MORAL Y LUCES

MORAL Y LUCES

jueves, 31 de octubre de 2013

JUAN BOSCH: LA FUNCIÓN DEL LÍDER

¿Qué es un líder político y qué función tiene en su partido y en su país?
El trabajo que a continuación presentamos del profesor Juan Bosch “La FUNCION DEL LÍDER” fue publicado el 28 de julio 1972 en la revista “política” órgano de difusión y formación política del PRD; del PRD de entonces cuando Bosch era su Presidente y Líder, es decir antes de renunciar a ese partido y decir que ya había cumplido su misión histórica.

Pintura al oleo de Juan Bosch  posando frente a otra pintura de Duarte, de Miguel Nuñez, el pintor de la patria 
 Si nos limitamos a estudiar el problema del liderazgo en la República Dominicana, después de la muerte de Trujillo y dentro del campo de los partidos que el pueblo reconoció, aunque fuera por un tiempo breve, como opuestos al sistema que implantó Trujillo, debemos preguntarnos y respondernos porqué desde principios de julio de 1961 hasta ahora se formaron y desaparecieron en nuestro país tantos partidos y grupos, y por qué con ellos surgieron tantos aspirantes a líderes que no tardaron en volver a la oscuridad política en que habían vivido o se retiraron a posiciones modestas en la vida pública.

El que busque la respuesta a esas preguntas fuera de las ciencias políticas se dedicará a enumerar una por una todas las que considere que fueron debilidades de carácter o fallas de la inteligencia de esos aspirantes a líderes que actuaron en nuestro país a partir de julio del 1961. ¿Y qué haría con eso?
¿Lograría hallar una explicación para el fracaso de esos aspirantes a líderes? No la hallaría, porque la explicación del fracaso (o de los fracasos) tiene que ser elaborada analizando, en primer lugar, no a los aspirantes a líderes sino a la sociedad  dominicana, tal como ésta ha venido siendo desde el mes de julio de 1961, y al decir que “ha venido siendo” se deja dicho que desde entonces acá en ella se han operado cambios de esos que se ven (es decir, en cantidad o cuantitativos) y de los que no se ven (es decir, en calidad o cualitativos).

Tal como lo dijo hace muchísimos años Jorge Plejánov (El papel del individuo en la Historia,Editorial Grijalbo, S. A., México, D. F. 1960, p.61). “Sabemos ahora que los individuos ejercen frecuentemente una gran influencia en el destino de la sociedad, pero (sabemos también) que esa influencia está determinada por la estructura interna de aquella (sociedad) y por su relación (la de esa sociedad) con otras sociedades”.
Y como eso que dijo Plejánov es una verdad científica, o mejor dicho, una verdad científica en parte,debemos saber si algunos de los que han tenido influencia en nuestro país, después de la muerte de Trujillo, ejerciendo funciones de líderes, han actuado correctamente; y para saber eso debemos saber antes cómo ha sido la sociedad dominicana de entonces para acá, cuál ha sido su estructura interna en cada momento y cuál ha sido su relación con otras sociedades.

El conocimiento de la sociedad tiene que ser previo al de sus líderes debido a que estos sólo pueden desarrollarse a cabalidad cuando hayan actuado en consonancia con la realidad dominicana. Al darse esa consonancia, la voz popular dice que el líder o los líderes que la lograron “son los que mejor expresan las aspiraciones del pueblo”; y con esas palabras se destaca el hecho de que nadie puede superar al pueblo en el conocimiento profundo de la realidad nacional porque él vive esa realidad día a día de manera práctica, o bien cosechando los beneficios que le puede proporcionar esa realidad o bien padeciendo los males que ella le produce, según sea la posición que ocupa cada quien en la sociedad.
Puesto que hemos caído en mencionar la posición que ocupa cada quien en la sociedad, hemos entrado en el problema de las clases que forman la sociedad dominicana, y necesariamente tenemos que caer también en el problema de la ideología de esas clases.  Precisamente, por no haberse referido a las clases en la frase suya que aparece en este artículo, se explicó hace un momento que Plejánov dijo una verdad científica, pero sólo en parte.

Para decir toda la verdad científica en el caso del papel que juegan en la historia algunos hombres, Plejánov debió aclarar que él se refería a los hombres que actúan en favor del proceso revolucionario, porque sucede que hay momentos históricos en que un pueblo tiene a la vez líderes revolucionarios y líderes contrarrevolucionarios; unos al servicio de las clases y las capas que reclaman una revolución y otros al servicio de las clases y las capas y los países colonialistas (o uno de estos) que imponen la contrarrevolución a cañonazos. Tal es el caso de la China, que ha tenido a un tiempo y durante largos años a Mao Tse Tung y a Chiang Kai-shek, cada uno de ellos líder de una parte del pueblo chino; Mao Tse Tung, líder de las masas revolucionarias, y Chiang Kai-shek, líder de las clases opresoras. Esos dos hombres han ejercido “una gran influencia en el destino” de dos porciones diferentes de la sociedad china; pero por razones  de clase uno —Mao Tse Tung— la ha ejercido en provecho del pueblo y el otro —Chiang Kai-Shek— la ha ejercido en provecho de una minoría privilegiada y del gran capital norteamericano.

Un aspirante a líder, y aun un líder de una clase determinada o de una alianza de clases, puede tener excelentes condiciones de carácter y de inteligencia, y sin embargo puede fracasar, en el sentido de que puede hacerle mucho daño a su pueblo si no comprende cuál es en tal o cual momento lo que Plejánov llama “la estructura interna” de la sociedad en que actúa. Ese líder puede estar actuando con la idea de que se halla al servicio del pueblo, y es posible que lo que esté haciendo sea perjudicial para el pueblo. Esto sucede de vez en cuando, y ha sucedido en la República Dominicana precisamente en el período a que se contrae este artículo. Ahora bien, puede afirmarse que cuando se dan esos casos de confusión, detrás de ellos hay razones de clases; a veces razones de clases muy ocultas, pero al fin y al cabo, razones de clases.
Por ejemplo, en la sociedad dominicana de mediados del año 1961 los líderes marxistas se dejaron convencer de que el problema que afectaba fundamentalmente al pueblo era de carácter político, cuando lo cierto era que para las grandes masas el problema fundamental era de tipo social. A lo que aspiraban esas grandes masas era a tener libertades sociales, no a tener libertades políticas. Para esas masas, la actividad política sólo tenía razón de ser si conducía a la conquista de un nivel social y económico más alto.

Los que deseaban y necesitaban libertades políticas eran aquellos que por privilegios clasistas tenían aseguradas de antemano las libertades sociales. Los líderes de la derecha que se formaron, o empezaron a formarse, a raíz de la muerte de Trujillo, no podían, naturalmente, luchar para que el pueblo conquistara libertades sociales, porque en la medida en que el pueblo conquistara ese tipo de libertades el sector privilegiado a que ellos pertenecían iría perdiendo privilegios, y no se conoce el caso de ningún sector social privilegiado que luche para quedarse sin esos privilegios. Lo que necesitaba ese sector eran libertades políticas para conquistar el poder a fin de confirmar y ampliar desde el poder esos privilegios; y naturalmente, era lógico que ese sector actuara así. ¿Pero era lógico que los líderes marxistas hicieran lo mismo? De ninguna manera. Si en el año 1961 había en la República Dominicana líderes obligados a llevar la lucha política al terreno social, y a mantenerla en ese terreno costara lo que costara (contra viento y marea, según dice el pueblo), esos eran los de los grupos marxistas.

Hablar de lo que hubiera podido suceder en un país si se hubieran dado tales y cuales circunstancias es una tontería, porque la historia se hace con hechos, no con suposiciones; pero podemos asegurar que en la República Dominicana estaría cantando otro gallo si los líderes marxistas hubieran levantado en el año 1961 la bandera de la lucha social en vez de levantar la de la lucha política; si en vez de acusar a los guardias de haber sido trujillistas les hubieran demostrado que el trujillismo los explotó en provecho del mismo grupo social al cual pertenecían los que estaban predicando un antitrujillismo de arranca pescuezos.

Por razones clasistas, el pueblo dominicano, mayoritariamente pequeño burgués, y sobre todo pequeño burgués de las capas más bajas de la pequeña burguesía, tenía al morir Trujillo una posición ideológica que lo inclinaba a la lucha social, y siguiendo esa fuerza social que él generaba por razones de clase, podía ser conducido a la lucha política, pero por una vía política que le garantizara las conquistas sociales que él buscaba; y era dudoso que nadie pudiera llevarlo a una lucha meramente política contra los llamados restos del trujillismo.

Los que pretendían que el pueblo fuera entonces a esa lucha política desconocían lo que Plejánov llama “la estructura interna” de una sociedad, en este caso, la de la sociedad dominicana de los años inmediatos a la muerte de
Trujillo. Una parte de ellos la desconocían porque entre ellos, que se hallaban en el punto más alto de la sociedad, y la gran masa bajo pequeño-burguesa había una distancia social que los separaba de una manera casi absoluta; y los líderes marxistas la desconocían porque siendo ellos como eran, en su mayoría, miembros de las capas más altas de la pequeña burguesía (la mediana y la alta), respondían cabalmente a las siguientes palabras de Marx, que aparecen en El 18 Brumario de Luis Bonaparte:“No hay que compartir la limitada concepción de que la pequeña burguesía tiene por principio querer hacer triunfar un interés egoísta de clase. Ella cree, por el contrario, que las condiciones particularesde su liberación son las condiciones generales fuera de las cuales la sociedad moderna no puede salvarse...”.

Los líderes marxistas dominicanos de origen pequeño burgués mediano y alto, que habían sufrido en carne propia el maltrato de la dictadura trujillista, creían que “las condiciones particulares de su liberación” requerían la aniquilación total de los restos del trujillismo, y creían que ésas eran también
“las condiciones generales fuera de las cuales la sociedad” dominicana no podía salvarse; y he aquí que por razones de clase absolutamente propias de su condición pequeño-burguesa, coincidían del pe al pa con los líderes de la derecha, que actuaban igualmente por razones de clase, pero de clase en su condición de miembros del sector más alto de los grupos explotadores del pueblo; coincidían con estos y junto con ellos predicaban un antitrujillismo de arranca pescuezos.
Pero no se crea que eso que les sucedía a los líderes marxistas no les sucedía también a muchos delPRD que pertenecían a la mediana y la alta pequeña burguesía. Tampoco esos líderes perredeístas llegaban a conocer “la estructura interna” de la sociedad dominicana; la ignoraban exactamente por las mismas razones que la ignoraban los otros. Y sucedía que como ignoraban “la estructura interna” de nuestra sociedad, creían que la dirección del Partido no estaba expresando la voluntad del pueblo. Para ellos, el pueblo sentía como ellos, pues “las condiciones particulares de su liberación” eran naturalmente las “condiciones generales” de la liberación de todos los dominicanos. ¿Y qué hacían los líderes perredeístas que pensaban así? Lo que hacían era luchar dentro del Partido, y especialmente en el seno de la dirección del partido, para que éste adoptara la misma línea política que tenían los cívicos, los catorcistas y los marxistas...
Entre los estudiosos de las ciencias sociales y políticas que tenemos en la República Dominicana hay algunos, y por ciertos autores de libros, que tienen ideas muy peregrinas acerca de lo que es un líder; de cómo se comporta un líder político dentro de su organización. Para esos señores, un líder es un energúmeno que se les impone mediante el terror a todos los miembros del partido en que ese líder figura. Para esas mentes simples, el líder da a luz una idea política en un momento de inspiraciones más o menos celestial (o diabólicas) y manda y ordena que todo el mundo lo siga; y esto es verdad, sobre todo, según piensan esos señores, en un partido como el PRD.

¿Es correcta esa manera de ver al líder?

No; no es correcta, y menos aún lo es en el caso del PRD, partido poli clasista, como todo partido de liberación nacional; pues allí donde hay representaciones políticas de varias clases sociales (y eso es lo que quiere decir la palabra
poli clasista), tiene que haber, y las hay, ideas diferentes; una idea, a lo menos por cada una de las clases representadas en el Partido. Por tanto, en un partido poli clasista no puede haber la dictadura de una clase sobre las demás; a lo sumo puede haber la dirección de una clase sobre las restantes, la de la clase que dirija la lucha de la liberación nacional; y dirección no significa en ningún caso imposición y mucho menos dictadura de una clase. En cierto sentido, un partido poli clasista de liberación nacional es, dentro de los límites de la organización, un ejemplo de dictadura con respaldo popular, puesto que en él todas las clases que lo forman (o para decirlo con más propiedad, todas las representaciones políticas de esas clases) suman sus fuerzas bajo una sola dirección sin que lo hagan bajo coerción, sino antes bien, de manera conscientemente voluntaria.

En un partido como el PRD el líder de más categoría debe tener presente en todas las circunstancias esa especialísima composición política de la organización, y en ningún momento puede proponer medidas que quiebren la unidad voluntaria y consciente de todas las fuerzas que hay en el partido, así como tampoco puede aconsejar que el partido se quede rezagado cuando esas fuerzas se mueven hacia adelante; y en la República Dominicana, país en el que ha habido cambios en “la estructura interna de la sociedad”, las fuerzas políticas reunidas en el PRD han avanzado y están avanzando mas allá de lo que se ve (lo cuantitativo) en el terreno de lo que no se ve (lo cualitativo).
Una de las funciones del líder en un partido como el PRD es precisamente mantener la cohesión de todas las corrientes que lo forman, lo que lo obliga a ser el que exponga en todos los casos la opinión más justa y la proposición más fácil de llevar a la práctica; tiene que ser el que exprese con más precisión y claridad la concepción de estrategia política más convincente para todos los sectores del partido y al mismo tiempo debe ser él quien proponga los procedimientos tácticos más oportunos. Pero si no logra hacer todo eso, entonces debe tener la capacidad necesaria para coordinar las ideas particulares de cada sector de los que forman el partido, y elaborar con ellas una proposición que las contenga a todas.

Es probable que en partidos como el PRD haya a menudo, si no siempre, radicales de derecha y de izquierda que combatan por un extremo y por el otro cualquiera posición; y esos radicales entrarán más tarde o más temprano en conflicto con el líder; y a éste le tocará saber muy bien, muy al dedillo, si esos radicales representan realmente fuerzas dentro del partido o si sólo se representan a sí mismos; porque si representan sectores sociales, una ruptura con ellos será, de hecho, una ruptura con los sectores o las clases a quienes ellos representan; y este tipo de ruptura tiene una importancia política dada; no es la simple expulsión de un individuo de las filas del partido; es algo más, es un divorcio con un sector social.

 En el año 1961 y en los primeros meses del año 1962, los dirigentes perredeístas partidarios de que la lucha se mantuviera en el terreno político y no en el social, representaban a los sectores de derechasque había en el PRD; no eran extremistas que sólo se representaban a sí mismos. Estos aparecieron más tarde.

 ¿Por qué es probable que en un partido como el PRD haya a menudo, si no siempre, radicales de derecha y de izquierda que combaten por un extremo y por la otra cualquier proposición?

Eso sucede a causa de “la estructura interna” de la sociedad dominicana. El predominio de la pequeña burguesía en nuestro país, y dentro de la pequeña burguesía el de las capas que componen la baja pequeña burguesía, lanza hacia la vida política, con la fuerza de una catapulta, a gentes que resultan radicalizadas por la desesperación con que desean resolver sus problemas vitales; y esas personas lo mismo escogen la vía de la revolución a ultranza, la revolución que debe ser hecha aquí y ahora, no mañana, que la vía del servicio a los sectores de la extrema derecha.

Los bajos pequeños burgueses pobres y muy pobres, que
son abundantes en la sociedad dominicana, pasan con suma
facilidad a ser lumpen-proletarios, y como tales lumpen-proletarios
no representan social o políticamente a nadie, pero
causan impresión en mucha gente por su audacia y su agresividad;
tienen condiciones de líderes para acciones inmediatas, de manera que podrían ser, y lo son, excelentes ejecutantes y buenos tenientes, y si caen bajo influencias de otras organizaciones producen perturbaciones en el partido. Los que escogen la vía de la revolución aspiran a que el partido pase a ser un partido mono clasistadel proletariado, y dentro de los partidos del proletariado, maoísta, y dentro de los partidos maoístas, más radical que todos los conocidos; y otros querrían que el partido se pusiera al servicio de la oligarquía o se dedican ellos mismos a trabajar para la oligarquía dentro de las filas del partido en condición de voceros o propagandistas de los círculos de derechas. Hay casos en que los dirigentes que se pasan a otras fuerzas (y esto sucede casi exclusivamente con los que se pasan a fuerzas de derechas) no proceden de la baja pequeña burguesía y son personas que ejercen la actividad política como una profesión que debe proporcionarles bienestar económico. El pueblo dominicano conoce los nombres de algunos dirigentes importantes del PRD que han tenido que salir del partido o han sido expulsados de sus filas, unos por sus tendencias derechistas y otros por su revolucionarismo a ultranza.

Presionado de un lado y del otro por los que desearían que el partido se pusiera al servicio de la oligarquía y por los que querrían lanzarlo a una guerra de guerrillas sin perspectivas de triunfar, el liderazgo del partido tiene que actuar como el buen boyero que debe mantener en una misma línea a dos bueyes; que no se le adelante el uno y que no se le atrase el otro, y que los dos juntos avancen a un paso más lento que lo que desea el buey desesperado, pero más rápido que lo que quiere el buey cansado.

Hay casos en los que no se puede llegar al extremo de la expulsión; casos que se conocen en la intimidad de la alta dirección del partido, de líderes regionales o locales que titubean desde el punto de vista ideológico y que mantienen una conducta poco regular en sus relaciones privadas, a los cuales se les amonesta pero no se les expulsa porque la alta dirección sabe que esos dirigentes son inestables e inseguros en ciertos aspectos, pero sabe también que según lo han probado en años de militancia, no llegarían nunca a la traición. Y la existencia de dirigentes de esas condiciones forma parte de la realidad dominicana, de lo que Plejánov llamó “la estructura interna de la sociedad”, en este caso concreto, de nuestra sociedad.

En una organización política del tipo del PRD están resumidas todas las tendencias ideológicas de las clases y las capas sociales, y hasta de sectores de clases y de capas, que luchan contra el poder de la oligarquía nacional y su dependencia del poder extranjero; y esa naturaleza compleja del partido determina, como es natural, la manera de actuar de los líderes de la organización. La opinión general es la de que el líder hace el partido a su imagen y semejanza, como dicen que hizo Dios al hombre; pero en sus actividades diarias los líderes del PRD han aprendido que eso no es así; que el partido hace a sus líderes en la misma medida en que estos hacen el partido y líderes y partido se hacen como una unidad al mismo tiempo y mientras llevan a cabo la tarea de crearse a sí mismos. Quizá esto no suceda exactamente como ha quedado dicho en el caso de partidos monoclasistas, como son los partidos comunistas, pero aun tratándose de partidos comunistas, no pueden escapar totalmente a lo que se ha dicho porque no pueden existir en un vacío en el cual no operen las leyes de la dialéctica.
Para que se forme un partido político es absolutamente indispensable que uno o más líderes hayan propuesto al pueblo líneas políticas que una parte del pueblo, por lo menos, oiga y acepte y siga. Así pues, los líderes de un partido resultan ser líderes o quedan convertidos en líderes en la medida en que una parte del pueblo, una clase o una alianza de clases siguen sus orientaciones.
De lo que acaban ustedes de leer hay un buen ejemplo en la historia más reciente de nuestro país: a raíz de la muerte de Trujillo vinimos a la República Dominicana unos cuantos líderes del PRD, todos desconocidos de la gran mayoría del pueblo.
Al país no llegó un partido; llegaron sólo unos pocos dirigentes políticos; y sin embargo año y medio más tarde una enorme mayoría de dominicanos votaban por el programa que les habían propuesto esos pocos dirigentes del PRD; escogieron y siguieron ese programa a pesar de que se les propusieron muchos, algunos parecidos y otros opuestos al del PRD.
Ese ejemplo demuestra que todo partido político existe en la conciencia de una parte del pueblo antes aun de que se forme, y a menudo sin que esa parte del pueblo haya sabido que ella tenía las ideas de ese partido, pues vino a identificarlas como suyas cuando las oyó expuestas por los líderes de ese partido. Ese ejemplo demuestra también que un partido político tiene seguidores activos tan pronto aparece el grupo de dirigentes o líderes que sabe proponerle a la parte del pueblo que va a seguirlos el programa de acción o las ideas que esa parte del pueblo está deseando oír o está esperando compartir. El líder, pues, es aquel que expresa lo que el pueblo piensa y siente pero no puede expresar; y si es así, no hay ni puede haber líder si no hay una parte del pueblo que comparta lo que él piensa y siente, y en consecuencia, los partidarios y el o los líderes son igualmente importantes en la formación de un partido; unos no tendrían existencia social sin los otros. (Uno o más líderes no tienen necesariamente que formarse a base de proponerle al pueblo líneas o tesis políticas o programas de acción. Hay ocasiones en que uno o más líderes se forman actuando; y tal fue el caso, por ejemplo, de Francisco Alberto Caamaño, que saltó del casi anonimato al liderazgo gracias a la acción militar que encabezó en los días de la Revolución de Abril).

La “estructura interna” de la sociedad dominicana exige del líder condiciones especialísimas, que con toda seguridad no tienen que reunir los líderes de los países desarrollados. Todos los días, y a menudo varias veces al día, al líder dominicano se le presentan problemas que en otros países no tendrían la menor conexión con la actividad política, pero que aquí la tienen. Ya es el caso de un enfermo que debe ser operado de urgencia y sucede que ni él ni sus familiares tienen los medios para operarlo; ya es el de un niño que no tiene libros con qué estudiar y hay que buscárselos; ya es el de un muerto para el que hace falta un ataúd, o el de una mujer del pueblo cuyo hijo ha desaparecido y solicita que se le haga aparecer de cualquier manera. Ante cada uno de esos problemas, el líder dominicano tiene que inventar soluciones, y tiene que inventarlas súbitamente, con la velocidad de un relámpago. Con igual rapidez tiene que inventar soluciones de otro tipo; por ejemplo, consignas políticas, salidas para crisis de tipo táctico. De cada cien soluciones, noventinueve tienen que ser ofrecidas instantáneamente, sobre la marcha, porque “la estructura interna de la sociedad” dominicana, que está determinada por un débil desarrollo de las fuerzas productivas que deja fuera de los beneficios de la producción a la mayoría del pueblo, no les concede a las gentes necesitadas ni siquiera el beneficio del tiempo; no disponen de tiempo para esperar porque el tiempo para ellas significa un vacío que sólo se llena con sufrimientos, con hambre y con desolación. Desde luego, en un país donde el desarrollo de las fuerzas productivas es escaso toda la superestructura social se halla condicionada por ese hecho. Plejánov le dedica varios párrafos
a ese punto de las actividades de un dirigente político; por ejemplo, cuando dice que “Cualquiera que sean las particularidades de un determinado individuo, éste no puede eliminar unas determinadas relaciones económicas cuando éstas corresponden a un determinado estado de las fuerzas productivas”  O cuando dice que “hay que reconocer que la causa determinante y más general del movimiento histórico de la humanidad es el desarrollo de las fuerzas productivas, que son las que condicionan los cambios sucesivos en las relaciones sociales de los hombres. Al lado de esta causageneral obran causas particulares, es decir, la situación histórica en la cual tiene lugar el desarrollo de las fuerzas productivas de un pueblo dado y que a su vez, y en última instancia, ha sido creada por el desarrollo de estas mismas fuerzas en otros pueblos, es decir, por la misma causa general”  
El escaso desarrollo de las fuerzas productivas de nuestro país impone límites en el quehacer político. No podemos ir más allá del punto adonde podría llegar en este momento la sociedad dominicana si ésta sigue sirviéndose de las fuerzas productivas actuales. Pero los líderes políticos conscientes saben que una sociedad cualquiera vive en evolución permanente; saben que nada es estático; saben que aun si la sociedad dominicana no evolucionara (cosa imposible), está en evolución perpetua el mundo que nos rodea, y esa evolución implica un cierto grado de evolución aquí. Un aumento en el consumo del azúcar a nivel mundial significará de manera ineludible una variación en las condiciones de la economía dominicana, y esa variación repercutirá de una manera o de otra en la vida del país. Si se sabe eso, naturalmente, hay que prepararse para influir en los cambios que la sola existencia de la República Dominicana hace inevitables. Eso lo dice Plejánov con estas palabras: “... si yo sé en qué sentido se modifican las relaciones sociales en virtud de determinados cambios en el proceso social y económico de la producción, sé también en qué sentido se modificará a su vez la psicología social; por consiguiente, tengo la posibilidad de influir sobre ella. Influir sobre la psicología social es influir sobre los acontecimientos históricos. Se puede afirmar, por lo tanto, que, en cierto sentido, yo puedo, con todo, hacer la historia, y no tengo necesidad de esperar hasta que la historia se haga”.  Sustitúyase en esas sentencias el yo que usa Plejánov por la  palabra líder o por los líderes y se tendrá una idea clara de lo que he querido decir al escribir que “hay que prepararse para influir en los cambios que la sola existencia de la República Dominicana hace inevitable”.

Un líder es un dirigente; tiene la responsabilidad de dirigir a una parte del pueblo, asistido por otros líderes, y tiene la obligación, como dice F. V. Konstantinov (“La personalidad en la Historia”, en El Materialismo Histórico, Editorial Grijalbo, S. A. México, D. F. 1966, pp.285-90) de “comprender mejor
que los otros la situación histórica, captar el sentido de los acontecimientos, tener conciencia de cómo van madurando las necesidades de la vida social, ver más allá que los demás, abarcar con mayor amplitud que otros el campo de la realidad histórica”. Es posible que no pueda satisfacer todos esos requerimientos, pero debe satisfacer algunos de ellos; y si entre ellos está el de tener “conciencia de cómo van madurando las necesidades de la vida social”, podrá servirle a su país mucho mejor que los líderes que carecen de los conocimientos y la sensibilidad indispensables para tener esa conciencia.
La función del líder, en un partido y en su país, es dirigir; pero el que dirige orienta y al mismo tiempo guía; orienta al pueblo y guía a sus partidarios. El líder guía a sus partidarios a través de otros líderes, que son en los hechos representantes políticos de la clase o de las clases sociales que actúan en su partido. Si esas clases son las que explotan al pueblo, la función del líder viene a ser la del traidor; si son las explotadas, la función del líder es encabezar la lucha por su liberación.

28 de julio de 1972.

martes, 29 de octubre de 2013

Bosch quedó maravillado con Corea del Norte

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BOSCH: Fui al Asia y Sudeste Asiático a buscar la Verdad (1969).

VIAJE A LOS ANTÍPODAS (Publicado en la revista ¡Ahora!, Nº 326 del 9 de febrero de 1970.)


“Durante años y años creí que políticamente la Verdad se hallaba en la llamada democracia representativa, pero sucedió que cuando el pueblo dominicano se lanzó a morir por esa democracia que yo, entre varios pero quizá más que muchos, le había enseñado a buscar, la tal democracia representativa sacó de sus entrañas la putrefacción, el crimen, la mentira, el abuso”


“vi a la soldadesca norteamericana llegar a Santo Domingo armada hasta los dientes para bombardear a la ciudad más vieja de América, para aniquilar el impulso creador de nuestro pueblo y para exterminar, como se hace con las fieras, a los luchadores democráticos dominicanos; vi a la República desamparada, engañada por los organismos internacionales y traicionada por la OEA”

La dignidad y bravura del hombre Quisqueyano se puso a prueba en el abril cuando la patria fue agredida por la botas invasoras. Aquí, en esta fotografía,un dominicano, se enfrenta a puños limpios a un soldado Yanqui que intenta agredirlo. 

“he visto morir dominicanos día tras día desde el momento en que desembarcaron en el país los primeros infantes de marina del señor Trujijohnson hasta el momento en que escribo estas líneas, ya a punto de terminar el año de 1969, a pocos meses de cumplirse los cinco años de la intervención norteamericana. Así, la mentira y el crimen aplicados y desatados por la llamada democracia representativa yanqui en Santo Domingo no fueron el resultado de un error momentáneo; fueron y siguen siendo la obra sistemática de todos los días”

“a partir del 28 de abril de 1965 comencé a estudiar cuidadosamente la historia de los Estados Unidostal como es y no como la cuentan los norteamericanos; comencé a darme cuenta de que ese país gigantesco y poderoso tiene una antigua tradición de engaños y una capacidad asombrosa para mentirle al mundo”

Los países del Asia están geográficamente en el lado del mundo opuesto a la República Dominicana, y además, tres de los cuatro que visité en los meses de octubre y noviembre de 1969 son, en el orden político, el polo opuesto de Santo Domingo; así, para nosotros los dominicanos Corea del Norte, China y Vietnam del Norte representan con toda propiedad nuestros antípodas, porque la palabra antípoda quiere decir eso: lo que se halla en el lado de la Tierra opuesto a nosotros, y además lo que representa algo totalmente distinto de lo que somos.

¿Por qué he viajado a los antípodas geográficos y políticos de nuestro país?

Aunque la respuesta a esa pregunta podría ser larga y complicada, voy a tratar de hacerla corta y clara: Fui al Asia y al Sudeste Asiático a buscar la Verdad.

Durante años y años creí que políticamente la Verdad se hallaba en la llamada democracia representativa, pero sucedió que cuando el pueblo dominicano se lanzó a morir por esa democracia que yo, entre varios pero quizá más que muchos, le había enseñado a buscar, la tal democracia representativa sacó de sus entrañas la putrefacción, el crimen, la mentira, el abuso. Yo oí al presidente de los Estados Unidos, país líder de la tal democracia representativa, mentir como sólo mienten los seres más abyectos; oí a él y a senadores, diputados, altos personajes y a la radio oficial de los Estados Unidos acusar a la revolución democrática del pueblo dominicano de criminal y salvaje; vi a la soldadesca norteamericana llegar a Santo Domingo armada hasta los dientes para bombardear a la ciudad más vieja de América, para aniquilar el impulso creador de nuestro pueblo y para exterminar, como se hace con las fieras, a los luchadores democráticos dominicanos; vi a la República desamparada, engañada por los organismos internacionales y traicionada por la OEA; la vi atropellada por soldados latinoamericanos, enviados a nuestro país para justificar el crimen de los Estados Unidos, que habían violado tratados hemisféricos y no querían ni podían quedarse solos ante la conciencia del mundo como autores de esa violación; he visto morir dominicanos día tras día desde el momento en que desembarcaron en el país los primeros infantes de marina del señor Trujijohnson hasta el momento en que escribo estas líneas, ya a punto de terminar el año de 1969, a pocos meses de cumplirse los cinco años de la intervención norteamericana. Así, la mentira y el crimen aplicados y desatados por la llamada democracia representativa yanqui en Santo Domingo no fueron el resultado de un error momentáneo; fueron y siguen siendo la obra sistemática de todos los días.

Valientes Mujeres Quisqueyanas se enfrentan a los soldados americanos en una marcha protesta por los atropellos por parte de la soldadesca americana contra el pueblo. 

Si alguien en quien tuvimos fe nos sorprende mostrándonos de manera inesperada lo que es en verdad y no lo que había simulado ser, empezamos a poner en duda todo lo que habíamos estado creyendo de él hasta entonces; y eso me sucedió a mí. Así, a partir del 28 de abril de 1965 comencé a estudiar cuidadosamente la historia de los Estados Unidos tal como es y no como la cuentan los norteamericanos; comencé a darme cuenta de que ese país gigantesco y poderoso tiene una antigua tradición de engaños y una capacidad asombrosa para mentirle al mundo; ha hallado la forma de atropellar de la manera más brutal a los pueblos débiles y presentar esos atropellos como si fueran grandes y costosos esfuerzos para liberarlos de males infernales y para defender la libertad humana. Cuando los libros de historia me convencieron de que los Estados Unidos no son lo que sus propagandistas dicen que son, sino todo lo contrario, me dije a mí mismo que esos libros podían ser en fin de cuentas obras de fanáticos antiyanquis y que mi deber era comprobar los hechos sobre el terreno; y visto que la prensa, la televisión, la radio y la mayor parte de los medios de comunicación norteamericanos tienen años y años presentando al mundo socialista como el espejo de la esclavitud, el atraso y la miseria, fui a visitar Yugoeslavia y Rumanía. Allí, en Yugoeslavia y Rumanía comprobé que de cada mil palabras sobre los países socialistas que se escriben en los Estados Unidos, novecientas noveintinueve son mentiras, y llegué a la conclusión de que el empeño que ponen los yanquis en hacer que los gobiernos sirvientes de América Latina persigan como a un criminal al que viaja a los países socialistas tiene un fin, el de evitar por medio de la violencia que los pueblos de América Latina se enteren de que la propaganda norteamericana contra esos países se basa en la mentira y sepan que cualquiera de ellos tiene un grado de desarrollo y bienestar, y sobre todo de justicia social, incomparablemente más alto que el de los latinoamericanos. Yo, que no soy comunista y por eso mismo no estoy obligado en ningún sentido ni por ninguna razón a defenderlos, lo afirmo categóricamente ante el pueblo dominicano, y digo a conciencia, con la mano puesta en el corazón, que de cada diez verdades sobre los países comunistas que dice un yanqui, dice al mismo tiempo, y con la mayor tranquilidad, noventa y nueve mil novecientas noventa mentiras.


La mentira es una parte tan importante en la vida norteamericana que sus historiadores, escritores, ensayistas, periodistas y funcionarios mienten hasta sin darse cuenta. Unas veces mienten directamente y otras de manera indirecta; unas veces dicen lo que no es verdad y otras veces se callan la verdad. Y esto lo hacen no sólo cuando hablan de otros países sino también cuando hablan del suyo; no sólo cuando se refieren a hechos actuales sino también cuando se refieren a hechos históricos. Por ejemplo, hace algo así como año y medio el ex embajador Crimmins respondió a una carta del PRD y en esa carta afirmó que los Estados Unidos son un país que se ha desarrollado pacíficamente, mediante la sola aplicación de las leyes; y recientemente el sucesor del Sr. Crimmins ha repetido lo que éste había dicho.


Pues bien, ni el señor Crimmins ni su sucesor dijeron la verdad, y yo me permito poner en duda que los embajadores norteamericanos ignoren la historia de su país. Claro que la conocen, pero la deforman para presentar a su país ante el pueblo dominicano como no es y como nunca ha sido. Al contrario de lo que han dicho los dos embajadores, los Estados Unidos han tenido revoluciones sangrientas, de las más sangrientas que ha conocido la Humanidad; en una de ellas murieron miles y miles y miles de hombres y mujeres, desde civiles y soldados hasta el presidente de la república; ciudades enteras fueron destruidas a cañonazos y se combatió ferozmente durante cuatro años. ¿Cómo es posible que el señor Crimmins y su sucesor pretendan hacernos creer que la fabulosa matanza de 1861-1865 no existió? ¿Y saben los dominicanos por qué no mencionan los señores embajadores esa hecatombe? Pues porque los norteamericanos le cambiaron el nombre; en vez de revolución pasaron a llamarle “guerra de secesión”. Pero fue una revolución provocada por los dueños de esclavos del Sur, que se levantaron en armas cuando creyeron que el gobierno de Lincoln iba a decretar la libertad de los esclavos. Lincoln no pensaba hacer eso, pero él representaba a los industriales del Norte, que para poder vender sus máquinas necesitaban que desapareciera la esclavitud en el Sur, puesto que los esclavos no estaban capacitados para manejar maquinarias y esto tenían que hacerlo obreros asalariados; y como Lincoln representaba a esos industriales, los esclavistas creyeron que iba a poner en peligro su “sagrado derecho” a ser propietarios de hombres.

Además de la revolución de la independencia y de la llamada “guerra de secesión”, los Estados Unidos han conocido y sufrido revoluciones larvadas que han producido millares y millares de víctimas, entre ellas varios presidentes de la república asesinados. Y ahora mismo, ¿qué está sucediendo con los negros de los llamados “ghettos” y con los “panteras negras”, a quienes cazan a balazos todos los días? Por último, los Estados Unidos han evitado más revoluciones dentro de sus fronteras mediante el método de proyectar sus crisis y su violencia hacia el mundo exterior, pues se trata de un país que ha vivido agrediendo a otros pueblos desde antes de nacer como república. Cuando todavía no eran independientes, los yanquis hacían matanzas memorables de indios americanos para quedarse con sus tierras, y siguieron haciéndolas hasta fines del siglo pasado(IX); después de independientes, arrebataron las Floridas a España y le quitaron a México más territorio del que ocupa hoy esa nación; se quedaron a cañonazos con Puerto Rico; se quedaron con Hawai y la Zona del Canal de Panamá; partieron en dos a Colombia y hoy tienen sus tropas establecidas en Corea del Sur y en Vietnam del Sur, dos países inventados por ellos a costa de la unidad de los viejos pueblos de Corea y de Vietnam, así como inventaron en Formosa una China nacionalista sustraída de la China continental e inventaron en Santo Domingo el llamado gobierno de reconstrucción nacional para mantener dividido al pueblo dominicano.

Un humilde hombre del pueblo pide a un soldado Yanqui Invasor dejarlo pasar para llevar a su niño herido a la Cruz Roja luego de un ataque indiscriminado por las tropas invasoras a la indefensa población civil. 

Pero el embajador norteamericano no se atiene a decir lo que no es verdad en el caso de su país; va más allá y afirma que Inglaterra se ha desarrollado también sin violencias. ¿Sí? ¿Y qué cuenta la historia inglesa? ¿O son invenciones de novelistas las sangrientas revoluciones de 1648 y 1688, para mencionar sólo las del siglo XVII? Quien le cortó la cabeza a Carlos I en 1649 no fue un cirujano que quería devolverle la salud; fue el verdugo que le aplicó la pena de muerte votada por el Parlamento; y las ruinas de las iglesias que se ven en algunos lugares de Inglaterra no se deben a los maltratos del tiempo, sino a los hombres de Oliverio Cromwell, que las saquearon y las quemaron en los días de la revolución de 1648.

Esa necesidad de ocultar la verdad, ¿es acaso una deformación sicológica que se ha propagado, como una epidemia, entre los norteamericanos?


Pues no señor; no se trata de una deformación sicológica. Hubo una época en que los yanquis estaban orgullosos de sus revoluciones y hablaban de ellas con entusiasmo, pero ahora necesitan hacerles creer a los pueblos pobres como el dominicano y los de la América Latina que las revoluciones son un gran pecado, algo muy malo, algo que no debe hacerse nunca, y para decir eso tienen que arrancar de la historia de su país, de Inglaterra y de otros lugares, todas las páginas que se refieran a sus revoluciones; necesitan presentarse como libres del pecado revolucionario para poder reclamar de otros que no lo cometan.

¿Y cuál es la causa de esa actitud? ¿Por qué los norteamericanos, que hicieron revoluciones sangrientas, sin las cuales no habrían podido desarrollarse ni económica ni política ni socialmente, fueron entonces partidarios de revoluciones y ahora son enemigos de ellas?

Porque aquellas revoluciones inglesas y norteamericanas de los siglos XVII, XVIII y XIX fueron hechas por las masas de los pueblos de Inglaterra y los Estados Unidos para entregarles el poder a las minorías capitalistas de sus respectivos países, y las revoluciones que se hacen ahora en el mundo tienen la finalidad de establecer en el poder a las masas, no a las minorías capitalistas. En el caso concreto de la República Dominicana, la revolución se hará para desmantelar el Frente Oligárquico, que es el instrumento de que se valen los Estados Unidos para gobernar nuestro país a su antojo, y los señores embajadores norteamericanos pretenden hacerle creer al pueblo de Santo Domingo que la revolución es innecesaria, que en Norteamérica y en Inglaterra jamás hubo revoluciones, que los que tienen hambre deben esperar su oportunidad para comer, aunque haya que ir a servirles la comida al cementerio. Al tomar el poder, lo primero que harán las masas dominicanas y las de todos los países pobres del mundo —con los de la América Latina a la cabeza, desde luego— será tomar posesión de lo que es legítimamente suyo, de lo que se halla en su tierra y de lo que ha sido creado con el trabajo de sus hijos; es decir, procederán a nacionalizar las empresas norteamericanas. Y como eso significa que los millonarios norteamericanos dejarán de seguir recibiendo los dólares que sacan de nuestros países, hay que evitar por todos los medios que hagamos revoluciones. Esa es la razón de esas mentiras. Hay que engañar a nuestros pueblos haciéndoles creer que las revoluciones son pecados mortales, obra del demonio comunista, crímenes horrendos contra la libertad, y si los pueblos creen eso y se mueren de hambre, allá ellos con sus miserias; que se los lleve quien los trajo, porque eso no le quita el sueño a ningún ricacho norteamericano.

Pero sucede que el mentiroso y el cojo no llegan lejos. La red de mentiras con que los Estados Unidos tienen envuelto al mundo está destruyéndose rápidamente. En la América Latina la destruyó la invasión militar de Santo Domingo; en el resto del mundo la ha destruido la incalificable guerra de agresión a Vietnam. Por otra parte, el ser humano busca instintivamente la verdad, y cuando da con ella siente la necesidad de transmitírsela a otros. Como a cualquiera persona, a mí me sucede eso; pero ocurre además que tengo una responsabilidad ante el pueblo dominicano, la de ayudarle a disipar las sombras de la mentira en que quieren sumirlo a fin de que vea claramente por dónde va el camino hacia la libertad, la justicia social y el bienestar. Si al visitar Yugoeslavia y Rumanía comprobé que las mentiras que se dijeron sobre la Revolución de Abril eran iguales a las que se decían de esos dos países, ¿no era natural que me dijera a mí mismo que igual debía suceder en el caso de Corea del Norte, de China y de Vietnam? ¿Y no era lógico, en consecuencia, que aceptara las invitaciones que se me hicieron para visitar esos países

Aquí digo lo que vi, sin la menor deformación. Lo que digo es el resultado de mis observaciones; no es propaganda de partidos ni de gobiernos. Y lo escribo para servir al pueblo dominicano; para que éste conozca la verdad y juzgue por sí mismo, no a base de las mentiras que le sirven los que tienen interés —y ganan dinero al hacerlo— en mantenerlo confundido.

Este breve resumen de un viaje a los antípodas comienza por:

La República Democrática de Corea

La historia escrita de Corea tiene miles de años, de manera que la lengua de sus pobladores es vieja. En esa lengua, que ya se hablaba cuando todavía no se había formado Roma, Corea se llama “el país de los amaneceres luminosos”. Hubiera podido llamarse también “el país de la gente que sonríe”, porque el coreano reacciona ante cualquier estímulo con una sonrisa franca; pero yo recordaré siempre a Corea como “el país de los niños alegres”. Kim Il Sung, el padre…. de la patria, dijo una frase que es a la vez profunda y conmovedora; dijo: “En Corea, el niño es ley”. Tómese esa frase por dondequiera y como quiera, y el resultado será siempre uno: El pueblo coreano está dedicado a sus niños; vive y muere, trabaja, lucha y crea por sus niños. De alguna manera, con esa extraña sensibilidad que tienen los niños en todas partes, los de Corea se dan cuenta de eso, porque donde ellos están —sea en la escuela, en las calles, en los parques—, sus risas y sus gritos de júbilo dan la impresión de una enorme pajarera colmada de cantos. En mis años, que no son pocos, jamás había visto nada igual.


Kim Il Sung sabía lo que decía al afirmar que en Corea el niño es ley, pues los países perduran en la medida en que sus ciudadanos los amen y los defiendan, y los niños de hoy serán los ciudadanos de mañana. El mismo Kim Il Sung era apenas algo más que un niño cuando a los trece años de edad comenzó a cumplir misiones de los grupos de patriotas que estaban luchando contra los japoneses —que habían ocupado el país en 1910—, y se hallaba en la flor de la vida cuando hacia 1932, acabando de cumplir los veinte años, inició la guerra de guerrillas por la liberación de Corea.

“¿Cuántos eran sus hombres en ese momento?”, le pregunté, entre cucharada y cucharada de una sabrosa sopa coreana que él mismo me servía con la naturalidad conque se comporta alguien con un hermano.

Kim Il Sung sonrió. Como todos sus compatriotas, es de sonrisa fácil y expresiva. Pero en esa ocasión la sonrisa del líder de Corea quería decir muchas cosas; quería decir, según me pareció: “Usted no va a creerlo”.

“Dieciocho”, dijo.

¿Y por qué no debía yo creerlo? ¿No se había quedado Fidel Castro con sólo doce seguidores poco después de haber desembarcado al pie de la Sierra Maestra? Fidel Castro había bajado de la Sierra, convertido en vencedor, a los dos años de haber subido a ella, y Kim Il Sung estuvo guerrilleando trece años, y los dos tomaron el poder al cumplir los treintidos. ¡Extraña similitud de destinos entre el líder de un viejo pueblo oriental y el de un pueblo nuevo del Caribe! Pero si el destino de Kim Il Sung y el de Fidel Castro se parecen, en cambio el de Corea y el de Cuba son distintos, porque a Corea le ha tocado ser uno de esos países a los que Norteamérica les ha aplicado la fórmula que ensayó con Colombia en Panamá, la de dividir las naciones y de cada una hacer dos: dos Coreas, dos Chinas, dos Vietnam. A lo mejor, en esa historia de país dedicado a dividir pueblos hallaron los negros norteamericanos la idea de dividir ellos a su vez a los Estados Unidos en una nación para los blancos y otra para los negros.

Corea quedó liberada en agosto de 1945 y el día 15 de ese mes fue proclamada república bajo un gobierno encabezado por el joven que había estado trece años dirigiendo las guerrillas antijaponesas, esto es, por el mismo Kim Il Sung de quien vengo hablando. Unas semanas después de establecida la república, los norteamericanos desembarcaban en el sur al mando de Douglas MacArthur, y éste proclamaba, con su conocida arrogancia: “… Todos los poderes del gobierno sobre el territorio de Corea, al sur del paralelo 38 de latitud Norte, y sobre el pueblo que lo habita, serán… ejercidos bajo mi autoridad”; y fue así como Corea, un país con más de tres mil años de historia escrita, quedó cercenado como un cuerpo al que le cortan la mitad.

Cinco años después de eso comenzó el ataque norteamericano contra Corea del Norte. Al cabo de tres años de guerra, todas las ciudades coreanas habían sido destruidas, o dicho con más propiedad, habían sido demolidas por los bombardeos yanquis. Dieciséis años después, ningún extranjero que visite el país verá las huellas de esa destrucción masiva, pues una por una, todas las ciudades han sido levantadas otra vez, y aun-que cualquiera se da cuenta de que son nuevas porque sus avenidas están trazadas y sus edificios concebidos según los conceptos característicos de la arquitectura más moderna, parece que tienen siglos de habitadas, porque a primera vista se nota que entre sus habitantes y ellas hay esa coherencia y esa intimidad que son propias de las ciudades antiguas.

Debido a que en los años de la vida de Kim Il Sung su país pasó de colonia a república, y en la lucha para hacer ese cambio él fue durante trece años el líder de la resistencia patriótica; debido a que a causa de su papel como líder de la resistencia él pasó automáticamente a ser el jefe del primer gobierno libre de Corea; y dado que debido al ataque norteamericano las ciudades del país quedaron demolidas y fueron reconstruidas bajo ese gobierno del antiguo guerrillero, la historia de la república de Corea y su renacimiento se ha confundido con la de Kim Il Sung. Decir Corea del Norte es, pues, decir Kim Il Sung; o si se prefiere expresado al revés, Kim Il Sung es Corea del Norte. Mi impresión es que para los coreanos no hay diferencia alguna entre el país y su líder, y que ellos se imaginan a Kim Il Sung como una parte esencial de Corea y a Corea como una obra de Kim Il Sung.

Esa identidad entre líder y país es un fenómeno poco común en la historia humana, y gracias a ella el poder de Kim Il Sung va más allá del campo político y alcanza una calidad que no puede ser apreciada fácilmente; no es un poder que descansa en la autoridad, en el terror, en el carisma del líder, en los bienes que éste distribuye. Nada de eso. Es algo más profundo. Para el pueblo coreano, Corea y Kim Il Sung son una sola y misma cosa.

Ese hombre que es a la vez su pueblo se presenta de improviso en una escuela de párvulos, se sienta en un pupitre y comienza a hacer preguntas como otro escolar; o se va al campo y se pone a vivir en una cooperativa para ayudar a los campesinos en su trabajo. Héctor Aristy y yo estábamos alojados en una residencia que tiene el gobierno para sus huéspedes y se suponía que antes de irnos de Corea visitaríamos a Kim Il Sung, y sucedió lo contrario: una mañana Kim Il Sung se presentó en la residencia, comenzó a hablar conmigo y se quedó a comer con nosotros. Como yo estaba a su derecha en la mesa, él mismo me servía la comida. Iba vestido con la sencillez característica de los líderes socialistas de Asia: un traje simple, pantalón y chamarra negros, y una gorra de tela, de ésas que en Santo Domingo no usaría un campesino porque le parecería pobre. Lo que hablamos en más de tres horas de conversación fue mucho, variado y bueno, y me sorprendió lo bien informado que está acerca de América Latina y sus problemas. Pero también tiene a flor de labios las estadísticas de su país.

“En comparación con 1948, hasta 1967 la producción industrial de Corea había aumentado 22 veces, y la fabricación de maquinarias, 100 veces, a pesar de la guerra; en 1946, la proporción de la industria en el Producto Nacional Bruto era de 28 por ciento y en 1964 era de 75 por ciento; en 1965, la producción de tejidos había aumentado 195 veces en comparación con la de 1944; en ese año de 1944, la producción de tejidos per cápita era de 14 centímetros y en 1965, de 25 metros”.

Todo eso lo dijo de un tirón, a pesar de que las comparaciones son tan dispares en lo que se refiere a los años que es difícil retenerlas en la memoria. De todos modos, no era necesario que lo dijera, pues el que visita Corea del Norte se da cuenta inmediatamente de que es un país con un desarrollo económico vertiginoso. Los que conocen Alemania del Este dicen que es el país cuya economía crece más de prisa en el campo socialista. Yo no he estado en Alemania del Este, pero me asombraría que su ritmo de crecimiento superara al de Corea. Corea produce el 98 por ciento de lo que consume, desde maquinaria pesada hasta fósforos, y lo que consume es mucho a juzgar por el nivel en que vive el pueblo.

La totalidad de las familias usa electricidad. Por la vivienda se paga sólo 57 centavos por cada 100 pesos de salario, de manera que la persona que gane, digamos, 200 pesos, paga 1 peso y 14 centavos. Actualmente está construyéndose una casa para cada familia campesina, y ya hay 600 mil familias campesinas con casas nuevas. Todo lo que se refiere a medicinas, médico, hospital, operaciones y tratamiento es gratuito y según pude ver visitando hospitales, el servicio es como para tutumpotes de nuestro país. La cuarta parte de la población está estudiando en 9,260 establecimientos escolares y no hay un solo analfabeto; el teatro, el ballet y el circo —que es muy popular en el país— son de primera categoría; su cine y su televisión, excelentes.


Corea tiene que destinar una suma enorme al mantenimiento de sus fuerzas armadas, lo que se explica porque vive esperando de un día a otro el ataque norteamericano. A eso se debe que la parte más importante de su industria pesada —y según algunos, toda su industria de guerra— se halle bajo tierra, dotada además de hospitales, escuelas, viviendas, almacenes de provisiones y agua, luz eléctrica y hasta vías de comunicación subterráneas. Ya es un esfuerzo grande mantener un ejército en pie de guerra, pero estar preparado para la guerra nuclear es un esfuerzo extraordinario para cualquier país, cuanto más para uno pequeño que en quince años ha rehecho todas sus ciudades y todas sus industrias, y las ha multiplicado. Si Corea pudiera dedicar a su desarrollo todos los recursos que tiene que destinar a defenderse, sería el asombro del mundo. Para los partidarios del régimen socialista, ese poder de progreso será fruto del socialismo; para mí, al socialismo hay que sumar las condiciones naturales del pueblo coreano y la circunstancia de que cuenta con un líder —desde luego, socialista— que es a la vez resuelto y prudente; de una prudencia exquisita, al grado que en Corea no se ha impuesto a la fuerza ninguna medida socialista: todas han sido llevadas a la práctica después que han sido clara y metódicamente explicadas al pueblo y después que éste ha decidido aceptarlas. En cuanto al pueblo, es sobrio, disciplinado, trabajador, ardientemente patriota, y muy inteligente, y muy fino. De lo último da prendas abundantes su actitud ante la obra artística. El coreano es un artista nato.


Volviendo de Pammunjong —el punto donde se celebran desde hace años las conversaciones de paz— llegamos a media tarde a Kessong, y allí, en el Palacio de los Pioneros, se improvisó una fiesta de teatro infantil. Toda la vida recordaré aquellos diminutos artistas de 6 y 7 años; sus cantos, sus danzas, sus pequeñas piezas de teatro, y sobre todo el final del acto. Los niños coreanos no me dejaban salir. Me abrazaban, me besaban; cada uno de ellos era un surtidor de alegría. Yo tenía los ojos puestos en ellos, pero a quienes veía era a los niños de mi país.

JUAN BOSCH


(Publicado en la revista ¡Ahora!, Nº 326 del 9 de febrero de 1970.)

La Revolución de Abril/Juan Bosch


Los hechos que tienen importancia en la vida de un pueblo no pueden verse aislados, y por esa razón no podemos hablar de la Revolución de Abril aislándola del resto de la historia dominicana como si ésta hubiera comenzado el día antes del 24 de abril de 1965. Es más, la Revolución de Abril no puede analizarse ni siquiera a partir del 25 de septiembre de 1963, fecha en que se dio el golpe de Estado que derrocó el gobierno constitucional de ese año.
Podemos decir que el golpe de 1963 fue el antecedente inmediato de la Revolución de Abril, pero para juzgar correctamente el estallido de 1965 habría que ir mucho más atrás porque todos los acontecimientos históricos tienen raíces múltiples y algunas de ellas nacen mucho tiempo antes de lo que se ve a simple vista. Esto que acabamos de decir es lo que explica que a la hora de analizar cada momento de la historia debemos partir del conjunto de los hechos anteriores.
Una de las raíces del 24 de Abril se encuentra en la ocupación norteamericana de 1916, pero sucede que esa ocupación militar de 1916 tuvo su origen en otros acontecimientos, y todos ellos tienen sus raíces en la falta de un desarrollo económico, y por tanto social, que le diera al pueblo dominicano la base material indispensable para mantener la independencia del Estado y con ella la seguridad del régimen político propio del sistema en que nos propusimos vivir.
Durante mucho tiempo el pueblo dominicano ha pretendido vivir organizado como una sociedad capitalista sin que llegara a serlo. Eso es lo que explica que comenzara su vida política con una revolución burguesa, que es así como debe ser calificado el movimiento del 27 de febrero de 1844. Esa revolución burguesa no iba cuajar ni en todo el siglo pasado ni en los primeros dos tercios de éste porque no se formó la clase social que debía impulsarla, sostenerla y beneficiarse de ella. Lo cierto es que la revolución burguesa dominicana existió como un fantasma en la mente de la pequeña burguesía que se levantó contra los haitianos en el 1844, contra Báez en 1857, contra los españoles en el 1863 y aparentemente contra el Triunvirato el 24 de abril de 1965. La existencia fantasmal de esa revolución en la mente de la pequeña burguesía nacional compensaba la imposibilidad de que se estableciera un Estado burgués real en un país que no podía ofrecerle a ese tipo de Estado las bases materiales sin las cuales no podía sostenerse. Fue la ocupación militar norteamericana de 1916, ocurrida 72 años después del 27 de febrero de 1844, la que creó esas bases materiales necesarias, absolutamente indispensables, para que en la República Dominicana comenzara a desarrollarse una clase burguesa, y sólo una clase burguesa podía hacer la revolución burguesa que no pudieron hacer ni los trinitarios deJuan Pablo Duarte ni los azules de Gregorio Luperón.
Las bases materiales
Las bases materiales de que estamos hablando sin mencionarlas eran las que debían crear las condiciones para que se mantuviera con vida el Estado burgués.
¿Cuáles eran ellas? En primer lugar, las comunicaciones. El país no estaba comunicado y por tanto no era un país sino un conjunto, no precisamente homogéneo, de varios países pequeñísimos que se distinguían hasta en la manera de hablar la lengua española. Un campesino del Sur no hablaba igual que uno del Cibao y éste no hablaba como los llamados pororós de la región de Yamasá. El país no estaba unido ni en lo geográfico ni en lo económico ni en lo social ni en lo político. Por ejemplo, la región de la Línea Noroeste era a principios de este siglo un territorio autónomo bajo el control de algunos jefes de armas encabezados por Desiderio Arias. El general Arias y sus seguidores controlaban la aduana de Monte Cristi y con los fondos que recibían de esa aduana fortalecían su poder militar comprando armas en Haití, de manera que en el aspecto práctico, si no legal, y dentro de límites muy pequeños, el general Arias era el jefe de un Estado que tenía bajo sus órdenes a una población y disponía de una fuerza armada para hacer respetar esas órdenes y recaudaba dinero con que mantener funcionando el aparato militar y el burocrático civil de su pequeño Estado.
El caso de la Línea Noroeste era excepcional porque otras regiones no llegaban al grado de autonomía que ella tenía; pero sucedía que el aislamiento de las diferentes partes del país impedía que el poder del Estado nacional llegara a todos los lugares con la rapidez y la fuerza necesaria para imponer la autoridad pública en todas partes cuando era necesario hacerlo, y esa incapacidad se traducía en una situación de anarquía latente que se convertía en activa con mucha frecuencia, en forma de levantamientos armados que a menudo eran de pocos hombres pero en número suficiente para quebrantar la paz pública y alarmar al país o a una región.
Por ejemplo, antes de que se inaugurara el trencito que viajaba de Sánchez a La Vega era difícil llegar al corazón del Cibao desde cualquier punto del Sur a menos que se tomara el camino de San Juan de la Maguana a Constanza y de ahí a La Vega, de donde podía irse a San Francisco de Macorís o a Moca, haciendo toda la ruta a lomo de mulo o caballo. Desde la Capital podía irse al Cibao, también en caballo o mulo, por la vía de Cotuí y La Vega o por Puerto Plata, adonde se llegaba en buque o goleta, y después de haber sido inaugurado a fines del siglo el tren de Puerto Plata a Santiago, se podía ir de este último punto a otros del Cibao usando bestias de silla. De todos modos, el transporte de cargas o personas de una región del país a otra cualquiera era costoso e inseguro, entre varias razones, porque no se sabía en qué lugar una recua cargada de telas o de tabaco o cacao iba a tropezar con un cantón guerrillero. (Recua era un número de caballos o mulos superior a tres que se dedicaban al transporte de mercancías entre dos o más sitios, digamos, de la Capital a San Cristóbal o de Moca a Puerto Plata; y cantón era el punto en que se reunía un grupo de gente armada durante un tiempo más o menos largo, pero siempre de más de un día).
Con la excepción de los pocos kilómetros de carreteras que se habían hecho en el gobierno de Ramón Cáceres, el país estaba incomunicado excepto en los dos sitios donde había trenes, y un viaje por las regiones donde no había aquellos pocos kilómetros de carreteras o esos trenes era toda una hazaña, sobre todo si se hacía en épocas de lluvia. Esa situación empezó a cambiar cuando el gobierno militar norteamericano comenzó a construir las carreteras del Este y del Sur, y la del Cibao, que llegaba hasta la frontera haitiana por la Línea Noroeste. Antes de eso en la mayor parte del territorio nacional se vivía como 200 ó 300 años antes, en los días en que la sociedad que ocupaba la porción Este de la isla no se había organizado en Estado ni soñaba hacerlo.
El gobierno militar norteamericano que construía esas carreteras no lo hacía porque quisiera hacerles un servicio a los dominicanos sino porque dos de ellas penetraban en Haití y Haití estaba ocupado también por las fuerzas de los Estados Unidos; la del Este recorría la zona de los ingenios azucareros en los que había inversiones yanquis, y por último, sólo si disponíamos de buenas carreteras podríamos convertirnos en compradores de automóviles y camiones fabricados en los Estados Unidos y de gasolina hecha con petróleo de Pennsylvania.
Una burguesía
Ahora bien, lo que tiene importancia para el análisis histórico que estamos haciendo no es quiénes construyeron esas vías de comunicación sino el hecho de que ellas eran indispensables para que en la República Dominicana pudiera establecerse un Estado real, no fantasmal; un Estado capaz de tener el dominio de su territorio y de la población que lo habitara; pero debemos aclarar que por sí solas, las carreteras no formaban la base material para la existencia de un Estado que pudiera acercarse a lo que debe ser un Estado burgués. Era necesario que se hicieran otras cosas, y el gobierno militar norteamericano las hizo cuando formó una fuerza armada que tendría la capacidad militar indispensable para asegurar el funcionamiento continuo, y en todos los puntos del país, del aparato del Estado.
El país había tenido ejércitos, pero pequeños, que no podían hacerles frente a levantamientos armados capaces de desatar ataques simultáneos en diferentes lugares, y naturalmente, ninguno podía tener esa capacidad antes de que se construyeran las vías que debían poner en comunicación a las diferentes regiones. En el siglo pasado, la más eficiente de todas las organizaciones militares que había conocido la República fue la que creó Ulises Heureaux, y en este siglo lo fue la que formó el gobierno de Ramón Cáceres; pero ninguna de las dos podía tener la rapidez de movimientos y la capacidad de penetración en todas las regiones del país que tuvo la Policía Nacional Dominicana, creación de los interventores norteamericanos que el pueblo bautizó con el nombre de la Guardia, quizá porque así era como le había llamado a la Guardia Republicana de los días del presidente Cáceres.
La Guardia que crearon los ocupantes militares de 1916-1924 vino a ser el ejército que el país no había tenido. No hablamos de su posición ideológica o política ni de su conducta sino de su capacidad para moverse por todo el país y por tanto para hacerse sentir como instrumento militar del Estado en cualquier rincón, por alejado que estuviera de los centros urbanos.
Sin que se cumplieran esas condiciones no era posible que se desarrollara una burguesía dominicana puesto que no podía haber sociedad burguesa nacional donde no había un Estado nacional, y tendrían que pasar muchos años antes de que sobre las bases materiales creadas por la ocupación militar norteamericana de 1916 pudiera establecerse un Estado burgués. En los Estados Unidos y en Europa la burguesía creó sus Estados, pero aquí el Estado fue una creación de los hateros, y al reaparecer después de la anexión a España, fue obra de la pequeña burguesía; de ahí la debilidad congénita que lo llevó de tumbo en tumbo a ser anulado en 1916 por el poder militar norteamericano y a quedar convertido en 1930 en un servidor de Rafael Leónidas Trujillo que se valdría de él para hacer al mismo tiempo y en 31 años la acumulación originaria y la acumulación capitalista que en otros países habían sido hechas a lo largo de 200 y más años por las burguesías de los Estados Unidos y de Europa.
En la República Dominicana hay quien cree que la existencia de una burguesía comercial constituye toda una burguesía, y no es cierto. Políticamente hablando, una burguesía está formada por sectores dedicados a todas las actividades económicas: a la comercial, a la industrial, a la financiera; pero también tiene sectores técnicos, profesionales, políticos, y en el orden ideológico, militares, pues sin militares que piensen, sientan y actúen como burgueses no puede tener vida el Estado burgués.
II
Nueve años antes de que desembarcaran en el puerto de Santo Domingo los infantes de marina norteamericanos que iban a iniciar la etapa histórica de la ocupación militar, se publicaba en España (porque en el país no había imprenta que pudiera hacerlo) un Directorio y Guía de la República Dominicana en cuya página 127 hallamos estas cifras acerca del producto nacional del año 1905: “Para comprar en el extranjero la importación… $3,000,000”; para “pagar los derechos de importación… $2,000,000; consumo de comestibles y artículos nacionales durante un año, a diez centavos diarios por cabeza, 600,000 habitantes… $2,190,000. Total, $7,190,000. De esos estimados el autor sacaba las siguientes conclusiones: “Tenemos, pues, que los habitantes de la República han tenido que producir, para cubrir sus gastos, y sin computar ganancia alguna, $7,190,000, y agregaba: “El valor del trabajo intercambiado dentro del país asciende, por este cálculo, a $2,190,000, y el de enviado al extranjero y pagado en derechos de importación a $5,000,000, total en que calculamos sin escudriñar mucho, el verdadero valor de las exportaciones conque fueron cubiertas esas sumas”.
¿Qué exportamos ese año de 1905? Azúcar, 33 mil toneladas métricas; 80 mil quintales de tabaco; 278 mil de cacao; 21 mil 300 de café; 400 mil racimos de guineos; 1 mil 433 galones de ron; 7 mil cajetillas de cigarrillos; 190 quintales de almidón y 92 de maíz; 2 mil 355 reses; 666 caballos; 15 mulos; 3 burros; plátanos, 14 mil millares; cueros de reses, 822 mil y de chivos 158 mil; cera, miel de abejas, cabuya, cocos secos, pencas de palma, cana, conchas de carey, rabos de vacas, madera de 17 tipos. Con esos renglones de exportación, y en esas cantidades, nuestro comercio exterior no podía ser más pobre, y el interior no podía ser más rico que el exterior. La medida de la pobreza del último la dan los precios de las tierras fértiles de que se hablaba en las páginas 130 y 131 del Directorio, en las cuales se leen estas palabras: “Por doscientos pesos oro americanos puede obtenerse en la República la propiedad, absolutamente libre de todo impuesto, de una caballería de tierra donde se producirían a maravilla todos los frutos tropicales… La caballería dominicana consta de 1,200 tareas… (Ese precio es de los) más altos, porque hemos querido referirnos a terrenos próximos a embarcaderos o a vías de comunicación económica. Existen en todo el país terrenos inmejorables, en cuanto a sus condiciones de fertilidad, que se venden hasta a cuarenta pesos oro americano la caballería” (o sea, a menos de 17 centavos la tarea en el primer caso y a menos de 4 centavos la tarea en el segundo).
Bajo desarrollo social
Pero podían conseguirse buenas tierras sin comprarlas, y el autor del Directorio lo explica diciendo que “Uno de los medios más expeditos y económicos de adquirir la propiedad de terrenos adaptables a la agricultura y la pecuaria, consiste en la compra de unos cuantos pesos de los llamados terrenos comuneros, grandes extensiones de tierras indivisas, cuyos títulos de propiedad no representan su valor, sin acciones del terreno”. Y agrega: “En una porción de terreno comunero valorada en dos mil pesos oro, el tenedor de una acción de diez, por ejemplo, está legalmente capacitado para consagrar a los cultivos que desee toda la parte de aquella que esté desocupada, y para aprovechar en su propio beneficio como copropietario, todo lo que exista en dichas tierras, excepción hecha, naturalmente, de aquello que se deba a labores de otro u otros de los demás copropietarios”…LEER MAS

JUAN BOSCH: LA GUERRA DE LAS GALAXIAS

LA GUERRA DE LAS GALAXIAS
Juan Bosch
Publicado en Política, teoría y acción, Año VI, N° 58, Santo Domingo,
Enero de 1985
“Los hechos  que tienen  importancia en la vida de un pueblo  no pueden verse  aislados… habría que ir mucho más  atrás porque todos los acontecimientos  históricos  tienen raíces múltiples  y algunas de ellas nacen mucho tiempo antes de lo que se ve a simple vista. Esto que acabamos de decir es lo que explica que a la hora de analizar cada momento de la historia  debemos  partir del  conjunto  de los hechos  anteriores”  Juan Bosch
Las grandes masas de los pueblos del Tercer Mundo oyen hablar de la Guerra de las Galaxias y no tienen idea de lo que significan esas palabras. Tal vez una minoría de personas, entre las cuales habría mayoría de niños, crean que se trata de aventuras protagonizadas por héroes de películas que batallan contra unos cuantos “malos” en las regiones más altas de los cielos porque han visto episodios cinematográficos o televisados en que toman parte hombres que cruzan por esas regiones armados de pistolas electrónicas y vestidos con trajes de brillantes colores y corte ultramoderno que se trasladan a fascinante velocidad de la Tierra a otros planetas persiguiendo a sus enemigos; pero la Guerra de las Galaxias a que se refieren los periódicos y las noticias de radio y televisión no tiene nada que ver con las películas y los cartones animados basados en ese tema. La Guerra de las Galaxias es el nombre que desde hace algún tiempo se les viene dando a unos planes militares que se basan en el uso de un poderío nuclear capaz de aniquilar la vida de los seres que pueblan el mundo en que vivimos con la probable excepción de una mayoría de los que viven en los mares; y para que el lector comprenda de dónde procede esa amenaza vamos a hacer una breve explicación de lo que es el poderío nuclear.
Antes del año 1945 un número muy corto de personas sabían que en la naturaleza había una fuente de energía llamada átomo y que el átomo consistía en cada uno de los pequeñísimos cuerpos eléctricos de que está constituida la materia, pero mucho menos se sabía, con la excepción de algunos grandes conocedores de las Ciencias Físicas, que de los átomos podía obtenerse una fuerza explosiva millones de veces más poderosa que la dinamita, que hasta entonces era el explosivo más potente que el hombre podía producir y controlar a su conveniencia; y sucedió que a mediados de julio de ese año 1945 un grupo de científicos que habían estado trabajando secretamente en un plan destinado a fabricar una bomba atómica, hizo estallar una de prueba en Álamo Gordo, un lugar de Nuevo México, Estados Unidos, y con esa prueba comenzó la Era Atómica es decir, una época nueva de la historia porque la explosión de Álamo Gordo demostró que a partir de ese momento la humanidad disponía de un poder energético cuya existencia había sido insospechada hasta entonces.
Ese poder podía usarse en la guerra para aniquilar militarmente al enemigo, pero también en la paz para ejecutar grandes proyectos de planes beneficiosos para la humanidad, y se usó en la guerra que se llevaba a cabo entre Estados Unidos y su aliada la Unión Soviética contra Japón. Esa era la parte final de la llamada Segunda Guerra Mundial, que había terminado en Europa con la rendición de Alemania el 8 de mayo de 1945 pero seguía en el Pacífico entre norteamericanos y soviéticos de una parte y japoneses de la otra. La bomba atómica fue usada por primera vez el 6 de agosto de ese año 1945, apenas tres semanas después de ser probada en Álamo Gordo; se lanzó sobre la ciudad de Hiroshima, donde además de matar por achicharramiento y por asfixia y de inutilizar por quemaduras profundas a más de 200 mil personas destruyó el centro de la ciudad, todo ello con una sola explosión de corta duración.
La posesión de la bomba atómica convirtió a Estados Unidos en la mayor potencia militar del mundo, pero no por mucho tiempo porque en 1949 la Unión Soviética anunció que había terminado el monopolio norteamericano del poder atómico, lo que significaba que los soviéticos habían fabricado también una bomba atómica y a partir de ese momento empezaría una carrera de competencia entre los dos países que acabaría colocando a la Unión Soviética en el mismo nivel de poderío militar que los Estados Unidos, y no sólo por su dominio de la energía atómica sino además el de la energía nuclear.
¿Cuál es la diferencia entre la energía atómica y la nuclear?
Que la segunda se manifiesta con mayor poder que la atómica porque es el resultado de la integración de un núcleo atómico creado por la unión de dos núcleos de masa más ligera, que se dividen mediante la llamada fisión nuclear. La energía nuclear no deja residuos radioactivos como los deja la atómica, pero además no se agota. La tecnología de la fusión y de la fisión nuclear fue descubierta años después de haberse fabricado la primera bomba atómica, y con ella los norteamericanos hicieron en 1952 la primera bomba termonuclear, cuya capacidad de destrucción era mil veces mayor que la que se lanzó sobre Hiroshima; pero los soviéticos habían avanzado en la física atómica tan de prisa que fabricaron su bomba termonuclear un año después, es decir, en 1953, y se adelantaron a Estados Unidos en la fabricación del primer cohete balístico intercontinental, es decir, que podía salir de territorio soviético y llegar en corto tiempo a cualquier lugar de  América del Norte llevando una bomba nuclear.
Ese cohete balístico fue terminado en 1957, año en el que la Unión Soviética produjo también el primer satélite espacial tripulado por hombres, que fue el conocido con el nombre de Sputnik, y así como la humanidad había entrado el 16 de julio de 1945 en la Era Atómica con la explosión en Álamo Gordo de la primera bomba hecha a base del poder explosivo de los átomos (que en ese caso fueron isótopos de átomos de plutonio), el 4 de octubre de 1957 se inició la Era Espacial con el lanzamiento en la Unión Soviética del Sputnik, y lo decimos para que el lector se dé cuenta de que para esa fecha, exactamente cuarenta años después de haber comenzado la Revolución Rusa, la sociedad que la inició cuando era una de las más atrasadas de los países de Occidente se había convertido en la competidora de la más desarrollada del mundo capitalista.
Pero para el 1957 la Doctrina Truman de la Guerra Fría tenía cinco años de lanzada y el gobierno de Eisenhower, sucesor de Truman, no iba a tolerar que esa doctrina quedara hundida en un mar de incapacidad norteamericana para mantener la supremacía nuclear sobre la Unión Soviética, de manera que Estados Unidos apareció construyendo en 1958 un cohete balístico intercontinental y un satélite tripulado por hombres y en 1960 navegaban por las aguas del Atlántico submarinos porta cohetes. Fue ocho años después cuando la Unión Soviética construyó submarinos del mismo tipo y en el mismo año (1968) fabricó cohetes de cabezas nucleares múltiples que llegaban con un retraso de dos años comparados con los que Estados Unidos había fabricado en 1966.
En el camino de la competencia se había ido muy lejos. La bomba de Hiroshima fue llevada a bordo de un avión que volaba a 360 millas por hora y en 1985 un cohete MXde cabezas nucleares múltiples viaja a razón de 15 mil millas por hora, pero además, mientras la bomba de Hiroshima mató e hirió a más de 200 mil personas la que lleva un MX puede matar, herir o inutilizar de por vida a varios millones porque la bomba de 1945 tenía un poder destructor equivalente a 15 mil toneladas de dinamita y un cohete nuclear actual lleva en su seno la capacidad aniquiladora de 5 millones de toneladas de ese explosivo.
El hecho de que la Unión Soviética diera muestras de que podía sobrepasar a Estados Unidos en la carrera de los armamentos nucleares como lo hizo al producir en 1957 el primer cohete balístico intercontinental, facilitó la apertura entre los dos grandes poderes de negociaciones para ponerles límite a la producción y el uso del armamento nuclear. Esas negociaciones condujeron a una cadena de acuerdos iniciada con el Tratado de la Antártida del año 1959 firmado por 26 gobiernos; el de 1963 mediante el cual se estableció una conexión telefónica directa entre Moscú y Washington para que los jefes de los gobiernos norteamericano y soviético pudieran entrar en contacto directo si se presentaba una situación de crisis que pusiera en peligro la paz mundial, y ese mismo año 111 gobiernos firmaron un Tratado que prohibía el uso de la atmósfera, el Espacio exterior y las aguas profundas para hacer en ellos pruebas de armamentos nucleares; en 1967 83 Estados se adhirieron a un Tratado que prohibía colocar armas nucleares en órbita terrestre y su estacionamiento en el  espacio exterior y 22 gobiernos latinoamericanos declararon sus territorios libres de posesión, almacenamiento o pruebas de armas nucleares; en el 1968 119 Estados firmaron un Tratado en el que se prohibía la transferencia a países que no tuvieran armamento nuclear de armas o de tecnología de ese tipo y además se comprometían a negociar para detener la carrera armamentista; en 1971 71 gobiernos acordaron prohibir pruebas submarinas de armamentos nucleares dentro de los límites de 12 millas fuera de sus costas.
Todos esos tratados indicaban que la posesión por parte de la Unión Soviética y de Estados Unidos de enormes arsenales nucleares preocupaba a gran parte de la humanidad, incluidas en ella las poblaciones de los dos poderosos países, y a partir de 1971, incluido ese año, los gobiernos norteamericanos
y soviético llevaron a cabo varios acuerdos; el de 1971 de medidas para evitar accidentes o uso no autorizado de armamento nuclear; el llamado SALT I, de 1972, que limitaba las áreas de estacionamiento a sólo dos en cada uno de los dos países para sistemas de cohetes antibalísticos y en una segunda etapa congelaba el número de submarinos lanzadores de cohetes balísticos intercontinentales; el Acuerdo 1973 para consulta de los dos gobiernos cuando hubiera peligro de una guerra nuclear; los dos Tratados de 1974 que prohibían las explosiones de prueba bajo tierra de bombas de más de 150 kilotones (equivalentes a 150 mil toneladas de dinamita) y las explosiones en grupos que sumaban más de mil 500 kilotones; y por último el Acuerdo SALT II de 1979 por el cual se limitaba el número de vehículos portadores de materiales nucleares estratégicos, lanzadores de cohetes de múltiples cabezas o de bombarderos con cohetes de múltiples cabezas o de bombarderos con cohetes crucero de largo alcance y prohibición de estacionar nuevos cohetes balísticos intercontinentales.
De esos Tratados y Acuerdos, Estados Unidos no ratificó los dos de 1974 ni el llamadoSALT II; lo que hizo fue dedicarse a fabricar cohetes destinados a cercar desde países europeos a la Unión Soviética con la bomba de neutrones, destinada a matar soldados y población civil, pero sin causar daño alguno a los edificios o construcciones de otro tipo, y con los cohetes Pershing que pueden atravesar toda Europa y caer en Moscú  siete minutos después de haber sido disparados.
Con la llegada al poder en Estados Unidos de los líderes del Partido Republicano encabezados por Ronald Reagan, hecho que se produjo al empezar el año 1981, pasó a ser eje ejecutado un programa de gobierno cuya política exterior estaría vinculada a la producción de armas nucleares pero que en la campaña electoral de 1980 se expresaba en consignas que ocultaban esa vinculación. Lo que ofrecía el candidato presidencial republicano era la restauración del poderío de su país con lo cual aludía, sin mencionarlo, al poder militar, porque  referirse directamente al poder militar era una manera de referirse a la producción de nuevas armas nucleares.
“Estados Unidos debe negociar desde una posición de fuerza”, afirmaba Ronald Reagan después de haber asumido la presidencia del país; pero esa posición privilegiada sólo podía alcanzarse negociando con los gobiernos de Europa Occidental, miembros de la OTAN, es decir, aliados de América del
Norte, para lo cual se requería hallarse en posesión del aparato del Estado; y tan pronto llegó a la Casa Blanca, Reagan y sus hombres de confianza pusieron en práctica el plan de sus consejeros habían elaborado antes aún de que comenzara la campaña electoral, que consistía en instalar en Europa la nueva cohetería norteamericana y sobre todo la bomba de neutrones con lo cual quedaban sin valor los Tratados de 1974 y el llamado SALT II celebrados con la Unión Soviética y pasaba a adquirir su papel de propaganda política la locución Guerra de las Galaxias.
El significado de esa locución era, y sigue siendo, guerra llevada a cabo en el Espacio, fuera de la Tierra, en las regiones del Universo por donde vuelan día y noche sin ser advertidos por los pueblos del mundo unos aparatos portentosos, y a la vez poderosos, que desde las alturas de muchos kilómetros en que transitan pueden grabar conversaciones telefónicas y retratar un automóvil que rueda a lo largo de una carretera; que pueden acumular en computadoras los datos de todo lo que sus mecanismos de observación captan a la distancia en cualquier país, gracias a los cuales el gobierno que los usa tiene informaciones detalladas de cuanto pasa en un territorio dado.
Estados Unidos tiene el poderío que le confiere la posesión de aparatos nucleares de todo tipo y con ellos de los que le corresponden a una gran potencia espacial, pero la propiedad de tanta maquinaria portentosa no parece estar acompañada por una noción clara de los peligros que conlleva el uso de esos aparatos. Si los hombres que dirigen el Estado norteamericano tuvieran esa noción no alentarían el uso de una propaganda política como la que se hace estimulando la llamada
Guerra de las Galaxias, porque una guerra hecha con armamento nuclear en el Espacio terrestre destruirá la atmósfera que nos rodea, y sin esa atmósfera no podría haber vida en la Tierra.
No lo habría para los soviéticos, pero tampoco para los norteamericanos y mucho menos para los miles de millones de seres que forman la población de Tercer Mundo, entre los cuales estamos los dominicanos.
Santo Domingo,
18 de enero de 1985.

lunes, 28 de octubre de 2013

JUAN BOSCH: UN PERIODISTA HAITIANO EN SANTO DOMINGO


Por allá por los años de 1933, nos visito aquí en Santo Domingo, el poeta y periodista Haitiano Charles F.Pressoir, el entonces joven intelectual Juan Bosch, con apenas 23 años de edad, escribió en la  Revista Bahoruco,  No. 159, Santo Domingo, 23 de agosto de 1933, p.9.  las impresiones que tan distinguido visitante e intelectual Haitiano le habían causado.


Charles  F.  Pressoir  está  en  Santo  Domingo.  Le  vi,  cuando  saludaban  un  amigo,  bajar  a  saltos  la  escalinata  del  hotel;  pero  como  no  lo  esperaba  y,  como  además,  tiene  figura  tan  nuestra,  tan  criolla,  no  me  fijé  en  él.  Vino  luego  esa  sonrisa  distinguida,  la amplia  mano  tendida.
-¡Pressoir!
-El  mismo – contesta  en  su  perfecto  español.
Pressoir  es  ahora  secretario  del  “Comité  Domínico-Haitiano  de  Relaciones  Culturales”.  Es  además,  abogado  al  servicio  de  su  gobierno.  Pero  eso  no  pasa  de  tonterías.  Lo  importante  está  en  que  su  libro  Al  ritmo  de  los  convites  le  coloca  en  primer  plano  entre  los  grandes  poetas  haitianos.  Dígalo  sino  su  traducción  al  inglés  debida  a  Enma  Nerthley  Underwood.  Lo  importante,  “ítem  y  más”,  está  en  su  prolífica  labor  periodística  en  Haity  Journal,  del  que  es  redactor,  Temps,  la  revista  de  Charles  Monavia  y  Action  Nationale;  sus  dedicaciones  de  estudio  a  los problemas  domínico  -haitianos;  su  obra  Cartas  a  Juan,  parida  de  un  fino  humorismo.

Viendo  a  Pressoir  se  explica  uno  su  gran  capacidad  de  trabajo,  esa  facilidad  de hacer  mil  cosas  distintas  y  hacerlas  bien;  es  pequeño,  inquieto  como  una  culebrilla,  de  conversación  amena  y  fácil.

-Oiga – nos  dice - :  nuestra  lucha  por  enseñar  el  español  en  Haití  es  tan  grande,  que  casi  toda  la  mitad  de  la  población  de  Jeremie  habla  español.

Calla  un  rato.  Su  silencio  está  lleno  de  sonrisas  y  distinción. 
-Francamente – agrega – entre  nosotros  sobra  la  frontera.  Si  logramos  conseguir  que  en  Haití  se  habla  español,  dentro  de  diez  años  la  isla  tendrá  un  corazón  sólo.

Es  además  un  hombre  práctico.
-Vuestros  periódicos  serán  los  nuestros.  Lo  que  un  dominicano  piense  resonará  en  Haití.  Además,  ¿no  producimos,  ustedes  y  nosotros,  café  y  tabaco,  azúcar  y  maderas?  ¡Pues  juntos  no  tendremos  problemas  de  superproducción,  puesto  que  no  nos  haremos  competencia  entre  casa!

Charles  F.  Pressoir  habla  con  entusiasmo;  le  salva  la  fe,  esa  fe  que  le  permite  emprender  una  lucha  contra  el  arcaísmo  legislativo  haitiano  y  logra  convencer  a  los  legisladores  de  que  la  mujer  puede  y  debe  ser titular,  hasta  conseguir  una  ley  autorizando  la  mujer  a  ser  abogado;  esa  fe  que le  permite  atender  a  sus  quehaceres  profesionales  y  sobrarle  tiempo  par a el  periodismo,  para  la  literatura,  para  creer  en  el  porvenir  de  estos  países.

Pressoir  estuvo  aquí  con  el  equipo  de  Volley  ball,  en  el  séquito,  y  ha  vuelto.
-¡Aunque  sólo  fuera  por  ver  estas  bellas  cartas  de  las  muchachas  dominicanas,  volvería  aquí  a  cada  rato! – nos  dice  sonreído.  Y  lo  creemos.  Este  dinámico  poeta,  que  no  gusta  del  verso  libre,  porque  no  ¡tiene  música,  que  habla  cinco  idiomas  y  es  profesor  de  latín,  que  se  educó  en  París  y  ama  el  negro,  que  es  haitiano  y  parece  nuestro,  por  su  color  trigueño  encendido,  por  sus  ojos  vivos  y  su  inquietud  latina,  que  es  haitiano  y  tiene  corazón  cibaeño,  es  muy  capaz  d e venir  de  Port-au-Prince,  en  avión  y  a  pie,  con  tal  de  estar  un  segundo  prendido  de  los  ojos  de  una  dominicana!
¡Aunque  no  sea  bella! 

Juan Bosch

Revista Bahoruco,  No. 159, Santo Domingo, 23 de agosto de 1933, p.9. 



EL DUARTE DE MIGUEL NÚÑEZ

DANIEL BALCÁCER: EL DUARTE DE MIGUEL NÚÑEZ

De  Juan Pablo Duarte  solo se conoce una fotografía hecha en  Caracas  en 1873 cuando el patricio contaba con 60 años de edad.  A...