Cristino del Castillo
A mediados del pasado mes el denominado Grupo 5+1, o sea, los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, más Alemania, alcanzaron un acuerdo con Irán mediante el cual este último país se compromete a no utilizar la energía nuclear con fines militares a cambio del levantamiento de las sanciones internacionales que lastran su economía.
Dicho acuerdo, logrado en Viena, Austria, tras 22 meses de intensas negociaciones, obliga al país persa a detener las dos terceras partes de sus centrífugas enriquecedoras de uranio, desmantelar un reactor nuclear capaz de producir plutonio y aceptar verificaciones internacionales en su territorio.
Se trata de un arreglo que ha sido saludado prácticamente por toda la comunidad internacional, a excepción de Israel y los sectores más conservadores de Estados Unidos, vinculados sobre todo al Partido Republicano. El Consejo de Cooperación del Golfo (CCG)- integrado por Arabia Saudita, Qatar, Emiratos Árabes Unidos, Kuwait, Omán y Bahréin-, que ve a Irán como un competidor y como una amenaza, dio su apoyo a lo pactado después de meses de intensas presiones de Washington.
El próximo mes de septiembre el acuerdo será conocido por el Congreso estadounidense. El presidente Barack Obama ha hecho una ardiente defensa de lo pactado, argumentando que “el acuerdo no depende de la confianza, sino de la verificación” y que “cualquier rechazo parlamentario a este acuerdo nos enfrenta a una nueva guerra en Medio Oriente”.
Sin embargo, influyentes congresistas republicanos han prometido “echarlo por tierra” porque el mismo “solo otorgará a Teherán más tiempo para producir un arma nuclear”.
El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, por su parte, ha calificado el acuerdo como “un error de proporciones históricas”, porque “se han hecho grandes concesiones en todos los temas que debían impedir que Irán alcance las armas nucleares”.
La pregunta que procede formularse aquí es, ¿tienen fundamento las preocupaciones de quienes objetan lo que se ha acordado con Irán después de tantos esfuerzos?
Es natural que un acuerdo de tal envergadura con un país como Irán, con el que Estados Unidos y sus aliados en Oriente Medio han mantenido relaciones muy tirantes durante décadas, provoque grandes aprehensiones.
Pero el problema no radica en la certeza de que el país persa se las pudiera arreglar para violar lo pactado, algo que jamás permitirían las grandes potencias que participaron en las negociaciones y que disponen de técnicos con experiencia suficiente y de todos los medios para evitar que Irán se salga con las suyas.
Las preocupaciones, más bien, se derivan del hecho de que el pacto abre un período de distensión en las relaciones con Irán, que emergería ahora como un actor de primer orden, reconocido como tal por toda la comunidad internacional y fortalecido por la eliminación de las sanciones y el descongelamiento de sus cuentas en el exterior, lo que de inmediato le aseguraría acceso a miles de millones de dólares.
Todos los analistas coinciden en señalar que la renuncia de Irán a las armas nucleares le traerá a esta nación grandes beneficios económicos, pues podrá renovar su desgastado parque industrial y fortalecer y ampliar sus intercambios comerciales.
Incluso, se prevé también el fortalecimiento de la capacidad militar de Irán producto del levantamiento de la prohibición de venta de armas convencionales a este país.
Es más que previsible que en un escenario como este el país persa estreche mucho más sus relaciones con Rusia y China, lo que haría más relevante el papel de estos dos países en Oriente Medio.
La pregunta que sigue es, ¿por qué se arriesgan, entonces, Estados Unidos y sus aliados al firmar un acuerdo que pudiera hacer más relevantes a sus rivales?
El problema es que la situación en Oriente Medio ha cambiado dramáticamente. La guerra en Irak solo ha servido para barrer a los enemigos de Irán e instalar a en el poder a los chiitas aliados del país persa.
Algo parecido ocurrió en Afganistán, donde los talibanes, también enemigos de Irán, fueron extrañados del poder. Irán, Rusia y China figuran actualmente entre los principales socios comerciales de ambos países, como explicamos en trabajos anteriores.
El presidente Barack Obama, al defender el acuerdo nuclear, les recuerda a sus rivales políticos internos que si Irán tiene actualmente una situación favorable en Oriente Medio es precisamente por el error del gobierno republicano de George W. Bush de llevar a cabo la invasión de Irak.
Ahora bien, la situación se ha complicado todavía más debido a la irrupción en el escenario del Estado Islámico (EI), un grupo terrorista que hoy controla parte de los territorios de Irak y Siria y cuya influencia se extiende hasta el África.
El EI fue también el producto de errores de la política occidental hacia Oriente Medio, particularmente de los que se cometieron intentando derrocar al régimen sirio de Bashar al Asad. De esto también hemos hablado en trabajos anteriores.
La guerra en Siria lleva ya cuatro años y el régimen de Asad, aliado de Irán, aún se mantiene. Mientras, la campaña de ataques aéreos de la amplia coalición liderada por Estados Unidos contra el EI, que el mes próximo cumplirá un año y que ha costado miles de millones de dólares, ha sido un rotundo fracaso.
Es en este contexto en el que se produce el deterioro de la situación en Yemen, donde los huties, grupos chiitas aliados de Irán, lograron deponer al gobierno apoyado por los países del CCG (ver mi artículo “Yemen en el complicado ajedrez político de Oriente Medio”, Vanguardia del Pueblo, 6 de abril de 2015).
Bajo el alegato de que el país persa brinda apoyo militar a los huties, las naciones del CCG, lideradas por Arabia Saudí, iniciaron una campaña de ataques aéreos sobre las posiciones de los grupos pro iraníes, una estrategia que al igual que en el caso del EI tampoco ha dado resultado.
Y resulta que los países del CCG para nada han tomado en cuenta la presencia en territorio yemení del grupo Al Qaeda en la Península Arábiga, considerado por Estados Unidos como la rama más peligrosa de la organización terrorista fundada por Osama Bin Ladem, que también combate contra los huties.
Es bueno destacar que después de las intervenciones en Afganistán e Irak, con las terribles pérdidas en vidas humanas que ambas aventuras militares han representado para Estados Unidos, la administración de Barack Obama ha descartado totalmente la opción de involucrar tropas norteamericanas en combates terrestres.
Hasta ahora las tropas iraquíes y kurdas son las que cargan el peso de los combates por tierra contra el EI, que aún con el respaldo de la aviación de Estados Unidos y sus aliados no han podido imponerse a los yihadistas.
Es esta particular situación la que ha llevado a Estados Unidos a replantearse sus relaciones con Irán, lo cual deja abiertas las puertas a una redefinición de las alianzas y a cambios sustanciales en las relaciones de poder en Oriente Medio.
Irán, que es enemigo del EI y de los talibanes en Afganistán, que actualmente es fundamental para la estabilidad en Irak y que tiene influencia indiscutible en Yemen, donde sus aliados combaten con los yihadistas de Al Qaeda en la Península Arábiga, comparte hoy intereses estratégicos con Estados Unidos. Es por esto que el acuerdo nuclear se interpreta como un primer paso para incorporar a la República Islámica a los planes de estabilización de la región.
El acuerdo con Irán representa un cambio radical en la política de Estados Unidos hacia Oriente Medio e implica un reconocimiento del fracaso de la política diseñada por la administración Bush, que decidió la invasión de Irak luego de presentar su lista de países integrantes del eje del mal en la cual Irán tenía un lugar privilegiado.
De ningún modo estamos sugiriendo que el acuerdo nuclear sea al mismo tiempo un pacto de alianza política. Pero nadie le desata las manos a su enemigo para luego combatirlo. La simple lógica indica que, al tiempo que se aleja a Irán de las armas nucleares, se crean las condiciones para una colaboración que pudiera conducir a la estabilización de la región en base a un equilibrio de poderes.
En este proceso está llamada a jugar un rol de primer orden la Federación Rusa, cuya presencia en la negociación del acuerdo nuclear, pese a enfrentar sanciones de Estados Unidos y la Unión Europea por anexarse Crimea, fue determinante para su éxito, según reconoció el propio presidente Barack Obama, quien confesó a un periodista que “Putin y el gobierno ruso se comprometieron en esto de una manera que me sorprendió”.
El acuerdo nuclear hará más relevante a Rusia en Oriente Medio, no solo porque ampliará sus intercambios comerciales con Irán, sino también porque es el puente natural de cualquier esfuerzo de entendimiento con un país tan complicado como ese, en donde las decisiones políticas deben ser avaladas por los líderes espirituales y con el que Occidente ha mantenido unas relaciones tan tensas en las últimas décadas.
Es evidente que Rusia busca relajar sus relaciones con Occidente y legitimar el actual estatu quo con Ucrania.
Sobre hacia dónde pudieran estar evolucionando las cosas en Oriente medio es posible juzgar tomando en cuenta las intensas negociaciones diplomáticas que han tenido lugar últimamente, las cuales han involucrado a los cancilleres de Estados Unidos y sus aliados árabes en Oriente Medio, así como al jefe de la diplomacia rusa.
Este último, al término de uno de esos encuentros, dijo que había presentado a sus homólogos un plan que prevé la creación de una amplia coalición con la participación de los ejércitos de Siria, Irak, los kurdos y los países de la región para combatir al EI.
Esta pifia de la diplomacia rusa provocó que apenas horas después el presidente Obama autorizara el uso de la fuerza aérea para defender al ejército de la oposición siria, respaldado por Estados Unidos, de los grupos terroristas y de las fuerzas gubernamentales de ese país.
Es el mejor indicio de lo complicado y largo que será el camino de la reorganización geopolítica de la región más conflictiva del planeta que parece haber emprendido la administración de Barack Obama, un plan que no luce tener alternativa viable.
La situación en Oriente Medio se complica con el paso del tiempo, como lo demuestra la situación actual de Turquía, que recientemente se vio obligada a solicitar una reunión urgente de la OTAN invocando el artículo 4 del tratado que rige la organización al sentirse amenazada ante los recientes ataques cometidos en su frontera con Siria por terroristas del EI y por las acciones de la guerrilla del proscrito Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) en el norte de Irak, que decidió dejar sin efecto un alto el fuego declarado hace dos años.
Cerrar los ojos ante la posibilidad de que Irán fabrique armas atómicas sería un grave error, pues esto cambiaría de modo muy peligroso la situación de poder en Oriente Medio, introduciendo en la región un elemento de tensión de impredecibles consecuencias.
Pero la solución que se aplicó en el caso de Siria en el 2007, o sea, los bombardeos aéreos de las instalaciones nucleares, que es lo que proponen los israelíes, sería añadir leña al fuego. Como dijo el presidente Barack Obama, la alternativa al acuerdo nuclear con Irán es la guerra.
TOMADO DE VANGUARDIA DEL PUEBLO
¿Qué hace ahí el símbolo de la alianza rebelde de Star Wars?
ResponderEliminarEso mismo se preguntan los de informativos de La 1.
ResponderEliminarY parte de la culpa es de este blog, que ha posicionado en google imágenes esa imagen como "logo de al qaeda" :-)
Eliminarjajaja, es una campaña del imperio para desprestigiarlos
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