uno  su  gran  capacidad  de  trabajo,  esa  facilidad  de hacer  mil  cosas  distintas  y  hacerlas  bien;  es  pequeño,  inquieto  como  una  culebrilla,  de  conversación  amena  y  fácil.

-Oiga – nos  dice - :  nuestra  lucha  por  enseñar  el  español  en  Haití  es  tan  grande,  que  casi  toda  la  mitad  de  la  población  de  Jeremie  habla  español.

Calla  un  rato.  Su  silencio  está  lleno  de  sonrisas  y  distinción. 
-Francamente – agrega – entre  nosotros  sobra  la  frontera.  Si  logramos  conseguir  que  en  Haití  se  habla  español,  dentro  de  diez  años  la  isla  tendrá  un  corazón  sólo.

Es  además  un  hombre  práctico.
-Vuestros  periódicos  serán  los  nuestros.  Lo  que  un  dominicano  piense  resonará  en  Haití.  Además,  ¿no  producimos,  ustedes  y  nosotros,  café  y  tabaco,  azúcar  y  maderas?  ¡Pues  juntos  no  tendremos  problemas  de  superproducción,  puesto  que  no  nos  haremos  competencia  entre  casa!

Charles  F.  Pressoir  habla  con  entusiasmo;  le  salva  la  fe,  esa  fe  que  le  permite  emprender  una  lucha  contra  el  arcaísmo  legislativo  haitiano  y  logra  convencer  a  los  legisladores  de  que  la  mujer  puede  y  debe  ser titular,  hasta  conseguir  una  ley  autorizando  la  mujer  a  ser  abogado;  esa  fe  que le  permite  atender  a  sus  quehaceres  profesionales  y  sobrarle  tiempo  par a el  periodismo,  para  la  literatura,  para  creer  en  el  porvenir  de  estos  países.

Pressoir  estuvo  aquí  con  el  equipo  de  Volley  ball,  en  el  séquito,  y  ha  vuelto.
-¡Aunque  sólo  fuera  por  ver  estas  bellas  cartas  de  las  muchachas  dominicanas,  volvería  aquí  a  cada  rato! – nos  dice  sonreído.  Y  lo  creemos.  Este  dinámico  poeta,  que  no  gusta  del  verso  libre,  porque  no  ¡tiene  música,  que  habla  cinco  idiomas  y  es  profesor  de  latín,  que  se  educó  en  París  y  ama  el  negro,  que  es  haitiano  y  parece  nuestro,  por  su  color  trigueño  encendido,  por  sus  ojos  vivos  y  su  inquietud  latina,  que  es  haitiano  y  tiene  corazón  cibaeño,  es  muy  capaz  d e venir  de  Port-au-Prince,  en  avión  y  a  pie,  con  tal  de  estar  un  segundo  prendido  de  los  ojos  de  una  dominicana!
¡Aunque  no  sea  bella! 

Juan Bosch

Revista Bahoruco,  No. 159, Santo Domingo, 23 de agosto de 1933, p.9. 



domingo, 27 de octubre de 2013

JUAN BOSCH EN EL CONTEXTO DE LA GUERRA FRIA.



Domingo Nuñez Polanco 

Queremos hacerle saber a nuestros amigos lectores, sobre todo, aquellos interesados en profundizar en el conocimiento del  pensamiento social y político del profesor Juan Bosch, que presentaremos, a lo largo de este mes de junio(mes de su nacimiento)  una serie de trabajos con fines de poner en conocimiento de ustedes  la dimensión histórica del pensamiento social y político de uno  de los patriotas y antiimperialistas mas consumado de esta América del pasado siglo XX, el Profesor Juan Bosch.

Juan Bosch nació (30 de junio 1909) en la ciudad de La Vega, enclavada en el fértil valle del  Cibao. Vivió los primeros años de su vida en el campo, en Rio Verde y el Pino, parajes de la provincia de La Vega, donde recibió las primeras enseñanzas. El joven Juan Bosch, sobre un cuarto de siglo de vida, pero menos de veintinueve años se radica en Santo Domingo, capital de la República, donde hace varios oficios como empleado de algunas casas comerciales, también hace las veces de crítico de arte, en la sección literaria del Listín Diario; Va a la cárcel, acusado de actividades antitrujillistas,  luego de liberado termina de Empleado público, en  la oficina Nacional de Estadísticas. Es enterado que Trujillo quiere  hacerlo diputado y comprometerlo con la Dictadura. Entendía que su camino  era la literatura y no ser servil de un régimen oprobioso, no tuvo otra alternativa  que enrumbarse por el largo camino del exilio. Su primera escala es Puerto Rico. Allí, el destino le depara una nueva ruta que será  productiva y agitada y no terminará hasta el año 2001, donde expiro el último soplo de vida. 

Bosch, para 1938, llega a Puerto Rico. Dejemos que sea el propio Juan Bosch que nos diga que paso allí en la tierra de Pedro  Albizu Campos “El hecho más importante de mi vida hasta poco antes de cumplir 29 años fue mi encuentro con Eugenio María de Hostos, que tenía entonces casi 35 años de muerto. El encuentro se debía al azar; pues, buscando trabajo, lo halle como supervisor del traslado a maquinilla de todos los originales  de aquel maestro de excepción… (…) Eugenio María de Hostos, que llevaba 35 años sepultado en la tierra dominicana, apareció vivo ante mí a través de su obra, de sus cartas, de papeles, que iban revelándome día tras día su intimidad; de manera que tuve la fortuna de vivir en la entraña misma de uno de los grandes de América, de ver cómo funcionaba su alma, de conocer –en sus matices más personales- el origen y el desarrollo de sus sentimientos. Hasta ese momento, yo había vivido con una carga agobiante de deseo de ser útil a mi pueblo y a cualquier pueblo, sobre todo si era Latinoamericano; pero, para ser útil a un pueblo, hay que tener condiciones  especiales. ¿Y cómo  podía saber yo cuales condiciones eran esas, y como se las formaba uno mismo sino las había traído  al mundo, y como  las usaba si las había traído?

La repuesta a todas esas preguntas, que a menudo me ahogaban en un mar de angustia, me la dio Eugenio María de Hostos, 35 años después de haber muerto.  (…) la lectura de los originales de Eugenio María de Hostos me permitió conocer que fuerza mueven, y como la mueven, el alma de un hombre consagrado al servicio de los demás”, (Juan Bosch, Hostos el sembrador)

Muchos años después Juan Bosch elaboraría una repuesta para las preguntas que cualquier hombre, con buenas intenciones, se haría, tal como las que el mismo se hizo allá en la lejanía de 1938, después de su encuentro con Hostos “El gran hombre aparece en los momentos decisivos de la historia de su pueblo, esto es, cuando una crisis hace estallar los moldes sociales en que ese pueblo ha estado viviendo, a veces durante siglos; aparece entonces porque sus condiciones de carácter, que generalmente han permanecido ocultas para todo el mundo y a menudo hasta para él mismo, le permiten desarrollar una capacidad de acción u otras formas de expresión de su personalidad que resultan ser las más adecuadas para dirigir a las masas en esa hora de crisis, pero esas condiciones de carácter habían sido elaboradas en el héroe por fuerzas de origen natural, como, por ejemplo, una determinada conformación cerebral, combinada con las presiones de la sociedad en que se había formado. Entre tales fuerzas ocupa un lugar decisivo lo que ahora llamamos ideología, que es un producto neto de la sociedad, aún si se trata de una parte de ella, como es la clase social de la persona que la comparte. En suma, que el hombre no es producto de sí mismo, de tales o cuales condiciones psicológicas, sino que es el producto de su sociedad porque ésta es la fuente de la psicología de la persona; y a tal extremo esto es así que en la sociedad de clases resulta fácil distinguir, a través de sus expresiones psicológicas, al capitalista del obrero y a éste del que le queda más cerca en términos clasistas, que es el bajo pequeño burgués pobre y muy pobre.

En lo que se refiere a la vocación, todavía la ciencia no ha llegado al punto de determinar cuál es su origen, pero se sabe que son muchos los hombres y las mujeres que han sentido el llamado de una vocación, a veces desde los años más tempranos. Las personas que sienten ese llamado son capaces de hacer toda suerte de sacrificios para seguir el impulso que llamamos vocación. Unas abandonan a sus familias y se van a correr mundo en busca de ambientes en que puedan desarrollar las capacidades que les permitan ser lo que quieren ser; las hay que viven aventuras fabulosas y se juegan hasta la vida persiguiendo lo que creen que es su destino; y unas más, otras menos, todas tienen una convicción profunda, sin saber por qué, de que podrán hacer aquello que persiguen, y que haciéndolo se destacarán entre todos los seres humanos; alcanzarán la gloria o el poder, pasarán a ser personajes importantes e influyentes.”(Juan Bosch, CONSIDERACIONES ACERCA DEL POLÍTICO, LA VOCACIÓN Y EL OFICIO.)

 Esa ruta productiva y agitada que le deparo el destino a Juan Bosch, desde el momento mismo que piso tierra Borinqueña por allá en aquel lejano 1938, que lo llevo desde un largo y errante exilio (24 años) a ser juramentado  ante la asamblea nacional de su país, como primer presidente elegido democraticamente después de terminada la dictadura Trujillista, el 27  de febrero de 1963.

Bosch desde el gobierno se proponía poner en marcha su proyecto democrático. Todavía creía que se podía hacer una revolución democrática en el marco de la “mentada democracia representativa” y hacer los cambios estructurales que la hicieran viable.

Frente a cuestionamiento de grupos y sectores políticos, económicos, sociales y la alta jerarquía de la Iglesia católica  que  le adversaban en su proyecto democrático y del proceso de  cambios sociales, económicos y políticos vía la nueva y progresista constitución de 1963, Bosch hizo un llamado a esos sectores “Crear la democracia es un deber de todos los dominicanos y por tanto cada uno debe cargar con su parte de responsabilidad. Un hombre solo puede organizar y dirigir una tiranía, pero un hombre solo no puede construir y mantener un régimen democrático” (Juan Bosch)

La errática percepción de los sectores conservadores y antidemocráticos, de “una amenaza comunista” que avanzaba en el país como resultado de la tolerancia del gobierno de Bosch con los comunistas crearon el caldo de cultivo para las iniciativas de actividades conspirativas contra el gobierno de Bosch.  Las primeras intrigas de esta acusación para justificar las innumerables actividades  contra el primer ensayo democrático después de la muerte de Trujillo fueron recibidas primeramente por Rómulo Betancourt, antiguo aliado y amigo  de Bosch, en relación a un supuesto documento anticomunista promovido por  Betancourt, José Figueres (también antiguo amigo del Bosch) junto con  otros líderes extranjeros, cuyo documento Juan Bosch se negó a firmar ;quizá por ahí comenzaron las diferencias entre los otroras amigos y aliados de Juan Bosch  Figueres y Betancourt.

Lo que si no hay duda, es de que el ambiente anticomunista  que se  vivía en el mundo a raíz de la Guerra Fría, y particularmente en América Latina debido a el carácter socialista que adoptara la revolución cubana, que en la República Dominicana había encontrado eco entre los herederos de Trujillo, la oligarquía y sobre todo la Iglesia Católica, había generado las condiciones ideales para dar al traste con el proyecto democratizador de Bosch. El pretexto inmediato fue la nueva Constitución democrática y progresista de 1963.

La historia posterior, el golpe de Estado contra Bosch, la revuelta de abril y la ocupación militar por Estados Unidos a la República Dominicana, es historia patria. En ese sentido, vamos a permitirle al eminente catedrático dominicano, residente en México, Pablo Mariñez que nos haga un análisis en el contexto histórico en que se dieron estos acontecimientos.  

En esta primera entrega  amigo lector le dejamos con el acucioso y eminente investigador y profesor universitario Pablo Mariñez.

Pablo Mariñez:    “(…) el capitalismo se expandía, sobre todo a lo largo del siglo XIX y primera década del siglo XX, vertiginosa y arrolladoramente, desde el centro –que era Europa y Estados Unidos, básicamente  –hacia la periferia (lo que durante mucho tiempo se llamaría “Tercer Mundo”), sin impulsar necesariamente sus relaciones de producción correspondientes, y mucho menos del proceso de industrialización, este era reservado para los países del centro, donde a su vez se desarrollaba la democracia, mientras que en los países de la periferia el capitalismo  apenas incursionaba a nivel del mercado, como países y regiones que proporcionaban -como colonias o neocolonias-, materias primas  y fuerza de trabajo barata, a la vez que eran receptoras  de cuantiosas inversiones de capital.

Este proceso daría lugar  a que desde el centro del mismo sistema capitalista se produjera una gran asimetría entre los países del centro y los de la periferia; la que se expresaría en el producto interno bruto  y muchos otros indicadores económicos, a la vez que sociales.  Por lo mismo los países de la periferia  carecían de la sustancia económica y social que demandaba una democracia, como si la había en los países del centro.  Sin embargo, ello no fue impedimento para que los países de la periferia se intentaran impulsar proyectos democráticos, los cuales estaban llamados a fracasar, al menos en la mayoría de los casos, tanto por razones internas como externas.

Dentro de este contexto de asimetría entre el centro y la periferia, y en un país carente de la sustancia económica y social en su organización capitalista, como la República Dominicana a principios de  la década de 1960, tras la caída de la dictadura de treinta y un años de Rafael Leónidas Trujillo, a Juan Bosch le correspondería impulsar un proyecto  democrático, luego de ser electo Presidente constitucional, en diciembre de 1962.  Ante el fracaso para lograrlo, a consecuencia del golpe militar que lo derroco, en septiembre de 1963, posteriormente por la ocupación militar de 1965, el país quedaría colocado en una compleja y difícil situación. Bosch lo expresaría de la siguiente manera: “Creo que en la República Dominicana, Latinoamérica ha recibido una lección. La lección de que no es posible establecer una democracia con la ayuda de los Estados Unido, y de que tampoco es posible establecer una democracia contra Estados Unidos…”.  Trágica  contradicción –un verdadero callejón sin salida-para un país como la República Dominicana, situado en la misma frontera imperial del Caribe, en pleno auge de la Guerra Fría.

Sin embargo, tratando de encontrar un salida a tan difícil  y compleja situación, Bosch viaja a Europa a finales de 1966, en busca del espacio y las condiciones adecuadas para reflexionar y estudiar diversos tópicos políticos, sociológicos e históricos de la República Dominicana y el Caribe, lo mismo que a nivel internacional, que le permitiera dar una repuesta a la crisis dominicana. Después de una serie de estudios realizados, en 1969 Bosch desarrolla una nueva tesis política de gobierno, Dictadura con respaldo popular,  que consistía, en esencia, en un revolución antioligárquica, que permitiera encontrar las vías del desarrollo, con una nueva organización política que garantizara la equidad y la justicia social en un Estado de derecho que asegurara la paz y la libertad; todo ello, después de haber logrado la recuperación de la soberanía nacional.

Esto quiere decir que  la Dictadura con respaldo popular seria dada a conocer casi un siglo y medio después –ciento treinta y cuatro años para ser más precisos –de que Alexis de Tocqueville  publicara La democracia de América; y ciento veinte y cinco años después de que la República  dominicana lograra su independencia nacional,1844, y comenzara a organizarse políticamente como sistema democrático. Esa era la distancia cronológica y, por supuesto, económica, social, y política existente entre Estados Unidos, líder de la democracia representativa, y la República dominicana a finales de la década de 1960, país que sufría de una arritmia histórica, como lo definía Juan Bosch; es decir, esa era la distancia que había, en el mismo sistema capitalista, entre el centro y la periferia, al menos entre ambos países. (…) pero no debemos dejar de señalar que en realidad la distancia señalada entre ambos países es mucho mayor, pues La democracia de América no es un proyecto, sino el estudio de un caso concreto, de lo que Tocqueville había tenido la oportunidad de ver, vivir y analizar en estados Unidos  durante  su estancia en ese país en la primera década de 1830; en cambio, Dictadura con respaldo popular, apenas consiste en una tesis, como proyecto para instaurar un nuevo sistema político en República Dominicana, acorde con sus propias condiciones históricas, políticas y socioeconómicas; pero también el hecho revela que el país llevaba más de un siglo fracasando en su intento de organizarse económica y políticamente, si tomamos como punto de partida la independencia nacional de 1844, y casi quinientos años si se parte de 1492. Para Bosch, “lo que ha fracasado no ha sido el pueblo dominicano; ha sido el sistema en que ha vivido”.

El golpe de Estado de 1963 que derroco al presidente Juan Bosch, y la ocupación  militar estadounidense de 1965 tuvieron tan fuerte impacto en su pensamiento político, que solo son comparables al que origino la lectura de la obra de Eugenio María de Hostos, cuando el joven Juan Bosch, a la edad de 29 años, llego a Puerto Rico en 1938.

Sin embargo, entre ambos acontecimientos hay una diferencia significativa, que bien vale la pena abordar, aunque sea muy sucintamente. Mientras el encuentro de Bosch con la obra de Hostos  “le permitió conocer que fuerza mueven, y como la mueven, el alma de un hombre consagrado al servicio de los demás”, y por lo tanto modifico su cosmovisión, definió su horizonte político y sentó las bases para lograr una solida  formación intelectual, que lograría incluso consolidar en el curso de sus primeros años de exilio, en cambio, el golpe militar de 1963 contra su gobierno, pero fundamentalmente la ocupación armada de 1965,modificaría las condiciones materiales de producción existente, de las cuales Bosch no podía substraerse, por lo que el enfoque de sus análisis estaba conminado a tomar un curso diferente.

En efecto, a lo largo de los veinte y cinco años transcurridos entre 1938, al iniciar su exilio, y 1963, cuando llega a la Presidencia de la República Dominicana, se habían producido significativos cambios internacionales que se constituirían en verdaderos desafíos para Bosch llevar adelante el proyecto político democrático que muy cuidadosa y seriamente  —asumiendo múltiples retos, que lo llevaría al exilio dentro del exilio, así como a la cárcel –había ido elaborando durante sus años de vida errante por diversos países, pero fundamentalmente en el Caribe, y el interior de este, en Cuba.

La región del Caribe, que Bosch había estudiado amplia y profundamente, también se había transfigurado, en particular a raíz del triunfo de la revolución Cubana en 1959.  En suma, su proyecto político democrático, tal y como él lo había concebido, se enfrentaba a un escenario geopolítico distinto, mucho más complicado, que reducía la posibilidad de hacerse realidad.

Sin embargo, por la sagacidad político que lo caracterizaba, Bosch había alcanzado a comprender, muy tempranamente, el impacto de la Revolución Cubana en la región, cuya geopolítica había sido modificada; en cambio, las transformaciones que se habían ido produciendo, justamente alrededor  de esos años en el imperialismo, es decir dentro de la economía capitalista, así como de los aparatos de poder de Estado Unidos, no fueron percibidos tan rápidamente; cambios que por lo demás ningún internacionalista o analista político había logrado comprender y analizar, al menos en profundidad.

Ciertamente, tendrían que producirse la ocupación militar de 1965 en la República dominicana  -y un año antes, 1964, en Viet Nam–, para que el líder político dominicano hiciera una lectura de la historia de Estados Unidos, de sus sectores de poder, de su política internacional, y más que nada del capitalismo en su fase imperialista. Acontecimientos que le darían el privilegio, gracias a su solida formación intelectual y política, de ser un pionero  en el análisis de los cambios que se estaban produciendo al interior de dicho sistema.

Como podemos observa, sería un simplismo, como han hecho algunos analistas, plantear que en Juan Boch se produjo un cambio radical en su pensamiento político –o incluso que se había convertido en un amargado y resentido-.  Es cierto, se había producido un cambio en su pensamiento político, pero solo en algunas dimensiones, como la democracia y el partido político, pues en la demás dimensiones  encontramos una continuidad… (…) Lo que no se puede perder de vista es que el verdadero cambio se había desarrollado en la estructura del capitalismo, y en la coyuntura de la región del Caribe, pues el orden geopolítico se había transformado. Y siendo Bosch un actor político de primer plano en los hechos que allí se producían, no podía quedarse aferrado a un viejo libreto, que partencia a una etapa de la historia que había sido modificada, al menos en la correlación de fuerzas económicas, militares, políticas y sociales. Desde una perspectiva metodológica de análisis del pensamiento político de Juan Bosch, lo correcto sería plantear un enfoque dialectico para una adecuada comprensión del mismo, dejando a un lado el simplismo de las subjetividades antes señaladas. Las condiciones de producción se habían modificado como resultado de los cambios políticos internacionales, y en consecuencia se tenía que producir un cambio en el enfoque y análisis políticos, incluso recurriendo a otras propuestas teóricas paradigmáticas, pues al modificarse la problemática objeto de estudio los viejos instrumentos teóricos  no son suficientes para dar cuenta, de manera rigurosa, del curso que estaban siguiendo los nuevos acontecimientos.

Por lo que acabamos de plantear, nos parece un gran acierto que el Pentagonismo, sustituto del imperialismo (1967) y dictadura con respaldo popular(1969),formen parte de un mismo tomo para ser prologada… pues aunque la primera corresponde al campo de los estudios internacionales, y la segunda al de la sociología política, ambas se encuentran estrechamente relacionada entre sí, tanto porque corresponden a desafíos teóricos para el autor, como que pertenecen a una misma coyuntura política internacional, regional y nacional.  Sin embargo, la vinculación es mucho más estrecha y profunda de lo que acabamos de exponer, pues sin la primera Bosch no hubiera podido desarrollar la segunda; a su vez, en lo que a las condiciones de producción se refiere, tendríamos que plantear, lapidariamente, que ambos libros son hijos de la ocupación militar estadounidenses de 1965 a la República dominicana. Sin esta última, Bosch se hubiera dedicado al ejerció de sus funciones de Presidente de la República, cargo para el que había sido elegido libre y soberanamente por el pueblo dominicano, y hubiera comenzado a impulsar su proyecto político de democracia representativa, o de democracia revolucionaria, como él  prefería llamarla.

A finales de 1966, cuando Bosch emprende su viaje hacia España, que luego lo llevaría a ´Francia, y desde ahí a varios países europeos y asiáticos, apenas hacia un año y medio se había producido la ocupación militar estadounidenses en República dominicana, en abril de 1965.  (…) ya había tomado posesión del gobierno  el Dr. Joaquín Balaguer, candidato favorito de las tropas de ocupación; al momento de su salida todavía el olor a pólvora se respiraba en las calles dominicanas; las casas y edificios mostraban las perforaciones  de los impactos de balas, proyectiles, morteros, bazucas y cañonazos que habían causado las armas estadounidenses, con un saldo de más de tres mil muertos; cientos de jóvenes habían tenido que abandonar el país –y lo seguirían haciendo durante varios años más, en un numero de miles–, (…) Apenas era el preámbulo de los doce años  de crímenes y terror causado por las bandas paramilitares, que perseguían y asesinaban a líderes políticos, sindicales, estudiantiles, y a la ciudadanía en general; todo ello durante el gobierno del Dr. Joaquín Balaguer,1966 a 1978.

Por cuanto, Bosch  no podía perder tiempo, tenía que actuar con rapidez para buscarle solución política al país, sobre todo para que recuperara, antes que nada, su soberanía nacional, de tener el crimen de las más tarde llamada “fuerzas incontrolables”, especie de escuadrón de la muerte que operaba impunemente en todo el territorio nacional, así como proponer un nuevo modelo económico y político de gobierno que garantizara el desarrollo nacional, la libertad, la paz social.

Dada  las condiciones existentes en la región, había que ser muy creativo, audaz y decidido políticamente para encontrar tal solución, Bosch era absolutamente consciente de ello, el país posiblemente atravesaba  por una de sus peores encrucijadas de toda su historia.

Eran los años de la guerra fría, políticamente difíciles y sumamente complejos, no solo para las pequeñas naciones del Caribe como República Dominicana; sino también a nivel internacional.

En suma, eran años convulsionados, de  luchas anticoloniales, de movimientos de liberación nacional; de luchas antiimperialistas que recorrían por todo el mundo. Las aspiraciones, para algunos, eran de establecer un amplio frente de carácter  tricontinental, donde se pudiera mancomunar las fuerzas revolucionarias del tercer mundo, es decir, de América Latina, África  y  Asia.  Eran los años en que el Che Guevara había proclamado la consigna de crear “dos, tres…muchos Vietnam”, como lo plantearía a principio de 1967.

En ese complejo y tenso contexto internacional es en  el  que Juan Bosch  se establece en España… (…) permanecería hasta 1969, (…) retornaría a la República Dominicana en abril de 1970. En esos tres años y medio escribiría sus más  importantes obras, entre ellas, el Pentagonismo sustituto del imperialismo (1967), Dictadura con respaldo popular (1969), De Cristóbal Colon a Fidel Castro o Caribe  Frontera Imperial, Composición Social dominicana, entre otros no menos importantes”. (Pablo Mariñez )

JUAN BOSCH: MIS RELACIONES CON CAAMAÑO


Profesor Juan Bosch y el Coronel Caamaño 

En un articulo que produjo la revista ¡ahora!, No 486, del 5 de marzo de este año bajo el titulo de “Bosch relata la desaparición de Caamaño” conté mis relaciones con el Héroe de abril hasta aquel domingo” ya en el mes de octubre (de 1967)” cuando “Caamaño y su familia salieron hacia Madrid desde Benidorm, donde vivía para esos días. En ese articulo expliqué que al despedirme “me dio un abrazo y me dijo algo que no pude entender. Sin embargo, el abrazo y las palabras se correspondían y tenían una significación especial; no era una despedida simple sino algo más. Fue como si me hubiera dicho que volviéramos a vernos en circunstancias especiales, en otra forma, en otra tierra”, según dije en ese artículo. Y lo cierto es que no volvimos a vernos, aunque faltó poco para que nos viéramos de nuevo; y nuestras relaciones se reanudaron, aunque de manera irregular y por muy poco tiempo, algunos meses del año 1968. Y a esas relaciones cortas e irregulares es a las que voy a referirme en este artículo.
No me seria fácil ahora, a esta distancia de años, cuantos días pasaron desde que Caamaño salió de Benidorm hasta que llegó a Londres; pero deben haber sido pocos porque no debíamos ir por el 15 de octubre cuando se presentó en mi casa una persona que llevaba un mensaje de Caamaño. El mensaje iba dentro de un cigarrillo y era muy corto; en él me anunciaba que el portador me entregaría 500 dólares para que los guardaras para él (Caamaño) podría necesitar en cualquier momento que alguien hiciera viaje a cualquiera otra gestión que él pudiera pedirme. Tal vez dos o tres semanas después de eso, a fines de la primera semana del mes de noviembre, tal como dije en el artículo que reprodujo la revista ¡ahora!, se presentó en Benidorm el capitán Héctor Lachapelle Díaz; y según dijo en el mencionado artículo: “había volado desde Londres hasta Alicante para saber si yo tenia noticias del coronel Caamaño; el Dr. Jottin Cury y Doña Chichita de Caamaño, también en busca de noticias. Cury, Montes Arache, Lachapelle y yo tuvimos largo tiempo realizando punto por punto, y con la mayor atención, todas las posibilidades del caso, y nuestra conclusión fue una: el coronel Caamaño se había ido de Europa por su propia voluntad y después de haber preparado con mucha con mucha anticipación y con mucho cuidado cada uno de sus pasos. No había temor de que le hubiera sucedido o pudiera sucederle una desgracia. Nuestras dudas quedaron sin aclarar sólo en un aspecto. No sabíamos, ni podríamos averiguarlo por el momento, a donde había ido Caamaño.
Lo que no dije de esa entrevista en ese artículo es que en vista de que ni Montes Arache ni Lachapelle Díaz ni Jottin Cury tenía medios para moverse por Europa; yo dispuse de los 500 dólares que Caamaño me había mandado unas tres semanas antes y se los entregué para que los usaran a su mejor saber y entender. A partir de entonces no volví a tener noticias de Caamaño, pero el 6 de enero de 1968 (y no puedo olvidar la fecha porque en la noche anterior había nevado en las montañas que están detrás de Benidorm y el día de los Reyes Magos era frio hasta calar los huesos) supe que estaba en Cuba; lo supe por una visita que llegó de Valencia a llevarme un mensaje suyo.
Yo tengo buena memoria, y para algunas cosas, muy buena; pero hay algunas otras en la cual no es buena; por ejemplo, en los títulos de los libros que leo y en las fechas de los acontecimientos de mi vida, sean o no sean importantes. Puedo recordar que el día de la llegada a Benidorm de la visita de que acabo de hablar era 6 de enero porque en ese caso se unieron dos circunstancias; era el día de Reyes y las montañas de Benidorm estaban nevadas. Sin embargo, no podría decir ahora con seguridad si las cosas que voy a referir inmediatamente las dije en esa fecha o en el mes de marzo, cuando volvió a visitarme la misma persona. Creo, sin embargo, que lo que hablé entonces con esa visita fue lo que voy a contar porque parte de la conversación se relacionó con el Dr. José Francisco Peña Gómez y el Dr. Peña Gómez andaba por esos días cerca de España; tal vez estaba en Suecia y creo que estuvo en Benidorm al finalizar el mes de diciembre.
Lo primero que me dijo la visita, de parte del coronel Caamaño, era que él se hallaba en Cuba y que había un Cubano interesado en tener entrevista con el compañero Peña Gómez (que todavía no tenia titulo de Doctor en Derecho); que la entrevista se había arreglado para ser celebrada en París; que Peña Gómez debía entrar en el tren subterráneo (metro) de la plaza Marceau a las 3:00 de la tarde que cuando fuera bajando las escalera se le acercaría un hombre y le preguntaría si el fumaba cigarrillos Aurora, a lo que Peña Gómez respondería que no. Y que a partir de ese momento el que le hiciera la pregunta se le pondría al lado y seguiría caminando y hablando con el hasta llegar a un punto donde estarían los dos y el desconocido le daría un mensaje del coronel Caamaño que Peña Gómez debía transmitirme inmediatamente.
No se si se debe a que de niño leía novelitas de misterio y espionaje, pero es el caso que soy muy desconfiado en todo lo que se relacione con actividades de este tipo. La cita en el metro de la plaza Marceau que me pareció una provocación, y eso que yo no sabia entonces, como lo vine a saber después. Que el jefe de G-2 Cubano en Europa, (me parece que se llama Hugo Castro), el mismo hombre que arregló el viaje del coronel Caamaño a Cuba, estaba trabajando para la CIA desde antes de ese viaje del coronel Caamaño, de manera que el coronel Caamaño estuvo vendido a la CIA desde antes de pasar, siquiera, en ir a Cuba, porque tan pronto llegó a Londres el Héroe de abril entró en relaciones dl jefe del G-2 cubano, que residía en Paris, ciudad a la cual iba Caamaño con frecuencia.
Mi argumento para no autorizar la entrevista de Peña Gómez en Paris con el misterioso agente cubano fue el siguiente: “Hazle saber a Francis (el nombre que le dábamos a Caamaño en la intimidad) que Peña Gómez es negro, y sin embargo, si lo mando ahora al Congo, que es un país de negros, allí llamará la atención por la arrogancia de su figura, y con mucha más razón llamará la atención en Paris, que es una ciudad de gente blanca, y más todavía en la Place Marceau, que está en el corazón de Paris. Si Peña Gómez va a esa cita, seguramente la CIA lo detectará, y al mismo tiempo se quemarán Peña Gómez y el PRD. No; dile a Francis que no; que no autorizaré esa reunión”.
La persona con quien estaba hablando era de las que no abandonan su posición fácilmente y trató de persuadirme de que tratándose de revolucionarios probados, como eran los cubanos, Peña Gómez no corría ningún peligro de ser descubierto por la CIA pues seguramente los agentes del gobierno de Cuba en Paris habían tomado todas las precauciones para que eso no pudiera suceder. Pero yo tampoco soy de los abandonan fácilmente su posición y le expliqué que de quien hay que desconfiar es de los aliados, no de los enemigos, porque del enemigo no se fía uno nunca, o por lo menos no debe fiarse uno jamás. El peligro está en confiar en un aliado, porque el aliado puede ser, sin uno saberlo, agente del enemigo. Discutimos y al fin las cosas quedaron como yo decía: Peña Gómez no iría a Paris ni a ninguna parte y no tendría entrevistas con ningún miembro del G-2 cubano. Para entrevistas futuras, que Francis mandara un dominicano, no un cubano, fue mi conclusión.
Yo me preparaba ya a decirle a Dios a la persona que había ido a verme en esa fría mañana de enero, pero de pronto ella dijo que había un segundo punto que tratar.
¿Cuál era?
Era que Francis quería que se le enviara a Argelia a un ayudante que había dejado en Londres y mi visitante me entregó un papel con todos los detalles de la forma en que había de hacerse la operación para embarcar al ayudante de Caamaño. En primer lugar, yo debía llamar a un teléfono de Madrid para preguntar no recuerdo que, y esa llamada mía indicaría que el ayudante podía trasladarse de Londres a Madrid; ya en Madrid, el ayudante me llamaría con tal y cual nombre y yo haría entonces los arreglos para enviarle el pasaje a Argel, capital de Argelia, para que se le entregara el papel con las instrucciones de lo que debía hacer al llegar a Argel. Recuerdo nítidamente que en esas instrucciones figuraba el nombre de un café donde el ayudante de Francis debía entrar y el de una bebida que debía pedir en voz alta; después de pedir esa bebida un hombre se le acercaría por el lado derecho y le haría la misma pregunta que se le hubiera hecho en el subterráneo en la Place Marceau a Peña Gómez en caso de que éste hubiera ido a la cita de Paris.
“No puedo encargarme de esas gestiones ni puedo ayudar al ayudante de Francis a viajar a Argelia porque el dinero que Francis me dejó se gastó hace dos meses. Se le entregué completo a Montes Arache, Lachapelle y Jittin Cury para que pidieran viajar a Paris y Holanda”, le dije a mi visitante.
Mi visitante quiso darme a entender que quizás lo del dinero pudiera resolverse; que lo importante era que yo hiciera la llamada a Madrid y que dieran facilidades para que el ayudante de Caamaño pudiera viajar a Argelia. Pero era natural que yo mantuviera en este caso la mista actitud que había mantenido en el caso de la posible entrevista de Peña Gómez con un desconocido en un lugar de Paris. Cualquiera que fuera mi intervención, pequeña o grande, en el caso de Peña Gómez como en el del ayudante de Caamaño, si la CIA estaba al tanto de los movimientos de Caamaño, el PRD saldría perjudicado sin que ese perjuicio se justificara porque nosotros no estábamos en actividades conspirativas de tipo guerrillero o internacional. Y el instinto me decía, como si supiera en que andaba el jefe del G-2 cubana en Europa, que por detrás de cualquier movimiento que se relacionara con Cuba debía hallarse necesariamente la CIA. Así, pues, tampoco cedí en ese asunto, y la visita se fue pasado el medio día sin haber logrado lo que había ido a buscar a Benidorm.
Y he aquí que un buen dio, en el mes de marzo, probablemente a mediado del mes, la misma persona volvió a presentarse a mi casa de Benidorm y quiso hablar conmigo a solas. Sus acompañantes salieron con Doña Carmen a la playa y a recorrer el poblado, mientras nosotros dos hablábamos. Sus primeras palabras fueros estas: “Me voy a Cuba. Voy haber a Francis y quiero saber que debo decirle de parte de usted”.
Esta declaración me vino como anillo al dedo porque era mucho lo que vi había pensado en Francisco Caamaño Deñó y en su destino. El Héroe de abril había salido de la Revolución convertido en un Líder, y en términos de ajedrez el líder es el jugador no es una ficha de tablero; el es quien mueve las fichas para hacerle frente al adversario. Ahora bien, al irse a Cuba Caamaño se iba convirtiendo por su propia voluntad de jugador en fija que otro jugador podía jugar cuando le conviniera. Por otra parte, la situación mundial estaba cambiando a la carrera y se veía que la ola revolucionaria iba cediendo, por lo menos en la América Latina. ¿Durante cuanto tiempo iba a tener que quedarse Caamaño en Cuba aislado de nosotros y del pueblo Dominicano?. En aquellos días era difícil preverlo, pero ahora sabemos que iba a mantenerse en ese aislamiento más de cinco años, tiempo suficiente para que la imagen de cualquier líder se destiña a los ojos de su pueblo, sobre todo si no a sido un líder de actividad prolongada, como no lo fue Caamaño, que pasó por el cielo político nacional con la fuerza de un relámpago, pero también con la velocidad deslumbrante del relámpago. Había llegado, con esa persona que iba a verlo en Cuba, la oportunidad de hacerle saber a Caamaño mis preocupaciones, y no iba a desperdiciarla. 
Así, pues, le hablé a mi visitante de esta manera: “Dile Francis que preveo un entendimiento entre los Estados Unidos y la Unión Soviética, una especie de acuerdo para llegar a un reparto de influencias en el mundo; explícale cuidadosamente esto que voy a decirte a continuación: que a mi juicio, si hay ese acuerdo entre los dos gigantes, la Unión Soviética le pedirá a los Yanquis que no se matan más con Cuba, que la dejen tranquila, que no le envíen más grupos de antisfidelistas a atacar la isla ni a matar a Fidel; que a cambio de eso, ellos, los Soviéticos, se comprometerán a obtener de Fidel que no manden más guerrillas a otros Países de la América Latina o que cese en su ayuda a las guerrillas que hay ahora en actividad”.
A continuación hice que mi visitante me repitiera esas palabras tal como la había entendido, aunque no fuera tal como yo las había dicho. Mi interés era saber si había captado su sentido. Las repitió y quedé satisfecho; y entonces volví hablar; y esto fue lo que le dije:
“Dile a Francis que se mantenga alerta y que si él advierte señales de ese entendimiento, que se salga de Cuba; que salga por Vietnam y declare al mundo que él estaba en Vietnam observando la manera de combatir de los vietnamitas, y que después de eso el y yo nos veremos donde el quiera”.
Hay terminó la entrevista. La persona que me oyó hablar así esta viva y leerá este articulo; se lo enviare por si tiene que hacer alguna observación, agregar algo que se me haya quedado oculto en los recovecos de la memoria o enmendar cualquier error mío. Pero estoy seguro de que mis palabras fueron en esencia las que están escritas. Esa persona se despidió y no he vuelto a verla. Tampoco volví haber a Francisco Alberto Caamaño, que moriría cinco años después fusilado en las Lomas de Ocoa.
Tal vez iba terminando el mes de mayo quizás estábamos ya en junio; pero es el caso que un domingo, mientras se hallaban en mi casa Peña Gómez y dos jóvenes dominicanas llegó una persona desconocida. Era un cubano que me abrazó con mucha emoción y me entregó una carta, o mejor dicho dos cartas. Una de ellas era de Caamaño; la otra de Raúl Roa. Además de las cartas, el cubano me dio un recado: para dentro de tantos días (ahora no recuerdo si eran diez, doce, o quince) me estaría esperando en Roma un enviado personal de Caamaño. Todavía se hallaba en casa el mensajero cubano cuando llegó otra visita de Madrid con otra carta de muy pocas líneas, que en resumen decía esto: “En estos días van a invitarlo a hacer un viaje fuera de España. No lo haga porque estará vigilado desde que coja el avión”. Por esa razón, quien iba a hacer el viaje a Roma iba hacer José Francisco Peña Gómez y no yo. De ese viaje suyo a Roma a escrito Peña Gómez más de una vez, de manera que pasaré sobre el de prisa sin detalles. En cuanto a la carta de Caamaño que me llevó el cubano, se la devolví con una respuesta muy corta y a mano del propio mensajero que me llevó la suya. ¿Por qué se la devolví?. Porque no quería que esa carta figurara en mi archivo, que en cualquiera salida mía de Benidorm podía ser registrado por agente secreto de cualquier país. En esa carta Caamaño me decía que había recibido el recado que le había enviado en el mes de marzo, pero que yo no comprendía la grandeza del alma de alma de la revolución cubana y de sus lideres; que a esos líderes ningún poder de la tierra los haría desviarse de sus planes de ayudar a la revolución latinoamericana hasta el sacrificio total, de ser necesario, de la revolución cubana.
De esa carta deduje que Caamaño se había sumado con toda el alma a la tesis “foquista” y que no iba abandonarla, y de hay que al darle mis instrucciones a Peña Gómez para la entrevista de Roma le dijera que por ninguna razón comprometiera al partido en ayuda o apoyo a una acción guerrillera, y que si le ofrecían dinero no aceptara, y reclamara solamente la suma gastada e el viaje de Benidorm a Roma ida y vuelta, pero ni un centavo más Recuerdo vivamente que cuando me día cuenta de su misión Peña Gómez me preguntaba como sabia yo que le iban a ofrecer dinero y además decía sonriendo: “ Profesor, era mucho dinero el que querían darme; era un montón enorme de billetes americanos grandes”. 
El cubano (Por cierto, persona muy gentil y evidentemente muy sincera) que me llevó la carta de Caamaño a Benidorm y su recado para que viajara a Roma me mandó un mensaje con un dominicano que vivía en Madrid para que nos viéramos donde yo quisiera, y como yo salía en esos días de viaje hacia Francia y Suiza, le mande a decir que podíamos verlos en Barcelona. Cuando llegué a mi hotel en aquella Ciudad, hay estaba en cubano. Me dijo que yo debería mandar un hombre a Cuba y le dije que podía hacerlo si me facilitaba el pasaje, pero el quiso darme dinero para comprar el pasaje y yo no podía aceptar semejante trato; de manera que cuando volvimos a vernos, en Benidorm, precisamente en presencia del Dr. Peña Gómez (pues en ese momento estaban reunido en mi casa, o mejor dicho frente a mi casa, los compañeros que habían ido a participar en la reunión de la cual salió la llamada Acta de Benidorm), yo le dije con toda franqueza que nosotros como partido no podíamos tener relaciones con el G-2 cubano ni con ningún G-2 del mundo; y hay terminaron mis relaciones y, en cierto sentido, mis relaciones con Cuba con Caamaño.
Digo que en cierto sentido porque yo seguí haciendo esfuerzo por sacar a Caamaño de Cuba, pero él no respondió a esos esfuerzos; y uso la palabra respondió en términos materiales; esto es, no tuve de él en ningún caso ninguna respuesta. Sus padres estuvieron en Benidorm y vinieron a verme, no recuerdo si en el mes de enero de 1969, preocupados, como es natural, por el destino de su hijo, y le expliqué que no temieran nada porque Francis no podría salir de Cuba con una guerrilla hacia Santo Domingo. Ya para esa época había numerosos síntomas de que se había producido entre la Unión Soviética y los Estados Unidos el entendimiento a que me refería antes, y así se lo dije a Doña Nonín y a Don Fausto Caamaño. Aproveché después un viaje de Narciso Isa Conde a Cuba para tratar de que Caamaño saliera de la Isla hermana y se fuera a Vietnam, donde podríamos vernos y tratar el caso dominicano; pero según me contó después Isa Conde en Paris, Caamaño no accedió a tener esa entrevista conmigo. Yo veía en proceso de liquidación la etapa de fervor revolucionario que se había estado viviendo en toda la América a partir del éxito de la revolución cubana y quería que Caamaño volviera al país y se integrara a la lucha política dentro del Partido Revolucionario Dominicano, donde podía desarrollar con toda amplitud sus capacidades de líder; pero el se negó a aceptar la posibilidad, siquiera, de tratar ese tema conmigo. Caamaño no se sintió nunca Perredeista y además, a pesar de que era el producto de una revolución urbana y de masas, se había hecho “foquista” y era “foquista” de corazón, y de hay no iba a sacarlo nadie como demostraron los hechos.
A fines de 1969, cuando retorné de mi viaje a Corea, China, Vietnam y Cambodia, fue a visitarme en mi casa de Paris un amigo de mis días cubano. Ese amigo era el Embajador de Cuba en Paris y acababa de regresar de un viaje a la hermosa isla de Fidel Castro. Era natural que al vernos al cabo de dos años sin haber cambiado una palabra habláramos de varias cosas, y así lo hicimos; pero de buenas a primera me dijo él: “Profesor, el comandante es su amigo; ustedes son amigos viejos. ¿Por qué no le escribe diciéndole cualquier cosa, lo que usted quiera”.
¿Qué pensé yo al oír lo que decía el Embajador Cubano?.
Pensé en el acto en Francisco Alberto Caamaño; pensé en que se me estaba brindando una oportunidad para llegar hasta él y tratarle de alguna manera lo que quería decirle desde hacia tiempo; pero pensé también que Fidel Castro quería que fuera yo quien le diera pie para poder hablar del caso de Caamaño, y por tal razón yo debía hacer una prueba: esperar que el embajador insistiera en la petición. Si insistía, no había duda de que Fidel Castro quería tratar conmigo el problema de la permanencia de Caamaño en Cuba.
Y el embajador insistió, no una sino dos veces, al cabo de las cuales le escribí a Fidel diciéndole generalidades sobre el PRD y sobre la situación general del PRD y los planes que teníamos para desarrollar como un partido bien organizado. Como respuesta a esa carta me llegó una invitación transmitida verbalmente por el embajador, para que fuera a Cuba y la invitación salía directamente de Fidel Castro.
¿Qué tenia yo que hacer ante esa invitación?.
En primer lugar, tenia que pedirle autorización al partido para hacer el viaje a Cuba, y el segundo lugar tenia que estar segura de que ya en Cuba podría ver a Caamaño, y no solo verlo sino hablar con el tantas veces como fuera necesario para convencerlo de que se fuera a Santo Domingo a trabajar dentro del PRD .
¿Pero como podía asegurarme de todo eso con anticipación?.
De una sola manera: proponiéndole a Fidel que antes de salir hacia Cuba yo debía conocer la agenda de lo que iba a tratar con el y esa agenda debía haber un punto que era para mí de interés especial: ver a Caamaño y hablar con el y quedar en libertad decir que lo había visto en Cuba y de que cosas habíamos hablado. Sin cumplirse esos requisitos no podría ir a Cuba porque desde Cuba saldría hacia Santo Domingo y era absolutamente imposible que llegara a mi país yendo de Cuba y que dijera que no había visto a Caamaño que él no estaba en Cuba. Nadie en Santo Domingo habría creído que abriendo ido a Cuba no pude ver a Caamaño, porque ya hacia tiempo que en mi país se sabía que Caamaño se hallaba en Cuba. En cambio, mi posición ante el pueblo dominicano habría sido muy diferente (y además, la única que sabia en un hombre como yo) si al llegar allí hubiera dicho: “Vi a Caamaño, lo invite a venir a trabajar en el PRD y se negó o aceptó y vendrá tal día. 
Desde luego, le propuse al embajador cubano, y a través de él a Fidel castro lo que acabo de decir y espere la respuesta de Fidel. Esa respuesta llegó, pero y en el año de 1970 y no era la que yo esperaba; era así: que no me preocupara por la agenda de lo que íbamos a tratar Fidel y yo, que seria decidido tan pronto yo llegara a la Habana.
¿Qué podría hacer ante esta respuesta? ¿Aceptarla?.
De ninguna manera. Por nada del mundo podía ir a Cuba sin tener la seguridad absoluta, dada por el propio Fidel Castro de que podría ver a Caamaño, podría hablar con él y podría decirle al pueblo dominicano que lo vi y explicarle de que habíamos hablado. Así pues, no acepte el mensaje del embajador (es decir, no lo acepte en mi fuero interno, aunque lo oí con la debida cortesía) y me dispuse a esperar la oportunidad propicia para salirme con mi empeño.
Me acuerdo con el compañero Peña Gómez, Secretario general y jefe del PRD dentro del país, era que yo volvería a Santo Domingo después de pasadas las elecciones de 1970, que iban a tener lugar el 16 de mayo; y por esa razón disponía de tiempo suficiente para esperar un cambio en la actitud de Fidel Castro. En el mes de marzo el embajador cubano volvió a repetirme la invitación de viajar a Cuba y volví a repetirle mis condiciones sin lograr el resultado que buscaba. Pero ya para fines de marzo yo veía con claridad que no iba a poder esperar hasta después de las elecciones sin retornar a Santo Domingo, y no quería salir de Europa sin dejar resuelto el problema que representaba para el porvenir político del país y del PRD el caso de Francisco Alberto Caamaño. Por esa razón, a fines de marzo entré en conversación con un dirigente del partido comunista dominicano, que podía ir fácilmente a Cuba y ver a Caamaño y decirle en mi nombre todo lo que yo quería y no iba a poder decirle.
Ese dirigente del PCD salió para la habana en los últimos días de marzo o en los primeros de abril y llevaba una carta mía para Caamaño en la que le pedía que lo oyera como si se tratara de mi mismo, pues lo que el iba a decirle era lo que no podía decirle yo porque las circunstancias habían cambiado y ya yo no podría verlo en Cuba debido a que tenia que salir para el país lo antes posible. El dirigente del PCD fue a la Habana y vio a Caamaño y habló con el. Desgraciadamente no pudo hacerlo a tiempo, y el día que llegó a verme en Paris yo tenia ya dos o tres horas volando en dirección hacia Santo Domingo. Todavía quedó en el aire una posibilidad, y fue la de que yo aceptara la invitación que me hizo el gobierno cubana para que visitara a Cuba para la celebración del 26 de julio de ese año de 1970; pero yo estaba ya en Santo Domingo, y en caso de haber viajado a Cuba quizás el Doctor Balaguer que pretendió no dejarme entrar en el mes de abril se habría aprovechado de la ocasión para mantenerme fuera del país.
Para mí estaba claro que si se me invitaba air a Cuba era porque se aceptaban las condiciones que yo había manifestado. Ahora bien, ¿habría Caamaño aceptado salir de Cuba y venir al país a luchar dentro del PRD?.
Eso no podía saberlo yo y posiblemente no lo sabía nisiquiera Fidel Castro. Los hechos ocurridos en febrero de 1973 indican que Caamaño no habría aceptado mi proposición porque creía en sus métodos de lucha, no en los míos, aunque estos fueran los que aconsejaban las circunstancias del país y de América, así como en el 1965 aconsejaron la guerra del pueblo.

sábado, 26 de octubre de 2013

Las últimas declaraciones de Juan Bosch

POR SANTIAGO ESTRELLA VELOZ
Juan Bosch
Estaba pescando de lo más tranquilo en la presa de Hatillo y eran aproximadamente las cinco de la tarde. Caía el sol y a lo lejos solo se escuchaban los ladridos de algunos perros. En vano trataba de pescar alguna trucha con anzuelos de plástico, cuando de repente se me apareció. Estaba vestido de blanco y lucía una corbata azul, como sus ojos, siempre penetrantes, inquisidores, como si quisieran escrutar los pensamientos de uno.
Sorprendido y confuso, me levanté del sitio donde estaba a orillas del lago y le di la bienvenida.
-¡Esta sí que es una sorpresa, don Juan, ¿usted por aquí? Creía que había muerto.
-Hola, Estrella Veloz, me da mucho placer verte de nuevo. No, no he muerto. Como decía mi amigo Joaquín (Balaguer) citando a otro, "nada se pierde, todo se transforma".
-Don Juan, en vista de que algunos jóvenes no saben el origen de su familia, díganos algo sobre eso.
-Mi madre nació en Puerto Rico, hija de un gallego, Juan Gaviño, y de una puertorriqueña a quien no conocí porque había muerto antes de mi nacimiento. Mi mamá vino al país niña, pero conservó siempre su ciudadanía española. Mi abuelo había llegado al país desde Puerto Rico a trabajar como jefe de campo en un ingenio que tenía el nombre de Puerto Rico y se fue al Cibao antes de la muerte de Lilís. Lo digo porque mamá recordaba que cuando mataron a Lilís la familia vivía en Río Verde. Papá y mamá se conocieron en La Vega. Para 1905 papá había dejado la albañilería porque su nombre (Bosch, José) aparece entre los comerciantes de La Vega en la página 297 del Directorio y Guía General de la República Dominicana de Enrique Deschamps que se publicó en España en 1906. Un año después, en noviembre de 1907, el día 30, nació mi hermano Pepito, que fue el mayor. Yo fui el segundo.
-¿Su papá, su mamá y sus hermanos fueron su única familia?
- No. Tuve dos tías, hermanas de mamá, Rosa y Juanita. De la primera son hijos Rafael Gastón y Genoveva, que vive en Bonao, casada con Arturo Pérez; y de tía Juanita lo son los hermanos Calventi: Arturo, Vinicio, Rafael, Argentina y Gladys. De mis hermanos viven tres hermanas: Angelita, Josefina y Ana. De la primera tengo tres sobrinos: Virgilio, Milagros y Fernando Ortiz, y de la segunda dos: Osvaldo y José Oscar. Ana no tiene hijos.
-¿Cómo usted se convierte en escritor?
-Yo no quise ser escritor. Mi vocación era la escultura y la pintura, pero más la primera. Sin embargo, me gustaba leer y leía de todo, ahora, yo compraba mucho los llamados Cuentos de Calleja, que eran unos cuentos ilustrados para niños que publicaba en España una editorial de nombre Calleja. Tal vez eso influyó para que al fin me dedicara a escribir cuentos, pero no puedo asegurarlo, lo que sí recuerdo es que cuando tenía unos ocho años, hacia un periodiquito llamado El Infante que yo mismo escribía a maquinilla y lo vendía en la escuela, y recuerdo también que hice un libro de cuentos, también escrito a maquinilla e ilustrado con dibujos míos y encuadernado por mí, porque en la escuela nos enseñaban oficios, y yo escogí dos: la talla en madera y la encuadernación. Ese librito se quemó cuando se quemó la biblioteca de Federico García Godoy, a quien papá se lo había llevado mucho tiempo antes de que ocurriera ese incendio.
-Don Juan, muchas personas, principalmente los de las nuevas generaciones, desconocen cómo fue que se produjo el Golpe de Estado que derrocó su gobierno democrático de siete meses, el 25 de septiembre de 1963. Cuéntenos algo sobre eso.
-El gobierno de Kennedy había organizado en territorio dominicano, sin que yo lo supiera, campamentos guerrilleros haitianos anti-duvalieristas que venían desde la base Romey, que es una base militar situada en Puerto Rico, y desde ahí traían también las armas, y hombres y armas venían por vía aérea. Los campamentos fueron desmantelados cuando me entere de su existencia, sin que tuviera la menor idea de que quien los había organizado era el gobierno de los Estados Unidos; y no podía imaginármelo porque nunca antes había sucedido nada parecido en la historia de la humanidad. Lo que hizo Kennedy es esa ocasión fue una acción completamente mafiosa, propia del hampa, no de un gobierno que tenga el menor respeto por las normas del Derecho Internacional. Al saber que había campamentos haitianos cerca de la Capital ordené a los jefes militares su disolución, pero la Misión Militar norteamericana, estoy seguro de que con conocimiento del Embajador Martin, porque cosas así no se pueden hacer sin que el embajador lo sepa, reorganizó esos campamentos cerca de la frontera en la Línea Noroeste, y desde ahí salían los guerrilleros haitianos a atacar a Haití, y el embajador Martin me hacía creer que estaban saliendo de Venezuela. Pero el 23 o el 24 de septiembre de ese año 1963 vi, leyendo El Caribe, la fotografía del jefe de esos guerrilleros que llegaba al aeropuerto de las Américas muy vestido; entonces entré en sospechas y le pedí al ministro de Relaciones Exteriores que le pidiera a la OEA el envío de una comisión para investigar de dónde estaban saliendo los haitianos que entraban a cada rato en Haití en son de guerrilleros. Cuando le dije eso al ministro estaba presente el ministro de las Fuerzas Armadas, y como es natural, cinco minutos después la Misión Militar yanqui estaba enterada de mi orden, y en el acto los jefes de esa misión dieron orden de tumbar al gobierno antes de que el mundo se enterara de lo que había hecho John f. Kennedy en la República Dominicana.
-Usted fue uno de los principales fundadores del PRD y luego del PLD. La historia sobre su salida del PRD es conocida, porque usted mismo dijo que en ese Partido había dirigentes que solo luchaban por asuntos personales, no por el bien del pueblo. Sin embargo, ahora que gobierna el PLD, creo útil recordarle que en 1977, en un artículo suyo titulado El Partido, Concepción, Organización y Desarrollo, usted dijo lo siguiente: "Los dominicanos saben muy bien que si tomamos el poder, no habrá peledeista que se haga rico con los fondos públicos; no habrá un peledeista que abuse de su autoridad en perjuicio de un dominicano: no habrá un peledeista que le oculte al pueblo un hecho incorrecto, sucio o inmoral". Pero sucede, don Juan, que ahora mismo hay numerosos funcionarios del gobierno del PLD que no podrían explicar claramente el origen de sus fortunas. ¿Qué puede usted comentar al respecto?
-Sencillamente, Estrella Veloz, me han defraudado. Cada vez que me entero de esas cosas bochornosas, el polvo en que se han convertido m is huesos se revuelve. No soy rencoroso, pero esto profundamente enojado por eso.
La verdad es que don Juan lucía sumamente irritado. En ese momento, el campesino dueño de la silla nos trajo sendas tazas de café, que don Juan y yo deleitamos con fruición. Don Juan, tras darle las gracias al campesino, me dijo:
-¿Te das cuenta, Estrella Veloz? Nuestros campesinos son agradecidos, pero los han tratado tan mal que ahora mismo cualquiera se rebela contra tanta inequidad.
Don Juan se levantó de la silla y, dándome un abrazo, me dijo:
-Estrella Veloz, tengo que marcharme, pues en el sitio donde estoy no nos dan permiso por mucho tiempo para visitar a los amigos. Salúdame a tu familia. Siempre los recuerdo con mucho cariño.
-Un momentito, don Juan, ¿se ha entrevistado usted, en el sitio ignoto donde está, con el doctor Joaquín Balaguer?
-¡Como no! ¡Y hasta con Peña Gómez, y los tres nos hemos perdonados recíprocamente porque la política terrenal nos dividió. Pero, donde estamos, no podemos hablar de política. Cuando lo intentamos, nos quedamos mudos. Gracias de nuevo, Estrella Veloz, y recuerda siempre lo que te dije el 25 de septiembre de 1965, en la calle Castelar número 7, que no se debe decir "el discutido político", porque ese es un pleonasmo. Todo político es discutido.
-Gracias, don Juan, siempre recuerdo eso. Pero dígame aunque sea un fragmento de su ideario.
-Eso es fácil. Ni vivos ni muertos, ni en el poder ni en la calle se logrará de nosotros que cambiemos nuestra conducta. Nos hemos opuesto y nos opondremos siempre a los privilegios, al robo, a la persecución, a la tortura.
Creemos en la libertad, en la dignidad y en el derecho del pueblo dominicano a vivir y a desarrollar su democracia con libertades humanas pero también con justicia social.
A Juan Bosch la gente común le recordará como un gran ciudadano, ex presidente constitucional de la República, escritor de fama internacional y fundador de dos partidos políticos, pero además por sus aportes democráticos afianzados en el deseo de un mejor destino para los dominicanos. Sin embargo, el otro Juan Bosch, el simple ser humano, no el político, tuvo otra cara: la cara de la ternura, que siempre reflejó en muchos de sus cuentos y en la intimidad familiar. Era un hombre apegado a su familia, que le contaba cuentos para dormir a su hijo Patricio, quien nació en La Habana el 20 de junio de 1946, fruto del matrimonio con doña Carmen Quidiello. Patricio le recuerda como un buen padre, que velaba por su sueño y se mantenía en vigilia cuando alguno de sus hijos enfermaba.
Uno de los cuentos que Bosch relataba a Patricio, para que se durmiera, se convirtió después en Cuento de Navidad, tan bello o quizás más que el de Dickens, y ambos traducidos a numerosos idiomas. Su hija Carolina, fruto del primer matrimonio de Bosch con Isabel García Aguiar, solía llevarle sus dos hijos al Palacio Nacional, cuando era Presidente de la República en 1963. Esto ocurría invariablemente los jueves, aunque no trascendía a la prensa. Bosch permanecía unos veinte minutos o media hora jugando con sus nietos, a los cuales también contaba cuentos.
Hoy día, quienes creemos en la decencia y en la honestidad, recordamos con entrañable cariño a ese dominicano que se llamó Juan Bosch.
POR SANTIAGO ESTRELLA VELOZ
TOMADO DE DIARIO LIBRE

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