MORAL Y LUCES

MORAL Y LUCES

lunes, 22 de junio de 2015

Ramón (Mon) Cáceres Vásquez (1)

POR RAFAEL NÚÑEZ


Aquel trágico domingo 19 de noviembre de 1911, se impuso la traición. El grupo de conspiradores horacistas segó la vida del presidente Ramón (Mon) Cáceres Vásquez, como se lo había propuesto. Los ejecutores del plan de asesinato ignoraron que con la acción se abrían nuevamente en la República Dominicana las puertas de la anarquía, el desorden, la inestabilidad económica y el caos institucional.

La vida del caudillo militar se extinguió entre el pavimento de la avenida que él instruyó construir para conectar a Santo Domingo con San Cristóbal y la residencia de Francisco J. Peynado, donde la esposa y la madre de éste, junto a Leonte Vásquez, intentaron salvarle la vida al Presidente. A los 45 años quedó su esposa viuda y 10 hijos huérfanos. Apenas balbuceó un llamado desesperado de agonía a su madre Remigia, con quien tuvo una relación especial.

En los contornos de Güibia, próximo al Malecón capitalino, estuvo echado moribundo el jinete de Estancia Nueva, que condujo a la República desde 1906 hasta 1911 por el camino de la pacificación, el hombre que soñó en convertirse en el último reducto del general machetero que llega a la Presidencia de la República.

Víctima de una conspiración, cuyo único objetivo fue el magnicidio para dar paso a las ambiciones desenfrenadas de poder, la muerte de Mon Cáceres a manos de sus antiguos compañeros de travesía política y bélica, es la expresión de la habitual pobreza del medio social que imperaba y que rodeó ese hecho, los acontecimientos previos y posteriores desde finales del siglo XlX e inicios del XX.

En el pensamiento de uno que otro de los pocos ciudadanos que con estupor fueron a socorrerle a la casa de los Peynado, pasaría por su mente retrospectivamente, como si se tratara de diapositivas, las imágenes de otro asesinato similar ocurrido a poco más de un kilómetro de distancia. En el centro de la ciudad de Santo Domingo el blanco de aquel crimen fue el padre de Mon, Ramón (Memé) Altagracia Cáceres, a quien, aprovechando la oscuridad de la noche, tres desconocidos le arrancaron la vida el 17 de septiembre de 1878, en la casa de Juan de la Cruz Alfonseca en la calle de Regina (José Reyes), en la Zona Colonial.

Aquel fatídico asesinato de Memé Cáceres (padre de Mon), a manos de desconocidos, en un momento en que el clamor popular lo señalaba como favorito para alcanzar la Presidencia de la República, habría sido fraguado por miembros del Partido Azul, pues el rumor público sindicaba como autores intelectuales a los generales Cesáreo Guillermo, a quien disputaba la candidatura presidencial del Partido Rojo, y Ulises Heureaux (Lilís), el gran caudillo, acción que no fue aclarada por las autoridades, por lo que el acontecimiento ha orbitado en la creativa imaginación popular por la falta de información oficial, dando espacio para que la rumorología haya construido todo tipo de especulación.

Ni siquiera los historiógrafos concuerdan con el dato exacto de quién fue el responsable de aquella trama. El más socorrido de los argumentos, pues, es que quien más se benefició con la desaparición física del baecista Memé Cáceres, habría sido Cesáreo Guillermo, quien en los comicios organizados por acuerdo entre los azules y verdes, luego del derrumbe del efímero gobierno de Buenaventura Báez, sería el único contrincante que enfrentaría a Memé, quien contaba con el apoyo de la espada de la Restauración, Gregorio Luperón, como se reveló luego en una carta dejada a los amigos por el general de Puerto Plata.

Un año y tres meses después, en enero de 1879, Cesáreo Guillermo resultó electo Presidente, pasando de Ministro de Interior y Policía del gobierno interino de Jacinto de Castro a la disputada Presidencia del país.

A treinta y tres años del crimen contra el candidato nacido en Azua, Memé Cáceres, los detalles para conspirar contra la vida de su hijo, el presidente Mon Cáceres, fue la comidilla entre amigos y allegados de él en los meses y semanas previas al día de su caída. ¿Fue una muestra de candidez o de confianza de parte de Mon?

Uno de ellos, Plutarco Mieses, personalmente le dio detalles de la conjura que preparaba en ese sentido el general Luis Tejera, hijo, igual que Emilio, de Emiliano Tejera, este último un distinguido intelectual en el que se apoyó el horacismo en sus años de gloria, y jefe de una familia que jugó un rol fundamental en la administraciones del propio Cáceres.

Incluso, uno de los complotados fue Luis Felipe Vidal, azuano, quien había planeado dar muerte a Mon Cáceres por el supuesto disgusto con sus políticas públicas, situación que expresaron a través de un "Manifiesto revolucionario", que se le atribuye la autoría a Vidal, y que fue publicado un año y medio después del asesinato del Presidente en el periódico "La Voz del Pueblo", de Montecristi, en las ediciones del 15 al 22 de diciembre de 1912, como recogen los historiadores Juan Daniel Balcácer, Rufino Martínez y Pedro Troncoso Sánchez en la "Breve antología de Ramón Cáceres".

Personalidad y Decisión

El demostrado arrojo y coraje de Mon sucumbieron ante otro aspecto de su personalidad: su sinceridad, sentimiento en aparente contraposición con el carácter de un guerrero de su talla. Esa franqueza, heredada de su padre, fue la que se impuso la mañana de ese domingo cuando lo iban a matar; no advirtió en ese momento la hipocresía de Luis Felipe Vidal, el autor del manifiesto contra su gobierno, que evidencia una actitud propia de los políticos sin escrúpulos, enraizada en aquellos años del "caciquismo" regional, que se expresaba con golpes de Estado, "revoluciones", anarquías, abusos y fusilamientos de propios y extraños, como única bujía que encendía el motor de la nación. Remigia, la madre de Mon lo advirtió siempre.

El constructor de la paz, sin embargo, hizo ingentes esfuerzos para que el país rebasara la etapa anárquica, caracterizada por el caciquismo de generales regionales, que eran islas aparte en cuyos caprichos moraba la "Ley y el Orden", que aplicaban de manera arbitraria contra ciudadanos sospechosos de tener ideas disidentes.

En su ejercicio de poder, Mon Cáceres demostró con creces que actuaba para ir echando a un lado al tradicional jefe militar que, representado en muchos de sus antiguos compañeros, alegaba cualquier razón personal, política o económica para desatar los demonios de la fuerza bruta en las regiones bajo su mando.

Mon Cáceres no desconocía que con la mayoría de esos hombres, el país estaba endeudado por el "servicio a la Patria", pero no echaba a menos tampoco su criterio independiente de que esas mentes bárbaras tenían que irse a su casa a teñirse sus canas, y hacer las anécdotas a sus nietos de las contiendas bélicas en las que eran protagonistas de primera fila.

Por ese reconocimiento de que buena parte de estos hombres fueron los artífices del horacismo en la "Revolución de la desunión" podría estar la razón de haber postergado la decisión, pero la determinación de acabar con aquel estado de cosas fue el inicio del fin de sus días.

Estando Horacio Vásquez en Nueva York, tras su renuncia del gobierno a mediados de 1909, a su regreso de Europa en 1910, circula el 1ro de enero de ese año una carta firmada por éste y de la autoría de Enrique Henríquez, otrora canciller del régimen de Ulises Heureaux (Lilís), en la que se hacen serios cuestionamientos a la forma en que Mon Cáceres dirigía la cosa pública.

Mucho dolor provocó a Mon Cáceres aquella comunicación en la que, entre otras rúbricas, aparecía la del primo al que admiraba, y quien fue su inspiración en la política: Horacio Vásquez. Su primo entendió, y rompió con el grupo de instigadores, entre otros, Enrique Henríquez y Luis Tejera, dejando Horacio clara su posición, tal como recoge el diplomático norteamericano Benjamín Sumner Welles en "La viña de Naboth" de la siguiente manera: "...no (voy) a urdir tramas subversivas, ni mucho menos a permitir nada que pusiera en peligro la vida de Mon".

domingo, 21 de junio de 2015

Napoleón y la derrota en la batalla de Waterloo

Las hemorroides de Napoleón y otras 5 cosas que quizás no sabías de la batalla de Waterloo

Se la considera una de las batallas más sangrientas de la historia por la cantidad de soldados que murieron en un espacio relativamente pequeño.
Waterloo, (en la actual) Bélgica, 18 de junio de 1815. El emperador Napoleón Bonaparte, evadido de su exilio en la isla de Elba, se prepara para lanzar su último desafío a la Europa que una vez juró dominar.
72.000 franceses; 68.000 aliados (británicos, holandeses, belgas y alemanes), más 45.000 prusianos. 60.000 caballos. 500 piezas de artillería.
Un día como hoy, las tropas al mando del duque de Wellington le asestan el golpe definitivo al "corso" o "pequeño cabo", como también se lo conocía, poniendo fin a 23 años de enfrentamientos entre Francia y el resto de Europa.
Las pérdidas fueron muchas. Unas 48.000 personas murieron, 25.000 de ellas en el bando francés. Derrotado de una vez por todas, Napoleón abdica -por segunda vez- el trono del que se había proclamado emperador.
Este jueves tiene lugar una recreación a gran escala de aquella batalla de 10 horas para marcar el bicentenario, de la que BBC Mundo recoge algunos hechos menos conocidos.

1. Las hemorroides de Napoleón

Mientras los soldados se batían cuerpo a cuerpo sobre el terreno, el general francés libraba una lucha más íntima que, según algunos, sería en parte responsable de su derrota final.
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¿Las hemorroides no lo dejaron pensar con claridad?
Ciertos "biohistoriadores", entre ellos el escritor estadounidense Arno Karlen, creen que Bonaparte lidiaba aquel día con un importante caso de hemorroides que convertían en un infierno hasta la sencilla tarea de subirse a su caballo.
La condición, alegan, le impidió dormir la noche anterior. De modo que, agotado, no atinó con sus órdenes de batalla y terminó perdiéndolo todo.
Sin embargo, se trata de un asunto en el que no hay consenso.

2. Un pago de larga data

Puede que a Wellington no le gustara la vida militar -llamaba a las tropas "la escoria de la Tierra" y al ejército un "mal necesario"- pero la vida de uniforme no le reportó malos dividendos.
Además de la creciente influencia política de que gozó después de la exitosa campaña de Waterloo, a Wellington le quedó una "bonita suma de dinero", como dijera el historiador Paul O'Keffee, autor de "Waterloo: The Aftermath", publicado en 2014.
Según O'Keffe, su tajada de la "gratificación" que Francia pagó tras la derrota representó unos US$5.000.000 en dinero de hoy.
Un exsenador belga le añadió picante a esa cifra cuando aseguró, en 2001, quelos descendientes de Wellington seguían cobrando una suma cercana a los US$200.000 todos los años por parte del gobierno belga en agradecimiento a los servicios prestados por su ancestro en Waterloo.
Sin embargo, un abogado de la familia Wellington citado por una nota del diarioThe Guardian de entonces afirmó que el senador belga había llegado "a las conclusiones incorrectas".

3. No era Waterloo

Ocurre que la batalla de Waterloo no tuvo lugar en Waterloo.
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¿Agradecimiento por los siglos de los siglos?
La mayor parte de la acción tuvo lugar unos pocos kilómetros al sur, en la localidad de Braine-l’Alleud et Plancenoit.
Waterloo, hoy una localidad multilingüe de poco más de 30.000 habitantes, fue donde Wellington elaboró su informe de batalla. Así fue como el nombre quedó para la posteridad.
Un error con el que la historia en general parece poder vivir, pero que resulta una piedra en el zapato para historiadores de Braine-l’Alleud et Plancenoit.
"Napoleón nunca puso pie en Waterloo; es un hecho", le dijo el historiador belga Bernard Coppens al periódico The Wall Street Journal a comienzos de este año.
"Y sin embargo (Waterloo) se llevó toda la gloria", se quejó un colega, Eric Meuwissen.
La indignación de los especialistas y de algunas autoridades regionales se volvió cosa seria cuando estas introdujeron una demanda contra una guía de viajesque no había incluido el nombre de la localidad en una edición especial sobre la batalla de Waterloo.
La próxima audiencia tendrá lugar en 2016.

4. Los paraguas prohibidos

Como si se la hubieran llevado consigo los ingleses que estuvieron en la batalla, la lluvia fue lo que Wellington y sus tropas se encontraron aquel mes de junio en Bélgica.
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Napoleón nunca puso pie en Waterloo, argumentan en Braine-l’Alleud et Plancenoit.
Así que quizás era natural que hubieran llevado también sus paraguas.
Pero resulta que usarlos estaba expresamente prohibido: "no se abrirán paraguas en presencia del enemigo", decían órdenes estrictas a los oficiales en el terreno.
Al parecer, el duque de Wellington no aprobaba su uso en batalla y no permitía que sus comandantes "hicieran el ridículo a los ojos del ejército" blandiendo el inocuo accesorio.

5. Las herraduras de los caballos y las dentaduras de Waterloo

Los dientes de los soldados caídos en batalla y las herraduras de los caballos muertos se encontraban entre los objetos más preciados entre quienes recorrían el campo ensangrentado de Braine-l’Alleud et Plancenoit (decimos, en honor a la precisión) en busca de objetos para saquear tras los sucesos del 18 de junio de 1815.
Eran tiempos de malos hábitos alimenticios y peor higiene bucal, así que un buen juego de dientes se cotizaba alto en el mercado del naciente oficio de dentista.
Hoy se los conoce como "Dentaduras de Waterloo". Y las usó hasta el propio Wellington. Aunque en su caso los dientes reciclados salieron de otra batalla, de la que no se saben detalles.

6. La noticia del siglo sin ningún periodista

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Habrá una recreación de los sucesos de Waterloo este jueves. Y esta vez, sí habrá periodistas.
Este dato se lo debemos al profesor de historia de la Universidad de Kingston Brian Cathcart y a su artículo mayo pasado en el periódico The Guardianni uno solo de los casi 50 periódicos y semanarios que existían en Londres en 1815 envió a un reportero a cubrir los sucesos de Waterloo.
"No se consideraba parte del trabajo del periodista ser testigo personalmente de los eventos", explica el profesor.
No fue sino hasta tres días después de saldada la batalla que el mensajero de Wellington llegó a Londres con la noticia de la victoria. En el intervalo, toda clase de rumores se tejieron; todos los escenarios se consideraron en calles, teatros y bares, con efecto de pánico o júbilo colectivo.
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Napoleón Bonaparte será representado por el actor francés Frank Samson.
En cambio no faltaron los turistas. De acuerdo con Paul O'Kefee, comenzaron a llegar la mañana después de la batalla y llegaron a alimentar un comercio considerable de souvenirs.
"Desde insignas para gorras o escarapelas tricolores hasta sables y pistolas podían comprarse de mano de los campesinos de la localidad", dice el especialista.
Y la tradición también se recuerda en el siglo XXI. De acuerdo con el sitio oficial del bicentenario de la batalla de Waterloo -que organiza la recreación de la batalla en Bélgica- un sombrero de Napoleón para niños puede adquirirse por unos US$17, mientras que una medalla conmemorativa cuesta unos US$12.
Los pines de Wellington y Napoleón valen lo mismo: unos US$9.

BBC Mundo

MARIO BENEDETTI: A mi padre ......Feliz día del padre !!!!!

MARIO BENEDETTI
A mi padre ......

A Dios doy gracias por ser mi padre.
Por tus reproches y consejos.
Por el bien que me enseñaste
y de mi ser siempre cuidaste.

Por ser padre bondadoso,
lleno de paz y sabiduría.
Porque amas la verdad.
Justicia y rectitud en demasía.

Por ser mi padre amado
y enseñarme la caridad.
Sentimientos nobles te cubren.
No conoces la maldad.

Caballero noble y parco,
me enseñaste a luchar.
Aspirando siempre a lo más alto
y a mis sueños no renunciar.

Por aborrecer todo lo malo.
Por tus celestiales valores.
Por guiarme de la mano
en senderos llenos de flores.

Por tus palabras de aliento
en mis momentos más tristes.
Por tus silencios elocuentes
que me calman dulcemente.

Por tu mirada sabia y profunda.
Por tu expresión tan serena.
Por tu paciencia y tesón.
Torbellino de cosas buenas.

Por ser hombre testarudo
aferrado a tu convicción.
Por mantener en alto tus ideales
sin perder la calma o razón.

Por instruirme en la vida
y enseñarme a no mentir.
Por preocuparte por mis problemas
y recompensa no pedir.

Por enseñarme nobles valores:
el amor, rectitud y compasión,
justicia, desinterés, trabajo,
caridad, verdad y el perdón.

Por todos tus desvelos.
Por tu amor paternal.
Hombres como tú hay pocos.
Eres un padre ideal.

Por cumplir con tus deberes.
porque nunca me fallaste.
Porque contigo contar siempre puedo.
Hoy y siempre mi amor te entrego.

Porque siempre estás ahí,
tendiéndome tu cálido abrazo.
Por ser modelo en mi vida.
Por siempre creer en mí.

Por todo esto padre, te aprecio,
y a Dios de nuevo agradezco
por en mi vida tenerte a tí.



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Feliz día padres 

sábado, 20 de junio de 2015

Dos guerras: Vietnam y Wall Street

Por: Miguel Torres


Oliver Stone, nacido en 1946, es de la generación que conoció y sufrió la guerra de Viet Nam. Stone la vivió en carne propia, se alistó como voluntario en el ejército norteamericano en 1967, por su valor en el combate fue condecorado con “El Corazón Púrpura”.
Stone contó esta experiencia en su filme “Platoon” (Pelotón). En este filme, amargo y realista, el protagonista es testigo de primera mano, se ve el fruto de un artista sincero que constata con sus propios ojos lo que sucedía en Viet Nam.
El filme tiene varias secuencias antológicas: el joven recluta llega a un campamento donde un grupo de soldados negros están trabajando en los abastecimientos. Extrañados de ver a un soldado tan joven y blanco, le hacen varias preguntas, y cuando el recluta confiesa que se alistó voluntario, risas, carcajadas y bromas que le ponen en ridículo, lo acompañan.
En otra secuencia se ve a estos mismos soldados, sus compañeros, que lo invitan a relajarse estilo Viet Nam. Se trata de una especie de rincón oculto donde fuman opio y cualquier otra clase de droga. Aquel ejército es cualquier cosa, menos una fuerza combativa motivada para enfrentar una guerra justa.
Una historia desgarradora la narra en otra obra: “Nacido el 4 de julio”, que protagoniza Tom Cruise, quien encarna a un soldado que regresa invalido de la guerra con profunda rabia y rencor. Esta es la época en que los jóvenes condecorados lanzaban sus medallas contra el edificio del Pentágono, la Casa Blanca y otros lugares emblemáticos.
Pero la carrera de Oliver Stone apenas comenzaba. Originario de Nueva York, hijo único, con un padre corredor de bolsas, emprende un nuevo proyecto que es ya un clásico: “Wall Street”. Iniciaba la época en que el capital financiero dominaba los mercados. Fue protagonizada por Charlie Sheen y Michael Douglas. Sheen representa la generación ambiciosa que trata de entrar en el mundo de Wall Street. Se vale de su padre, Martin Sheen para obtener un costoso regalo que ofrecer al todo poderoso Michael Douglas. Éste conoce al insaciable joven y lo maneja ofreciéndole apartamentos costosos y una mujer de esas que transitan por esos mundos.
Pero Sheen no tiene la habilidad de su patrón, es detectado por la policía y en una secuencia tremenda lo sacan preso de la oficina bajo la mirada de todos sus compañeros de trabajo. La policía le propone un trato, llevar un micrófono oculto para desenmascarar el personaje que interpreta Michael Douglas. Ambos personajes van a la cárcel, pero como era de esperar el más conectado con el sistema, Michael Douglas, sale antes.
En una película posterior “El dinero nunca duerme” se reencuentran ambos personajes, más viejos y buscando nuevos negocios. Es la continuación de la original “Wall Street” aunque no con el mismo éxito.
Hay que mencionar que Stone ha incursionado muchas veces en el cine puramente político como “JFK”, biografía de John Kennedy, interpretada por Kevin Costner. En la actualidad se encuentra preparando un filme sobre Edward Snowden, quien, siendo de una generación más joven, y en otro ámbito, contribuye a hacer entender este mundo de hoy en el que no todos los cineastas se atreven a abordar.
Stone es autor de la serie documental televisiva, “La historia no contada de los Estados Unidos”. Sin dudas, le quedan muchas obras por hacer y muchos secretos por develar.


Miguel Torres
Miguel Torres, reconocido director de Cine y de televisión cubano, fue un connotado realizador del Noticiero ICAIC Latinoamericano. Ha sido profesor de la Escuela de Cine y de Televisión, tiene en su haber varios largometrajes y decenas de documentales.

La fuerza del lulismo en Brasil

Por: Emir Sader

Lula y Dilma.
Lula y Dilma.
Hace mas de 10 años una revista opositora exclamaba: “¡El PT ha muerto! ¡Viva el lulismo!”. Quería decir que los escándalos denunciados habrían golpeado de muerte al Partido de los Trabajadores (PT), al que sólo le quedaba el liderazgo de Lula.
Era una afirmación con intenciones despectivas: se agotaba el partido, expresión orgánica de un proyecto histórico, sustituido por un líder carismático, populista, demagógico, que mantenía el apoyo popular en base a un discurso vacío y a promesas incumplidas. Derecha y ultraizquierda se unían en un mismo diagnóstico y deseo de que se realizara. Muy pronto todo se desplomaría.
Desde aquel momento Lula se reeligió en 2006, eligió a su sucesora en 2010, Dilma, que a su vez se reeligió en 2014. ¿Para eso basta con la demagogia y el carisma de un hombre? ¿O se basa en que el país más desigual del continente más desigual del mundo, ha vivido extraordinarias trasformaciones sociales en los últimos 12 años, aun en medio de la crisis recesiva internacional?
Ni la derecha ni la ultraizquierda han logrado descifrar el enigma Lula, que las ha devorado. Ha triunfado en cuatro elecciones presidenciales, aun teniendo a todos los medios de comunicación en contra. Por ello, aun en una crisis del gobierno de Dilma y del mismo PT, las baterías de la derecha se vuelven sobre Lula, por miedo a que él vuelva a ser candidato a la presidencia de Brasil en 2018, dado el evidente favoritismo que él tiene para ganar de nuevo.
Pero la ofensiva sobre Lula no se hace en contra de su discurso político, ni en contra de las realizaciones de su gobierno, sino intentando descalificar legalmente la posibilidad de que sea candidato, por acusaciones a supuestas irregularidades del Instituto Lula, desde donde actúa el ex presidente. Es como si, seguros de que no lo derrotarían en el campo electoral, han salido a hacer campañas desde ahora para el 2018. Por la oposición los ya derrotados Geraldo Alckmin, gobernador de San Pablo, y Aécio Neves, senador por Minas Gerais, intentan hacerlo en los tribunales.
En el mismo congreso del PT, recién concluido, estaban dadas las condiciones para que se ahondaran las diferencias entre el partido y el gobierno de Dilma Rousseff, que ha implementado medidas de ajuste fiscal. Pero el paquete de medidas de inversión en la infraestructura de transporte –puertos, aeropuertos, ferrovías, carreteras–, permitió que Lula hablara de dar vuelta la página, de pasar de un primer momento de ajuste indispensable, a retomar el crecimiento económico.
Lula se esfuerza no solamente por mantener la cohesión interna del PT, sino también para que Dilma vuelva a centrar su gobierno en una agenda positiva, para que recupere apoyo popular, pero también para que mejoren las relaciones entre el PT y los movimientos sociales por un lado, y por otro lado entre el PT y el gobierno. Lula sabe que necesita un gobierno que él pueda reivindicar en su campaña de 2018, aunque sabe que la referencia central no serán los mandatos de Dilma Rousseff, sino los suyos, que coinciden con el mejor momento, hasta aquí, de los gobiernos del PT.
A eso teme la oposición. Por eso propone una ley que impide la reelección, como si ya aceptara la victoria de Lula en 2018, tratando apenas de que no pueda tener de nuevo dos mandatos, aun concediendo un mandato más largo, de cinco años. La crisis del PT sobrevive a su congreso, pero la fuerza de Lula sobrevive a la crisis del PT, a la crisis de la economía brasileña y a la crisis del gobierno de Dilma.
(Tomado de Página 12, Argentina)

Emir Sader
Es profesor de la Universidade de São Paulo (USP) y de la Universidade do Estado do Río de Janeiro (Uerj), es coordinador del Laboratorio de Políticas Públicas de la Uerj y autor, entre otros de “A vingança da História”. Es el actual director de CLACSO.

Ante la tumba de Máximo Gómez

Por: René González Barrios

maximo gomez baez
Máximo Gómez Báez (18 de noviembre de 1836 – 17 de junio de 1905) fue uno de los principales oficiales del Ejército Libertador cubano durante la Guerra de los Diez Años y el General en Jefe de las tropas revolucionarias en la Guerra del 95. Este 17 de junio, en el aniversario 110 de su muerte, se le rindió homenaje ante su tumba, en el Cementerio de Colón, de La Habana. Estas fueron las palabras del Presidente del Instituto de Historia de Cuba, René González Barrios.
Con respeto sagrado, y admiración profunda, rendimos tributo a la memoria de uno de los próceres más relevantes de la historia americana, a una de las vidas más transparentes, lúcidas y virtuosas, que brotara de las entrañas de la noble Quisqueya, y que esta, bondadosa, ofreciera como ofrenda de hermandad a su vecina Cuba.
Hace 110 años el pueblo habanero despidió, anegado en lágrimas, al hombre símbolo que servía de escudo, bandera, e inspiración, a todos los cubanos, fallecido un día como hoy. El generalísimo Máximo Gómez Báez encarnaba la Patria, y en su cuerpo delgado, músculo todo de cubanía y patriotismo, veían sus contemporáneos el rostro múltiple del martirologio cubano, al hombre que compartió glorias y sinsabores con todos los grandes: Céspedes, Aguilera, Agramonte, Vicente, Calixto, Maceo y Martí. Él los resumía.
Las honras fúnebres para despedir al ser amado, fue la ceremonia luctuosa más imponente que conociera la isla hasta entonces. Gómez dejaba su impronta de paz, mesura y cordura política, y a la vez, un inmenso vacío: marchaba el consejero exacto de nuestros destinos, y la más profunda y auscultadora mirada de nuestra realidad.
Pocos conocieron como él la psicología y cultura de nuestro pueblo, pensaron en el futuro de la Patria, y alertaron sobre la necesidad de la unidad, y la educación, como armas para enfrentar el ingerencismo y las ambiciones expansionistas del gobierno de Estados Unidos sobre la Isla. Al respecto, el 8 de mayo de 1901 reflexionaba al patriota puertorriqueño Sotero Figueroa:
“El triste pasado ya lo conocemos, y en el presente abierto tenemos el libro de nuestras tristezas para leerlo. Lo que tenemos que estudiar con profundísima atención, es la manera de salvar lo mucho que aún nos queda de la Revolución redentora, su Historia y su Bandera.
“De no hacerlo así, llegará un día en que perdido hasta el idioma, nuestros hijos, sin que se les pueda culpar, apenas leerán algún viejo pergamino que les caiga a la mano, en el que se relaten las proezas de las pasadas generaciones, y esas, de seguro les han de inspirar poco interés, sugestionados como han de sentirse por el espíritu yankee”.
Más que una alerta, parecería una profecía, escrita para los cubanos de todos los tiempos.
Tuvo el Mayor General Máximo Gómez Báez, el indiscutible don del magnetismo. Su mística figura resaltaba por su educación, austeridad, sencillez y modestia. En la guerra, fue impetuoso y temerario. En la paz, un humilde trabajador agrícola que con sus propias manos sacaba a la tierra el fruto de la vida para el sustento de su prole.
Como jefe, despertó entre sus contemporáneos, opiniones diversas. Idolatrado, admirado, respetado y querido, era a la vez temido. Aquel veterano y excepcional militar que confesara que en la vida no había “…odiado más que una cosa: la Guerra…”, fue rara simbiosis: un tierno corazón cubierto en delicada coraza de acero. La impactante figura del hermético general se transformaba en colosal ternura, ante la presencia de niños y mujeres. Quizás por su delicadeza de espíritu, a lo largo de las contiendas independentistas, se hizo acompañar siempre por poetas.
Uno de ellos, el puertorriqueño Francisco Gonzalo Marín, su ayudante, presenció el bochornoso incidente en que un miembro del Consejo de Gobierno ofendiera a Gómez tildándolo de extranjero. Bajo un árbol, instantes después, escribió el sentido poema “En días aciagos”.
Tiene de Hidalgo el ímpetu divino,
del noble Sucre el idealismo ciego,
la egregia estirpe del titán andino
y la serena intrepidez de Riego.

De su vida en el épico destino
Belona misma, con buril de fuego,
le marcó con la fé de un girondino
y la bravura heráldica de un griego.

La Gloria es un poema de dolores
en que la Ingratitud, genio atrevido,
escupe manchas y se lleva flores…

¡Nada le importe a quien la Gloria ha ungido,
que siempre a los que fueron redentores
les escupió la frente un redimido!

Llamado por la tropa “el chino”, “el viejo”, “el prieto”, o “el Generalísimo”, aquel hombre, “…aproximación de Don Quijote…” como el mismo se hiciese llamar en una ocasión, llevaba consigo un arma singular que ordenaba con silenciosa precisión: su mirada.
Sus pequeños y vivaces ojos producían centellantes llamaradas de fuego, muchas veces irresistibles para quienes sintieron su peso abrumador. Un simple gesto con ellos, un guiño, un parpadeo, eran expresiones extraverbales, bien identificadas por los hombres de su Estado Mayor. Su mirada, ordenaba silenciosa. Era un fulgurante rayo de fuego que según las circunstancias, alumbraba esplendorosamente o quemaba. Historiadores y contemporáneos, dejaron constancia de ello.
Su joven ayudante de la guerra del 95, Comandante Miguel Varona Guerrero, apuntaba que aquel hombre ejemplar, enemigo de la ostentación y la espectacularidad, “…siempre buscó la verdadera jerarquía humana en el fondo del alma de los individuos a quienes trataba…”
Genio mortal, duro en la batalla, llenó de amor filiar su hogar, con toda la ternura de su abrasadora mirada. Aquellos pequeños y achinados ojos tuvieron el privilegio de una visión intensa de un mundo complejo y cambiante. Vieron mucho. Cruzaron relampagueantes destellos con gigantes de Cuba y América, con hombres de pueblo de toda la amplia gama del espectro social y escudriñaron en lo más hondo de las entrañas del pueblo cubano, su psicología y esencia misma.
Los tiempos que corren nos exigen volver a Gómez; al político, al humanista, al educador, al intelectual, al hombre ético de vida ejemplar. El estudio de su obra, debería convertirse en un referente de obligatoria consulta para la defensa de nuestra soberanía y proyecto de nación. En el altar de la Patria, está él, incansable, como faro y guía de la más pura y noble Cubanía.

Metas de la Educación Crítica

Por: Frei Betto



Una educación crítica y liberadora debe tender a construir una civilización solidaria, libre de opresión y desigualdad social.
Todos vivimos bajo la hegemonía del pensamiento único neoliberal y de la economía capitalista centrada en la apropiación privada de la riqueza. El neoliberalismo, cual virus que se esparce de manera apenas perceptible, se introduce en los métodos pedagógicos y en las teorías científicas; en fin, en todos los ramos del conocimiento humano. De ese modo se afianzan progresivamente ideas y actitudes que fundamentan la ética (o la falta de ética) de las relaciones entre los seres humanos y de los seres humanos con la naturaleza.
En la lógica neoliberal la inclusión del individuo como ser social es medida por su inserción en el mercado como productor y consumidor. Las relaciones humanas son determinadas por la posesión de mercancías revestidas de valor. Es el fetiche denunciado por Marx.
Esa inversión relacional, según la cual la mercancía tiene más valor que la persona humana, y la persona humana es valorada en la medida en que ostenta mercancías de valor, contamina todo el organismo social, incluyendo la educación y la religión, según denunció el papa Francisco el 22 de diciembre al señalar las “15 enfermedades” que corroen a la Curia Romana.
De ahí se deriva una ética perversa, que destaca como valores la competitividad, el poder de consumo, los símbolos de riqueza y poder, la supuesta mano invisible del mercado. Tal perversión ética debilita los organismos de fortalecimiento de la sociedad civil, como los movimientos sociales, los sindicatos, las asociaciones de barrio, las ONGs, los partidos políticos… El patrón adoptado ya no es el de la alteridad y de la solidaridad sino el del consumismo narcisista y el de la competitividad.
¿Cómo superar hoy ese patrón de vida capitalista que, aunque no se afiance en nuestro ambiente social, predomina muchas veces en nuestra mentalidad? En ello la educación ejerce un papel preponderante para que las nuevas generaciones no se sientan obligadas a adaptarse al nuevo “determinismo histórico”: la hegemonía del mercado.
Hoy día un arma poderosa para la superación del neoliberalismo es la educación critica y cooperativa, capaz de crear nuevos parámetros de conocimiento y de suscitar nuevas prácticas emancipatorias. Sobre todo cuando ella se vincula con movimientos sociales de defensa de los derechos humanos y de mejoramiento de la democracia.
Es a través de la educación como se moldean las subjetividades que imprimen significado a los fenómenos sociales. Con frecuencia sucede que se vive un antagonismo entre lo microsocial (normado por la subjetividad) y lo macrosocial (normado por las estructuras). Profesamos una ética que no practicamos y una democracia que no admitimos cuando ocupamos una función de poder.
Buenos ejemplos de coherencia entre lo micro y lo macrosocial son Gandhi, Luther King y Chico Mendes: a partir de sus ideales específicos -lucha contra el imperialismo británico, la discriminación racial y la degradación ambiental- lograron modificar las estructuras e implantar nuevos parámetros éticos en las relaciones personales y sociales.
Frei Betto es escritor, autor de “reinventar la vida”, entre otros libros.
www.freibetto.org/> twitter:@freibetto.
Traducción de J.L.Burguet

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