MORAL Y LUCES

MORAL Y LUCES

lunes, 27 de abril de 2020

Bosch habla del coronel Rafael Tomás Fernández Domínguez



Oleo del Coronel Rafael Tomás Fernández Domínguez, pintado por Miguel Nunez

Yo conocí al coronel Rafael Tomás Fernández Domínguez en el ensanche Ozama, una noche de fines de octubre o principios de noviembre de 1962. Nos reunimos él, llevado por Martín Fernández, hermano de su esposa Arlette, un hermano del coronel y el Lic. Silvestre Alba de moya. En esos días Fernández Domínguez no tenía aún el grado de coronel, y debo repetir esta noche que inmediatamente después de esa reunión les dije a varios miembros de la dirección del Partido Revolucionario Dominicano, entre los cuales algunos deben recordarlo: que Rafael Tomás Fernández era el dominicano que más me había impresionado después de mi vuelta al país. Me impresionó su integridad, su firmeza, que se veía a simple vista como si aquel joven militar llevara por dentro un manantial de luz.

Fernández Domínguez se comportó esa noche muy discretamente; apenas habló. Por lo demás, según pude apreciar después, él no era parlanchín, sino más bien dado a oír cuidadosamente lo que se le decía y analizar lo que oía, Esa noche me preguntó qué pensaba yo de lo que debería ser un ejército. Observen que no me preguntó cuál era mi concepto de las Fuerzas Armadas Dominicanas, sino de lo que deberían ser las Fuerzas Armadas de un país como la República Dominicana, y le di mi opinión.

Aquella noche tanto él como yo estábamos seguros de que a mí iba a tocarme la pesada responsabilidad de iniciar la etapa democrático constitucional de la vida dominicana. Así sucedió, y cuando volvimos a vernos yo era Presidente de la República. En esa segunda ocasión me pidió una entrevista que celebramos en mi casa, y en esa oportunidad me preguntó cuándo pensaba yo poner en práctica las ideas de que habíamos hablado acerca del tipo de ejército que debía tener nuestro país.

En este momento no puedo recordar con precisión si la próxima vez que nos vimos fue estando el coronel Fernández Domínguez en Constanza, donde daba un curso de antiguerrilla, o si nos vimos en el despacho que yo ocupaba en el Palacio Nacional; lo que sí puedo asegurar es que la tercera o cuarta de las entrevistas se llevó a cabo en el despacho presidencial y en horas de la noche. En esa ocasión él insistió de nuevo en la necesidad de hacer un plan para organizar el ejército dominicano como él creía que debía organizarse y como yo le había dicho que debía hacerse.

En esa entrevista le pregunté su opinión acerca de la oficialidad joven; le pedí que me dijera si creía que sobre esa oficialidad joven podría edificarse un ejército de tipo moderno, respetuoso de la Constitución, cuyos hombres no tuvieran intenciones de dedicarse, mientras llevaran el uniforme, a actividades que no tenían nada de militares. Al responderme, Fernández Domínguez mencionó nombres de unos cuantos oficiales y me dijo que el país podía contar con ellos; además, me dio el de un oficial que se hallaba fuera del país, a quien consideraba como el líder natural de esos jóvenes oficiales que me había mencionado y como la persona que debía encabezar la tarea de renovación de las Fuerzas Armadas.

Algunas de las personas con quienes él habló de esas entrevistas conmigo debió cometer una indiscreción, y lo creo porque pasado cosa de un mes no volví a ver a Fernández Domínguez, y como quería saber de él pregunté dónde se hallaba, a lo que se me respondió que estaba viajando por Argentina, lugar adonde lo habían enviado sus jefes militares sin informárselo al comandante en jefe, que era el Presidente de la República. Así pues, lo habían mandado bien lejos a cumplir una misión que yo desconocía, y en esa misión debió tardar por lo menos dos meses, si no más; y digo que dos meses, sino más, porque me parece recordar que cuando volvió al país estábamos ya en el mes de agosto. Al llegar me lo hizo saber, yo lo mandé a llamar y fue a verme a casa, también de noche.

Yo quería hablar con él de los planes para la reorganización de las Fuerzas Armadas y me dijo que le parecía conveniente esperar la llegada al país del oficial a quien consideraba como líder natural de la oficialidad joven, y decidí esperar; y así fue como pasaron los últimos días de agosto y muchos de septiembre hasta que llegó el día 24 de ese mes.
Coronel Fernandez Dominguez junto a Juan Bosch en un evento del gobierno de Bosch 1963
Fue en horas de la tarde de ese día cuando me enteré de que había un golpe militar organizado para estallar en la noche, y le pedí al jefe del Cuerpo de Ayudantes, el coronel Julio Amado Calderón, cuyo nombre puedo mencionar porque ya no está en las filas del ejército, que localizara al teniente coronel Fernández Domínguez, y una hora y media después del coronel Calderón me dijo que no se hallaba en la ciudad y que según los informes que le habían dado estaba en Cotuí donde un alto oficial de la policía tenía una propiedad. En el acto le ordené al coronel Calderón que mandara a buscar de la manera que fuera necesaria al coronel Fernández Domínguez, quien se presentó en mi casa a las diez de la noche.

Hablé con el coronel Fernández Domínguez en presencia del coronel Calderón y le informé de lo que estaba sucediendo; le dije que debía movilizar inmediatamente a los oficiales en quienes él tenía confianza, que yo me iría al Palacio Nacional, que no iba a ir a ningún otro sitio, que no me asilaría en ninguna embajada, que en el Palacio Nacional estaría, vivo o muerto, esperando que él actuara.

Esa noche, a eso de las 2 de la mañana, se produjo el golpe. Yo quedé preso con Molina Ureña, que está aquí presente esta noche. El Dr. Molina Ureña logró salir de Palacio disimulando, después de haber comprobado que todos l os esfuerzos que yo hacía para comunicarme con alguien en la calle eran inútiles, y allí estaba cuando uno de los ministros, que era familiar del coronel Fernández Domínguez por vía política, el Lic. Silvestre Alba de Moya, recibió la visita de su señora, quien llegó en horas muy tempranas del día 25 con un mensaje del coronel Fernández Domínguez.

Ese mensaje era el siguiente:

Estamos listos para asaltar el Palacio Nacional, somos doce oficiales nada más pero cumpliremos nuestro deber. Pedimos, sin embargo, que se le informe al Partido Revolucionario Dominicano, a fin de que desate una huelga general.

Con la misma persona que había llevado el mensaje la señora del ministro Alba de Moya, le mandé decir al coronel Fernández Domínguez que un ataque hecho al Palacio Nacional con doce hombres era un suicidio, que esa acción no conduciría a nada positivo, pero no quise referirme a su solicitud de pedirle al PRD que desatara una huelga general, cosa que no podría llevarse a cabo porque el PRD no tenía contactos ni la autoridad necesaria sobre las pocas organizaciones obreras que había entonces en el país.

Unos días después fuimos sacados al país en un barco de la Marina de Guerra Dominicana doña Carmen y yo, y se nos dejó en un puerto de las Antillas francesas, en el Guadalupe, adonde el barco entró sin solicitar siquiera autorización para hacerlo. De ahí pasamos a Puerto Rico y estando en Puerto Rico llegó allí el coronel Fernández Domínguez, que había sido enviado a España como agregado militar de la Embajada dominicana en Madrid. En los pocos días que pasó aquí antes de ser nombrado agregado militar de la Embajada dominicana en Madrid. En los pocos días que pasó aquí antes de ser nombrado agregado militar en España, el joven teniente coronel había organizado un grupo de oficiales constitucionalistas que se convirtió en el núcleo central del movimiento, llamado a estallar el 24 de Abril de 1965, pues Fernández Domínguez fue fundamentalmente eso: el creador del Movimiento Militar Constitucionalista que iba a iniciar la Revolución de Abril.

En esa ocasión, cuando él iba hacia España, estuvimos hablando de la situación política del país y de lo que él había dejado hecho en el país y de lo que se propuso llevar a cabo sin éxito a finales del año 1963. Desde España mantuvo el contacto con sus compañeros y volvió a Puerto Rico tal vez en septiembre o en octubre de 1964; tal vez en noviembre, y no mucho más allá porque me parece recordar que en diciembre fue varias veces a casa acompañado de Arlette, su joven y fina esposa.

Quiero aclarar en este momento en que me toca decir cosas desconocidas del pueblo dominicano, que la Revolución Constitucionalista no habría podido hacerse si no hubiera comenzado con el levantamiento de una fuerza militar considerable, no tanto por su número como por su decisión y por su convicciones políticas de defensora de la constitucionalidad; y ese levantamiento fue la obra de Rafael Tomás Fernández Domínguez. El fue no solamente el que encendió la chispa histórica de Abril de 1965, sino además el que había constituido la base de ese hecho y el que mantuvo encendida la llama de la fe de un grupo de militares desde España y el que le dio el toque final a su obra cuando vino al país en diciembre de 1964 cumpliendo una misión que yo le había encomendado.

El coronel Fernández Domínguez tenía dos de las condiciones que trae al mundo todo aquel que tiene de manera natural las condiciones del líder; primero, era un hombre decidido a jugárselo todo en cualquier momento, y en segundo, tenía el don de conocer a los hombres. Estando en Puerto Rico en esos meses finales de 1964 me decía que el movimiento militar se aceleraría si se podía sumar a él al coronel Francisco Alberto Caamaño, de quien decía que tenía dos condiciones que él podía garantizar: su lealtad a cualquier causa a la que se uniera y un valor que no reconocía límites.

Al volver a Puerto Rico de ese viaje que hizo al país en diciembre de 1964, el joven inspirador y líder del Movimiento Constitucionalista me contaba que en una reunión que tuvo con el coronel Caamaño él le invitó a unirse al grupo que había dejado formado y que el coronel Caamaño le preguntó cuál era la razón de que él le propusiera tomar parte en el levantamiento que se proyectaba, a lo que el coronel Fernández Domínguez respondió: “Porque Ud. es un hombre honesto”.

Esa respuesta del coronel Fernández vino a coronar una actitud que el coronel Caamaño estaba adoptando, para decirlo de alguna manera, desde poco después del golpe, especialmente desde que se dio cuenta de que entre los militares golpistas había muchos que se habían dedicado a actividades no militares. Y efectivamente, tal como lo había esperado Fernández Domínguez, el coronel Caamaño quedó comprometido en el movimiento y cuando éste estalló tres meses o tres meses y medio después de la visita del coronel Fernández Domínguez, al coronel Caamaño le tocó encabezar ese movimiento como su jefe militar.

Lo que hizo aquí el coronel Fernández Domínguez llegó a conocimiento de algunos de sus superiores porque esos jefes no tardaron en nombrarlo agregado militar dominicano en Chile. Fue en Chile donde él entró en contacto con el poete Manuel del Cabral, que vivía en esos días en aquel país y está aquí con nosotros esta noche para testimoniar acerca de lo que él conoce de las actividades del coronel Fernández Domínguez mientras vivió en Chile. Al pasar para Chile, Fernández Domínguez y yo acordamos una clave para escribirnos y en la exposición de documentos que se presenta en la entrada de este edificio hay algunas copias fotostáticas de las comunicaciones que mantuvimos mientras él se hallaba en Chile y aquí iba creciendo, desarrollándose, el movimiento que él había organizado, hasta que produjo el estallido del 24 de Abril.

Todavía no sé cómo fue posible que el coronel Fernández Domínguez volara de Santiago de Chile a Puerto Rico tan de prisa como lo hizo a tal punto que su llegada a mi casa me sorprendió y no puedo precisar ahora si esa llegada tuvo lugar el 26 ó el 27 de abril (posteriormente su viuda me aseguró que había sido el 26), pero es el caso que él estaba allí, en Puerto Rico, el día desgraciado en que pisaron tierra los infantes de marina de Lyndon Johnson; y digo que fue desgraciado porque lo fue para mí, que me sentí directamente responsable porque si hubiese sospechado en algún momento que los infantes de marina, soldados del mismo cuerpo de las fuerzas militares norteamericanas que estuvo abusando en este país de su poderío ocho años, de 1916 a 1924, iban a retornar otra vez en son de ocupantes armados como consecuencia del levantamiento constitucionalista del 24 de Abril, no me hubiera puesto a trabajar ni siquiera media hora para que se produjera ese levantamiento porque es preferible para cualquier dominicano, y para cualquier ciudadano de un país débil, pequeño y pobre como el nuestro, tener un tirano de su propio pueblo que tener un salvador extranjero.

En ese momento tengo presente al coronel Fernández Domínguez de pie ante mí en la casa que nos había prestado en San Juan de Puerto Rico un amigo (José Arroyo Riestra) donde recibíamos a los periodistas que llegaban de todas partes, y especialmente de los Estados Unidos, y las llamadas telefónicas de muchos puntos del mundo, porque desde México, desde Montevideo, desde Londres, París y Canadá o Santiago de Chile llamaban periodistas que pedían declaraciones e informaciones acerca de ese acontecimiento tan increíble como era el envío de la infantería de la marina norteamericana para aplastar con tanques y aviones una revolución democrática, porque ésa era una revolución que estaba haciéndose dentro de los límites de la llamada democracia representativa o burguesa.

Tal vez la suerte de la República Dominicana, que ha sido muy mala durante largos años pero que no puede ser siempre mala (y la suerte, como dijo el padre del materialismo dialéctico, es una categoría histórica que hay que tomar en cuenta); tal vez la suerte de la República, repito, quiso que esa revolución fracasara porque a partir de ese fracaso todos los dominicanos sabemos que la próxima revolución de este país no puede ser democrática.

Cuando recuerdo aquel barullo de personas, de noticias, de informes, veo allí, siempre delante de mí, al coronel Fernández Domínguez, y al lado de él a Arlette Fernández. Debo hacer un pequeño paréntesis para decir que Fernández Domínguez fue afortunado en varias cosas. Los griegos de la edad heroica, de la edad de Pericles, decían que los amados de los dioses mueren jóvenes, y Rafael Tomás Fernández Domínguez tuvo la fortuna de morir joven como para que pudiéramos recordarlo en la flor de su vida, pero también tuvo la fortuna de tener una compañera de la cual él se sentía justamente orgulloso, pero se sentiría más orgulloso todavía si pudiera saber que este acto en que se le rinde homenaje ha sido la creación de esa compañera que estuvo a su lado en la lucha de aquellos años y sigue estando a su lado y al lado del pueblo.

Probablemente el tercer día después de su llegada a San Juan Puerto Rico, o sea cuando iba terminando el mes de abril, le dije al coronel Rafael Fernández Domínguez que había una persona que podía traernos a Santo Domingo en un avión y le di su nombre y su dirección. Ese avión tendría que salir de Puerto Rico clandestinamente porque yo estaba atrapado en territorio norteamericano y no iba a poder salir en forma legal hacia la República Dominicana donde al poner pie volvía a ser automáticamente el presidente constitucional, y además, si venía por el aeropuerto de la Capital me cogían ahí las fuerzas de San Isidro. El coronel Fernández Domínguez se fue a ver a esa persona; entre los dos visitaron varios lugares desde los cuales el avión podía salir de noche, de manera clandestina, con la seguridad de que no iban a sorprenderlos ni al piloto ni a él ni a mí. El se encargó de arreglar las cosas de forma que pudiéramos llegar o a Neyba o a Constanza… .

El piloto que debía traernos al país no podía arriesgarse a salir sino era de un sitio que le sirviera de aeropuerto, y buscando ese lugar pasaron dos días, tres días, cuatro días. Al cuarto día se recibió la noticia de que la persona en quien el coronel Fernández Domínguez confiaba que nos garantizaría el aterrizaje en Neyba ya no estaba en Neyba porque había sido detenida y traída a la Capital, y no fue posible establecer contacto con alguien que pudiera esperarnos en Constanza. En ese punto el piloto nos hizo saber que no había posibilidades de hacer el vuelo saliendo de Puerto Rico.

A San Juan de Puerto Rico habían llegado el general Rodríguez Echavarría, que había sido secretario de Estado de las Fuerzas Armadas en el gobierno del Dr. Balaguer, el que había terminado en enero de 1961; y en ocasión en que fui con el coronel Fernández Domínguez a un sitio donde se había montado una estación de comunicación con el país, se encontraron allí Fernández Domínguez y Rodríguez Echavarría.

Debo aclarar que la comunicación entre Puerto Rico y Santo Domingo era telefónica, pero algunas de las personas que trabajaban en las compañías telefónicas de los dos países facilitaban la conexión para que no pudieran tomarse las comunicaciones y ni siquiera quedaban registros de las llamadas.

Cuando se dio el golpe que derrocó ese gobierno del Dr. Balaguer, dos oficiales del ejército fueron a detener al general Rodríguez Echavarría, y uno de ellos era Fernández Domínguez, que entonces tenía el grado de mayor. El general Rodríguez Echavarría me había contado en el año 1964 que cuando esos dos oficiales fueron a detenerlo, él le había dicho al de mayor graduación: “¡Muchacho, ten cuidado con esa ametralladora, que se te puede zafar un tiro y matarme!”; y agregó: “Pero cuando le vi los ojos a Rafaelito me di cuenta de que él era el que iba a matarme si yo no me daba preso”. Por cierto, una noche en que se hallaba en casa, allá en Puerto Rico, acompañado de Arlette, estuvimos hablando de los acontecimientos políticos dominicanos, cuando yo explicaba el origen de la campaña que se había hecho, Fernández Domínguez me miró, con aquella mirada a la vez iluminada y triste que tenía, y me dijo: “Profesor, cómo nos engañan”; y dos días después pasó por casa en horas de la mañana y lo único que dijo en esa ocasión fue que los oficiales militares deberían estudiar política, opinión que relacioné con la frase que me había dicho hacía dos noches: “Profesor, cómo nos engañan”.

Cuando llegué con Fernández Domínguez al sitio donde se hacían las comunicaciones con Santo Domingo encontré allí al general Rodríguez Echavarría, y en el acto les pedí a él y a Fernández Domínguez que se saludaran como compañeros de armas y olvidaran el pasado. El coronel Fernández Domínguez, que sabía mandar porque sabía obedecer, se cuadró, saludó, a lo que respondió en igual forma el general Rodríguez Echavarría, y ambos se dieron las manos y sin hablar una palabra del pasado volvieron a actuar juntos en los episodios en que les pedí que lo hicieran. Por ejemplo, los dos fueron a Venezuela, hacia donde los mandé a hacer una gestión, que era la de conseguir la manera de salir ellos y yo desde ese país hacia Santo Domingo, para lo cual le llevaron una carta mía al presidente de Venezuela, Raúl Leoni, que era un amigo mío de muchos años. Esa gestión terminó en un fracaso porque el presidente Leoni dijo que él no podía dar su consentimiento para que se hiciera ese viaje. A ese fracaso se debió que el coronel Fernández Domínguez no pudiera llegar al país antes de lo que llegó.

Debo aclarar también que aun antes de que Rodríguez Echavarría y Fernández Domínguez volaran a Venezuela yo me había convencido de que no iba a ser fácil mi vuelta a la República Dominicana porque el poder norteamericano haría lo imposible para impedirlo a menos que yo aceptara volver para actuar bajo sus órdenes, y por esa razón había resuelto, llamar por teléfono al cuartel general del Movimiento Constitucionalista para pedir que se estableciera un gobierno revolucionario encabezado por el coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó. Con quien se hizo la comunicación en ese momento fue con Héctor Aristy, que está hoy en el destierro y cuando Aristy le hizo saber al coronel Caamaño lo que yo decía, el coronel Caamaño respondió que él no podía aceptar eso, que ellos estaban participando en la Revolución para cumplir con un deber y no porque anduvieran detrás de posiciones. Entonces yo pedí que el coronel Caamaño cogiera el teléfono y le dije: “Coronel, yo no lo estoy consultando; le estoy dando una orden, la de que asuma la presidencia del gobierno revolucionario”, a lo que el coronel Caamaño respondió diciendo: “Si se trata de una orden, la cumpliré lo mejor que pueda”; y a seguidas pedí que Héctor Aristy tomara de nuevo el teléfono y le di la lista de los miembros del Gabinete, que encabecé con el del Ministro de las Fuerzas Armadas y seguí con el del ministro de Interior y Policía; y al decir: “Ministro de Interior y Policía”, el coronel Rafael Tomás Fernández Domínguez éste, que se hallaba a pocos pasos de mí, me hizo una seña con la mano indicándome que no aceptaría ese cargo; pero yo seguí dando la lista de los ministros y así se formó el gobierno del coronel Caamaño, y así vino a quedar ese gobierno con el ministro de lo Interior y Policía en Puerto Rico y no en Santo Domingo, que era donde debía estar.

(Ahora debo intercalar en estas breves noticias que di en el acto de homenaje al fundador del Movimiento Constitucionalista, que se celebró al conmemorarse el decimocuarto aniversario de su muerte, el episodio de su llegada al país, a lo cual no me referí en esa ocasión. Lo hago porque debo explicar por qué razón ese soldado de la lucha imperialista, que cayó víctima de las balas norteamericanas, vino a la República Dominicana en un avión militar de los Estados Unidos. Con la excepción de una parte de la Capital de la República, todo el territorio dominicano se hallaba controlado por las tropas yanquis o las dominicanas que estaban bajo sus órdenes, de manera que no había manera de llegar al país, pero se presentó una oportunidad que no podía ser desperdiciada. Acosado por la opinión pública de los Estados Unidos y también extranjera, el gobierno de Johnson decidió negociar con el de Caamaño para formar un gobierno de transición que sustituyera al Constitucionalista y al llamado Reconstrucción Nacional, que había inventado Johnson y servidores del Departamento de Estado. Para esa negociación vinieron al país McGeorge Bundy, que era ayudante especial de Johnson para asuntos de seguridad nacional; Cyrus Vance, el mismo que es secretario de Estado de Carter, y no sé que otras personas. Esos dos y Harry Shlauderman, que había sido secretario político de la embajada norteamericana, viajaron a Puerto Rico para entrevistarse conmigo a fin de discutir la posibilidad de que el gobierno de transición estuviera encabezado por Antonio Guzmán, el actual presidente de la República. En la reunión estuvieron presentes el propio Antonio Guzmán y Jaime Benítez, rector de la Universidad de Río Piedras, y yo le pedí a Shlauderman un puesto para el coronel Fernández Domínguez en el avión en que ellos, con la excepción del rector Benítez, volverían a Santo Domingo. Cuando le comuniqué a Fernández Domínguez esa decisión mía me dijo que él no podía llegar al país en un avión de las fuerzas invasoras; entonces le expliqué que él debía hacer ese viaje porque yo no podía usar como mensajero ante el presidente Caamaño a don Antonio Guzmán; el que tenía que llevarle mensaje al coronel Caamaño debía ser tercera persona y sólo podía y debía ser él, que era miembro del gobierno Constitucionalista en su condición de ministro de Interior y Policía; y por último le dije: “Si Ud. puede utilizar las armas del enemigo para derrocarlo, ¿se negaría a hacerlo?. Al oír esas palabras esbozó una sonrisa y respondió: “Está bien, señor. ¿A qué hora es la salida?).

El día 19 recibí una llamada desde aquí, desde Santo Domingo, y con ella la noticia de que el coronel Rafael Tomás Fernández Domínguez había sido muerto por balas norteamericanas. Eran algo más de las 12 de la noche y yo me sentí sacudido de adentro afuera. Para mí lo que había caído en tierra dominicana no era un hombre, era una estrella; y no lloré porque en las horas de adversidad los hombres que tienen responsabilidades no pueden llorar. Pedí que se le rindieran honores de general muerto en campaña; después cerré el teléfono y estuve un rato concentrado en mí mismo; luego lo levanté para llamar a Arlette, pero no lo hice. Fue en la mañana del día siguiente cuando hablé con ella y le comuniqué que su marido, tan joven y tan gallardo, había muerto en Santo Domingo.


Le transmití esa noticia con dolor, pero sin pena. No me sentía apenado porque sabía que para Rafael Tomás Fernández Domínguez la carrera militar no significaba ningún privilegio sino una oportunidad que le había brindado el destino y que él aprovecharía a fondo para servirle a su patria. Y me satisface decir esta noche, con la presencia de todos ustedes aquí, que los hombres que saben entregarse a la causa de su pueblo como lo hizo él, no merecen lágrimas; que su caída es un tránsito hacia la inmortalidad, desde l a cual los hombres como él le sirven a su pueblo mejor aún que estando vivos.

Santo  Domingo,  D.  N.
Mayo  19,  de  1979. 


domingo, 26 de abril de 2020

Lenin, a 150 años de su nacimiento


Por Atilio A. Boron | 25/04/2020 | Opinión
Fuentes: Rebelión


Vladimir Illich Ulianov nació en un día como hoy, de 1870, en Simbirsk, Rusia. Fue el fundador del Partido Comunista Ruso (Bolchevique), el líder indiscutido de la primera insurrección obrero-campesina triunfante a escala nacional en la historia de la humanidad: la Revolución de Octubre en Rusia (que llevó a su término lo que la heroica Comuna de París no pudo hacer) y arquitecto y constructor del Estado Soviético.

Como si lo anterior no bastase fue también un notable intelectual, autor de numerosos y medulares escritos sobre temas tan variados como filosofía, teoría económica, ciencia política, sociología y relaciones internacionales.[1] “Práctico de la teoría y teórico de la práctica” según la brillante definición que de él propusiera György Lukács, Lenin introdujo tres aportaciones decisivas a la renovación de una teoría viviente, el marxismo, que siempre la entendió como una “guía para la acción” y no como un dogma o un conjunto esclerotizado de preceptos abstractos. Gracias a Lenin los cimientos teóricos establecidos por Karl Marx y Friedrich Engels se enriquecieron con una teoría del imperialismo que arrojaba luz sobre los desarrollos más recientes del capitalismo en la primera década del siglo veinte; con una concepción acerca de la estrategia y táctica de la conquista del poder o, dicho en otros términos, con una renovada teoría de la revolución basada en la alianza “obrero-campesina” y el papel de los intelectuales; y con sus distintas teorizaciones sobre el partido político y sus tareas en distintos momentos de la lucha social. Una herencia teórica extraordinaria, como brota de la precedente enumeración. 

En este breve recordatorio del nacimiento de un personaje excepcional como el que nos ocupa quisiera llamar la atención sobre una de esas tres aportaciones: la cuestión del partido. En efecto, preocupa la nociva persistencia de un lugar común -y profundamente erróneo- consistente en hablar de “la teoría” del partido en Lenin como si éste hubiera forjado una, absolutamente imperturbable ante los cambios y los desafíos del proceso histórico. Como lo hemos demostrado en nuestro estudio introductorio en una nueva edición del ¿Qué Hacer? Lenin modificó su concepción del partido en correspondencia con las variaciones en las condiciones que caracterizaban los distintos momentos del desarrollo de la lucha revolucionaria en Rusia.[2] Es una obviedad subrayar que su sensibilidad histórica y teórica era incompatible con cualquier dogmatismo, lo que hizo que tomara rápidamente nota de las enseñanzas que dejara la revolución de 1905 y el marginal papel que en ella jugara la organización política a la que pertenecía, el Partido Obrero Social Demócrata de Rusia. Su reflexión autocrítica se volcó en el prólogo a un frustrado libro –iba a llamarse En Doce Años – que recopilaría los libros y artículos que escribiera entre 1895 y 1907. Pese a la módica liberalización que el zarismo había consentido luego del ensayo revolucionario de 1905 y la derrota que las tropas del zar habían sufrido en la guerra ruso-japonesa, lo cierto es que aquellos materiales fueron confiscados por la censura y nunca vieron la luz pública. No obstante, el prólogo quedó a salvo y deja importantes claves para comprender la evolución del pensamiento de Lenin.[3] En esa reflexión de 1907 Lenin explica que el modelo de partido propuesto en el ¿Qué Hacer? se explicaba por las durísimas condiciones impuestas por la lucha clandestina contra el zarismo y su impresionante aparato represivo. Ahora bien, una vez triunfante la Revolución de 1905 Lenin modifica su concepción del partido -que sigue siendo revolucionario pero que ya no debe actuar en la clandestinidad- y se acerca a una postura en cierto sentido similar a la de la socialdemocracia alemana (recordar que Lenin recién repudia la teorización de Karl Kautsky en 1909) que, en ese momento, era el “partido guía” de la Segunda Internacional. Dado que el partido no es una entelequia que sobrevuela las contingencias y los azares de la historia el cambio en la correlación de fuerzas entre el zarismo y las fuerzas sociales de la revolución, amén de las mutaciones operadas en el marco institucional en el que se daba la lucha política- modificaron profundamente la visión de Lenin sobre el carácter del partido, su estructura organizativa, sus tácticas y su actividad organizativa en las nuevas circunstancias históricas. La lucha por la revolución, sobre la cual Lenin jamás hizo ninguna concesión, debía apelar a un nuevo formato partidario. Y lo hizo.

No obstante, el triunfo de la revolución en Febrero de 1917 precipitó la gestación de una tercera teorización en donde la centralidad del partido en la vanguardia del proceso revolucionario fue desplazada por el arrollador protagonismo de los soviets. Con su proverbial sagacidad Lenin advirtió esta mutación, una suerte de revolución copernicana en la esfera de la política, antes que ningún otro dirigente del partido Bolchevique y la dejó impresa para la historia en su asombrosa (y para muchos camaradas, escandalosa) consigna de “¡Todo el poder a los Soviets!” Esto significó, en los hechos, una extraordinaria revalorización del poderío insurreccional de estas inéditas formaciones políticas y un cierto –y transitorio- relegamiento del partido en la “fase más caliente” de la conquista del poder, antes y poco después del triunfo de Octubre. Como veremos más abajo de ninguna manera podría argüirse que Lenin había devaluado definitivamente la importancia del partido. Pero fino observador como era no podía dejar de corroborar su transitorio eclipse en el horno incandescente de la revolución, donde la arrolladora potencia plebeya de los soviets y su condición de actores imprescindibles a la hora de lograr el triunfo definitivo de la revolución eran incuestionables. La historia se encargó de demostrar que aquella sorprendente consigna, tan discutida en su tiempo por sus propios camaradas bolcheviques, a la larga demostró ser acertada pues en el complejísimo tránsito entre la revolución democrático-burguesa de Febrero y la consumación de la revolución socialista de Octubre, el protagonismo excluyente recayó sobre los soviets y no sobre el partido. Lenin fue uno de los muy pocos que supo comprender este cambio y, también, en darse cuenta que este desplazamiento estaba lejos de ser definitivo y que más pronto que tarde el partido volvería a ocupar un lugar de preponderancia en las luchas políticas. Cosa que efectivamente ocurrió.

En efecto, la estabilización del poder soviético y los enormes desafíos de la construcción del socialismo -en un país devastado por la Primera Guerra Mundial y por la guerra civil declarada por la aristocracia terrateniente, los capitalistas y sus aliados en los gobiernos europeos- dio lugar al nacimiento de una nueva teorización sobre el partido, la cuarta. En esta nueva concepción el partido revolucionario es redefinido (y permítaseme abusar de un didáctico anacronismo) “en clave gramsciana”; es decir, el partido como el gran organizador de la dirección intelectual y moral de la revolución, como educador y concientizador de las masas y especialmente de la juventud; como el forjador de una nueva conciencia civilizatoria e instrumento imprescindible para asegurar la perdurabilidad del triunfo revolucionario. Los últimos escritos de su vida, ya consolidada la victoria de las masas obreras y campesinas rusas, marcan precisamente ese retorno del partido al centro de la escena política, resaltando su centralidad estratégica ante la inmensa tarea de dar comienzo a la construcción de la nueva sociedad comunista y de una nueva estatalidad revolucionaria que, inspirada en las enseñanzas de la Comuna de París, no debía ser remedo del estado capitalista. Y eso no sólo en el plano nacional: la creación de la Internacional Comunista en 1919 proyectó sobre el escenario mundial el papel del partido en momentos en que parecía que el capitalismo se enfrentaba a un callejón sin salida y que el triunfo de la revolución proletaria mundial parecía inminente. 

Concluyo esta breve reflexión diciendo que la habitual caracterización del revolucionario ruso como un atento lector y discípulo de Marx no le hace justicia a la inmensidad de su legado. Como constructor del primer estado obrero mundial, uno de cuyos más perdurables logros civilizatorios fue su decisiva contribución a la derrota del nazismo, y como refinado pensador que aportó valiosos y necesarios desarrollos al corpus teórico del marxismo la obra de Lenin alcanza una estatura teórica que no pasó desapercibida para un atento observador de la derecha. Hablamos, claro está, de Samuel P. Huntington, quien en uno de sus más importantes libros sentencia que “Lenin no fue el discípulo de Marx; más bien, éste fue el precursor de aquél. Lenin convirtió al marxismo en una teoría política,”[4] Tesis que sin duda debe ser tomada con pinzas y abre numerosas e inquietantes preguntas, pero que contiene algunos elementos de verdad que no pueden ser simplemente desdeñados. Y hoy, cuando se cumplen 150 años del nacimiento de Lenin, el desafío que nos propone la heterodoxa tesis del estadounidense es una buena ocasión para invitar a la militancia anticapitalista a retomar el estudio de la vasta producción teórica del fundador de la Unión Soviética.

Notas:


[1] Las Obras Completas de Lenin, que reúne los libros, artículos, ensayos, intervenciones periodísticas, discursos y mensajes de diversos tipo, fueron publicadas por primera vez en lengua castellana por la Editorial Cartago del Partido Comunista Argentino entre 1957 y 1973. Consta de 50 tomos y dos más conteniendo los índices de la obra. Cabe recordar que Lenin muere a los 54 años, lo cual pone de relieve el extraordinario caudal de su talento como escritor, publicista y dirigente político.

[2] Para un análisis más detallado de estas cuestiones ver nuestra introducción en: V. I. Lenin, ¿Qué Hacer? Problemas candentes de nuestro movimiento (Buenos Aires: Ediciones Luxemburg, 2004), pp. 13-73.


[3] Lenin se refiere a este escrito suyo en su ¿Qué Hacer? (op. cit), pp. 75-83.


[4] Ver su Political Order in Changing Societies (New Haven: Yale University Press, 1968), p. 336.

En el 55 aniversario de la Revolución de Abril reivindicamos su ejemplo y contenido

Narciso Isa Conde


La crisis que estremece nuestra nación evidencia que el modelo político-institucional impuesto por la invasión militar de los EEUU en 1965, reforzado a largo de 55 años de recolonización económica y cultural, y deteriorado en mayor grado por el impacto de la globalización neoliberal del capitalismo y la corrupción estatal, debe ser radicalmente superado.

En estas circunstancias es imperioso reivindicar la pertinencia y contenidos de la Revolución Constitucionalista que encabezaron los coroneles Fernández Domínguez y Caamaño, brutalmente obstruida por la invasión militar de EEUU. El momento indica que el proyecto de nación que encarnó la revolución inconclusa de abril de 1965 debe ser retomado y renovado.
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Medio siglo de negación de soberanía, perversión del sufragio, entronización de la corruptela y degradación de la política tradicional, crisis de salud y deterioro ambiental, fortalecen la pertinente de la rebeldía popular para refundar el Estado, sus instituciones y el proyecto de sociedad basado en democracia real, justicia y solidaridad.

Se trata ya de una cuestión de vida o muerte, de supervivencia de la sociedad afectada y amenazada en su salud colectiva y en sus medios de vida.

La pandemia, montada sobre la decadencia del sistema de dominación, ha puesto al desnudo las lacras acumuladas.

Es imprescindible una corte con ese pasado inmediato. Hay que crear desde la indignación y la rebeldía un nuevo sistema, y abril 65 es la referencia obligada.

Continuidad de la gesta Trinitaria y la epopeya Restauradora, la Revolución Constitucionalista fue un ejemplo de insumisión popular, poder y proceso constituyente; ejemplo de rescate de la soberanía nacional, unidad cívico-militar y defensa de la Constitución más avanzada de la historia republicana; factores y procesos que ahora es preciso relanzar.

Si algo se destaca en su contenido político es el esfuerzo trascendente por refundar la república, construir un Estado realmente democrático, acompañado de un poder popular transformador; algo solo posible de lograr si lo viejo degradado en extremo es echado abajo y lo nuevo brota de un Proceso Constituyente, que implica un Cambio Radical, Asamblea Constituyente Popular y Soberana, nueva Constitución inspirada en la de 1963 y nuevas elecciones. El Movimiento Camañista-MC reitera en esta ocasión su indeclinable compromiso con estos propósitos.

sábado, 25 de abril de 2020

Bosch: La Revolución Dominicana de abril no fue un hecho improvisado

JUAN BOSCH: La Revolución Dominicana de abril no fue un hecho improvisado.

El Coronel Caamaño en acción de combate  contra el invasor Yanqui   


Los Estados Unidos, que en el mes de abril (1965) tenían en Vietnam 23 mil hombres, desembarcaron en Santo Domingo 42 mil. Para los funcionarios de Washington, los sucesos de la República Dominicana eran de naturaleza tan peligrosa que se prepararon como si se tratara de llevar a cabo una guerra de la que dependía la vida misma de los Estados Unidos. La fuerza de los Estados Unidos se usó en el caso de la Revolución Dominicana de una manera absolutamente desproporcionada. Un pueblo pequeño y pobre que estaba haciendo el esfuerzo más heroico de toda su vida para hallar su camino hacia la democracia fue ahogado por montañas de cañones, aviones, buques de guerra, y por una propaganda que presentó ante el mundo los hechos totalmente distorsionados.

La Revolución Dominicana de abril no fue un hecho improvisado. Era un acontecimiento histórico cuyos orígenes podían verse con claridad. En realidad, esa revolución estaba en marcha desde fines de 1959, y fue manifestándose gradualmente, primero con una organización clandestina de jóvenes de la clase media que fue descubierta a principios de 1960, después con la muerte de Trujillo en mayo de 1961, más tarde con las elecciones de diciembre de 1962 y por último con la huelga de mayo de 1964. 

El golpe de Estado de septiembre de 1963 no podía detener esa revolución. Fue una ilusión de gente ignorante en achaques de sociología y de política pensar que al ser derrocado el Gobierno que yo presidí la revolución quedaba desvanecida. Fue una ilusión creer, como consideraron los que formulan en Washington la política dominicana, que una persona de buena sociedad y de los círculos comerciales era el hombre indicado para dominar la situación dominicana. Fueron precisamente el uso de la fuerza y la frivolidad del favorito de Washington —Donald Reid Cabral— los factores que aceleraron el estallido de la revolución de abril. 

La Revolución Dominicana tenía causas no sólo profundas, sino además viejas. La falta de libertades de los días de Trujillo y el desprecio a las masas del Pueblo volvieron a gobernar el país a partir del golpe de Estado de 1963; el hambre general se agravó con la política económica sin sentido del equipo encabezado por Reid Cabral, y la corrupción trujillista resultó a la vez más extendida y más descarada que bajo la tiranía de Trujillo. Se pretendió volver al trujillismo sin Trujillo, un absurdo histórico que no podía subsistir. La clase media y las grandes masas se aliaron en un mismo propósito; barrer ese pasado ignominioso que había renacido en el país y retornar a un estado de ley y de honestidad pública.

Veamos ahora el punto que toca al tiempo histórico. Lo que le da carácter peculiar a la historia de Santo Domingo es lo que en otras ocasiones he llamado su “arritmia”. Los acontecimientos dominicanos suceden en un tiempo que no corresponde al tiempo histórico general de la América Latina. El momento histórico en que se hallaba la República Dominicana en abril de 1965 era el equivalente de 1910 en México, y es curioso que los Estados Unidos actuaran sobre Santo Domingo, en cierto sentido, como lo hicieron sobre México en 1910, aunque alegaran para ello que en Santo Domingo estaba en marcha una segunda Cuba. Pero en Santo Domingo no podía estar en marcha en abril de 1965 una segunda Cuba como no podía producirse en México de 1910. Lo que había estallado en la República Dominicana en abril de 1965 era —y es— una revolución democrática y nacionalista; y el 1965 era el momento histórico exacto para que los dominicanos iniciaran su revolución democrática y nacionalista. En términos de 1965, justicia económica. 

Por otra parte, el nacionalismo es un sentimiento que se origina en la necesidad vehemente de hacer progresar en todos los órdenes el propio país, en la necesidad de afirmar la conciencia nacional en el campo económico, en el político y en el moral, y toda revolución verdadera, sobre todo si es democrática, tiene un alto contenido de nacionalismo. Para no equivocarse en el caso de la Revolución Dominicana de 1965 bastaba con situarla en su tiempo histórico. Eso hubiera servido también para evitar el costoso error político de considerar que era una revolución comunista o en peligro de derivar hacia el comunismo. El precio que pagarán los Estados Unidos por ese error será alto, y a mi juicio lo veremos en nuestro propio tiempo. Un índice de la magnitud del error es el tamaño de la fuerza usada originalmente para embotellar la revolución.

 Los Estados Unidos, que en el mes de abril tenían en Vietnam 23 mil hombres, desembarcaron en Santo Domingo 42 mil. Para los funcionarios de Washington, los sucesos de la República Dominicana eran de naturaleza tan peligrosa que se prepararon como si se tratara de llevar a cabo una guerra de la que dependía la vida misma de los Estados Unidos. 

Siempre recordaré como un síntoma de esa enorme equivocación un detalle de la densa propaganda hecha por el departamento de guerra psicológica, el del famoso submarino ruso capturado en el puerto de la vieja capital dominicana. Ese submarino desapareció misteriosamente tan pronto llegaron a Santo Domingo los primeros periodistas norteamericanos independientes, pero sigue navegando en las aguas del rumor interesado. La fuerza de los Estados Unidos se usó en el caso de la Revolución Dominicana de una manera absolutamente desproporcionada. Un pueblo pequeño y pobre que estaba haciendo el esfuerzo más heroico de toda su vida para hallar su camino hacia la democracia fue ahogado por montañas de cañones, aviones, buques de guerra, y por una propaganda que presentó ante el mundo los hechos totalmente distorsionados.

 La revolución no fusiló una sola persona, no decapitó a nadie, no quemó una iglesia, no violó a una mujer; pero todo eso se dijo, y se dijo en escala mundial; la revolución no tuvo nada que ver ni con Cuba ni con Rusia ni con China, pero se dio la noticia de que 5 mil soldados de Fidel habían desembarcado en las costas dominicanas, se dio la noticia de que había sido capturado un submarino ruso y se publicaron “fotos” de granadas enviadas por Mao Tse-Tung. La reacción norteamericana ante la Revolución Dominicana fue excesiva, y para comprender la causa de ese exceso habría que hacer un análisis cuidadoso de los resultados que puedan dar la fe en la fuerza y el uso ilimitado de la fuerza en el campo político, y convendría hacer al mismo tiempo un estudio detallado del papel de la fuerza cuando se convierte en sustituto de la inteligencia. 

En el caso de la Revolución Dominicana, el empleo de la fuerza por parte de los Estados Unidos comenzó a tener malos resultados inmediatamente, no sólo para el Pueblo dominicano sino también para el Pueblo norteamericano. Con el andar de los días, esos resultados serán peores para los Estados Unidos que para Santo Domingo. Pero mantengámonos ahora dentro del límite estrecho de los daños causados a Estados Unidos en Santo Domingo. Por de pronto, la Revolución Dominicana, que hubiera terminado en el propio mes de abril a no mediar la intervención de los Estados Unidos, quedó embotellada y empezó a generar fuerzas que no estaban en su naturaleza, entre ellas odio a los Estados Unidos. Ese odio no se extinguirá en mucho tiempo. El nacionalismo sano de la revolución irá convirtiéndose a medida que pasen los meses en un sentimiento antinorteamericano envenenado por la frustración a que fue sometida la revolución. Y es una tontería insigne considerar que el nacionalismo de los pueblos pequeños y pobres puede ignorarse, desdeñarse o doblegarse. La más poderosa de las armas nucleares es débil al lado del nacionalismo de los pueblos pequeños y pobres. El nacionalismo es un sentimiento profundo, casi imposible de desarraigar del alma de las sociedades una vez que aparece en ellas, y ese sentimiento, según lo demuestra la historia, lleva a los hombres a desafiar todos los poderes de la tierra. Ahora bien, cuando el nacionalismo democrático es ahogado o estrangulado, pasa a ser un fermento, tal vez el más activo, para la propagación del comunismo. Estoy convencido de que el uso de la fuerza de los Estados Unidos en la República Dominicana producirá más comunistas en Santo Domingo y en la América Latina que toda la propaganda rusa, china o cubana. La fuerza, en su caso, fue empleada para impedirles que alcanzaran su democracia. 

Para muchos norteamericanos esto no es y no será cierto, pero yo estoy exponiendo aquí lo que sienten y sentirán por largos años los dominicanos, no las intenciones norteamericanas. Debido a que la fuerza nunca es tan fuerte como creen quienes la usan, los Estados Unidos tuvieron que recurrir en Santo Domingo a un expediente que les permitiera usar la fuerza sin exponerse a las críticas del mundo; y eso explica la creación de la junta cívico-militar encabezada por Antonio Imbert. Esa junta, como es de conocimiento general, fue la obra del embajador John Bartlow Martin, es decir, de los Estados Unidos; y pocas veces en la historia reciente se ha cometido un error tan costoso para el prestigio de los Estados Unidos como el que se cometió al poner en manos del señor Imbert parte de las fuerzas armadas dominicanas y al proporcionarles como justificación para sus crímenes el argumento de estar combatiendo el comunismo en Santo Domingo. 

Las matanzas de dominicanos y extranjeros —entre los últimos, un sacerdote cubano y uno canadiense— realizadas por las fuerzas de Imbert bajo el pretexto de que estaban aniquilando a los comunistas, quedarán para siempre en la historia dominicana cargadas en la cuenta general de los Estados Unidos y en la particular del señor Martin. Esas matanzas fueron hechas mientras estaban en Santo Domingo las fuerzas norteamericanas; y además el embajador Martin sabía quién era Imbert antes de invitarlo a encabezar la junta cívico-militar. La tiranía de Imbert fue establecida a ciencia y conciencia, y después de la tiranía de Trujillo no había excusa que pudiera justificar el establecimiento de la de Imbert. La revolución no fusiló a nadie ni decapitó a nadie; pero las fuerzas de Imbert han fusilado y decapitado a centenares, y aunque a esos crímenes no se les ha dado la debida publicidad en los Estados Unidos, figuran en los expedientes de la Comisión de los Derechos Humanos de la OEA y de las Naciones Unidas, con todos sus horripilantes detalles de cráneos destrozados a culatazos, de manos amarradas a la espalda con alambres, de cadáveres sin cabezas flotando en las aguas de los ríos, de mujeres ametralladas en los “paredones”, de los dedos destruidos a martillazos para impedir la identificación de los muertos. 

La mayor parte de las víctimas fueron miembros del Partido Revolucionario Dominicano, un partido reconocidamente democrático, pues la función de la llamada democracia de Imbert es acabar con los demócratas en la República Dominicana. Parece un sangriento sarcasmo de la historia que los crímenes que se le achacaron a la revolución sin haberlos cometido, hayan sido cometidos por un falso gobierno creado por los Estados Unidos sin que eso conmueva a la opinión norteamericana. La mancha de esos crímenes no caerá toda sobre Imbert, que al fin y al cabo es un ave de paso en la vida política dominicana; caerá también sobre los Estados Unidos y, por desgracia, sobre el concepto genérico de la democracia como sistema de gobierno. O yo no conozco a mi pueblo, o va a ser difícil que a la hora de determinar responsabilidades los dominicanos de hoy y de mañana sean indulgentes con los Estados Unidos y duros solamente con Imbert. 

En general, va a ser difícil salvar a los Estados Unidos de responsabilidad en todos los males futuros de Santo Domingo, aún de aquellos que se hubieran producido naturalmente si la revolución hubiera seguido su propio curso. 

El Pueblo dominicano no olvidará fácilmente que los Estados Unidos llevaron a Santo Domingo el batallón nicaragüense “Anastasio Somoza”, el émulo centroamericano de Trujillo; que llevaron a los soldados de Stroessner, los menos indicados para representar la democracia en un país donde acababan de morir miles de hombres y mujeres del Pueblo, peleando por establecer una democracia; que llevaron a los soldados de López Arellano, que es para los dominicanos una especie de Wessin y Wessin hondureño. En todos los textos de historia dominicana del porvenir figurará en forma destacada el bombardeo a que fue sometida la ciudad de Santo Domingo durante 24 horas los días 15 y 16 de junio. Todos estos puntos a que me he referido a la ligera son consecuencias del uso de la fuerza como instrumento de poder en el tratamiento de los problemas políticos. Una apreciación inteligente de los sucesos de Santo Domingo hubiera evitado los males que ha producido y producirá el uso de la fuerza que se desplegó en el caso dominicano. Para la sensibilidad de los pueblos de la América Latina, para su experiencia como víctimas tradicionales de gobiernos de fuerza, todo empleo excesivo e injusto de la fuerza provoca sentimientos de repulsión. Desde el punto de vista de los latinoamericanos, los Estados Unidos cometieron en Santo Domingo el peor error político de este siglo. 

El presidente Johnson dijo que los infantes de marina de su país habían ido a Santo Domingo a salvar vidas, pero lo que puede asegurar el que conozca la manera de sentir de los latinoamericanos es que esos infantes de marina destruyeron en todo el Continente la imagen democrática de los Estados Unidos. Es que parece estar en la propia naturaleza de la fuerza destruir en vez de crear, y cuando se usa en forma excesiva e inoportuna, la fuerza tiende a destruir a quien la usa. Una revolución puede detenerse con la fuerza, pero sólo durante cierto tiempo. En muchos sentidos, las revoluciones son terremotos históricos incontrolables, sacudimientos profundos de las sociedades humanas que buscan su acomodo en la base de su existencia. Y la Revolución Dominicana de abril de 1965 fue —y es— una revolución auténtica. Por lo menos eso creen los que tienen razones para conocer la historia, las fallas, las angustias y las esperanzas dominicanas, es decir los dominicanos que las hemos estudiado y estamos vinculados al destino de aquel pueblo por razones tan justas y tan honorables como puede estar vinculado el mejor de los norteamericanos al destino de los Estados Unidos.


Puerto Rico. 29 de junio de 1965


COVID.19: LA MADRE DE TODAS LAS PANDEMIAS

La pandemia y el sistema-mundo

GNACIO RAMONET | 


UN HECHO SOCIAL TOTAL

Todo está yendo muy rápido. Ninguna pandemia fue nunca tan fulminante y de tal magnitud. Surgido hace apenas cien días en una lejana ciudad desconocida, un virus ha recorrido ya todo el planeta y ha obligado a encerrarse en sus hogares a miles de millones de personas. Algo sólo imaginable en las ficciones post-apocalípticas…
A estas alturas, ya nadie ignora que la pandemia no es sólo una crisis sanitaria. Es lo que las ciencias sociales califican de « hecho social total », en el sentido de que convulsa el conjunto de las relaciones sociales, y conmociona a la totalidad de los actores, de las instituciones y de los valores.

La humanidad está viviendo -con miedo, sufrimiento y perplejidad- una experiencia inaugural. Verificando concretamente que aquella teoría del « fin de la historia » es una falacia… Descubriendo que la historia es, en realidad, impredecible. Nos hallamos ante una situación enigmática. Sin precedentes1. Nadie sabe interpretar y clarificar este extraño momento de tanta opacidad, cuando nuestras sociedades siguen temblando sobre sus bases como frente a un cataclismo cósmico. Y no existen señales que nos ayuden a orientarnos… Un mundo se derrumba. Cuando todo termine la vida ya no será igual.

Hace apenas unas semanas, decenas de protestas populares se habían generalizado a escala planetaria, de Hong Kong a Santiago de Chile, pasando por Teherán, Bagdad, Beirut, Argel, París, Barcelona y Bogotá. El nuevo coronavirus las ha ido apagando una a una a medida que se extendía por el mundo… A las escenas de masas festivas ocupando calles y plazas, suceden las insólitas imágenes de avenidas vacías, mudas, espectrales. Emblemas silenciosos que marcarán para siempre el recuerdo de este extraño momento.
Estamos padeciendo en nuestra propia existencia el famoso ‘efecto mariposa’ : alguien, al otro lado del mundo, se come un extraño animal y tres meses después, media humanidad se encuentra en cuarentena… Prueba de que el mundo es un sistema en el que todo elemento que lo compone, por insignificante que parezca, interactúa con otros y puede influenciar el conjunto.

Angustiados, los ciudadanos vuelven sus ojos hacia la ciencia y los científicos -como antaño hacia la religión- implorando el descubrimiento de una vacuna salvadora cuyo proceso requerirá largos meses. Porque el sistema inmunitario humano necesita tiempo para producir anticuerpos, y algunos efectos secundarios peligrosos pueden tardar en manifestarse…

La gente busca también refugio y protección en el Estado que, tras la pandemia, podría regresar con fuerza en detrimento del Mercado. En general, el miedo colectivo cuanto más traumático más aviva el deseo de Estado, de Autoridad, de Orientación. En cambio, las organizaciones internacionales y multilaterales de todo tipo (ONU, Cruz Roja Internacional, G7, G20, FMI, OTAN, Banco Mundial, OMC, etc.) no han estado a la altura de la tragedia, por su silencio o por su incongruencia. El planeta descubre, estupefacto, que no hay comandante a bordo… Desacreditada por su complicidad estructural con las multinacionales farmacéuticas2, la propia Organización Mundial de la Salud (OMS) ha carecido de suficiente autoridad para asumir, como le correspondía, la conducción de la lucha global contra la nueva plaga.

Mientras tanto, los Gobiernos asisten impotentes a la irrefrenable diseminación por todos los continentes3 de esta peste nueva. Contra la cual no hay ni vacuna, ni medicamento, ni cura, ni tratamiento que elimine el virus del organismo4… Y eso va a durar5Mientras el germen siga presente en algún país, las re-infecciones serán inevitables y cíclicas. Lo más probable es que esta epidemia no logre pararse antes de que el microbio haya contagiado en torno al 60% de la humanidad.
Lo que parecía distópico y propio de dictaduras de ciencia ficción se ha vuelto ‘normal’. Se multa a la gente por salir de su casa a estirar las piernas, o por pasear su perro. Aceptamos que nuestro móvil nos vigile y nos denuncie a las autoridades. Y se está proponiendo que quien salga a la calle sin su teléfono sea sancionado y castigado con prisión.

El largo autismo neoliberal es ampliamente criticado, en particular a causa de sus políticas devastadoras de privatización a ultranza de los sistemas públicos de salud que han resultado criminales, y se revelan absurdas. Como ha dicho Yuval Noah Harari : « Los Gobiernos que ahorraron gastos en los últimos años recortando los servicios de salud, ahora gastarán mucho más a causa de la epidemia6. » Los gritos de agonía de los miles de enfermos muertos por no disponer de camas en las Unidades de Cuidados Intensivos (UCI) condenan para largo tiempo a los fanáticos de las privatizaciones, de los recortes y de las políticas austeritarias.

Se habla ahora abiertamente de nacionalizar, de relocalizar, de reindustrializar, de soberanía farmacéutica y sanitaria. La economía mundial se encuentra paralizada por la primera cuarentena global de la historia. En el mundo entero hay crisis, a la vez, de la demanda y de la oferta. Unos ciento setenta países (de los ciento noventa y cinco que existen) tendrán un crecimiento negativo en 2020. O sea, una peor tragedia económica que la Gran Recesión de 1929. Millones de empresarios y de trabajadores se preguntan si morirán del virus o de la quiebra y del paro. Nadie sabe quién se ocupará del campo, si se perderán las cosechas, si faltarán los alimentos, si regresaremos al racionamiento… El apocalipsis está golpeando a nuestra puerta.

La única lucecita de esperanza es que, con el planeta en modo pausa, el medio ambiente ha tenido un respiro. El aire es más transparente, la vegetación más expansiva, la vida animal más libre. Ha retrocedido la contaminación atmosférica que cada año mata a millones de personas. De pronto, la naturaleza ha vuelto a lucir tan hermosa… Como si el ultimatum a la Tierra que nos lanza el coronavirus fuese también una desesperada alerta final en nuestra ruta suicidaria hacia el cambio climático : « ¡Ojo ! Próxima parada : colapso. »

En la escena geopolítica, la espectacular irrupción de un actor desconocido -el nuevo coronavirus- ha desbaratado por completo el tablero de ajedrez del sistema-mundo. En todos los frentes de guerra -Libia, Siria, Yemen, Afganistán, Sahel, Gaza, etc.-, los combates se han suspendido… La peste ha impuesto de facto, con más autoridad que el propio Consejo de Seguridad, una efectiva Pax Coronavírica

En política internacional, la pavorosa gestión de esta crisis por el presidente Donald Trump asesta un golpe muy duro al liderazgo mundial de los Estados Unidos que no han sabido ayudarse ellos ni ayudar a nadie. China en cambio, después de un comienzo errático en el combate contra la nueva plaga, ha conseguido recobrarse, enviar ayuda a una centenar de países, y parece sobreponerse al mayor trauma sufrido por la humanidad desde hace siglos. El devenir del nuevo orden mundial podría estar jugándose en estos momentos…
De todos modos, la impactante realidad es que las potencias más poderosas y las tecnologías más sofisticadas han resultado incapaces de frenar la expansión mundial de la covid-197, enfermedad causada por el coronavirus SARS-CoV-28, el nuevo gran asesino planetario.

EL CORONAVIRUS

La cifra de víctimas no cesa de crecer… A la hora en que redactamos estas líneas, el número de fallecidos supera los ciento cincuenta mil… El de los contaminados sobrepasa los dos millones y medio… Y los confinados en sus viviendas son más de cuatro mil millones… Esto último tampoco había ocurrido jamás… Las palabras ‘confinamiento’ y ‘cuarentena’ que parecían pertenecer a tiempos olvidados y al léxico medieval se han convertido en vocablos usuales. Los que mejor ilustran finalmente nuestra actual anormal normalidad.

Hay controversia, al más alto nivel9, sobre el origen de este virus aparecido en Wuhan (Hubei, China). Como no se ha identificado todavía al paciente cero10, o sea el primer contagio de animal a humano, varias especulaciones circulan. Por una parte, autoridades de Pekín acusaron al ejército estadounidense de haber fabricado el germen en un laboratorio militar de Fort Detrick (Frederick, Maryland) como arma bacteriológica para frenar el ascenso chino en el mundo, y de haberlo dispersado en China con ocasión de los Juegos Militares Mundiales, una competición disputada en octubre de 2019 precisamente… en Wuhan11. Por otra parte, en Estados Unidos, el propio presidente Trump incriminó repetidas veces a Pekín12, después de que el influyente senador republicano de Arkansas, Tom Cotton, presentado a veces como el próximo director de la Central Intelligence Agency (CIA), culpara a científicos militares chinos13 de haber producido el nuevo germen en un laboratorio «de virología y bioseguridad» localizado también… en Wuhan14.

Ampliamente difundidas por los adeptos conspiracionistas de las ‘teorías del complot’ de ambos bandos, estas versiones contradictorias (hay otras15) han circulado mucho por las redes sociales16. Tienen escaso fundamento. Estudios científicos solventes descartan que el nuevo coronavirus sea un arma biológica de diseño liberada intencionadamente o por accidente17 : « Nuestros análisis demuestran claramente que el SARS-CoV-2 no es una construcción de laboratorio ni un virus deliberadamente manipulado18. » afirmó tajantemente el profesor de la Universidad de Sydney (Australia) Edward C. Holmes, el mejor experto mundial del nuevo patógeno.

Ignoramos aún muchas cosas de este agente infeccioso : no sabemos, por ejemplo, si ya ha mutado o si va a mutar… Ni por qué infecta más a los hombres que a las mujeres. Ni cuáles son los determinantes que hacen que dos personas de características semejantes -jóvenes, sanas, sin patologías asociadas- desarrollan formas opuestas de la enfermedad, leve una, grave o mortal la otra. Ni por qué los niños casi nunca tiene formas graves de la infección. Ni si los enfermos curados siguen transmitiendo la plaga, ni si quedan realmente inmunizados…

Pero existe un amplio acuerdo entre los investigadores internacionales19 para reconocer que este nuevo germen ha surgido del mismo modo que otros anteriormente : saltando de un animal a los seres humanos… Murciélagos, pájaros y varios mamíferos (en particular los cerdos) albergan naturalmente múltiples coronavirus. En los humanos, hay siete tipos de coronavirus conocidos que pueden infectarnos. Cuatro de ellos causan diversas variedades del resfriado común. Y otros tres, de aparición reciente, producen trastornos mucho más letales como el síndrome respiratorio agudo y grave (SARS), emergido en 2002 ; el síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS), surgido en 2012 ; y por último esta nueva enfermedad, la covid-19, causada por el SARS-CoV-2, cuyo primer brote se detectó, como ya dijimos, en el mercado de mariscos de Wuhan en diciembre de 2019. Este nuevo germen tendría al murciélago como ‘huesped original’ y a otro animal aún no identificado -¿el pangolín20 ?-, como ‘huésped intermedio’ desde el cual, después de volverse particularmente peligroso, habría saltado a los humanos.

Lo que no se acaba de entender es ¿por qué, si ya convivimos con otros seis coronavirus y los tenemos globalmente controlados, este nuevo patógeno ha provocado tal colosal pandemia ?¿Qué tiene de particular este germen? ¿Por qué su rapidez de infectación ha desbordado las previsiones de las mejores autoridades sanitarias del mundo?
Sin duda, como se ha repetido mucho, condiciones ajenas al virus como la velocidad actual de las comunicaciones, la hipermovilidad y la intensidad de los intercambios en la era de la globalización han favorecido su propagación. Obvio. Pero entonces ¿ por qué el SARS en 2002 o el MERS en 2012, también causados por nuevos coronavirus, no se ‘globalizaron’ de igual manera en todo el planeta?

Para responder a estas preguntas, lo primero que hay que recordar es que « los virus son inquietantes porque no están vivos ni muertos. No están vivos porque no pueden reproducirse por sí mismos. No están muertos porque pueden entrar en nuestras células, secuestrar su maquinaria y replicarse. Y en eso son eficaces y sofisticados porque llevan millones de años desarrollando nuevas maneras de burlar nuestro sistema inmune21. » Pero lo que distingue específicamente al SARS-CoV-2 de otros virus asesinos es precisamente su estrategia de irradiación silenciosa. O sea, su capacidad de propagarse sin levantar sospechas, ni siquiera en su propia víctima. Por lo menos durante los primeros días del contagio en los que la persona infectada no presenta ningún síntoma de la enfermedad.

Ignoramos con certeza por qué el virus viaja tan rápidamente, pero lo que sabemos es que, desde el momento en que penetra -por los ojos, la nariz o la boca- en el cuerpo de su víctima ya comienza a replicarse de modo exponencial… Según la investigadora Isabel Sola, del Centro Nacional de Biotecnología de España : « Una vez dentro de la primera célula humana, cada coronavirus genera hasta 100.000 copias de sí mismo en menos de 24 horas22 » Pero además, otro rasgo singular y astuto de este patógeno es que concentra su primer ataque, cuando aún es indetectable, en el tracto respiratorio superior de la persona infectada, desde la nariz a la garganta, donde se replica con frenética intensidad. Desde ese momento, ya esa persona -que no siente nada- se convierte en una potente bomba bacteriológica y empieza a diseminar masivamente en su entorno -simplemente al hablar o al respirar- el virus letal…

Esta es la característica principal, la fatal singularidad de este nuevo coronavirus. En China, hasta el 86% de los contagios se debieron a personas asintomáticas, sin signos detectables de la infección. En la Universidad de Oxford, un grupo de investigadores demostró que hasta la mitad de los contagios por el SARS-CoV-2 se debe a individuos no diagnosticados y sin síntomas aparentes.
Sólo una minoría de contagiados padece el segundo ataque del germen, concentrado esta vez en los pulmones, de manera similar al SARS de 2002 (aunque la carga viral del nuevo coronavirus es mil veces superior a la del SARS), provocando neumonías que pueden llegar a ser letales, sobre todo en personas mayores de 65 años con enfermedades crónicas.

Como el número de contagiados es masivo y simultáneo, esta minoría -que representa un 15% de todos los infectados -y que es la que acudirá a los hospitales-, puede alcanzar con celeridad cifras muy elevadas según el volumen de población… Como lo hemos visto en China, Irán, Italia, España, Francia, Reino Unido o Estados Unidos, basta con que varios miles de personas acudan al mismo tiempo a las urgencias de los hospitales para colapsar todo el sistema sanitario de cualquier país por muy desarrollado que sea23

En Wuhan, Teherán, Milán, Madrid, París, Londres o Nueva York, médicos y enfermeros se vieron pronto totalmente sobrepasados. Faltaron mascarillas, gel desinfectante, material de protección para el personal sanitario, camas en las UCI, respiradores, etc. En varias ciudades (Wuhan, Madrid, Nueva York), las autoridades, desbordadas, tuvieron que echar mano de las fuerzas armadas o de voluntarios civiles para construir a toda velocidad hospitales improvisados de miles de camas. En casi todas partes, las autoridades confesaron que no habían previsto semejante avalancha de enfermos, « un continuo tsunami de pacientes en estado grave24 »

UNA PANDEMIA MUY ANUNCIADA

Ante el alud de críticas por lo que la opinión pública percibió como una ‘mala gestión’ de la pandemia, algunos gobernantes argumentaron también que la celeridad del ataque pandémico les había pillado por sorpresa… Donald Trump, por ejemplo, no dudó en afirmar repetidas veces -cuando se produjeron en su país las primeras muertes por coronavirus, meses después de China o de Europa-, que « nadie sabía que habría una pandemia o una epidemia de esta proporción », y que se trataba de un « problema imprevisible », « algo que nadie esperaba », « surgido de ninguna parte »…25

Se pueden decir muchas cosas para explicar la escasa preparación de las autoridades ante este brutal azote, pero el argumento de la sorpresa no es de recibo. Primero, porque hay un proverbio famoso en salud pública: « Los brotes son inevitables, las epidemias no. » Segundo, porque decenas de autores de ficción y de ciencia ficción -desde James Graham Ballard a Stephen King pasando por Cormac McCarthy o el cineasta Steven Soderbergh en su película Contagio (2011)- describieron en detalle la pesadilla sanitaria apocalíptica que amenazaba al mundo. Tercero, porque personalidades visionarias - Rosa Luxemburg, Gandhi, Fidel Castro, Hans Jonas, Ivan Illich, Jürgen Habermas- avisaron, desde hace tiempo, que el saqueo y el pillaje del medio ambiente podrían tener consecuencias sanitarias nefastas. Cuarto, porque epidemias recientes como el SARS de 2002, la gripe aviar de 200526, la gripe porcina de 200927 y el MERS de 2012 ya habían alcanzado niveles de pandemia incontenible en algunos casos y habían causado miles de muertos en todo el planeta. Quinto, porque cuando se produjo la primera muerte por el nuevo coronavirus en Estados Unidos, el 10 de marzo de 2020 en Nueva Jersey -como ya hemos dicho-, hacía casi tres meses que la epidemia había estallado en Wuhan y había desbordado rápidamente todo el sistema sanitario tanto en China como en varias naciones europeas ; o sea, hubo tiempo para prepararse. Y sexto, porque decenas de prospectivistas y varios informes recientes habían lanzado advertencias muy serias sobre la inminencia del surgimiento de algún tipo de nuevo virus que podría causar algo así como la madre de todas las epidemias.

El más importante quizás de estos análisis fue presentado, en noviembre de 2008, por el National Intelligence Council (NIC), la oficina de anticipación geopolítica de la CIA, que publicó para la Casa Blanca un informe titulado « Global Trends 2025 : A Transformed World» 28 . Este documento resultaba de la puesta en común -revisada por las agencias de inteligencia de Estados Unidos- de estudios elaborados por unos dos mil quinientos expertos independientes de universidades de unos treinta y cinco países de Europa, China, India, África, América Latina, mundo árabe-musulmán, etc.

Con insólito sentido de anticipación, el documento confidencial anunciaba, para antes de 2025, "la aparición de una enfermedad respiratoria humana nueva, altamente transmisible y virulenta para la cual no existen contramedidas adecuadas, y que se podría convertir en una pandemia global." El informe avisaba que "la aparición de una enfermedad pandémica depende de la mutación o del reordenamiento genético de cepas de enfermedades que circulan actualmente, o de la aparición de un nuevo patógeno en el ser humano que podría ser una cepa de influenza aviar altamente patógena como el H5N1, u otros patógenos, como el SARS coronavirus, que también tienen este potencial. »

El texto advertía con impresionante antelación que « si surgiera una enfermedad pandémica, probablemente ocurriría en un área marcada por una alta densidad de población y una estrecha asociación entre humanos y animales, como muchas áreas del sur de China y del sudeste de Asia, donde no están reguladas  las prácticas de cría de animales silvestres lo cual podría permitir que un virus mute y provoque una enfermedad zoonótica potencialmente pandémica… »

Los autores también preveían el riesgo de una respuesta demasiado lenta de las autoridades : "Podrían pasar semanas antes de obtener resultados de laboratorio definitivos que confirmen la existencia de una enfermedad nueva con potencial pandémico. Mientras tanto, los enfermos empezarían a aparecer en las ciudades del sureste asiático. A pesar de los límites impuestos a los viajes internacionales, los viajeros con leves síntomas o personas asintomáticas podrían transmitir la enfermedad a otros continentes." De tal modo que "olas de nuevos casos ocurrirían en pocos meses. La ausencia de una vacuna efectiva y la falta universal de inmunidad convertiría a las poblaciones en vulnerables a la infección. En el peor de los casos, de decenas a cientos de miles de estadounidenses dentro de los Estados Unidos enfermarían, y las muertes, a escala mundial, se calcularían en millones ». Como si ese documento no fuera suficiente, otro informe más reciente, de enero de 2017, elaborado esta vez por el Pentágono y también destinado al presidente de Estados Unidos (que ya era Donald Trump), alertó de nuevo claramente que "la amenaza más probable y significativa para los ciudadanos estadounidenses es una nueva enfermedad respiratoria" y que, en ese escenario, « todos los países industrializados, incluido Estados Unidos, carecerían de respiradores, medicamentos, camas hospitalarias, equipos de protección y mascarillas para afrontar una posible pandemia 29».
A pesar tan explícitas y repetidas advertencias, Donald Trump no dudó en deshacerse, un año después de este último informe (!), del comité encargado -en el seno del Consejo de Seguridad Nacional- de la Protección de la Salud Global y la Biodefensa, presidido por el almirante Timothy Ziemer, un reconocido experto en epidemiología30. Ese comité de técnicos era precisamente el que debía liderar la toma de decisiones en caso de una nueva pandemia… « Pero –explica el periodista Lawrence Wright, que entrevistó a Ziemer y a todos los miembros de ese Comité- Trump eliminó a quienes más sabían sobre este asunto… Uno de tantos errores colosales del presidente de Estados Unidos. Los anales mostrarán que ha sido responsable de uno de los fallos de salud pública más catastróficos de la historia de este país. Si hubiera escuchado, hace meses, las advertencias de los servicios de inteligencia y de los expertos en salud pública sobre la grave amenaza que suponía el brote de coronavirus en China, la actual explosión de casos de covid-19 podía haberse evitado.31"

Hubiese bastado también que Trump y otros dirigentes mundiales escucharan los repetidos avisos de alerta difundidos por la propia OMS. En particular el grito de alarma que esta organización lanzó en septiembre de 2019, o sea la víspera del primer ataque del nuevo coronavirus en Wuhan. La OMS no dudaba en prevenir que la próxima plaga podía ser apocalíptica : « Nos enfrentamos a la amenaza muy real de una pandemia fulminante, sumamente mortífera, provocada por un patógeno respiratorio que podría matar de 50 a 80 millones de personas y liquidar casi el 5% de la economía mundial. Una pandemia mundial de esa escala sería una catástrofe y desencadenaría caos, inestabilidad e inseguridad generalizadas. El mundo no está preparado32»

Con mayor precisión aún si cabe, otro informe anterior ya había avisado sobre el peligro específico de los nuevos coronavirus : « La presencia de un gran reservorio de virus similares al SARS-CoV en los murciélagos de herradura, junto con la cultura de comer mamíferos exóticos en el sur de China, es una bomba de relojería… La posibilidad del surgimiento de otro SARS causado por nuevos coronavirus de animales, no debe ser descartada. Por lo tanto, es una necesidad estar preparados.33"

Entre 2011 y 2019, numerosos científicos no cesaron de hacer sonar la alarma a propósito de varios brotes infecciosos que, según ellos, anunciaban una mayor frecuencia de aparición de plagas de propagación potencialmente rápida, cada vez más difíciles de atajar…34 El propio ex-presidente Barack Obama, en diciembre de 2014, señaló que se debía invertir en infraestructuras sanitarias para poder enfrentar la posible llegada de una epidemia de nuevo tipo. Incluso recordó que siempre se puede presentar un azote similar a la « gripe de Kansas » (mal llamada « española ») de 1918 : « Probablemente puede que llegue un momento en el que tengamos que enfrentar una enfermedad mortal, y para poder lidiar con ella, necesitamos infraestructuras, no sólo aquí en Estados Unidos sino también en todo el mundo para conseguir detectarla y aislarla rápidamente.35 »

Es bien conocido también que, en 2015, Bill Gates, fundador de Microsoft, avisó que se estaban reunidas todas las condiciones para la aparición de un nuevo azote infeccioso fácilmente desperdigado por el mundo por los enfermos asintomáticos: « Puede que surja un virus -explicó- con el que las personas se sientan lo suficientemente bien, mientras estén infectadas, para subirse a un avión o ir al supermercado… Y eso haría que el virus pudiera extenderse por todo el mundo de manera muy rápidaEl Banco Mundial calcula que una epidemia planetaria de ese tipo costaría no menos de tres billones de dólares, con millones y millones de muertes…36 »  O sea, mal que le pese a Donald Trump y a aquellos dirigentes que hablaron de « sorpresa » o de « estupor », la realidad es que se conocía, desde hacía años, el peligro inminente de la irrupción de un nuevo coronavirus que podía saltar de animales a humanos, y provocar una terrorífica pandemia… « La ciencia sabía que iba a ocurrir. Los Gobiernos sabían que podía ocurrir, pero no se molestaron en prepararse. – explica el veterano reportero y divulgador científico David Quammen quien, para escribir su libro Contagio37 (Spillover. Animal infections and the next human pandemic), recorrió los cuatro rincones del planeta persiguiendo a los virus zoonóticos, es decir los que saltan de los animales a los humanos – Los avisos decían: podría ocurrir el año próximo, en tres años, o en ocho. Los políticos se decían: no gastaré el dinero por algo que quizá no ocurra bajo mi mandato. Este es el motivo por el que no se gastó dinero en más camas de hospital, en unidades de cuidados intensivos, en respiradores, en máscaras, en guantes... La ciencia y la tecnología adecuada para afrontar el virus existen. Pero no había voluntad política. Tampoco hay voluntad para combatir el cambio climático. La diferencia entre esto y el cambio climático es que esto está matando más rápido.38 »

En otras palabras, esta pandemia es la catástrofe más previsible en la historia de Estados Unidos. Obviamente mucho más que Pearl Harbor, el asesinato de Kennedy o el 11 de septiembre. Las advertencias sobre el ataque inminente de un nuevo coronavirus eran sobradas y notorias. No se necesitaban investigaciones de ningún servicio ultrasecreto de inteligencia para saber lo que se avecinaba. El desastre pudo ser evitado…

CAMBIO CLIMÁTICO

Aunque el origen de todo, como dice David Quammen, reside en los comportamientos ecodepredadores que nos condenan, si no lo impedimos, a la fatalidad del cambio climático. Lo que está realmente en causa es el modelo de producción que lleva decenios saqueando la naturaleza y modificando el clima. Desde hace lustros, los militantes ecologistas vienen advirtiendo que la destrucción humana de la biodiversidad está creando las condiciones objetivas para que nuevos virus y nuevas enfermedades aparezcan: « La deforestación, la apertura de nuevas carreteras, la minería y la caza son actividades implicadas en el desencadenamiento de diferentes epidemias -explica, por ejemplo, Alex Richter-Boix, doctor en biología y especialista en cambio climático- Diversos virus y otros patógenos se encuentran en los animales salvajes. Cuando las actividades humanas entran en contacto con la fauna salvaje, un patógeno puede saltar e infectar animales domésticos y de ahí saltar de nuevo a los humanos ; o directamente de un animal salvaje a los humanos… Murciélagos, primates e incluso caracoles pueden tener enfermedades que, en un momento dado, cuando alteramos sus hábitats naturales, pueden saltar a los humanos39»

Desde hace millones de años, los animales poseen en su organismo una gran diversidad de virus contra los cuales, durante esa larga convivencia, han sabido desarrollar inmunidad. Pero cuando se retira de su entorno natural a un animal, ese equilibrio se rompe, y un virus puede entonces transmitirse a otra especie con la que el animal no convivió nunca… La destrucción de los hábitats de las especies salvajes y la invasión de esos ecosistemas silvestres por proyectos urbanos crean situaciones propias para la mutación acelerada de los virus… Es probablemente lo que ocurrió en Wuhan. Desde hace años, muchas organizaciones animalistas chinas reclamaban la prohibición permanente del comercio y consumo de animales salvajes con el fin de conservar las especies y, sobre todo, evitar previsibles epidemias40.

Europa y Estados Unidos ignoraron todas estas advertencias. Y cuando llegó ‘la pandemia de las pandemias’, sus Gobiernos no habían tomado ninguna precaución, no tenían preparada ninguna estrategia a seguir, ni medidas de actuación a corto, medio y largo plazo… En cambio, en Asia del Este, los modelos de gestión de la epidemia fueron más exitosos. Sobre todo en Corea del Sur. En uno de los artículos más comentados sobre esta crisis41, el intelectual surcoreano residente en Berlín Byung-Chul Han, adepto del dataísmo, elogió la « biopolítica digital » implementada por el Gobierno surcoreano y afirmó que los países asiáticos estaban enfrentando esta pandemia mejor que Occidente porque se apoyaban en las nuevas tecnologías, el big data y los algoritmos. Minimizando el riesgo de intrusión en la privacidad : « La conciencia crítica ante la vigilancia digital –admitió Byung-Chul Han- es, en Asia, prácticamente inexistente.42 »

CIBERVIGILANCIA SANITARIA

El nuevo coronavirus se extiende tan rápido y hay tantas personas asintomáticas que resulta, en efecto, imposible trazar su expansión a mano. La mejor manera de perseguir a un microorganismo tan indetectable es usando un sistema computarizado, gracias a los dispositivos de los teléfonos móviles, que calcule cuánta gente estuvo cerca del infectado43. Corea del Sur, Singapur y China citados a menudo como naciones que han tenido éxito frente al coronavirus, han aplicado en particular estrategias de macrodatos y vigilancia digital para mantener las cifras de infección bajo control. Este « solucionismo tecnológico44 », supone obviamente el sacrificio de una parte de la privacidad individual. Y eso obviamente plantea problemas.

En Corea del Sur, las autoridades crearon una aplicación para smartphones pensada para tener un mayor control sobre la expansión del coronavirus mediante el seguimiento digital de los ciudadanos presentes en zonas de contagio o que padecen la enfermedad… Esa app se llama "Self-Quarantine Safety Protection", y ha sido desarrollada por el Ministerio del Interior y Seguridad. La app descubre si un ciudadano ha estado en zonas de riesgo. Sabe si su test es o no positivo. Si es positivo le ordena confinarse en cuarentena. También rastrea los movimientos de todos los infectados y localiza los contactos de cada uno de ellos. Los lugares por los que anduvieron los contagiados se dan a conocer a los teléfonos móviles de aquellas personas que se encontraban cerca. Y todas ellas son enviadas en cuarentena. Cuando los ciudadanos reciben la orden de confinamiento de su centro médico local, se les prohíbe legalmente abandonar su zona de cuarentena -generalmente sus hogares- y se les obliga a mantener una separación estricta de las demás personas, familiares incluidos. 

La app también permite realizar un seguimiento por dispositivo vía satélite GPS (Global Positioning System) de cada persona sospechosa. Si ésta sale de su área de confinamiento asignada, la app lo sabe inmediatamente y envía una alerta tanto al sospechoso como al oficial que controla su zona. La multa por desobediencia puede alcanzar hasta 8 000 dólares. La app también envía avisos de nuevos casos de coronavirus al vecindario o a zonas cercanas. El objetivo es garantizar un mayor control del virus al saber dónde se encuentran, en todo momento, tanto los ciudadanos infectados como los que se hallan en cuarentena45.

En Singapur, una nación altamente vigilada, la Agencia Tecnológica estatal y el Ministerio de Salud lanzaron en marzo pasado una app muy parecida : TraceTogether, para teléfono móvil que, retrospectivamente, puede identificar a todos los contactos cercanos de cada persona y avisarles si un familiar, un amigo o conocido contrajo el virus. Los ciudadanos pueden ser rastreados mediante una combinación sofisticada de imágenes de cámaras de seguridad, geolocalización telefónica e investigación policial realizada por auténticos « detectives de enfermedades » con la asistencia eventual del departamento de investigación criminal, la oficina antinarcóticos y los servicios de inteligencia de la policíaEl ‘Acta de Enfermedades Infecciosas de Singapur’ hace obligatoria, por ley, la cooperación de los ciudadanos con la policía. Un caso único en el mundo. El castigo por indisciplina puede ser una multa de hasta 7 000 dólares, o cárcel por seis meses, o ambas.
También China a puesto a punto una aplicación parecida, HealthCheck, que se instala en los móviles a través de sistemas de mensajería como WeChat o Alipay, y genera un « código de salud » graduado en verde, naranja o rojo, según la libertad de movimiento permitida a cada ciudadano (desplazamiento libre, cuarentena de una semana, o de quatorce días). En unas doscientas ciudades, la gente está usando HealthCheck para poder moverse con mayor libertad, a cambio de entregar información sobre su vida privada. Esta app se ha mostrado tan eficaz que la propia OMS está inspirándose en ella afin de desarrollar una semejante llamada MyHealth.

Este « modelo surcoreano », adoptado por estos países y también por Hong Kong y Taiwán, está basado en el uso masivo de datos y asociado a diversos sistemas de « videoprotección ». Hasta hace poco nos hubiera parecido distópico y futurista, pero ya está siendo imitado igualmente en Alemania, Reino Unido, Francia, España y otras democracias occidentales. Hay que decir que, desde hace unos años, algunos Estados y los grandes operadores privados de telefonía móvil han atesorado billones de datos y saben exactamente donde se encuentra cada uno de sus numerosos usuarios. Google y Facebook también han conservado montañas de datos que podrían ser utilizados, con el pretexto de la pandemia, para una vigilancia intrusiva masiva. Y además, aplicaciones de citas con coordenadas urbanas, como Happn o Tinder, podrían servir ahora a detectar infectados… Sin olvidar que Google maps, Uber, Cabify o Waze también conocen las rutas y el historial de sus millones de clientes…

En todas partes, el control digital se ha acelerado. En España, por ejemplo, la Secretaría de Estado de Digitalización e Inteligencia Artificial puso en marcha, el pasado 1 de abril, un programa 'Datacovid' para rastrear 40 millones de móviles y controlar los contagios. Por su parte, la empresa ferroviaria RENFE obligará a los pasajeros a dar su nombre y su número de móvil para comprar un billete de transporte.

En Italia, los principales proveedores de telefonía móvil y de Internet han decidido compartir los datos sensibles, pero anónimos, de sus clientes con el Grupo de trabajo para la prevención de la epidemia formado en el Ministerio de Ciencia e Innovación. En la región de Lombardía se usa la geolocalización por GPS en cooperación también con los teleoperadores de telefonía móvil. Se rastrea de forma anónima los movimientos de las personas. Así se pudo constatar que, a pesar de las medidas de confinamiento, los desplazamientos sólo se habían reducido en un 60%... Mucho menos de lo esperado.
En Israel, el Gobierno decidió igualmente hacer uso de las ‘tecnologías antiterroristas de vigilancia digital’ para rastrear a los pacientes diagnosticados con el coronavirus. El Ministerio de Justicia dio luz verde para usar ‘herramientas de rastreo de inteligencia’ y monitorear digitalmente a los pacientes infectados, mediante su uso de Internet y de la telefonía móvil, sin la autorización de los usuarios. Aunque admitieron  « cierta invasión de la privacidad », las autoridades explicaron que el objetivo es « aislar el coronavirus y no a todo el país » verificando con quién entraron en contacto los infectados, qué sucedió antes y qué pasó después… 46

En esa misma perspectiva, a escala global, los dos gigantes digitales planetarios Google y Apple decidieron asociarse para rastrear los contactos de los afectados por la pandemia. Recientemente, anunciaron que trabajarán juntos en el desarrollo de una tecnología que permitirá a los dispositivos móviles intercambiar información a través de conexiones Bluetooth para alertar a las personas cuando hayan estado cerca de alguien que dio positivo por el nuevo coronavirus47.

La covid-19 se ha convertido, de ese modo, en la primera enfermedad global contra la que se lucha digitalmente. Y claro, eso da lugar a un debate, como decíamos, sobre los riesgos para la privacidad individual. « El hecho de que la app geolocalice a la persona y que, según determinados datos, establezca una especie de semáforo que sirva como certificado para salir a la calle puede chocar con la privacidad48» Reconocen hasta algunos defensores del sistema de cibervigilancia.  No cabe duda de que el rastreo de los teléfonos móviles, aunque sea para una buena causa, abre la puerta a la posibilidad de una vigilancia masiva digital. Tanto más cuanto que las aplicaciones que identifican a cada instante dónde estás pueden contárselo todo al Estado. Y eso, cuando pase la pandemia, podría generalizarse y convertirse en la nueva normalidad… El Estado va a querer acceder también a los expedientes médicos de los ciudadanos y a otras informaciones hasta ahora protegidas por la privacidad. Y cuando se haya acabado con este azote, las autoridades, en el mundo entero, podrían desear utilizar la vigilancia para sencillamente mejor controlar la sociedad. Como ocurrió con las legislaciones antiterroristas después de los atentados del 11 de septiembre de 2001. 

Paraísos de la cibervigilancia, Corea del Sur, Singapur, Taiwán y China podrían erigirse en los modelos del porvenir. Sociedades en las que impera una suerte de coronóptikon49, en donde la intrusión en la vida privada y la hipervigilancia tecnológica se convierten en algo habitual. De hecho, una reciente encuesta de opinión sobre la aceptación o no de una aplicación en nuestro teléfono móvil que permita rastrear a los infectados por el coronavirus mostró que el 75% de los encuestados estaría de acuerdo50. De ese modo, los Gobiernos -incluso los más democráticos -, podrían erigirse en los Big Brother de hoy, no dudando en transgredir sus propias leyes para vigilar mejor a los ciudadanos51. Las medidas ‘excepcionales’ que están adoptando los poderes públicos ante la alarma pandémica, podrían permanecer en el futuro, sobre todo las relativas a la cibervigilancia y el biocontrol. Tanto los Gobiernos, como Google, Facebook o Apple podrían aprovechar nuestra actual angustia para hacernos renunciar a una parte importante de nuestros secretos íntimos. Después de todo, pueden decirnos, durante la pandemia, para salvar vidas, habéis aceptado sin protestar que otras libertades hayan sido absolutamente restringidas…

EL JABÓN Y LA MÁQUINA DE COSER

No cabe duda de que la geolocalización y el rastreo de la telefonía móvil sumados al uso de los algoritmos de predicción, las aplicaciones digitales sofisticadas y el estudio computarizado de modelos estadísticos muy fiables han ayudado a cierto control de los contagios. Pero también es cierto que, no obstante lo que afirma Byung-Chul Han, este derroche de tecnologías futuristas no ha resultado suficiente y definitivo para combatir la expansión de la covid-19. Ni siquiera en Corea del Sur, China, Taiwán, Hong Kong, Vietnam o Singapur...
El relativo éxito de estos países contra la covid-19 se explica sobre todo por la experiencia adquirida en su larga lucha, entre 2003 y 2018, contra el SARS y el MERS, las dos epidemias precedentes causadas también por coronavirus… El SARS -que fue el primer virus letal impulsado por la hiperglobalización- saltó a los humanos desde las civetas, otro mamífero vendido en mercados de China. Transportado por los vuelos comerciales globalizados, ese microorganismo se expandió por el mundo llegando a una treintena de países. Durante el tiempo que duró la epidemia -contra la cual tampoco había vacuna ni tratamiento terapéutico- se confirmaron cerca de 10 000 infectados y casi 800 muertes52… En 2012, cuando apenas esas naciones terminaban de controlar la epidemia de SARS, surgió el MERS, causado por otro coronavirus que saltó esta vez de camellos a humanos en Oriente Medio.
Ninguna de estas dos plagas llegó a Europa ni a Estados Unidos. Lo cual explica también, en parte, por qué los Gobiernos europeos y estadounidense reaccionaron tarde y mal ante la pandemia. Carecían de experiencia… Mientras que China, Taiwán, Hong Kong, Singapur y Vietnam padecieron el cruel embate del SARS… Y Corea del Sur tuvo que enfrentar además, en 2015, un brote particularmente dañino de la epidemia del MERS53

Contra esos dos nuevos coronavirus, en situación de urgencia absoluta, y sin que ninguna potencia occidental acudiese en su ayuda, todas estas naciones asiáticas no perdieron tiempo experimentando tecnologías digitales para frenar los contagios. Echaron mano de disposiciones de salud pública del pasado que los epidemiólogos conocían bien porque, frente a numerosas epidemias, como ya lo dijimos, desde la Edad Media, se habían empleado con eficacia… Perfeccionadas y afinadas desde el siglo XIV, medidas como la cuarentena, el aislamiento social, las zonas restringidas, el cierre de fronteras, el corte de carreteras, la distancia de seguridad y el seguimiento de los contactos de cada infectado, se aplicaron de inmediato… Sin recurrir a tecnologías digitales, las autoridades se basaron en una convicción bien sencilla: si por arte de magia todos los habitantes permaneciesen inmóviles en donde están durante catorce días, a metro y medio de distancia entre sí, toda la pandemia se detendría al instante.

A partir de entonces, el uso de mascarillas se generalizó en toda Asia. Y se crearon decenas de fábricas especializadas en la producción masiva de tapabocas de protección… Las revisiones de fiebre con termómetros infrarrojos digitales en forma de pistola se volvieron rutinarias. En las ciudades de los países asiáticos afectados, se hizo habitual, desde 2003, la toma de la temperatura de la gente antes de entrar a un autobús, un tren, una estación del metro, un edificio de oficinas, una fábrica, una discoteca, un teatro, un cine o incluso un restaurante… También se hizo obligatorio lavarse las manos con agua clorada54 o jabón. En los hospitales -como se hacía en el siglo XIX- las áreas se dividieron en zonas “limpias” y “sucias”, y los equipos médicos no cruzaban de una a otra. Se construyeron tabiques para separar alas completas ; el personal sanitario entraba por un extremo de la sala enfundado en escafandras protectoras y salía por el extremo opuesto desinfectado bajo la inspección de enfermeros...

Toda esa zona de Asia del Este vivió entonces, por vez primera, lo que estamos viviendo nosotros a escala planetaria. Ahí, en Corea del Sur particularmente, se realizaron entonces algunas de las mejores películas post-apocalípitcas sobre el tema del contagio fulminante : Virus (2013), de Kim Sung-soo y Tren a Busán (2016), de Yeon Sang-ho.
Con el SARS y el MERS, los Gobiernos de estos países aprendieron a almacenar, por precaución, ingentes cantidades de equipos de protección (mascarillas, escudos faciales, guantes, escafandras, gel desinfectante, batas, etc.). Sabían que, en caso de nuevo brote epidémico, había que actuar de prisa y agresivamente55. Es lo que hicieron en enero pasado, cuando empezó a extenderse la covid-19. China no tardó en imponer la cuarentena estricta. Aisló en zonas herméticas a los infectados y también a sus contactos. No lo hicieron Corea del Sur, ni Japón, pero todos exigieron la distancia de seguridad y llevar mascarillas higiénicas. Y multiplicaron masivamente los tests de despistaje.

El caso más paradigmático, en el sureste asiático, es el de Vietnam. Había sido uno de los países que más velozmente y más decididamente actuó contra el SARS en 2003. Y aprendió la lección. Cuando el nuevo coronavirus SARS-CoV-2 empezó a extenderse por la zona, las autoridades de Hanoi aplicaron inmediatamente -con sólo seis personas contagiadas- las medidas más estrictas de confinamiento y aislamiento. Y en febrero de 2020 anunciaron haber contenido la pandemia56. Fue el primer país del mundo en vencer al nuevo coronavirus57. Todos los infectados se curaron. No murió ni un solo paciente.
Todo esto demuestra que, a pesar de su importancia, las tecnologías digitales de localización e identificación no son suficientes para contener al coronavirus. Además, el empleo generalizado de mascarillas higiénicas impide una utilización eficaz de los sistemas biométricos de reconocimiento facial. Desde las primeras semanas, China, Corea del Sur, Hong Kong, Taiwán y Singapur comprobaron que, a causa del uso masivo de mascarillas y de protectores oculares, su sistema de biocontrol mediante cámaras de videoprotección no era efectivo.
O sea, que la espectacular supremacía tecnológica de la que tanto nos ufanábamos, con nuestros teléfonos inteligentes de última generación, los drones futuristas, los robots de ciencia ficción y las biotecnologías innovadoras han servido de poco, como ya lo hemos dicho, a la hora de contener el primer impacto de la marea pandémica. Para tres objetivos urgentísimos -desinfectarnos las manos, confeccionar mascarillas y frenar el avance del virus-, la humanidad ha tenido que recurrir a productos y a técnicas viejos de varios siglos atrás. Respectivamente: el jabón, descubierto por los romanos antes de nuestra era ; la máquina de coser, inventada por Thomas Saint en Londres hacia 1790 ; y, sobre todo, la ciencia del confinamiento y del aislamiento social, afinada en Europa contra decenas de oleadas de pestes sucesivas desde el siglo V…58 Qué lección de humildad !


SACRIFICANDO A LOS ABUELOS

Son tiempos también de insolidaridad. Los egoísmos nacionales se han manifestado con sorprendente y brutal rapidez. Estados vecinos y amigos no han dudado en lanzarse a una « guerra de las mascarillas 59» o en apoderarse, cual piratas, de material sanitario destinado a sus socios. Hemos visto a Gobiernos pagar el doble o el triple del precio de material sanitario para conseguir los productos e impedir que sean vendidos a otras naciones. Los medios han mostrado como, en las pistas de los aeropuertos, contenedores de tapabocas eran arrancados a aviones de carga para desviarlos hacia otras destinaciones. Italia acusó a la República checa de robarle los lotes de mascarillas comprados en China y que hacían escala en Praga. Francia denunció a Estados Unidos por lo mismo. España culpó a Francia… Fabricantes asiáticos informaron a Gobiernos africanos y latinoamericanos que no podían venderles por el momento material sanitario porque Estados Unidos y la Unión Europea pagaban precios superiores60.

En la vida cotidiana, la suspición y la desconfianza han crecido. Muchos extranjeros o forasteros, o simplemente ancianos enfermos61, sospechosos de introducir el virus, han sido discriminados, perseguidos, apedreados62, expulsados… Es cierto que las personas mayores constituyen el grupo con mayor índice de mortalidad63. Ignoramos por qué. Algunos fanáticos ultraliberales no han tardado en reclamar sin tapujos la eliminación maltusiana de los más débiles. Un vice-gobernador, en Estados Unidos, declaró: « Los abuelos deberían sacrificarse y dejarse morir para salvar la economía.64 » En esa misma vena aniquiladora, el analista neoliberal del canal estadounidense CNBC, Rick Santelli reclamó un ‘darwinismo sanitario’ y pidió « inocular el virus a toda la población. Eso sólo aceleraría el curso inevitable… Pero los mercados se estabilizarían65 ». En Holanda, donde el primer ministro ultraliberal Mark Rutte apuesta también por la “inmunidad de rebaño”66, el jefe de epidemiología del Centro Médico de la Universidad de Leiden, Frits Rosendaal, declaró que « no se deben admitir en las UCI a personas demasiado viejas o demasiado débiles67 ». Amenazas dignas de demonios exterminadores de novelas gráficas… Y además absurdas porque, como explica una enfermera : « La covid-19 es mortal. Y puedo decir que no distingue límite de edad. Ni color. Ni talla. Ni origen. Ni clase social. Ni nada. Atacará a cualquiera68»

La covid-19 no distingue, es cierto, pero las sociedades desigualitarias sí. Porque, cuando la salud es una mercancia, los grupos sociales pobres, discriminados, marginalizados, explotados quedan mucho más expuestos a la infección. Es el caso, por ejemplo, en Singapur donde -como vimos- las autoridades consiguieron en un primer tiempo controlar la epidemia. Sin embargo, en esa opulenta ciudad-Estado existe una minoría de cientos de miles de migrantes venidos de países pobres, empleados en la construcción, el transporte, la domesticidad y los servicios. El país depende de esos trabajadores para el funcionamiento de su economía. Pero el aislamiento físico es casi imposible en esos empleos. Por su condición social, muchos de esos inmigrantes tuvieron que continuar en sus tareas a pesar del peligro de infectarse… Por otra parte, una ley exige que los trabajadores extranjeros residan en ‘dormitorios’, unas habitaciones que albergan hasta una docena de hombres, con baño, cocina y ducha colectivos. Inevitablemente esos locales se convirtieron en focos de infección…
A partir de esos núcleos, el virus se volvió a dispersar... Está documentado que cerca de 500 nuevos contagios surgieron de ahí. Un sólo ‘dormitorio’ causó el 15% de todos los nuevos casos del país69. Hasta tal punto que Singapur, "ejemplo" de país vencedor de la pandemia, enfrenta ahora un peligroso repunte de la covid-19. El coronavirus reveló las desigualdades ocultas de la sociedad…
Lo que ocurrió en esos ‘dormitorios’ de Singapur da una idea de lo que podría suceder en el sureste de Asia, en la India, en África, en América Latina, y en naciones de escasos recursos, con sistemas sanitarios embrionarios. Si en Estados ricos –Italia, Francia, España-, el virus ha hecho los terribles estragos que conocemos, ¿qué ocurrirá en algunas zonas depauperadas de África ? ¿Cómo hablar de ‘confinamiento’, o de ‘aíslamiento’, o de ‘gel desinfectante’, o de ‘distancia de protección’, o hasta de ‘lavarse las manos’ a millones de personas que viven, sin agua corriente, hacinadas en favelas, chabolas o barrios de latas, o duermen en las calles, o viven en campamentos improvisados de refugiados, o en las ruinas de edificios destruidos por las guerras ? Sólo en América Latina, el 56% de los activos viven en la economía informal…

Por su parte, la principal superpotencia del planeta, Estados Unidos, ha renunciado, por primera vez en su historia, a encabezar la lucha sanitaria y a ayudar a los enfermos del mundo. En una nación de semejante riqueza, el virus ha venido a desvelar las excesivas desigualdades en materia sanitaria. Los habitantes descubren una falta de insumos básicos así como las deficiencias de su sistema de salud pública. Hace tiempo que el senador Bernie Sanders viene reclamando que se considere « el sistema de salud como un derecho fundamental del ser humano ». Y muchas otras personalidades reclaman ese cambio : « Necesitamos una nueva economía de los cuidados expresó, por ejemplo,  Robert J. Shiller, premio Nobel de Economía- que integre los sistemas nacionales de salud públicos y privados70».

Entre tanto, la covid-19 está causando, en ese país, decenas de miles de muertos. Y la situación se puede agravar porque unos veintisiete millones de personas (8,5% de la población) no poseen seguro médico y otros once millones son trabajadores ilegales, sin documentos, que no se atreven a acudir a los hospitales…
En lo que es hoy el epicentro mundial de la pandemia, los analistas observan una "exacerbación de la disparidad de salud". Algunas minorías étnicas -afroestadounidenses, hispanos- están teniendo, en efecto, un indice de letalidad frente al coronavirus muy superior a su representatividad social. En Nueva York, por ejemplo, afroamericanos y latinos suman el 51% de la población, pero acumulan un 62% de los fallecimientos por covid-19. En el estado de Michigan, los afroestadounidenses constituyen el 14% de la población, pero concentran el 33% de los infectados y el 41% de las muertes. En Chicago, los afrodescendientes son el 30% de la población, pero representan el 72% de los fallecimientos… « Unas cifras que dejan sin aliento… » dijo Lori Lightfoot, la alcaldesa de Chicago71.

En un país donde el test para saber si alguien es positivo al nuevo coronavirus cuesta 35 000 dólares72, la salud es a menudo un reflejo de la inequidad social. Al capitalismo salvaje le tiene sin cuidado el dolor de los pobres. Si latinos y afroamericanos son, en Estados Unidos, más vulnerables frente el coronavirus, es porque son víctimas de una serie de desventajas sociales. También son las minorías que, por haber tenido, históricamente, menos acceso a los servicios de salud, padecen con frecuencia una serie de patologías graves : « Siempre hemos sabido –explica el Dr Anthony Fauci, director del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas de Estados Unidos- que enfermedades como la diabetes, la hipertensión, la obesidad y el asma afectan, de manera desproporcionada, a las poblaciones minoritarias, particularmente a los afroamericanos.73 »
A pesar del azote de la covid-19, algunos empresarios han seguido exigiendo que los trabajadores regresen a sus puestos para salvar la economía. Latinos y afroamericanos tienen pues que seguir trabajando en las calles, realizando algunos de los trabajos más duros, limpiando edificios, conduciendo autobuses, desinfectando hospitales, atendiendo supermercados, manejando taxis, repartiendo paquetes, etc. Al riesgo de infección que enfrentan en sus barrios marginados, se suman los peligros que encaran en los transportes públicos y en sus empleos… En cuanto a los inmigrantes ilegales e indocumentados, acosados por las autoridades, no van a los servicios de salud, como ya dijimos, por miedo a que los detengan…

Cada día de esta plaga, la gente se convence más que es el Estado, y no el mercado, el que salva. «Esta crisis –explica Noam Chomsky- es el enésimo ejemplo del fracaso del mercado. Y un ejemplo también de la realidad de la amenaza de una catástrofe medioambiental. El asalto neoliberal ha dejado a los hospitales desprovistos de recursos. Las camas de los hospitales fueron suprimidas en nombre de la ‘eficiencia económica’… El Gobierno estadounidense y las multinacionales farmacéuticas sabían, desde hace años, que existía una gran probabilidad de que se produjese una pandemia. Pero, como prepararse para ello no era bueno para los negocios, no se hizo nada.74» Por su parte, el filósofo francés Edgar Morin constata: « Al fin y al cabo, el sacrificio de los más frágiles –ancianos, enfermos- es funcional a una lógica de la selección natural. Como ocurre en el mundo del mercado, el que no aguanta la competencia es destinado a perecer. Crear una sociedad auténticamente humana significa oponerse a toda costa a ese darwinismo social. »

HÉROES DE NUESTRO TIEMPO

La pandemia también tiene sus héroes y sus mártires. Y en esta pelea, los guerreros que han subido a primera línea, a los puestos de avanzada a afrontar el letal SARS-CoV-2 han sido los médicos, las enfermeras, el personal auxiliar y otros trabajadores de la salud convertidos en protagonistas involuntarios, conquistando elogios y aplausos desde los balcones, las plazas y las calles de ciudades de todo el mundo. Casi todos ellos funcionarios públicos, para quienes la salud de la población no es una mercancía sino una necesidad básica, un derecho humano.
Pasarán a la historia, extenuados, agotados, por su dedicación en la labor diaria de combatir la infección y salvar vidas. A menudo, han enfrentado al contagioso virus sin mascarillas, ni batas, ni equipos de protección… « ¡Marchamos a la guerra sin armas! » denunció una veterana enfermera de Guayaquil, en Ecuador, furiosa por el contagio de ochenta colegas y la muerte de otros cinco…75

El personal sanitario está arriesgando, en efecto, su propia vida. Según el Centro para el Control de Enfermedades de Estados Unidos, entre el 10% y el 20% de todos los infectados con coronavirus son trabajadores de la salud. Muchos están muriendo. Algún día, cuando esta pesadilla se desvanezca, tendremos que erigir monumentos en honor de esos mártires con bata blanca. Para recordar por siempre su coraje, su abnegación, su humanidad. Seguramente cuando Albert Camus decía que « la peste nos enseña que hay en los hombres más cosas dignas de admiración que de desprecio76», pensaba en ellos.
Al respecto, un pequeño país, también digno de admiración,  se ha distinguido por su altruismo y generosidad. Se trata de Cuba. Sitiada y bloqueada desde hace sesenta años por Estados Unidos y sometida además por Washington a brutales medidas coercitivas unilaterales, la isla fue la primera en acudir en ayuda de China cuando estalló esta pandemia. Desde entonces las autoridades cubanas no han cesado de enviar brigadas de médicos y personal sanitario a combatir la covid-19 a una veintena de países77, respondiendo a las solicitaciones angustiadas de sus Gobiernos. Entre ellos tres de la rica Europa: Italia, Francia y Andorra78. Estas Brigadas Internacionales de Médicos Especializados en Situaciones de Desastres y Graves Epidemias existen desde los años 1960. En 2005, tomaron el nombre de “Henry Reeve” -un brigadier estadounidense que luchó y murió por la independencia cubana-, con ocasión del paso del Huracán Katrina por el sur de Estados Unidos79.

El mundo está descubriendo lo que los principales medios dominantes internacionales han tratado de ocultar hasta ahora, que Cuba es una superpotencia médica80 con más de 30 000 médicos y enfermeros desplegados en 66 naciones81. Todo ello obedeciendo a una consigna humanista y visionaria de Fidel Castro formulada con estas palabras : « Un día dije que nosotros no podíamos ni realizaríamos nunca ataques preventivos y sorpresivos contra ningún oscuro rincón del mundo; pero que, en cambio, nuestro país era capaz de enviar los médicos que se necesiten a los más oscuros rincones del mundo. Médicos y no bombas, médicos y no armas inteligentes. 82» La Habana también está proporcionando su medicamento antiviral Interferón Alfa-2B Recombinante puesto a punto por sus científicos en sus laboratorios de biotecnología, y cuyo uso prevendría el agravamiento y las complicaciones en pacientes infectados por el nuevo coronavirus.

APOTEOSIS DE LA DESINFORMACIÓN

Los grandes medios silencian la solidaridad médica de Cuba mientras realizan una cobertura universal y permanente de la pandemia como nunca se había visto. Durante meses, sin respiro, los principales medios de todo el planeta nos han hablado de un único tema : el coronavirus. Un fenómeno coral, hipermediático83, de semejante envergadura global no había ocurrido jamás. Ni cuando cayó el Muro de Berlín, ni con los atentados de las torres gemelas de Nueva York…

Al mismo tiempo estamos asistiendo a una guerra feroz entre diversas facciones para imponer un relato dominante sobre esta crisis84. Lo que provoca una auténtica epidemia de fake news y de posverdades. La OMS ha definido este fenómeno como infodemia, pandemia de info-falsedades. El miedo a la covid-19 así como el deseo de sobreinformarse y el ansia de entender todo lo relacionado con la plaga han creado las condiciones para una tormenta perfecta de noticias tóxicas. Éstas se han propagado con igual o mayor velocidad que el nuevo virus. Montañas de embustes han circulado por las redes sociales. Los sistemas de mensajería móvil se han convertido en verdaderas fábricas continuas de infundios, bulos y engaños. En algunos países, se calcula que el 88% de las personas que acudieron a las redes sociales para informarse sobre el SARS-CoV-2 fueron infectadas por fake news85.

Es conocido que las noticias falsas se difunden diez veces más rápido que las verdaderas ; y que, incluso desmentidas, sobreviven en las redes porque se siguen compartiendo sin ningún control. Muchas de ellas están elaboradas con impresionante profesionalismo : textos impecables, redacción perfecta inspirada en los medios de referencia más respetados, imágenes muy cuidadas, sonido de alta calidad, voz grave y moderada del comentario en off, montaje y edición nerviosos y adictivos, música subyugante… Todo debe dar una impresión de seriedad, de respetabilidad, de solvencia… Es la garantía de credibilidad, indispensable para apuntalar el engaño. Y para que los usuarios lo viralicen…
Tampoco hay que olvidar que, durante esta interminable cuarentena, en un contexto de incertidumbre y emoción, y ante la necesidad real de todos por comprender la plaga y entenderla con argumentos, dos ingredientes combinados entre sí han favorecido la poderosa irradiación de las mentiras. Por una parte, la familiaridad, la confianza entre personas que comparten información en una misma red. Por otra parte, la repetición, la reiteración de mensajes de idéntica matriz. Si alguien que conozco me envía una información y si, por diversas otras vías, recibo esa misma información o versiones muy cercanas de esa información, pensaré que tiene credibilidad y que es cierta. Porque me fío de la fuente, y porque otras fuentes coinciden y la confirman. Instintivamente hasta deduciré que, mediante esos dos mecanismos (cercanía y repetición), la autenticidad de la información está verificada. Sin embargo puede ser falsa. En otras palabras, toda fake news tratará de respetar ambos requisitos para mejor ocultar o disimular su falsedad. Es una ley de la intoxicación mediática : toda manipulación de la opinión pública mediante falsas noticias debe obedecer a esos protocolos.

No es posible hacer una lista exhaustiva de las fake news que inundan nuestras redes desde que inició el azote, pero recordemos que casi inmediatamente empezaron a proliferar diversas teorías conspirativas. Las más diseminadas afirmaban, como ya lo hemos dicho, que el nuevo coronavirus se elaboró en un biolaboratorio secreto de China (o de Estados Unidos), y que es un arma bacteriológica para la guerra entre ambas superpotencias… Otras falsas noticias igual de disparatadas certificaban que el SARS-CoV-2 fue creado por Bill Gates… O que fue fabricado por China para exterminar a sus minorías étnicas… O que la epidemia se propagó tan rápidamente porque el virus viajaba en las mercancías exportadas por China… O que la covid-19 es una enfermedad difundida por los grandes laboratorios farmacéuticos para vender vacunas… O que las antenas de telefonía 5G amplifican y vuelven más letal al coronavirus86 O que la plaga estaba destinada a arruinar la economía exportadora, rival de China, del norte de Italia… O que ya existe una vacuna… O que el virus ya mutó87

Muchas de estas noticias falsas aún siguen circulando, replicadas al infinito por granjas de bots, perfiles de miles de cuentas monitorizadas por un sólo usuario. El objetivo es mostrar un « gran volumen » de mensajes, aparentando que mucha gente está compartiendo o comentando un tema, para manipular la percepción que se tiene de ese tema. Algunas fake news parecen inofensivas, pero otras -en particular, cuando propagan la existencia de un tratamiento milagroso o de una medicación mágica contra el virus88- pueden tener letales consecuencias. En Irán, por ejemplo, las redes difundieron una fake según la cual el metanol prevenía y curaba la covid-19. Desenlace: 44 personas fallecieron y cientos de víctimas fueron hospitalizadas por ingerir ese alcohol metílico 89

Con el pánico general creado por la pandemia y millones de personas buscando desesperadamente en sus pantallas datos sobre el desconocido coronavirus, las “burbujas de desinformación” encontraron un ecosistema perfecto para multiplicarse al infinito. Todo fue facilitado también cuando -en 2016- las principales empresas de redes sociales modificaron los algoritmos de jerarquización de los mensajes. Desde entonces anteponen las comunicaciones procedentes de amigos y conocidos en detrimento de los mensajes emitidos por organizaciones o medios de comunicación.

En todo caso, ya no podemos ser ingenuos. Y creer inocentemente todo cuanto llega a nuestras pantallas vía las redes sociales. En relación con esto, el momentum coronavirus constituye también un parteaguas. A partir de ahora, ante la abrumadora cantidad de noticias falsas, cada ciudadano debe conocer las diversas plataformas de verificación que están a nuestra disposición gratuitamente: por ejemplo : Maldita.es y Newtral.es, en España ; FactCheck.org, NewsGuard y PolitiFact.com, en Estados Unidos  ; o la alianza #CoronavirusFacts, impulsada por International Fact-Checking Network (IFCN) del Poynter Institute90, que reúne a más de cien plataformas de verificación en setenta países y en cuarenta idiomas91 ; o ; LatamChequea que reúne a una veintena de medios de comunicación de quince países de América Latina

Además, existen múltiples herramientas gratuitas en Internet para verificar la veracidad de cualquier fotografía difundida por las redes sociales : por ejemplo, TinEye, Google Reverse Image Search, FotoForensics que permiten importantes verificaciones como saber cuál es la fuente original de la imagen, si ya se publicó anteriormente, qué otros medios ya la difundieron, si se manipuló y si se retocó el original.

Para detectar los falsos vídeos que tanto abundan igualmente, podemos recurrir a InVid, disponible para los navegadores Google Chrome y Mozilla Firefox, que permite descifrar vídeos manipulados92. También en el sitio Reverso -un proyecto colaborativo en el que participan Chequeado93, AFP Factual94, First Draft95 y Pop-Up Newsroom96 – podemos detectar los falsos vídeos virales de la web97. Ya no hay excusa para dejarse engañar. Al menos esta pandemia nos habrá servido para eso.

¿HACIA UN CAPITALISMO DIGITAL?

Otra consecuencia comunicacional: con más de la mitad de la humanidad encerrada durante semanas en sus casas, la apoteosis digital ha alcanzado su insuperable cenit… Jamás la galaxia Internet y sus múltiples ofertas en pantalla (comunicativas, distractivas, comerciales) resultaron más oportunas y más invasivas. En este contexto, las redes sociales, la mensajería móvil y los servicios de microblogueo -Twitter, Mastodon98, Facebook, WhatsApp, Messenger, Instagram99, Youtube, LinkedIn, Reddit, Snapchat, Amino, Signal, Telegram, Wechat, WT:Social100, etc.- se han impuesto definitivamente como el medio de información (y de desinformación) dominante. También se han convertido en fuentes virales de distracción pues, a pesar del horror de la crisis sanitaria, el humor y la risa, como a menudo ocurre en estos casos, han sido protagonistas absolutos en las redes sociales, nexo privilegiado con el mundo exterior y con familiares y amigos.

Estamos pasando más horas que nunca frente a las pantallas de nuestros dispositivos digitales : teléfonos móviles, ordenadores, tablets o televisores inteligentes…101 Consumiendo de todo : informaciones, series, películas, memes, canciones, fotos, teletrabajo, consultas y trámites administrativos, clases online, videollamadas, videoconferencias, chateo,  juegos de consola, mensajes… El tiempo diario dedicado a Internet se ha disparado102. En España, por ejemplo, desde el pasado 14 de marzo cuando se declaró el estado de alarma y el aislamiento social, el tráfico en Internet creció un 80%103. Tan fuerte aumento obedece en particular al excepcional consumo de streaming de vídeo, no sólo de servicios de vídeo bajo demanda, sino sobre todo al fenómeno comunicacional más característico de este tiempo : las videollamadas via Skype, WhatsApp, Webex, Houseparty104 y Zoom.

Poco conocida hasta ahora, la aplicación de videollamadas Zoom ha experimentado, en los últimos dos meses, un crecimiento jamás conocido en la historia de Internet… Desde que empezó la pandemia, es la app más descargada para iPhone. En marzo pasado, su aumento de tráfico diario fue del 535%... La han adoptado los líderes mundiales para sus videoconferencias; las empresas para organizar el teletrabajo; las universidades para ofrecer cursos online; los músicos y cantantes para crear, en grupo, sus coronaclips ; los amigos y las familias para seguir virtualmente reunidos durante el confinamiento…
Las cifras son abrumadoras. Zoom ha pasado de tener -a finales de 2019- 10 millones de usuarios activos a superar los 200 millones a finales de marzo… Para hacerse una idea de lo que ello significa recordemos que Instagram tardó más de tres años en conseguir ese número de seguidores. Antes de la expansión del coronavirus, las acciones de Zoom costaban 70 dólares. El pasado 23 de marzo valían 160 dólares, o sea una capitalización total superior a los 44 mil millones de dólares. El virus es global pero sus efectos no son exactamente iguales para todo el mundo… En particular para el principal accionista de Zoom, Eric Yuan, que figura ahora en la lista de las « personas más ricas del mundo » con una fortuna estimada en 5 500 millones de dólares…105

Otro « ganador » de esta crisis es la aplicación muy popular entre los adolescentes TikTok que registra también un incremento fenomenal de usuarios. Creada por la firma china de tecnología ByteDance, TikTok es una app de social media parecida a Likee o MadLipz, que permite grabar, editar y compartir videos cortos -de 15 a 60 segundos- en loop (o sea repetidos en bucle como los GIF106) con la posibilidad de añadir fondos musicales, efectos de sonido y filtros o efectos visuales.

La cuarentena global está amenazando, a lo largo y ancho del planeta, la supervivencia económica de innumerables empresas de entretenimiento, cultura y ocio (teatros, museos, librerías, cines, estadios, salas de conciertos, etc.). En cambio, mastodontes digitales como Google, Amazon, Facebook o Netflix, que ya dominaban el mercado, están viviendo un grandioso momento de triunfo comercial107. La descomunal inyección de dinero y sobre todo de macrodatos que están recibiendo les van a permitir desarrollar de modo exponencial su control de la inteligencia algorítmica108. Para dominar todavía más, a escala mundial, la esfera comunicacional digital. Estas gigantescas plataformas tecnológicas son las triunfadoras absolutas, en términos económicos, de este momento trágico de la historia. Esto confirma que, en el capitalismo, después de la era del carbón y del acero, la del ferrocarril y la electricidad, y la del petróleo, llega la hora de los datos, la nueva materia prima dominante en la era postpandémica. Bienvenidos al capitalismo digital…

ECONOMÍA : UN BAÑO DE SANGRE

Por lo demás, el capitalismo va mal… Porque se cierne la perspectiva de un desastre económico sin parangón109. Nunca se había visto la economía de todo el planeta frenar en seco. Los territorios más afectados -por ahora- por la covid-19 son China y Asia del este, Europa y Estados Unidos, o sea el triángulo central del desarrollo mundial. Millones de empresas, grandes y pequeñas, se hallan en crisis, cerradas, al borde de la quiebra110. Varios centenares de millones de trabajadores han perdido su empleo, total o parcialmente111 Como en tantas ocasiones anteriores, los asalariados peor remunerados y las pequeñas empresas pagarán el precio más alto. Quinientos millones de personas podrían ser arrastradas de nuevo a la pobreza112. Esta crisis económica, de alcance planetario, no tiene precedentes y superará en profundidad y duración a la de 1929. También excede en gravedad a la crisis financiera de 2008. La pandemia produce un rechazo general del hipercapitalismo anárquico, el que ha permitido obscenas desigualdades como que el 1% de los ricos del mundo posean más que el 99% restante113. También se cuestionan los excesos de la globalización económica.

Las Bolsas, con altibajos, se han hundido114 : « ¡Es un auténtico baño de sangre ! », gritó el broker de una empresa de gestión de patrimonio115 ante las pérdidas históricas de sus inversores. Los precios del petróleo han caído a abismos desconocidos116. El 20 de abril pasado, en el mercado de materias primas de Chicago, el barril de referencia, West Texas Intermediate (WTI), llegó a costar -37 dólares117… Sí, menos 37 dólares, o sea, que el vendedor le pagaba al comprador 37 dólares para que éste se llevara un barril de petroleo… Un hundimiento jamás visto en la historia… Lo cual es excelente para los países importadores : China, Japón, Alemania, Francia, Corea del Sur… Pero nefasto para los Estados exportadores muy poblados : Rusia, Nigeria, México, Venezuela… Otra consecuencia negativa : un petróleo tan barato puede retrasar la necesaria transición ecológica pues ello encarece automáticamente el precio de las energías alternativas (solar, eólico, biomasa, etc.)… La economía mundial se adentra en territorio ignoto118. Nadie tiene una idea precisa de las dimensiones del cataclismo. Como ha dicho Kissinger : « La actual crisis económica es de una complejidad inédita. La contracción desatada por el coronavirus, por su alta velocidad y su amplitud global, es diferente a todo lo que hemos conocido en la historia.119 »

La Unión Europea (UE), por ejemplo, propuso, en un primer momento, un plan de 25 mil millones de euros para ayudar a los países miembros. Luego, el Banco Central Europeo habló de 750 mil millones… ! Tan gigantesca amplitud da una idea de la dimensión del desconcierto… Se estima que el PIB de los países desarrollados podría derrumbarse en un 10%... Mucho más que en la crisis del 29… Un choque brutal. Febriles, presas de pánico, los Gobiernos practican una suerte de “keynesianismo de guerra”. Deben ayudar a los asalariados, a los campesinos, a las familias, a las empresas. Y desbloquean urgentemente sumas astronómicas para inyectarlas en los circuitos financieros con el fin de evitar la implosión del sistema económico120. Para impedir también, en la medida de lo posible, que el coronavirus cause finalmente más pobres que muertos…
Pero el coste será inimaginable. Con la agravante para el Estado de que se reducirán drásticamente sus ingresos fiscales. El deficit será galáctico. A escala de la zona euro, por ejemplo, según el economista francés Jacques Sapir, el deficit alcanzará, a final de este año, un billón y medio de euros (o sea, 1 500 mil millones)121. Lo nunca visto. En el caso del Reino Unido -que ya no está en la UE, ni en la zona euro- el Banco de Inglaterra resolverá el problema sencillamente fabricando moneda… Lo que no pueden hacer ni Italia, ni España, ni Francia que son los Estados que mayor liquidez van a necesitar. Y que se encuentran ya super-endeudados… En estas tres naciones, la salida de la Unión o de la zona euro se va a plantear con fuerza. Porque Alemania, Austria, Finlandia y Países Bajos se negaron, durante semanas, a permitirles obtener créditos sin ninguna condición (los célebres « coronabonos »)… Cuando, en parte, los problemas de los sistemas de salud de Italia, España y Francia son la consecuencia directa de las políticas de austeridad y de los recortes en los presupuestos de los servicios públicos exigidos por esos cuatros socios « austericidas » del norte. Recuérdese que el sur de Europa, antes de ser el epicentro de la actual pandemia, fue el epicentro de las políticas más sádicas122 de austeridad después de la crisis financiera de 2008. Lo uno llevó a lo otro.

Europa, como unión protectora, ha fallado. El club comunitario ha sido incapaz de responder de manera conjunta y multilateral al drama humano y social que se abate sobre el Viejo Continente. La gente -en particular los familiares y amigos de los miles y miles de fallecidos- no lo va a olvidar. « Es un modelo económico empapado en sangre -denuncia Naomi Klein-. Y ahora la gente empieza a darse cuenta. Porque encienden la televisión y ven a los comentaristas y políticos diciéndoles que tal vez deberían sacrificar a sus abuelos para que los precios de las acciones puedan subir… Y la gente se pregunta : ¿qué tipo de sistema es este? 123» 

En un momento tan trágico y delicado -con la primera secesión de la Unión Europea (el Brexit del Reino Unido) recién estrenada el pasado 31 de enero- y ante un desafío sanitario tan crucial, el sueño europeo no ha funcionado. Y era probablemente la última oportunidad… ¿Qué destino le espera, después de la pandemia, a esa Unión Europea insolidaria con sus socio más frágiles, y carcomida por dentro por los populistas y extremistas de derecha ?

El comercio internacional se ha reducido a su nivel de hace un siglo124. Los precios de las materias primas se han desfondado. No sólo los del petróleo, también el cobre, el níquel, el algodón, el cacao, el aceite de palma, etc. Para las economías de los países exportadores del Sur -donde viven los dos tercios de los habitantes del planeta- es una coyuntura devastadora. Porque, al derrumbe de las exportaciones, hay que añadir además : el cese de los aportes del turismo, y la drástica disminución de las remesas de los emigrantes afectados por la pérdida generalizada de empleo en los países ricos paralizados por la plaga. O sea, los tres principales recursos de los países del Sur se desploman… Millones de personas que, en los últimos decenios, habían conseguido integrar una incipiente ‘clase media’ planetaria corren ahora el peligro de recaer en la pobreza…
Pero además, en este contexto tan poco alentador, los capitales también han empezado a desertar en masa los países en desarrollo. Se estima que desde el 21 de febrero de 2020, fecha de la primera muerte en Italia por la covid-19, hasta finales de marzo, unos 59 mil millones de dólares huyeron de esas naciones125. Resultado, muchas monedas se han hundido : el peso mexicano perdió 25% de su valor frente al dólar ; el real brasileño y el rand sudaficano 20%. Y todas las importaciones, en esos países, valdrán ahora más caro…
En tan tenebroso contexto, lo más previsible es que, cuando pase la pandemia, varios de estos Estados, fragilizados, arruinados, endeudados, conozcan fuertes sacudidas sociales… Ahí también podría haber baños de sangre… También es probable que asistamos, en ciertas regiones, a una desesperada estampida de emigración salvaje hacia el Norte… Cuyos países estarán, en ese preciso momento, lidiando ellos mismos con las dolorosas consecuencias de la peor crisis de su historia. Inutil decir que los nuevos emigrantes, convertidos en chivos expiatorios, no serán bien recibidos… Alimentarán la xenofobia y los odios de los grupos de extrema derecha en ascenso tanto en Europa como en Estados Unidos… La historia advierte que los desastres incentivan los chauvinismos y los racismos…

Para evitar semejantes escenarios de pesadilla, se están alzando muchas voces que reclaman la adopción de varias disposiciones urgentes. Entre ellas, la condonación de la deuda de los países en desarrollo que, antes de la crisis, ya tenían una deuda externa altísima. Y debían pagar, de aquí a final de 2021, según la ONU, unos 2,7 mil millones de dólares de intereses de su deuda126… Muchas personalidades e instituciones están exigiendo una moratoria del pago de la deuda en favor de las naciones más afectadas. El propio Papa Francisco ha reclamado que, « considerando las circunstancias, se afronten, por parte de todos los países, las grandes necesidades del momento, reduciendo o incluso condonando, la deuda que pesa en los presupuestos de aquellos más pobres »127. También, en este contexto crítico, se está reclamando el levantamiento, por parte de Estados Unidos, de las injustas ‘medidas unilaterales coercitivas’ contra Cuba, Venezuela, Irán, Nicaragua, Siria, etc.

¿DESGLOBALIZAR?

La pandemia nos obliga también a interrogarnos sobre el modelo económico-comercial dominante. Desde hace cuarenta años, la globalización neoliberal ha espoleado los intercambios, y desarrollado cadenas de suministro transnacionales. La crisis sanitaria ha demostrado que las líneas logísticas de aprovisionamiento son demasiado largas y frágiles. Y que, en caso de emergencia como ahora, los proveedores remotos son incapaces de responder a la urgencia. Todo ello ha demostrado que, en muchos casos, la soberanía de los Estados es muy relativa.

Por extremismo ideológico neoliberal, el mundo ha ido sin duda demasiado lejos en la deslocalización de la producción, en la desindustrialización y en la doctrina del « cero stock ». Ahora, en una situación de vida o muerte, muchas sociedades han descubierto, atónitas, que para algunos suministros indispensables -antibióticos, tests, mascarillas, guantes, respiradores, etc.- dependemos de fabricantes localizados en las antipodas… Que en nuestros propios países se fabrica muy poco… La « guerra de las mascarillas » ha dejado una muy penosa impresión de impotencia.

Desde la crisis financiera de 2008, grupos nacionalistas y populistas de derecha -a los que pertenecen, por ejemplo, los electores de Donald Trump, Boris Johnson, Viktor Orbán y Jair Bolsonaro- ya venían manifestando su rechazo de la mundialización económica. Por otra parte, desde finales de los años 1990, los militantes altermundistas, desde puntos de vista de izquierda y humanistas, también venían criticando con fuerza la ecodepredadora globalización financiera, y reclamando ‘otro mundo posible’.
A estas dos fuerzas, ya considerables, se van a unir ahora, las masas de personas descontentas por la dependencia de sus países a la hora de enfrentar el cataclismo de la covid-19. Hay como el sentimiento de que, con la mundialización, muchos Gobiernos renunciaron a dimensiones fundamentales de su soberanía, de su independencia y de su seguridad.

Las presiones antiglobalizadoras van a ser muy fuertes después de la pandemia. En muchas capitales se cuestiona el principio de una economía basada en las importaciones. Diversos sectores industriales serán sin duda repatriados, relocalizados. Regresa también la idea de planificar. Ya no escandaliza el recurso a cierta dosis de proteccionismo. El presidente de Francia, Emmanuel Macron, un ex-banquero, ha acabado por admitir que « nuestro mundo sin duda se fragmentará », pero que es indispensable « reconstruir una independencia agrícola, sanitaria, industrial y tecnológica francesa. Tendremos que elaborar una estrategia sobre la base del tiempo largo y la posibilidad de planificar. 128»
En lugar de unificar a los pueblos y alentar su entendimiento mutuo, la globalización ha favorecido los egoísmos, las fracturas y el ultranacionalismo. El cierre generalizado de fronteras y el repliegue nacional, en nombre de la protección contra la covid-19, están reforzando las tendencias unilaterales y nacionalistas alimentadas desde la Casa Blanca por Donald Trump y secundadas, por diferentes motivos, desde otras capitales como Londres, Budapest, Brasilia, Manila, etc.

Desde las reformas impulsadas por Deng-Tsiao Ping en 1979, la potencia que más se ha beneficiado de la globalización económica es sin duda China. Convertida en la « fábrica del mundo », este país es hoy la única superpotencia capaz de hacer contrapeso, en el tablero mundial, a Estados Unidos. Junto con la Unión Europea, Japón y Corea del Sur, Pekín sigue siendo uno de los mayores defensores de la globalización. Sobre todo desde su adhesión, en 2001, a la Organización Mundial de Comercio (OMC). Las autoridades chinas estiman que la antimundialización no resolverá nada y que el proteccionismo es un callejón sin salida porque, en definitiva, nadie puede exportar y todos quedan bloqueados. Lo que el presidente Xi-Jin Ping ha expresado con las siguientes palabras: « Querer repartir el oceano de la economía mundial en una serie de pequeños lagos bien separados unos de otros, no sólo es imposible sino que, además, va a contracorriente de la historia129»
En todo caso la hiperglobalización neoliberal parece herida de gravedad y no es descabellado vaticinar su debilitamiento130. Incluso se cuestiona la continuidad, bajo su forma ultraliberal, del propio capitalismo131… También se evoca la necesidad de una suerte de colosal Plan Marshall mundial… En todo caso, esta tragedia de la covid-19 empujará sin duda las naciones hacia un nuevo orden económico mundial.

LIDERAZGOS

La mayoría de los Gobiernos han defraudado. Zarandeados como nunca en tiempos de paz no han sabido estar a la altura del descomunal desafío. Ni asumir una de sus principales competencias constitucionales : la responsabilidad de proteger a su población. Abundan los ejemplos de dirigentes como Boris Johnson, primer ministro del Reino Unido, que, en un primer tiempo, antes de infectarse y ser hospitalizado en una UCI, minimizaron la amenaza… Johnson apostó al principio por la teoría de la « inmunidad de rebaño », dejando que la población británica se infectase… Partiendo de la idea que, si el 60% o el 70% de la población se contagia, eso funcionaría como cortafuegos y detendría la expansión del virus. Hasta que comprendió que si ‘sólo’ falleciera el 3% de la población significaría, para el Reino Unido, unos dos millones de muertos… Otros dirigentes, como Jair Bolsonaro, presidente de Brasil, siguen exhibiendo una actitud negacionista y califican con risitas la pandemia asesina de « gripecita sin importancia »… Quizás, cuando se derrote al coronavirus, algunos responsables tendrán que rendir cuentas ante una justicia semejante al Tribunal de Nuremberg…

Muchos líderes se han centrado en dar respuestas locales, nacionales, gestionando la pandemia de manera independiente, sin verdadera coordinación internacional. Cuando es obvio que ningún país, por poderoso que sea, puede vencer la pandemia en un empeño exclusivamente local. Las grandes potencias se han mostrado incapaces de coordinarse a nivel global (¡qué desastre el Consejo de Seguridad de la ONU !) para constituir un frente común planetario y colaborar en la búsqueda de soluciones y salidas colectivas a la crisis. Ninguna voz –ni siquiera la del Secretario General de Naciones Unidas, el Dalai Lama, los Premios Nobel o el propio Papa- ha conseguido hacerse audible por encima del estruendo general del miedo y del furor de este inaudito sacudón.

Si es cierto que en los malos tiempos es cuando surgen los grandes líderes históricos, este momento pandémico de estrés, confusión y descontrol se ha caracterizado, al contrario, por la ausencia de grandes liderazgos a la cabeza de la principales potencias occidentales. El zafarrancho ha puesto particularmente a prueba el temple de algunos de ellos132 . En particular, ya lo hemos subrayado, Donald Trump que se ha ganado, por su pésima gestión, la distinción de « peor presidente estadounidense de todos los tiempos 133». Para él y para unos cuantos más, el nuevo coronavirus ha actuado como una suerte de Principio de Peter, despojándolos de sus máscaras, dejando al desnudo su impostura134 y su estrepitoso nivel de incompetencia…
En este escenario volátil, otros líderes en cambio han mostrado visión a largo plazo, anticipación a los hechos y decisión para actúar rápido. Dos son mujeres, y ambas progresistas : la primera ministra de Islandia, Katrin Jakobsdottir, feminista y ambientalista del Partido Verde ; y la primera ministra de Nueva Zelanda, Jacinda Ardern, líder del Partido Laborista.

Islandia ha seguido una estrategia única en el mundo ofreciendo tests de covid-19 masivos y gratuitos a toda la población. Cuando se detectó el primer caso de coronavirus en febrero pasado, ya el país llevaba semanas haciendo pruebas para detectar el germen en turistas o viajeros que regresaban a su hogar. Katrin Jakobsdottir y su Gobierno pidieron a los que entraban a Islandia que se presentaran en los centros de salud a hacerse test aunque no tuvieran síntomas. Ese método proactivo de intentar identificar el SARS-CoV-2, incluso antes de que apareciera, fue determinante135.

En Nueva Zelanda, Jacinta Ardern también tomó muy pronto decisiones más agresivas que en otros países desarrollados, como el confinamiento para toda su población durante un mes, y el cierre total de las fronteras del archipiélago. Su objetivo fue buscar la "eliminación" de la enfermedad, en lugar de la "mitigación" que se aplicó en muchas otros países. La idea era destruir la curva, no sólo aplanarla136.
Muchos expertos consideran que Islandia y Nueva Zelanda, junto con Corea del Sur, son las naciones que mejor han enfrentado la pandemia. Pero hay que añadir el caso de Venezuela. Aunque los medios dominantes internacionales se nieguen a admitirlo, el presidente Nicolás Maduro ha sido, en Suramérica, el líder que más pronto entendió cómo actuar drásticamente frente al patógeno137. Gracias a la batería de medidas (confinamiento, cierre de fronteras, pesquisaje voluntarista casa por casa, hospitalización de todos los positivos) decididas por su Gobierno -y a pesar del ilegal bloqueo económico, financiero y comercial impuesto por Estados Unidos, y de las amenazas militares138-, Venezuela ha podido evitar los errores cometidos en Italia, en España o en Estados Unidos y salvar cientos de vidas139. La OMS reconoció que la cifra de infectados en Venezuela es inferior, en América Latina, a la de Brasil, Chile, Ecuador, Perú, México, Panamá, República Dominicana, Colombia, Argentina, Costa Rica, Uruguay, Honduras y Bolivia.

A propósito de liderazgos, ha surgido una controversia sobre qué tipo de dirigencia ha enfrentado mejor la pandemia, si los gobiernos democráticos o los gobiernos ‘autoritarios’140. Es un falso debate. En plena contienda contra el virus, con masas de enfermos asaltando los hospitales, y los sistemas funerarios colapsados por el exceso de muertes, todos los gobernantes, por torpes que hayan sido, han estado a diario en las pantallas de los medios dirigiendo la ofensiva contra el letal enemigo. Como un general de estado mayor capitaneando la batalla final. No ha sido un ‘momento democrático’. Sino la hora de la firmeza y de la determinación. Y eso ha gustado a las opiniones públicas. ¿Se puede deducir de ello que la era postpandémica verá necesariamente el triunfo de autoritarismo en el mundo ? No es seguro. Muchos líderes autoritarios han sido lentos y torpes frente al coronavirus, decepcionaron, disimularon informaciones o mintieron : por ejemplo, Donald Trump en Estados Unidos, Viktor Orbán en Hungría, Jair Bolsonaro en Brésil, Rodrigo Duterte en Filipinas, Narendra Modi en la India, Jeanine Áñez en Bolivia, etc.
En todo caso, a escala planetaria, el nuevo patógeno no pudo ser inmediatamente contenido y enclaustrado en la zona donde apareció. Y esos primeros días de indecisión y desconcierto resultaron decisivos. El germen pudo así escapar de su zona de nacimiento y, con insólita celeridad, conquistar el mundo. Ni siquiera los adeptos más convencidos de las teorías de la colapsología imaginaban que toda la humanidad sería golpeada con semejante contundencia en tan breve tiempo. Apenas han pasado cuatro meses desde el instante (diciembre de 2019) en que los primeros casos de esta nueva neumonía infecciosa fueron identificados en Wuhan. Y en tan corto intervalo, la plaga ha provocado una auténtica crisis sistémica y una interrogación sobre el sentido mismo de la civilización humana.
La pesadilla que estamos viviendo ya ha cambiado nuestras sociedades. Perturbaciones de todo tipo -inconcebibles hace sólo unas semanas- se están produciendo en múltiples aspectos de la vida social, en las relaciones inter-personales, en la política, la economía, los sistemas de salud, el rol del Estado, las tecnologías, las comunicaciones, las relaciones internacionales… Decenas de Estados -incluso en el seno de la Unión Europea- han cerrado sine die sus fronteras o las han militarizado. Muchos países y centenares de ciudades han instaurado el toque de queda por vez primera en tiempos de paz. Millones de personas han renunciado a la libertad de movimientos. La vida democrática se ha visto completamente perturbada. Decenas de procesos electorales han sido pospuestos o suspendidos. Las Fuerzas Armadas más poderosas no escapan al contagio.  Están replegando combatientes141, retirando navíos y confesándose inoperantes en esta extraña guerra contra un enemigo invisible142. Las principales líneas aéreas han cerrado sus vuelos, dejando varados en las cuatro esquinas del planeta a centenares de miles de viajeros143. Las competiciones deportivas más importantes – incluidos los Juegos Olimpicos, la Liga UEFA de campeones, el Tour de Francia- han sido suspendidas y aplazadas. Media humanidad anda ahora con mascarilla de protección mientras que la otra mitad desea también ponérsela… pero no las encuentra.

¿Cómo será el planeta cuando termine la pandemia? El mundo va a necesitar voces autorizadas, con carisma y fuerza simbólica, que muestren el buen camino colectivo para iniciar una etapa nueva, como se hizo después de la Segunda Guerra mundial. La ONU deberá reformarse y dar entrada, como miembros permanentes del Consejo de Seguridad, a nuevas naciones como India, Nigeria, Egipto, Brasil y México, más representativas de la realidad del mundo contemporáneo.

Con el fracaso del liderazgo de Estados Unidos se abre un peligroso vacío de potencia. El juego de tronos se relanza peligrosamente. La Unión Europea, como hemos visto, también ha salido mal parada por su decepcionante falta de cohesión durante la pandemia. China y Rusia en cambio han consolidado su rol internacional prestando asistencia a muchos países desbordados por el colapso de su sistema sanitario. ¡Han ayudado incluso a Estados Unidos ! Hemos visto imágenes insólitas : aviones militares rusos aterrizando en Italia, ofreciendo médicos y distribuyendo material de salud. China ha donado a un centenar de países millones de kits de detección, mascarillas, ventiladores pulmonares, escafandras protectoras y toda clase de logística sanitaria. «Somos olas de un mismo mar, hojas de un mismo árbol, flores de un mismo jardín.» decían hermosamente los contenedores que China ha ofrecido a buena parte del mundo. La influencia internacional de Pekín ha crecido.

FUTUROS

Todos los países del planeta siguen enfrentando -al mismo tiempo y por primera vez- la embestida de una suerte de alienígena… La pandemia va para largo. Y es posible que el virus, después de mutar, regrese. Tal vez el próximo invierno… Dada la enormidad de lo que está ocurriendo, se avecinan cambios. Aunque nadie sabe cuáles serán los posibles escenarios que se impondrán. Las incertidumbres son numerosas. Pero está claro que puede ser un momento de rotunda transformación.

Las cosas no podrán continuar como estaban. Un gran parte de la humanidad no puede seguir viviendo en un mundo tan injusto, tan desigual y tan ecocida. Como dice uno de los memes que más han circulado durante la cuarentena : « No queremos volver a la normalidad, porque la normalidad es el problema. » La ‘normalidad’ nos trajo la pandemia…
Esta traumática experiencia debe ser utilizada para reformular el contrato social y avanzar hacia más altos niveles de solidaridad comunitaria y mayor integración social. En todo el planeta, muchas voces reclaman ahora unas instituciones económicas y políticas más redistributivas, más feministas y una mayor preocupación por los marginados sociales, las minorías discriminadas, los pobres y los ancianos. Cualquier respuesta post-pandémica debería apoyarse, como sugiere Edgar Morin, en « los principios de una economía verdaderamente regenerativa, basada en el cuidado y la reparación ».

El concepto de ‘seguridad nacional’ debería incluir, a partir de ahora, la redistribución de la riqueza, una fiscalidad más justa para disminuir las obscenas desigualdades, y la consolidación del Estado de bienestar. Se desea avanzar hacia alguna forma de socialismo. Es urgente, a nivel global, la creación de una renta básica que ofrezca protección a todos los ciudadanos en tiempos de crisis… y en tiempos ordinarios.
Los sistemas de salud deberán ser públicos y universales. Haber gestionado los hospitales como empresas ha conducido a tratar a los pacientes como mercancía. Resultado : un desastre tanto humano como sanitario. En todo caso, hay unanimidad para pedir que la vacuna contra la covid-19, cuando se descubra, sea considerada un ‘bien público mundial’, y sea gratuita y accesible para toda la humanidad. El nuevo coronavirus nos ha demostrado que, a la hora de la verdad, médicos, enfermeras y personal sanitario son infinitamente más valiosos que los brokers o los especuladores financieros.

Sería inteligente anticipar también la próxima crisis climática, que podría sorprendernos pronto igual que lo hizo el SARS-CoV-2… Detener el consumismo furioso y acabar con la idea del crecimiento infinito. Nuestro planeta no puede más. Agoniza. Se nos está muriendo en los brazos… Es imperativo acelerar la transición energética no contaminante y apresurarse en implementar lo que los ecologistas reclaman desde hace tiempo, un « Green New Deal », un ambicioso Acuerdo Verde que constituya la nueva alternativa económica mundial al capitalismo depredador.
Pero de inmediato hay que evitar, como previene Naomi Klein, que bajo los efectos del ‘capitalismo del shock’, los defensores del sistema -Gobiernos ultraliberales, fondos especulativos, empresas transnacionales, mastodontes digitales- consoliden su dominación y manipulen la crisis para crear más desigualdades, mayor explotación y más injusticias… Es preciso impedir que la pandemia sea utilizada para instaurar una Gran Regresión Mundial que reduzca los espacios de la democracia, destroce aún más nuestro ecosistema, disminuya los derechos humanos, neocolonice el Sur, banalice el racismo, expulse a los migrantes y normalice la cibervigilancia de masas.

Por el momento, sociedades enteras siguen confinadas en sus viviendas. Dóciles, asustadas, controladas, silenciosas. ¿Qué ocurrirá cuando se levanten los confinamientos ? ¿Qué habrán estado ruminando los pueblos durante su inédito ‘aislamiento social’ ?¿Cuántos reproches han estado acumulando contra algunos gobernantes ? No es improbable que asistamos, aquí o allá, a una suerte de estampida revoltosa de ciudadanos indignados -muy indignados- contra diversos centros de poder acusados de mala gestión de la pandemia…

Algunos dirigentes ya sienten subir la furia popular… Y después de haber adoptado y defendido durante muchos años el modelo neoliberal, están tomando conciencia de los errores garrafales del neoliberalismo144, tanto políticos y sociales como económicos, científicos, administrativos… Ahora esos políticos están prometiendo a sus ciudadanos que, una vez vencida la pandemia, todo se va a enmendar para construir una suerte de ‘sociedad justa’. Proponen un nuevo modelo definitivamente más justo, más ecológico, más feminista, más democrático, más social, menos desigual… Seguramente, acuciados por la situación, lo piensan sinceramente.

Es muy poco probable que, una vez vencido el azote, mantengan semejantes propósitos. Sería una auténtica revolución… Y un virus, por perturbador que sea, no sustituye a una revolución… No podemos pecar de inocentes. Las luchas sociales seguirán siendo indispensables. Pasado el susto, los poderes dominantes, por mucho que se hayan tambaleado, se esforzarán por retomar el control145. Con mayor violencia, si cabe. Tratarán de hacernos regresar a la vieja ‘normalidad’. O sea al Estado de las desigualdades permanentes. Pensemos en lo que ocurrió con la pandemia de la « gripe de Kansas » (mal llamada « española) que se extendió a todo el planeta entre enero de 1918 y diciembre de 1920. ¿Quién la recordaba antes de la plaga actual, aparte algunos historiadores ? Todos la habíamos olvidado… A pesar de que infectó a unos quinientos millones de personas -la tercera parte de la humanidad de la época- y mató a más de cincuenta millones de enfermos…
¿Y qué pasó después ? ¿Europa y Estados Unidos construyeron acaso la ‘sociedad justa’?... La respuesta es : no. Las promesas se desvanecieron. La mayoría de los supervivientes de la mortal gripe se apresuraron en olvidar. Un manto de amnesia recubrió el recuerdo. La gente prefirió lanzarse a vivir la vida con un apetito desenfrenado en lo que se llamó los « felices años veinte » (the roaring twenties). Fue la época del jazz, del tango, del charlestón, del triunfo de Hollywood y de la cultura de masas. Una euforia artificial y alienante que acabaría estrellándose, diez años después, contra el crack bursátil de 1929 y la Gran Depresión…
En aquel mismo momento, en Italia, una doctrina nueva llegaba al poder. Estaba destinada a tener mucho éxito. Su nombre : el fascismo… ¿Se repetirá la historia ?

IGNACIO RAMONET
(La Habana, Cuba, 22 de abril de 2020.)


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